¡Hola! Decidí probar ahora con una historia sencilla que resultó ser larga… pero que a mi ver, puede ser divertida. Al menos como autor me ha sido encantadora de escribir.

Advertencia: Puede estar llena de clichés románticos, ¿Pero que es la vida sin clichés? ; ) otras advertencias: Algunos OC (personajes originales) ocasionales, y una OC (Marianne se llama) que sirve para darle sabor al plato.

Advertencia menor: Al principio de esta historia Kiku lleva el cabello largo. Como su hermano Yao.

Rated: T

Pareja:Arthur x Kiku / Uso de nombres humanos / Mas adelante habrá otra pareja de forma ligera. Muy ligera.

Modalidad: AU, ambientado en un mundo así: las relaciones entre hombres son normales. Principios de los 1900's

Resumen: Arthur pertenece a la alta sociedad y por convenio deberá desposar a la hija de un amigo de la familia, la chica es caprichosa y siempre se ha burlado de Arthur por lo que el no esta dispuesto a casarse sin antes domarla. Busca un plan de vendetta en el que involucra a un joven del barrio chino a quien decide usar para sus vengativos planes.


En la palma de su mano

Cuando Arthur era pequeño supo lo que su vida sería en materia familiar: Cuando creciera debería casarse con alguien de la clase alta a fin de preservar el honor, el abolengo y el estatus de la familia Kirkland. Esta persona debería ser buscada por sus padres así que Arthur creció con la idea de que, lo peor que podría hacer sería enamorarse. Así pues creció hasta llegar a la juventud, pero en el trayecto había desarrollado un carácter rebelde que a sus institutrices costaba poder tranquilizar y lidiar con ello, a sus 18 Arthur era básicamente un chico caprichoso, que sabia mentir, que era arrogante , burlón y presumido, pero terriblemente solitario.

Por supuesto que tenía amigos - o bueno – solo dos con quienes se había educado desde que era pequeño, Francis quien era hijo de un diplomático Francés y Alfred, quien pertenecía a una familia de "nuevos ricos"; El padre de Alfred tenia muy buena visión en los negocios, válgase decir. Y fue precisamente por este motivo que pudo hacerse con su amistad, por que estudiaba con ellos en el colegio privado (El más selecto del país) y además tomaba clase de artes con ellos, había crecido con ellos literalmente, por lo que la relación entre los tres era medianamente cercana. Claro que de los tres el mas extrovertido era Alfred quién no pocas veces dejaba de lado su estatus social para detenerse a conocer sitios donde los "plebeyos" se divertían; cosa que Arthur no encontraba en lo mínimo interesante, mas bien lo veía con disgusto, Francis por su lado había empezado con una postura semejante a la del ojiverde y sin embargo poco a poco se fue internando en el mundo "Underground" de la ciudad.

A menudo Arthur berrinchaba sobre los planes de sus amigos en los que se veía arrastrado, bares de mala muerte, anfiteatros improvisados, bailes callejeros, comida de dudosa procedencia, alcohol de mala calidad y un sinfín de lugares que no había visto ni en las más bizarras pesadillas. Por aquella época corría en la Casa Kirkland un rumor; el primogénito –Arthur- contraería nupcias pronto, según los rumores, se trataba de una chica francesa llamada Marianne, que aunque joven resultaba conocida por su peculiar belleza, sus ojos azules y su castaño cabello que al sol parecía arder cual castañas al fuego. Arthur no era indiferente a ese rumor, y sin embargo la idea de desposarse con Marianne le resultaba un poco molesta, no por que no fuera guapa, no por que no le gustara pero había algo que le imposibilitaba la idea de casarse con ella; Marianne había sido siempre muy manipuladora e inteligente, y necesitaba "domarla" y vengarse de ella por los juegos de la infancia en que ella lo humilló. Sin embargo Arthur no estaba en la posición de ponerse a alegar el veredicto, aun cuando este no fuese oficial… o eso se suponía, claro que Arthur no se iba a dejar tan fácil, ¡Claro que no! Toda su vida había manejado su existencia; y en un momento de lucidez rebelde, resolvió vengarse: poner a su familia de cabeza haciendo unas cuantas…cosas, así aprovecharía a vengarse de Marianne también.

-¿Qué estas pensando? - Francis observó unos segundos a su amigo quien permanecía con las manos unidas y recargado sobre sus codos en la mesa.

- No voy a casarme con Marianne – dijo resuelto.- no ahora…

- … aun no es oficial ¿O si y no nos invitaron al compromiso?

- ..No – suspiró- aun no es oficial, pero claro que cuando hay un rumor, es por algo. Sea cual sea el caso, me vengaré de mi familia…

-ajá… -comentó incrédulo el francés. - ¿Cómo te vas a vengar? ¿Uhmm?

-Voy a elegir a una persona totalmente fuera del criterio de mis padres… le presentaré como mi fiancé, anunciaré nuestro compromiso de matrimonio y llevaré el plan completo para fastidiarlos a ellos y a Marianne... ¿Entiendes? Solo así ella admitirá que de verdad quiere casarse conmigo y dejará de comportarse como una chiquilla que puede pasar sobre mí…

- así que... ¿Usarás a alguien?... ¿A quien?

- eso aún no lo sé, tiene que ser alguien que obvio no sea de clase, que esté por debajo del estilo de Marianne…para humillarla, no sé…

De pronto ambos se vieron interrumpidos por uno de los meseros del café donde ambos charlaban, el chico entregó a ambos sus bebidas y galletas y se retiró de su mesa con una suave reverencia.

-ojalá algún día pudieras explicarme por qué te gusta tanto este sitio… no me hace gracia perderme en el barrio chino ya sabes.

-¡A ti nada te hace gracia!- comentó riendo el francés mientras bebía de su café- a mi el lugar se me hace ameno, y tienen chicas lindas… - añadió antes de dar otro sorbo.

Arthur rodó los ojos y volteó a ver hacia la ventana donde uno de los chicos que trabajaban en el café servía a otra mesa. Era un chico asiático –obvio, estaban en el barrio chino - su cabello cubría levemente su rostro, además su cabello era lo suficientemente largo para armar una coleta de caballo y usaba ropa ligeramente grande para su talla, llevaba anteojos y tenía el tic de mover nerviosamente las piernas. Arthur sonrió.

-perfecto… -dijo en un susurro y su amigo volteó a verlo.

-¿perfecto? ¿Que es perfecto?

-nada nada…

Pero el plan de Arthur ya se había puesto en marcha. Así que al finalizar sus bebidas y siendo tiempo de volver a sus respectivos sitios Arthur se retrasó unos segundos para hablar con el empleado a quien llamó desde una esquina. Cuando finalmente lo tuvo al frente lo observó detenidamente, tenía la piel pálida y presentaba ojeras pesadas en los ojos y un aire distraído.

-Hola… estuve aquí con un amigo…y no pude evitar mirarte y…

-¿se…esta burlando? – El pelinegro susurró.

-¿Qué? ¡Claro que no!...- suspiró - Escucha…- trató de mantener la calma por el bien de su plan- quiero verte una vez mas ¿De acuerdo? …¿te importaría si…nos vemos después?

-… - el asiático se quedo pensando - … lo siento, no puedo.

Arthur resopló fastidiado. ¿Cómo alguien podría decirle que no? , se talló el puente de la nariz.

-si claro… - asintió el rubio un par de veces de manera leve- está bien… - dijo en voz baja- siempre me pasa…bueno. Adiós… -se dio la vuelta suavemente.

El chico de pelo oscuro se le quedo viendo, no pudo evitar sentirse mal ¿Tal vez el rubio estaba triste? ¿Tal vez se sentía solo? ¿Tal vez necesitaba ayuda? ¿Un amigo?…

-E…Espera… - El pelinegro llamó con suavidad- mañana… salgo a las...5…si no te molesta esperar…

Arthur siguió dándole la espalda y sonrió, su plan había salido a la perfección.

-¡no! ¡Claro que no me molesta esperar! Entonces mañana mismo paso por ti – dijo dándose la vuelta tomando las manos pequeñas y heladas del pelinegro.

-S…si….

-¿Cómo te llamas? – Arthur preguntó cortésmente para saber el nombre de a quien había escogido.

-….-el pelinegro alzó la cara- Honda...Kiku…Kiku es mi nombre – dijo en voz baja.

- ¡Ah! – Arthur sonrió – puedes llamarme, Arthur, soy Kirkland, Arthur Kirkland...

Kiku se cubrió la boca con una de sus blancas manos ahogando un ruido de sorpresa.

-¿Qué hace usted aquí?

Para Kiku era una gran sorpresa encontrar a uno de los miembros de la familia Kirkland en un lugar como ese, pero las posibilidades de que el Kirkland frente a sus ojos perteneciese a ese linaje eran muy altas, las buenas maneras, el acento, la ropa que trataba de verse mas simple sin lograrlo, el modo en que se paraba y se movía, todo, todo en él era elegante. Inmediatamente Kiku adoptó una forma de respeto por el hombre frente a él.

-me di una escapada de la vida de la mansión…- sonrió- espero que comprendas que no quiero que le digas a nadie…

Kiku asintió levemente.

-por cierto… - El rubio añadió- nuestra cita sigue en pie… -dijo alejándose de ahí lentamente dejando a Kiku muy confundido.

¿Por qué alguien de la alta sociedad iba a querer de su compañía? – se preguntó a si mismo y suspiró.

-Kiku… - una voz desde el fondo le llamó. - ¿Qué haces ahí? Aun tenemos mucho que hacer… - Un chico de cabellos aun más largos le miraba desde una puertecita.

-Ah! – Kiku asintió- Ya voy Yao-nii


Al día siguiente a la hora del almuerzo Arthur jugueteaba con un terrón de azúcar entre sus dedos mientras sus dos amigos agitaban cada uno unas bebidas.

-El Invierno me tiene cansado… -Alfred dijo con fastidio – es imposible que pueda ser tan aburrido...

-Si quieres, terminando la clase sin descanso /la de música/ podemos salir a dar una vuelta al pueblo, dicen que se pondrá un circo

-¿De freaks?

-¿ah? – Francis se atragantó.

-… ¿Freaks? ¿Podrías evitar el uso de ese lenguaje? – Arthur reprendió al americano.

-¡Uy! ¡Que serio! – Alfred añadió agregando más azúcar a su café, que dicho sea de paso, comenzaba a disgustarle. – cual sea, me gusta la idea

-Excelente, ¿no vas Arthur? – el francés preguntó antes de beber de su taza.

-¿Mmh? Lo siento, pero tengo planes para hoy en la tarde.

-¿Tu? – Francis ahogó una risa.

- mira rana, tengo mis propios asuntos, así que no te metas en lo que no te interesa.

-Oh!~ ¡pero claro que me interesa! ¿Tiene que ver con lo que hablamos ayer?

Arthur se tocó la punta de su nariz de forma afirmativa.

-¡Eso fue rápido!

- ¿Qué?... ¿De que hablan? – Alfred preguntó curioso.

-Nada Nada… -Respondió el Inglés cuando de pronto se escuchó en la otra habitación la voz de una señorita, Marianne – Ahora, con su permiso me retiro a hacer algo… - Arthur se puso de pie y salió para alejarse de ahí lo antes posible.

Marianne entró en la habitación ataviada con un precioso vestido azul a juego con sus ojos y tomó asiento con los dos caballeros restantes.

-¿A dónde ha ido Artie? – Preguntó con voz curiosa - ¿Ha vuelto a huir de mí?

-los dos chicos rubios se miraron entre si y encogieron los hombros.

Arthur por su parte subió las escaleras para alejarse lo más posible de la chica y bajó por la parte trasera hacia uno de los pisos de la mansión donde vivía y se dirigió al salón especial para la clase de música en donde se dispuso a tocar el piano antes que el profesor entrara; poco después éste entró seguido de los otros dos chicos.


Al finalizar la clase Arthur se apresuró vistiéndose levemente informal y llamó a uno de los choferes para que lo llevasen a una cuadra cercana al barrio chino, de esta manera no sabría nadie exactamente donde estaba, cuando el chofer se alejó, Arthur se adentró e el callejón chino iluminado por linternas de papel rojo con dorado y cono música de cuerda saliendo de diferentes espacios; había arboles y gatos de diversos colores en los tejados de color jade. Miró a la terraza del café y distinguió la figura de la persona con la que había hablado la noche anterior, entre más lo miraba mas perfecto parecía para su travieso cometido. Kiku volteó a verle y le hizo una seña de que le esperase unos segundos; Minutos después el pelinegro salía quitándose el delantal de encima, vestía ropas chinas sin mangas, Arthur lo miró un segundo tratando de recordar su nombre.

-Kiku… ¿cierto? – el pelinegro asintió sonriendo pero cubriéndose la boca.

- …los nombres chinos son tan raros… ¿Nos vamos? – alzó una mano levemente para indicar el camino, Kiku asintió y avanzó a su lado.

-¿usted cree? Sin embargo temo decirle que yo no soy chino… soy Japonés.

-…Estas en un café chino, vistes como chino, ¿hablas chino?...vives en el barrio chino… Eres chino.

Kiku reprimió una risilla.

-Vivo aquí con mi hermano adoptivo.

-¡Oh!, eso explica muchas cosas. Mmh estamos caminando sin sentido ¿Quieres hacer algo?

-…ciertamente quisiera preguntarle un par de cosas… ¿Por qué alguien de la clase alta viene a este sitio a pasar el rato con un camarero?

Arthur suspiró pesadamente antes de abrir sus labios para contestar pero fue levemente interrumpido por Kiku quien le dijo – Por favor, sea honesto y podré ayudarle mas fácilmente.

-He sido honesto Miku, en verdad quería acercarme más a ti. – mintió jugueteando con sus manos. – por que realmente pensé que alguien como tu podría mostrarme mas de lo que veo en las cuatro paredes donde he crecido.

-Kiku…es Kiku

- Ah, como sea…

-así que… ¿Esta aburrido?

-podría decirse…

-Mmh… Cuando alguien está aburrido, va al teatro o...no sé...

Arthur suspiró.

-Hey...Kiku ¿No crees tú que alguien de mi clase, ha ido ya mucho al teatro? Quiero algo nuevo… ¿Qué haces tú cuando…te aburres?

-¿Ah? – Kiku se quedó pensando unos minutos- me temo que… no tengo mucho tiempo para aburrirme.

-¿Cómo dices?

-Eso… resulta que me encargo mucho del café familiar como para realmente aburrirme… - Unas luces se vieron en el horizonte pero ninguno de los dos prestó atención.

-Ya veo… -sonó un poco decepcionado

-Lamento no ser interesante – Kiku abrazándose a su mismo, el clima iba enfriando cada vez mas.

-Oh, no es que no lo seas…es solo que quería aprender otras cosas… ya... ¿Qué es eso? – preguntó señalando una gran carpa.

-¿Ah?... ¡Ah! Eso es el circo, estará ahí un par de semanas y luego se va.

-¿El circo eh?...

-aja…

En un impulso por acelerar el ritmo de su plan, Arthur tomó a su acompañante del brazo y le jaló hasta la carpa. Kiku dio traspiés a punto de perder el equilibrio al ser arrastrado por Arthur, el pelinegro lo miraba de reojo confusamente, de todas las situaciones que le habían pasado en la vida esa era la mas curiosa, los lentes resbalaron de sus cara y con una mano alcanzó a tomarlos; antes de que cayeran al suelo, cuando Arthur frenó Kiku frenó de inmediato también y se quedo de pie frente a la taquilla. Comenzaba a ponerse nervioso y empezó a mover su pierna derecha como desesperado dando suaves zapateos al piso debido al tic ansioso que tenía, así mismo sobaba su muñeca de donde Arthur le había tomado. El rubio volteó a verlo y miró su movimiento.

-¿Quieres dejar de hacer eso?

-¿Ah? – al prestarle atención a sus palabras se detuvo en seco. Pero no pudo evitar poner una cara de reproche.

-Bien… ¿A dónde vamos luego?...

-¿Quiere entrar? …

- Obvio que quiero entrar… -dijo rodando los ojos.

-… ¿Qué? ¿De repente el espectáculo sirve para sacarlo de su aburrimiento?

¿Había oído bien? El chico pequeño frente a él, ¿Le había hablado de esa manera tan cínica?; Arthur rodó los ojos de nuevo, era exasperante, era… insolente, era molesto, pero al mismo tiempo amable, no temía en decir las cosas que pensaba pero al mismo tiempo era respetuoso, era…era perfecto para su plan.

¡Pero todo estaba yendo demasiado lento! Pronto harían en anuncio de su boda y él tenia que interponer su "hazaña" en el camino, volteó a ver a Kiku quien escondía sus ojos tras las gafas.

-¿En serio no ves sin ello? – preguntó.

-¿…sin las gafas? Claro que veo, es solo que las utilizo para vista cansada… y lectura.

-pero no estamos leyendo…

-Ah… - el japonés suspiró- no...Pero los uso en el trabajo para ver las cartas… y en casa para estudiar así que son una parte de mí. – aun así dobló las gafas colocándolas en sus ropas. Arthur lo miró por unos segundos, los ojos frente a él eran hermosos, rasgados, por supuesto pero con misterio, además las pestañas eran largas y espesas, y parecía tener los ojos delineados de negro naturalmente. Cuando se dio cuenta que lo miraba mucho, desvió la vista. Esos ojos eran por mucho mas bellos que los de Marianne, quizás los de ella eran del color del mar y eran picaros y molestos, pero los de la persona frente a el…transmitían mucha paz.

- La fila es por allá… - Kiku alzó su mano para señalar el lugar donde la gente avanzaba para adquirir el boleto.

-¡Ah! ¿Arthur eres tú? - una chica de cabellos rubios en trenza le saludó desde atrás y Kiku observó la escena.

La chica iba acompañada de otros dos chicos, uno de ellos mas alto y alejado de los demás solo miraba la situación y después miraba a Kiku y a Arthur de reojo.

-¿Por qué no entras en la sección que esta apartada para nosotros? En lugar de mezclarte por ahí...digo… - sugirió la chica.

Arthur asintió y pidió a su acompañante que le siguiera, después de ello mediante un acceso especial para la clase alta los cinco se lograron acomodar en un espacio reservado desde el cual se podía ver todo el acto circense sin necesidad de enfocar la vista. Casi cualquier persona hubiera pensado que tenía suerte, pero para Kiku eso fue incómodo, esos asientos estaban fuera de su alcance, por lo que se sentía fuera de lugar.

El show comenzó y los actos se fueron mostrando, Arthur los miraba pero su atención permanecía en cómo llevar a cabo su plan, tenía que actuar ya, dar un paso más con el japonés si es que quería llevarlo todo a cabo. Kiku miraba el acto y volteaba a ver de reojo a los demás "acompañantes" tan sólo para darse cuenta que de un momento a otro se alejaron de ahí.

-bah, han encontrado esto justo como yo, aburrido – dijo Arthur entre bostezos.

-no sé que esperaban de un circo…

-Hey... ¿quieres salir? – preguntó de manera simple.

-…me da igual – Respondió el pelinegro encogiendo de hombros y siguiendo al Inglés entre las carpas del circo, afuera ya llovía copiosamente, el ruido empezó a volverse ensordecedor al golpear con la carpa. Kiku se tapó los oídos y cerró los ojos con fuerza, aquel movimiento fue decisivo para Arthur y dar el siguiente paso: tomó a Kiku de la pequeña cintura que apenas y se dejaba ver entre la holgada ropa china, le acercó mas hacia su propio cuerpo, el japonés no puso resistencia, probablemente pensando en que solo lo jalaba para quitarlo del camino, pero Arthur pronto pegó un beso en los labios del pelinegro quien ante tal contacto intentó apartarse de él oponiendo resistencia pero la mano de Arthur en su cintura que lo pegaba al rubio le impedía hacer mucho, así mismo cuando Kiku alzó una mano para intentar soltarle una bofetada por el atrevimiento , Arthur interceptó esa mano amenazadora y la sometió bajándola sin dejar de besarle, poco a poco la otra mano libre poco a poco subió hasta el cuello del Inglés y cuando el rubio se confió , Kiku se soltó dándole una ligera patada en la pierna.

-¡Hey!...

-¿Qué se cree que está haciendo?- dijo a la defensiva cruzando los brazos mientras el ojiverde le miraba enojado. Arthur soltó un bufido de fastidio. Se le estaba negando mucho.

- ¡no tienes por qué ser tan agresivo!

-¡No tiene por qué ser tan… abusivo!

-¿Abusivo?… ¿Yo?… ¿sabes que?… ¡Eres insoportable!

-¿Se pone así por esto? ¡Riquillo caprichoso!

Arthur cerró los puños con fuerza, se estaba sintiendo frustrado, miro de nuevo al chico frente a él, era totalmente molesto ni Marianne era la mitad de molesta que él, por lo menos Marianne tenia clase, pero este chico aún sin tenerla, era terriblemente altanera.

-¿Sabe que? Una mejor forma de entretenerse mientras está aburrido es aprender modales, no que de nada le sirve ser tan "educadito" como para venir a hacer estas cosas.

Arthur lo miro levemente.

¿Lo había visto como falta de educación y de respeto? Aquél inocente beso, le había molestado a sobremanera, ¿Era porque lo había considerado una intrusión?

-¡Oh! – Arthur dijo fingiendo sorpresa- no me digas que… ¿Ese fue tu primer beso?

Al oír esas palabras el Japonés se sonrojo y apretó los labios inflando las mejillas levemente, se dio la vuelta para alejarse de ahí.

-Me temo que no le debo explicaciones –dijo antes de empezar a caminar, pero Arthur viendo su plan irse se adelantó y tomo la mano de Kiku haciendo que este respingara levemente - ¿Qué hace?

Justo entonces Arthur como el caballero que era, alzando esa mano se inclinó suavemente para simular besarla y antes de bajarla la besó de verdad mientras miraba a los rasgados ojos del pelinegro que le veía atónito ante semejante acción. Kiku intentó retirar la mano pero por alguna razón su voluntad esta vez no fue tan fuerte, no la quitó, acto seguido el Inglés aparto la mano suavemente para acercarse mas al asiático y levantándole de la barbilla le susurró – no me golpees- y plantó un delicado beso nuevamente en los pequeños labios a la par que cerraba sus ojos. Kiku permaneció con los ojos abiertos unos instantes antes de cerrarlos suavemente para responder el beso de manera torpe e inexperta, hacía chocar los dientes y se sentía rígido, sin embargo para Arthur aquello resultó, dentro de todo, bastante divertido y en cierta forma enternecedor. Cuando rompió el beso acarició la mejilla del japonés con el dorso de la mano y pudo ver sus ojos, a pesar de que lucían cansados, eran armoniosos y misteriosos, su nariz era afilada y suave y sus labios, aquellos que acababa de besar parecían el botón de una flor color rosa, más aun la piel era alabastrina y suave y dentro de su palidez las mejillas encendidas de color melocotón maduro. Viendo de nuevo a sus ojos les pudo ver brillar suavemente y cuando Kiku pestañó levemente Arthur se deleito con el abanico de largas pestañas que protegían aquellos rasgados tesoros.

Había habido un error de cálculo. El esperaba haber elegido alguien que no fuera físicamente atractivo para herir a Marianne, y sin embargo, la persona que aun estaba en sus brazos era por mucho, más fascinante que aquella caprichosa. La duda asaltó por un momento a Kirkland, pero no estaba dispuesto a dar marcha atrás en su plan.

-¿Qué significa esto? – Preguntó Kiku, aun era confuso, no era un ingenuo que creería todo lo que el otro le decía. ¿Por qué lo había besado?

-Significa que me gustas – Replicó el británico recobrando la postura de su mascara perfecta.

Un ruido se escuchó cerca de ahí y ambos voltearon levemente alarmados por aquello, Arthur reconoció la risa de sus dos amigos.

-Y eso significa que debemos irnos – aseveró Arthur jalándole del brazo, Kiku le siguió pero demasiado tarde, pues ambos chicos los encontraron, afuera aun se oía el ruido de la lluvia.

Ambos rubios los miraron, Francis observó al acompañante del inglés mientras Alfred los miraba a los dos, primero a uno y luego al otro.

-¿Qué es todo esto?

-Ah… - Arthur maldijo en voz baja – no se supone que nos vieran.

-…Claro – asintió Kiku. – El asunto de las clases. Lamento entonces haberle creado problemas…

-N… no es eso…- Intentó decir pero si Kiku algo sabia bien es que para nada debería involucrarse con la gente rica, por que esos solamente utilizan a los de abajo para pisarlos.

Kiku avanzó tres pies hacia afuera de la carpa y de nuevo Arthur le tomó del brazo, a él nadie, absolutamente nadie le iba a dejar plantado así y menos frente a sus amigos y mucho menos alguien como él. Después de un ligero forcejeo en el que Francis y Alfred fueron testigos, Kiku cayó al barro ensuciando sus ropas chinas y perdiendo el ya casi suelto listón que amarraba su cabello logrando que los mechones se hicieran hacia adelante cubriendo su rostro y mejillas, Kiku alzó la cara para hacerse el largo cabello para atrás, eso era lo ultimo que necesitaba y haciendo uso de toda su dignidad se puso en pie con la ropa salpicada y suspiró.

-… Adiós - dijo con todo el respeto y honor que salió de su boca y se dio la vuelta para regresar a casa.

Arthur contempló la escena, y después de verle partir se quedó parando viendo el punto exacto en que la figura del asiático se había desaparecido en la oscuridad, quiso correr pero sus rodillas le fallaban, miró sin poder hacer mas que recordar la escena, la suave faz del japonés salpicada de barro, su impulso por quitarse el barro con el ante brazo, las ropas sucias, su faz decepcionada, enojada, sus cejas encrespadas, el cabello suelto y sucio. Miró al suelo y pudo distinguir el listón verde que minutos antes adornaba la cabellera lacia y azabache de Kiku, lo tomó entre sus manos, estaba sucio y aún así lo guardo entre sus cosas.

-¿Arthur? – El Francés lo llamó - ¿Es ese a quien haz escogido?

Arthur asintió solamente sin decir nada. Además de todo se sentía humillado. En silencio los tres avanzaron a sus respectivos sitios, al llegar a casa el británico se dispuso a lavar el delicado listón de seda con esmero para quitar las manchas, cuando lo logró lo extendió en el alfeizar de su ventana y lo contempló unos segundos.

-¿Y si elegí mal?…la persona que elegí tiene mucha dignidad como para hacerle esto… Tal vez mañana deba despedirme de él y ofrecerle unas disculpas por lo que he hecho. – pensó y al asomarse por la ventana pudo ver a Marianne en el jardín con uno de los sirvientes, a quien le daba ordenes de que cortase flores en medio de la noche y cuando el otro le traía las flores ella le despreciaba. "¡Esas no!" la escuchó decir.

Arthur suspiró, no, no podía casarse con ella de esa manera, probablemente Kiku pudiese enseñarle a ella un poco… probablemente le podía enseñar a él.

Se acostó sobre su cama a reflexionar sobre el día y de manera inconsciente tocó sus labios, cuando se percato de aquél movimiento no pudo evitar sonreír.

-Ni siquiera sabes besar…


Esa misma noche Kiku regreso a casa y su hermano le abrazo preocupado creyendo que había sufrido un percance de mayor naturaleza, tras una mentira piadosa por parte del Japonés y una sonrisa, se le permitió retirarse a lavar, aun peinaba su cabello con los dedos cuando escuchó a su hermano del otro lado.

-Ne, Kiku, para tu cumpleaños, ósea mañana, te haré pan al vapor ¿Quieres?

Kiku sonrió a la idea y rio levemente; Yao siempre se esforzaba en hacer de esas ocasiones especiales todo un detalle.

-¡Si, eso suena bien! –contestó del otro lado de la puerta.

-¡no todos los días se cumplen 15 años!

-¿Ah? – el Japonés rio de nuevo- ni 16 ni 17 ni 18 ya sabes.

Yao se atragantó con la galleta que llevaba en la mesa y riendo dio dos golpecitos en la puerta.

-Ya sal de ahí, ¡o te pondrás como pasa!

A la mañana siguiente Arthur se apresuró entre los jardines de la mansión Kirkland y resolvió tomar un pequeño ramo de rosas recién cortadas y de alto rango para ofrecer sus disculpas, tal vez incluso podría pedirle algo más. Una cosa era cierta, su perspectiva de la vida había cambiado la noche anterior.

-¡listo! Seis rosas rojas, y seis blancas. – sonrió satisfecho y pidió al chofer que lo llevase al barrio chino.


Fin del capitulo uno.

¡Gracias por tomarte la molestia de leer!