Hola chicas!

Sé que estáis esperando la actualización de CAH, yo también :( pero llevo casi quince días de baja y con bronquitis, lamento mi desaparición, pero es por problemas de salud, aún así ni creáis que La historia quedará a medias, en cuanto me recupere me pondré a ello sin falta. De momento ni mi capacidad neuronal ha estado lo que se dice activa, ni mis ganas han sido las acostumbradas. La verdad es que estoy fatal, así que para poner en marcha los motores y no joder la historia, he decido escribir este mini fic de 3 capítulos, epílogo incluido. En fin, no esperéis nada del otro mundo... Ni siquiera sé muy bien porque me dio por escribir esta ida de olla, pero de alguna forma tengo que calentar!Espero que os entretenga y lo disfrutéis. Gracias por vuestra comprensión.

Besos

AJ

Disclamer: Todo el mundo de Harry Potter pertenece a Jk.R


Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería
Baile de Navidad, 1994

Hermione sintió la boca de Viktor sobre la suya y cerró los ojos. Apoyó las manos sobre el musculoso pecho del buscador y se aferró a la tela de su uniforme de gala, dejando que él amoldara sus labios a los de ella, que la guiara en los primeros pasos de su primer beso. Una mano enorme se apoyó en su mejilla, acunándola con ternura y no pudo evitar ladear la cabeza, acariciándose con aquella áspera palma.
Los gritos de Ronald, hablando con Harry acerca del penoso comportamiento de Hermione rompieron la magia del momento y se separó con frustración.

― No hagas caso Herr-mi-one ― susurró el búlgaro calentando sus labios con su aliento ― solo son celos. Erres herrmosa y hoy todos han visto cuanto
Ella sonrió, apoyándose en él y suspiró, dejando que la abrazara, Viktor la hacía sentir bonita y femenina, como nunca antes. Él la había visto de verdad, desde que llegó a Hogwarts sus miradas, sus gestos… él vio más allá de la sabelotodo de cabello enmarañado y espalda encorvada por el peso de los libros, él vio algo que los demás habían ignorado durante cuatro años.

Y era cierto, si le preguntaran a Viktor él diría que era su belleza suave y calmada lo que le había hecho fijarse en ella. La sensualidad que se apreciaba en su forma de caminar, en el modo en que se retiraba los indomables rizos del rostro, en la manera en que mordía sus labios y sonreía con una timidez aderezada de picardía. No era una belleza, ni una chica que llamara la atención a simple vista. Pero tenía los ojos castaños más hermosos que Viktor había visto nunca. Brillaban expresivos, de alegría, de furia o de tristeza y, si tenías la suerte de estar lo suficientemente cerca de ella, como él, podías apreciar las pinceladas doradas que los adornaban y las suaves y casi invisibles pecas de su nariz y su cara.
Viktor sabía apreciar la belleza y la de Hermione Granger estaba ahí, latente, esperando para florecer. Sería una mujer increíble, no tenía ninguna duda acerca de ello y esperaba poder tener una oportunidad con ella, en el futuro, cuando esa mujer emergiera y todo fuera más fácil.
― Mañana nos verremos ― le dijo besándola suavemente una vez más, aguantándose las ganas de profundizar en aquella boca adictiva que prometía placeres inconcebibles ― Ve.
Ella le miró sonriendo y se alejó hacia sus amigos. La escuchó pasar al lado de ellos y salir del Salón de baile gritándoles furiosa. Sacudiendo la cabeza y utilizando adjetivos poco educados para dirigirse al imbécil del pelirrojo, se marchó antes de dar rienda suelta a las ganas que tenía de demostrarle a Weasley que enseñaban en Durmstrang.
Hermione se sentó en las escaleras y se descalzó, tirando los zapatos a un lado mientras sollozaba. Ron era un idiota, nunca cambiaría. No solo parecía ser invisible para él si no que además no la dejaba tratar de olvidarse de aquellos extraños sentimientos que despertaba en ella.
Poco a poco todos se fueron marchando y las puertas del Salón se cerraron, dejando dentro a unas pocas parejas que aún seguían bailando.
― ¿El primate bobalicón te ha abandonado Granger?
Ella levantó la mirada hacia el Slytherin y le miró un par de segundos antes de ignorarle y seguir masajeando los dedos de sus doloridos pies.
Por una milésima de segundo, Draco olvidó que era una sangre sucia, olvidó que era la insoportable amiga de caracortada y comadreja Weasel, olvidó todo, porque aquella noche, Hermione Granger estaba increíblemente hermosa. Él mismo se había quedado con la boca abierta al verla aparecer del brazo del buscador búlgaro, odiaba admitirlo y, de hecho, no lo reconocería jamás ante nadie, pero estaba preciosa y todos se habían dado cuenta de que había algo más bajo aquel uniforme, algo que ella nunca antes se había atrevido a mostrar.
Claro que, una cara bonita y un cuerpo tentador no podían ocultar el hedor a impureza que desprendía, pensó con una sonrisa cruel.
— ¿Tan pronto se cansó de ti? — Volvió a la carga, decidido a arrancarle una ácida respuesta, como siempre — Tal vez no tienes lo que necesita, veo que has estado llorando ¿Te ha dicho que no eres lo bastante mujer para complacer sus… apetitos?
Sabía que eso no era cierto, había escuchado los gritos que le había dado a la comadreja y no entendía porque no le había lanzado una maldición por gilipollas. Había que estar ciego para no ver que Weasley estaba completamente colgado de la chica, traidores a la sangre él y su estúpida familia.
— Olvídame Malfoy.
El rubio arqueó una ceja y miró a todas partes, asegurándose de que nadie le estuviera mirando. El que hubiera decidido mandar al cuerno las normas sociales preestablecidas por unas horas no significaba que quisiera que fuera de dominio público.
Draco Malfoy siempre tenía lo mejor. Y aquella noche, ella había sido lo mejor de la fiesta.
— Ven conmigo — dijo girándose y mirándola por encima de su hombro — vamos Granger, ¿Tienes miedo?
Se alejó con una sonrisa burlona y paso seguro, convencido de que ella le seguiría y ahogó una risita al escuchar los pasos tras él.

¿Qué demonios hago siguiendo a Malfoy? Se dijo Hermione con ganas de darse patadas mentales por tamaña estupidez. La curiosidad mató al gato, lo sabía pero no podía evitarlo. Aferró con fuerza su varita porque no se fiaba para nada de aquella serpiente ruin y rastrera y continuó tras él, siguiendo un angosto y desolado pasillo de las mazmorras.
El rubio se paró frente a un cuadro de un caballero con gesto adusto y susurró algo que ella no llegó a escuchar antes de desaparecer por el hueco de la pared, descendiendo a lo que sin duda eran las entrañas del castillo.

Conjurando un lumus le siguió, bajando las escaleras de caracol con cuidado y tras un par de minutos de descenso, llegaron a lo que parecía una sala común de reducidas dimensiones. Una enorme chimenea encendida presidía la estancia, rodeada por un sofá de cuero y una mesita, un armario y una estantería ponían punto y final al mobiliario del lugar.
— Ponte cómoda Granger — dijo él sin perder el tono de diversión de su voz antes de dejarse caer en el sofá, con el brazo apoyado en el respaldo — es Navidad y me siento caritativo
Por primera vez, Hermione percibió al sentarse el ligero olor a alcohol que emanaba del rubio, casi oculto por el perfume de su piel. Nunca había estado tan cerca de Malfoy antes y, al mirarle a los ojos se descubrió pensando en lo profundos que parecían, de un color más gris que azul ¿Siempre habían sido así? ¿De ese gris mercurio que parecía plata líquida?
— Estás borracho.
Él rió
— Vamos vamos Granger, necesito más que unos vasos de Whiskey de fuego para emborracharme — sonrió con aire burlón y levantó las cejas — ¿Quieres un trago?
Hermione parpadeó y boqueó horrorizada.
— ¿Qué? ¡Por supuesto que no Malfoy! — Se cruzó de brazos fulminándole con la mirada — No está permitido el alcohol en el colegio ¡Podrían expulsarme!. Tampoco deberías tú estar bebiendo ¿Sabes? No es correcto.
Draco la miró parpadeando antes de romper a reír
— Siempre tan perfecta — dijo con desprecio levantándose y abriendo un mueble bar para servir dos whiskys con hielo. — Créeme, gracias a esto no te dejé en esas escaleras, como la patética sangre sucia que eres. — Dijo dejando el vaso ante ella y dando un trago del suyo.
— Eres un imbécil — Hermione se levantó y le apuntó con la varita, hundiéndola en su cuello disfrutando de la expresión de horror de él — No he venido aquí para que me insultes Malfoy
Él apretó las mandíbulas y su rostro cambió, mirándola con un brillo desconocido para ella. Hermione se estremeció sin saber por qué.
— ¿Y a qué has venido entonces Granger? — dijo él apartando la varita de un manotazo y dejando en la mesa su bebida — ¿Por qué estás aquí?
Porque soy idiota, pensó ella.

— Yo te mostraré porque
Draco se cernió sobre ella con la rapidez de un buscador de Quiddich y aferró su nuca dejando completamente congelada a Hermione ante el contacto de sus dedos sobre la piel de su cuello. Fijó sus ojos en aquella turbulenta mirada que parecía arder y no fue capaz de moverse cuando le vio agacharse hasta que sus labios colisionaron.
Fuego.
Todo explosionó alrededor de ambos, derramándose sobre ellos, como ardientes lenguas de fuego hasta hacerles perder la razón. Él no sabría decir porque sintió el impulso de devorar su boca, ella no encontraría jamás explicación sobre el motivo que la llevó a responder a aquel beso exigente y avasallador.
Donde Viktor había sido ternura, Malfoy era furia y dominación, si el búlgaro le había mostrado el placer de su primer beso, la serpiente le mostró lo que era el deseo carnal.
Sus bocas se buscaban ansiosas, desesperadas, enredando sus lenguas, ávidas y anhelantes mientras sus manos se unían, convirtiendo el beso en algo más. Se acariciaron, se tocaron con rudeza y brusquedad, arrancándose la ropa sin ser siquiera conscientes de sus actos. El vestido de Hermione se perdió en algún rincón oscuro, al igual que la túnica de Draco, mientras las llamas de la chimenea menguaban y las velas se apagaban sumiendo en las sombras aquellos jóvenes cuerpos entrelazados
Ninguno de los dos tenía experiencia en lo que hacían, pero se dejaron llevar por sus instintos, aparcando la realidad, olvidando quienes eran, el odio y el rencor, olvidando todo lo que quedaba fuera de aquella sala perdida en las entrañas de Hogwarts.

Joder ¿Qué diablos había hecho?

Malfoy se pasó las manos por el cabello despeinándose en un gesto de la más pura frustración. Miró con una mueca de asco hacia su pecho, sobre el que descansaba aquella mata de pelo con patas y con un sobresalto que la despertó, se la quitó de encima y se levantó entre maldiciones, vistiéndose todo lo rápido que pudo, mascullando todo tipo de improperios.
― ¿Draco? — ella parpadeó medio dormida, aún perdida en las brumas oníricas del sueño.
El chico se congeló con la camisa a medio abrochar y se giró para enfrentarla.
― Escúchame bien ― escupió arrastrando las palabras mirándola con sus ojos derramando frialdad ― Ni se te ocurra contar a nadie lo que ha pasado aquí ― dijo señalándola con el dedo ― ni a la comadreja menor ni a ninguna de tus tontas amiguitas ¿Estamos? Y no me llames Draco ― gruñó agachándose para coger su corbata que estaba tirada en un rincón.
Un rayo rojo pasó rozando su oreja y se dio la vuelta con cara de horror para mirar a la enajenada leona que le apuntaba con su varita, completamente despierta.
― ¿Qué coño haces?
― Eres un ser despreciable y odioso Malfoy
Él sonrió con una mueca burlona, alzando brevemente las cejas
― Gracias Granger
Ella volvió a lanzarle un hechizo que esquivó por los pelos ¿Dónde diablos estaba su varita?
― ¿Estás loca? Para de una vez estúpida sangre sucia ¡desquiciada! ― masculló tirándose tras la mesa.
Hermione estaba desnuda, despeinada y con la túnica de él por encima, abierta dejando ver la mitad de su pecho derecho y la insinuación de un enhiesto pezón.
Draco tragó en grueso cuando los recuerdos de la noche anterior le inundaron y un tirón en la entrepierna le avisó de que le había gustado, y mucho, lo que había ocurrido en aquella sala privada perdida de la mano de Merlín.
Fuera cual fuera su sangre, aquella sabelotodo de Granger acababa de convertirse en una parte de su pasado porque, quisiera reconocerlo o no, habían perdido ambos la virginidad en la sala privada que su padrino le había dejado usar desde principio de curso.
Jamás podía saberlo nadie. Nunca. Él tenía una reputación que mantener, era Draco Malfoy, ¡el príncipe de Slytherin! Odiaba a los impuros, los quería expulsados de Hogwarts y del mundo mágico, eran inferiores, creados para servir, para convivir con los... Muggles, pensó con desprecio.
— ¿Qué es lo que me hiciste? — Espetó furioso por la forma en que su sangre hervía y su cuerpo respondía a la visión del de ella — ¿Me hechizaste? ¿Usaste algún filtro? ¿Cuál? — Entrecerró los ojos y blandió su varita, que había encontrado tras el sillón — es patético — dijo vocalizando con desprecio — que tengas que recurrir a eso para conseguir que alguien se meta entre tus piernas — La miró de arriba abajo de la forma más desagradable que pudo y sonrió de lado — aunque no me extraña siendo... Tú.
Hermione le miró con odio y, durante una fracción de segundo ¡Él la había buscado a ella! ¿Cómo se atrevía a culparla ahora? Malfoy pensó que le intentaría hechizar, pero la bruja sonrió con cinismo, pese al brillo de amargura que se veía en sus ojos y se vistió pausadamente.
— Más patético es escudarse en un filtro o un hechizo, algo que ambos sabemos que no es cierto, para no aceptar que hiciste el amor a una sangre sucia.
Draco, ante el asombro de Hermione, se echó a reír con ganas
— ¿Hacer el amor? Granger tu y yo follamos, tuvimos sexo o cometimos la mayor aberración del mundo, como quieras llamarlo. Pero créeme, no hicimos el amor — puso los ojos en blanco — no sé cómo no he acabado vomitando.
Ella agitó la varita y puso un orinal bajo su nariz
— Empieza, Malfoy — Sonrió — Es de oro — dijo con un ademán señalando el objeto que brillaba en las manos del rubio — considéralo mi regalo de... Agradecimiento por tus servicios.
Sin más se marchó dejando a un furioso Slytherin dentro del aula y un placer perverso la recorrió al escuchar el golpe del orinal contra la puerta.

Callejón Diagon
Víspera de Navidad 1999

Hermione salió de Sortilegios Weasley con los ojos enrojecidos y el rostro desencajado. Con Ronald siempre era igual ¿Por qué no podían hablar civilizadamente sin discutir? ¿Por qué no eran capaces de no perder los nervios por todo? Le quería tanto como a Harry, era un pilar fundamental de su vida, no existía Hermione sin Ron, como no existía Hermione sin Harry. Durante un tiempo muy breve un año antes, al terminar la guerra, habían mantenido una fugaz relación que no sobrevivió al verano. Hermione suponía que no había sido el mejor momento para tratar de dar prioridad al corazón, sobre todo cuando este estaba resquebrajado y hecho pedazos. La muerte de Fred fue un duro golpe para todos, un golpe del que aun no se habían recuperado ninguno de ellos. Durante los primeros meses todos habían vivido en una extraña burbuja de irrealidad, juicios, abogados, interrogatorios, testificaciones... Se habían visto inmersos en una vorágine de burocracia y lágrimas demasiado difícil de digerir y aquella no había sido la mejor base sobre la que asentar una relación amorosa. Al menos ellos no habían sabido salir adelante como pareja, necesitaban tanto su amistad que ningún otro sentimiento tenía cabida y, cuando empezaron a sobreponerse y a aceptar las nuevas circunstancias, aquel amor que habían creído sentir durante aquellos años, repentinamente les pareció insustancial, demasiado infantil para dos personas que, de pronto, se sentían terriblemente envejecidas. Hermione, volvió a Hogwarts, Harry y Ron no. El curso pasó rápido, con muchas lágrimas y un puñado de sonrisas que día a día iban creciendo en número, ambos retomaron su amistad con entusiasmo, sabiendo que nada sería suficiente para romper los vínculos afectivos que les unían, podían no haber estado hechos el uno para el otro como pareja pero, sin lugar a dudas, lo estaban para ser los mejores amigos.
Los EXTASIS de Hermione fueron perfectos, extraordinario en todas las materias y las puertas abiertas para hacer lo que fuera que quisiera con su carrera profesional. A nadie le extrañó, que se decantara por el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, no había un solo elfo doméstico que desconociera el nombre de Hermione Granger y, el noventa por ciento de ellos temblaban solo al escucharlo. Era, según Ron, el nuevo Innombrable, al menos para aquella comunidad de criaturas.
La castaña resopló una vez más, recordando la discusión sobre el tema que acababa de tener con uno de sus mejores amigos, sumando eso al hecho de que al día siguiente sería Navidad y que aún no habían encontrado a sus padres, solo podía decir que aquellas fiestas, empezaban a perfilarse, por tercer año consecutivo, como… como una auténtica mierda.
Se colocó mejor el bolso en el hombro y caminó con decisión hacia el Caldero Chorreante, tenía que ir a Grimmauld Place, donde vivía con Harry desde que se graduó en Hogwarts y cambiarse para ir a trabajar… otra vez.
Nadie sabía lo mucho que le había costado a Hermione retomar sus estudios, lo que le había costado sobrevivir tras la guerra sin ayuda, porque no había pedido ayuda.
Simplemente nadie se preguntó de dónde sacaba el dinero para pagar los libros, la ropa o simplemente algo para comer ahora que sus padres no estaban y ni siquiera recordaban su existencia. No por falta de preocupación, si no porque no era algo por lo que se hubieran debido preocupar nunca.
Un mes antes de comenzar el curso, ella regresó al colegio y ayudó a la reconstrucción, MacGonagall, que sí se había percatado de la situación de la joven, pagó sus servicios alegando que todos ellos habían recibido compensación por el trabajo realizado, sabía que el orgullo de la señorita Granger estaba en juego y no pensaba ser ella quien lo pisoteara en modo alguno.
Al terminar los estudios, por suerte, Harry le ofreció quedarse con él, se habían acostumbrado demasiado a su mutua compañía y además no tenían más familia que ellos mismos, a excepción de los Weasley, por supuesto. Aprovechando esa circunstancia, que le permitía quitarse un problema de encima, había encontrado trabajo de camarera temporal por horas en un bar de mala muerte en un barrio muggle no demasiado recomendable, mientras comenzaba su carrera en el ministerio. Según sus cálculos tendría que mantener ambos trabajos durante un par de meses antes de poder centrarse solo en el que verdaderamente importaba. Sesenta días más y podría descansar y olvidar aquellos días de agobio y cansancio, podría comprar ropa nueva, tal vez un libro y no preocuparse de no poder pagar un simple helado….
Tragó saliva y suspiró, lo mejor que podía hacer era centrarse en lo que tenía en aquel momento y eso era unas seis horas por delante de servir copas.
— Oh, disculpe — dijo sin levantar la mirada al chocar con alguien. Debería estar más pendiente de lo que hacía.
— Deberías mirar por dónde vas, Granger — aquella voz que arrastraba las palabras la hizo parpadear y girarse hasta enfrentar aquellos ojos grises.
— Malfoy…
No le había vuelto a ver desde los juicios, al menos no en persona porque en el Profeta y en Corazón de Bruja salía a menudo, sobre todo desde que se había puesto al mando de los escasos negocios que quedaron en su familia, sorprendiendo a todos por su lógica y su buen hacer, que le habían llevado a cerrar tratos de lo más acertados, consiguiendo sacar del lodo el nombre de su familia, rehaciéndose a sí mismo. Además se acababa de comprometer con Astoria Greengrass, a quien aún le quedaba un curso en Hogwarts por delante. En el Profeta se especulaba que parte de un anuncio tan precipitado, era el reciente contrato multimillonario que había firmado con el padre de la chica, por el contrario, en Corazón de Bruja hablaban de aquella relación como una historia de lo más romántica, el como la pequeña joven había devuelto al mortífago renegado la alegría y las ganas de seguir.
Hermione trataba de recordarse a sí misma que odiaba a Malfoy cada vez que escuchaba esas noticias, pero llevaba años obligándose a olvidar la noche de aquel baile de Navidad sin poder hacerlo, como si el antiguo Slytherin la hubiera marcado de alguna forma. No ayudaba mucho haber visto en aquellos ojos una mirada atormentada en la mansión de su familia mientras ella era torturada por Bellatrix, ni el brillo de sus ojos el día de la batalla, cuando la contemplaba asustado en la Sala de los Menesteres con lo que, en otra persona, hubiera creído preocupación…
A veces se preguntaba si no había sido ella la que fracasó con Ron por culpa de aquel sentimiento que, ahora sabía, albergaba por Malfoy. Le había llevado años entenderlo y más aún siquiera aceptarlo, pero había aprendido a enfrentarse a las cosas, no por nada era una Gryffindor. Aunque sabía que tal vez, el hecho de haber perdido con él la virginidad era un condicionante... Al fin y al cabo esas cosas dejaban huellas imborrables.
— El mismo — hizo una burlona reverencia y dio un paso atrás, estirando la mano para rozar la cintura de la joven que había a su lado y atraerla hacia sí hasta rodear su menuda figura con su brazo — Astoria, mi prometida — dijo con educación — Hermione Granger, heroína de guerra.
— Oh… un placer
Estiró la mano automáticamente y tarde se dio cuenta de que los perjuicios seguían existiendo y que tal vez la chica no quisiera tocarla. Pero se sorprendió al sentir el apretón de ella y ver su franca sonrisa.
— Encantada
Hermione parpadeó y sintió, disgustada, como un extraño peso se asentaba en su estómago. Decididamente acababa de comprobar que el Profeta estaba equivocado.
— Bueno, lamentó el golpe Malfoy — le dijo volviendo a él sus ojos y fingiendo una sonrisa educada — Tengo prisa, he de irme ya — Añadió englobándoles a ambos y volviendo a colocarse el bolso — Feliz Navidad — antes de alejarse se giró de nuevo bastante incómoda, retirándose un mechón de pelo del rostro — Ah y… felicidades por el compromiso.
— Feliz Navidad — dijo la risueña Astoria.
Draco solo asintió con media sonrisa.
— ¡Hermione!
Los tres jóvenes se volvieron para mirar a Harry que avanzaba subido en su Saeta de Fuego por el callejón. En la distancia se escucharon unos gritos y varias explosiones mientras los primeros magos y brujas salían de las tiendas y casas al oír el estruendo.
— ¿Qué ocurre? — dijo alguien
— ¿Qué está pasando? — preguntó otra persona.
— ¡Sal de aquí! — Chilló Harry vestido con su túnica de auror y agitando la varita — Están atacando el callejón. ¡Que salga todo el mundo! ¡Vamos vamos vamos!
Saltó de la escoba y empujó a un grupo de niños y a sus padres. Muchos corrieron hacia el Caldero Chorreante, otros empezaron a desaparecer. Astoria tomó la mano de Draco con fuerza
— Vámonos — dijo mirándolo.
Pero Malfoy estaba mirando a Granger, quien había dado un paso hacia delante poniéndose delante de ellos.
— ¿Qué ocurre Harry? — Preguntó sacando su varita
— Un grupo de mortífagos, una pequeña célula organizada. Suponemos que solo quieren hacer todo el daño posible antes de terminar en Azkaban como los demás.
Una nueva explosión sacudió el suelo y se agacharon involuntariamente mientras veían los cristales estallar.
— Ron — susurró Harry — Iros de aquí — gritó a los que quedaban. Tengo que irme — dijo mirando a Hermione y subiendo a la escoba.
— ¡Vamos todos fuera! — Chilló — Ya lo habéis oído. ¡Harry! — el moreno paró y la miró por encima del hombro con evidente nerviosismo mientras ella lanzaba un diminuendo sobre su bolso y lo metía en su abrigo — Más te vale sujetarme bien — dijo tragando saliva y componiendo una sonrisa forzada que Harry correspondió a la par que estiraba su mano y se la ofrecía con ojos brillantes.

— Como siempre.
Hermione salió corriendo sin mirar atrás y se lanzó hacia Harry enlazando sus manos y subiendo tras él en la Saeta de Fuego que se alejó veloz hacia la refriega, esquivando maldiciones.
— Supongo que esto es el famoso espíritu Gryffindor — dijo Astoria tirando de Draco hacia el Caldero Chorreante.
— Eso, querida — dijo Draco mirando furioso como Granger desaparecía junto a Potter entre el humo que empezaba a inundar el callejón — se llama espíritu suicida.
Sacó su varita y con una aparición conjunta, llevó a su prometida hasta la seguridad de su casa.
— ¿Dónde vas? — Preguntó Astoria al ver que se disponía a marcharse nuevamente.
Él solo siguió con las mandíbulas apretadas mirando por encima del hombro de la chica y desapareció.
— Maldita sea — gruñó tapando su inconfundible presencia con una capa de invisibilidad mientras avanzaba por el Callejón Knocturm — Maldita Granger, siempre igual.
¿Por qué, en nombre de Merlín, no había podido alejarse del callejón y largarse a la seguridad de su casa como todo el mundo? No, ella tenía que ser como San Potter, con ese anhelo de salvar el mundo que parecían tener pegado en la piel.
Esquivó a un par de magos que estuvieron a punto de golpearle y aturdió con media sonrisa a un mortífago que huía a la carrera. Con un Incarcerus, lo dejó tras unos bidones de madera y continuó andando, maldiciendo en voz baja aquella insana obsesión que tenía por Granger. Desde que la vio retorcerse en el suelo de la sala de dibujo de su mansión, todo había cambiado para siempre.

Tal vez, el que ella hubiera sido la primera chica con la que había disfrutado las alegrias del buen sexo tenía algo que ver... O tal vez no, pero ahí estaba, de nuevo. Como el día de la última batalla, cuando había corrido tras ella por la Sala de los Menesteres, tratando que los dos babuinos de Crabbe y Goyle no acabaran con ella. Era una sangre sucia, si. Pero era su sangre sucia y, una cosa era creerla inferior y otra muy distinta quererla muerta.
Cuando salió al Callejón Diagon tuvo que pegarse a la pared para evitar que un rayo verde impactara en su pecho y lo mandara directo al infierno. A su derecha, George Weasley lanzaba hechizos como loco, con una sonrisa enajenada que era preocupante. Reía mientras se batía en duelo con un enmascarado mientras la comadreja mantenía a otro a raya.
— ¡Cuidado Hermione!
La voz de Potter puso a alerta a Draco que miró en su dirección a tiempo de ver la escena que se desarrollaba ante sus ojos, dejándolo paralizado.
Granger movía la varita con rapidez, atacando y defendiendose con murmullos ininteligibles. Tenía el pelo suelto y algo enmarañado, la mejilla sucia y la ropa arrugada y desgarrada, igual que Potter, era como si una de las explosiones les hubiera tirado de la escoba. La vio luchar con maestría, enfrentándose al mortífago sin miedo, sin titubeos. Pero justo tras ella apareció otro de los encapuchados y apuntó a su espalda.
Draco no lo pensó, tiró la capa y corrió hacia allí lanzando un Expeliarmus que desarmó al mortífago y lo mandó contra uno de los muros.

Al instante, nuevos miembros del cuerpo de aurores aparecieron y en menos de dos minutos redujeron al completo al grupo de agresores.
— ¿Malfoy?
Hermione miró al rubio, parpadeando confundida. ¿Qué hacía él allí?
— Ven conmigo — dijo dándose la vuelta y tapándose con la capa una vez más.
El pasado cayó sobre Hermione, los recuerdos se derramaron sobre ella con esa simple frase y, cuando vio la pálida mano de él aparecer de la nada, se encontró tomándola y dejándose arrastrar bajo la capa de invisibilidad con la que Malfoy se cubría.
— ¿Dónde estamos? — Preguntó tras sentir el tirón y el mareo que siempre acompañaban a una aparición conjunta
— ¿Acaso importa? — La voz de él era apenas un sonido bajo y gutural que erizó el vello de Hermione haciéndola temblar.
La castaña cerró los ojos, podía sentirle tras ella, notó sus manos sobre sus hombros y ladeó la cabeza cuando su aliento llegó a la sensible piel de su cuello antes de que lo hicieran sus labios.
No habían vuelto a estar tan juntos en años, pero el tiempo parecía carecer de importancia en ese momento, era como si aquella noche de Navidad hubiera sido la noche anterior. Como si aquellos años no hubieran transcurrido... La misma pasión, el mismo deseo, el mismo anhelo..
Fuego.
Eso era ella entre las manos de Draco cuando las prendas dejaron de ser un obstáculo entre la piel de sus cuerpos, cuando la lógica les abandonó y se dejaron arrastrar por la vorágine de adrenalina que habían sentido. Celebraron la vida por haberse sentido tan cerca de la muerte, olvidando su realidades, sus vidas y su razón. Draco olvidó a Astoria y Hermione su trabajo, ambos perdidos en aquellas sensaciones que no habían vuelto a sentir desde su primera y única vez juntos, perdidos en la sinfonía perfecta que creaban sus gemidos y jadeos,en el sabor de los besos, como ambrosía anhelada durante demasiado tiempo, en el tacto de sus cuerpos desnudos y sudorosos y el olor de ambos, impregnado en las sábanas de algodón que les envolvían... ascendieron una y otra vez, unidos, entrelazados, recorriendose el uno al otro por completo, con labios y lenguas, ansiosos, desesperados...Y cuando estallaron, lo hicieron juntos, abrazados y jadeantes, dispuestos a seguir exprimiendole horas al reloj que les acercaba lenta e irremediablemente hacia el amanecer.
Al día siguiente, cuando Hermione despertó en aquella habitación de hotel, estaba sola con la única compañía de un trozo de pergamino en el que pudo leer:

Feliz Navidad, Granger.

Ciertamente, pensó mientras limpiaba una única lágrima que resbaló por su mejilla, agradecía que en aquella ocasión no hubieran sido necesarios los gritos y las amenazas. Con un suspiro buscó su varita dispuesta a marcharse de allí sin mirar atrás.
— ¿A qué viene tanta prisa Granger? Ni siquiera abriste el regalo.
La siseante voz de Malfoy casi la hizo caer de la cama, aplastando una caja envuelta en sedas que debía ser el regalo del que él hablaba.
— ¿Malfoy? ¿Qué haces aquí?
— Merlín Granger, si no tuviera una autoestima más que considerable, serías capaz de pisotear mi orgullo sin compasión.
Ella no hizo caso a sus palabras, solo lo miró confundida, aferrando el arrugado pedazo de pergamino entre los dedos.
— Pensé que no querrías despertar aquí — dijo en un murmullo, recordando otro momento y otro lugar.
— ¿Qué te hace pensar eso? — susurró Draco echándose sobre ella — Creo que nada impedirá que reciba la mañana de la misma forma placentera en que despedí la noche...
— ¡Para Malfoy! — la castaña puso la mano en su pecho y negó con la cabeza vehementemente — Estás prometido ¿Qué pasa con Astoria?
El alzó una ceja interrogante
— ¿Qué hay con ella? No esta por aquí ¿Verdad?
— ¡Pero está! — Al menos Hermione la sentía como una presencia palpable aunque invisible entre ellos.
— No pareció importante demasiado anoche, Granger.
Touché.
— Anoche no pensaba demasiado — Respondió ella mirando sus manos

— Entonces olvídate de pensar por unas horas — Espetó el rubio con una diabólica sonrisa
Pero Hermione recordaba la franca sonrisa de la muchacha Greengrass y como había estrechado su mano con sincera amabilidad. No era justo, no lo era.
— No. No seré tu amante Malfoy.
— Ya es un poco tarde para eso ¿No crees? — escupió él enfadado — ¿Acaso esperas que deje a Astoria? ¿es eso? — gritó — Porque si lo esperas déjame decirte que puedes sentarte para no cansarte, Granger. Puede que sea capaz de dejar a un lado mis escrúpulos para meterme debajo de tus bragas, pero nada más. Esto solo es entre tú y yo.
Ella sonrió sin humor.
— Obviamente no espero eso. Mi... Experiencia contigo me hace poco dada a esperar demasiado, Malfoy — Dijo sin que sus ojos demostraran el daño que habían hecho sus palabras.
— Bien.
Hermione gruñó frustrada y saltó de la cama apretando los puños, tratando de ignorar el cosquilleo en sus dedos que la invitaba a estampar sus nudillos en aquel rostro hermoso y altivo.
— No le haré algo así — Murmuró de espaldas al rubio — Parece una buena chica.
Malfoy sonrió casi imperceptiblemente y se acercó a la castaña sin poder evitar tocarla con su pecho, ansiando sentir el calor de su cuerpo.
— Lo es — Dijo aspirando el aroma a caramelo de su pelo — Es buena chica.
— Te gusta — No era una pregunta, más bien la constatación de un hecho.
— Será una buena esposa, una buena Malfoy — Dijo distraído, hociqueando en su cuello.
Hermione cerró los ojos y tragó saliva girándose hasta apoyar las manos en los hombros de él.
— Espero que seas igual de buen esposo para ella también.
Le empujó y antes de que él recuperase la estabilidad se apareció con un golpe de varita.
Maldita Gryffindor, pensó Draco, aunque había que reconocer que sabía tener salidas de lo más originales. Con un suspiro de hastío recogió el regalo que ella ni siquiera había abierto y se marchó a casa, lo enviaría con el correo de la mañana, al fin y al cabo ¿Qué iba a hacer el con un camisón rojo y dorado?