ANBU HOT NIGHTS

15


Dame un motivo…
Para no poseerte.
Para no sentirte.
Para no tenerte.
Para no saborear cada centímetro de tu piel.


Hinata tuvo que alejar su rostro levemente e intentar respirar para asegurarse de que él no la había confundido con alguien más y que no era una especie de broma, que las palabras que creyó salieron de él entre besos realmente habían sido las que creyó.

―¿Qué fue lo que dijo? ―lo cuestionó casi en un susurro, con el aliento agitado, pensando que de verdad había escuchado mal.

Itachi la imitó, retirándose levemente hacia atrás, dejando un espacio entre sus pechos agitados.

―Dije, que me gusta mucho, Hinata-san ―le repitió un tanto incómodo, con el aliento entrecortado, pero lo suficientemente valeroso para decirlo.

―N-no podemos seguir así, rompiendo el reglamento.

Las mejillas de Hinata se tiñeron de un rojo más intenso. De por sí, ya estaba un tanto abochornada por el calor de la noche y por el peso del cuerpo de Itachi sobre el suyo, pero ahora simplemente le ardían hasta las orejas. El pelinegro, quien la observaba, sólo la había visto tan roja el día que despertó después de que la viese desnuda.

―Lo sé.

No esperó una respuesta, por lo que sus labios se volvieron a unir con los de la joven. El aliento tembloroso de Hinata le acariciaba el rostro, haciendo que fuera difícil para él controlarse. Antes de que ella volviese a reclamar, comenzó a recorrer sus mejillas, hasta llegar a su lóbulo dedicándole la atención que merecía. Le encanta la manera en que aquello la hacía estremecer, como si tuviese escalofríos y lo único que pudiese calmarla fueran los brazos de Itachi alrededor de su cuerpo.

Además de sus suaves gemidos y jadeos, sólo se podía percibir las gotas de lluvia azotando la techumbre de los cuarteles. La respiración descompuesta de Hinata era tan provocativa, que pronto sus manos intentaron deslizarse bajo la camiseta de malla de la joven.

―Taicho… alguien podría vernos.

―El lugar está vacío. Descuida.

Itachi había llamado a reunión esa noche para explicar los pormenores de una misión que debían realizar en cuatro días cuando el objetivo se presentara a negociar en una aldea de Suna. Tan pronto terminó de dar los detalles de la misión los distintos miembros del equipo que habían sido requeridos para ella comenzaron a retirarse y pronto se vio solo con Hinata, quien estaba en su casillero recogiendo su equipo para la guardia nocturna en la frontera de la Aldea.

Se lanzaron uno contra el otro y se besaron como si no lo hubiesen hecho en meses. A decir verdad, no lo habían hecho en días ya que sus turnos de guardia y sus días libres no coincidían. La espera había hecho desastres en él y Hinata ahora lo comprobaba por la urgencia de sus dedos deslizándose sobre su torso.

―Mi guardia. Llegaré tarde ―dijo Hinata moviendo el rostro un poco, lo cual Itachi aprovechó para besar su cuello.

―La cambiaré de día ―era él quien designaba los turnos después de todo.

―¿No deberíamos ha-hablar sobre lo que dijo?

―Luego―fue su respuesta, intentando enanchar el cuello en forma de V de su camiseta para alcanzar sus hombros, atrapando su nívea piel con los labios, saboreándola como tanto lo había querido hacer esos días―. He esperado mucho.

La sintió temblar bajo su cuerpo, intentando controlarse, intentando detener ese placentero roce entre sus sexos. Él también luchaba contra aquella sensación que le carcomía las entrañas, siempre consciente de qué tan lejos podía llegar. No obstante, cuando percibió las manos de Hinata luchando con su camiseta, intentando retirarla, supo que estaba perdido.

Debía detenerse. Si seguían así iba a hacer algo poco honorable, a escondidas, con una joven de una familia noble que no se merecía un trato así.

―Espere ―le pidió entre besos, con los ojos cerrados, rendido ante su propia excitación―. Hinata-san… ―pero tan pronto le pidió que fueran más despacio, sus propias manos luchaban desesperadas por retirar hacia arriba la camiseta de malla que cubría el torso de la joven Hyūga.

Sabía que debía retroceder, respirar, calmarse y analizar toda esa situación de la forma más racional posible. Si se dejaban llevar por el sonido de la lluvia, la complicidad entre ambos, la oscuridad de la noche y la soledad de los recintos del escuadrón, era probable que su relación diera un giro que no tendría retorno.

Itachi sintió que se le tensaba el estómago. Ni si quiera estaban en una cama, sino en el suelo. Ni si quiera eran novios, sino compañeros de equipo. No habían hablado de sentimientos, no se habían dicho que se amaban, no habían planeado que fuese especial. Iban a acostarse sin ningún tipo de compromiso o promesa, tan sólo porque les urgía hacerlo. Se estaba comportando como lo hacía Shisui y aquello lo asustó.

En su mente, ella se merecía más que eso.

―¿Estás segura que… que quieres hacer esto… así?

―No lo sé ―le respondió ella confundida mirando hacia un costado, recuperando de a poco la respiración.

Itachi tragó saliva y reposó su frente sobre la de Hinata. Lo carcomía la sensación de que de alguna forma se estaba aprovechando de ella, de su inocencia y dulzura. Cinco años los separaban y a pesar de que la joven Hyūga era una mujer, no podía evitar considerar que quizás seguir viéndose de esa forma era inapropiado.

―Hinata-san, si esto continua así, no creo que pueda detenerme la próxima vez ―le costaba admitirlo, pero no iba a mentir. Tenía miedo de que no pudiese controlar lo que sentía al besarla y que por causa de ello terminara lastimándola, tomando algo que seguramente ni si quiera estaba destinado para él.

Se sentó sobre el suelo suspirando, pues no sabía qué hacer. Ella lo imitó, acomodándose la ropa.

―Tampoco yo ―confesó avergonzada―. Nunca me había sentido así.

―Sé a qué se refiere ―Itachi sonrió abnegado―. Pensé que si llevábamos las cosas más lento, yendo en una cita, conociéndonos un poco mejor… las cosas se calmarían.

Habían ido en una cita en donde lograron comportarse civilizadamente, le regaló flores, comieron juntos en un bonito lugar que le había costado casi quince días de sueldo, se sentaron en el muelle a mirar la lagunilla y como las luces se reflejaban en ella, conversando sobre cosas tan triviales como sus gustos en dulces, sus pasatiempos cuando tenían días libres y la difícil relación que mantenían con sus familiares. Itachi la dejó en su casa cerca de la diez de la noche, se despidió de ella como un caballero y le dijo que la vería al día siguiente. Se sintió complacido cuando ella le regaló una sonrisa y le agradeció una hermosa velada con una elegante reverencia.

Definitivamente, pensó que podría hacer las cosas bien. Quizás hacerle saber sus intenciones, decirle que se estaba enamorando de ella, que quería conocerla mucho mejor y quizás hasta pedir que lo cambiaran de escuadrón para que no fuese contra el reglamento pedirle que fueran novios. No obstante, tan pronto estaban a solas, el deseo de besarla y tenerla entre sus brazos era tan grande que nublaba por completo tus pensamientos.

―No debería ser así. De verdad quiero algo más… quizás incluso una relación con usted, si usted lo acepta ―Itachi sintió que quizás estaba sonrojando―. Pero cuando está a menos de tres metros de distancia y me mira, sólo deseo... esto. Y de verdad temo no poder controlarme.

Hinata se encogió entre sus hombros y miró hacia un costado. La avergonzaba todo eso. Le era vergonzoso los sonidos que salían de su boca cuando él la tocaba, la besaba y presionaba su cuerpo contra el suyo. La apenaba temblar cuando sentía sus dedos recorrerle la piel debajo de la camiseta de mallas, cuando le desamarraba las correas que sujetaban su protector de pecho ANBU para poder besar su clavícula, y mucho más, gemir cuando las manos de Itachi acunaban con firmeza sus senos. Lo peor del asunto no era sólo haber cedido tanto en cuanto a ese contacto físico, sino que desearlo constantemente. Pensaba en Itachi en cada segundo del día, desde que despertaba hasta que conciliaba el sueño. Era sólo cuestión de estar cerca de él para que le hormiguearan los labios y otras partes del cuerpo deseando con una intensidad cegadora su proximidad.

―Nunca nadie tuvo tanto control sobre mí con tan sólo una mirada ―confesó el joven un tanto avergonzado.

Y aunque temía no poder rechazarlo si al mismo tiempo él no se detenía sólo con esos besos que repartía por todo su torso… temía aún más que esa nueva conducta entre ambos fuese un inconveniente a la hora de realizar una misión o su trabajo en ANBU. Pasaban todo el tiempo tan distraídos durante sus guardias nocturnas, que fácilmente un ejército podría haber atravesado los muros de Konoha sin que se dieran cuenta. No podía seguir decepcionando a su clan ahora que todos parecían tan orgullosos de que hubiese sido seleccionada para un puesto de tanta importancia dentro de la Aldea.

―Creo que me iré ―dijo Itachi al no recibir una respuesta, un tanto decepcionado del silencio de Hinata.

―Espere, Itachi-san ―le pidió en un abatido susurro, tomando su brazo antes de que él lograra ponerse de pie. Subió lentamente el rostro hasta encontrarse con un par de ojos almendrados que la observaban con cierta melancolía―. A mí… yo… también me gusta. Mucho.

Se observaron fijamente, sin pestañar, casi olvidando respirar. La distancia entre sus rostros se fue acortando y antes de que se dieran cuenta se encontraban rendidos en los brazos del otro, rodando por el suelo nuevamente en un festín de besos, gemidos y vergüenza.


NOTA: Por petición de Marcela y Adriana, intenté escribir otra viñeta. Sólo quería avisar que seguramente en estas semanas me dedique a corregir los dedazos de los primeros 14 capítulos que volví a leer (y encontré tantos errores de dedazos que casi me dio un infarto). Gracias por leer!