Finalmente llegamos a la costa, mi emoción no podía ser mayor, mi casa, mi pueblo, mi tierra. Todo lo que me hacía feliz estaba en este lugar tan distinto de Europa, por lo mismo no pude evitar correr hacia el muelle en cuanto tuve oportunidad, mi gente al verme se puso feliz, casi tanto como yo al verlos a ellos, pero al mismo tiempo me entristecía ver como los peninsulares seguían haciendo garras lo que aún quedaba de riqueza en mis tierras. No importaba cuan feliz podía ser por un momento, definitivamente, seguía siendo una colonia.

Gilbert bajo poco después llevando de la mano a su hermano además de ser escoltados por soldados de la corte española, cosa que no me agradaba, pero las ordenes de mi padre deben ser obedecidas sin chistar. Para mi gente el ver a ambos germanos era impresionante, sobre todo a Gilbo, corpulento, alto y albino, era algo que no era normal ver en ese lugar. Nos dirigimos inmediatamente a la Casa de Cabildo en la Ciudad del Puerto de Veracruz para descansar antes de partir a la Ciudad de México, donde se realizaría la boda y donde en ese momento ya se encontraba mi padre esperándonos.

Tras dejar a Gilbo y a Lud en sus respectivas habitaciones, decidí darme una pequeña escapada al convento y de camino poder ver la situación de mi gente. Tome un chal verde olivo con el cual tape mi cabeza para tratar de no ser reconocida y salí en mi pequeña travesía, o al menos eso sentía yo. Camine por esas calles donde solo había desigualdad y tragedia, la gente imploraba por independencia, me dolía verlos así. Entré al convento y destape mi cabeza por respeto al lugar, después de todo se había convertido en mi religión y creencia. Camine hacia el altar para poder rezar un poco agradeciendo por nuestra salva llegada así como por mi gente y prometí que la siguiente vez que pisara suelo Nuevo Español, seria para sacar a mi pueblo de esta miseria, esa fue mi promesa ante el altar en marzo de 1770.

Cuando salí del convento ya era entrada la noche, pero aun así debía regresar a la casa del Cabildo de cualquier manera posible, corrí por las calles del Puerto de Veracruz hasta que choque con un chico un poco mayor que yo, aparentemente de 19 años, yo caí al suelo al igual que mis gafas y el inmediatamente me dio su mano para ayudarme a levantarme, después me tomo mis gafas las cuales vio con curiosidad y sorpresa, las tomé de su mano tras sentir un pequeño temor de perder a Texas – Muchas gracias, disculpa, venia un poco distraída – el me miró un poco apenado y solamente sonrió, él era rubio de ojos azules y una sonrisa muy bella, yo estaba a punto de preguntarle su nombre cuando a lo lejos pude ver a otro rubio pero de ojos esmeralda, un pirata de mala muerte que se enorgullecía de decirse nación, Inglaterra, tenía temor, pero no tenía derecho de estar en ese lugar y menos a esa hora – What are you doing here?, UK [¿Qué haces aquí? Inglaterra?] – lo miré firme, el solo se rio y tomo al joven del brazo – I am talking with you! [Te estoy hablando a ti!] – río de nuevo pero esta vez se dignó a pronunciar algunas palabras con su español burdo – Hemos venido a boda, tu dad, nos ha invitado – el enojo en mi era demasiado, él no tenía derecho a pisar mis tierras, no era amigo ni mío ni de mi padre, porque lo había invitado?, hasta que a mi llego la idea, aquel chico, debía ser uno de mis vecinos junto a Canadá, él debía ser 13 colonias.

Continúe mi camino hasta llegar a la Casa del Cabildo, entre y me recosté en mi cama, ¿acaso aquel chico era mi vecino? Se veía agradable y parecía tener mi misma edad, o maduración de nación. No sabía porque pero en ese momento aquel chico y su blanca sonrisa se encontraban rondando mi cabeza, me parecía extraño que nunca lo había conocido, a diferencia de Canadá a quien si conocía bien gracias a las visitas de Francia a casa de mi padre, pero algo en 13 colonias no me inspiraba confianza, sobretodo en el momento en que Texas estuvo en sus manos, aunque solo fue un momento sentí que mi territorio se dividia…