Prólogo: El Comienzo de todo
Cierta chica rubia de 14 años corría a toda velocidad, no quería volver, ni mucho menos ver a nadie. Tropezó y cayó al húmedo suelo. Esa noche llovía como nunca en Mellowbrook. Comenzó a temblar por el frío y por el ardor de sus heridas en sus rodillas. Se colocó dificultosamente de pie y siguió su camino, descendiendo la velocidad por la poca energía que le quedaba.
Escuchó, o más bien, vio que alguien se acercaba. Notó que era alguien que conocía demasiado bien. Su vista comenzó a nublarse. Sentía sus pies sin energía, débiles, comenzando a tambalearse.
— ¿Kendall? — Logró oír antes de que su vista se apagara y cayera nuevamente al suelo.
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— No le digas a nadie de esto, mamá. — Escuchó la voz de Clarence.
— Muy bien, hijo. Pero… ¿qué hacía la hija de los Perkins fuera de la casa?
— Me la encontré mientras volvía a casa, cuando le iba a preguntar se había desmayado.
¡Oh no! La habían descubierto. Necesitaba irse de allí, pero tenía fiebre, sus músculos estaban entumecidos, le dolían las rodillas, que no paraban de sangrar. Soltó un gemido de angustia, no quería que llamaran a sus padres. No sabía si seguía consciente de lo que hacía, pero aun con los ojos cerrados, dejó escapar un par de lágrimas.
— Hijo, déjame sola con ella. Yo la revisaré. Luego te llamo. Cuando despierte, de seguro tendrá hambre o sed. ¿Le puedes preparar algo?
— ¿Bromeas? ¡No sé cocinar!
— Por favor, hijo. Aunque sea una sopa.
Escuchó un bufido por parte del acróbata y la puerta cerrarse. Sintió unas cálidas manos en sus rodillas. Cálidas. De una verdadera madre. Una verdadera familia. Gimió al sentir el alcohol resbalando por los raspones de sus rodillas.
— Tranquila, pequeña. Ya pasará…
— No… No, no, no…— Murmuró asustada.
Su corazón se congeló al sentir que la madre de su enemigo le subía las mangas de su blusa negra. Escuchó un grito ahogado por parte de la mujer. Era de esperarse.
— ¡Kick! — Gritó más audible, causándole un poco de dolor a la rubia.
Escuchó la puerta abrirse de golpe.
— ¿Qué sucede?
— Oh, Dios mío… Tú… ¿No sabes que pasa en su familia?
Kendall soltó otro sollozo. Sintió al acróbata acercarse y sus dedos se posaron en sus muñecas, llenas de cicatrices y heridas de cortes, abiertas.
—… ¿Ella se hizo esto?
— No lo sé, hijo. Pero son profundas, hechas hace meses… Esta niña…
Sollozó nuevamente.
— Kendall, estás… ¿despierta? — Logró oír.
La joven, como pudo, asintió suavemente. Soltó un suspiro ahogado, lleno de angustia. Finalmente abrió los ojos, dejando escapar más lágrimas. Fijó sus ojos cansados en su enemigo. Siguió llorando. Apartó su brazo de la mano de Kick. Este la vio sorprendido por la acción. Luego fue agarrado por la manga de su chaqueta.
— No le digas… No le digas a nadie de esto…— Lloró con más fuerza. — No quiero… No quiero más problemas con ella… No quiero…
— ¿De qué hablas? ¡¿Alguien te hizo esto?! — Exclamó furioso viendo las marcas de su brazo.
Kendall volvió a cerrar los ojos. Inhaló y exhaló pausadamente. No podía decirlo… Lentamente quedó inconsciente.
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Los rayos del sol la hizo restregarse los ojos con fuerza. Se reincorporó y notó que solo tenía una camisa blanca puesta, cubriendo hasta sus rodillas, que estaban cubiertas por unos grandes parches. Finalmente los recuerdos de la noche anterior golpearon su mente. Se levantó de la cama, no sin antes golpear algo sin querer, pero no le dio importancia. Iba abrir la puerta, cuando una mano la agarró del hombro y la volteó bruscamente. Se topó con sus ojos y su corazón se detuvo.
— ¿Cómo…?
— Te levantaste y golpeaste mi cara, señorita inteligencia.
Le costó distinguirlo, de no ser por sus ojos, lo hubiese confundido con otra persona. Era la primera vez que lo veía sin casco, dejando ver su desordenado cabello castaño.
— S-Suéltame.
— Primero dime que fue eso lo de anoche, Kendall.
— No puedo decirlo.
— ¿Por qué?
— Es simple, tú no lo entiendes, Clarence.
El chico frunció el ceño al ser llamado por su nombre. Hizo más presión en sus hombros. Kendall soltó un gemido y bajó la cabeza. Se sentía intimidada. Pensar que en un par de años su enemigo crecería con tal de que ahora ella se viera menor de estatura que él. ¿Qué esperabas? Todo es distinto ahora.
— No puedo decirlo…— Comenzó a llorar.
Kick sintió un nudo en el estómago, detestaba ver a las mujeres llorar, pero sobre todo a ella. Anoche había sido la primera vez que la había visto llorar, pero ahora estaban solos, la tenía en frente, se veía asustada, deprimida. Dejó de hacer presión en sus hombros y la soltó. Apartó la vista de ella, tratando de que el dolor que ella sentía no le afectara a él. Escuchó otro sollozo de ella. ¡Qué detestable oírla llorar! Ni él comprendía por qué detestaba verla así y se detestaba a sí mismo por no hacer nada. Sin soportarlo más, la abrazó con fuerza.
Esperaba un forcejeo o un golpe por parte de la rubia, pero en vez de eso, correspondió su abrazo desesperadamente, buscando ser protegida por alguien. Aquella… ¿Era la verdadera Kendall? Bueno, desde que la conoció, nunca fue muy abierta, no le gustaba confiar en la gente. Entonces, ¿por qué confiaba en él?
Luego de un largo rato, la rubia finalmente se calmó, pero no quería separarse de su enemigo, ella no era tan despistada como el enemigo, que apenas sabía sumar o restar, ella admitía sus sentimientos por él, pero no lo diría. Soltó un suspiro para finalmente separarse de él. Ambos miraron el suelo, avergonzados por el momento tan bochornoso.
— No quiero ir a la escuela.
— No vayas. Te cubriré y no diré nada, pero con una condición.
— Si crees que diré algo, no lo haré.
— Solo quiero saber…— Agarró su brazo derecho, subiéndole la manga, mostrando su piel vendada. — ¿Tú te hiciste esto?
La rubia fijó su vista en él, haciendo una firme lucha entre miradas. Los ojos esmeraldas de la joven irradiaban tristeza y miedo, mientras que los azules del medio doble de riesgo mostraban seriedad y preocupación.
—… No lo hice yo.
Soltó un suspiro de alivio, sabía que Kendall no era ese tipo de persona. Lo sabía.
Ninguno volvió a tocar el tema. Kick se vistió y fue a la escuela, muchos se preguntaron por qué la gran Kendall Perkins había faltado a clases. Kick omitió comentario, haciendo preocupar a Gunther, su mejor amigo, que notaba a su amigo más serio de lo normal. Prefirió no decir nada.
El chico llegó a su casa y estaba vacía. No había nadie. Un mal presentimiento lo invadió y corrió a su habitación, donde fue la última vez que vio a Kendall. La abrió y esta estaba vacía, en su cama estaba la camisa blanca y las vendas de la joven. Su ropa y zapatos habían desapaprecido. Al acercarse a su cama, vio una nota.
"Lo siento, Kick"
Arrugó el papel y miró la ventana, que estaba abierta. Allí podía ver la casa de al lado, de su vecina, pero podía notar que la habitación estaba deshabitada, se podría decir que desde hace mucho.
— Kendall…
Continuará…
Soy una niña misteriosa… Bueno, es mi primer fic de Kick Buttowski. Espero que les guste jeje… Eso Reviews!