CAPITULO DOS.


Las vacaciones de navidad habían terminado hace un par de semanas, pero a pesar de eso enero se perfilaba aun más frío de lo que los meses previos habían sido, con el aire helado cortando la piel expuesta como pequeñas dagas, con pequeñas brisas frías que parecían colarse por todo el castillo, impregnando de una sensación de hielo a todos sus habitantes, sin importar cuan abrigados con bufandas o guantes estuviesen o que tan cerca se hicieran de las chimeneas que los elfos habían encendido por todo el castillo.

Pero el frío no solo parecía estar en el aire que corría vengativo por los pasillos de la escuela, sino que también parecía querer aferrarse tercamente al corazón de los habitantes del milenario castillo.

El ambiente en el colegio Hogwarts de magia y hechicería se había tornado cada vez más tenso a medida que el año avanzaba, por un lado el Ministerio de Magia había recurrido a cuanto absurdo decreto se le ocurría para restringir a los estudiantes y maestros, presionando en cada pequeña libertad y placer que existía en la vieja escuela como tratando de vencer a fuerza de tristeza y miseria el espíritu de unos cuantos, marcando con hierro el hecho de que ahora estaban interfiriendo en Hogwarts y que no había quien podía evitarlo.

Por otro lado, se encontraba el director y Harry Potter con sus presencias solidas y poderosas, diciendo que el Que-no-debe-ser-nombrado había vuelto, que el mundo mágico se encontraba en guerra aunque siguiera negándolo, que debían prepararse y estar listos para saltar a la defensa del mundo mágico, que su destrucción inminente se acercaba sino eran capaces de hacer frente a lo que estaba por venir.

Nadie quería creer en el retorno del Lord Oscuro, nadie quería tener que hacer frente a una guerra, a la posibilidad de que los horrores que sucedieron hace más de catorce años comenzaran a repetirse, y sin embargo, los prisioneros de alta seguridad de Azkaban, mortífagos reconocidos y peligrosos habían escapado, desapariciones desconcertantes habían estado sucediendo desde el final del año escolar anterior, asesinatos esporádicos de magos y brujas abiertamente de luz habían ocurrido, e inclusive una o dos comunidades muggles habían sido destruidas por medios mágicos.

Claro, el Ministerio de Magia siempre tenía una respuesta para cada uno de estos hechos; Sirius Black había ayudado a escapar a sus antiguos compañeros, magos y brujas despistados que se habían conseguido a sí mismos perdidos, venganzas personales, robos, accidentes mágicos, comunidades salvajes de hombres lobos tratando de llamar la atención, e inclusive mortífagos rezagados haciendo espectáculos.

Pero cada vez que sucedía algo, cada vez que algo demasiado grande u horrible había ocurrido y no había forma de ocultarlo y el profeta lo publicaba, los estudiantes se miraban entre sí en el miedo, tratando de convencerse de las excusas del ministerio, aunque cada vez sonaran más irreales, tratando de evitar mirar a Harry Potter, que se sentaba cada vez con los ojos tristes, negando suavemente con la cabeza, y aun así no podían evitar oírlo, como cuando le había dicho a Umbridge con la voz estrangulada a través de los dientes fuertemente apretados por la ira;

— "Taparnos los ojos con las manos no va a hacer que los horrores allí afuera desaparezcan, simplemente vamos a estar ciegos cuando vengan por nosotros, y por lo tanto indefensos"

No obstante, a pesar de todos sus esfuerzos la duda se colaba en sus corazones, la misma magia que cada mago y bruja era capaz de sentir parecía incierta y había un sentimiento de inquietud colgando en el mundo mágico, que solo acentuaba la tensión en el castillo. A la espera de que algo ocurriera, aunque cada uno se aferraba a la esperanza de que Potter solo estuviese tratando de llamar la atención y Dumbledore fuese senil, y sin embargo todo en el aire presagiaba algo.

El día había arrastrado lentamente, los murmullos sobre lo que sucedía fuera de las paredes del castillo había flotado todo el día en las aulas y los pasillos, y cada persona esperaba con ansiedad que la versión de esta noche del profeta no sostuviese malas noticias, mientras se dirigían a cenar.

— No puedo creer que el Ministerio sea tan imbécil e incompetente- dijo Hermione en un susurro furioso, mientras el trío entraba al Gran Comedor- ¿Con qué se suponen que van a ocultar la desaparición completa de un pueblo muggle? Porque los mortífagos no dejaron más que cenizas detrás de ellos, entonces ¿cuál será su estúpida excusa?

— Probablemente una explosión de gas- dijo Ron con desprecio mientras se acercaban a sus puestos habituales en la mesa de Gryffindor.

— ¿Una explosión de gas, Ronald?- dijo Hermione con exasperación sacudiendo fuertemente la cabeza- Eso ni siquiera es una razón mágica de lo que sucedió.

— Sí- dijo Ron encogiéndose de hombros mientras se sentaban en la larga mesa- pero es la excusa que usaron cuando Pettigrew voló esa calle muggle por completo, ¿recuerdas?

— Ron tiene razón Hermione- dijo Harry en un tono suave- esa es la mejor excusa que tienen disponible, probablemente dirán que algún mago descuidado alcanzo una tubería de gas con un hechizo errante- el pelinegro suspiro con tristeza mientras miraba fijamente la copa de jugo de calabaza delante de él- explicaría la presencia de magia y porque donde antes hubo una prospera comunidad muggle con unos cuantos magos nacidos muggle, no queda más que un área de escombros.

Pronto los tres adolescentes habían caído en un silencio apesadumbrado. Se habían enterado de cada ataque ocurrido gracias a la cicatriz de Harry. A pesar de todos los intentos del pelinegro y el profesor Snape para que el joven Gryffindor aprendiese oclumancia, la conexión con la mente de Voldemort parecía resistirse a ser cerrada, y así el joven mago se había visto obligado a presenciar cada una de las incursiones de mortífagos donde el mago oscuro había asistido.

Ron y Hermione levantaron la cabeza de su plato y compartieron una mirada llena de aprensión mientras cada uno robaba un vistazo a su mejor amigo, cierto pelinegro que se encontraba jugando con la comida de su plato, con los ojos verdes llenos de tristeza. Si bien Harry nunca había sido exuberante en su comportamiento o de una charla intensa, el cambio a un ser más taciturno había sido evidente, este año no le habían visto sonreír ni una sola vez, y cada vez oían menos su voz. Se había vuelto doloroso para ellos recordar como los ojos esmeraldas que una vez fueron brillantes y claros con la emoción, la curiosidad y la alegría, ahora eran esas profundidades verdes donde solo podían ver una pena profunda que parecía estrangular a sus propios corazones de tristeza por su amigo.

Ambos conocían muy bien al joven heredero Potter, por lo menos tan bien como se conocían a sí mismos y sabían con certeza, que Harry se culpaba por no poder salvar a las víctimas de la guerra, que esa era la razón por la que siempre se podía verlo con complejos libros de Defensa contra las artes oscuras, encantos, estrategia, magia antigua y magia del alma. Ambos sabían que las lágrimas silenciosas que Harry derramaba en la sala común cuando se despertaba de una visión era por aquellos cuyas vidas habían terminado a causa de la ambición de un mago oscuro.

Y ambos habían llorado profundamente por el destino de su amigo, cuando le veían tan destrozado y desesperado, ninguno de los dos habían podido evitar las lágrimas traicioneras, y aunque ambos lamentaban profundamente la muerte de las cientos de victimas de la guerra, era el dolor del niño frente a ellos el que astillaba poco a poco sus corazones.

La noche había caído ya en las altas tierras de Escocia cuando los estudiantes y maestros se encontraban en el Gran Comedor, el murmullo de conversación parecía sostenerse a la fuerza en un nivel bajo, mientras competía con el ruido de platos y cubiertos golpeando entre sí. Cuando de repente por las puertas del Gran Comedor empezó a entrar un grupo de personas, haciendo que la exigua conversación muriera rápidamente.

El ministro de magia caminaba con el paso apresurado hacia la mesa de profesores mientras en su mano apretaba con fuerza un pergamino y su rostro presumía una sonrisa arrogante, detrás de él, a un ritmo mucho más digno caminaban los aurores Kingsley y Tonks, a su lado se encontraba la cabeza del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, Amelia Bones y justo cerrando el grupo iban Rita Sketer con una sonrisa presumida mirando con superioridad a la mesa de oro y escarlata y Percy Weasley, quien andaba con una cadencia de superioridad bastante notoria.

— Cornelio Buenas noches- dijo Dumbledore levantándose de su asiento mientras el Ministro llegaba a situarse directamente frente a él- Amelia, querida. Señor Shacklebolt, señorita Tonks un placer verlos- saludo el director mientras daba un suave cabezazo de reconocimiento a cada uno.

— Buena noches Albus- dijo Amelia Bones mirándose absolutamente confundida acerca de la razón por la que se encontraba allí.- profesores.- termino en un respetuoso saludo a la mesa principal, mientras detrás de ella los aurores susurraban sus propios saludos.

— Aunque me alegra verlos- dijo Dumbledore en un tono inquisitivo pero tranquilo- quisiera saber la razón por la cual han venido aquí esta noche. Si fueras tan amable de explicarte Cornelio.

— Vine esta noche Albus, para llevarte a Azkaban- dijo el ministro de magia absolutamente lleno de sí mismo, ignorando los murmullos de los estudiantes y el revuelo que sus palabras habían producido, e incluso pasando por alto el hecho de que todos los maestros se habían levantado de repente empuñando rápidamente sus varitas.

— Por favor- dijo el anciano director calmando a sus maestros con un suave gesto de la mano, mientras con una mirada llena de autoridad había acallado a los estudiantes excitables que oían la conversación que ocurría ante ellos- Cornelio, podrías explicar por favor, cuál es la razón por la que crees que merezco una sentencia en Azkaban y aun más para que esta sea tan inmediata que ni siquiera merezco el privilegio de un juicio.

— Dolores me ha escrito esta noche- dijo el mago bajito balaceándose ansiosamente entre las puntas de sus pies y sus talones, mientras sus ojos avaros se abrían un poco más al sacudir el pedazo de pergamino que sujetaba en la mano. Al fin podría poner a Dumbledore donde debería estar y callar esos estúpidos rumores sobre el que-no-debe-ser-nombrado, y todo volvería a ser tan bien como había estado antes- Y tiene pruebas irrefutables de que todo esta palabrería y mentiras que has estado esparciendo junto al muchacho Potter, no son más que un intento de sedición de tu parte para quedarte con el gobierno del mundo mágico- dijo triunfalmente el Ministro- Así que Dolores, querida, dale las pruebas a Amelia y terminaremos este asunto esta noche, estoy seguro que la señorita Sketer será capaz de tener esta noticia lista para la versión vespertina, ¿verdad?

— Por supuesto señor Ministro- dijo la periodista rubia con un tono zalamero mientras su pluma verde escribía furiosamente en el pergamino que flotaba perezosamente delante de ella.

— Y bien Dolores- dijo el Fudge con impaciencia mirando a sus subsecretaría con urgencia- dame las pruebas, y mañana mismo podrás asumir la dirección del castillo.

— Yo…yo no escribí ninguna carta, Ministro- dijo la bruja con cara de sapo acentuando su ridículo tono infantil a través del temblor de su voz- no he enviado nada al Ministerio desde hace dos días.

— Imposible- dijo el Ministro con el rostro tornándose a un tono ceniciento- tengo la carta aquí mismo, es tu letra Dolores y con el sello de la Subsecretaría, así que dame las prueba de las que hablabas.

— Mi...ministro yo, yo no escribí nada, en verdad- termino Umbridge con un tono casi desesperado mirando al ministro suplicante.

— Entonces, que significa esto- dijo Fudge con el rostro cada vez más rojo mientras agitaba ferozmente el pergamino delante de él- que demonios….

Pero la furiosa diatriba se vio interrumpida cuando un grupo de personas interrumpió ruidosamente por las puertas del Gran Comedor. Parecía que toda la familia Weasley se encontraba allí, además del exprofesor de Defensa Remus Lupin, acompañado de un enorme perro negro, junto con Alastor Moody.

El grupo impar avanzo rápidamente a la mesa de profesores sin dejar de dirigir miradas inquietas a la mesa de Gryffindor donde se podía ver a tres adolescentes susurrando de manera rápida.

— ¿Qué demonios esta sucediendo?- dijo Ron con la mirada vagando de los miembros de la Orden al grupo del ministerio.

— Esto no está bien- dijo Harry con un tono aprensivo mientras distraídamente se frotaba la frente justo sobre la punzante cicatriz.- todo esto me huele a un engaño.

— Harry tiene razón- afirmo Hermione mientras miraba nerviosamente a la mesa de profesores- algo esta equivocado. – finalizo apretando con fuerza su varita por debajo de la mesa.

— Ellos…todos ellos se ven….- dijo Ron mordiendo nerviosamente su labio inferior.

— Confundidos, sí. Es casi como si no entendieran completamente por que están aquí, y sin embargo no es una coincidencia….- el pelinegro dejo que su voz se desvaneciera cuando las palabras de los recién llegados comenzaron a flotar hacia él, y hacia los demás estudiantes sorprendidos.

Los recién llegados estuvieron rápidamente frente a la mesa de profesores, justo al lado opuesto donde se encontraban los representantes del Ministerio.

— ¿Qué significa esto Albus?- exigió un muy enojado Ministro de Magia viendo a las personas que acababan de llegar- Quiero una explicación ahora mismo.

— Te aseguro Cornelio, que si me permites podemos obtener más allá de esto en un momento- dijo el anciano mago girando a ver preocupado al nuevo grupo delante de él- Alastor, podrías aclarar por favor que se encuentran haciendo aquí.

— Estábamos teniendo una velada de celebración para Remus, cuando recibimos un mensaje de uno de los niños diciendo que era imperativo estar aquí, y dado que estábamos juntos pensamos que bien podríamos pasar a saludar, ya que no importa cuantos somos estoy seguro que Hogwarts siempre puede ser acogedor.- dijo el viejo auror en su voz seca de una forma precisa mientras su ojo sano estaba fijo en Dumbledore mientras su ojo mágico parecía estar inmóvil entre Umbridge y Fudge.

— Ya veo- dijo Dumbledore de forma tranquila. Y era verdad, él había entendido lo que Alastor había querido transmitir, estaban en un encuentro de los miembros de la Orden en Grimuld Place para acompañar a Sirius, cuando un mensaje seguro escrito por Harry, había pedido ayuda para Hogwarts en un probable ataque. Cómo el niño había hecho llegar un mensaje a la Orden desde que estaba sentado en la sala frente a él no tenía idea, pero seguramente haber oído por parte de Cornelio que él iba a ser enviado a Azkaban había sido suficiente para enviar al niño en pánico con la idea de que necesitaban refuerzos.

— Esto no es más que un mal entendido Cornelio, como se puede entender uno de los niños Weasley escribió a sus padres en necesidad de verlos hoy y dado los tiempos en los que estamos, sus acompañantes en la cena decidieron acompañarlos- dijo Dumbledore, girando rápidamente a Alastor para impedir al ministro en gritar en su referencia a los tiempos oscuros actuales, sabía que no había sido lo más sutil, si la risita de Ron Weasley era un indicativo, pero al fin y al cabo era una táctica que funcionaba- Alastor te puedo asegurar que no es más que un mal entendido, aunque agradezco que hayas acompañado a Molly y Arthur pero no hay propósito en estar aquí esta noche.

— Ah, pero yo no diría eso- dijo una voz fría y peligrosa desde las puertas de la Gran Sala, haciendo que muchos dieran gritos aterrorizados, mientras que los profesores y miembros de la Orden habían disparado sus varitas. En la puerta del Gran Comedor se encontraba Lord Voldemort.

Allí estaba la figura alta de un hombre vestido con una túnica de un profundo negro, su piel blanca nacarada contrastaba de forma vil con los ojos de un rojo profundo, el rostro de características serpentinas se abría en una sonrisa cruel, mientras abarcaba con su mirada la multitud aterrorizada delante de él, sus ojos centellaron con placer sádico mientras oía los gritos y chillidos que se habían producido cuando había sacado su varita, de forma que todos pudiesen verlo.

— Creo que estamos todos los que somos necesarios en nuestra pequeña reunión- dijo el Lord Oscuro con la voz burlona, mientras detrás de él entraban una cantidad alarmante de cifras vestidas de negro con máscaras de plata ocultando sus rostros.- Me alegra ver que ninguno perdió nuestra cita- termino con diversión retorcida mientras observaba a los magos adultos delante de él.

— Qué es lo que buscas aquí esta noche, Tom- dijo Dumbledore con la voz tranquila, sin traicionar nada de la inquietud que apretaba con ansiedad su estómago, si tan solo pudiese ver una forma de sacar a los estudiantes de aquí podría haber alguna posibilidad, pero con todos los niños en medio de cada una de las caras de esta guerra sería prácticamente imposible un ataque de cualquiera de los lados, sin terminar con niños y niñas inocentes sacrificados. Así que por ahora lo único que podía hacer era tratar de ganar tiempo.

— Oh, Dumbledore, ¿directo al grano, eh?- dijo Voldemort con una sonrisa mientras giraba su varita en la mano, disfrutando de la vista delante de él. Cada mago y bruja adulto estaba tenso listo para saltar a la defensa y sin embargo allí estaba Fudge con el rostro casi verde mirándolo aterrorizado, si definitivamente esto era una visita divertida y con todo marchando según el plan sería la primera noche de la era de su gobierno- Es una lástima que no quieras intercambiar cortesías, pero bueno al parecer los buenos modales están sobrevalorados en este momento, ¿no? En cuanto porque estoy aquí, bien; hoy el mundo mágico será mío, he venido por mi conquista.- terminó con una sonrisa llena de anticipación.

— No vas a vencer, Tom. El mundo mágico no será tuyo- dijo Dumbledore con la voz firme y llena de poder, mientras su mano se cerraba sobre su varita con fuerza, listo a defender a sus estudiantes, a su escuela- Así que será mejor que te marches, esta noche no habrá una batalla.

— ¿De verdad?- dijo Voldemort con incredulidad leve, antes de que su risa fría y sin humor llenara por completo el Gran salón mandando a la mayoría de los años más jóvenes en lágrimas mientras que otros simplemente habían cerrado los ojos y negaban violentamente con la cabeza- Pero tienes razón esta noche no habrá una batalla, esta noche simplemente tomare a tu símbolo y me llevará la última esperanza patética de la luz.

Dicho esto, el mago oscuro en un movimiento rápido y fluido había dado una amplia honda a su varita, causando que las cuatro mesas del comedor desaparecieran al tiempo que lo que parecía ser una pared de fuerza arrinconase a los estudiantes contra las paredes laterales del gran sala y a los maestros en la pared de atrás, dejando un espacio amplio y despejado en la mitad de comedor.

Los estudiantes estaban aterrados de lo que sucedía delante de ellos, no se suponía que esto sucediera, se suponía que Quien-tu-sabes había muerto, que este era un tiempo de paz, que Hogwarts era el lugar más seguro del mundo, y sin embargo aquí estaban frente a un grupo de magos y brujas oscuras, delante del peor señor tenebroso que el mundo de la magia había visto en los últimos tres siglos.

Rápidamente los estudiantes se habían organizados como si la gravedad de lo que sucedía comenzara a hundirse hasta ahora en ellos, obligándolos a actuar. Cada una de las casas había empujado a los primeros años detrás de ellos, dejándolos contra la pared para que fuese más fácil protegerlos, inmediatamente delante de ellos habían obligado a los nacidos muggle y delante de ellos se habían colocado a los mestizos, y enfrente de todos, siendo las primeras filas de estudiantes dándole la cara a los mortífagos estaban los sangre puras.

Decenas de herederos de las antiguas casas mágicas estaban de pie frente a sus compañeros de casa con las varitas frente a ellos, exprimiendo sus mentes en los hechizos que podrían usar, listos para proteger a sus amigos, a sus compañeros, a su familia dentro del castillo. Inclusive la casa Slytherin estaba de pie lista a proteger a los suyos, puede que fuese mínimo el número de nacidos muggle que tenían pero eso se compensaba con sus mestizos, y ellos no estaban dispuestos a sacrificarlos, al fin y al cabo, la casa de Slytherin siempre estaba junta, unida para ellos y entre ellos.

— Ahora bien, es hora de comenzar con nuestros negocios, al fin y al cabo, la historia no puede esperar, ¿verdad?- dijo el Señor Oscuro con una sonrisa siniestra mientras movía su varita de nuevo apuntando a los maestros, haciendo que la barrera de magia delante de ellos se sacudiese imitando las ondas del agua, cambiando a un suave tono celeste, en vez del levemente perlado de las otras dos barreras. Realmente estaba disfrutando de las expresiones aturdidas, especialmente en la cara del viejo chiflado.- Así que Potter, porque no haces tu acto Gryffindor y vienes aquí.

El Señor Oscuro parpadeo sus ojos a la multitud de estudiantes frente a él, niños estúpidos que tenían sus varitas enarboladas como si fuesen capaces de enfrentarse a él, como si pudiesen hacer algo más que suplicar por sus vidas patéticas e insignificantes, sus ojos recorrían lentamente las figuras delante de él, tratando de encontrar el cabello negro y rebelde del niño que había osado a enfrentársele. Esta noche él mataría a Potter, esta noche el ganaría por fin el mundo mágico al dejarlo sin su maldito héroe.

— Quien iba a pensar que el pequeño Potter sería un cobarde insignificante. Curiosa tu cobardía, muchacho- dijo el señor oscuro entornando los ojos con maldad, mientras su rostro se tornaba a una mueca amarga de impaciencia- pero si no sales ahora voy a comenzar a asesinar a tus compañeros, ¿cuántos vas a permitir que mueran por ti, muchacho?

— Ninguno- fue la palabra dicha en un amortiguado susurro, pero lo suficientemente alto para que los mortífagos y el señor tenebroso ubicaran el sonido, y para que cada uno de los estudiantes, maestros y miembros de la orden enderezasen su espalda en el terror puro de que en verdad pudiese encontrar al niño.

— Entonces ven aquí, Potter- siseo peligrosamente Voldemort- o los estudiantes que pierdan sus vidas esta noche serán tu culpa, culpa de tu cobardía.

En la sección de Gryffindor se oían solamente jadeos y susurros excitados de un lado para otro, era la única casa donde solo las dos primeras líneas de estudiantes miraban a los mortífagos, mientras que el resto de sus miembros parecían agruparse en un punto medio de la masa de estudiantes.

Era obvio para todos que el señor oscuro se estaba impacientando si su mueca era ir algo cercano, mientras que los maestros habían comenzado a tratar de quitar la barrera que los tenía al margen de los mortífagos, cada uno de ellos con una mueca en su rostro, con los ceños fruncidos en concentración y pequeñas gotitas de sudor rodando por sus rostros. Cada uno de los adultos de esa lado a excepción del ministro y su subsecretaria, al igual que Sketer estaban tratando desesperadamente de quitar la pared mágica, moviendo sus varitas en complejos y largos movimientos, cantando encantos extensos, pero no obstante la magia se mantenía igual, aislándolos efectivamente de la sala y de los estudiantes.

De repente una luz dorada brillante parecía emerger del centro mismo del grupo de Gryffindors, haciendo que los mortífagos giraran sus varitas apresuradamente hacia el origen del resplandor y que los estudiantes y adultos presentes centraran toda su atención en el mismo punto, donde la figura delgada de un muchacho parecía cruzar sin mayor dificultad la gruesa pared de magia, para dirigirse al centro del Gran Comedor.

— Aquí estoy, Voldemort- dijo Harry Potter con la voz firme, mirando directamente a la cara serpentina del señor oscuro, mientras avanzaba lentamente para posicionarse delante de él, sosteniendo con fuerza la varita en su mano, apuntando al piso.

— ¡Harry, no!- se oyó el grito desesperado de Hermione Granger quien se encontraba en el piso, donde obviamente Potter había usado la magia para poder salir de los estudiantes que habían tratado de detenerlo- ¡No lo hagas!

— ¡Harry, por Merlín, detente!- grito Ron Weasley mientras corría hacia la barrera mágica estrellándose contra ella con un fuerte ruido sordo, incapaz de atravesarla como su mejor amigo, pero esto parecía no importarle mientras había comenzado a golpearla con los puños- ¡Regresa, por favor!, ¡regresa, Harry!

— ¡Harry, no!- se oyó el grito desgarrado de un hombre desde la barrera de los adultos, allí ignorando los gritos de sorpresa y los rostros lívidos de los funcionarios del ministerio, había un desesperado Sirius Black, golpeando la barrera con los puños, mientras sus ojos se abrían por el terror al ver a su amado ahijado frente al mago oscuro más temido de los últimos tiempos- ¡HARRY, HARRY, REGRESA, HARRY!

Esos no eran los únicos gritos que se oían en el gran salón, todos los Gryffindors de quinto año, los miembros de la Armada de todas las casas azotaban la barrera con sus puños, sus piernas, con cada hechizo que se les ocurría tratando de obligarla a bajar, mientras llamaban a su amigo con gritos roncos y angustiosos.

Y sin embargo la única reacción de que Harry Potter había oído los llamados en su nombre era el profundo suspiro que había tomado mientras cerraba sus ojos en una expresión de profunda tristeza.

— ¿Cómo lograste entrar al castillo?- pregunto Harry fijando sus ojos esmeraldas en los orbes rojos frente a él. Su voz tranquila, sin traicionar temor alguno, algo dentro de Harry, quizás el instinto por el que había salido de cada situación espinosa en la que se había metido, le decía que esta era la batalla que había estado esperando, que esta era su oportunidad de detener la guerra, pero también sabía de alguna forma que después de esta noche él no volvería a ver Hogwarts.

— Fue sencillo en realidad- dijo Voldemort mirando fijamente al niño frente a él, el niño que había frustrado sus planes una y otra vez, mientras sentía la ira caliente burbujeando dentro de él, como se atrevía el niño a estar allí sin miedo, cuando él, el mago más grande de todos los tiempos, el mago más temido del mundo, estaba listo a asesinarlo- como heredero de Slytherin los barrios de Hogwarts me reconocen como una parte de ella, solo tuve que engañar a la escuela sobre mis intenciones, pero una vez logrado, solo tuve que entrar por la puerta principal, al fin y al cabo mi antepasado fue uno de los fundadores.

— Hogwarts no estará feliz- dijo Harry con la voz llena de disgusto, dándole una mirada asqueada al mago frente a él- pero que más se puede esperar Tom, algo tan bajo como esto es digno de ti.

— Esta noche mocoso, te tendré a mis pies, suplicando por tu vida- dijo el Lord con la voz llena de desprecio, atada a anticipación- Esta noche voy a romperte antes de mandarte a tu tumba.- termino el Señor Tenebroso haciendo un gesto con su mano mientras una desagradable sonrisa se tendía en su rostro, invitando a sus mortífagos a atacar al niño delante de él.

— ¡Crucio!- Harry oyó la voz en el falsete infantil de Bellatrix mientras un rayo de un rojo vicioso se acercaba a él, lo que lo obligo a agacharse en un giro hacia la izquierda mientras levantaba su varita en un pequeño movimiento circular a la vez que gritaba "lux catenis"

Un poderoso haz de un brillante celeste se dirigió a la bruja, quien erigió su varita para un escudo de un repulsivo tono verde, sin embargo el hechizo parecía atravesar el escudo rompiendo la magia y obligando a la maniática bruja a bucear por debajo de ella, lo que hizo que el hechizo diera contra el pecho de otro de los mortífagos, dejándolo en el piso atado con brillantes cadenas.

Harry se levanto del piso con la espalda recta y la mirada firme, sus oídos zumbaban con las suplicas de sus amigos, de sus profesores, de aquellos que amaba y llamaba familia, y sin embargo eso solo servía para endurecer su determinación, esta noche si él iba a caer se aseguraría de caer con los mortífagos y llevarse de paso a Tom Riddle con él, aunque tuviese que ir al infierno mismo para arrastrarlo por esas puertas.


Por favor dejen sus reviews por este capítulo, acerca de como les parecio, quedan tres capítulos más para terminar esta historia. En realidad espero con expectativas sus comentarios.