Ranma 1/2 es una obra cuyos derechos pertenecen a Rumiko Takahashi. Este fanfiction está realizado sin ningún ánimo de lucro y con el mero objetivo de divertir y entretener.

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Sueño de Verano — Toma 1

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El sol llevaba tan solo una hora en lo más alto del cielo y ya castigaba con justicia. Le pegaba directamente en la espalda haciendo que su camiseta transpirable perdiera completamente el nombre o la utilidad.

Gotas de sudor se le agolpaban en la frente y rodaban con cadencia hacia su cuello, hubiese querido secárselas pero en aquel momento era imposible. Sólo podía mirar hacia arriba y clavar con aún más fuerza sus dedos en la pared vertical.

Movió con cautela el pie derecho, en la roca había una diminuta arruga que le serviría para continuar avanzando, ejerció presión con los dedos de los pies enguantados en aquellas zapatillas especiales a la vez que volvía a palpar en busca de algún tipo de saliente.

No era fácil, llevaba más de tres meses en aquellas montañas y seguía sintiéndose un aficionado. Encontró el reborde que estaba buscando y comenzó a hacer lo propio con su pie izquierdo. Debería haber elegido una pared menos complicada, pero por algún motivo, "La grieta" como la llamaban en la zona había despertado su interés.

Había comenzado a escalar a primera hora de la mañana, llevaba un ritmo inmejorable pero él no lo veía de aquella manera, hubiese jurado que podría llegar a la cima al medio día.

Volvió a palpar con su mano derecha, aquello era un ejercicio que ponía a prueba todos y cada uno de sus músculos, un solo desliz y se podía ir despidiendo. El último cabo de cuerda que llevaba enganchado a su arnés lo había fijado casi 50 metros más abajo, si por casualidad resbalaba desde esa altura el clavo no aguantaría, y encontraría una prematura y dolorosa muerte tras una caída de 300 metros.

"Exactamente igual que un mosquito contra el parabrisas de un coche" — pensó con una sonrisa tácita, debía de dejar de arriesgarse tanto.

Forzó al máximo los dedos de sus pies para mantenerse ergido contra la roca, volvió a buscar apoyo con su pierna derecha cuando sintió como con la izquierda perdía pié. Clavó las uñas en la piedra caliente y tensó los músculos de los brazos a la vez que dejaba escapar un grito de dolor, todos sus músculos se habían hiper estirado hasta provocarle una auténtica agonía. Apretó los dientes y con más agallas que fé, alzó la mano izquierda en busca de un saliente lo suficientemente grande como para que le permitiese descansar.

En lugar de eso una mano se cerró alrededor de su muñeca, miró hacia arriba confundido antes de que tirasen de él con fuerza. Había llegado, estaba en la cima, se dejó caer cuan largo era sobre la tierra ardiente respirando con dificultad. Sonrió triunfal a la vez que se giraba para mirar a su inesperado rescatador.

Parecía un chico del lugar, con la tez tostada por el sol, el pelo y los ojos negros y vestido con ropas ligeras.

— ¿Como has subido? — preguntó el escalador desenganchando el cabo de cuerda de su arnés y comenzando a tirar del mismo para recuperarla.

— Hay un camino por el otro lado de la montaña. — dijo el chico como si fuese la cosa más obvia del mundo. El hombre miró por encima de su hombro, le parecía que eso era claramente hacer trampa. — ¿Es usted Ranma Saotome?

Le observó con suspicacia, había muy poca gente que supiera que se encontraba allí. Se echó a un lado la trenza en la que solía atar su cabello.

— ¿Quién lo pregunta?.

El chico no contestó, tan solo le ofreció un paquete de tamaño pequeño y escaso peso.

— Un hombre me dijo que se lo entregara.

Ranma tomó el paquete y levantó una ceja sin saber muy bien qué pensar, a su lado el chico se aclaró la garganta.

— ¿Qué ocurre?

— Él me dijo que me pagaría. — puso los ojos en blanco sin creerse su suerte, rebuscó en la pequeña mochila que llevaba asida a la espalda y le entregó unas monedas. Su particular mensajero pareció complacido y se marchó a la carrera por el escarpado sendero.

Resopló, ya sí que no llevaba absolutamente nada de dinero encima, no le quedaba más remedio que regresar a la civilización. Se sentó en el suelo cruzándose de piernas y abrió el paquete, dentro había un libro.

— ¿Pero qué demonios...? ¿La joya de Beijing?

Estaba escrito en japonés y firmado por un tal Tendô, las tapas eran de color morado y la tipografía se escribía con grandes letras doradas. En la portada aparecía la imagen de una pistola humeante sostenida por una mujer escultural, en su rostro se adivinaba una expresión decidida. Le dio la vuelta al libro y leyó en voz alta la sinopsis.

— Shouji, un ex policia de la brigada especial recibe un extraño encargo. Debe escoltar a Bai, la tímida y vulnerable hija de un empresario chino hasta Hong Kong. Pero no todo es lo que parece, y Shouji tendrá que utilizar todos sus recursos mientras se ve envuelto en una trama de corrupción, mafia y sexo.

Hizo una pausa antes de abrir la primera página y no le extrañó lo más mínimo ver aquella caligrafía apretada y descuidada tan familiar. "Espero que lo encuentres de tu interés, Genma Saotome"

— ¿Qué estás tramando esta vez, viejo?

Metió el libro en su mochila de mala gana, se la ajustó a los hombros y guardó su equipo de escalada, dio un largo trago de agua de una de las botellas que llevaba consigo. Por mucho que le pesase era hora de regresar a Tokio.

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— ¿Que dices que hizo el viejo? — el chico de la trenza puso ambas manos sobre la mesa, a la vez que clavaba sus penetrantes ojos azules en la delgada figura de su madre. La mujer se removió incómoda en el sitio.

— Ya sabes como es tu padre... — intentó excusarle con un ligerísimo encogimiento de hombros, hacía ya mucho tiempo que había perdido la sonrisa. Aún a pesar de rondar los cincuenta seguía siendo una mujer verdaderamente hermosa, las ligeras arrugas de su rostro le otorgaban expresividad, parecían sumarle experiencia y sabiduría.

Ranma se llevó una mano a la cara con fastidio y revolvió su abundante flequillo. Sabía que algo así podía pasar, y más si se trataba del sinvergüenza de su padre. Tan sólo estuvo un par de meses entrenando en china, ¿cómo se habían complicado tanto las cosas?.

La realidad era que debían demasiado dinero, y su padre no encontraría ni loco un trabajo honrado así se le estrellase contra las narices. Se habían pasado media vida esquivando deudas y acreedores, robando comida y estafando personas, pero ya no más. Cuando cumplió 20 años Ranma comenzó a participar en varios torneos de artes marciales, y empezó a ganarse una reputación dentro de los circuitos profesionales.

Ah, las artes marciales, la única cosa en el mundo que se le daba bien a su progenitor. Era lo único que le había enseñado y debía reconocer que en eso era condenadamente bueno, si tan solo no fuese un ladrón...

Se distanció de su padre todo lo que pudo, había sido un irresponsable, cosa que iba a pagar en carnes propias por el resto de su vida. Hasta eso se lo podía perdonar...lo realmente sorprendente fue enterarse, hacía escasamente un año, de que su madre seguía viva. Era el colmo de las tomaduras de pelo.

El reencuentro fue muy emotivo, ya no tanto el relato que le contó la mujer acerca de la promesa que le hizo Genma antes de arrancarle de sus brazos, que le convertiría en un "hombre entre los hombres". Huir de ella fue obligatorio durante un tiempo, hasta que fatídicamente se enteró de su pequeño "problemita", aún daba gracias a que su madre hubiese resultado ser bastante comprensiva y de que su katana no estuviese afilada.

Durante un tiempo vivieron los tres juntos, como una verdadera familia, pero estaba convencido de que su maldita suerte no tardaría en darle un nuevo revés. Y así fue, pronto descubrió porqué se había pasado toda su infancia y adolescencia viajando de un lado a otro con su padre, ¡el no tener un domicilio fijo impedía que les encontrasen los acreedores!.

Los meses que siguieron fueron un verdadero infierno de facturas impagadas y trabajos a tiempo parcial. Practicaba artes marciales cuando podía, se clasificaba para grandes torneos a la vez que descargaba mercancías en el puerto por las mañanas y trabajaba de dependiente en un konbini por las tardes...mientras su padre desaparecía durante largos periodos de tiempo sin dar explicaciones.

Veía a su madre sufrir día a día, vistiendo kimonos muy usados y haciendo malabares con la economía familiar. Se le revolvían las tripas cada vez que, con una sincera sonrisa, le decía no tener hambre y en contrapartida le ponía una ración extra de arroz.

Era demasiado. Se mató a trabajar hasta que los acreedores les dejaron tranquilos, y pudo juntar el suficiente dinero como para que él y su madre pudiesen vivir bien. Dejó su puesto en el konbini y se tomó más en serio su pasión, las artes marciales.

No debió despistarse, la paz en su vida nunca duraba. Decidió aprovechar el poco dinero que tenía ahorrado para irse a entrenar, fue a china también con la secreta esperanza de encontrarle solución a esos inconvenientes que sufría cuando se mojaba con agua fría.

Todo con lo que dio fueron simples placebos, aunque por otro lado el entrenamiento estaba resultando muy satisfactorio. Lo que no se esperaba es que a su regreso su padre hubiese vuelto a casa, como no, con más deudas. El esfuerzo que había hecho se había ido al garete, se lo habían llevado todo.

¿Pero en qué demonios se podía gastar tanto dinero? Apretó los puños con fuerza y volvió a mirar a su madre.

— Voy a matar a ese desgraciado.

— No hables así de tu padre.

— ¡Pero...!

Nodoka le fulminó con la mirada, el chico de la trenza resopló por la nariz, estaba furioso, pero jamás se atrevería a contradecir a su madre.

— Dijo que quería hablar contigo en cuanto regresaras.

— Sí, supongo que debe tener algo que decirme, me envió una novela a china, ¿te imaginas?.

— ¿Una novela?

— Algo se trae entre manos... — dijo en voz baja, como si temiese que su progenitor fuese a aparecer de forma inesperada.

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¿Estaba en el lugar correcto? Miró con desconfianza el letrero tallado en madera de la puerta del establecimiento. Parecía caro, un escalofrío le recorrió la espalda, deseaba con toda su alma haberse equivocado.

Cerró su paraguas y entró en el restaurante, afuera diluviaba, estaban en plena época de monzones y el centro de Tokio era un caos. Lo dejó junto al del resto de los clientes del establecimiento, guardado en una suerte de barril común.

— ¿La mesa del señor Saotome? — preguntó con la duda asomando en su voz al primer camarero con el que se topó en el local.

El hombre asintió y le condujo por el restaurante. Ranma no pudo reprimir la punzante sensación de odio que le invadió cuando volvió a reencontrarse con su padre, que lejos de esperarle o mostrar cualquier tipo de cortesía había comenzado a devorar todos los platos que había en el menú, al juzgar por el prominente montón que se encontraba a su lado.

Ranma se aclaró la voz y tomó asiento.

— Viejo...

— ¡Hijo! — exclamó sonriente Genma Saotome con los carrillos rebosantes de arroz. — Ven, ¡come algo!

El chico de la trenza apenas se movió, frunció el entrecejo desconfiado.

— ¿Quién va a pagar todo esto?

— ¡Eso ya no es un problema!

— ¿Cómo?

El hombre al otro lado de la mesa terminó de tragar antes de continuar hablando, vestía con un gi ajado y un ridículo pañuelo atado en la cabeza que intentaba ocultar su calvicie. Se ajustó las gafas con el dedo corazón mientras exhibía una sonrisa taimada.

— He resuelto todos nuestros problemas económicos.

— ¿Has encontrado un trabajo? — repuso su hijo sorprendido.

— Mucho mejor, ¡te lo he encontrado a tí!

Se hizo un incómodo silencio antes de que el joven artista marcial se recuperase, saltó de su silla como si le hubiera alcanzado un rayo y dio un sonoro golpe en la mesa.

— Déjate de bromas, ya tengo un trabajo, ¡a veces incluso dos! — le tomó por el gi y le sacudió — ¡Lo que necesitamos mamá y yo es que nos dejes tranquilos!

— ¿Desde cuándo descargar mercancía es un trabajo para un artista marcial?¿y etiquetar productos en un supermercado?

— ¡Al menos es honrado!

— No te preocupes más hijo mío, ¡tengo la solución a todos nuestros problemas! — Y sin dejarle decir una palabra más se rebuscó rápidamente entre la ropa y extrajo un par de papeles que colocó encima de la mesa.

Ranma pestañeó antes de soltar las ropas de su padre y pararse a mirar los papeles, cosa que agradecieron camareros y comensales que no estaban acostumbrados a ese tipo de discusiones públicas.

— Esto...

— ¡Así es!¡Es un contrato para protagonizar una película!, ¿te imaginas?, no por nada crié a un hijo talentoso y atractivo como tú, ¡esos dones hay que aprovecharlos!. Me enteré de que una productora estaba buscando a un artista marcial desconocido así que después de charlar y enseñarle unas cuantas fotos aceptó, ¡fue increíble!¡firmamos el contrato aquel mismo día!, ni que decir tiene que está deseando conocerte...ah, esto nos dará mucho dinero Ranma.

El chico de la trenza se encontraba en estado de shock.

— ¿Tu... has firmado esta basura... en mi nombre? — dijo mientras el contrato se arrugaba entre sus manos.

— Lo cierto es que tengo una copia de tu sello... ¡pero solo lo uso en emergencias!.

Ranma no sabía que de todo aquello era peor, si que su padre le hubiese robado su sello personal y lo estuviese usando a su antojo (sabía dios que tipo de deudas podría haber contraído), que hubiese hecho un contrato vinculante en su nombre o que realmente pretendiese que hiciese una estupidez tal como una película. Diría que era lo más descabellado que había escuchado en su vida, pero para su desgracia su día a día tampoco distaba mucho de un guión de ficción.

— Esto es de largo lo peor que me has hecho, ¿me preguntaste siquiera?, ¡¿te has pensado que soy Bruce Lee?!

— Ranma tienes que tranquilizarte...

— ¡Una película!¡una maldita película!, ¿para eso me mandaste aquel libro?¿se supone que va de eso?¡No cuentes conmigo para esta estupidez! — dijo tomando los papeles entre sus manos, tenía la completa intención de destrozarlos.

— ¡Pero podríamos ganar millones!

"Millones", la sola mención de una cantidad tan colosal de dinero hizo que dudase un segundo, momento que aprovechó Genma para arrebatarle el contrato y esconderlo de nuevo en lugar seguro.

— ¡Eh!

— Puede que necesites tomarte algo de tiempo para pensarlo, pero date prisa porque mañana debemos ir al despacho de la productora. Te estaré esperando en casa.

— ¡No pienso hacerlo! — volvió a protestar el chico de la trenza mientras su progenitor sin prestarle atención abandonaba el establecimiento. — ¿Me escuchaste viejo?, ¡no voy a hacerlo!

Se sentía atrapado, ¿tan complicado era tener una vida plácida y, por dios santo, NORMAL?. Se levantó de la mesa que ocupaba cuando el camarero le abordó en mitad del pasillo.

— Señor, su cuenta.

El chico de la trenza tomó la nota que le tendía, la miró consternado mientras empezaba a mascullar entre dientes. Se la había vuelto a jugar.

— Sólo tengo 3000 yenes. — confesó a sabiendas que aquello no cubría ni la mitad de la factura, vació su cartera e hizo un mudo gesto de impotencia al camarero.

— Su acompañante dijo que pagaría, todo. — dijo intentando darle énfasis a la última palabra.

— Ya le he dicho que no llevo más dinero.

— ¡Llamaré a la policía! — amenazó el mesero comenzando a perder la paciencia. Un sudor frío recorrió la espalda de Ranma.

— ¡Oh!¿qué es eso? — exclamó el chico perplejo apuntando con un dedo hacia el techo, el camarero levantó la vista y el artista marcial le empujó hacia un lado, comenzando a correr despavorido hacia la salida. Si algo había aprendido en todos los años viajando con su padre era a huír de restaurantes.

Tres camareros más y el que parecía el chef principal le salieron al paso, este último armado con un cuchillo de cocina. Ranma saltó por encima del primero, aterrizó en mitad de una mesa y desde allí volvió a saltar hacia el suelo, cogió carrerilla y esquivó a los otros dos meseros dando un salto, rebotando contra una pared y aterrizando de nuevo con un mortal hacia atrás, algunos comensales estallaron en aplausos.

Continuó corriendo hacia el chef, el cual lanzó una estocada al aire pero el artista marcial le evitó sin problemas antes de arrebatarle el afilado objeto de entre las manos.

— ¡Esto es peligroso! — exclamó antes de lanzarlo contra uno de los grabados de la entrada, quedando artísticamente clavado entre los ojos de un samurai.

Alcanzó la salida, se le había olvidado por completo que estaba lloviendo. Corrió por la estrecha callejuela mientras escuchaba gritos a su espalda, pero en cuanto torció la esquina recuperó el aliento. Su cuerpo había encogido, ahora sus ropas le quedaban holgadas. Se quitó los zapatos para no perderlos y comenzó a caminar tranquilamente en mitad de la tormenta.

— ¡Eh, chica!

Ranma se giró para mirar al agitado chef.

— ¿Has visto a un joven huyendo por esta calle?

— Oh, sí, se fue por allí. — dijo apuntando en dirección contraria, el hombre desapareció de su vista maldiciendo bajo la lluvia, a veces no estaba mal eso de sufrir una horrible maldición.

Miró hacia el cielo, parecía que aquello no iba a cesar en breve. Se encontraba en mitad de Tokio y sin dinero, tendría que colarse en el tren para volver a casa.
Por si fuese poco estaba muerto de hambre, debería haber aceptado la oferta de su padre y tomar algo, si hubiese sabido que iba a tener que encargarse de la cuenta sin duda lo habría hecho.

— Mierda. — masculló comenzando a caminar, paseó errante por un par de callejuelas intentando no mojarse demasiado, refugiándose en los toldos de los comerciantes.
¿Cómo iba a protagonizar una película? Era una completa idiotez, no sabía actuar, aunque claro, esa no tenía porqué ser una cualidad de un actor de cine de acción, ¿y que quería decir su padre con millones?.

Tan ensimismado iba en sus pensamientos que no se percató de que una bicicleta pasaba veloz a su lado, el apresurado conductor no le vio. Empujó su menudo cuerpo y ni siquiera se paró a disculparse, Ranma de precipitó contra el mojado asfalto.

— Aaahh... — se quejó levantando la cabeza con dificultad, aquel se había convertido en un día horrible, uno de esos que gestaban con cuidado la casualidad y la mala suerte cada cierto tiempo, sólo podía desear que terminase pronto. Se giró sobre sí mismo y permaneció tendido en mitad de la calle, observando como las gotas de lluvia empapaban su cuerpo femenino ¿acaso podía pasar algo más?.

— ¿Estás bien?

Una figura se interpuso en su rango de visión, era una chica y le miraba con preocupación. Llevaba un paraguas de esos transparentes tan comunes, se agachó a su lado y le tendió una mano, Ranma frunció el entrecejo.

La miró más detenidamente y contuvo el aliento, "es un ángel" se descubrió pensando. Era delgada, con cabellos de color negro tan oscuro que denotaba reflejos azules. Tenía el pelo corto y liso de tal forma que enmarcaba su rostro en un delicado óvalo nacarado. No a todas las chicas les sentaría bien aquel peinado, era preciosa, como una muñeca de porcelana.

Sus ojos de color marrón eran enormes, redondos y cálidos, la nariz pequeña y respingona le daba cierto aire de presumida, que acentuaban unos altísimos pómulos. La boca de buen tamaño estaba enmarcada por unos carnosos labios, parecían decir que se trataba de una respondona. Tragó saliva antes de desviar la mirada.

— Lo he visto todo, ¡será animal!¡Al menos podría haberse parado a preguntar si te había hecho daño!

— No te preocupes, no me ha herido. — dijo el chico incorporándose y evaluando posibles daños.

— Pero fíjate, ¡estás empapada!

Ranma miró sus ropas, ajustadas hasta lo obsceno en su cuerpo femenino, se sacudió ligeramente.

— No es nada, sólo agua.

— Toma. — dijo la desconocida tendiéndole su paraguas. — Voy cerca, no me hace falta.

— Pe-Pero... ¡no puedo consentir que una chica se moje! — exclamó sin pensar.

— ¿Y tú que eres? — respondió divertida la morena.

— No puedo aceptarlo. — insistió el artista marcial devolviéndole el paraguas

Y en aquel impás y por encima del tenue sonido de la lluvia que empapaba a ambas mujeres se escuchó un lamento, un quejido fácilmente identificable. Ranma enrojeció tanto como su cabello.

— ¿Tienes hambre? — preguntó ella aún a pesar de conocer la respuesta, la mujer que tenía delante bajó la mirada avergonzada. — Vamos, ven. — la tomó de la muñeca en un gesto decidido e inusual para un extraño.

El artista marcial se sintió conmovido por aquella amabilidad, se dejó arrastrar como un niño perdido hasta que atravesaron las puertas de un restaurante, era estrecho y pequeño, tan sólo contaba con una barra y altos taburetes.

La chica morena le devolvió una mirada sonriente y le invitó a tomar asiento a su lado.

— ¿Te gusta el ramen?

La pelirroja asintió.

— Ramen para dos, por favor. — pidió amablemente a un hombre mayor, que parecía hacer las veces de cocinero y camarero. Con una velocidad que solo dá la experiencia puso frente a las dos jóvenes sendos tazones repletos de sopa, fideos y carne.

Su inesperada samaritana no habló, tomó un par de palillos de madera del dispensador que había en la barra y comenzó a comer satisfecha, Ranma se apresuró a imitarla, no sabía lo sumamente hambriento que se encontraba hasta que no comenzó a comer. Dio buena cuenta de su plato en apenas unos minutos, el calor del local y el tazón de sopa le reconfortaron.

Cuando levantó la vista se encontró con la asombrada mirada de la chica de cortos cabellos, que apenas había comido la mitad de su ración.

— Vaya, de veras estabas hambrienta. — dijo mientras la observa curiosa.

— Gracias, no se como pagártelo. — admitió Ranma de nuevo avergonzada.

La chica de la trenza la miró de reojo, aquella desconocida no sabía que se encontraba en la presencia de un hombre, de eso no cabía duda. Vestía una falda ajustada vaquera y una camisa rosada, a pesar de la lluvia hacía calor por lo que había abierto su blusa ligeramente, la sopa caliente hacían que sus mejillas tuviesen un color intenso. Se abanicó con la mano izquierda distraída y después colocó un travieso mechón detrás de su oreja.

— Las mujeres debemos ayudarnos entre nosotras, además, me pareció que tu también estabas teniendo un mal día.

Suspiró y Ranma se sobresaltó, se había quedado embobado, giró la cabeza a toda velocidad mirando hacia el resto de los comensales, como si los encontrase realmente apasionantes.

— Creo que hoy he hecho algo de lo que me voy a arrepentir. — aclaró.

— ¿Que pasó? — preguntó en un reflejo. La desconocida pareció conmovida por su interés.

— Hace algunas semanas me peleé con mi novio, desde entonces no se nada de él, a decir verdad ni siquiera sé si seguimos juntos ¿no es una estupidez? — sonrió con tristeza — Estaba tan perdida que finalmente he aceptado una oferta que llevaba meses rechazando, no se si he hecho bien...es complicado, siento aburrirte con mis problemas.

— Es un idiota.

— ¿Qué?

— Ese tipo...es un idiota. — la graciosa trenza de Ranma se movió al compás de su afirmación, cayó sobre su hombro a la vez que un gesto duro se dibujaba en su rostro. — Si yo fuese tu...quiero decir, si tu fueses mi...¡aggg! — se revolvió el cabello ante la mirada extrañada de la chica de cortos cabellos. — Creeme es un idiota, ¿vale?.

Ella sonrió con timidez, tapándose la boca con dos dedos de forma adorable.

— Gracias. — dijo entendiendo el cumplido, no se dio cuenta del súbito sonrojo que cubría a su acompañante.

Unos minutos más tarde abandonaron el pequeño restaurante, por fortuna había dejado de llover.

— Espero que todo te vaya bien. — dijo la desconocida a modo de despedida.

Ranma sintió un pequeño cosquilleo en el pecho, sabía que debía despedirse de ella pero por algún motivo le costaba hacerlo.

— Gracias, de verdad que no se como agradecerte...

— Entonces digamos que si nos volvemos a encontrar la próxima vez me invitarás tú. — respondió risueña mientras le decía adiós con la mano y comenzaba a caminar hacia una calle principal.

— ¡Espera! — exclamó dándose cuenta que ni siquiera le había preguntado lo principal, lo mínimo que marcan las normas de cortesía. — ¿Cómo te llamas?

Ella se giró y sonrió a la vez que en el cielo comenzaban a abrirse claros entre las nubes.

— Akane. — dijo antes de continuar su camino y perderse entre la muchedumbre.

— Akane... — repitió la chica pelirroja para sí misma. — ...si yo fuese tu novio jamás te dejaría marchar.

Echó una última mirada al lugar por el que había desaparecido, se encogió de hombros y comenzó a caminar hacia la estación de tren.

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— ¿Aún sigues enfadado? — pregunto Genma a su enfuruñado hijo, Ranma se removió incómodo en su silla, negándose a contestar. — Al menos escucha lo que tiene que decirte, te garantizo que es una gran mujer, muy persuasiva. A pesar de ser joven sabe muy bien lo que se trae entre manos.

— Sólo he venido a explicarle que firmaste el contrato sin mi permiso, después nos iremos.

Genma torció el gesto y se cruzó de brazos, llevaban diez minutos en una espartana sala de espera. Las oficinas de la "productora" si es que se podían llamar así a un diminuto despacho con apenas cuatro trabajadores estaba en el centro de Tokio, curiosamente cerca de donde habían estado comiendo (al menos él lo había hecho) el día anterior.

Lo sorprendente es que cuando Ranma regresó a casa después de que le dejara "encargado" de pagar la cuenta no le gritó, ni siquiera parecía tener la intención de iniciar una pelea. Estaba pensativo y ausente, se metió en su habitación y tan sólo bajó para la cena, durante la cual apenas pronunció palabra.

El hombre observó a su hijo, desde luego aquel comportamiento no era propio de él, algo debía de haberle ocurrido.

— Perdón por haceros esperar. — una sonriente mujer les observó desde la puerta, Ranma se mostró receloso, no parecía mucho mayor que él. Eran delgada y con buen cuerpo, llevaba un pantalón ejecutivo negro y una blusa vaporosa de color verde intenso. Su rostro de facciones dulces quedaba gravemente en entredicho por la mirada avasalladora de sus gigantescos ojos marrones, por alguna razón que no llegaba a explicarse, le resultó familiar. — Este debe de ser Ranma. — dijo al tiempo que levantaba una ceja, le dio la impresión de que le estaba evaluando y lo que era peor, poniéndole nota.

— Así es señorita Nabiki, este es mi hijo. — dijo Genma levantándose de su asiento e indicándole a su hijo que hiciese lo mismo.

— Un placer conocernos por fin, tu padre cuenta maravillas sobre tí. — intervino de nuevo a la par que le tendía la mano, el artista marcial se apresuró a estrecharla.

— Señorita Nabiki, en realidad creo que ha habido un malentendido, verá...

— No digas nada.

— Ehh...

— Comprendo tu desconfianza, al fin y al cabo somos una productora de bajo presupuesto, con un director novato, y sin apenas instalaciones, pero creeme si te digo que tenemos un as en la manga.

— No es eso.

— Puede que no podamos pagarte hasta que tengamos las primeras ganancias, y si no se alcanzan las expectativas es cierto que no podremos cubrir costes y que la empresa quebrará...

— Estoo... — comenzó Ranma girándose hacia su padre, aquel proyecto hacia aguas antes de haber siquiera comenzado.

— ...pero estoy convencida de que eso no pasará, al fin y al cabo el libro ha sido un éxito entre la crítica y tenemos varias bases de fans muy sólidas que nos apoyan, no en vano vendió casi 500.000 ejemplares en Japón y decenas de miles en países extranjeros.

— ¡Eso no me importa!

— Un contrato con un margen de beneficio del 3% de las ganancias totales puede parecer poca cosa, pero de acuerdo de nuestro último estudio de mercado eso se puede transformar en varios millones de yenes, dinero que no os iría mal, según tengo entendido.

Ranma intentó interrumpir de nuevo pero se lo pensó mejor, de repente le vino a la cabeza la imagen de su madre y aquel kimono raído que solía vestir últimamente. Cerró la boca, si lo que decía aquella mujer era cierto podría suponer el fin de sus problemas.

— Será una gran película, estoy en trámites para conseguir a las mejores figuras, jóvenes emergentes con una gran carrera por delante, esto sólo es el principio. — continuó emocionada. — Y tú, la promesa del circuito de lucha profesional, Ranma Saotome...siempre pensé que era una pena que te machacasen esa bonita cara antes de que la viese todo el mundo. — soltó sin ningún tipo de pudor. — Juntos vamos a hacer mucho dinero.

— ¿Lo ves? — susurró Genma a espaldas de su hijo. — Te dije que era persuasiva.

— ¡Aún no he aceptado!

— ¿Que ocurre?¿tienes alguna duda? — preguntó Nabiki con una sonrisa burlona.

— ¿Que?¡Sí, claro que sí! Es decir...¿estamos hablando de que la película adaptará ese libro?¿La joya de Beijing?

— Claro, ¿no te lo comentó tu padre?

Ranma resopló, para él estaba claro que había un grandísimo problema.

— Escucha, ese libro es... quiero decir que tiene escenas...

— Oh, veo que lo has leído.

— Lo hojeé por encima, nada más. — confesó algo cohibido. — No se que es lo que te habrá contado mi padre, pero yo no soy actor ni tengo ningún tipo de talento para ello.

— No te preocupes, sabremos adaptarnos.

— Pero...

— Ranma Saotome. — interrumpió la ejecutiva comenzando a estar cansada de tanta réplica. — Comenzaremos a rodar la semana que viene, apréndete bien las primeras escenas y espera mi llamada, ¿de acuerdo?

— Señorita Nabiki. — comenzó de nuevo el chico de la trenza.

— Llámeme Nabiki, o directora...directora suena bien.

— Directora — pronunció lentamente sintiendo que aquella mujer tenía la secreta intención de acabar con su paciencia — si no vamos a cobrar hasta que la película comience a generar beneficios, ¿de que espera que vivamos yo y mi familia?

La pregunta sobresaltó a Genma, quien por supuesto no se había planteado ni por un momento ese tipo de cuestiones ante la perspectiva de poder agarrar un buen montón de dinero. Nabiki caminó por la habitación con altivez, haciendo ver que tenía la situación bajo control.

— Dinero llama a dinero, en cuanto comencemos a rodar empezaremos a ganar y siempre puedo darte un adelanto.

Se dio por vencido, tenía que admitir que aquella parecía una buena oportunidad y por intentarlo no perdía absolutamente nada. Que demonios, si al final absolutamente todo salía mal al menos tendría una anécdota divertida que contar: "¿sabías que una vez protagonice una película?", en su cabeza no sonaba mal, ni eso ni el adelanto que esperaba fuese generoso.

— Deberías conocer a una persona. — dijo de pronto Nabiki como si lo hubiese olvidado completamente. — Tiene los guiones, esperadme aquí un momento.

Salió a toda velocidad de la pequeña sala dejando a los dos hombres a solas. Genma parecía complacido, tanto que su pecho se hinchaba como el de un pavo real.

— Te dije que te gustaría.

— Viejo...¿sabes lo que voy a tener que hacer?

— ¡Sacrifícate por tus padres!¡pórtate como un hombre y haz que me sienta orgulloso!

— ¡Lo sabías!¡sabías que era una novela erótica! — le acusó pasmado.

— Es de misterio y artes marciales con algunas escenas más calientes, pero hijo, no te hagas el remilgado conmigo, ya tienes edad como para saber de donde vienen los niños, ¡de hecho tienes edad para darme nietos!

— ¡No pienso desnudarme delante de todo el mundo!

— ¿Te preocupa el tamaño?¡es cine! seguro que con un par de trucos de luces y algunos retoques con el ordenador...

— ¡NO ES ESO! — exclamó con las mejillas ardiendo — ¡Simplemente no pienso hacer lo que un pervertido de mente calenturienta ha escrito en esa novelucha para adolescentes con desórdenes hormonales!

— Ejem.

Ambos hombres saltaron a la vez, tan enfrascados estaban en su discusión que no se percataron de que Nabiki había regresado. Ella sonrió con cinismo.

— Ranma, permíteme que te presente a mi hermana, la autora del libro y guionista de la película.

El artista marcial se maldijo una y mil veces por su grandísima boca.
Miró por encima del hombro de Nabiki deseando que se lo tragase la tierra, cuando una pequeña y delgada chica de cortos cabellos entró con paso firme en la habitación.

Dejó caer la mandíbula hasta dar el aspecto de un imbécil, un chimpancé al que le intentan explicar quebrados.

Llevaba un vestido veraniego sobrio, de color negro y de falda corta, hizo sonar sus pasos a la vez que su expresión decidida denotaba el creciente enfado que guardaba.
Se aproximó a él hasta que estuvieron a apenas medio metro y le enfrentó orgullosa, levantando la barbilla para mirarle bien.

— Akane Tendô. — dijo tendiéndole la mano.

Ranma cerró la boca y sin poder apartar los ojos de aquella cara de enfado tomó su mano. Al contacto sintió como un afilado aguijón se clavaba en su estómago, profundo y palpitante.

— Eres tu.

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¡Hola!

Lo primero, gracias por leer. De veras, muchas, muchas gracias. Si ya me dejases una review para ayudarme a mejorar me harías el doble de feliz. ¡Esta vez prometo responder a todas las reviews y llevarlas al día! (aprendí la lección...).

Este es mi nuevo proyecto, hablaría horas sobre él (bueno, tal vez no tanto XD) pero mejor lo vais descubriendo por vosotros mismos. Para mí supone un reto, quiero esforzarme mucho tanto en su guión como en su narración, pero como soy aún muy novel puedo cometer errores, si los véis no dudéis en hacérmelo saber.

Es un UA, aunque casi prefiero mirarlo como un "What if...?", en fin, sea como sea espero que os guste, ¡yo me voy a esforzar a tope!.

Agradecimientos especiales a Nodokita, por ayudarme tanto en el proceso y soportarme, jajaja.

Nos leemos pronto.