Todos los personajes pertenecen a Hiro Mashima.

Dedicado a mi mejor amiga Carla, amante de dragones (de Natsu en concreto e.é)

Y, sin más preámbulos,

disfrutar de la historia.


THE DARKNESS OF MY LOVE

"Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida."

Todo estaba oscuro. Ni un atisbo de luz pudo deslumbrar ni una pequeña esquina. Todo, absolutamente todo, estaba sumido en la más profunda oscuridad, y ya no se podía volver atrás. No ahora.

La chica apenas podía moverse, estaba tras un árbol del profundo bosque que se encontraba tras de ella. Tenía heridas por todos lados, tan profundas como…la oscuridad que estaba viviendo ahora. Todo estaba sumido en silencio, ni siquiera el cantar de los pájaros se podía escuchar, hasta que, de golpe, un gran gemido se pudo escuchar por toda la región.

Ella no podía más. Uno por uno, vio a todos sus compañeros aniquilados de la forma más cruel y vil que solo una mente retorcida pudiera haber hecho. Empezó a sollozar. Todos sus amigos habían caído, muriendo, sin que ella pudiese hacer nada. No tenía más fuerza, ni siquiera para andar, ni siquiera para respirar. Estaba sola y desprotegida. Otro inmenso chirrido se volvió a escuchar, y, una vez más, todo volvió al profundo silencio. Sola, desprotegida, y al borde de la muerte. Nadie a quien salvar, nadie que respiraba salvo ella, pero muy pronto caería, junto a los demás. Ella lo sabía, y estaba preparada para ello. Si iba a morir, ¿Por qué no hacerlo con orgullo? Con todas las fuerzas del mundo, intentó ponerse en pie, todavía apoyada en el árbol. Se dirigió al lugar proveniente del gran rugido, con máximo sobreesfuerzo. A cada paso que daba, sentía que era un paso más hacia la propia muerte. Un paso más, un segundo menos. Pero ella no podía abandonarlo. Lo tenía claro: no podía dañar a quien muy pronto sentenciaría su muerte. No podía siquiera vengar a sus compañeros, a sus amigos. Simplemente no podía, su corazón se lo impedía. Su corazón, hecho añicos por aquel monstruo, no le permitía dañarle, ni siquiera tocarle, si eso significaba hacerle daño. ¿La razón? Porque aquel pequeño corazón, amaba a sus compañeros, a sus amigos, al gremio entero…pero por encima de todo, siempre estaría alguien a quien no podría hacer ni una contusión: él.

En los mejores días de su vida, en la que la oscuridad brillaba por su ausencia, y la luz cada día iluminaba más, recordaba la absoluta felicidad que sentía ella al estar cerca de él, tocarle, abrazarle…y la pena que sentía al ver que se encontraba en mal estado…como ahora.

Pero eso era antes. Ahora todo es diferente. Ni gremio, ni compañeros, ni amigos, ni risas, ni felicidad, ni amor, ni luz. Solamente una sucia oscuridad, y una olor a incertidumbre proveniente del sentimiento más bien guardado que su corazón contenía.

Los rugidos se escuchaban cada vez más fuerte. Cada vez estaba más cerca de la muerte. Se había tropezado un par de veces o tres, pero nada impedía a la chica ir hasta donde se encontraría con el individuo que terminaría con su existencia.

De pronto, atisbó una inmensa sombra delante de ella. Mantenía la mirada baja, pero tenía que mirarle a los ojos. Quería que su última mirada fuera para él. Ver en sus ojos la bondad que tenía antes, aquellos ojos que le volvían loca. Finalmente lo hizo. Miró frente a frente a los ojos del gran dragón que tenía delante. Un dragón rojo y omnipotente, capaz de hacer volar una ciudad entera solo con un mísero soplido. Echaba un humeante humo proveniente de su nariz, y manchas de sangre relucían entre sus escamas escarlatas, seguramente sangre de sus amigos. Resopló con furia, mientras la muchacha contenía las inmensas ganas de sollozar dentro de su cuerpo. Caminó unos metros más hacia el dragón.

Le tocó la afilada y gigantesca garra, para sentir su tacto. Luego, volvió a su anterior posición, y le volvió a mirar a los ojos. Estaba muy calmado para haber matado a sus propios amigos. Pero eso a ella no le importaba, ella no le guardaba ningún tipo de rencor hacia él. Después de todo, ella seguía enamorada hasta la médula, y, ni en la más profunda oscuridad dejaría de hacerlo. El dragón se posicionó tranquilo y manso hacia Lucy, con la cabeza baja hasta el suelo. Ella no sentía ningún temor hacia él, por muy descomunal y sangriento que pudiera ser el ser que tenía enfrente suyo. Le vio sus formidables ojos chocolate que tanto conocía, benévolos, irradiando amabilidad, sentimiento por donde él miraba. ¡Qué demonios! Él era su luz. No podía decir esperanza, ya que él tarde o temprano la mataría, pero si su luz.

Lucy, decidida, con las miles de lágrimas recorriendo sus mejillas, instó a tocar el hocico del dragón. Al ver que no hacía nada, le paso los dos brazos por el hocico, en una especie de abrazo. Al notar ese abrazo, descubrió los sentimientos del dragón fluir dentro suyo, como si aquel abrazo fuera una conexión única entre ellos dos.

Sentía sus sentimientos y sus incertidumbres, sus miedos y temores. En ellos, se podía distinguir sus "Huye, rápido" en su mente. Otra vocecilla le decía que lo sentía en toda su alma, mientras la pena y la amargura fluían en sus palabras. Ella suspiró.

-Todo estará bien. No te preocupes, yo siempre te querré. –susurró ella. El dragón se movió unos centímetros para que Lucy dejara de abrazarlo. Cerró el ojo, y cuando lo abrió, ella se vio reflejada en él, pero lo más importante de todo es que ese gran ojo de color chocolate, estaba llorando. Llorando con una inmensa amargura, tan inmensa como sus dimensiones ahora.

-No te preocupes, cuando esto acabe, te estaré esperando arriba. Te estaré esperando eternamente a tu llegada, ¿Vale? Todo estará bien. Te quiero.-se repetía ella, acariciando al dragón con ternura.

Ella le sonrío, con agonía, mientras le susurraba que todo iría bien, que estuviera tranquilo. De golpe, el dragón abrió el ojo tremendamente, para luego volar aprisa hasta unos cuantos metros en el oscuro cielo, en la que no brillaba ni una estrella, o al menos, Lucy lo veía así. El dragón parecía más inmenso con sus alas desplegadas, listas para actuar, acumulando una gran fuerza en su interior, lista para ser lanzada contra la isla. Ella solo se quedó quieta, cerrando los ojos débilmente, mientras le seguía susurrando cosas, aunque sabía de antaño que no las escuchaba, que estaba sobrevolando los cielos, para arremeter contra ella. El dragón, cogió aliento, aliento que le pertenecía a Lucy. Su último aliento de vida. Y justo cuando estaba a pocos segundos de su muerte, ella pronunció sus últimas palabras, llenas del último sentimiento puro que le quedaba en su corazón:

-Te amo, Natsu.

Y un fuerte sonido se escuchó por todos lados, y, de repente…todo quedó en silencio.


¿Y bien? ¿Mal, horrible...? Dejen reviews para continuar la historia ;D

La cita de antes, es de Pablo Neruda, por si querían saberlo.

Solo decir que no desesperen, la historia acabará bien (pienso hacer un par de caps más)

Así que, como siempre, muchas gracias por leer.

Besos y,

¡Nos leemos!