Hola a todos, gracias por estar aquí, disfruten del siguiente episodio :) cuídense mucho, no olviden pasar por mi página de FB /StarlingShadow donde tengo algunas ilustraciones de los capítulos, en fin, hasta el próximo mes ^^


Disclaimer: Aclaro que ninguno de los personajes usados en esta historia son míos, excepto los que yo cree. En todo caso se dará debida nota. Copyright a Riot Games.

Nota: No al plagio por favor, copiar una historia que no es tuya y ponerla en otro sitio bajo tu nombre es plagio. Si ven mis obras en algún lado sin mi permiso ni mi nombre... avisen y/o denuncien al autor, gracias ^^


Entre La Sangre Y La Luz

Por Clarisce

Capítulo 58 – Alguien Debe Morir


La luz en el cielo que había iluminado Demacia pronto resonó como un sórdido golpe, las nubes negras no eran comparables a las oscuras tinieblas mentales que la atormentaban, miraba hacia abajo mientras una dama de la compañía que Jarvan le había designado le cepillaba en cabello, Lux no abría sus ojos lo suficiente, quizás tan sólo notaba figuras borrosas.

— Señora Crownguard, se ve maravillosa —dijo cariñosa la muchacha, soltó el peine y lo dejó sobre una mesita para volver a la rubia— ¿le gustaría una trenza? Luciría increíble en usted-

El silencio en aquella habitación se dio a causa de la presencia de alguien más, una joven de pelo morado estaba parada junto a la puerta, la dama ocupada de la ojiazul parpadeó un par de veces hasta encontrar algo perturbador aquel encuentro.

— Señorita, ¿quién la dejó pasar? —dijo seriamente.

— Vine buscando a nuestro Rey, ¿lo has visto? —respondió implacable, casi como si la agudeza de aquella dama de compañía no le pusiera nerviosa.

— Señorita… —decía aún más incómoda— no puede estar aquí, de verdad, le pido que se marche —tenía un ligero tono amenazante.

— Ooh —suspiró— ¿te pidió discreción? No te preocupes, soy de confianza —evocó una plana sonrisa.

— Nuestro Señor me pidió discreción y que no dejara entrar a nadie, no se ni si quiera cómo pasó a los guardias.

— Deja de hablar, sal de aquí —dijo más determinada Quinn.

— Mi señor ordenó… —iba a intentar detener esta invasión, ¿pero a quién engañaba? Era burdo intentar lidiar con aquella caballera.

— Vete —dijo tan llena de autoridad que la muchacha tiritó, mas luego de pensarlo salió de la habitación.

La pelimorada no tardó en ir hacia Lux, la acogió entre sus brazos pero esta no tuvo ningún interés en responder, sus ojos seguían entreabiertos, sin brillo, así como su distorsionada mente, la cual apenas lidiaba con un pensamiento tras otro.

Quinn finalmente habló.

— Vi a Draven —apretó los labios, quería llorar otra vez— ¿cómo pudo pasar algo así?

— Da-

— ¿Qué? —decía sin poder escuchar lo que su compañera decía.

La pobre murmuraba aquella palabra con la seguridad de que alguien la escucharía, pero la sola idea de saber que él existe era suficiente para guardar sus últimas esperanzas. Quinn acercó su rostro más y más a la boca de Lux, ésta volvió a murmurar la palabra y esta la entendió.

— ¿Darius? Sí, él vendrá… estoy segura, él no se rendirá contigo pero… —alejó su mirada— ríos de sangre correrán, ¿sabes eso?

— Darius… —murmuró, se soltó de Quinn y se giró hacia la pared.

Su estado mental era el de una patata, incapaz de reaccionar, responder a estímulos e incluso reconocer a alguien, la habían dañado, Quinn no sólo quería llorar por Draven sino también por ese pobre ángel destruido que a menos de dos pasos suyos se descomponía. La veía con los hombros descubiertos y un camisón con bordados de oro, era un ave, encerrada con toda la riqueza que ese mundo pudiera ofrecer, encerrada para morir en cautiverio.

Ojalá pudiese abrazarla con el mismo ánimo que ella lo hizo, tal vez salvarla, como en aquella otra ocasión, con aquel soldado noxiano; si tan sólo pudiera, se despediría de Lux pero ella no conocía otra respuesta, ni decía absolutamente nada, al menos, saliendo le diría a su hermano que la joven Crownguard todavía estaba viva y en buen estado.

Salió a toda prisa, para cuando giraba el último pasillo se encontró con Jarvan caminando hacia ella, pero no la veía, así mismo se quedó quieta y buscó un lugar donde esconderse, fue hacia otro pasillo y abrió una puerta, para esperar que su Rey pasara. Si la encontraba, aun siendo caballero leal a su causa, podría provocar preguntas que no tendrían respuesta.

Evadir toda clase de peligros, no era la única que lo hacía en esos momentos, una cuadrilla noxiana se adentraba en las fronteras de la ciudad iluminada, Darius había cumplido el primer paso excepcionalmente, nada iba a cambiar hasta que él tuviera a su esposa nuevamente a su lado y muy claramente tampoco su actitud hacia nadie que viviera en esa ciudad.

Siendo la primera orden no tomar prisioneros a caballeros enemigos, alzó la mirada, sólo había fuego, humo y sangre en el piso, nada difería de sus antiguas cruzadas, el pacto de paz entre Demacia y Noxus había llegado a su fin, pensó, y con ello, daba por terminada su paciencia para con Jarvan.

Caminó otro poco y se encontró con Dante, este tenía el cuerpo de un soldado bajo él, lo había degollado, quizás su rival ni si quiera supo cuándo llegó. La indiferencia en sus ojos era lo más notable, como si no sintiera nada o su mente estuviera en otra parte, pensaba Darius, de pronto despertó de aquel trance de odio en el que se encontraba, quiso poner su mano en el hombro de este y Dante, repelió el toque con ojos furiosos y dispuestos a responder.

— ¡Soldado! —le llamó para que este despertara.

— ¿Es… usted? —dijo Dante, y ablandó su mirada, bajó los hombros y de repente se sintió arrepentido.

— ¿Qué pasa? —le preguntó.

— ¡Perdóneme señor! —le dijo haciendo una reverencia para irse torpemente a otro lado.

No era sólo su formación y su falta de disciplina, era él mismo, su propio ser estaba corrupto, desde el inicio, ¿quién pudo haberle hecho eso? Conocía esa mirada, tan fuera de sí, la cual ni un sentimiento mostraba, aquella que podría ensombrecer cualquier día de su vida.

— "Estuve a punto de lastimar a papá… soy un imbécil, no puedo evitar estar nervioso, enojado y eufórico, tan sólo ver sangre hace erizar la piel, quisiera poder olvidar todo esto que tengo en mi mente, esas memorias falsas que me fueron introducidas, ese camino torcido, ¡todo es terrible! No creo que si quiera encontrando a Grey pueda calmar esto. Si lo viera, le haría algo peor a él, ¡no quiero culparlo pero lo hago!"

¿Y cómo no culparlo? Desde que supo la verdad, mil cuestiones se desbocaron en su mente, ¿por qué no evitó que lastimara a aquella caballera de pelo morado? ¿Por qué le hablaba como si todo lo vivido hubiera sido una realidad? Y principalmente… ¿por qué desapareció justo en este momento, cuando su madre había sido raptada.

En medio de un conflicto, tan terrible como una guerra, estaba él, sus memorias y un cuchillo, nada más.

De regreso en Demacia, unos aullidos se escucharon tan a la distancia como el horizonte mismo, muchos ciudadanos alertados se parapetaron en iglesias, otros en sus hogares, mientras soldados y caballeros dirigieron su mirada al cielo oscuro.

— ¿Qué es eso? —preguntó Jarvan a sus caballeros más cercanos.

Desde su palacio observaba cómo el ambiente cambió en poco, giró hacia sus allegados tan fuerte que su capa se agitó.

— ¿Por qué no hacen nada? —dijo entre dientes.

— Mi Señor —respondió uno de sus consejeros— recibimos informes de unas criaturas invadiendo las fronteras, creemos que es magia.

— Son ellos, ¿verdad? —dijo sabiendo la respuesta. Caminó hacia su trono y se sentó.

— Los noxianos saben que no pueden invadir la ciudad, así que enviaron criaturas de la noche a hacer reconocimiento de nuestra seguridad.

— Ordena que acaben con esas bestias y manda cazadores, no queremos más indeseables sorpresas.

— Así se hará —hizo una reverencia y se marchó, mientras otro consejero se acercaba al trono.

— Mi señor, ¿por qué Noxus rompería el acuerdo? Entregamos a una Crownguard para ello, ¿acaso no fue suficiente? —este tampoco sabía lo que su Rey había provocado.

— ¿Quién sabe? Ellos no son razonables, tal vez se aburrieron de jugar con lo mejor de nuestra sociedad y ahora, no conformes, quieren destruirnos, como los salvajes que son.

— Debe haber una razón, ellos son salvajes, sí —lo aceptó— pero antes habían llegado a un acuerdo con su padre, Majestad, le pido que intente lograr otro acuerdo, para respetar la memoria de…

— ¡Basta! —lo calló con un ademán de su mano—. La voluntad de un Rey, no es la misma que del próximo y yo no permitiré que un atrevido y sucio noxiano intente imponer sus normas o caprichos a nuestro reino, ¿entendido? —miró furioso.

— Siempre, mi Rey.

— Vete de aquí, todos, salgan… —ordenó, quedándose completamente solo.

La semilla hacía que su cuerpo ardiera en deseo y dolor, aquel escozor difícil de calmar, era por ella, no iba a entregarla, Darius no sería capaz de destruir su imperio, el cual era tan fuerte y tan adverso al suyo.

Nadie sabría esto y era lo mejor, de por sí los nobles estaban comenzando a tomar partidos contrarios, los plebeyos con sus representantes en cámaras hacían que su voz se escuchara y las voces de todos le decían que reconsiderara. Esperaba que esto cambiara porque si no, tendría que hacer una limpieza ahí también.

Oh… su cabeza, su cabeza daba vueltas, le dolía, era como si algo dentro se expandiera y eran las raíces de la semilla, floreciendo a paso lento, creando cambios de humor y así mismo de carácter, ése Jarvan no era el que todos conocían.

— La vi, ella estaba en la torre, no puedo asegurar que pueda volver a entrar, esa mocosa que Jarvan dejó a cargo no me gusta para nada, he visto su rostro pero no recuerdo de dónde —decía Quinn al encuentro con Garen en el patio de la casa de los Crownguard.

— Está viva… —suspiró y se puso la mano al pecho aliviado— ¿cómo se encuentra? —preguntó volviendo su mirada a la pelimorada.

— Eh… —si le decía lo que le habían hecho, quizás Garen dejaría de pensar racionalmente, así que intentó cambiar su expresión para mostrarse menos nerviosa— pues… yo la vi y estaba dormida, n-no pude despertarla, pero sí, está bien, no encontré rastros de magia o cadenas o algo, se ve que está muy bien tratada —se lamió los labios— sólo que creo que no aguantará mucho tiempo allá.

Valor, quien volaba sobre ellos volvió a ella e hizo algunos chillidos, como si hubiera visto algo y quisiera alertar a su ama.

— Alguien se acerca…

— ¿En verdad? —preguntó Garen y pronto escuchó que la campana del portón sonaba, un soldado de vigilancia se acercó pronto a ellos.

— Mi señor, es un grupo de soldados del palacio —dijo un poco alertado, no era normal que estos hicieran visitas sociales.

— Bien, Quinn, sal por la puerta de atrás, yo iré con ellos, veré lo que quieren —dijo el hombre del plan.

— Recuerda no decir nada de Lux; no sabes nada y yo nunca estuve aquí —dijo la joven y se marchó a prisa.

— Déjalos pasar —ordenó mientras su vigilante iba de vuelta hacia el portón para abrirlo, estos soldados pasaron en conjunto y se detuvieron a una corta distancia con Garen— ¿en qué puedo ayudar? —preguntó relajado.

— Nuestro Rey ha solicitado su presencia en palacio.

— ¿Y por eso ha mandado a tanta gente? ¿Necesito una escolta? —decía con un poco de burla en su tono.

— Se nos pidió que su solicitud fuera aceptada de inmediato.

— Saben muy bien a quién le hablan, soy un Crownguard, leal caballero de la corona, por mi sangre corre la historia de esta nación, ¿cómo se atreven a hablarme de esa manera? —se irguió imponiendo su grande y corpulento cuerpo a estos soldados.

— Es una orden real, y por encima de la sangre de un Crownguard, siempre estará la de su Majestad, así que… acompáñenos ahora —dijo el soldado a cargo de este grupo.

Garen frunció el ceño y caminó por delante de estos, miró hacia los guardias del portón y agitó su mano para que cerraran la puerta. Giró sobre sus talones, ésta vez mirando hacia este grupo de soldados y los encaró nuevamente.

— Bien, creo que es hora de que muestren algo de respeto —se tronó los dedos.

Garen hubiera obedecido las órdenes de su Rey y amigo, si él no hubiera enviado un grupo de soldados del palacio como si fuera una especie de extraño o traidor. Sabía muy bien que él lo encaró y que merecía en cierta parte el distanciamiento pero no iba a permitir que la sociedad demaciana lo viese marchar como un criminal.

Era una gran falta de respeto hacia él, como caballero y como cabeza de la familia en ese momento, ¿cómo podían hacerle eso? Iba a quebrar un brazo o una pierna y enviarlos a la calle, así mismo Jarvan entendería que pisa una zona muy peligrosa al desafiar a una noble familia como lo eran los Crownguard.

Por suerte, Quinn había eludido todo aquel embrollo, corrió lo más rápido que pudo y cuando finalmente encontró el camino al palacio respiró calmadamente para seguir su camino como si nada.

Debía reportarse y también, si es que la criada de la torre no había sido discreta, empezar a pensar en una excusa. Así fue que se perdió en sus propios pensamientos cuando notó la figura de Jarvan atravesando un pasillo del palacio, se quedó quieta y éste la vio.

— … —enmudeció y se inclinó respetuosamente.

— Quinn —dijo Jarvan en cuanto ella se inclinó— ¿está todo bien?

— Claro que sí, mi Señor, ¿por qué no lo estaría? —preguntó.

— Por nada, sólo que un pajarillo me contó que estuviste en la torre.

— ¡Buscándolo, Su Majestad! —respondió de inmediato.

— ¿Y eso? —inclinó su cabeza.

— Ehm… es… porque yo quería decirle que, ah… Garen Crownguard estuvo husmeando cerca de la torre, le dije que entraría sólo para comprobar que no hubiera nada, parece que tiene un soplón en la guardia secreta —respondió como si fuera un regurgito verbal.

El rostro de Jarvan se oscureció y extendió su mano para apoyarla en el hombro de la pelimorada, la dirigió de inmediato a uno de los salones vacíos del palacio y entonces habló con más seguridad.

— ¿Le has dicho esto a alguien? —preguntó nervioso.

— Claro que no, mi Señor, usted es el primero al que le comunico esta noticia. Es por eso que encontré a la dama Crownguard —excusó su intervención ahí.

— ¿Y qué le dijiste?

— Le mentí, obviamente, yo jamás le revelaría algo como esto. No sabe nada y yo quería… —se apartó de él y se arrodilló— entregar mi lealtad total a su… —bajó la cabeza, agobiada y triste, recordando a Draven, cómo debió haber sufrido, cómo Jarvan lo mandó a matar de esa manera tan cobarde— causa, Majestad, le pido que me permita estar en el palacio. Yo cubriré su espalda de los Crownguard, no lo dude —decía con firmeza pero estaba esperando el momento adecuado para saltar de ese barco.

— Levántate, Quinn, no es necesaria tanta devoción, siempre creí en ti —le tocó la barbilla y la hizo mirarlo desde abajo— eres mi leal compañía, desde siempre —le acarició el rostro y caminando hacia la puerta, salió, haciendo que el eco provocara que ella revelase su verdadero yo, uno que con furia se levantaba airada, llorosa y muy indignada.

Era su Rey, su más grande anhelo, aquel a quien le había confiado su propia vida, la sangre real demaciana ausente en aquel hombre, frío, condenado y mentiroso. Si alguien le debía a su nación, era él, quien con todo el cinismo se atrevía a desafiar su naturaleza noble, venida de generaciones de reyes y líderes de un imperio.

Había pasado tanto desde la última vez que sentía en conflicto su significativo ser, tener que mentir la mantenía molesta y así mismo pretender estar de parte de algo, que ciertamente cree incorrecto, era lo que desataba su frustración. Miró su espada y así mismo su propio ser, una caballera como ella no debería tener que rechazar la espalda de la familia real, la condenarían por traición, pero eso no valía nada si era él a quien seguía. Si ayudaba a Lux y Garen, podría sentirse en paz, su hermano había dejado un vacío que ella llenaba con lo que sea, incluso con fervor hacia sus deberes, el Rey Jarvan III había tratado a una seguidora como ella, tal como lo haría con una hija, era un cálido sentimiento incapaz de borrar, sólo por eso no mataría al nuevo Rey.

— Señorita, ¿cómo se encuentra? Es hora de su baño —dijo la doncella a cargo de Lux.

Ya pasadas las 8 de la noche, con las cálidas brisas que había dejado el creciente día, la joven volvió a su ocupación, el Rey Jarvan IV le encomendó animosamente que no dejara a la joven nuevamente sola, incluso si alguien de su propio círculo se aproximaba. Así que obedecería.

Quitándole la bata a la rubia, la dejó desnuda frente a ella, ésta la guio hacia la habitación contigua donde había una bañera, la ayudó a acomodarse dentro, dejó fluir el templado y cristalino líquido, agregó aceites a la bañera y algo de miel, mientras quemaba a un lado en una especie de lámpara algunas hierbas aromáticas.

Tomó una esponja y frotó con delicadeza la espalda de la rubia, el cuello y luego los brazos. Hasta que llegó a su vientre, pasaba con cuidado alrededor pero cuando quiso frotar el vientre, Lux se lo impidió inclinándose hacia sí misma y abrazando esa parte. Aún con aquellos ojos viendo la nada, podía notarse su deseo por no abandonar algo que consideraba realmente importante, la doncella que la bañaba le sonrió y sólo tomó un recipiente, lo llenó con agua y lo dejó caer sobre aquella parte, Lux no se opuso y dejó entonces que continuara con otras partes.

Terminado el baño, la secó por completo y le puso una bata mientras la dirigía nuevamente a la habitación.

— Permítame, iré a buscar la ropa limpia que dejé secando —dijo la joven y salió de la habitación.

La rubia se sentó en la cama y se quedó viendo a través de la ventana, las estrellas se habían alzado hace mucho pero las notaba más brillantes que antes, sintió el movimiento de su vientre y resintió un ligero agobio.

Se puso de pie sin pensar demasiado, movió sus piernas como por inercia hasta llegar a la ventana, no tenía seguro y fácilmente podría salir, escapar, pero era una torre, la idea de huir estaba de la mano con aquella que implicaba la muerte. Acercó su mano a los cristales y antes de tocarlos, escuchó los pasos de su cuidadora, volvió a su posición anterior, se sentó y permaneció tranquila, paciente, expectante porque un día saldría de ahí, de ese estado y de ese dolor, quizás incluso podría ver otra vez a Darius, aquel impulso del lazo de vida que habían creado, ese impulso que le decía que él todavía vivía para salvarla, eso… eso lo único que la hacía querer recuperar su propia consciencia.

Y era claro que para él también, su anhelo le raspaba tanto las entrañas que su desesperación le hacía imposible dormir; Darius no había cerrado sus ojos en tanto tiempo, tenía unos oscuros círculos alrededor, en conjunto con una mirada un tanto desfasada, si tan sólo pudiera calmarse, respirar, encontrar alivio pero una nada, como una explosión tan lejanas como en el infinito se expandía, un vacío… un terrible anhelo por saber si ella estaba bien.

Pero luego vino aquel sentir devenido de esa tragedia, Draven, su hermano… ¿estaría muerto como le habían dicho? Colocó su mano en el pecho y un golpe de su corazón lo hizo reflexionar, ¿realmente quería esto? Después de todo ya había querido matar a su hermano antes pero ahora alguien más lo había provocado, no sabía si sentir tristeza o paz, después de todo su odio había comenzado desde que le mostraron cómo el bastardo con su propia sangre había gozado usando a su amada para placeres violentos.

En un punto de esa reflexión quiso experimentar el llanto pero nada, no había nada que pudiera ofrecer a este que tanto daño había causado, además algo no lo dejaba estar en paz, ¿qué era? Aquel sentido de justicia que tanto lo abrumó cuando decidió dejarlo en una prisión para perecer finalmente no estaba satisfecho, no creía que esa pudiera ser una muerte digna, de hecho… no hubiera querido que él muriera, ¡eso era! Él quería que viviera a plenitud para sufrir cada uno de aquellos días, sufrir viendo feliz a Lux, ése era suficiente castigo. Al final, tal vez mintió un poco con respecto a lo que sabía de la semilla de oscuridad, ésta florece en el deseo de un alma corrupta pero si ésta ya lo es, desata emociones puras, tal como aquel sincero apego que tenía por Lux, como si volviera a ser un niño, como si el amor que en su infancia había sentido pudiera ser expresado hacia un objetivo, y éste era… ella.

Sí, asintió para sí mismo viendo una pared con un mapa, ése era castigo suficiente para su hermano, ¿pero qué significaría eso para Lux? Estaba preocupado del resultado, él podía lidiar cualquier día con esta rabia y odio, pero ella, era tan inocente y pura, incapaz de profesar ideas como las del rencor, incapaz de desear infligir un sufrimiento constante en alguien a consciencia. Tan diferentes, tan alejados pero coincidentes en un amor que les es inadmisible de rechazar.

Mas aquel embrollo de ideas era cambiante, con la circunstancia, el lugar y la persona que lo vive, porque no era lo mismo un Darius con la capacidad de apreciar la venganza y el poder de desatar fuego del cielo a una ciudad de luz, que un Darius adornado en soledad, incapaz de mover un dedo por ayudar o no a quienes fueron empujados a una línea divisada por la vida y muerte.

— Sientes eso… —dijo la voz en medio de la nada.

Darius levantó la mirada, loco, airado y furioso, sus dientes apretados podían denotar las ganas que tenía de huir como un animal y clavar sus garras en una presa, quien sea y como sea.

— ¿Le hiciste algo? —preguntó.

— Sólo tenía curiosidad por saber si lo sentías.

— Llevo varios días con esta maldita sensación —gruñó— es como si mi cuerpo no pudiera aguantar tanta soledad, miedo y dolor…

— Es el pacto de vida que tenías con mi hija, los remanentes presionan cada nervio y arteria, te es difícil respirar y pensar, ¿verdad? Creo que sabes lo que es.

— Ella está viva, sólo que…

— Te lo contaré —dijo Lúmen y apareció frente al encadenado, a una distancia moderada, se acomodó en el piso cruzándose de piernas— atacaron el castillo —Darius mostró una expresión asustada— fueron demacianos, soldados especiales; te pido que no me preguntes cómo entraron porque no lo se. Supongo que alguien los infiltró.

— ¿Lux? ¿Cómo está ella? Sólo sé que sigue viva pero… ¿qué pasa con ella?

— Su mente está fracturada, no piensa con claridad.

— ¿Por qué? ¿Qué pudo haberle pasado? ¿Fue Jarvan?

— Creo que esto es lo complicado —dijo el rubio y tomando el inicio del arco de su tabique, dejó salir un suspiro y miró a Darius— le dispararon a Draven.

— Intentó protegerla, ¿cierto? —las comisuras de sus labios se hicieron hacia tras, como si quisiera reprimir un sentir— ¿lo mataron?

— La encerraron con él, agonizó todo el camino y luego pasó creo que un poco menos de medio día con su cadáver, fue ahí cuando pude llegar, la ayudé a suprimir su dolor pero su mente ya estaba quebrada, cada día que pasa es peor. Como pensé, ella no pudo superar que mataran a alguien que había sufrido tanto como ella; era su camino, estaban destinándola a esto pero su mente prefirió cerrarse como mecanismo de defensa.

— ¿Por qué no hiciste nada? ¿Por qué no la salvaste? —preguntó Darius.

— No puedo usar más magia de lo necesario, si lo hiciera, si interviniera en su vida, grandes y terribles males despertarían junto a ella. Mi madre no es un rayo de luz, si ella despierta, Lux desaparecerá en el fondo de un abismo, ¿es lo que quieres?

— CLARO QUE NO, ¿ME CREES IMBECIL? YO SÓLO… —el dolor de perder a su hermano— QUIERO QUE MI ESPOSA SE RECUPERE, SU VIDA NO MERECE PASAR POR TANTO, Y… MI HERMANO, ÉL…

— Hablé con alguien, creo que cuando el hilo de vida de ambos —refiriéndose a Draven y Lux— se juntó, hicieron inevitable un final, pero ese final… causó la ruptura mental de mi amada hija.

— Así que para recuperarla tendría que haber impedido que mi hermano muriese, ¿verdad? —preguntó y pronto las cadenas mágicas que lo ataban se soltaron, éste pudo mover sus brazos, estaba en el piso y se levantó con dificultad, estuvo a un paso de saltar hacia Lúmen y reventar su cara pero se detuvo por un instante. Si lo lastimaba, éste podría dejarlo ahí, sin posibilidades de salvar a nadie— me liberaste, ahora déjame ir por ella —pidió casi suplicante, deseoso de que ella pudiera estar en sus brazos de nuevo.

— No puedo intervenir en su vida —inició su discurso— pero puedo hacer algo por los demás —sacó de sus bolsillos un frasco iluminado de rojo, como si luciérnagas hubieran sido vueltas polvo brillante— esto, esto es algo por lo que sacrifiqué algunos años de mi vida.

El castaño tomó el frasco, preguntándose lo que era, lo giró de un lado a otro y no pudo comprenderlo, miró a Lúmen, éste seguía con un rostro impasible, como si ninguna respuesta pudiera afectar sus emociones.

— ¿Qué es? —preguntó Darius.

— Cierra tus ojos.

Él no iba a decirle, ya que la respuesta era la razón de saber.

— Esto… —dudó pero con algo de dificultad cerró sus ojos— se siente cálido —dijo lo primero que se le vino a la mente— y es curioso, como si- como si conociera este sentimiento.

— Sigue —pidió Lúmen.

— Uhm… —se quedó pensando, pronto una imagen se le vino a la cabeza, un hacha, ¡eso era!— ¿es mi hermano? —dijo viendo el frasco y tomándolo entre sus dedos con más delicadeza.

— Si recuperamos su vida, mi hija podrá recuperar su racionalidad poco a poco, no digo que será fácil, sólo digo que el vínculo que provocó esto, tendrá la posibilidad de desaparecer gradualmente —le quitó el frasco de las manos— pero hay algo —le dio la espalda— no quería llegar a esto, pero es lo mínimo que podría hacer…

— Haré lo que sea por ayudarla, pero desde ahora te digo que nada de lo que hagas me hará perdonarte —dijo seriamente.

— Jamás he necesitado el perdón de alguien inferior —rió de aquella estúpida idea en su interior— porque yo me refería a algo muy distinto. Recuperar un alma a un cuerpo requiere de un ingrediente especial.

— ¿Cuál es? —preguntó.

— Es la chispa de vida de alguien que lo ha querido.

— ¿Chispa? ¿Cómo conseguimos eso?

— Aquí es cuando las cosas se complican —elevó su mano y extendió su dedo índice para ponerlo sobre la frente de Darius— para esto necesito un cuerpo sano —una luz cubrió el cuerpo del noxiano.

Este destello fulgurante desapareció en menos de un minuto, para cuando terminó, el castaño miró sus manos, las heridas que tenía y cicatrices habían sido borradas, miró a Lúmen y no supo qué decir ante esta 'renovación'.

La ligereza de su cuerpo, sus heridas borradas, su cuerpo reestablecido como si fuera nuevo le hizo pensar que este cambio no era para nada gratis.

La chispa de vida.

Entonces lo conectó todo, si la chispa de vida se producía con un inicio, la chispa de vida de alguien que ha querido a Draven se produciría como un reinicio. Era él, siempre fue él la razón de esto.

— Debo morir… —musitó aquel gran hombre en medio de la confusión.


Fin de Episodio 58