Capítulo 18.

D! Powerpuff Girls Z no me pertenece.


Miró hacia arriba, contemplando la enorme mansión que estaba delante de su pequeña persona.

—Woow~ —murmuró asombrada de tan linda y grande que era la mansión.

Lo que más le gustaba de aquella mansión, era el enorme jardín que tenía, una jardín repleto de rosas rojas, las cuales, seguramente, deberían de tener un maravilloso aroma.

Miró hacia todas la direcciones, procurando que nadie viniera ni que nadie la estuviera observando.

—No pareciera haber alguien dentro de ella —murmuró para sí misma. Se acercó hacia el enorme portón que dividía el jardín con la calle; pasó una pierna por entre las rejas y luego su otra pierna, pasando por completo su pequeño cuerpo por ellas, entrando así al gran jardín de la mansión. Corrió hasta las rosas rojas y se adentró en ellas.

—Qué bonitas —cogió una, pero en cuanto la cogió, un dolor punzante apareció en su dedo, miró su dedo y notó una pequeña astilla clavada a él. Hizo una mueca de dolor e intentó sacársela, pero en cuanto la tocó, el dolor se volvió más fuerte. Un liquido salado resbaló por su mejilla.

—¡Oye, niña! —oyó una voz infantil y se congeló en su lugar—. ¡No puedes entrar en una casa ajena así como así! —en cuanto llegó junto con la pequeña niña, posó su pequeñita mano en su hombro, obligando a la niña a voltearse. En cuanto ella volteó, se sorprendió de que ella estuviera llorando.

—L-lo siento —susurró tan bajito que fue casi inaudible para él.

—¿Por qué lloras, niña? —le preguntó preocupado.

—M-mi d-dedo —alzó su dedo, mostrando al niño la astilla que había en él.

—Oh, ¡eso duele mucho! —exclamó formando una mueca de dolor con sus labios. La niña asintió ligeramente—. ¿Me dejas sacarte la astilla?

—¿Me va a doler?

—Sólo te dolerá un poco.

—Entonces no. —negó rotundamente.

—Pero te pondré una bandita, así no te dolerá más —le aseguró con una leve sonrisa asomando por sus labios.

—¿De verdad?

—Sí —asintió alegre—. Mis hermanos menores siempre están corriendo, por lo tanto, siempre tropiezan o algo, entonces tengo que preocuparme de curarles la herida y ponerles una bendita para que no les duela más.

—¿Eres cómo un médico? —le preguntó emocionada.

—No, no, sólo se curar leves heridas —sonrió—. Bien, espérame aquí, iré a dentro a buscar unas cuantas —corrió hacia el interior de la mansión, a los segundos volvió con un botiquín en las manos. Se acercó a la chica y examinó su dedo—. ¿Cómo te llamas? —le preguntó.

—Momoko, ¿y tú?

—Brick —sonrió—. Listo.

—¿Listo qué? —le preguntó desconcertada.

—Ya te quité la astilla.

—¡Ah! ¿De verdad? —se miró el dedo, en él no había nada más que un pequeño puntito de sangre—. ¡Pero aún tiene sangre!

—Tranquila, para éso está la bandita —abrió el botiquín y sacó una bandita y la puso sobre el dedo de la pequeña niña de cabello rojizo—. Ahora sí está listo.

—¡Muchas gracias, Brick! —chilló con una sonrisa de oreja a oreja, el niño de gorra roja le devolvió la sonrisa—. ¿Tú vives en esta casa?

—Sí, junto con mis dos hermanos menores y mi padre.

—¿Y tú mamá?

—Está en el hospital, ahora debe estar descansando.

—¿En el hospital? ¿Por qué? ¿Está enferma?

—Antes lo estaba, pero al parecer ya no.

—¿Entonces por qué sigue allí?

—No lo sé —se encogió de hombros—. Papá dice que aún está descansando.

—¿Descansando, hum?

—Sí —asintió—. No la he visto desde hace un tiempo, papá dice que no debemos interrumpirla en su descanso —bajó la mirada, apenado.

—¡No estés triste, Brick! —exclamó ella, posando ambas manos en las mejillas de él—. ¡De seguro que ella está bien, además, debe estar esperando a que la visiten!

—¿Tú crees?

—¡Por supuesto! —exclamó la pelirroja—. Oh... —buscó entre los bolsillos de su falda rosa, la cual estaba algo rasgada y sucia—, tengo unos caramelos, ¿quieres unos?

—¡Claro! ¡Adoro los caramelos! —cogió un caramelo rosa.

—¿En serio? —el pequeño niño de gorra asintió mientras se echaba el caramelo a la boca—. ¡Yo también! ¡Tenemos mucho en común!

—Ashí pareche —dijo con el caramelo en la boca. La pequeña Momoko sonrió divertida.

—¡Podríamos ser novios, ya que tenemos mucho en común! —los ojos del niño se expandieron hasta más no poder, y un sonrojo apareció de la nada en sus mejillas—. ¿No crees que sería genial?

—¿N-novios?

—¡Sí! ¡Y, cuando seamos mayores, nos podremos casar y todo! —exclamó entusiasmada—. ¡Siempre he querido usar un hermoso vestido de novia!

—¿Brick? —otra voz infantil se unió a la charla de ambos pelirrojos. Ambos niños voltearon hacia su costado, encontrándose con un pequeño niño rubio de ojos azules y pecas que lo hacían lucir adorable.

—Oh, Boomer —dijo el pelirrojo—. Él es mi hermano menor, Boomer —se lo presentó a la pelirroja, la cual le sonrió amablemente.

—¡Hola, Boomer! —le saludó eufórica—. ¿Sabes?, tengo una amiga que se parece mucho a tí —de la nada, sus ojos rosas se expandieron.

—¿Qué sucede? —le preguntó el niño de gorra, preocupado.

—¡Ellos también podrían ser novios! —gritó la niña.

—¿Eh?

—¡De seguro que se llevaran muy bien!

—No creo que a Octi le guste que yo tenga una novia —comentó el rubio, enseñándole un pequeño muñeco de felpa parecido a un pulpo naranja.

—¡No me lo creo! —exclamó la niña, emocionada—. ¡Ella también tiene un muñeco de felpa que es igual al tuyo, pero el suyo se llama pulpi y es púrpura!

—¡Brick, papá dice que vengas! —otra cuarta voz se hizo oír, los tres voltearon hacia la entrada de la mansión, en donde permanecía un pequeño niño cruzado de brazos de cabello negro azabache y de ojos verdes oscuros.

—Oh, está bien —se volteó a ver a Momoko—. Me tengo que ir —le dijo triste.

—No te preocupes, yo también debería irme, después de todo, ya es un poco tarde y mis amigas deben de estar preocupadas por mí —se dio media vuelta y corrió hasta el gran portón—. ¡Otro día vendré a verte, Brick! ¡Y vendré con mis amigas, así los seis podremos jugar! —salió por entre los barrotes de la reja e hizo un ademán antes de empezar a correr nuevamente—. ¡Ah! ¡Y gracias por curar mi dedo! —sonrió—. ¡Adiós!


—¡Eh, Momoko! —sacudió su cabeza y por fin prestó atención a su amiga peli-negra que estaba junto a ella.

—¿Qué pasa?

—Miyako viene ahí atrás, deberíamos esperarla.

—¡Ah! ¡Sí, claro!

—¡Chicas~! —oyeron el grito de la rubia, ambas le hicieron un ademán con la palma.

—¿Dónde estabas, Miyako? —le preguntó la joven Akatsutsumi, una vez que la más joven de las tres llegó junto a ellas.

—Ah... eh... ¡Me detuve a ayudar a un gato que estaba en un árbol! —mintió.

—¿Qué? —Kaoru, que no se creyó ninguna palabra de lo que dijo la rubia, la miró desconfiada—. ¿Y desde cuándo ayudas a los gatos?

—¡D-desde siempre!

—Ahá —Momoko rodó los ojos y comenzó a caminar—. Vamos, quiero llegar pronto al apartamento, dense prisa.


—Entonces, ¿el punto rojo es ella? —preguntó el rubio, que aún no entendía muy bien.

—Sí —aseguró su hermano mayor peli-rrojo.

—¿Y cómo sabremos dónde están ocultadas?

—Cuando el punto rojo comience a dar vueltas al rededor de un sólo lugar o simplemente se detenga por mucho tiempo en aquel lugar, sabremos que ahí es en donde están las tres —respondió el general Him.

—Oh, ya veo —observó la pantalla de la laptop, atento al punto rojo—. Pero lleva un buen rato sin moverse —comentó.

—Exacto.

—Entonces, ¿significa qué...?

—Ya hemos avisado a las autoridades, ellos van hacia allá en este mismo instante —les informó el alcalde.

—¡¿Qué?! —gritó el peli-negro, enfadado—. ¡¿O sea qué nosotros no estaremos ahí cuando las atrapen?!

—No, eso sería...

—¡Oh, no, claro que no! —gritó nuevamente y caminó furioso hasta la salida—. ¡Definitivamente yo no me perderé la acción! —y de un portazo salió de la oficina de la alcaldía.

—¿Su hermano siempre ha sido así? —el general Him les preguntó a ambos jóvenes.

—Sí —Brick asintió—. Pero, creo que él tiene razón, deberíamos ir también.

—¿Eh?

—¡Andando, Boomer! —cogió su abrigo y caminó hasta la salida, seguido del menor de los Jojo's—. ¡Yo tampoco pienso perderme la cara de Momoko cuando las arresten! —y así, ambos salieron de la oficina del alcalde.


—¡Maldición! —gruñó Kaoru—. ¡No hay nada para comer!

—Ve a comprar algo, yo también tengo hambre —habló la peli-rroja mientras se sentaba en el sofá azul.

—¿Y por qué yo, eh?

—Por que tú fuiste la primera en descubrir que no había comida —explicó con desinterés.

—¡No es justo! ¡Qué vaya Miyako! —apuntó a la rubia de ojos azules, la cual la miró molesta.

—Pero si yo ni siquiera tengo hambre. Además, no tenemos dinero.

—Entonces roben algo —sugirió la mayor.

—Está bien —Kaoru suspiró—. Iré yo, por que sino creo que moriré de hambre.

—¡Apresúrate! —gritaron ambas chicas antes de que la azabache cerrara la puerta tras de sí.

—Sí, sí.

Akatsutsumi y Gotokuji quedaron viendo la televisión con gesto de aburrimiento.

—El día está muy calmado —comentó Momoko derrepente. La rubia se sobresaltó al oír su voz, ya que, normalmente, cuando veían televisión, Momoko no hablaba.

—A-así es.

—Demasiado calmado.

—Sí...

—Es extraño —dijo seria—. ¿A tí no te ha pasado nada extraño, Miyako?

—¿A mí? ¡Para nada!

—¿Segura?

—Segura.

—Dilo.

—¿El qué?

—Lo que ocultas —la miró fijamente, la joven oji-azul tragó en seco—. Yo no soy igual a Kaoru para olvidar el asunto así de fácil. Dime qué te pasó mientras no estabas con nosotras dos.

—Momoko, no me pasó nada —le aseguró con voz firme.

—No te creo.

—¡Maldita sea, Momoko, no me pasó nada! —se levantó de golpe y la miró furiosa.

—Está bien —se encogió de hombros y volvió su vista a la televisión—. Siéntate, me molesta la gente que se queda parada sin ninguna razón.

La chica de cabello rubio suspiró sonoramente y se sentó junto a la peli-rroja. Abrió la boca para decir algo, pero en ese momento, la puerta de entrada se abrió de golpe, dejando ver a una azabache demasiado agitada.

—¿Ya volviste?

—¿Tan pronto?

—¡Están aquí! —gritó la morena entre jadeos.

—¿Quiénes? —Momoko arqueó una ceja, confundida.

—¡La policía, tarada!

—¡¿Qué?! —gritaron ambas jóvenes, al tiempo que se levantaban rápidamente y corrían hacia la ventana, seguidas de Kaoru. El trío de chicas se asomó por la ventana con disimulo, tratando de no ser vistas. Lo primero que vieron fueron unas cuantas patrullas detenerse en frente del edificio, luego de eso, un policía se acercó con un altavoz en la mano.

—¡Las tenemos rodeadas, salgan!

—Qué demoni... —las tres se separaron rápidamente de la ventana, alarmadas.

—¡¿Qué hacemos?! —preguntó exaltada la rubia.

—¡Kaoru, ve por las armas, Miyako, prepara la salida de emergencia, rápido!

—¡Entendido! —Kaoru corrió hacia las habitaciones con un gran bolso deportivo en su hombro, Miyako fue hacia el último rincón del apartamento y del suelo abrió una pequeña entrada subterránea.

—¡Salgan antes de que entremos!

—Mierda. Mierda. Mierda. —bramó la joven Momoko, furiosa.

—¡Listo! —Kaoru y Miyako llegaron junto a Momoko, con todas las cosas preparadas.

—Chicas —las miró a ambas—, a mi señal, bajarán por la salida subterránea hasta llegar abajo, cuando estén allí, sin que ningún policía se percate, tomarán uno de sus carros sin que se den cuenta y lo estacionaran atrás, ¿entendido?

—¿Y tú qué harás, Momoko?

—Yo seré el cebo.

—¡¿Cómo dices?!

—Yo los distraeré mientras ustedes toman uno de los carros.

—¡¿Estás loca?!

—No —sonrió—. Este es un plan que les aseguro que funcionará —les aseguró—. Sólo tienen que estacionar el carro atrás de este edificio, alejado de la vista de los policías y esperar a que yo llegue.

—¿Estarás bien?

—¡Por supuesto! —sonrió efusiva mente—. ¡Bien, vayan, rápido!

Kaoru se acomodó el bolso deportivo al hombro y, junto con Miyako, le dieron un fuerte abrazo a la peli-rroja.

—¡Nos vemos abajo! —gritó la rubia antes de cerrar la puerta subterránea tras de sí.


—¿Ya están todos aquí? —preguntó el moreno a la vez que bajaba del carro junto con sus hermanos.

—Al parecer sí —respondió el oji-rojo.

—Entonces, ¿ya las arrestaron?

—No creo que sea así, miren —Brick apuntó hacia lo alto del edificio, en donde por una ventana, salía una chica de largo cabello rojizo.

—¡Baja de ahí y entréguense de una buena vez! —gritó el policía que tenía el altavoz.

La peli-rroja negó dulcemente con su dedo indice.

Todos miraban hacia arriba, viendo como la peli-rroja se inclinaba hacia adelante, aparentando que iba a saltar, sin darse cuenta que dos chicas se escabullían entre ellos.

—¡Vamos a entrar! —gritó el policía por el altavoz.

Todos los policías entraron rápidamente al edificio. En ese momento, Momoko se quitó de la ventana y se adentró nuevamente a su apartamento.

—Ya no tienen escapatoria —habló el rubio de ojos azules.

Aguardaron unos segundos a la espera a que los policías salieran con las tres chicas ya arrestadas, pero en vez de eso, sólo salieron unos cuantos policías, sin rastros de ellas.

—¡¿Qué pasó?! —preguntó furioso uno de los policías.

—¡Desapareció! —explicó uno de los hombres.

—¡¿Cómo es posible?! ¡Hace tan sólo segundos ella estaba en la ventana, es imposible que haya escapado!

—¡No sabemos cómo lo hizo!

—¡Maldita sea! —bramó—. ¡¿Y las otras dos?!

—¡Ellas tampoco estaban!

Los hermanos Jojo's se mantenían al tanto de la conversación, a excepción de uno de ellos, que veía como un carro de policía se alejaba del lugar.

—Hey, ¿adónde va ése carro? —preguntó el rubio para sí mismo, desconcertado. Mantuvo su mirada fija en el carro que se alejaba lentamente, al parecer, tratando de no llamar la atención. Notó una cabellera rubia dentro del carro.

—No puede ser...

—¿Qué pasa? —le preguntó el mediano de los Jojo's.

—¡Vengan! —le ordenó a sus dos hermanos mayores, los cuales le siguieron extrañados.


Hola!

¡Uff! Sí que me tardé en subir este cap ^^u. No lo había escrito nada más por floja que soy, ¿pueden creer que terminé un capítulo entero en una sola tarde? Estaba muy inspirada! :3 Bueno~ ojalá les guste este cap, a mí me gustó, ya que al siguiente, habrá acción*w* Es lo que más amo, la acción! Con el romance, por supuesto n-n.

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