Título: Vacaciones en Marsella
Autora: FanFiker_FanFinal

Pareja: Harry/Draco
Rating: NC-17
Género: Romance

Universo: Post-Hogwarts, Next Gen.
Advertencias: Slash
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia ni se infringen deliberadamente derechos de autor.

Notas de autor: ¡Ya estoy de vuelta! No me regañéis... me cambiaron de departamento en la oficina y ahora no puedo seguir escribiendo tanto como antes. Conclusión: tardaré aún más en terminar las historias. El año pasado participé con este fic en el Harrython. Se me ocurrió rescatar la historia, apresuradamente escrita, para hacerla algo decente y más elaborada.

Es una historia fresca y sin trama que espero que os guste.

Este primer capítulo quiero dedicárselo a Acantha27, quien estos últimos días se ha estado dando un paseo por todos mis fics enviándome hermosos comentarios.


Vacaciones en Marsella

Fanfiker_Fanfinal

01.

Harry desayunaba tostadas y leía "El Profeta" mientras pensaba en los próximos días: Hermione y Ron habían preparado un traslador para los chicos y algunos amigos de Hogwarts para pasar diez días inolvidables en el sitio ese, ¿cómo se llamaba? ¿Marbella? Bueno, tenía playa, que era lo que a los chicos les importaba, y zonas de ambiente para ligar. Movió la cabeza: aún no había aceptado que su pequeño James —ya no tan pequeño— tuviera una relación de hace dos años con una bruja muy querida, Barshella McMillan, motivo por el cual Harry veía a Ernie demasiado a menudo. Era una suerte que, al menos, su hijo hubiera elegido bien: la chica parecía resuelta y bien avenida —no es que Harry tuviera prejuicios, no—, pero prefería que su familia se ligase a antiguos compañeros que estuvieron de su lado en la guerra que a nietos de mortífagos.

"Se supone que has madurado, Harry, por Merlín, deja a un lado esas tonterías", se dijo, y frunció el ceño mientras acababa su tostada. ¿Qué era eso? Pareciera que una serpiente se hubiera metido en casa. Nah, debían ser alucinaciones, después de tanto tiempo aún soñaba con Voldemort y su horrible cara desfigurada. Pero el sonido volvió cuando Harry dejó la vajilla en el fregadero, y subió las escaleras de su residencia en Grimmauld Place. Ahí lo escuchó más alto y claro. El corazón le latió deprisa. Esperó que ESO no estuviera sucediendo. No. Antes se dejaría poseer de nuevo por ese loco. Sin embargo, sus oídos no le engañaban: mientras sus pasos se dejaban dirigir por él, se dio cuenta de que tenía en su casa a algún hablador de pársel.

—Ssssssssssssshai hasssssssssssssaaaaaaaasssss sssssssssi —Harry creyó morir: el sonido venía del cuarto de su hijo Albus. Presuroso, se dirigió allí subiendo otro tramo de escaleras: el joven yacía sentado sobre la cama, aparentemente distraído mientras manipulaba una pequeña bola parecida a una recordadora. Harry miró a uno y otro lado.

—Hola, papá —saludó el chico menor de los Potter, y al escrutar el semblante de su progenitor, añadió—. ¿Ocurre algo?

—Albus... ¿has escuchado eso?

El joven lo miró sin entender.

—¿Eso como qué?

—Algo como... un ruido... desagradable —Harry se pasó la mano por el cabello, nervioso, ahora un poco más largo, pero igual de desgreñado.

Entonces, volvió a escucharse, esta vez demasiado cerca, demasiado audible.

—Ssssssssssssshai hasssssssssssssaaaaaaaasssss sssssssssi.

No con poca sorpresa, Harry se dio cuenta de que era su propia voz. Su propia voz proyectada en ese pequeño cacharro.

—Oh, te refieres a esto —Albus alzó la pequeña pelotita y explicó—, está hechizada.

Harry se frotó las sienes, tratando de calmar el propio latido de su pecho. ¿Quién podía haber hechizado algo así con su voz? Cuando Harry creía entender a los jóvenes, sucedía algo como esto y daba pasos agigantados de involución.

—Sabes que soy yo, ¿verdad? —Albus alzó sus verdes y brillantes ojos y asintió.

—Es una pena que no puedas hablar pársel. Acojonarías a los padres de la pesada de Marysue —Harry sonrió y se acercó a su hijo, sentándose a su lado. Marysue era una compañera realmente llamada Mary Ann que parecía ser perfecta en todos sus talentos. Todos los chicos de clase se la rifaban, pero su hijo, que era especial como él, no.

—¿Y realmente tus amigos lo encuentran interesante? Al sonido ese, digo.

—Quien lo encuentra realmente interesante y peculiar es Scorpius —y añadió una sonrisa. Harry frunció el ceño: el menor de los Potter estaba, al parecer, en términos amistosos con el hijo de los Malfoy desde hacía tiempo—, él lo hechizó.

—No sabía que el hijo de Malfoy usara objetos muggles —confesó Harry, hundiéndose más en la cama de Albus.

—Su padre tampoco. Papá, ¿cuándo sale el traslador de tío Ron?

—¿No te lo ha dicho tu hermano? Hay que tener todo preparado a las cinco. No queremos que se nos olvide nada, ¿verdad?

Albus dejó fluir su risa suave y sencilla.

—Papá, habla por ti. Y aféitate un poco. Varios amigos de Hogwarts te conocerán en las vacaciones y quiero que estés guapo.

Harry murmuró algo parecido a "como si dependiera de mi reputación", pero entonces, Albus añadió que su amigo Scorpius tenía muchas ganas de conocerlo. Harry tragó saliva: se estaba poniendo realmente nervioso con esa aparente admiración del hijo de Draco Malfoy hacia él. Pero no tenía de qué preocuparse, en cuanto viera que su indumentaria no seguía ninguna moda y se trababa al hablar o tiraba el agua en la mesa se le pasaría la tontería de un plumazo.

Harry ya tenía las maletas preparadas cuando James subió corriendo las escaleras.

—¡Papá, ha llegado una lechuza de mamá! —Harry se giró, alertado. Su hijo mayor, con el cabello cobrizo revuelto y los ojos color chocolate parecía preocupado.

—¿Qué ha pasado? —James le tendió el pergamino que el moreno cogió y leyó apresuradamente.

—Oh, por Merlín. Voy a San Mungo, quédate aquí con Albus.

—¿Vendrás a tiempo para el traslador? —el viaje propuesto por Ron y Hermione había desaparecido de su cabeza en cuanto Harry leyó que su hija Lily estaba en San Mungo. Salió de su cuarto para mirar en el reloj hechizado de la salita, cuya aguja grande marcaba las dos en punto.

—Iros sin mí si veis que a las cuatro no he vuelto —James suspiró.

—No será lo mismo sin ti, papá. Sabes que Barshella te echará de menos.

—Lo primero es lo primero, hijo. Prefiero que vayáis vosotros —y acto seguido, Harry bajó la escalera y se marchó rumbo a un punto de aparición. James quiso decirle que precisamente él era el que debía ir al viaje, porque necesitaba salir. Desde que él y su madre se habían divorciado, Harry solo cumplía sus deberes como auror y como padre, quedándose dentro del círculo familiar. No tenía mucha vida social salvo con los Weasley y en ocasiones se dejaba ver con Luna, Ernie o algún otro antiguo compañero de Hogwarts, pero era insuficiente: Harry Potter no tenía citas, no parecía querer rehacer su vida, y eso no estaba bien. Ya tenía una edad preocupante. Cruzando los dedos, James esperó que Harry tuviera tiempo de ver a Lily y volviera.

Albus rezó con él.


Cuando Harry llegó a San Mungo y subió a la tercera planta, avistó a Ginny, su ex esposa, junto a una medimaga.

—¿Qué ha pasado? —Harry comenzó a notar el sudor perlando su frente, ya que apenas había parado de correr tras desaparecerse. Eso y que estuvieran en verano no ayudaba mucho.

Ginny se acercó para besarle brevemente en la mejilla y agarró su brazo, por instinto, para tranquilizarlo. Él leyó inmediatamente serenidad en sus ojos y suspiró.

—Lily se ha emborrachado con licor de gurdirraíz. Al parecer, ella y Hugo estaban experimentando qué sentían los muggles cuando se emborrachan... cosas de críos.

—Pero, ¿va a ponerse bien? —Harry estaba acostumbrado a sustos como aquellos. Lily no era la más tranquila de la casa y ya había dado algún que otro susto, aunque el récord de niño inquieto aún lo ostentaba James.

—Le han dado una poción depurativa para liberar el alcohol del organismo, pero tardará en actuar.

Harry frunció el ceño, extrañado:

—¿Hugo también ha bebido?

—Al parecer, sí, pero no lo suficiente como para enfermarse —ambos se miraron, preocupados. Ese fin de semana, Hugo y Lily estaban en La Madriguera, pasando un tiempo con su abuela. Se quedarían con ella los siguientes diez días, porque Molly así lo sugirió. Charlie vendría de Rumanía y tenía planes para ellos; su tío George también los llevaría a su tienda… de ese modo los mayores podrían relajarse en las vacaciones: con los Weasley no existía el aburrimiento.

—¿Se lo has dicho a Hermione? En cuanto lo sepa, le prohibirá hasta respirar.

—No voy a decírselo. De hecho, voy a fingir que esto no ha pasado. Ellos tampoco iban a ir al viaje, así que se lo diré cuando volváis —Ginny se giró para adecentar un poco la camisa blanca a rayas que llevaba su ex esposo y sonrió—. Debes irte, Harry, los chicos te esperan.

—¿Dónde está tu madre?

—Abajo, hablando en recepción.

Harry pareció tranquilizarse. Era una suerte que Ginny y él hubieran acabado en buenos términos y ahora siguieran siendo una familia, aunque fuese por separado; Albus todavía extrañaba la vida anterior, todos juntos en Grimmauld, pero a veces, la ruptura era necesaria, y este era uno de esos casos. Ambos se apreciaban mucho, pero para Ginny todo se había convertido en rutina y comenzó a interesarse por otras personas. Harry no podía decir nada a su favor: él tampoco se esforzaba demasiado. En cuanto sus hijos nacieron, Ginny había desaparecido para él. Ya no le apetecía el sexo como antes, y tampoco verse con otras mujeres. De hecho, prefería compañía masculina con la que no enredaba demasiado. El moreno entró para ver a su hija menor, de catorce años, tendida en la cama y con el rostro sospechosamente verde. Abrió sus enormes ojos color castaño y parecieron aguarse al ver a su padre. La niña sintió cómo le apretaban el brazo.

—Eh, princesa.

—Papi.

—No deberías darnos esos sustos. ¿De verdad está tan bueno el licor de gurdirraíz?

Lily enrojeció visiblemente, la mano de Harry aún posada en su brazo, apretándola en un gesto de cariño.

—Fue culpa mía. No regañéis a Hugo —pidió la joven, tratando de incorporarse—, le castigarán.

—Tranquila, nena —Harry le revolvió el cabello, tan rojo como el de su madre. Cada vez se parecía más a Ginny, pero él siempre lograba ver un poco de su madre en ella.

—Ha vomitado —interrumpió Ginny, a su lado—, creo que en cuanto vomite un poco más volverá a ser la de siempre. Y me ayudará con las plantas del jardín, ¿verdad, Lily?

La adolescente hizo una mueca de desagrado, pero asintió. Lily no quería aguarle el viaje a su padre; el fin de semana con Hugo a su lado se haría menos pesado. Adoraba visitar a su abuela, pero sus padres no debían darse cuenta de que ella crecía y le apetecía hacer otras cosas, y estar con otra gente, como amigos de su edad. Harry se quedó un poco más y regresó a Grimmauld a tiempo para comer con los chicos.

Cuando su hijo Albus sugirió esas vacaciones, apoyado por Rose Weasley, inmediatamente todos se organizaron. Él solo se apuntó como uno más por la terrible insistencia de sus hijos y la amenaza de que sin él, no habría viaje.


CONTINUARÁ

Gracias por leer y comentar.