Thomas y Julia Sommers

Vuestras hijas no os olvidan

Flora releyó el sencillo epitafio de la tumba de sus difuntos padres. Nada le hubiera gustado más que tenerlos junto a ella, pero había sido imposible. La muerte se los había arrebatado demasiado deprisa. Afortunadamente, ahora descansarían en paz eternamente, felices dondequiera que se encontrasen.

Con cuidado, depositó un precioso ramo de claveles encima de la lápida y encendió una pequeña vela. La llama bailaba con el viento, como indicándole que su presencia aún seguía allí. Flora cruzó las manos sobre su regazo y rezó en silencio durante algunos minutos. En Linphea era tradición recitar unos versos a los parientes fallecidos.

Los cielos y la tierra se regocijan.

El espíritu de los Bosques está impregnado

de todas las fuerzas de los cielos,

con todo el amor de quien le ha creado.

La luz entre las hojas brilla.

El recipiente sagrado se ilumina.

Es el poder de la semilla,

resplandeciente sobre la Tierra Divina.

-Flora, se nos ha hecho un poco tarde. El autobús está a punto de salir.

Ella asintió. Llevaba tanto rato en el cementerio que había perdido la noción del tiempo. Le echó un nuevo vistazo a la tumba y tomó la mano que Helia le ofrecía. Aun después de todo lo sucedido, no la había dejado sola ni un solo minuto.

Después de la batalla contra Argentum había reanudado su antigua vida en Alfea. La directora Faragonda había aceptado readmitirla y le había dado un trabajo en la escuela. Le estaba muy agradecida. Sin embargo, lo mejor de haber vuelto era haber podido recuperar a sus amigas y, sobre todo, a su hermana Miele. La pequeña se le había echado encima literalmente en cuanto la había visto llegar.

La puerta metálica del cementerio se cerró tras ellos con un chirrido. Flora pensó que era una metáfora curiosa: había dejado atrás a la muerte para recuperar al fin su vida.

-Te quiero.

Flora miró hacia arriba y sonrió. Los ojos grises de Helia brillaban de una forma especial cada vez que le decía aquello.

Por fin iba a ser feliz, iba a luchar por el futuro.

Y este ha sido el final de Espinas, mi primer fic. Espero sinceramente que os haya gustado. Cuando empecé a escribirlo no pensé que se alargaría tanto, pero vuestras visitas y comentarios me han ayudado muchísimo a continuar. Algunos lo habéis pasado mal (e incluso habéis llorado) y lo siento, pero en parte es algo positivo, pues me ha hecho saber que la historia os ha capturado completamente. Una vez más, gracias a todos por vuestro apoyo incondicional. Esto ha sido solo el principio, así que ¡Hasta la próxima historia!