Capítulo Veintiuno


El cielo se encontraba nublado y un viento frío soplaba entre las empedradas calles del encantador pueblito que recientemente se había convertido en un lugar turístico del estado. Todo parecía indicar que sería un día muy normal para sus habitantes y locatarios; incluso para la nueva panadería que había abierto hacía poco más de una semana atrás.

El encantador, aunque pequeño local; resaltaba su sencillo letrero que ponía "Mellark´s" en letras doradas sobre la piedra clara de las paredes. El interior cálido y acogedor revestido de madera, invitaba a adquirir los frescos productos de los mostradores y la amabilidad de las dos jóvenes despachadoras alegraban un poco el día para los comensales de la Bakery.

Más adentro, en el área de los hornos; un atractivo caballero instruía pacientemente a su empleado, en el manejo de la manga para decorar los deliciosos cupcakes que irían a parar en la boda de una feliz pareja dentro de algunas horas.

-Una vez que termines de aplicar el frosting, terminas de decorar con las flores y las perlas de fondant de este modo… –explicó el hombre colocando la florecita verde y blanca sobre la punta del pastelillo.

-Sí, chef… quiero decir… –tartamudeo el joven nervioso por su primer trabajo.

-Si te tranquiliza más llamarme chef, síguelo haciendo Mich –lo calmó su jefe amablemente. –Ahora termina esto mientras me encargo de los hornos.

Dos meses habían transcurrido desde que abandonara California y su vida se sentía tan vacía como entonces. Sí, era verdad que había iniciado su propio negocio y que todo parecía marchar a la perfección. Este nuevo comienzo, sugerido por su padre, sería un cambio agradable para cualquiera, pero para Peeta Mellark no era más que un burdo intento de tapar el sol con un dedo.

Cada día sin falta, extrañaba a la chica que le había roto el corazón.

Se odiaba por hacerlo; ¿pero cómo haces entender a tu corazón que no debes amar a quién te hizo daño?

Sacudiendo su cabeza, volvió a concentrarse en los bagels que estaba preparando. Trabajar en silencio no estaba tan mal; al menos, hasta que una de sus empleadas de mostrador entró escandalosamente por la puerta.

-¿Ocurré algo? –preguntó el chef limpiando sus manos en un trapo seco. Ahora solo debía meter la bandeja al horno.

-Ya no hay pan de grano entero… ¡ah! y Hannah se lanza miradas asesinas con una mujer que pide verlo a usted –dijo la chica como si nada; encogiéndose de hombros como si cualquier cosa ocurriera.

Peeta suspiró cansinamente. Hannah parecía sentir algo platónico por él y se dedicaba a ser peor que un dragón guardián contra las clientas atractivas que iban a levantar pedidos para sus reuniones y/o cumpleaños de sus hijos. –Pásale el pan de grano –indicó a Mich mientras se quitaba la filipina; quedando en su camisa de vestir tipo jean gris; antes de atravesar la puerta.

-No la culpo –comentó la chica pelirroja mirando salir a su patrón. –Está que revienta de bueno.

El joven la miró con risa –creí que solo Hannah soñaba con el jefe.

-Sabes que yo solamente amo a Brad Pitt –contestó de inmediato. –Pero en lo que se da cuenta que soy el amor de su vida y deja a Angie, me permitiré ver a todos los hombres guapos habidos y por haber.

-Hannah –pidió Peeta con infinita paciencia cuando cruzó la puerta. Su empleada gruñó algo ininteligible y señaló a la mesita donde tomaban los pedidos. –Gracias. –Caminó hasta donde una castaña esperaba pacientemente. –Buenas tardes, lamento si mi empleada le hizo pasar un mal rato.

La mujer le sonrió. Si que era atractiva. –Estoy acostumbrada a tratar con empleadas celosas –respondió con gracia.

Peeta rió. Además de guapa; divertida. – ¿En qué puedo ayudarle?

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El día laboral terminó y Peeta tenía el número privado de la castaña que había ido a encargar cupcakes para la fiesta de su sobrino.

Debía darse otra oportunidad para ser feliz ¿no? y el papelito en su camisa parecía cobrar vida propia y vibrar energéticamente como una confirmación a su sentir.

Por otra parte; quería tirar a la basura el condenado número y ocultarse bajo sus sábanas, y dormir para poder despertar de la horrible pesadilla de una vida sin su cantante predilecta.

Estaba por cerrar el negocio, pero decidió, armándose de valor antes de ir a su casa a descansar; dejar todo en manos del destino.

Con dedos temblorosos, levantó la bocina del teléfono de la tienda y marcó el número de la mujer que acababa de conocer.

Uno, dos, tres timbres…

Y nada.

Colgó rápidamente.

Era una estupidez.

Furioso consigo mismo y su cobardía, cogió sus llaves del mostrador y se puso su chaqueta, disponiéndose para salir. Dejó encendidas las luces que tanto le gustaban porque le daban un toque cálido a su negocio; y echó llave a la puerta.

Entonces tuvo esa sensación de que alguien le estaba observando.

Enderezándose, buscó a su derecha e izquierda a alguien que le resultara sospechoso; y aunque no vio a nadie así; quien lo hizo temblar fue la figura de una mujer que estaba parada junto a la cabina telefónica de enfrente.

¿Cómo no reconocerla aunque solo percibiera la silueta bajo el faro que alumbraba en medio de la noche?

Cruzó con firmeza la calle; de pronto harto de todo. – ¿Qué haces aquí? –su voz más parecida a la de un hombre feroz que a la suya propia.

Tenía muy de cerca los desvelados ojos grises de Katniss Everdeen cuando ésta le contestó –te he estado buscando.

Peeta miró cómo la joven que le rompió el corazón bajaba la vista avergonzada; su rostro lleno de lágrimas. Pero él no se iba a doblegar, ya había sufrido demasiado. –Pues me has encontrado. ¿Qué quieres? –preguntó cruzándose de brazos.

-Yo… llevo todo el día… pensando… –la cantante parecía atribulada sobre que decir –…esto ha sido muy mala idea… –dijo con voz quebrada. Se dio la vuelta, pero antes de que pudiese escapar, el chef la cogió del brazo; odiándose, aunque ya no sabía por qué razón.

-¿Qué es lo que quieres aquí, Katniss? –su voz más suave que la anterior.

Tuvo que esperar un momento antes de que la joven respondiera muy por lo bajo; hasta tuvo que inclinarse para escucharla –disculparme.

Peeta se sintió desinflar como un globo y la ira resurgió en él –bien. ¡Pues hazlo y… y vete! –Exclamó liberándola de su agarre; siendo ahora él quien se iba.

-Te amo.

Peeta se congeló en su sitio. ¿Había escuchado bien? ¿O era su subconsciente jugándole una mala pasada?

-Te amo, Peeta.

Si. Había oído bien. Sin saber muy bien qué hacer, esperó a que Katniss continuara.

-Lamento que… lo que… lo que hice… fui muy estúpida… y tenía miedo… pero… yo… sé que no merezco, pero… y luego… me di cuenta que… yo… te… te amo. Sé que no es justo para ti… pero…

Pero Peeta ya la estaba abrazando.

La cantante comenzó a llorar ruidosamente oculta en el pecho de él; pero estas eran lágrimas de gratitud por ser amada por alguien sin resentimientos como Peeta Mellark. –Perdóname…

El chef la calló –no hay nada que perdonar si esto te ha llevado a la conclusión de que me amas y que soy lo mejor que te ha pasado.

Katniss no lo corrige: ama a Peeta Mellark y está segura que es lo mejor que le ha pasado en toda su vida.

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Epílogo

Cuatro años después.

-¡Deja ahí, Beth! –grita Katniss cuando una pequeña niña de largos tirabuzones oscuros comienza a arrancar los pétalos de unas prímulas amarillas. Con sonrisa traviesa, la pequeña Lilibeth echa a correr tras una colorida mariposa.

-Eres la más sexy y furiosa mujer embarazada que conozco –susurran a su oído.

-¡Peeta! –regaña volviéndose hacia su marido. Un cosquilleo en su espina dorsal cuando encuentra la mirada cargada de amor de su esposo; demostrando que es verdad lo que acaba de decirle. –Más tarde –promete a su ansioso chef, quien asiente en total acuerdo –ahora hay que atender a los invitados.

Es el cumpleaños de su nena y Katniss no puede estar más agradecida por ella y por el amoroso marido que tiene a su lado; mientras reciben a Prim y Rory, seguidos de los Hawthorne. Abraza a su hermana con cariño porque fue ella quien años atrás la obligó a ir a buscar a Peeta. Estará en deuda con ella por siempre.

Al jardín entra poco después Finnick, quien va acompañado de una bella chica; claramente enamorados. En seguida entran Gale y Johanna, quienes discuten la semifinal del Súper Tazón y hacen apuestas para ver ganar a su equipo favorito en la final. En cuanto Gale mira a Peeta, le hace una seña obscena con la mano y envía un beso a Katniss; quien gira los ojos por lo infantiles que pueden ser los hombres.

Peeta gruñe malhumorado y comenta algo sobre cortar ciertas amistades.

Haymitch y Effie llegarán más tarde. Han viajado a Tahití para celebrar su cuarto aniversario de estar juntos. Se la pasan peleando la mayor parte del tiempo; pero cuando Peeta les preguntó porqué seguían juntos, ambos rieron y los Mellark no quisieron saber más.

Delly y Ernesto ya están jugando con los niños invitados; incluyendo los suyos propios. Y la señora Everdeen corta la tarta – ¡esta vez te luciste, Peeta, hijo! –Ni Gale puede refutar eso por la boca tan llena que tiene de pastel y cupcakes dorados.

-No nos hace falta nada más –comenta Peeta satisfecho, sentado en el sofá columpio al lado de su esposa. Miran a su niña obligar a su tío Gale a hacerle de caballito; Lilibeth es la única que puede doblegarlo.

-Si nos falta algo –indica contradiciendo Katniss Mellark. Peeta la mira sin comprender. –Más bien alguien –señala su enorme barriga. –Aunque no tardará en llegar y el doctor dice que todo saldrá bien.

-Entonces nuestra vida será más que plena. –Hace una pausa y Katniss sabe lo que su esposo está pensando; todo a través de los ojos azules que tanto ama.

-No extraño nada de mi vida pasada, Peet, amor. Ni la fama, ni las riquezas podrían darme lo que tengo ahora.

-¿Una enorme barriga?

Katniss se ríe –a ti, tontito.

Peeta asiente satisfecho con la respuesta –lo sé; únicamente quería comprobarlo.

Y bajo la sombra que les hace el enorme árbol; se besan, sellando una vez más su pacto de amor del uno con el otro.

-Sabes muy bien, ¿de qué son los cupcakes? –pregunta la señora Mellark separándose muy poco de su esposo.

Peeta se encoge de hombros –de canela dulce, porque así me sabe tu amor.

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Diciembre 2013


Este es el fin.

Espero que les haya gustado tanto como a mí me gustó escribirlo. Me siento contenta de poder concluir esta historia y no dejarlos en ascuas como se diría por ahí.

Debo informar que mi vida ha dado un giro de 180° y esa es la razón de porqué he tardado tanto en actualizar mis historias. Estoy aprovechando estos pocos días de vacaciones que tengo para poder cerrar este ciclo y pues hoy concluyo con Kitchen Love. Así mismo les invito a leer un nuevo one de época que voy a subir; resulta que ya lo tenía terminado y sólo le faltaba corrección ortográfica por lo que se me ha hecho un desperdicio no publicarlo; así que pasen y léanlo si gustan, lo encontrarán como: "Una mujer judía"

Sin más; saludos y gracias mil por su apoyo al leerme y escribirme amables reviews.