Los personajes son de Meyer, solo me adjudico la trama

El chico del piso seis.


Febrero, 2007.

Ese día un diluvio se cernía sobre la ciudad. Las gruesas gotas de agua chocaban contra el asfalto de las calles y el viento soplaba, haciendo desistir a cualquiera de los habitantes del pequeño pueblo a abandonar sus hogares. Casi todos; pues una menuda chica caminaba empapada por la solitaria avenida. La tela de su camiseta se adhería a su cuerpo como una segunda piel y la lluvia le calaba hasta los huesos, haciéndola tiritar.

Debería haberlo sabido, pensó mientras apuraba el paso y reprimía un escalofrío. Esas cosas no le pasaban a chicas como ella, aunque se hubiese esforzado por creer que sí. Cuando el chico más popular del instituto le había invitado a salir su corazón había dado un vuelco; pero ahora se reprendía no dar por sentado que no llegaría. Pues así fue, nunca llegó.

Mike Newton tenía un perfecto bronceado, el típico estereotipo de perfección estudiantil. Y… bueno ella era solo Alice; la que pasaba sus recreos encerrada en la sala arte haciendo dibujos en su cuaderno. Era una locura que de la nada él se fijara en ella. Además de la desmoralización que cargaba de regreso a casa, ahora tenía que soportar la lluvia que había llegado de repente a mitad del camino. Se sentía como el ser más estúpido que podía haber existido en toda la historia, y eso era decir poco.

Al momento en que entró a su edificio, ya su autoestima había sufrido graves daños, al igual que su ropa y posiblemente su teléfono móvil. Intentó escurrirse un poco el agua antes de la llegada del ascensor; pero parecía ser inútil. Quizá se ganara un resfriado gracias a aquella tontería. Necesitaba un buen baño y una taza de leche caliente para olvidar.

Y acabando de colmar su paciencia, el elevador no se paró en su piso, sino que siguió de largo hasta el número seis. Alice lanzó una serie de improperios. Todos los vecinos sabían que había que esperar, así que le dio una mirada asesina a ese que entraba como si nada. Él le sonrió con cortesía y marcó el botón de la planta baja. Genial, no parecía darse cuenta de que había llegado primero y le correspondía marcar a ella. En otras circunstancias, hubiese optado por ignorarlo, pero en ese momento, no dudó en hacérselo saber.

―Debe esperar su turno para usar el elevador. Yo he llegado primero, y voy al piso cuatro. ―dijo, haciendo que el rubio le mirase de hito en hito y luego frunciese el ceño.

―Yo… lo siento, soy nuevo en el edificio.

Alice dio un respingo; si recordaba la mitad de las caras de los inquilinos sería mucho.

―Pues bienvenido, ahora sabe las normas.

―Gracias, supongo ―aquel chico la observó con diversión―. Parece que has olvidado el paraguas en tu casa.

―No sabía que llovería. ―murmuró apretando los dientes y viendo al techo. Otro vecino entrometido que añadir a su larga lista.

―Entonces, has tenido mala suerte. ―él sonrió y Alice se encogió de hombros―. Mi nombre es Jasper.

―Mucho gusto. ―murmuró sin hacer ademán de tenderle la mano. Jasper hizo un mohín al entender que sus intentos por ser agradable no estaban dando resultados.

Las puertas se abrieron y él se sintió aliviado de poder alejarse de aquella bomba de malhumor. Murmuró un «nos vemos» y salió de allí, no sin antes dirigirle una mirada a la chica, que estaba cruzada de brazos con gesto contrariado mientras el agua le escurría. Le pareció graciosa, como un gatito enojado que acababan de intentar bañar; pero no se atrevió a reírse.

Así fue el primer encuentro; en una tarde lluviosa en el mes de febrero. Él iba camino al conservatorio de Forks, en el día que cambiaría su vida. Ella acababa de recibir su primera decepción amorosa, si es que a eso se le podría dar ese nombre. No imaginaban que la historia apenas estaba por comenzar.

.

Marzo, 2007.

Lo acababa de conseguir, luego de todos esos años lo había logrado. Desde que tenía memoria, dedicarse a la música había sido su meta y ahora que se le presentaba la oportunidad de continuar sus estudios, estaba casi saltando de la dicha. Una beca en Alemania. No podía ser más feliz, solo deseaba hallarse en un abrir y cerrar de ojos montado en el avión que lo llevase a cumplir su sueño.

La nostalgia era una palabra que no abarcaba un significado completo en su mente; había aprendido a dejar de extrañar cuando decidió buscar independencia de su familia. Pero ese era un paso mucho más grande. No era mudarse de un estado a otro, sino la consagración de su existencia a la música, una decisión que no habría dudado.

Estaba frente a la puerta de su departamento en el momento en que alguien pasó por su lado, rozándolo hasta casi hacerlo perder el equilibrio. Se escuchó un coro de risas, acalladas cuando la menuda figura que le había tropezado lo encaró. Los demás murmuraron al verla pararse frente a él, aquel ermitaño del piso seis siempre les daba de qué hablar.

―Oye, esto… lo siento. ―dijo Alice.

―No hay problema.

―Invítale a venir con nosotros. ―susurró una de las chicas al oído de ella, todas se veían deslumbradas ante el desconocido.

―Vamos a bajar al parque. ―a regañadientes, para no quedar como una cobarde, se obligó a decirlo―. Estás cordialmente invitado, Jasper.

Por lo menos se sabía el nombre del chico del seis, y eso le daba algo más de respeto.

―Ah, qué amables; pero realmente no disfruto de… ―los ojos que le miraban desilusionado no le dejaron componer una buena excusa―. Trataré de bajar, Alice, dame unos minutos para cambiarme.

Todos aguantaron el aire, hasta la propia interpelada. ¡Se sabía su nombre! No recordaba habérselo mencionado. De igual forma, asintió con indiferencia, porque tenía una imagen que mantener ante los otros. Antes de darse la vuelta, le dirigió una sonrisa de agradecimiento.

Él solo pudo negar con la cabeza y soltar una risita cuando entró al departamento, ese era un lindo día para salir a dar un paseo al aire libre en Forks.

.

Abril, 2007.

Todo había comenzado… bueno, no podía decir desde qué instante había comenzado. A veces pensaba que había sido desde la primera vez que lo vio en el elevador, otras se aseguraba que el notar como todas sus amigas se derretían por su vecino era lo que le había afectado el psique. El punto, es que su obsesión no era nada sana.

Ella se jactaba de ser una adolescente, dentro de lo que se puede decir, estable emocionalmente. A excepción del incidente con Mike, no había pasado por esa extraña etapa de la revolución de hormonal que las demás mostraban. Y ni siquiera él lograba alterar su organismo de la manera en que lo hacía el otro.

Era una acosadora experta; se sabía los horarios en los que Jasper saldría al conservatorio, en los que solía volver a casa, el supermercado que frecuentaba, y además cuánto tiempo tocaba el piano. Todo eso… pues para nada. Hacía hazañas para encontrarle camino a su departamento e intercambiar, a lo sumo, cuatro palabras.

No había cosa más patética que una chiquilla enamorada de su vecino, se repetía con obstinación. Alice era discreta; pero creía que con tanto esfuerzo por arreglarse y verse más atractiva, debería ser algo obvio. Habían sido pequeñas cosas al principio, aunque haciendo una vista hacia atrás, la diferencia parecía enorme.

Su forma de vestir había mejorado, porque había pasado de sus extrañas camisetas con caricaturas a prendas bien ajustadas. ¡Y el maquillaje! Dios mío, tanto se había burlado de lo ridículo que era ese gesto femenino.

Es más, hasta sentía llamar más la atención en la secundaria; muchos de los chicos que antes ni se dirigían a ella, habían pasado a entablarle largas conversaciones. Sonreía mucho y escuchaba poco, solo tenía cabeza para pensar qué palabras había dicho de más o de menos su amor platónico.

La causa hacía que valiese intentarlo, se repetía aquel viernes. No lo admitiría, pero estaba de buen humor porque había escuchado una conversación de Royce y Mike a escondidas. Hablaban de que les parecía linda y de que Royce pensaba invitarla a salir. Eso le agradaba, hasta podía llegar a pensar que era verdad.

Por buena o mala suerte, se encontró a Jasper entrando en el edificio. Tuvo que reprimir una mueca, iba agarrando la mano de la muchacha morena. No era tan bonita, se decía Alice con obstinación; podía asegurar que varios días atrás, cuando lucía una falda negra a medio muslo, le había detectado algo de celulitis. Ella no tenía celulitis, así que era mejor.

―Hola Jazz. ―sí, así demostraba frente a su acompañante que tenía algo de confianza con él.

―Hey, ¿qué tal todo?

―Pues, no me quejo. ―se encogió de hombros―. ¿Te quejas tú?

―¿Yo? Para nada. ―una mirada de complicidad con la morena hizo que Alice tensara los músculos―. Oh, por cierto, no te la he presentado pero esta es María.

―Ya… ―suspiró ―. Mucho gusto.

―Esta es mi pequeña amiga, Alice.

Esas palabras habrían de quedar grabadas por toda la noche, cuando se viera frente al espejo una y otra vez, preguntándose qué había de mal en su apariencia para solo ser su pequeña amiga. Estaba acostándose con esa tal Vera, no la llevaba a su departamento por otra cosa. ¿La amaría acaso? En su habitación, lloró como idiota, mientras se preguntaba por qué rayos tendría que haberse fijado en él.


Hey, pues esto es un minific, son tres capítulos, ya están escritos y en lo que queda de semana actualizo los que faltan. Sé que tengo otras historias y vale, fue un error mío meterme en tamaño problema de actualizar más de un fic a la vez, pero cuando no hay inspiración para eso, pues no la hay. Pienso yo que escribir por simplemente hacerlo es algo mediocre, así que tengan paciencia que ahí lo llevo.

Y esto ha sido lo que salió, así que si lo leen, espero que les guste, es una historia corta, pero muy tierna- creo yo que es tierna- y pues, no lo pude evitar. ¿merece comentarios?

La Camarada Arlette se despide.