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Tercer paso: Expresión de amor

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Corría con ella en brazos, saltando entre los tejados y árboles, al parecer sin rumbo. La chica forcejeaba intentando librarse de los brazos de su captor, dando golpes a diestra y siniestra en el pecho del joven; pero este, ignoró sus vanos intentos.

Claramente podía sentir la furia emanar de ella. Estaba molesta, no cabía la menor duda. Pero por ningún motivo se detendría, no ahora que había llegado tan lejos, que había planeado todo y al final había salido como esperaba.

Bueno, tanto así como que todo hubiera salido bien, no. Que los locos se hubieran aparecido de esa manera, atacándolos, reclamando lo que consideraban suyo, eso no lo había planeado. Aunque si había considerado la posibilidad de que aquello sucedería, y no en vano lo había hecho. Suficiente había tenido con aquella amarga experiencia años atrás. Había aprendido bien la lección.

Sintió a la chica rendirse a sus fuerzas, al parecer estaba agotada. Sonrío al mirarla levemente por unos segundos y ver que cerraba los ojos. ¡Claro! ¿Qué caso tenía que ella siguiera luchando si no la dejaría ir? Al parecer ella había comprendido aquello, pero ya se encargaría de él luego, de cobrárselas todas.

La joven rememoró todo lo ocurrido durante los días anteriores, hasta llegar al momento en que se encontraban. Intentaba atar los cabos sueltos de la situación, unir cada detalle en conclusión con aquel libro que aún sostenía entre sus manos.

Las palabras de Nabiki hacían eco dentro de su cabeza. Lo dicho por su ahora esposo, parecía ser producto de su imaginación. ¿Quién en su sano juicio pensaría que Ranma sería capaz de decir algo como aquello? Aceptar que se había casado con ella porque así lo había querido. Sobre todo delante de aquellos locos que los habían acosado por años.

Pensó que debía ser una cruel broma de su fértil imaginación, producto del agotamiento acumulado por días de intensas emociones. Emociones de las cuales el joven que la sostenía en brazos, era el único culpable.

Sintió como él se detenía repentinamente y abrió los ojos. El joven la bajo con sumo cuidado y ella se separó de él con brusquedad. Todo su enojo había regresado. La furia era evidente en esos ojos que tanto le gustaban, y no la culpaba.

Suspiró profundamente, a sabiendas que ese momento llegaría.

Era consciente que tendría que enfrentarla, que la final tendría que decirle toda la verdad. Y por supuesto, también tenía la certeza que ella lo golpearía. Ese era un castigo que estaba dispuesto a recibir con gusto, después de todo, no había nada que hacer. Ella era suya, su esposa, y nada podría cambiar aquello.

Sintió su mejilla arder, producto del impacto de una fuerte bofetada. Un golpe fue recibido gustoso en su abdomen. Era un golpe cargado de furia, de frustración, de decepción.

La observó dar cada golpe, cada bofetada. Todo con una infinita paciencia.

— ¡Defiéndete! — ordenó dolida. Dolida por ese sentimiento que la comía por dentro, por esa duda. Un par de lágrimas corrieron por sus mejillas. Cada golpe dado, le dolía a ella misma. Todo por ese cruel sentimiento de amor que albergaba su corazón.

— ¡No! — dijo el joven con firmeza, considerándose merecedor de todo lo que ella quisiera hacerle.

La joven frunció el ceño y apretó los labios. ¿Quién se creía él para hacerla sufrir de esa manera? ¿Acaso no era un artista marcial capaz de defenderse, de defender sus principios? ¿Era tan difícil para él defender lo que quería?

Se detuvo bruscamente al darse cuenta de lo que realmente quería. Tan solo quería que el fuera capaz de aceptar las cosas abiertamente, de que se comunicara con ella sin restricciones. Suficiente había sido el tiempo de duelo en su relación, era para ella el momento justo para que el aceptará las cosas con madurez y responsabilidad. Que ese sufrimiento de amor acabará de una vez. Nada dolía más que el silencio de él ante sus sentimientos.

— ¡Cobarde! Solo me has utilizado. Haz hecho de mi lo que has querido — dijo molesta, pero consciente de que debería atacar el orgullo del joven. Se aproximó dispuesta a dar otro golpe, pero este no llegó. El joven había detenido sus manos, sujetándola de la muñeca. Se removió dispuesta a defenderse, él no lo permitió.

— Te equivocas — dijo seriamente —, no te he utilizado… bueno no del todo… tal vez — murmuró por lo bajo, sintiéndose avergonzado. De alguna manera él sentía que si lo había hecho, todo por la forma en que había hecho las cosas —. ¡No es lo que crees!

— ¿Ah, no? — lo interrogó retándolo a continuar.

— Estoy cansado, Akane — le dijo liberándola de su agarre—. Cansado de todos los malentendidos. Ella lo miró sorprendida. La calma con la que le estaba hablando, era la misma que había utilizado con ella durante los días anteriores. Parecía estar abatido.

Lo vio darle la espalda y se enfadó por ello, y en una reacción por mero impulso, le arrojó el libro asestándole en la cabeza. El joven se quejó y observó aquello que lo había golpeado, no pudo evitar sonreír ante la reacción de su esposa.

Levantó la mirada y vio como ella lo observaba con el ceño fruncido. Miró una vez más aquel libro que tanto le había ayudado, y una idea cruzo por su cabeza haciéndolo sonreír traviesamente. Lo haría una vez más, su lectura le ayudaría por última vez.

Se acercó a ella con paso firme, sigiloso, decidido. Dispuesto a llevar a cabo lo que su corazón le dictaba hacer. Después de todo era suya, nada lo detendría. La joven retrocedió, pero él fue más rápido. La detuvo jalándola del brazo, pegándola contra su cuerpo. Colocando sus manos en su cintura, la envolvió en un fuerte abrazo.

— "Si le pegas, tiene el derecho de besarte" — citó la última página del libro, sorprendiéndola. Quiso protestar, pero los labios de Ranma aprisionaron las suyos. Se sorprendió por lo osado que había sido aquello, pero las vibraciones por la sensación de aquel beso, la obligaron a cerrar los ojos y corresponder gustosa.

El beso fue profundo, desesperado y cargado de necesidad. De esa necesidad de pertenecerse mutuamente, de decirse lo que sentían el uno por el otro. Era una declaración muda, sin palabras innecesarias.

Separó sus labios de los de ella con pesar, con las ansias de volver a probarlos nuevamente; pero se contuvo. Por un momento la timidez quiso hacer presa de él, pero no lo permitió. Necesitaba continuar, avanzar junto a ella, decirle lo que tenía que decirle.

Acercó sus labios a los de ella y la beso nuevamente con suavidad, mordiendo su labio inferior de una manera seductora.

— "Si te muerde los labios al besarte, quiere que seas de él" — volvió a citar —. Y yo… quiero que seas mía, Akane.

— "Si te besa en el cuello, está loco de amor por ti" — le dijo acariciando el cuello de la chica, haciéndola inclinar levemente la cabeza y depositando un tierno y suave beso en esa zona.

— "Si te mira a los ojos fijamente… está muy enamorado de ti" — le dijo encontrando sus ojos, observándolos con intensidad, entablando esa conexión que siempre habían tenido. Acercó nuevamente su rostro al de ella, pasando sus labios por sus mejillas hasta llegar a su oreja, mordiéndola levemente y depositándole un suave beso —. Te amo, Akane. Siempre lo he hecho — le susurró cerrando los ojos.

— "Un… un beso en la oreja, quiere ser amado" — dijo tímidamente rompiendo el silencio. Siendo ella la que prosiguiera con lo que había que decir —. Yo ya te amo, bobo.

Ranma la besó con toda la intensidad de la que pudo hacer uso, como si de una batalla se tratara. Quería demostrarle lo mucho que la amaba, cuanto deseaba mantenerla a su lado.

— ¿Y ahora, qué? — preguntó la joven cuando se separaron.

— Podemos quedarnos aquí — le dijo cínicamente señalando una pequeña cabaña de la que no se había percatado —, como lo planeé.

— ¿Tu planeaste? — preguntó ella con incredulidad levantando una ceja.

— Por supuesto, no quería que te fueras — dijo ofendido y sin pensar. Se tapó la boca en cuanto se percató de lo que había admitido.

— ¡Ranmaa! — lo llamó con el ceño fruncido. Él solamente cerró los ojos, seguro de que estaba enfadada nuevamente —. Solo me iré unos días, bobo — le dijo jalándolo del cuello de la camisa.

— P-pero… — no pudo decir más porque ella lo sorprendió con un tímido beso.

— Nabiki ocupará mi lugar — dijo para complacencia del joven, quien la tomó en brazos y se dirigió con ella al interior de la pequeña cabaña.

Miró de reojo aquel libro en el suelo, agradeciendo internamente a quien había osado escribir su contenido. Lo había ayudado mucho más de lo que pensó.

El libro se meció con el vaivén del viento y se detuvo exactamente en una página, citando algo que ninguno de los dos jóvenes vio.

"El amor verdadero llega sólo una vez en la vida, las señales de amor son muchas. Existen infinitas maneras de demostrar el amor con tan solo gestos y lenguaje corporal, y la entrega total en cuerpo y alma; es la máxima expresión de amor"


Hola a todos, gracias por haberme acompañado en esta historia, la cual no tengo ni la menor idea de donde salió. Es algo que simplemente llegó como una de las cientos de locuras que se ocurren día a día.

En esta ocasión, me he permitido jugar un poco con el carácter de los personajes, sobre todo de Ranma. Debo reconocer que estuve reticente a publicar los últimos capítulos, me ha dado una de esas facetas en donde todo lo escribo me parece mal. Sin embargo, puedo decir que hemos llegado con éxito al final XD

Gracias por sus comentarios, ya que han ayudado a que mi ánimo se recobrara un poco y dejara de andarme de vaga.

Gracias a mis amig s del foro de Ranma ½, por apoyar y fomentar un poco más del vicio. Agradezco la ayuda que mi amiga Liz me brindo, es quien más me acompaño en mi vagancia y tuvo mucho que ver en que lograra terminar este capítulo. También agradezco mucho el apoyo de Erza, a quien he tomado como mi porrista personal ;)

Espero que hayan pasado un excelente día San Valentín.

¡Felicidades a todos!

Que aunque tarde, les desea de todo corazón:

Su amiga Cristal Alexis.