Cazadores de Sombras no me pertenece, claro está. Créditos a Cassandra Clare, yo sólo los cojo prestados.

Esta viñeta tiene spoilers de Ciudad de Cristal. Advertidos quedáis.


Chispas azules, como sus ojos

o-o-o

I

Inesperado

o-o-o

Magnus aún no está totalmente seguro de lo que espera hoy.

Quizá la derrota –definitiva a ser posible– de Valentine, quizá la caída de la Clave. En cualquier caso, el brujo no está todo lo pendiente que debería a la batalla que pronto tendrá lugar en Alacante.

No puede evitar pasear sus ojos de gato por el Salón de los Acuerdos, una y otra vez. La enorme estancia es un continuo ir y venir de nefilim y subterráneos, de gritos de unos y otros llamando a sus potenciales compañeros. Gente que llega ya tarde a una pareja ya formada, personas que se juntan simplemente porque son los que quedan. Lo nunca visto. Una alianza entre los hijos de Raziel y los seres a los que siempre han despreciado.

Y Magnus Bane, el Gran Brujo de Brooklyn, a sus ochocientos años de edad, esperando a que un niñato de dieciocho se digne a acercarse a él con su estela en la mano.

Sabe que espera en vano. Alec no va a ser capaz de pedirle que sea su compañero, no con toda la Clave a su alrededor. No con sus padres mirando.

Magnus suelta un bufido cuando localiza a Alec con su hermana y con el vampiro, y la frustración hace que varias llamas azules broten de sus dedos. El muchacho mira alrededor, buscando algo que sólo él sabe. Inmediatamente, el brujo se siente imbécil por desear que Alec lo vea, que clave sus ojos azules en él aunque sólo sea por un segundo.

Como si hubiera oído sus pensamientos, en ese momento Alec mira en su dirección. Su rostro se ilumina al instante, y los ojos de Magnus brillan en respuesta con una estúpida ilusión mientras una chica lobo –con gusto para vestir, todo hay que decirlo– pasa junto a él rápidamente.

No obstante, y para la más genuina sorpresa de Magnus, Alec echa a andar hacia él, alejándose de Izzy y Slender… Severus… el vampiro amigo de Clary.

La estupefacción del brujo crece a medida que el joven cazador de sombras se acerca a él, sin apartar la mirada ni por un momento. Para cuando Alec llega a su lado, Magnus tiene la boca tan abierta que corre riesgo de desencajarse la mandíbula.

Sin embargo, se las ingenia para recomponer la expresión cuando el nefilim se detiene frente a él. Entorna los ojos.

—¿Qué quieres?—le suelta, con más desdén del que pretendía.

Alec se muerde el labio y se mira los pies, cambiando el peso de uno a otro. Unos segundos más tarde, vuelve a alzar la vista, inseguro.

—¿Por qué vas vestido tan…normal?—barbota de pronto.

Magnus mira su ropa, sintiéndose algo ofendido. Últimamente ha estado demasiado ocupado con el asunto de Jocelyn y el Libro de lo Blanco como para preocuparse por su imagen.

Sacude la cabeza, volviendo a mirar a Alec cuando se percata de lo verdaderamente extraño de todo el asunto:

—Alexander, dime de una vez para qué te has acercado y deja de irte por las ramas.

Las pálidas mejillas del joven enrojecen levemente.

—¿Quieres ser mi compañero? Cuando lleguen los demonios de Valentine, para luchar y eso.

Si Magnus ha de ser sincero, lo que más quiere en ese momento es abrazar a Alec y besarlo hasta que uno de los dos se quede sin aire; pero en su lugar se limita a arquear una ceja. Está dolido con él.

—¿Y por qué haría yo tal cosa?—se mira las uñas, que extrañamente no están pintadas—. Me las apaño bastante bien sin las habilidades de…

—Pero será mejor—lo interrumpe Alec, aunque da la impresión de que esa respuesta ha sido lo primero que se le ha venido la cabeza para replicar. Magnus deja de mirar sus uñas y observa sus ojos azules, turbios de inquietud—. Y además, he pensado que…

—¿Se lo has dicho a tus padres?—lo interrumpe Magnus bruscamente. Quizá demasiado bruscamente, a juzgar por cómo Alec baja la vista.

—No—admite el joven. A su pesar, Magnus tiene que reconocer que, con la muerte de Max tan reciente, no era el mejor momento.

—Entonces mejor ni hablemos de presentármelos—replica con ironía. Es consciente de que sus palabras hieren a Alec, pero no puede evitarlo. Necesita desahogarse, está harto de tener que esconderse.

—¿Quieres ser mi compañero o se lo pido a Simon?—repite Alec con firmeza, sacando su estela y sosteniéndola de forma parecida a como lo haría de tratarse de un cuchillo serafín.

Magnus lo mira con los ojos muy abiertos, horrorizado ante la simple idea de que Alec se alíe con un vampiro. Lentamente, tiende el brazo. A Alec le tiembla la mano mientras traza la runa, y Magnus se da cuenta de que sus mejillas están sonrojadas de nuevo.

—¿Y ahora qué?—inquiere con suavidad.

Alec alza la vista.

—He pensado—empieza—que ya que puede que no lleguemos vivos a mañana…

—Altamente improbable—murmura Magnus, intentando apartar de su mente la imagen de Alec herido por Abbadon y diciéndose que no dejará que ocurra nada parecido.

—… debería presentarte a mis padres.

—¿Cómo?

Alec ha terminado de dibujar la runa y sostiene la mano de Magnus entre las suyas. El brujo no está del todo seguro de haber oído bien. ¿Presentarle a sus padres? ¿Alec?

El muchacho respira hondo.

—Bueno, quizá sea una tontería y no nos maten después de todo, y sean mis padres quienes me maten, pero… Oh, maldición.

Con una determinación salida de no se sabe dónde, Alec tira de la mano de Magnus para acercarlo a él. Y no sólo para eso, qué va. Antes de darse cuenta, el Gran Brujo de Brooklyn se encuentra con Alexander Lightwood besándolo delante de toda Alacante.

Magnus escucha los murmullos de la gente de su alrededor, que se propagan rápidamente por todo el Salón de los Acuerdos, pero apenas se percata. Sigue con los ojos abiertos de par en par, aún sin creerse lo que Alec acaba de hacer. Por el rabillo del ojo advierte las expresiones atónitas de Robert y Maryse.

Es entonces cuando sonríe y responde al beso, rodeando la cintura de Alec con los brazos para atraerlo hacia sí. Porque él, que tiene siglos de experiencia con todo tipo de personas y criaturas, ha sido sorprendido –¡y de qué manera!– por ese joven de ojos azules.


Notas de la autora: Pues... nada, yo haciendo excursiones fuera de Harry Potter. Porque Alec me enamoró en cuanto apareció en Ciudad de Hueso y Magnus aún más (es super-mega-foxy-awesome hot, y el que diga lo contrario miente), y porque son el motivo principal de que esté mordiéndome las uñas mientras espero el último libro.

Ésta es la primera de una serie de viñetas sin ningún orden además de "el que me apetezca", las cuales, obviamente, contendrán spoilers de los libros. De todas formas, avisaré al principio para no arruinaros nada.

Prefiero un review a un favorito. ¿Por qué? Porque con el segundo sólo sé que os ha gustado. En cambio, con un review me decís por qué os ha gustado y qué cosas puedo mejorar, que es, al fin y al cabo, lo que intento.