Ninfas

Rateado por si acaso y sujeto a modificación -en todo caso nada será muy muy gráfico-, nada es mío (;_;) por supuesto. espero desarrollar algo más de Tonks y su identidad como Black, algo más ruda...En fin (: Este fic participa en el reto anual "Long Story" del foro 'La Noble y Ancestral Casa de los Black'


Nymphadora Tonks se acercó al raído papel mural y arrugó la nariz con sorna.

−Entonces aquí debió estar mi retrato.

Inspeccionó el manchón que representaba a su madre con algo muy parecido a un desprecio vagamente entretenido. Tonks echó una ojeada general, algo sudorosa al sortear por el retrato de su tía con escasa habilidad y ganarse los rezongos perennes de Alastor Moody. Entraron en una oscura habitación que a ella se le antojó gélida como un mausoleo. Una precaria barrera de seguridad mágica había sido ya levantada, mas era suficiente por el momento en que se decidía si la mansión era verdaderamente eficiente como cuartel general de la Orden.

Nymphadora Tonks con su pelo verde, sus botas de cuerina morada y sus ademanes desinhibidos parecía insultar a gritos la sobriedad sepulcral de Grimmauld Place. Se sentía brutalmente fuera de lugar en aquella mansión, más que estuviera allí le parecía un giro histórico paradójico y gracioso, que su sola presencia fuera insultante para los fantasmas de aquella morada la hacía pisar placenteramente las tablas del piso y pasar juguetonamente los dedos por las paredes como si fuera su propia casa.

Miró la solemne chimenea que más de mármol parecía hecha de hollín condensado, sin fuego ardiendo, ni siquiera con cenizas mustias, desoladamente vacía. Ningún retrato la adornaba, ningún recuerdo. Ninguna rama olvidada por un niño, un pendiente por una muchacha, o una la marca de alguna huella dactilar escurridiza de alguien que quiso exterminar alguna brizna de polvo cuando todavía había alguien que se ocupaba de aquella tarea fatua en un hogar muerto. Sólo parecía quedar de aquellos que habían pasado por ahí el hálito de hostilidad y desprecio. Contra gente impura, contra gente traidora, especímenes. Pero en especial contra gente como ella, reconoció Tonks, con una descarga de orgullo y excitación por su columna, especímenes, pero engendrados desde su propia sangre. La peor de las ofensas, una avería imperdonable dentro de los suyos. Toujurs Pur, siempre puros, sonrió de lado, no era precisamente su escenario personal.

−Nymphadora, haz el favor de una maldita vez de concentrarte en el estudio de estos planos −gruñó Alastor, cargando su peso en su pierna falsa y haciendo que las viejas tablas crujieran amenazadoramente bajo su peso-. Debemos saber a la perfección cada recoveco de esta casa, sería una total impertinencia no aprovechar al máximo cada utilidad de cada habitación para…

−Sí, jefe, en menos de lo que se te queman las nalgas al usar la varita en los pantalones −le interrumpió Tonks con un gesto vago con la mano, algo irritada por el uso de su nombre, si mirarlo directamente pero ladeando la cadera para que se viera de forma clara la ubicación de su varita en el bolsillo trasero de sus jeans . Kingsley Shacklebolt , acostumbrado a aquella situación conflictiva con esos dos, sonrió disimuladamente ante las imprecaciones que brotaron a borbotones de la boca de Ojoloco sobre la seguridad personal y sobre las cuestionables enseñanzas de hoy en día en la academia de los aurores.

Tonks pegó una risotada sin importarte en lo más mínimo y luego volvió a entregarse en su contemplación por la casa. Deprimente, pensó, definitivamente tétrica, triste, hostil. Como un reflejo exacto del corazón de las personas que alguna vez la habían habitado. Personas que estaban relacionadas con ella, recordó de nuevo. El pensamiento le provocaba curiosidad. Una tupida masa de polvo parecía cubrir cada rincón y las paredes y los vidrios turbios parecían obscenamente imprecarles que se marcharan.

Su mirada vagó por el espeluznante árbol y detuvo en Sirius Black. En realidad en la quemadura que le representaba con escaso realismo. Se preguntó cómo lucía su pariente bajo la mancha, si se parecería a ella o a su madre. Intentó evocar las anécdotas que contaba su madre Andrómeda antes de que él fuera a Azkaban, pero su memoria no dio con recuerdos lúcidos. No podía creer que allí alguna vez hubiese habitado gente, en especial niños. Sólo se imaginó a un niño sin cara pero triste, de alguna forma extraño en sus propios huesos, fuera de lugar, viviendo en aquella mansión tan desolada jugando a esconderse detrás de las cortinas pesadas y rígidas como el cartón. Quizá hasta su madre de pequeña había pasado temporadas allí. Se acordó vagamente que él vivía ahí en tiempo presente y se asombró de que alguien no muriera de asma en aquel antro de suciedad. Llegaron a sus oídos los aullidos de Ojoloco y la sacaron ligeramente de sus cavilaciones. Kingsley rodó los ojos y tamborileó con los dedos en el pergamino extendido en la imponente mesa de roble adornada en su centro con el lema de los Black.

−Así que esto les enseñan hoy en día, maldita sea. ¡Un desapego por completo a acatar órdenes de sus superiores inmediatos, una desaprensión sobre todo lo que respecta a la autoridad competente! Y por sobre todo, una ignorancia bárbara sobre el básico principio de la seguridad const… ¡Con que aquí estás, menos mal, ya te dábamos por muerto!

Tonks parpadeó. Del pasillo llegó entonces el crujir estertóreo de las escaleras y un hombre de mediana edad brotó en la sala con la ropa algo raída y de aspecto enfermizo, alertado por los gritos y los ruidos del piso inferior. Se vio sorprendido y divertido por el saludo algo brusco del Auror , mas le apretó la mano con candidez a Kingley, quien subidamente se sintió agradado y complacido de tener a alguien con quien adelantar trabajo y conversar mientras Ojoloco y Tonks pasaban por su usual round de provocaciones.

Remus Lupin entró a la sala atraído en primer lugar por el objeto más colorido y bullicioso del lugar. Miró a la mujer que gesticulaba burlonamente con profunda curiosidad. El pelo verde resaltaba obscenamente entre las paredes mustias y sus risas retumbaban en toda la casa.

Así era el hombre detrás de la mancha. Parecía increíblemente cansado, como si todos los años en cautiverio le encorvaran los hombros y lo jalaran hacia el centro de la tierra. Miró a Tonks con toda la amabilidad de la que se podía hacer acopio cuando está insufriblemente casado, asombrado por cabello verde brillante, dispuesto a sortear la distancia para un saludo más formal, aunque a ella le pareció increíble que pudiera esgrimir una sonrisa y caminar luciendo tan deteriorado. Aunque en la sonrisa que esgrimió había algo ausente. Quizá un dejo hostil, o falso, no supo dilucidarlo. Tonks abrió la boca para saludar a quien pensaba que era Sirius, más destruido y arruinado de lo que habría supuesto, cuando Ojoloco clavó su dedo índice –un dedo más puntiagudo y enérgico de lo que habría imaginado, también- en su clavícula para llamar su atención. Se distrajo.

−Más que la capacidad innata de sacarme de mis casillas, de la cual haces gala cada vez que se te va en gana −prosiguió Ojoloco con su dedo ceñudo y su ojo dando vueltas frenéticas ante la sonrisa de Tonks- , deberías pensar en tus capacidades como auror, en tus habilidades básicas, en los pequeños detalles, que son los verdaderamente relevantes a la hora de…

Remus enarcó una ceja. La mujer a la que Ojoloco parecía aleccionar ostentaba un fulguroso pelo cortado en punta y parecía importarle un bledo y solazarse en ocasionar que su ojo girara febrilmente. No se molestó mayormente al no recibir el saludo, aunque lo consideró una falta de tacto, quizá. Agradeció internamente que no tuviese que caminar más de lo necesario y acercarse a la fuente directa de todo ese estruendo. Le palpitaban dolorosamente las sienes.

−¿Y? ¿Qué tal te va, Remus? −carraspeó Kinsley ruidosamente, palmoteándole con fuerza la espalda, claramente ansioso de avanzar algo aquella tarde. Remus apretó los dientes. No sabía porqué su irritación iba en aumento-. ¿Has terminado ya con la habilitación del último piso?

−Sí, King, todo bien −respondió pasándose una mano cansada por el cabello entrecano, resintiendo las palmas vigorosas del mago sobre sus hombros molidos. La funesta luna llena había sido recién hacia dos días-. He estado trabajando toda la tarde con Sirius. Hay toda clase de criaturas mágicas allá arriba alimentándose del polvo.

−Hmmh. Parece un laberinto en aquel sitio. −Kingsley Shaclebolt miró el plano de la mansión asintiendo, conforme de que hubiera algún progreso.

−En efecto −suspiró. Más de lo que debería hacer en mi estado, quizá, pensó Remus Lupin haciendo rodar su cuello. Pero a Sirius le hacía bien, le hacía sentirse útil. Y tal vez también a él el sentirse ocupado ahuyentaba los fantasmas y las telarañas de su propia mente por unas horas. Aunque no estaba seguro si el esfuerzo físico de distraerlo compensaba el malestar general que sentía en ese momento por la privación de sueño. Necesitarían de más varitas con aquella casa infestada de toda clase de fauna mágica.

Además que había sido un día aciago, Sirius estaba cada vez más irritable y melancólico, con él mismo encontrándose en iguales circunstancias. No parecían muy reconfortantes el uno para el otro. A veces ni intentaban consolarse. Estaban solos, pero acompañados. Y para peor rodeados de una colosal capa de polvo. Remus se preguntaba a menudo ociosamente si es que si alguno de ellos moría serían capaces de encontrarlos bajo toda esa mugre.

Shaclebolt preguntó algo sobre la luna llena que él no alcanzó o no quizo oír y sonrió a medias como toda respuesta. Pensó que su sonrisa debía ser francamente lamentable para que el auror le mirara con una preocupación silenciosa. Remus, volvió a mirar a Ojoloco y a su interlocutora, que seguían sonoramente discutiendo y se sintió extrañamente molesto. Kingsley, notando su curiosidad hizo las pertinentes introducciones aunque sólo para Remus, pues Tonks seguía poniendo a prueba la paciencia de su superior colocando su varita ahora bajo su axila.

-Pues ya conoces al encantador Alastor Moody –señaló Kingsley ondeando su mano grande y carnosa, tratando de quitarle hierro al ambiente-, y esta jovencita aquí es Nymphadora Tonks, mi subordinada en el Ministerio de Magia, y reciente miembro de la Órden, fichada por su…

La aludida puso un alto súbito a los consejos de guerra de su profesor, pareciendo sentir en un radar oculto en su oreja el pronunciamiento de su nombre y arrugó el ceño hacia él con un desparpajo irreverente.

-Es Tonks, King –le reprendió con un dedo amenazante sorprendentemente parecido al de Ojoloco. Remus Lupin clavó su mirada en ese dedo erguido, algo ofuscado por el alza en los decibeles–. Tonks. Ése es mi nombre, te lo he dicho más veces de lo que recuerdo. ¡Y tú Ojoloco y tus delirios psicóticos! ¿Podrías explicarme exactamente cómo diablos conociste al mago que se quemó las nalgas y, lo más importante, qué bebieron para que te contara su accidente desafortunado?

Remus Lupin se quedó impresionado y tuvo que refrenar con una severidad del todo innecesaria un acceso de risa –la primera que había tenido en todo el día- que afortunadamente pasó sin desaires como un carraspeo. Luego recobró su seriedad irritada tan extraña en él y miró a Kingsley para sopesar la situación. Ni es su mejores tiempo de juventud y vigor habría él tratado así a un mago tan importante como el que ella tenía adelante. Kingsley por toda respuesta esbozó una sonrisa de circunstancias como tratando de decir 'ella es buena aunque completamente irritante e irrespetuosa'.

En realidad, en la cabeza de Remus el que Kingsley justificara su presencia allí era totalmente superflua. En primer lugar, Dumbledore elegía sabiamente y con pinzas cada pieza de la Orden y él confiaba plenamente en su criterio, así quedaba por descartado que la presencia allí de la joven estrafalaria era del todo necesaria, o en menor medida, útil. Por más que él tuviera sus reparos. En segundo lugar, en sus días de profesor en Hogwarts una o dos veces ya se había topado con un par de alumnos que trataban a los propios profesores como pares e iguales cayendo muchas veces en unos modos ligeramente descorteses, aunque ellos no lo percibiesen de esa manera de forma consciente. Y en tercer lugar, que ella fuera o no idónea para el cargo no estaba ni remotamente en las fronteras de su incumbencia.

Quizá, pensó, frotándose las sienes punzantes, con los ojos y cabeza cansados por los ruidos y por la luz de la lámpara de lágrimas sobre sus cabezas, la muchacha estaba sobre excitada por pertenecer a la mítica Orden del Fénix y por eso ostentaba una actitud tan histérica, desprovista de la seriedad de quienes han vivido ya las penurias de una guerra y saben restarle el romanticismo de las leyendas bélicas y la oposición armada. Quizá exhibía ese comportamiento porque sufría de ínfulas de grandeza por haber sido seleccionada después de pasar por tan concienzudos filtros. Quizá para ella era un juego. Tal vez su conducta ocultaba que en el fondo no se sentía capaz de tan grande y metódica tarea para sus albores juveniles, y se sabía inexperta, insegura, debutante y débil. O quizá lisa y llanamente ella era así, extrovertida y agobiante; ruidosa y extravagante, un nuevo perfil de aurores enérgicos. O quizá él ya estaba obsoleto, irritable y viejo para comprender a muchachas de pelo verde y risotada galopante.

Sólo sabía que en sus actuales circunstancias adoloridas aquella explosión de ruido casi le pareció descortés y fuera de lugar, pensamientos poco halagadores y sumamente extraños de cobijar en una mente como la suya que tendían por convicción y por su propia salud mental a extraer siempre lo bueno y agradable de la gente para no amargarse de más su existencia con todo lo malo que le podían disparar las demás personas a él.

-Fichada por su continuo descaro a la autoridad y su desacato contante –completó Álastor, disgustado, con el dedo en ristre todavía, pues nunca usaría la varita con un compañero de oposición aunque fuese para aleccionar a oveja descarriada –nunca se sabía los nefastos resultados que podría traer semejante descuido-. De pronto, Nymphadora Tonks miró a Remus Lupin directamente a los ojos levantando las cejas, en la mirada un fulgor juguetón. Él respondió torpemente a esa súbita muestra de complicidad inesperada completamente en su estado de rumiante de irritación silenciosa contra ella. Sólo atinó a subir los hombros. Tonks le sonrió a Remus, como riéndose de que fuera tan tieso, solazándose en tomarle por sorpresa, como si supiera exactamente lo que él estaba pensando acerca de ella. La mirada sólo duró una fracción de segundo. Luego la mujer fingió una inconmensurable indignación para con Ojoloco y comenzó a molestarle por sus delirios de persecución.

Remus Lupin entonces se sorprendió de la escasa paciencia que había tenido y suspiró sintiéndose culpable, volviendo de lleno a su temple habitual. Había tenido un acceso de amargura poco usual en él pero ya lo tenía medianamente bajo control. ¿Qué diablos le había pasado?

Luego de alguna perorata que ninguno de los oyentes se ocupó realmente de oír, Ojoloco tomó aire para retomar otra idea:

-Nymphadora, francamente me parece preocupante…

-Ya va –interrumpió ella volteándose al árbol nuevamente-. King parece tenerlo todo cubierto.

Kingsley ya había perdido las esperanzas de tener un compañero servible o por lo menos más locuaz con él y se avocaba al estudio del plano. Remus seguía cavilando, recriminándose por sus pensamientos. Le atribuyó la negra amargura y los prejuicios esgrimidos a su condición delicada de salud. El sopor de su cuerpo quizá había activado la parte más negra de su consciencia, una veta nefasta que él no sabía que tenía en su parte humana, que pensaba que se mostraba cuando se convertía en una bestia. Mas en su interior sabía que era vergonzoso que él, precisamente él, acogiera aunque fuese el más insignificante de los prejuicios. Y es que más encima de ser completamente infundados, pues en realidad escasamente se podía decir que las recriminaciones de ambas partes –Tonks y Moody- fuesen reales más que el solo placer de molestarse mutuamente, él había dedicado toda una vida a derrocar las injusticias detrás de las conclusiones apresuradas. Por lo demás de no haber sido verdaderamente competente Alastor Moody ya la habría convertido en un hurón de color a su elección.

Ojoloco volvió a refunfuñar.

-Ya va, Ojoloco –le contestó Tonks con desparpajo sin mayores muestras de perturbar su posición frente al árbol -. Déjame contemplar por un minuto a mi adorable familia –silabeó con marcado sarcasmo. Ladeó la cabeza y contempló a Remus Lupin. Se había puesto seria.

Miró el mural unos segundos más y después con resolución se dio media vuelta y clavó de nuevo su mirada fija en él, sorteando con una zancada la distancia.

-Creía que había bastado ya con el retrato de mi cautivadora tía –dijo con ironía liviana, sin veneno. Luego sonrió sin ningún atisbo de resentimiento-. Curioso amor fraternal de esta familia.

Remus se sintió como un completo imbécil. Estrechó la mano que le ofrecía sin despegar los labios.

-Soy Tonks, la hija de Andrómeda Black y Ted Tonks -se presentó con una seriedad mortal. Luego relajó el ceño con desdén divertido agregó mirándolo:-Por ahí debió estar mi hermoso retrato, ya ves, esta familia se perdió dos grandes personalidades.

Remus no entendió o pensó que se refería a su madre. Así que ella era sobrina lejana de Sirius Black. Por más que indagó en su rostro no halló semejanzas. Ella señaló vagamente el árbol haciendo que las pulseras de cobre tintinearan en sus muñecas. Ojoloco rodó los ojos criticando tanto su seriedad jovial como su jovialidad disfrazada de seriedad de la que había hecho alarde antes. Aquella era su dinámica de criticarla duramente sin que Tonks le tomara realmente en serio puesto que a Alastor el tener un objeto de sus críticas le hacía sentirse vigente.

-¿Y? ¿Qué tal era mi madre cuando joven? ¿Era tan bruja como lo es hoy? ¿Qué tal la adorable Bella y amada Cissy? La otra vez vi a Draco Malfoy, qué niñato más engreído y desagradable, no puedo creer que sea algo mío. ¡Pero qué digo! ¡Con los Weasley también estamos emparentados! Aunque será muy lejanamente, aquello de verdad es genial, pero es algo perturbante. Yo solo digo, dos de cada tres personas son mis parientes. Si tenemos hijos entre nosotros concebiremos ranas y magos con cola. -Ella siguió hablándole acerca de su vida, preguntándole cosas. Remus sólo la miraba y se sentía tremendamente incómodo y avergonzado consigo mismo, y el que ella no lo recriminara en absoluto lo hacía hundirse más en la auto recriminación.

-Entonces, Sirius, ¿cómo escapaste de Azkabán?

Alastor Moody y Kingsley Shaclebolt parecían por fin dedicarse de lleno a su análisis de los planos si mayores distracciones, aunque ahora Ojoloco se quejaba porque el ruido no lo dejaba concentrarse plenamente y Shaclebolt negaba disimuladamente, incrédulo.

Remus abrió los ojos ante la pregunta. Ladeó la cabeza y sonrió sinceramente divertido, la primera sonrisa genuina en toda la tarde.

−Sí, Sirius, ¿cómo hiciste tan heroica huida? –surgió una voz ronca de las tinieblas. Sirius Black se apersonó en la sala con cara de malos amigos y miró con ojo crítico a su familiar frunciendo la boca en forma desagradable. La atmósfera pareció cambiar y una nueva clase de hostilidad se alzó en el aire.

−Oh. −Tonks recobró olímpicamente el aplomo de la sorpresa, miró a Remus con falsa indignación por haberla estafado y le sonrió a su tío con sorna, escaneándolo y dilucidándo exactamente su personalidad complicada-. Usted debe ser Sirius Black.

Sirius acusó recibo de que a él no lo tuteara y a Remus Lupin sí. El licántropo se revolvió incómodo, mas que activaran a Sirius de esa manera y lo sacaran de su letargo soporoso le desempolvó una vieja mueca de burla. Quizá se llevarían bien, eventualmente. Aunque desde el primer momento, ella había sido con él diferente, había sido un duelo, una competencia. Sirius, endurecido como un cristal en prisión, reacio a transar y a encontrar matices como en su juventud, de frentón la encontró altamente molesta, ruidosa, petulante y falsa, y a diferencia de Remus, que había sido lo bastante criterioso y caballero para no hacérselo saber en demasía -sobre todo porque él tenía los nervios, la paciencia y la honradez como para analizar su propio comportamiento y concluir que había actuado horrorosamente mal-, él no tenía escrúpulos para aullar lo fastidioso que le resultaba tener cerca de él a un miembro relativamente cercano de su estirpe; la cual, consideraba él, eran todos unos sádicos desconfiables que merecían el empalamiento a menos que se comprobase lo contrario.

Ella parecía torearlo a propósito. Él arrugó la nariz manifiestamente ante su cabello verde y no ocultó su desprecio. Remus casi se horrorizó sonoramente cuando Sirius la miró de arriba abajo con gesto de desaprobación, casi como decepcionado de que ella no cumpliera con los stándares de los Black cuando precisamente debía alegrarse de que fuese al revés. Cualquiera se abría sentido rechazado, mas ella ni pareció notarlo o le importó muy poco. Remus se revolvió culposo y algo irritado con su amigo por tal recibimiento, aunque él mismo no le había proporcionado grandes bienvenidas. No podía evitar juzgar a su amigo por no tener los modales de los que él mismo había carecido, pero pronto se dio cuenta de lo hipócrita y se irritó al no poderse irritar con Sirius.

−Interesante color de cabello. Muy serio y sofisticado. Ideal para este trabajo tan ligero y frívolo.

Nymphadora Tonks no se inmutó. Sólo pareció brillar en sus ojos el desafío. Remus carraspeó. De pronto notó que se parecían en los ojos. Más de lo que habría supuesto. Quizá se llevarían mal.

−Interesante familia.

−Igualmente −respondió Sirius, burlón, aunque completamente malhumorado. Ella torció el gesto-. ¿Cómo me reconociste? ¿Algún rasgo tuyo que identificaste en mí?

−Oh −se regocijó ella−. Reconocería la mueca de la boca de mi queridísima tía Walburga donde fuese. Sólo ahora me acaba de dar una fantástica bienvenida.

Sirius demudó la expresión.

−Y todavía falta más. Ahora mismo mandaré a que Kreacher te sirva cariñosamente un poco de té.