Disclaimer: Los personajes fueron creados por la maravillosa Stephenie Meyer. La historia es una locura de mi extraña imaginación. Prohíbo la reproducción parcial o total de mis historias sin mi consentimiento. Di NO al plagio.


EPÍLOGO

Bella

Edward se paró frente a mí e inclinó su cabeza para que le acomodara su birrete. Le sonreí de manera orgullosa y besé su mejilla, dándole a entender que estaba listo. Ahora podía entender lo que significaba compartir los triunfos de la vida con la persona a quien amabas.

—Te amo. Te veo después de la ceremonia, estaré con tu familia.

Me puse de puntitas y le di un beso en los labios. Antes de que Edward pudiera responderme un carraspeo femenino nos hizo separarnos.

—¿No podías darme un minuto más con mi novia, Victoria? Eres tan insufrible.

—Oh, cállate.

Victoria empujó a mi novio hacia el escenario mientras me lanzaba una sonrisa divertida. Reí al ver que Edward no estaba contento con ella, aunque sonrió con burla cuando también reprendió a James. Acomodé la falda de mi vestido azul petróleo y me dirigí hacia mis amigos y la familia de Edward.

Encontré a la familia de Edward en las sillas de la segunda fila frente al escenario, cuando Emmett me vio comenzó a hacer gestos señalándome el asiento vació junto a su esposa Rosalie. Su boda, tres años atrás, fue un evento muy íntimo y ahora tenían un precioso niño de dos años con ojos azules y cabello negro rizado llamado Ethan.

Esme y Carlisle controlaron los gestos de su hijo por la atención que atraía, pero me sonrieron cuando me acerqué a ellos. Ninguno parecía haber envejecido, se veían tan jóvenes y radiantes a su edad que daba envidia. Esme me recibió con cariño y Carlisle con amabilidad mientras que Emmett decidió sacarme el aire de mis pulmones, por suerte para mí, Rose lo golpeó y pude recobrar el aliento para inclinarme, saludarla y hacerle cariñitos al niño en sus piernas.

El evento empezó poco después, Alice y Jasper llegaron a los minutos, saludando a todos. Ellos estaban comprometidos y su boda estaba prevista para dentro de un mes. Mi amiga aún seguía trabajando en su meta de ser diseñadora, aunque se había estado abriendo paso los últimos años y había conseguido trabajar con una marca reconocida. Jasper además de ser profesor de historia en una universidad en Washington, la apoyaba en sus locuras, tranquilo y cariñoso.

—¡Oh! ¡Ahí está Edward! —cantó Esme al ver a su hijo subiendo al escenario.

Mi novio era el encargado de dar el discurso de despedida de su generación. Se veía incomodo y serio hasta que me encontró y le sonreí. Sonrió de regreso y empezó a declamar su discurso hacia sus colegas y el resto de los presentes. Era casi imposible no prestarle atención, incluso sin proponérselo atraía la atención de la mayoria de las mujeres del lugar. Cuando terminó recibió aplausos y chiflidos por parte de Emmett, luego prosiguió a sentarse hasta que fue su turno de recoger su diploma.

Se giró hacia nosotros y levantó su diploma con un gesto orgulloso. Aún le faltaban más años de conocimientos y preparación, pero, finalmente, Edward había cumplido su meta.

Una vez que el evento finalizó las personas empezaron a dispersarse, pero Rosalie, Esme, Alice y yo nos mantuvimos frente al escenario, esperando que Edward se uniera a nosotros después de despedirse de sus colegas y profesores. Estaba tan concentranda en la conversación que salté cuando sentí unos brazos masculinos rodear mi cintura.

—Lo siento —Edward se disculpó, pero, a pesar de que las mujeres se rieron de mi reacción, no podía importarme menos.

Me giré y lo abracé, dándole un beso en su mejilla.

—¡Felicidades!

—¿En serio? ¿En la mejilla?

Reí entre dientes, sacudiendo la cabeza.

—Luego te felicito como se debe —susurré para que solamente él escuchara.

Me guiñó y se dirigió hacia los demás. Esme felicitó a su hijo de manera cariñosa, su padre se veía tan orgulloso de su hijo menor y palmeó su espalda. Alice le dio un abrazo más delicado y energético, su amigo optó por bromear y después felicitarlo, Emmett prefirió sacarle el aire como si fuera un globo y Rosalie lo felicitó amistosamente dejando que el pequeño Ethan le diera un besito ruidoso.

Para celebrar el logro de Edward fuimos a cenar en un restaurante italiano. Después de que nos sirvieran, Emmett se encargó de hacer un pequeño brindis para avergonzar a mi novio, luego mientras comíamos su padre le preguntó sobre lo que haría ahora, Edward tomó mi mano bajo la mesa y les contó a todos sobre volver a Estados Unidos para hacer su especialización en un hospital en Ohio.

Eso les agradó porque significaba que estaríamos más cerca de la familia, al menos en comparación de lo que ahora estábamos. Tres años atrás, cuando me gradué, me mudé a Londres para estar con Edward durante los últimos años de su formación y había conseguido un puesto de editora junior en una pequeña editorial. Vivir con Edward había sido todo menos fácil, pero incluso si al principio discutíamos por todo, logramos adaptar nuestros hábitos y costumbres.

Podríamos haber sido muy inmaduros en el pasado e inseguros, pero con nuestra experiencia hace años atrás, comprendimos que la comunicación era muy importante. Por eso, cuando llegó el momento de planear su futuro, él me incluyó. Hablamos sobre las posibilidades y le enfaticé a Edward que lo que decidiera, iba a apoyarlo, e incluso si era difícil, encontraríamos una manera de hacerlo funcionar.

Volver a Estados Unidos ni siquiera fue una opción al principio, no que me importara dónde estábamos porque mis padres estaban haciendo sus propias vidas, pero Edward no pensaba lo mismo. Buscó opciones y luego me las planteó, sabiendo que mi trabajo estaba ahí y nunca me pediría dejarlo para seguirlo.

Una vez que pensé mucho en el tema y reflexioné en mis prioridades, descubrí que no había nada que pensar demasiado. Él ni siquiera tenía que intentar convencerme de seguirlo, había cumplido mi objetivo en la editorial y estaba lista para un nuevo reto, y no solo en mi vida laboral, a pesar de que Edward no lo dijera, sabía que también era momento de avanzar en nuestra relación.

Aún sabiendo que en cualquier momento él intercambiaría mi anillo de promesa, estuve sorprendida cuando golpeó su copa suavemente con una cuchara para llamar la atención de nuestra familia y amigos al terminar de cenar.

—Quiero agradecer a todos por su presencia en este día especial, y no lo digo por mi graduación —dijo, girando hacia mí con una sonrisa esperanzada. Miré a sus padres y luego hacia nuestros amigos, encontrándolos con una sonrisa entusiasmada—. Bella, ¿recuerdas la promesa de años atrás?

El reconocimiento de lo que sucedería me golpeó y el entusiasmo me hizo asentir.

—Eso es bueno —comentó con una sonrisa aliviada. Levantó mi mano con el anillo de oro en mi dedo y este pareció brillar como si estuviera cobrando vida—. Creo que ha llegado el momento.

Hizo su silla hacia atrás y se puso de rodillas frente a mí. Mientras llevaba mis manos a mi boca, él sacó una cajita de su bolsillo y me sonrió con calidez.

—Edward —susurré su nombre con nerviosismo, sonriéndole con anticipación.

—Isabella Marie Swan. ¿Quieres ser mi esposa?

No solía ser muy demostrativa, pero dejé de lado mi seriedad para lanzarme a sus brazos.

—¡Si, si! ¡Claro que sí! —respondí mientras reía feliz, contenta y entusiasmada.

Edward no quitó el anillo de promesa, sino que deslizó el de compromiso para que quedara arriba de este. Lo besé y fui vagamente consciente de que estaban aplaudiendo por nosotros. Cuando nos separamos la familia y amigos nos felicitó y mientras ellos empezaron emocionarse, Edward se acercó a mí al saber que nadie nos escuchaba y habló en un susurro.

—Estoy muy feliz.

—También yo.

Me sonrió con diversión y me acercó a su cuerpo.

—Prométeme que nunca me dejaras, no quiero más intercambios de cuerpos ni viajes al pasado.

—Lo prometo.

Lo besé brevemente y me dejé arrastrar a la emoción de todos a mi alrededor. Cuando salimos del restaurante, Edward tomó mi mano y me hizo mirar hacia el cielo.

Íbamos a pasar por muchos cambios, pero sí de algo estábamos seguros era que no les haríamos a nuestras abuelas su trabajo difícil. Nos comportaríamos mejor, nos pondríamos en el lugar del otro, nos apoyaríamos, aprenderíamos de nuestros errores para no volverlos a cometer; haríamos lo que pudiéramos para avanzar y no retroceder.

FIN


Oficialmente, ahora sí, este es el final.

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