Esta historia la escribí hace milenios, pero como soy demasiado indecisa, no terminó de gustarme y no la subí.

Ahora he decidido hacerlo aunque no sé muy bien porqué, pero bueno, es algo que he escrito y que puede que a alguien le guste, así que para tenerlo dando vueltas en el PC...

Espero que os guste. ^_^


—Ah, Potter. ¡Potter!

—¿Eh?

—¡Por el amor de Merlín! —gritó Draco mientras se detenía—. ¿Se puede saber en qué demonios estás pensando esta noche?

—Lo siento… estaba en otra cosa… yo…

—¿En otra cosa?

—Sí, es… trabajo, pero ya estoy, sigue.

—Se supone que esto es para divertirnos, Potter. Si te supone un problema…

—No… no es… ya estoy, lo juro.

Draco lo miró con una ceja levantada. Realmente Potter debía tener problemas en su trabajo, llevaba varias noches en que se quedaba en blanco o mirando a la nada mientras lo hacían y no es que esperase una mirada inundada de amor o algo así, pero sí que al menos lo hiciese a los ojos. De esa forma sentía que lo estaba haciendo sin ganas, o por compromiso. Y he ahí el quid de la cuestión. Por eso no quería parejas. Por eso se follaba a Potter algunos días a la semana sin nada más, porque no quería convertir el sexo en una rutina.

Volvió a fijar su vista en el moreno y lo vio algo apurado. ¿Podría ser que ya se hubiese cansado de aquel acuerdo? Era probable, aunque habían quedado en que en cuanto alguno se aburriera o encontrase a otra persona (una fija al menos) simplemente lo dirían. ¿No se supone que así son las relaciones sin compromisos? Pero claro, estaba hablando de Harry Potter. Lo que quería decir que había unas altas probabilidades de que realmente no quisiese seguir follando con él y no se lo dijera por "no hacerle daño" o alguna chorrada heroica parecida.

—Creo que será mejor que lo dejemos por hoy —dijo levantándose de la cama.

—¿Qué? Pero si aún no…

—Precisamente, Potter, aún no hemos hecho nada. No estás en lo que estás. Está bien si tienes algún problema, o lo que sea. Pero hicimos este trato para divertirnos, si no estás en condiciones ya lo haremos otro día.

Harry vio como Draco cogía su americana y salía por la red Flu pocos minutos después.

Todavía tumbado en la cama y desnudo, se tapó la cara con ambas manos y se tiró hacía atrás.

Esto no podía estar sucediéndole a él. Él. Que después de la guerra estuvo acostándose con unos y con otros. Que fue dejando a gente en sus casas por las mañanas. Él. Que fue llamado e insultado innumerables veces por irse sin siquiera despedirse.

Tenia que ser otra cosa. Porque por fin había encontrado la "no relación" que quería. Algo sin compromisos. Sin "te llamo después", sin ningún tipo de atadura y con los dos sabiendo muy bien y desde el principio que el único motivo de que ambos estuviesen solos en la misma habitación era para follar.

Se levantó de la cama y se metió en la ducha, quizás una le viniese bien para pensar todo lo que tenía volándole por la cabeza. Porque no entendía realmente cómo había llegado a aquel punto.

Había coincidido con Draco varias veces en un pub muggle antes de acercarse a él por primera vez. Si había terminado yendo a bares muggles era por la discreción, ya le habían aparecido alguna vez amantes en las portadas de corazón de bruja y no tenía intención de que volviese a ocurrir.

Sus miradas se encontraron en más de una ocasión en aquel lugar. Sus ojos coincidían una y otra vez, se sorprendían cuando se daban cuenta que el otro también lo miraba, pero no se dirigieron la palabra hasta que una noche ambos chocaron en el cuarto oscuro.

Harry siempre piensa que fue culpa de la situación en la que ambos estaban, cada uno estaba recibiendo algo en ese momento, los dos tenían a un muggle haciéndole un favor y sus ojos se encontraron en medio de la habitación. Esta vez no pudieron apartar sus miradas y cuando culminaron fue que se dieron cuenta de lo que había pasado.

Después de aquello hablaron sobre las razones de cada uno y quedaron en que ambos necesitaban tanto discreción como mantener una relación mucho más segura y cuidada con un compañero del mundo mágico. Y así fue como desde aquel día, quedaban de vez en cuando única y exclusivamente para estar en la cama.

Y todo había ido bien, perfectamente. No habían discutido, no encontraron razones para hacerlo una vez pasadas las conversaciones iniciales. Desde entonces, todo había ocurrido demasiado bien. Por eso se encontraba ahora donde se encontraba. Porque todo había ido demasiado bien.

Le gustaba. Y no le gustaba solamente como amante. Ya no. Puede que en un principio fuese así. Pero ahora no podía evitar mirarle mientras lo hacían, lo que provocaba que desde hacia varios días Draco le increpase que no le prestaba atención, cuando realmente era todo lo contrario. Se perdía en aquellos ceños fruncidos, en las pestañas casi blancas, sus labios apretados, el aleteo de su nariz. Dios, y aquellos ojos grises, sus pupilas contrayéndose y dilatándose, su turbidez y translucidez dependiendo de donde o qué mirase.

Apoyó la cabeza en los azulejos dejando que el agua le empapase el pelo.

¿En qué demonios estaba pensando? Pero si él había sido quien había hecho aquel trato, el cincuenta por ciento de las condiciones habían salido de su boca. Aún recordaba las palabras de Draco tras decidir aquello:

"Será fácil para nosotros, ya que jamás nos llevamos bien ni tuvimos una amistad."

Tan desprotegido había entrado en aquel juego que había olvidado lo que era pasar tiempo con alguien. Y lo peor es que no había visto mucho de aquel hombre, pero ese poco le estaba gustando.

Se dio cuenta cuando lo miró fijamente y le pareció perfecto incluso con la túnica puesta. Esa tarde estuvo apunto de decirle que estaba demasiado atractivo con aquella indumentaria. Y se dio cuenta de que lo había observado mientras se vestía. Algunas veces hablaban mientras se ponían la ropa o se desvestían, o si alguno recibía una llamada en medio del sexo, charlaban para recuperar el momento. Y eran esas tontas conversaciones y risas las que habían conseguido que ahora estuviese en las nubes cada vez que Draco llegaba a su casa y se metían en la cama.


Hasta tres días después no volvió a recibir un aviso de Draco para quedar. No supo si porque había estado ocupado o porque quería poner algún tiempo en medio después de lo ocurrido la última vez.

Decidió que intentaría actuar como si no ocurriese nada.

¿Que si no había pensando en decirle lo que sentía? No. Jamás. Porque en cuanto sus labios dijesen aquellas palabras el rubio huiría. En su momento habían hablado sobre aquella pequeña y muy remota posibilidad y Draco jactándose de que aquello nunca sucedería, dijo que en el caso, lo mejor sería cortar con aquello por lo sano. También había añadido que si era él al que le ocurría, le hiciese el favor de dejarlo en el área de psiquiatría de San Mungo en el camino.

—¿Estás mejor? —le preguntó Draco nada más entrar por red Flu.

Harry se extrañó al oírle aquel tono tan afectado.

—Sí, es… el trabajo está algo estresante últimamente —mintió.

—Está bien, para eso estoy aquí, para relajarnos.

Eso sí era algo a lo que estaba acostumbrado, a las sutiles formas en que le decía que había venido buscando sexo.

Se sentaron cada uno en un extremo de la cama y comenzaron a desvestirse. Harry suspiró, había sido muy fácil decirse que no debía admirar a Draco, pero ahora que estaba allí quizás no fuese tan simple.

Respiró hondo y cerró los ojos unos segundos antes de quitarse la camisa. Justo cuando esta prenda se deslizó por sus hombros sintió unas manos en ellos. Giró la cabeza inmediatamente para encontrarse con el rubio de rodillas y en ropa interior justo a su espalda.

—Relájate, Potter. He venido a buscar un polvo, si estás como el otro día me dará igual y te follaré igualmente, lo necesito.

Harry rió, haciendo que parte de aquella tensión se esfumase. Echó la cabeza hacia atrás encontrándose con el pecho del rubio, el cual no se apartó.

A los pocos segundos Draco besaba su cuello expuesto y bajaba sus manos por su pecho y su torso llegando hasta su entrepierna.

Poco a poco el slytherin lo fue tumbando en la cama y se puso sobre él, comenzó a besarlo por el torso y a tocarlo suavemente.

Harry cerró los ojos e intentó dejarse llevar y no pensar en nada, como pretendía siempre últimamente pero nunca conseguía.

Cuando se quiso dar cuenta, sus piernas descansaban sobre los hombros de Draco y este tenía su cara sudorosa delante y su pelo rubio cayendo sobre sus ojos. Giró la cabeza e intentó pensar en otra cosa.

Otra vez. Maldita sea.

Volvía a hacerlo, otra vez estaba pensando en sabe Merlín qué. ¿Es que no iba a volver a mirarle nunca más? Joder, parecía estar haciéndolo con un muñeco inanimado. Para eso le habría lanzado una imperius a un muggle y santas pascuas.

Entonces, Draco hizo algo que jamás había hecho con Harry porque le parecía demasiado para la relación que tenían. Intentando captar su atención de nuevo, lo agarró con ímpetu de la barbilla y le giró la cara, cuando lo tuvo de frente le besó los labios con fuerza.

Harry se quedó petrificado. Draco nunca lo había besado, él tampoco lo había pedido, la verdad es que al principio no le pareció correcto. Su primera vez con él fue algo rudo de pie contra una pared, y las demás prácticamente fueron igual hasta que ambos decidieron hacerlo en la cama de Harry, y tampoco es que hubiese pasado mucho tiempo desde eso.

Aquello lo increpó a moverse. Había dejado de hacerlo porque no podía estar concentrado si se movía, y si no, se perdía mirando a Draco con cara de bobalicón. Así que en cuanto su lengua entró en la boca del rubio, perdió completamente el control y lo devoró con ganas.

Por supuesto, fue el primero en correrse, así que cuando lo hizo volvió a tener plena consciencia de donde, qué y con quién estaba haciendo aquello. Por lo que volvió a cerrar los ojos con fuerza e intentar que al menos no notase nada. También evitó tocarle demasiado, porque últimamente más que tocarlo con deseo y en lugares propiamente dedicados al placer, sus manos se dirigían a partes donde acariciarle con cariño. Sus mejillas, sus costados, sus brazos… ¡joder ni siquiera cuando se acostó con mujeres justo después de la guerra fue tan delicado!

Draco dio varias embestidas más con la fuerza suficiente como para que Harry volviese a la realidad, pero después de correrse y ver la cara de alivio en el gryffindor, pensó que no había surtido el efecto deseado. Así que una vez rehabilitado del estupor del fantástico orgasmo que había recibido se sentó en la cama mientras echaba un par de hechizos de limpieza, pensando en las palabras exactas tal y como las había imaginado el día anterior si es que Potter seguía igual de ausente en sus sesiones de sexo.

—Potter —dijo mientras se agachaba a colocarse sus calcetines negros (siempre era lo segundo que se ponía, después de su ropa interior)—, me gustaría hablar contigo, ¿tienes prisa hoy?

Harry alzó una ceja bastante perplejo, pero sobre todo curioso por lo que Draco tuviese que hablar con él.

—No, dime.

—¿Recuerdas lo que hablamos al principio de comenzar con este trato? —Harry tragó saliva y asintió—. Mira, sé lo que ha pasado, no hace falta que me lo digas, ¿vale?

—¿Qué quieres decir?

—Que cuando se complicase lo dejaríamos. Se ha complicado, así que es mejor dejarlo aquí.

El moreno intentó no parecer defraudado aun cuando el corazón y el estómago se le encogieron y volvieron del tamaño de una nuez.

—Yo… bueno, es…

—No lo digas, sé que no querías hacerlo pero se te nota, ¿sabes? Sé que ya no estás a gusto y prefiero que lo dejemos antes de que se vuelva demasiado incómodo.

—¿Lo sabes? ¿Se me nota?

—Claro que sí, Potter. Es demasiado obvio, crees que eres bueno ocultando tus sentimientos, pero eres como un libro abierto. Tus ojos son como dos vuela plumas que van escribiendo lo que piensas con todo lujo de detalles.

Harry intentó no sonrojarse esta vez. Por el amor de Merlín, tenía casi veinticinco, no podía ir encendiendo sus mejillas con tanta facilidad. No podía dejarse atrapar de aquella forma.

—Pues bueno, entonces creo que no hay mucho más que decir.


Draco ha guardado dos semanas de luto oficial. Es decir, ha esperado dos semanas por si Potter daba señales de que quería volver, o si sus líos en el trabajo se aclaraban, pero visto que no, su paciencia había acabado.

Y no es que estuviese siéndole fiel o algo así, pero la verdad, ahora que se había acomodado a llamar a Potter cada vez que quería sexo, volver a esos antros muggles se le hacía algo pesado. Sobre todo, y porqué negarlo, porque Potter le daba un buen sexo. En todos los sentidos y nunca mejor dicho.

Se había acostumbrado a tener su cuerpo bajo él, a su piel, su olor e incluso a veces le hacían gracia algunos de sus gestos (aunque jamás se había reído delante de él) y ahora se veía en la encrucijada de tener que volver a buscar amantes muggles.

Aun así, seguía pensando en aquello como algo pasajero. Porque sabía que en cuanto Potter se diese cuenta de que las historias con muggles no eran igual de satisfactorias, volvería. O cuando terminase la maldita liga de quidditch o lo que fuese que lo mantenía de ese ánimo. Lo que esperaba que no tardase mucho en pasar. Pero ya hacía de eso dos semanas y la verdad, no es que estuviese ansioso por hacerlo, pero sí se sentía como si estuviese esperándolo.

Se puso el equivalente muggle a las túnicas más caras de Madame Malkin. Algo que había descubierto y le encantaba. Esos trajes le hacían sentirse superior entre muggles de una forma muy diferente. Pudiendo demostrarlo. Es decir, él era un mago, pero eso no podía decirlo delante de los muggles, pero llevando aquellos caros y elegantes trajes, destacaba y lo sabía. Obviamente, le quedaban como anillo al dedo, no solo era por la tela o el corte. Él sabía como llevarlos. De vez en cuando le gustaba salir sin la americana, solo con la camisa, los pantalones y el chaleco. Porque hacía bastante calor y porque la americana no se perfilaba de igual forma que el chaleco y su figura no llamaba tanto la atención.

Así que aquella noche se peinó cuidadosamente, dejando caer el flequillo rubio a ambos lados de su cara y echó algunos que ya llegaban detrás de su oreja. Se remangó hasta los codos, hacía mucho que no entraba y la temperatura era algo soporífera para él. Se apoyó en la barra y con un whisky esperó ver a alguien que le llamase la atención.

Justo cuando había echado la mirada sobre un jovencito moreno y algo fuerte, un brazo sobre su hombro lo hizo trastabillar.

—No podía creer que fueras tú, pero al parecer es cierto —dijo un chico alto de cabello color arena y ojos enormes—. ¿No sabes quién soy? Maldita sea, Malfoy. McLaggen.

—Eras jugador de quidditch en sexto, ¿cierto? —creía no equivocarse, aunque la verdad, no es que le hubiese prestado mucha atención durante aquel año a nadie.

—Exacto, gryffindor —el tipo se pegó mucho a él y le miró de arriba abajo—. Me sorprende encontrarme a alguien como tú por aquí, la verdad… me habían comentado que se veía a algún que otro mago, pero no me lo esperaba.

—Bien, pues lo siento —dijo poniendo algo de distancia forzadamente—, pero estoy algo ocupado en este momento.

—Eh —frunció el ceño dándose cuenta de que Draco estaba incómodo por su cercanía—. Tranquilo… hoy vengo a cazar algo más grande.

Dicho eso se largó por donde había venido y Draco pudo respirar tranquilo. Definitivamente si se había difundido el rumor de que había magos por allí durante los meses en que no había ido debido al acuerdo con Potter, aquel sitio dejaba de ser una opción, no quería ser reconocido, ese era el principal motivo por el cual iba allí, así que en cuanto escogiera algo aquella noche, no volvería a pisar aquel antro.

Se bajó del banco y siguió a McLaggen con la mirada durante un rato, quizás había venido a encontrarse con algún otro mago y eso le daba curiosidad. Justo cuando había visto a un chico que le llamó la atención de nuevo, se percató de con quien hablaba el ex gryffindor.

¿Así que sin ánimos? Entonces, ¿qué demonios hacía Potter allí?

Lo observó interactuar con el que fuese su compañero de casa durante un buen rato hasta que se dio cuenta de que tan solo estaba perdiendo el tiempo y salió de allí.

Sentía que era estúpido estar enfadado, ¿Por qué? Si no eran nada. Pero se sentía traicionado en el estricto sentido de la palabra. Porque él había estado con Potter primero, y ese arreglo era perfecto para ambos, ¿Por qué ahora ya no lo era?

Desde el principio, el moreno parecía dispuesto y a gusto con aquel trato, sin embargo, luego parecía insatisfecho, prácticamente lo había obligado a romper el trato; y ahora se ponía a ligar claramente con otro mago. ¿Cuál era la diferencia entre McLaggen y él? Estaba claro que no era nada personal, si no, no habría iniciado nada con él directamente. Si Potter no quisiese seguir teniendo sexo con él por algún tipo de escrúpulo en cuanto al pasado, jamás habría pisado su cama en primer lugar. Pero no. Aquello no pareció importarle en ningún momento, sin embargo ahora seguramente, estaría follándose a aquel presuntuoso gryffindor, que como bien había dicho, solo buscaba una presa más grande.

Así que había solo dos posibles respuestas a aquel interrogante. O bien Potter se había cansado de él, se había aburrido. O simplemente aquel otro hombre le gustaba. No debía estar mal por ninguna de las razones. Sobre todo por la segunda, pues si se sentía atraído de alguna forma por McLaggen, él no tenía nada que hacer allí.

Aun así, aquello no le hizo sentir mejor. Porque si él no hubiese dejado a Potter, probablemente en este instante, ambos estarían teniendo una buena sesión de sexo. Una genial y excitante noche en la cama. Algo que sabía no encontraría con suma facilidad. Pero lo que le intrigaba realmente, era si Potter de no haber terminado Draco con la relación, habría estado manteniendo ambas a la vez.


Pasaron varias semanas en las que Draco decidió pasar de aquel tugurio y salió a explorar lugares nuevos, lo que le permitió conocer una ristra de chicos guapos y jóvenes que hacían cola frente a los pies de su cama. Ansiosos, vigorosos y con ganas de ser dirigidos hacia nuevos placeres. Y aunque aquello no se asemejaba a lo que había tenido, era suficiente para mantenerle entretenido en esos momentos.

Un lunes, después de un fin de semana bastante agitado, Pansy se presentó en su oficina en el ministerio como era habitual. Se sentó en su sillón más mullido y comenzó a relatar sus aventuras.

—¿Y has visto El Profeta esta mañana? Merlín los crea y ellos se juntan… ¿Draco? ¿¡Draco!?

—Dime.

—No me estás prestando nada de atención… siempre haces lo mismo los lunes, no sé ni para qué me molesto.

—Estás diciendo que has visto algo en El Profeta.

—Sí, mira.

Su amiga le pasó el periódico y Draco casi se atraganta con el té al ver a Potter y a McLaggen en la portada.

—¿Qué demonios…?

¿Acaso habían salido del armario delante de todo el mundo mágico?

—¿Has visto? Qué mala suerte… fueron al restaurante italiano de Blaise, y ni los vi. Es una rabia. Siempre le tuve el ojo echado al guardián de las Holly.

—¿A McLaggen?

—No, a Potter —dijo con evidente sarcasmo—, pues claro. ¿Tú lo has visto?

—No sé, tampoco me parece una gran cosa.

—¿Estás seguro de que eres gay? —preguntó acercándole el periódico más a la cara, luego volvió a cogerlo y a mirarlo ensoñadora—. Aunque ahora que lo mencionas… Potter tampoco está nada mal. La semana pasada fuimos Blaise y yo a ver un partido de Potter y… deberías ir, al final hacen intercambios de camisetas… es lo único que me interesa de un partido de quidditch. Parecen que alguien les ha tallado el estómago a estos dos, Draco, en serio.

—Pareces una cotorra. Una cotorra caliente.

—Envidioso, que jamás vas a encontrar a chicos gay como estos.

Draco comenzó a reírse al oír aquella ironía.

—Permíteme que lo dude, Pansy…

—¿Qué quieres decir? ¿Has conocido a alguien?

—Lo que quiero decir, es que tanto Potter como McLaggen son gay. Y además, están juntos, por eso los han pillado saliendo del restaurante de Blaise, seguramente habrán tenido una cena romántica o algo así.

—Sí, claro. Siempre estás igual, solo lo haces para meterte conmigo. Pero te aseguro que estos dos no son gay.

—Y yo te aseguro que sí lo son.

—¿Y cómo lo sabes? ¿Los has visto acaso en esos lugares muggles o algo así? Porque no me lo creo.

—Pues sí, los he visto a ambos en esos sitios y además…

—Eso no quiere decir nada, Blaise y yo te acompañábamos mucho cuando comenzaste a ir…

—Pansy, créeme…

—Y otra cosa, Potter está con Weasley. Desde el colegio, no podría…

—Pansy.

—Y si Potter fuese gay todo el mundo lo sabría, sale casi semanalmente en El Profeta por alguna razón, y…

—¡Pansy! —Draco agarró el periódico y se lo puso frente a la cara—. Mi polla ha estado en su culo, por eso sé que es gay. Lo tengo muy comprobado, créeme.

—¿Qué? —la chica lo miró con los ojos como platos—. ¿Te… te has acostado con Harry Potter? —Draco asintió—. ¿Con el jodido Harry Potter? ¿Nuestro compañero del colegio? ¿El maldito héroe del mundo mágico?

—Sí, y tampoco es para tanto, nos encontramos en un lugar de esos y comenzamos a acostarnos. No es la gran cosa.

—¿Qué quieres decir con "comenzamos a acostarnos"? ¿Lo has hecho más de una vez? ¿Cuántas?

—¿Te han dicho alguna vez que eres demasiado cotilla? —Pansy alzó una ceja, dándole a entender que no se iba a escapar de aquel interrogatorio—. No sé las veces, pero si un par a la semana durante unos tres meses, más o menos.

—¡Draco! ¿¡Dos o tres veces a la semana!?

—Bueno… realmente quedábamos unas dos veces a la semana, pero había días que lo hacíamos hasta tres veces, así que no sé en cuanto se queda el número aproximado.

—¡Por el amor de Merlín, Draco!

—¿Qué? Tampoco es para tanto…

—¿Y por qué lo habéis dejado? —dijo ahora cambiando el tono por uno menos escandalizado—. ¿Te dejó por el estúpido de McLaggen?

—¿Ahora es un estúpido? —preguntó viendo la consternación de su amiga—. Y no me ha dejado. No había nada que dejar, no teníamos una relación propiamente dicha, tan solo nos acostábamos.

—Pero, algo te gustaría, ¿no? Quiero decir, no te acuestas tanto con alguien que no te gusta.

—Si te refieres a físicamente, sí, y te doy la razón, es… bueno, tiene un cuerpo impresionante. Pero nada más.

—¿Es que no teníais feeling o algo así? ¿No os llevabais bien en la cama?

Draco se paró a pensar. No había hablado de esto con nadie aun cuando lo tenía algo consternado, quizás Pansy le pudiese ayudar con sus pensamientos. Siempre había sido una buena amiga.

—La verdad es que congeniábamos. Ambos sabíamos bien cuando uno u otro quería llevar el control y ese tipo de cosas, nos compenetrábamos bastante y no había discusiones o malos royos. No había incomodidad. No sé como explicártelo, pero yo estaba muy a gusto…

—¿Y por qué te dejó?

Draco la miró con una ceja alzada debido a la interrupción.

—Como decía, la cosa estuvo muy bien hasta que Potter comenzó a comportarse de forma extraña. Estaba ausente y distante. Y créeme, nunca lo había estado, a ver… ¿cómo te lo digo de forma sutil? Una de las cosas que más me gustaban de él era la forma en que se expresaba; como con gestos, sonidos y movimientos me decía cuanto le estaba gustando, eso hacía que yo también me excitara mucho más… pero un día dejó de comportarse así y le dije que debíamos acabar si es que estaba incómodo.

—¿Y él no te dijo nada? —preguntó Pansy, que se había apoyado en la mesa con los brazos y oía aquel relato con sumo interés.

—Sí, bueno, dijo que estaba distraído por problemas de trabajo, pero Pansy, se le notaba que era por mí y sabes que Potter es un santurrón y no sería capaz de admitir que quería cortar con aquello… simplemente se aburrió. Además, no le ha faltado tiempo para correr a brazos de McLaggen.

—¿Estás celoso? —preguntó con una sonrisita.

—Para que estuviese celoso primero tendría que gustarme, cosa que no ocurre.

—Oh, vamos…

De repente, el sonido de alguien golpeando en la puerta los dejó a ambos en silencio. Pansy se despidió de Draco y lo dejó trabajando mientras este aun seguía dándole vueltas al asunto.


Después de un par de días en que estuvo asombrado porque su amiga no sacase de nuevo el tema de Potter, recibió una llamada por Flu de esta instándole a reunirse con Blaise y con ella en el restaurante del primero para una cena informal. La verdad es que hacia mucho que no quedaban, pero tenía miedo de que le hubiese contado todo a Blaise y que aquella cena no fuese más que un interrogatorio sin salida.

Como aún así, no podía decir que no, el viernes se presentó en el restaurante italiano y esperó en la puerta pacientemente hasta que uno de los camareros lo llevó hasta su mesa.

Pansy y Blaise ya estaban allí y se levantaron a saludarlo. Y justo cuando se inclinó para besar a su amiga notó cierto murmullo general.

Se dio la vuelta y su sorpresa no podía ser mayor al ver a nada más y nada menos que a Potter allí, entrando a cenar con McLaggen y ambos con una sonrisa enorme, aunque al primero se le borró en cuento cruzó miradas con el rubio.

Ambos se miraron durante unos segundos hasta que el guardián de las Holly le dio un golpe en el antebrazo a su acompañante y este pareció reaccionar.

Draco, entonces, dirigió su mirada (la cual había pasado de sorpresa inicial a enfado) a Pansy, quien lo miraba con una sonrisa resabida.

Se sentó entre sus dos amigos y se colocó la servilleta sobre el regazo.

—Blaise —dijo con un tono que le pareció normal—, deberías guardar mejor tus libros de reserva, parece ser que alguien los ha estado cotilleando.

—Solo quería veros en la misma habitación. Tampoco es nada malo.

—No lo entiendes —dijo bajando el tono y acercándose para que solo ellos lo oyeran—, sabe que Blaise es mi amigo, va a creer que he hecho esto a conciencia. Que yo miré ese libro y vine porque sabía que estaría aquí.

—Vamos, Draco —dijo el aludido—, no creo que Potter sea tan rebuscado. Además, ¿Qué esperabas? ¿Soltarle esa bomba a Pansy y que se cruzara de brazos?

Draco los miró a ambos de mala manera, sintiéndose el centro de un complot entre ambos y se puso a mirar la carta, que se sabía de memoria, solo para no hablar con ninguno durante unos minutos.

El rubio se percató de que su amiga había estado prácticamente toda la cena mirando a su espalda. Sabia que a Potter, y eso le hacía enfurecerse y arrepentirse de haberle contado nada.

—Está muy guapo, Draco, ¿sabes si es bisexual?

También sabía que si Pansy estaba tan pesada era por él. Jamás se había fijado en Potter, y no habría admitido que era guapo si no fuese por lo que sabía.

—No lo sé, Pansy.

—No creo que si ha probado a Draco quiera volver a tocar a una mujer en su vida —dijo Blaise provocando la risa de ambos y el fruncimiento de ceño del rubio.

—Depende de la parte de Draco que haya probado, si ha sido su carácter no creo que quiera volver a repetir.

Consternado, por haber estado toda la cena aguantando los comentarios, se levantó y dejó caer la servilleta.

—Voy al baño —dijo sin más.

Blaise se levantó tras él y lo alcanzó justo cuando entraba.

—No te enfades, Draco sabes que son solo tonterías.

Draco se apoyó contra uno de los lavamanos mientras su amigo entraba a los cubículos.

—No estoy enfadado, pero ya conoces a Pansy, no tiene límites… Aunque debo añadir que esta vez he pecado de iluso al pensar que trataría esto como una adulta.

La risa de Blaise fue opacada cuando la puerta del baño se abrió de nuevo.

Draco que aun estaba con la espalda contra uno de los lavabos se irguió enseguida.

—Hola Draco —dijo Harry con una sonrisa.

—Hola.

—Me ha sorprendido verte, aunque claro, teniendo en cuenta que este es el restaurante de Zabini, no sé de qué me extraño —Draco permaneció en silencio varios minutos—. ¿Estás molesto o algo así?

—¿Yo? ¿Por qué iba a estarlo? —procuró no mirarlo a la cara, la verdad es que tampoco tenía ganas de hablar, y menos teniendo al capullo de Blaise haciéndose el invisible dentro del baño.

—No sé, no pareces muy contento.

—Pues tú sí que lo pareces, me alegro por lo de McLaggen, por cierto —¿Por qué demonios le había dicho algo así? Iba a ser carne de cañón para Pansy.

—Oh, Cormac y yo no… no es nada serio, yo…

Draco soltó una risa floja.

—No me tienes que dar explicaciones, no me las debías antes y mucho menos ahora.

—No es eso, es simplemente que quería decírtelo.

—Me da igual —volvió a insistir.

—Vale, Draco.

Harry miró alrededor como esperando algo y luego salió del baño.

Para sorpresa del rubio, Blaise salió del cubículo donde había permanecido escondido durante toda la conversación y no dijo ni una sola palabra.

Llegaron a la mesa y Pansy los miró con ojos brillantes.

—¿Qué te ha dicho? Lo he visto levantarse justo cuando tú doblabas la esquina.

—Nada.

—Vamos, me vas a decir que no ha abierto la boca… Ha estado toda la noche mirándote, y ahora te ve levantarte al baño y te sigue… ¿era porque estaba Blaise? —miró a este a la cara—. Dime que no lo has estropeado.

Pero antes de que ninguno pudiese contestar, Draco se había puesto su abrigo y se dirigía con paso diligente hacia la puerta, pasando sin evitarlo, delante de Harry quien lo acompañó con la mirada hasta que hubo abandonado el restaurante.