Nuevo Ángel:

El ángel corría. Corría al encuentro de su destino, el día en que finalmente se enfrentaría a su pasado y pudiera darle fin a aquella existencia sin sentido que cierto que era divertido, pero jamás llegaría a llenar el vacío de su alma. Aumentó la velocidad. Para ella, las calles no eran más que una confusa mezcla de sonidos y colores aleatorios, pero era algo normal a aquella velocidad. Tardó un poco en darse cuenta que andando en círculos, perdida en una discusión consigo misma, planteándose si estaba lista para dar por terminada aquella lucha sin sentido que había llevado por siglos. Sentía el peso de su ballesta sobre su espalda, la de sus cuchillos sobre su cinto y aquella vieja bolsa de rublos en sus bolsillos, todo su equipo estaba listo para la batalla; sólo tenía que decidirse. Entonces el bello rostro de Tsumugi se coló entre sus pensamientos y finalmente se dirigió a donde debía.

—Ya voy, mi amada Mugi.


Mio dirigió a Tsumugi a través de una antigua mansión. La joven Oujou-Sama ya la conocía, era una mansión abandonada que según contaban un poder misterioso evitaba que fuese demolida. Aparentemente era verdad, pues podía sentir en el aire una extraña energía negativa que venía de todas partes. Finalmente llegaron a un enorme cuarto en el medio de aquella mansión. Tsumugi sintió un escalofrío al ver un cadáver fresco en el suelo. Levantando la vista podía ver que aquel cuerpo estaba a los pies de un antiguo trono de piedra, y sobre la piedra estaba sentada una mujer de cabello castaño claro y anteojos. En la boca de la mujer aún rezumaba la sangre de aquel infeliz.

Al ver a la joven, el rostro de Sawako se iluminó.

—Bienvenida seas, Tsumugi Kotobuki.

Mio se inclinó antes su señora.

—No hubo mayor problema. Tuvimos que sacrificar a las novicias, pero ella está aquí sana y salva, lista para que usted la convierta en su nueva concubina.

Sawako asintió.

—Has trabajado bien, Mio-chan y te has ganado tu liberación. Acércate, Mio.

Mio se acercó mientras Sawako se llevaba su muñeca a su boca y mordía. La sangre de la señora de los vampiros comenzó a correr y Mio abrió la boca para recibir aquel preciado líquido que significaría su libertad. Ella no era como las demás novicias, desechable, ella era el premio de consolación que Sawako había decidido conservar al no poder poner sus garras sobre la única que alguna vez amó; pero ahora una nueva chica estaba en aquel corazón podrido y muerto, así que ella finalmente podía estar libre. Bebió con placer aquellas gotas y el cambio fue inmediato. Sintió que su dormida voluntad volvía después de tantos años y que finalmente podría cruzar la noche por su cuenta sin esperar a que nadie le diera el permiso. Se sintió llena de un inimaginable poder.

Sawako apartó su mano con solemnidad.

—Púdrete — dijo Mio dándole la espalda.

—Púdrete tú también — respondió Sawako indiferente volviendo su atención a la joven Oujou-Sama.

Tsumugi la miró con ojos desafiantes. Sawako ensanchó más su sonrisa, le encantaba la actitud de esa joven. Mio se encaminó hacia la puerta ignorando a aquellas dos, cuando se paró en seco a la mitad del camino. Sawako también apartó su vista de Tsumugi. Ambas intercambiaron una mirada de entendimiento. ¡No! Aquello no podía ser, no después de hacer ese gran sacrificio sólo para que no pudiera seguirlas.

Fue entonces cuando la puerta se abrió violentamente.

El ángel entró desafiante.

—Quita tus sucias manos de mi mujer, Sawako — ordenó Ritsu.

—¿Tu mujer? — preguntó la señora de los vampiros levantándose de golpe y poniéndose frente a Tsumugi, la cual permanecía en silencio, pero sus ojos mostraban cuánto había esperado a aquel instante. —¿Cómo puedes reclamarla para ti? Tú eres una sirviente de Dios, no importa cómo lo veas, pero no eres humana ni lo fuiste siquiera, no puedes reclamar a una humana para ti.

—No sabes cómo nacemos los ánegles, ¿no? — preguntó Ritsu con tranquilidad a la vez que desenfundaba su ballesta y la apuntaba a Sawako. — Nacemos del sufrimiento y de la búsqueda del fin de nuestro dolor. Hace cientos de años, en la época en la que aún era humana, una poderosa señora de los vampiros me arrebató a la mujer que amaba; la mismísima razón de mi existencia. ¿Por qué? Porque esta señora de los vampiros me había convertido en su objeto de deseo y pensaba que apartando a mi mujer del camino, no me dejaría otra opción que convertirme en su concubina; pero el tiro le salió al revés y decidí quitarme la vida. Una vez del otro lado, se me ofreció una oportunidad. La oportunidad de dejar atrás todo el pasado y comenzar una nueva vida limpiando el mundo de las criaturas de las tinieblas; con la promesa que cuando estuviera lista, podría finalmente acabar con esa señora de la noche. El tiempo ha pasado y no sé si ya estoy lista, pero no puedo esperar más ya que has vuelto a robarme a la razón de mi existencia.

Dicho esto, Ritsu se quitó aquel sombrero que ocultaba su rostro y encaró a Sawako. Tanto Mio como Sawako emitieron un grito de sorpresa. Ahí estaba ella, la mujer que ambas habían amado alguna vez tal y como la recordaban: cabello corto agarrado en una diadema y una mirada llena de determinación que dejaban claro que lucharía hasta el final.

—Las cosas han cambiado, Sawa-chan — retomó Ritsu. — Pues si es verdad que la situación es la misma, tú con la chica que amo, ahora tengo la fuerza para protegernos a las dos. Despídete de una buena vez, Sawa-chan.

—¡Tú! —Exclamó Sawako llena de ira. — ¿Cómo es posible que tú...? ¡No puedes hacer esto!

—Claro que puedo, Sawako. Y para demostrártelo te traje un pequeño presente, como para cerrar el ciclo — dijo Ritsu metiendo su mano libre en un bolsillo y sacando la bolsa de rublos. — Me hice la promesa que cuando me quedara sin, estaría lista para matarte. Todavía me quedan unos diez, tómalos son mi regalo de despedida — dijo ella con desprecio arrojando la bolsa de cuero a los pies de Sawako.

La vampira primero miró las viejas monedas y luego a Ritsu. Comprendió por fin el significado de aquel presentimiento cuando vio la determinación en los ojos de la joven. Pero no se iría sin pelear. Tomó a Tsumugi por el brazo y saltó convirtiéndose en una neblina negra para huir a la parte más alta de la vieja mansión.

Ritsu apuntó con su ballesta y disparó su cuerda unida a un gancho. Comenzó a subir con gran agilidad. Pronto llegaría al segundo piso, no permitiría que Sawako le robara a otro amor, pero una segunda neblina la empujó haciéndola atravesar la ventana de la señorial mansión y caer de espaldas contra el jardín lleno de maleza. El ángel se levantó lista para el combate, cuando la sombra atacó por segunda vez haciéndola caer de espaldas y perder su ballesta. Ritsu se levantó de un saltó y arrojó los varios cuchillos contra la neblina que se dispersó hacia una roca plana bastante grande que había a pocos metros de Ritsu. Finalmente incorporada, el ángel recuperó su ballesta y apuntó a la neblina.

—Sabes que de todos modos tengo que dispararte, ¿no Mio?

—Así que aún recuerdas mi nombre — respondió Mio tomando forma.

Ritsu retrocedió al leer el dolor de la traición en los ojos de la vampira. Aquellos ojos que en un tiempo fueron de un bello color gris lleno de vida y alegría, eran ahora rojo sangre en el cual sólo se reflejaba un odio derivado de una gran tristeza. Mio lloraba, lloraba sangre como vampiro que era, mas no dejaban de ser lágrimas de dolor.

—Prometimos que por siempre y para siempre, Ritsu. Yo... creía que te perdí para siempre, que nunca más volvería a estar a tu lado; y resulta que habías regresado a la vida. ¿Por qué no te atreviste a encarame en cuanto regresaste? Y más importante, ¿cómo te atreviste a reemplazarme? ¡YO TE AMO!

—No te he reemplazado, tú siempre serás mi primer amor Mio. Estuvimos destinadas la una a la otra, no hay duda. Pero Sawako cambió las cosas. Te hizo su esclava, su concubina; te hizo todo lo que no pudo hacer conmigo... no sabes cuán culpable me sentía. No sabía cómo podría mirarte a los ojos después que tuviste el destino que debió ser mío. ¿Cómo esperabas que te enfrentara así?

—Eso puedo entenderlo, pero no el hecho que me hayas cambiado así no más.

—Como dije, no te he reemplazado. Pero no podía seguir estando en la misma fase de depresión toda mi vida, no podía tomar fuerzas para vencer a Sawako si me negaba a avanzar. Las cosas cambian Mio, evolucionan. Como dije antes, no te he reemplazado; lo que siento por Mugi es parecido a lo que sentí por ti... pero no es lo mismo, es diferente para cada persona. Por eso, por tu salud mental, te aconsejo que me superes... así como me he visto forzada a superarte.

Mio la miró fijamente. El aura alrededor de ella comenzó a calmarse, pero Ritsu no se engañaba. Era la calma antes de la tormenta.

—Muy bien, pero para superarte... ¿te parece si te elimino primero?

Mio se arrojó contra Ritsu a toda velocidad. Ritsu levantó sus brazos colocándolos en cruz para protegerse del golpe mortal, para luego rechazar a Mio de una poderosa patada. La vampira rodó por el suelo. Para cuando se levantó, la otra ya había desaparecido. La encontró escalando sobre la casa tratando de llegar al nivel donde se hallaba su nuevo amor. Mio rugió con gran odio y se transformó en neblina para dar su golpe final. Ritsu la sintió. Cuando la neblina estuvo sobre ella, dio un poderoso giro hacia atrás y su pie aterrizó directamente sobre el rostro de Mio. Ella cayó hacia atrás y Ritsu saltó tras ella.

Mio quedó a los pies de Ritsu.

—¿Cómo es posible? — preguntó Mio débilmente.

—Los ángeles son algo así como nuestros depredadores naturales — dijo una conocida voz en el aire. —¿No te lo advertí, Mio-chan? Nuestros poderes especiales no les hacen efecto. Durante siglos no pensé que existiera una forma de vencerlos... pero ahora que sé lo que son... ¿qué tal si le arranco el corazón?

Ángel y vampira miraron hacia arriba.

Sawako tenía en brazos a Tsumugi, la cual se esforzaba por evitar la mirada de Ritsu. Mio esbozó una sonrisa. Ritsu comenzó a temblar débilmente. Tsumugi tenía los ojos de un color escarlata propio de los vampiros neonatos. Igualmente sentía ese extraño aroma que despedían junto con aquella palidez extrema que hacía que su piel pareciese que brillara aún si no había luz de luna ni de ningún otro tipo.

—Ella es mía ahora. ¿Qué es lo que harás, Ricchan?

—Cuando finalmente hallé el perdón para ti, Sawako, te esfuerzas en darme una nueva razón para detestarte — respondió Ritsu con un hilo de voz mirando hacia abajo.

Sawako y Mio rieron disfrutando de su venganza. Ambas perdieron a quien amaban, pero ella ya tenía su recompensa: el ver que su nuevo amor fue arrebatado también. Ritsu no podía hacer nada, temblaba... miraba hacia abajo tratando de contener las lágrimas, ¿o no?

El ángel levantó su mirada y Sawako tuvo que reprimir un grito de sorpresa. Con cuidado el ángel dirigió su brazo a su espalda para tomar su arma celestial. Mio saltó para impedirlo, pero ella con su mano libre, tomó un cuchillo de su cinto y lo arrojó con precisión al vientre de Mio. La vampira se retorcía de dolor mientras Ritsu finalmente tuvo la ballesta lista y con calma, disparó.

Sawako gritó y colocó a Tsumugi a modo de escudo esperando que el ángel recapacitara y evitara que la flecha atravesara a su "nuevo amor". Pero Ritsu permaneció inmóvil, observando cómo la flecha atravesaba a Tsumugi. Sawako la dejó caer sin entender qué pasaba. Ritsu levantó su ballesta aún más para tener a Sawako a tiro.

—¿Cómo es que eres tan inhumana? Te rompí el corazón por segunda vez, ¿AHORA CÓMO TE LAS ARREGLARÁS PARA ESTAR JUNTO A ESTA CHICA A QUIEN PROCLAMAS AMAR? — Gritó Sawako con una mezcla de miedo e incredulidad.

—Mi recompensa... o más bien mi consuelo luego de acabar contigo será que se me conceda de nuevo la vida de mortal ahora que he encontrado a alguien con quién pasarla. ¿Qué no lo entiendes?

—Acabas de asesinarla — dijo Mio desde el suelo con una débil voz. Ella también moría.

Ritsu negó con la cabeza.

—Mis flechas, todas mis armas en general, son incapaces de matarlas a ustedes, simplemente las purifican. Mientras tengan la maldición del vampiro con ustedes, dejan de envejecer en el acto. ¿Pero qué pasa si son purificadas? La maldición del vampiro será eliminada y volverán a ser simples mortales. El problema es que, sin la maldición del vampiro, deberán envejecer de golpe todo lo que no envejecieron estando malditas. ¿Unos minutos nada más para Tsumugi? La verdad no habrá cambio alguno. Pero ustedes llevan cientos, o tal vez miles de años malditas. El paso de los años las dejará siendo nada más que polvo.

Y como confirmando el punto de Ritsu, Sawako se fijó en Mio. Durante su existencia como no-muerta había visto a varios de sus compañeros convertirse en polvo gracias al encuentro con un ángel vengador, mas nunca se fijó en aquellas muertes. Ahora que se fijaba bien, pudo apreciar con claridad cómo el rostro de Mio pasaba de ser el de una jovencita al de una mujer madura, luego una anciana y poco a poco un montón de huesos que terminaron por convertirse en nada más que polvo, tal como Ritsu lo predijo. Estaba como hipnotizada. Luego prestó más atención a Tsumugi, la que se levantaba con dificultad y miraba horrorizada toda aquella escena.

Ritsu se santiguó sobre los restos de su amiga y luego disparó contra Sawako.

La vampira gritó en cuanto sintió las flechas benditas atravesar todo su cuerpo, haciéndola caer de rodillas ante Ritsu.

—No merezco esto... mi único pecado fue amar demasiado. Por favor, debes, debes...

Ritsu permaneció indiferente.

—Sawako, me hiciste daño. Destrozaste mi vida de ensueño. No sabes cuánto deseaba que mi deber no fuera tan santo, para así poder asesinarte y hacerte sentir un dolor inimaginable como pago por el que me causaste a mí. Sin embargo, con todo lo que ha pasado... yo te perdono. El descanso eterno te espera, ¿por qué no lo abrazas y agradeces al Señor la oportunidad de enmendar tus pecados? Como dije, yo te perdono. Pero, ¿tú te perdonas?

Sawako miró a Ritsu por última vez para así esbozar una débil respuesta. Una respuesta a la que el ángel sacudió su cabeza como decepcionada.

—Deseo creer que es la maldición hablando. Adiós, enemiga mía.

Una suave brisa comenzó a soplar mientras Sawako poco a poco se transformaba el polvo, llevándosela así a un destino desconocido. Pero cosa rara, el montón de polvo en el cual se había convertido Mio permanecía intacto al viento; y Ritsu se inclinó sobre su adorada amiga y dejó correr lágrimas silenciosas.

—¿Estás bien? — preguntó Tsumugi acercándose a Ritsu y abrazándola por la cintura.

—Obviamente no estoy bien. Ella fue mi primer amor, con quien había comenzado una hermosa vida... hasta que ella tuvo que meterse. No Mugi, no estoy bien. Pero lo estaré si te quedas a mi lado.

—No tienes que pedirlo — dijo la Tsumugi pegándose más a su ángel.

Y ambas se unieron en una plegaria silenciosa mientras el sol salía en toda su gloria.


Los Kotobuki esperaban en su sala, sin decirse nada. El reloj marcaba las 6:46 de la mañana, cuando los sirvientes corrieron a abrir la puerta. Los padres de Tsumugi corrieron al encuentro de su hija, que iba plácidamente dormida en los brazos de su ángel.

—Es la joven más valiente que conozco. Obligarme a avanzar de esa manera a costa de su propia vida, es realmente admirable.

—Tsumugi es muy fuerte, ella sólo deseaba estar junto a ti; pero para hacerlo, debía de hacer algo realmente estúpido y noble — dijo la señora Kotobuki besando la frente de su hija mientras su "nueva hija" la colocaba gentilmente sobre un sofá. Ritsu acarició el cabello de Tsumugi y se dejó caer sobre una silla.

—Bueno, es el momento que nos expliques — dijo el señor Kotobuki con gentileza.

Ritsu sonrió, y comenzó a contar.

Fue un largo relato y duró horas; pero Tsumugi seguía dormida plácidamente. Ella estaba en paz.

—¿Y qué es lo que harás ahora? — preguntó la señora Kotobuki por fin.

Ritsu se quitó su capa de viaje, sus cinto de cuchillos y la ballesta; y éstos se desvanecieron de inmediato.

—No lo sé. Ahora soy sólo una mortal. Imagino que vivir mi vida.

—Entonces quédate con nosotros — pidió el señor Kotobuki. —Tsumugi no nos perdonaría que te dejásemos ir así como así. Te lo debemos; no por salvar a nuestra hija de tu señora de los vampiros, sino de salvarla de ese camino de la autodestrucción que seguía. Quédate con nosotros, por favor Ricchan.

Ritsu asintió. Los Kotobuki la abrazaron amorosamente, su nueva hija finalmente estaba en casa.


En un árbol centenario del jardín de la señorial mansión Kotobuki, una sombra silenciosa, vestida con una larga capa de viaje, un sombrero que ocultaba su rostro y demás ropas arcaicas agitaba al viento su larga cabellera color negro.

Mio se enjuagó sus lágrimas de despedida y saltó hacia su primera misión; una tal jovencita de apellido Hirasawa era seducida por un ancestral demonio tipo Yamaneko, de nombre Azusa... poniendo en peligro su feliz vida en compañía de su hermana menor y su amiga de la infancia, que era a su vez su novia.

—Volveremos a vernos, Ritsu, en el momento que finalmente yo también haya avanzado. Nos veremos cada quien con nuestra nueva vida y si no nuestro amor; será nuestra amistad la que dure por siempre... pero por el momento, debo decir adiós, mi primer amor...


Y bueno, sé que le pelea me quedó algo floja pero en este fic trato de centrarme en los sentimientos. Espero les haya gustado, la verdad fue bastante difícil escribir el final, pero creo que lo hice bien. Sin más me queda decir:

Chao; nos leemos!