CAPITULO 6
LAS CONSECUENCIAS DE ESCAPAR
Draco tardó al menos media hora en recuperar totalmente la consciencia. Cuando pudo enfocar la mirada, vio que se encontraba solo en la sala. Se levantó con cierta dificultad y, sin mucha estabilidad, caminó hacia la habitación de Hermione. Estaba completamente vacía. Decidió echar un vistazo al cuarto del bebé, por si había corrido allí a refugiarse. Nada. Scorpius jugueteaba con uno de los elfos domésticos. El ser, al ver a su amo, se apresuró a hacer una pronunciada reverencia.
-¿Ha estado aquí la sangre sucia?
-La joven del pelo encrespado salió corriendo de las mazmorras hace media hora, mi señor.
-Definitivamente quiere morir. –Draco salió casi a la carrera. Tenía muy poco tiempo para encontrarla antes de que cayera en manos que no debía (y siendo ella quien era, eso abarcaba al noventa y nueve por ciento de los habitantes del castillo.) Con un movimiento seco de varita limpio toda la sangre que le cubría, arregló un poco el desorden de sus ropas e invocó un pergamino. Luego, a paso rápido, se dirigió a la celda donde tenían a Potter. El Chico-que-vivió-para-ser-apresado dormitaba sobre el suelo. Draco se acercó y lo zarandeó con fuerza. Cuando los ojos esmeralda estuvieron fijos en él, habló.
-¿Cómo diantres funciona esto, Potter? –sacudió el pergamino. Harry lo contempló con algo parecido a la nostalgia, pero no abrió la boca- No seas estúpido, Potter. Aquí soy lo más parecido que tienes a un aliado. ¿O acaso pensabas que todos los cuidados médicos que estás recibiendo y la comida son regalo del Lord? A él le importa una mierda si vives o mueres. Incluso podría asegurar que se ha olvidado de ti.
-No me jodas, Malfoy. ¿Te preocupas por mí?
-Mis razones son sólo mías. Ahora dime como funciona este puto pergamino.
-¿A qué se debe tanto interés?
-A que si no me dices cómo diantres funciona, puede que tu adorada amiguita sangre sucia acabe muerta antes de que lleguemos al medio día.
-¿Qué le has hecho? –Harry intentó golpearlo, pero no llegó a rozarlo siquiera.
-Yo nada. La muy estúpida ha salido de las mazmorras solas. Es cuestión de tiempo que alguno de tus amados pelirrojos la encuentre.
-Apunta con tu varita hacia el pergamino y dí "Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas". Luego pídele que encuentre a Hermione y te lo mostrará. Este mapa te enseña la ubicación de todos los que están en el castillo. Menos la sala de los menesteres. Esa ni aparece. Cuando acabes de usarlo, di "travesura realizada" y volverá a quedar en blanco.
-Ingenioso –murmuró Draco mientras hacía lo que Harry le había dicho. En seguida apareció el mapa detallado del colegio. Le pidió la ubicación exacta de Hermione y casi se muere de la impresión- Joder. Esa estúpida es única para meterse en situaciones mortales.
-¿Weasleys? –susurró Harry.
-Bingo, Potter –Draco hizo desaparecer el mapa y caminó con paso decidido hacia la puerta. La voz de Harry le detuvo unos segundos.
-No dejes que Ron sepa que tienes el mapa. En sus manos haría más mal que bien.
-No te preocupes. Si le pone una mano encima a este pergamino, lo recuperaré, con la mano incluida.
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Hermione maldijo entre dientes su mala suerte. Había olvidado las explicaciones de Luna sobre el reparto del castillo entre los mortífagos de más alto nivel. Los Weasley se habían apropiado de la torre de Gryffindor. Miró con verdadero pavor a Ronald, que se relamía mientras acortaba distancias.
-Ni se te ocurra tocarme, Ronald –siseó. Sabía que no tenía nada que hacer contra él, no sin varita. Pero intentó que él no notara el terror que se estaba apoderando de ella.
-OH, amor. ¿De verdad que no me has extrañado? –Ron la agarró con fuerza de los hombros e intentó besarla. Hermione apartó la cara. Tenía el cuello tan girado que pensó que la cabeza giraría los trescientos sesenta grados.
-No me beses.
-No eres nadie para darme órdenes, sangre sucia –Ron la soltó, arrojándola contra el suelo. La pateó con fuerza unas tres veces y luego la dejó inconsciente con un hechizo.
La cargó al hombro y caminó hacia el retrato de la Dama Gorda, que se apartó inmediatamente, aterrorizada. Ron sonrió con suficiencia. Le encantaba el nuevo poder que tenía. El haberse tatuado la marca tenebrosa era lo mejor. Ahora era temido y respetado. Cuando entró en su antigua sala común, se topó con los gemelos.
-Mirad lo que me he encontrado arrastrándose por los pasillos, muy cerca de aquí –arrojó a Hermione al suelo sin mucho cuidado. George se acercó a ella y la observó unos segundos.
-Se la ve bien cuidada. A estas alturas creí que Malfoy la habría dejado lisiada por lo menos.
-La usa como elfo doméstico. Lucius me lo contó el otro día –Ron sacudió a la chica con el pie hasta que ésta despertó- Bienvenida a tu hogar, Hermione.
-Muérete, Ronald –le escupió en la cara mientras intentaba ponerse en pie. Una patada en la base de la columna la volvió a arrojar contra el suelo. Se mordió el labio para evitar gritar. No les iba a dar el gusto. Había reconocido la voz de uno de los gemelos. Y si uno estaba allí, el otro no podía andar muy lejos.
-Vaya, Hermione. El convivir con el hurón te ha soltado la lengua –Fred se agachó para mirarla a los ojos- ¿Sabes una cosa? Hace muchos años que teníamos ganas de tenerte así, como estás ahora. Arrastrándote a nuestros pies, retorciéndote de dolor. Pero créeme. Esto no es nada comparado con lo que tenemos pensado para ti.
-No os tengo miedo, ratas –Hermione sabía que hablándoles así sólo conseguiría más dolor, pero no podía callarse. No sabiendo cómo habían traicionado a todos aquellos que confiaban en ellos- Sois la peor escoria que ha parido madre. Aunque, si lo pienso bien, viendo el tipo de bruja que ha resultado ser la gorda de vuestra madre, no me extraña que sólo pariera escoria. Escoria y a la mayor puta del mundo mágico.
-¡A NUESTRA MADRE NI TE ATREVAS A MENTARLA, DESGRACIADA! –los tres pelirrojos comenzaron a golpearla fuertemente. Hermione se hizo un ovillo y esperó a que se cansaran. Las sesiones de crucios a las que era sometida por parte de Malfoy habían conseguido que tolerara el dolor bastante bien.
-Parad –otra voz se unió a la "reunión". Hermione soltó un gemido bajo. Percy. "El que me faltaba para completar la colección. Ahora que aparezca la puta enana y sus padres y tendré el clan de traidores completo" pensó con amargura- ¿No os habéis dado cuenta de que no ha soltado ni un grito? Malfoy la tiene más que acostumbrada al dolor. Para seres como ella hay otras formas de tortura, mucho más placenteras para nosotros y bastante… desagradables para ella.
Hermione abrió los ojos completamente. Sabía a qué se refería Percy. Pensaba violarla. Junto a los tres energúmenos que la rodeaban.
-Como se nota que tienes cerebro, hermanito –Ron la agarró del pelo y la puso de pie con un tirón violento.- ¿Has oído, Hermione? Creo que por fin voy a conseguir lo que por tanto tiempo me has negado. –Se giró hacia sus hermanos, que sonreían como hienas- ¿Sabíais que aquí, doña perfecta, nunca me dejó ir más allá de los besos? Cada vez que movía un dedo fuera del lugar que ella indicaba, discutíamos. Por eso me iba con Lavender. Ella sí sabe lo que nos gusta a los hombres.
-¿Hombres? –Hermione tembló por la rabia- Yo solo veo cerdos.
-Da igual. Es una lástima que Greyback la mordiera y la reclamara para él. Era muy buena en la cama.
Se sintió morir. Nunca le había caído bien Lavender, pero el saber su destino la terminó de hundir. Rezó para que la rubia encontrase el modo de escapar de aquel sádico licántropo. Aunque ese camino fuese la muerte. Todo mejor que permitirle ponerle un dedo encima.
-Nos estamos entreteniendo mucho –George se acercó a Hermione y con un movimiento de varita la arrancó la ropa.- Creí que el hurón tendría mejor gusto con la ropa interior.
-Soy su esclava, subnormal, no su puta de lujo –Estaba cansada, cabreada y aterrorizada. Ahora se arrepentía de haber huido de Malfoy. Era mil veces mejor ser castigada por él que el haber caído en manos de ellos.
-Cierra la boca, perra –Fred la abofeteó con fuerza, partiéndole el labio- Quítale esas ordinarieces, Ron. Hacen daño a la vista.
Con otro movimiento de varita quedó completamente desnuda. Pero no cubrió su cuerpo con sus manos o cabello. Si la iban a violar, no les daría el gusto de verla aterrorizada o avergonzada.
-Vaya, vaya. La sangre sucia no tiene vergüenza. –Percy pasó sus manos por su espalda y luego apretó con fuerza sus nalgas- Buen culo, Granger.
-Gracias. Hago mucho ejercicio limpiando habitaciones –por dentro estaba destrozada. Tenía ganas de vomitar, pero se aguantó. Pensó en cosas agradables, intentando calmar los espasmos de su estómago.
-A mi me gustan sus tetas –George cogió uno de sus pechos y lo mordió con fuerza. Hermione no pudo evitar un grito de dolor- Eso, maldita sangre sucia. Grita. Quiero oír cómo te quedas ronca. Te vamos hacer gritar tanto que te van a escuchar hasta en la otra punta del castillo.
Mordió el otro pecho con mucha más fuerza. Hermione sintió cómo la sangre escurría por su piel. Gritó. Gritó como hacía mucho que no gritaba. Ya no le importaba mantenerse firme. Sólo quería irse de allí, que la dejaran en paz. Volver a la seguridad de las mazmorras y a su rutina diaria. Su grito quedó cortado de golpe cuando Ron la cogió por la nuca y la besó a la fuerza, mordiendo su labio herido. Gruesas lágrimas comenzaron a caer por su rostro. Aquello era repugnante.
-¿Subimos a una de las habitaciones o lo hacemos aquí, Percy? –Fred estaba muy entretenido sobándola por todos lados.
-No vais a ir a ningún sitio, muertos de hambre.
Hermione abrió los ojos de golpe al oír aquella voz. Los cuatro pelirrojos se giraron a la vez. Aunque su apariencia era de desdén y arrogancia, la chica pudo ver el más puro terror pintado en aquellos ojos. Ante ellos, erguido en toda su estatura, desprendiendo un aura mortífera, estaba Malfoy. Sus ojos plateados no se apartaron ni un solo segundo de la chica, que había pasado de llorar de dolor a llorar de puro alivio.
-¿Puedes caminar, Granger? –Hermione avanzó todo lo rápido que pudo hasta situarse a su derecha. Draco se sacó la túnica y la cubrió con ella. Luego se encaró con los pelirrojos- Veo que aprendéis rápido.
-¿Qué quieres decir, hurón? –Ron parecía mucho más relajado y había vuelto a su pose chulesca.
-Tenéis menos de dos meses como mortífagos y ya os comportáis como mis adorados tíos Rabastan y Rodolphus. –Draco les miró con claro asco y desdén- Y no se si sentir pena o cruciaros aquí mismo hasta que podáis hacer compañía a los padres de Longbotton.
-Te crees muy valiente y poderoso, Malfoy –La voz de Arthur llegó de algún punto por detrás de ellos. Hermione giró un poco la cabeza y se encontró con la varita del patriarca pelirrojo apuntando a la nuca del rubio. Draco se limitó a sonreír con condescendencia.
-Arthur, Arthur, Arthur. Como todo buen arribista tendrías que tener ciertos puntos muy claros para poder moverte entre nosotros.
-¿Puntos? –Percy, en ese momento mucho más tranquilo ante la presencia de su padre, se había acercado a Malfoy y le había arrebatado la varita, que descansaba en el bolsillo de su camisa. El rubio ni se inmutó.
-Los mortífagos tenemos pocas normas. Pero todas ellas sirven para mantener una relativa cordialidad entre nosotros y evitan que nos estemos lanzando Avadas cada dos por tres. El mismísimo Lord en persona las creó y todos los que le somos fieles realmente las seguimos a rajatabla.
-¿Estás insinuando que nosotros no le somos fieles al Lord? –Fred le lanzó un puñetazo a la cara, que fue encajado por Malfoy con la misma pasividad con la que les estaba hablando.
-Sois nuevos en esto de ser "malos" –su rostro se iluminó con una mueca de burla- Yo llevo guiando mi vida con ellas desde que nací y aun así hay veces que me olvido. ¿Qué se puede pedir de una panda de muertos de hambre que, hasta hace más bien poco, no sabían ni lo que era el terciopelo?
Los golpes no tardaron en caerle encima a Draco. Hermione intentó parar a los desquiciados pelirrojos, pero, para su mala suerte, se llevó un fuerte golpe en la sien. Mareada cayó junto a Draco, que la miró fijamente unos segundos. Y el Maléfica entró en el juego.
Hermione pudo sentir cómo la magia del rubio se condensaba a su alrededor. Todos los vellos de su cuerpo se erizaron. Los iris plateados comenzaron a brillar con tintes sobrehumanos y, bajo la camisa, pudo apreciar las runas de la maldición. Draco se situó tras ella y la rodeó con sus brazos. Había algo en aquella postura que le recordó a las estatuas de los ángeles guardianes.
-Vaya. Don no toco a un sangre sucia ni con un palo abrazando a Granger –Arthur se sitúo ante ellos, apuntándolos con la varita.- Esto va a ser divertido. ¡CRUCIO!
La maldición no llegó a tocarlos. Una luz intensa les rodeó, haciendo que el crucio rebotase hacia los pelirrojos, dividido en cinco aces de luz rojos. Los aullidos de dolor de los Weasley fueron como música para los oídos de la castaña. Hermione se giró un poco y miró a Malfoy, que seguía en trance. Observó detenidamente la luz que los protegía y se quedó helada. Si se observaba muy de cerca, podía apreciarse que no era solo un foco de luz. Eran dos alas de energía pura.
Y tan deprisa como empezó, terminó. Draco volvió en sí y se quedó mirando a los pelirrojos, que seguían retorciéndose del dolor.
-Granger, ¿te encuentras bien?
-Sí. Muchísimas gracias por venir a rescatarme.
Draco no contestó, sino que se tensó en cuestión de segundos. Con un movimiento veloz, la arrojó al suelo y la lanzó una advertencia con la mirada.
-Mi Señor, siento haberos echo venir para nada. Ya he solucionado el problema.
Voldemort había entrado en la torre. Su mera presencia hizo que la temperatura bajase varios grados. El Lord observaba entre divertido y enfadado el sufrimiento de sus mortífagos más recientes.
-¿Es necesario que sigan sufriendo? Se trata solo de una sirvienta sangre sucia.
-No es por la esclava, mi señor –Hermione se encogió ante el claro desprecio de las palabras de él- Sólo les quería dejar bien claro que sus leyes y normas están para cumplirlas fielmente, no para utilizarlas a conveniencia.
-Siempre tan fiel, mi querido Malfoy. Puedes retirarte. –Voldemort miró a los Weasley como aquel al que le ha tocado la lotería- El castigo lo continuaré yo, si no te importa.
-Son sus seguidores, mi señor. Para mí es todo un placer dejarle el privilegio de enseñarles el respeto hacia sus leyes.
Draco cogió a Hermione por el codo y tiró de ella hacia la salida. Lo último que pudo ver de los pelirrojos fue cómo sus gritos y contorsiones por el dolor se duplicaban ante el crucio del Lord Tenebroso.
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Nada más llegar a las mazmorras, Malfoy la condujo hasta su habitación y la dejó allí con una clara orden: bañarse, curar sus heridas e ir a cuidar a Scorpius. Luego desapareció de allí, emanando ira por los cuatro costados.
Hermione obedeció gustosa, alegre de estar de nuevo en lo que ella consideraba el lugar más seguro del mundo. Se metió en su mini baño y se quitó la túnica de Malfoy. Al mirarse en el espejo, deseó haber muerto. Tenía el cuerpo lleno de moratones que se iban oscureciendo poco a poco. En las nalgas estaban marcados los asquerosos dedos de Percy. Y sus pechos presentaban las feas heridas producidas por los mordiscos de uno de los gemelos. Se tragó las lágrimas y se metió en la ducha. Después de veinte minutos de frotarse hasta casi arrancar su piel, se sintió lo suficientemente limpia como para salir e ir a cuidar del pequeño rubio.
Se encontró con un entretenido Scorpius, que perseguía al pobre elfo que le cuidaba, mientras intentaba darle besos llenos de babas. La criatura tenía una clara expresión del más absoluto de los agobios. Apiadándose de él, cogió al bebé.
-Ya me hago cargo yo del pequeño.
-Gracias –el elfo la obsequió con algo parecido a una sonrisa.
-¿Podrías hacerme un favor? –Ante el asentimiento de la criatura, continuó- Necesito un libro muy antiguo "Maldiciones Ancestrales".
El elfo chasqueó los dedos y el pesado volumen cayó al suelo con un ruido sordo. Hermione sonrió a modo de agradecimiento y esperó a que el elfo desapareciese. Dejó al bebé en el suelo, entretenido con sus juguetes y cogió el libro. Fue directa al índice y buscó lo que quería. Luego pasó las hojas con impaciencia hasta dar con el capítulo en cuestión. Leyó en voz alta.
-Maléfica Sanguine o Sangre Diabólica.
El origen de este hechizo se pierde en los albores de la humanidad. Muchos magos de prestigio han dedicado toda su vida a estudiarlo, y muy pocos han llegado a vislumbrar una cuarta parte de todo lo que el Maléfica significa.
La teoría más extendida sobre su origen data de la época de los hebreos, cuando los magos estaban en inferioridad numérica y su supervivencia dependía del total secretismo. Se cree que Adocq, un mago bastante poderoso de la época, temiendo por la vida de su gente (no eran más de doscientos en aquella época), decidió crear un ritual que convocase a una criatura celestial para que los protegiera.
Muchos expertos piensas que tenía en mente una arpía o un dragón, seres mágicos de un gran potencial mágico que, como guardianes y protectores, tenían un gran valor en aquella época.
Pero Adocq no supo controlar lo grande de su poder y acabó contactando con otra criatura. Criatura que llevaba milenios sin ser vista pero que se la conocía por muchos escritos e imágenes. Ante su inesperada visita, Adocq le relató a aquel ser las penurias por las que estaba pasando su pueblo. El ser se negó a entrar al servicio de simples mortales. Cuando estaba a punto de desaparecer, Adocq le lanzó una maldición y lo asesinó. Luego tomó su sangre, la tela de la túnica de la criatura y, con una pluma de sus alas, creó un hechizo. El hechizo más poderoso y a la vez más temible que se haya visto jamás. El Maléfica Sanguine.
Su función es la de proteger a un mago en particular. Para ello, se ha de escoger a alguien con sangre pura mágica. Da igual si se presta voluntario o lo hace obligado o coaccionado. La Maléfica no hace distinciones. Se sitúa al individuo escogido, desnudo de cintura para arriba, frente al mago que ha de proteger. Y se recita el maleficio."
Hermione detuvo su lectura unos segundos. La historia del Maléfica era terrible. Y si sus suposiciones no andaban muy erradas, la criatura asesinada y cuya sangre fue utilizada para crear el maleficio era un ángel. Un ángel auténtico. Se saltó el párrafo donde estaba escrito el maleficio y continuó leyendo, mientras que el nudo que se había formado en su estómago se hacía más y más grande.
-"El resultado se ve mientras se pronuncias las anteriores palabras. Las runas de poder van dibujándose mágicamente sobre la piel del futuro guardián, otorgándole los dones de la criatura celestial, así como parte de sus cualidades.
Lo que Adocq no pudo preveer fue que, al mezclar el poder de una criatura de un nivel superior con la magia natural de un mago, el hechizo transmutó en una maldición peor que la maldición mortal. Tras probarlo con uno de sus hombres, Adocq reflejó en un pergamino que añadió al hechizo original los efectos del Maléfica:
*Mi creación ha resultado efectiva. Pero también constituye una condena para aquel que es sometido al Maléfica. La mezcla de magias, por decirlo de alguna manera, ha creado una maldición mil veces peor que las imperdonables. Pues reúne en una el efecto de las tres:
El imperio: el guardián, quiera o no, se interpondrá entre el daño y su protegido. No tiene elección ni capacidad para resistirse. Su sangre se verá impelida a proteger.
El crucio: cada vez que levante la varita o la mano contra su protegido, el Maléfica le castigará con dolor físico. Incluso de palabra o pensamiento la maldición le ocasionará un dolor terrible.
El Avada: no hay contrahechizo o contramaldición para el Maléfica. La única manera de liberar a un guardián es matándolo o que muera en cumplimiento de su deber.
Sé que, en mi afán de proteger a los míos, he creado una auténtica aberración mágica. Por ello, lanzaré un hechizo de ocultación sobre el pergamino y la túnica donde están grabados con sangre los versos del Maléfica. Sólo en caso de extrema necesidad, podrá ser encontrado. Y siempre que la persona a proteger sea de importancia para la sociedad mágica y el protector sea alguien de alma oscura pero con posibilidad de redención. No quiero que más inocentes mueran por culpa de mi locura. Si han de morir, que lo hagan aquellos se sean culpables"
Y ahí acababa el texto. Alguien había arrancado la última hoja que hacía referencia al Maléfica. Contrariada, arrojó el libro contra la pared, sobresaltando a Scorpius, que se limitó a lanzarla una mirada muy parecida a las de su padre.
-Scorp, no sé cómo diablos lo voy a hacer, pero no voy a permitir que a tu padre le pase algo malo por culpa de la insensatez de Luna.