Capítulo VIII.

Verla dormir así de quieta despertaba en él algo que le estaba costando mucho comprender. Tenía el cabello revuelto y los labios rosas un poco entreabiertos, respiraba con tal calma que parecía que ese era el verdadero sueño ideal. Cruzó los brazos por detrás de su cabeza; escucho exhalar un enorme suspiro a la pelinegra. Debía quitarse esa estúpida sensación de eso irreconocible, la mujer se movió despacio colocando la palma en su pecho y sintiendo como los dedos lo acariciaban despacio. Inuyasha soporto el gruñido que quería escaparse de sus labios. Estaba calentándose por una mínima caricia ni siquiera racional, realmente no entendía como había sido que el sexo fuera tan placentero con esa mujer.

—Inuyasha…— susurró Kagome mientras se envolvía con la sábana.

Observó callado mientras se levantaba de la cama, ¿ella se vería exactamente igual en la cama de Kouga? ¿Habría pronunciado también el nombre de él? Un repentino enojo lo asaltó. Bufando se levantó para irse a duchar a su habitación.

Se detuvo de repente con los ojos como platos, ¡y un carajo, los preservativos!

¡Mil demonios infernales! ¿Cómo mierdas fue a olvidar usar protección? Tenía que pensar en algo pronto, si no quería que las cosas se salieran de control. Bufó nuevamente molesto mientras gruñía entre dientes y salía de la habitación.

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Kagome abrió despacio los ojos, somnolienta sintió la delicia que le producía frotarse entre la sábana y el colchón. Giró su cabeza para buscar a Inuyasha y el no encontrarlo le produjo una punzada en el pecho…

¿Qué esperabas tonta?— pensó mientras se erguía y se levantaba de la cama, —. Le pagarás con sexo, ¿recuerdas camarada?— se reprendió a sí misma.

Se talló los ojos y de forma mágica sintió un ardor en su centro, sonrojada hasta la punta de su cabello intento alejar esa inesperada sensación. Removió sus piernas incomoda, la pasada noche había sido algo sumamente… Inexplicable.

No había nada de ropa tirada, así que significaba que él no estaba cerca de la habitación, ni duchándose o encerrado en el armario. Suspiró y al levantarse fue directamente hacia un mueble grande y lustroso donde seguramente se encontraría con la ropa de Inuyasha; pero lo que encontró la sorprendió. Era en su totalidad ropa de mujer, nueva, de calidad inminente y parecía bastante costosa, ¿le había pertenecido a Kikyō?

Se dio un pequeño coscorrón en la frente, ¡por supuesto que era ropa de ella! ¿Quién más conocía que tendría llaves y una habitación exclusiva de ese lugar? Lógicamente aquella mujer había sido una persona muy importante para Inuyasha y no le extrañaría que siguieran allí sus pertenencias. Paso sus dedos por la costosa ropa, cerrando los ojos al sentir el sedoso tacto de un vestido melocotón que se encontró.

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Quiero que mis damas vayan de color melocotón Kouga— confesó mientras besaba su hombro despacio.

¡Woo woow Kag! No vayamos tan rápido— tajó con los ojos azules desorbitados, —. Aunque sabes que tendremos muchísimos detalles más que arreglar— corrigió mientras veía la boca abierta de la pelinegra.

No dije nada.

Lo siento Kagome, no era esa mi intención…

¡No!— cortó de golpe mientras le daba la espalda, —. Que bobo de mi parte hablar de eso— comento mientras miraba con fingido interés los estantes de ropa.

Vaya, es solo que una boda, — puntualizó mientras caminaba despacio al lado de ella —. Te prometo que justo después de todo este lío infernal de la empresa, podremos hablar de ello.

¿Bromeas?— cuestionó con los ojos brillándole.

No, lo haremos— contestó con una pequeña sonrisa.

¡Sí!

Y cambiando un poco, ¿cómo va el procedimiento del crédito de tu papá?

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Que estúpida había sido, tantas señales que le había dado la vida y ella tan ciega. El amor lograba que una mujer perdiera totalmente su sexto sentido. Si tan solo pudiera regresar al tiempo en que sin ninguna duda ofreció el financiamiento. Siguió mirando el vestido y lo descolgó, no creía que le importaría a Inuyasha que lo usara, ¿qué diría cuando la mirara? Se sonrojo repentinamente, ¿después de lo anoche? Agito la cabeza de un lado a otro, y cerró la puerta del baño detrás de ella.

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—¡Esta comprometido!— le grito enojada mientras se jalaba la camisa.

No puedo creerte— contestaron del otro lado del teléfono.

—Te digo que sí— exclamo furiosa caminando en círculos invisibles, sin sentido.

No me ha contado nada.

—¡Mataré a esa zorra!

Tranquila, no creo que vaya en serio, no me ha hablado de ella.

—¡Kouga, la odio!

Kikyō escucha, seguramente será un juguete más— sentenció el hombre de ojos azules convencido.

—Maldita sea— gritó mientras pataleaba y golpeaba el suelo.

¿Sabes algo de ella?

—En mi vida la había visto— respondió pensando.

¿Quieres que haga algo por ti?

—Quítala de mi camino— pidió la mujer cambiando de tono de voz a uno más dulce, —. ¿Harías eso por mí?

Veré que puedo hacer.

—Ofrécele dinero o acuéstate con ella Kouga— sugirió mientras se mordía el dedo pulgar —. No me importa lo que hagas mientras deje a Inuyasha en paz.

Yo lo arreglaré Kikyō— dijo mientras se quedaba callado por un momento en la línea del teléfono.

—Muchas gracias, cariño— agradeció mientras hacía énfasis en el apelativo cariñoso que se había ganado aquel hombre.

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—Debes cambiar la chapa.

—¿Qué?

Escucharla y verla con ese vestido color melocotón le trajo unos pequeños tragos amargos que creía también había enterrado.

—Me pediste ayer que te recordara.

Ayer justo antes de lo sucedido, la mañana había sido ya de por sí muy extraña. Kagome apenas iba a ponerse a desayunar cuando notó la creciente tensión que se sentía entre los dos, ella tratando de no pensar para evitar a toda costa que el sonrojo la delatara y él intentando no pensar en la contradicción que sentía. Inuyasha levanto los ojos dorados hacia la figura de ella, y en ningún momento hizo amago de apartar los ojos de Kagome. Él camino hacia la cocina donde estaba cerrada por la barra de un lado, mientras del otro se encontraba con una gran puerta de cristal que daba con el patio.

—Inuyasha— llamó Kagome a sus espaldas mientras con el dedo picaba el hombro del albino.

Ella solo te está pagando— Inuyasha después de pensar en eso, volteó a verla con los ojos brillosos, que desconcentraron a Kagome. Sujetó las muñecas de ella y empezó a empujarla con su cuerpo hacía la mesa del comedor.

—¿Pero qué…?

En un agarre inesperado Inuyasha la subió a la superficie de vidrio de la mesa, era solida y estaba helada. Kagome tragó nerviosa anticipando la excitación que sentía correr por todo su cuerpo, cerró por instinto sus ojos cuando sintió los labios masculinos sobre el lóbulo de su oreja derecha.

—¿Qué haces Inuyasha?

—Me sacio de ti.

Sintió palpitaciones en su centro, constantes, punzantes dentro de esa pequeña llama que parecía iba a aumentar considerablemente, era extraordinario, era paralizador. Kagome acaricio de manera lenta su espalda, y sujeto con una de sus piernas la cintura varonil. Aquellos besos húmedos en su cuello estaban torturándola…

—¿Qué tendrá esta maldita cocina que me hace desearte como un animal?— le susurró de forma enronquecida mientras pasaba una de sus palmas por los costados de la pelinegra.

—Pensé que era por el vestido— contestó afónica Kagome, mientras sentía como se derretía en sus manos.

¿Cómo lograba aquel hombre decir exactamente lo que la abochornaba? ¿Lo que la hacía sentir como una de las mujeres más deseables del universo? Arqueó su cuerpo de manera inconsciente para él.

—También por este estúpido vestido que quiero arrancarte.

Kagome busco los labios masculinos, presionando de manera pausada. Inuyasha succionó su labio inferior mientras sentía como crecía su ingle por la excitación. La pelinegra renegó en sus labios cuando él se alejó y sintió sus dedos en su espalda bajando el cierre de manera firme. Ella metió sus dedos en el cabello ébano de él incendiada.

El vestido se empezó a deslizar de la parte de arriba dejando a su paso el sujetador de Kagome a la vista de los ojos dorados. Mentalmente se relamió los labios, empezó a besar los espacios libres de ropa que gritaban ser tocados y besados por todos lados. Kagome suspiró mientras apretaba con las piernas al hombre que tenía delante.

Inuyasha desabrochó solo una parte del sujetador mientras jalaba hacía abajo con los dedos, mostrando uno de los montículos de carne de la morocha. Kagome giró su cara a otro lado, sentía que se estaba consumiendo de la vergüenza, allí mismo. Él percato la acción de ella y la sujeto de la barbilla. El par de ojos se encontraron, sintiendo las respiraciones agitadas de cada quien.

—Mírame— ordenó el albino.

Bajó los labios de forma lenta mientras se posaba en el seno desnudo. Besando alrededor y pasando la lengua por el valle de los senos, Kagome soportó echar la cabeza para atrás mientras veía el rostro de Inuyasha, pero no soporto más cuando sintió sus labios atrapar el pequeño botón. Sintió su lengua pasando de forma repetida pero lenta sobre su pezón y gimió de manera ronca. Lo miro tomar nuevamente en su boca y tirar de el de forma castigadora mientras con su otra mano apretujaba a su otro seno.

—Oh Inuyasha…

Y un teléfono empezó a sonar insistente removiéndose en el bolsillo trasero del pantalón de Inuyasha…

—¡Mierda!— exclamó furioso mientras se separaba de una Kagome frustrada e incómoda.

Levanto los ojos dorados a grabar aquella escena para posterioridad. Sonrió adentro para él, se veía sacada de una película porno, el cabello revuelto, el vestido por lo bajo de sus senos, en una posición de una mujer totalmente frustrada. Camino por la sala para salir de allí y contestar el celular.

—Inuyasha al habla.

Hermano, ¿qué tal estas?

—Ya que interrumpes, bastante furioso idiota.

¿Interrumpí algo?

—Por supuesto que sí, siempre lo haces Miroku— reclamo Inuyasha entrando inconscientemente a su oficina.

Que va, ¿a esta hora del día?

—Me vale mierda que pienses inútil, ¿qué quieres?

Kouga me llamo para que nos reuniéramos hoy— contestó mientras oía una pequeña risa.

—Los tres supongo.

Bingo.

Se talló la barbilla de forma lenta, mientras miraba la pintura que había comprado mucho tiempo atrás por un pequeño gusto de su ex mujer. Se sorprendió a si mismo quitándola mientras ponía el móvil en altavoz.

—¿Sin compañía?

Pues yo he opinado llevar a mi chica, ella igual quiere salir— contestó con voz picarona Miroku.

Kouga…Kagome…

—¿Sabes que quiere?— cuestionó Inuyasha mientras bajaba la pintura y ponía delante de su escritorio sintiendo ese malestar dentro de él.

No, aunque querrá algo seguramente de la empresa.

—Entonces, ¿qué hora?

A las 8 en punto.

—De acuerdo, allí estaré.

No llevaré a Sango entonces.

—No te lo recomiendo— comento mientras salía de su oficina.

Ver a Kagome desayunar un poco de cereal en su cocina de alguna forma fue extraño. Se acercó lentamente a ella.

—Kagome— llamo mientras se colocaba a su lado.

—No me digas nada Inuyasha.

—Ten esto.

Extendió unas pequeñas pastillas sobre la mesa hasta tocar la palma de la mujer que lo miraba de manera extrañada.

—¿Pastillas del día siguiente?

—Así es, fue un descuido.

—¿Tú? ¿Un descuido?

—¿Te estas burlando?— pregunto molesto mientras apretaba uno de sus puños conteniendo su furia.

—No te preocupes Inuyasha— comento mientras seguía comiendo mi cereal.

—No reconoceré a ese engendro.

Kagome abrió los ojos de forma incrédula, ¿qué mosca le había picado? Había pasado de ser ese hombre viril apasionado, al amargado, terco y desalmado Inuyasha. Engendro era una palabra muy fuerte para una criatura que estaba totalmente segura no llevaba en su vientre. ¿Hacerlo sufrir sería una dulce venganza? La idea fugaz empezó a rondar en su mente encontrándose con los ojos dorados que ahora mismo tenía ganas de arrancar.

Se levantó de le mesa mirándolo con el mentón en alto. Agarro las pastillas y con una pequeña sonrisa sarcástica las pego al pecho de Inuyasha.

—No las necesito.

—¡Maldita seas Kagome! Después de ser una cínica al quedarte aquí después de lo de Kouga, ¿ahora quieres atarme con un crío? ¿Crees que nací ayer?

—¡Ya estuvo bueno Inuyasha!— le grito tirando las pastillas al suelo, esa ira que de repente había aparecido, parecía ser una acumulada.

Inuyasha la sujeto de la muñeca con fuerza y ella forcejeó librándose de él.

—¡No estoy embarazada!

—¿Y cómo mierdas lo sabes?

—¡Tengo la inyección!

—¿Qué?

—Las inyecciones anticonceptivas de un año— contestó mientras le lanzaba una mirada retadora, —. Estoy cansada de que siempre me juzgues e insultes, sin darme ni siquiera una chance de hablar.

—¿Y por qué tendrías esa oportunidad?

La pelinegra se quedó parada, ¿no ella había aceptado ese papel desde el principio? Se talló el brazo de manera consoladora, tenía que pensar rápido delante de él, no podía seguir así, soportando a un ogro que la trataba con la punta del pie. ¿Cuándo había dejado de pensar en su plan para irse de allí? ¿Cómo diantres lo había olvidado? ¡Era por el jodido sexo que había tenido con él! Nada más acostándose y ya olvidaba todo. Algo no estaba absolutamente bien.

—Tienes razón Inuyasha, púdrete.

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—Bien, brindo por la salud de los accionistas que ingresaran a la cadena— Miroku con una sonrisa levanto la pequeña copa.

—Salud— vociferó Inuyasha con una sonrisa cómplice.

—Así mismo— afirmó el hombre de ojos azules mientras tomaba un trago de su bebida.

Allí en ese bar había empezado todo los sueños, sobre su cadena comercial. Entre risas, quejas y bromas, los tres habían construido los cimientos. A base de su esfuerzo, el trabajo, las ganas de tener un patrimonio con el que contar. Con el tiempo se hizo el proyecto y empezaron los pleitos, los riesgos y sin ninguna duda alguna; las mujeres. Llegó el famoso "proyecto fantasma" el cual había sido encargado Kouga, y con el cual la empresa había sufrido un golpe devastador. La empresa en la cual habían depositado sus sueños a un peñasco de la quiebra. Aquella que ahora estaba restableciéndose, trabajando duro y con los ánimos de volverse una de las más importantes de la nación.

Inuyasha siguió bebiendo, pensando en los acontecimientos nuevos en su vida.

—Inuyasha, ¿no hay algo nuevo que quieras compartir?— insinuó Kouga de forma directa.

—¿De qué hablas?

—No lo sé, algo que haya acontecido nuevo.

—Sí hermano, ¿qué tal de tu nueva adquisición?— insistió el chico de ojos grisáceos.

—Miroku cierra el pico.

—¿Así que hay una nueva mujer?— acorraló Kouga con una sonrisa.

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Kagome camino con lentitud por el vecindario, la casa de Inuyasha era muy grande para que viviera solo. Los vecinos sin duda alguna eran bastante escasos y parecía que nadie salía a pasar, ni darle una vuelta al perro. Sintió el fresco viento golpear en su cara y sonrió. No era tan malo después de todo.

¿Qué estaría haciendo Inuyasha después del pleito? ¿Le diría alguna vez la verdad? No, no tenía por qué saber absolutamente algo de lo sucedido entre ella y Kouga. No era de su incumbencia decirlo, además no le creería. Aquel hombre parecía tener una relación con Inuyasha y seguramente estaba fuera de juego.

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—Pollitas hermano— anunció Miroku a ambos con voz baja.

El albino giró un poco su cabeza a donde se posaban los ojos de Miroku, evadiendo totalmente el tema. Definitivamente eran mujeres con sonrisas lascivas que estaban haciendo una invitación plena a su cama. Kouga levanto un dedo y empezó a moverlo de forma que llamaba a una de las mujeres. Una pelirroja que se encontraba allí se sobresaltó y se señaló. Kouga afirmo para que se acercara y justo así fue como sucedió.

—Preciosa, ¿qué tal la están pasando?— saludo con exagerada confianza hasta besar su mejilla.

—Pues… Hasta este momento fenomenal— contesto la mujer de ojos verdes con una sonrisa.

—¿Cuál es tu nombre?

—Ayame— respondió mientras miraba de reojo a los demás chicos.

—Les invito una ronda de bebidas, ¿no vienen a sentarse acá?

—¿Ninguna novia psicópata nos apuñalara?— bromeó mientras bajaba por un momento los ojos.

—Hoy lo dudo— Kouga le sonrió mientras veía la cara de sorpresa de ella.

—Ya está, llamaré a mis amigas.

Se regresó despacio a su mesa.

—¡Brother, estás loco! Sango me matará— reprendió propinándole un golpe en el brazo.

—Solo es una noche inútil— siguió con una mirada a la pelirroja de forma discreta.

—Ya veo porque no te duran las mujeres amigo— Miroku dio otro sorbo lento y prosiguió —. Porque no respetas la relación.

—¿Te estas oyendo? ¡Por Dios! Ni que estuvieran casados— atacó mientras hacía la seña a la camarera.

Inuyasha miraba la plática de manera crítica. Nunca le había conocido ni una sola novia formal. Había escuchado de Kagome sin conocerla de vista ni reconocerla de nombre, pero sabía que eso había sido lo más cercano a una relación que fuese de verdad. ¿Le tendría que decir sobre ella? ¿Qué estaba viviendo en ese momento con él? ¿Cómo se tomaría esa afirmación? Tal vez lo golpearía… Pero aquella vez en el departamento de Kagura, parecía que le era insufrible a la morocha que se encontraba de piedra delante de ellos. Esa expresión sería muy difícil de olvidar, los colores que se habían ido del rostro femenino y su grito de desesperación por decir su nombre. Que bobadas estaba pensando.

Cuando menos se dio cuenta, una mujer se encontraba a su lado. Hablando de manera pastosa sin siquiera prestarle atención. Las generosas curvas que tenían eran bastantes exuberantes, generosas. La sonrisa que le otorgaba sin duda alguna alertaba sus focos de conquista fácil. Sintió los dedos de la mujer encima de su rodilla y se negó a alejarse de ella. Sería un juego excitante mientras duraba. Volteó de reojo a encontrarse con la imagen de un Kouga en las ligas mayores de la seducción con la mujer pelirroja. Un Miroku desentendido con la otra mujer de ojos azules marino de cabello largo negro y él pasándola con una mujer de ojos violetas y cabello de tamaño corto y negro.

—Me llamo Yura— se presentó mientras sonreía bajando los ojos de manera tímida.

Vaya actriz.

—Inuyasha— Sonrió siguiendo su juego del galán número uno.

—¿Qué los trae por aquí?

—Se supone hablaríamos de…— se cortó a sí mismo, habían ido al bar a hablar sobre la empresa y habían terminado tomando como bohemios —. No tiene importancia ahora.

—¿Alguien te espera esta noche?

Un dedo índice recorrió de forma juguetona desde el botón abierto que llevaba hasta su abdomen. Miró los labios pintados de un rojo pasión. Eran labios muy delgados, y se reprendió cuando se encontró comparando los labios generosos pero firmes de Kagome y los de ella. Enojado por su propia reacción, desconcertado por lo que no quería sentir, paso un brazo por los hombros femeninos y sonriendo la miro a los ojos.

—Nadie importante me espera.

—Entonces vayámonos, ¿qué dices?

—Después de ti preciosa.

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Sujetó su cabello con fuerza mientras la aprisionaba contra el colchón. Unas uñas perfectamente pintadas se estaban encajando en su espalda rasguñándolo. Se movía de forma sensual debajo con las caderas moviendo de lado a lado.

—Vamos nena— susurró dejando su frente en uno de sus hombros.

La mujer soltó gemidos estridentes, moviéndose con más frenesí debajo de él. Inuyasha arremetió más contra el cuerpo menudo de la mujer. Su respiración estaba volviéndose más descontrolada.

—¡Oh sí, sí, más!— gritó la mujer, mientras se colgaba con una pierna de su cadera y era aplastada por un mar de sensaciones placenteras.

Inuyasha termino y se salió de ella intentando restablecer su respiración. Se apartó el condón, haciéndolo un nudo y tirándolo en el pequeño cesto de basura de la habitación. Al volver a ver a la mujer descubrió esa sonrisa lobuna que cree haber atrapado a su presa. Lo acarició con las dos palmas sobre su pecho.

—Estuviste fantástico cariño— elogió besando su pecho.

—Me la pase bien, ahora tengo que irme.

—Pero si solo son las cuatro de la mañana, quédate un poco más— sugirió pasando la lengua por el centro de su pecho.

—No puedo quedarme.

Se levantó para recoger su ropa que estaba esparcida por todo el suelo. Se había venido pero curiosamente no sentía descanso en su cuerpo, estaba molido si esa era la palabra adecuada para cómo se sentía físicamente. Se cambió lo más pronto que pudo.

—¿Volveré a verte?

—Lo dudo muñeca— Inuyasha levanto los ojos a una mujer que ahora se encontraba reprochando con una mirada cuasi-asesina.

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Era la centésima vez que se torcía a ver el reloj, era bastante tarde e Inuyasha no había llegado a casa. Se colocó en posición fetal intentando conciliar el sueño que no venía a ella. Debía de imaginarse que se lo estaba pasando de lo lindo, mientras ella preocupada esperaba su regreso. Pero que idiota se estaba volviendo. Lo que ya tenía planeado era irse dentro de dos noches más y se iría por su bien. Bajó hasta la cocina a tomar un vaso de agua, estaba sedienta y no encontraba la manera de descansar. Se talló los ojos que le ardían y escucho el ruido de un carro, ya estaba en casa y ahora ella por fin podría dormir.

Vislumbró el reloj de la cocina eran las 04:20 de la mañana, sonrió irónicamente. ¿No toda esa historia había empezado en una hora como esa, ya días pasados? Camino con cuidado por las escaleras, y la puerta de la casa se abrió. Inuyasha cerró con seguro y camino por el pasillo, encontrándose un poco a oscuras la casa. Se quitó el abrigo y lo tiro al sillón mientras se detenía a pensar en una de las alas de la pared curveada que tenía. Escucho crujir uno de los escalones y camino directamente hacía allá encontrando a Kagome subir.

—¿Qué haces despierta?

—Buenos días Inuyasha— saludó mientras se detenía.

—Contesta mi pregunta.

—No podía dormir.

—¿No has dormido nada?— demandó con los ojos abiertos como plato.

—Estaba… preocupada— confesó mientras se rascaba la nuca —. Pero eso no te importa, lo sé.

El albino abrió la boca sin pronunciar nada. Era algo para intentar creerse pero no podía. Seguramente le estaba tomando el pelo y él estaba empezando a caer en esa bromita de mal gusto.

—Es muy temprano para pelear— convino Kagome subiendo otro escalón —. Que descanses lo que resta de la madrugada.

Y entonces el teléfono del pasillo sonó de forma estridente, sobresaltando a ambos que posaron sus ojos en el aparato que se detuvo.

Habla Inuyasha, no me encuentro, deja tu mensaje.

Inuyasha soy Yura, conseguí tu teléfono bueno, con tu amigo Kouga en el bar…

Kagome abrió los ojos con sorpresa, así que se había ido a un bar con Kouga.

—… Y quería decirte que me la pase increíble esta noche, ojala se vuelva a repetir, un beso enorme guapo.

La pelinegra sintió algo dentro de ella que la asqueo… Se estaba acostando con un hombre que tenía conquistas por todos lados. Que justo esa noche había ido con otra mujer. Que de ninguna manera conformaba ni una minúscula parte de su vida. El escozor de las lágrimas estaba empezando a brotar en sus ojos cafés. Miro a Inuyasha en la oscuridad y no pudo retener más esa gotas abundantes que surcaban sus mejillas para perderse en su barbilla.

—Déjame explicarte.

—No soy nadie a quien tengas que explicarle Inuyasha— se defendió sintiendo el nudo en su garganta más grande de lo que parecía —. Te conocí acostándote con Kagura, no veo porque ahora porque yo tenga que ser la diferencia. Solo te pago con sexo, ¿recuerdas?

Inuyasha trago saliva, no entendía porque la voz le impedía decir algo. La vio subir y escucho la puerta de la habitación cerrarse con fuerza. No importaba, solo había sido la verdad…

Y no entendía porque se sentía mal.

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Continuara; Después de otra eternidad sin pasarme por aquí, ahora les escribe una mujer que se siente perdida, jajaja, curiosamente este capítulo termino aquí, pero empieza la verdadera historia ¿no creen?, mientras tanto yo terminé con la persona con quien me iba a casar, con mi prometido, y han sido tiempos muy duros. Pero no dejaré abandonado mis historias, es solo que he pasado tragos muy amargos últimamente que no me han dejado continuar.

¡Lectoras mil disculpas! No quiero fallarles, les agradezco todo el apoyo y comentarios que me dejan que hacen que mis ganas de escribir jamás desaparezcan.

Akanne Hygurashi; gracias hermosa por tu comentario, espero este capítulo haya respondido a tu pregunta, jajaja.

Bruxi; Muchísimas gracias por el apoyo, si, igual te entiendo todo lo que sucede, me da un gusto enorme que te haya gustado el fic. ¡Nos leemos!

Scaarletta; Cualquier pregunta que tengas, espero que se te vayan contestando con el desarrollo del fic, intento no hacerlo muy complejo, pero cada vez, intento que poco a poco se descubra todo, y más incógnitas al final jajaja.

Venus in arms; ojalá que te haya encantado este capítulo también hermosa, gracias por tus comentarios que levantan el ánimo. Un besazo.

Des; Siento haberme tardado una eternidad para actualizar, pero espero que aquí sigas leyendo , un abrazo.

Daiane; Mil gracias por tus comentarios, y ojala que este capítulo también te haya gustado, un súper abrazo y besazo, gracias.

Aiko03; Muchas gracias por tu apoyo nena, tus comentarios siempre me alegran los ánimos, jajaja, un beso.