Sentando cabeza.
Propuesta de matrimonio.
Hoy era el día.
Sí, hoy se lo diría. Dejaría de ser un cobarde y sería un hombre. Tenía que pedírselo, ahora sí que ya no tenía otra opción, era un todo o nada. La perla ya no existía, Naraku era parte de la historia, una horrenda historia que no quería recordar. Kikyo… ella al fin descansaba en paz y aunque había dado su palabra de acompañarla al otro mundo… él, simplemente, no pudo. Intentó imaginar cientos, sino miles, de excusas en su mente de porque él en realidad no podía acompañarla. Primero debía derrotar a Naraku, luego se propuso ayudar a Kagome a ser la guardiana de la perla (pero como la misma había desaparecido, ya no importaba) y ahora, pasaba día tras día diciéndose que no podía terminar con su vida en la tierra porque debía proteger a sus amigos.
¡Mentira!
Él no podía irse porque no quería hacerlo. Sus amigos eran importantes para él, y los protegía y ayudaba en todo lo que pudiese ahora más que nunca ya que Sango acababa de tener a las mellizas. Pero esa no era la razón más importante de que quisiese quedarse, él necesitaba quedarse por otra razón. Una razón de metro sesenta, cincuenta y tantos kilos, cabello azabache y ojos café. Esa era su razón. Su egoísta razón. Y aquí era cuando su nivel de egoísmo sobre pasaba los limites esperados por cualquier persona: él quería ser su razón también. Su razón para estar, para sonreír, para planificar cosas para un futuro. Quería Necesitaba ser su razón.
Y eso era todo.
Sabía que por esto ahora su palabra no valía nada, y que su egoísmo era excesivo, así que solo podía presentarse ante ella con una espada vieja y sus ropas que habían sufrido más de una batalla. ¿Y lo peor de todo? Iba a pelear por que lo acepte.
Entró a la casa, tenía en realidad dos opciones, pero opto por la que creía que podría tener más posibilidades, aunque sabía que no estaba siguiendo muy bien el protocolo humano, también sabía que pedirle la mano de Kagome al viejo, sería el equivalente a ser rociado con agua bendita y ser envuelto en papeles "sagrados" que no podían hacer más que estorbar. Así que seria solo un poco cobarde e iría a por alguien con quien se pudiese hablar… un poco mejor, esperaba.
Se aclaró la garganta y la mujer que estaba sentada en el sillón del comedor lo miró.
-¡Oh, Inuyasha! Que gusto verte por aquí. Ven, siéntate conmigo, estoy juntando energías para ir a ordenar la habitación de Souta.-suspiró un poco sin perder la sonrisa.
-Yo…-Inuyasha se golpeó mentalmente.-Quería hablar con usted.-dijo con tono más decidido ahora.
-¿Qué sucede?-lo miró un poco alarmada.-¿Kagome esta…?
-Ella se encuentra bien.-se apresuró a decir.
Pero un pequeño dolor se clavo en su pecho. Él creía que al menos tenía de su parte la confianza de la señora Higurashi sobre el cuidado de su hija. Creía e iba a usar eso a su favor, pero al parecer se había equivocado. No confiaba tanto en él, era obvio, pensó con amargura, después de todo él era un simple hanyou. Se río internamente de su mala suerte, esto sería más sencillo incluso siendo un débil humano.
Pero era lo que era. Y sabía que en el fondo, Kagome lo quería así. ¡Por un demonio! Ella se lo había dicho, se lo había pedido, lo quería como un hanyou. Esto era lo que había de él que pudiese ofrecerle, le daría todo lo que pudiese conseguir.
-Yo viene aquí por otra cosa.
-Oh, dime entonces ¿seguro que no quieres sentarte?
-Estoy bien.
-De acuerdo, entonces dime.-la mujer lo miró con atención.
-Quiero,-las palabras no querían salir de su garganta.-quiero que usted…-los minutos parecían horas ¿Qué sucedía si su problema era más simple y patético que el que le dijeran que no? ¿Y si su problema era que simplemente no podía decirlo?
-No entiendo, Inuyasha, ¿quieres algo? ¿Ramen? ¿Vendas? ¿Qué?
Tendría que soltarlo todo junto y no darle más vueltas al asunto.
-Quiero casarme con su hija.
Bien, quizá lo dijo muy rápido, porque la señora Higurashi tardo unos segundos en procesar el mensaje, y luego comenzó a toser, ahogándose con su propia saliva.
En medio del momento incomodo, Inuyasha no pudo hacer más que golpear torpemente la espalda de su… la mamá de Kagome, hasta que ella dejó de toser.
-Lo siento, ya estoy bien.
-¿Segura que….?
-Sí.-suspiró.-Es solo que me has tomado por sorpresa. Siempre me dije que vería venir este momento, pero al parecer no lo he hecho. ¿Desde cuando… tienes estas intenciones con mi hija?-por alguna razón, la pregunta que comenzó siendo y sonando como mera curiosidad, terminó pareciendo una acusación.
-¿Intenciones?-repitió el chico, nervioso.
-¿No habrán…?-el rostro tranquilo que siempre mantenía la mujer se convirtió en una mascara desfigurada que contenía ira, decepción y rabia.
-No, no.-Inuyasha levantó sus manos en señal de paz… o un acto instintivo de defensa personal.
La mujer se tranquilizó un poco.
-¿Has hablado con Kagome?-preguntó luego de un momento.
-Miouga me dijo que lo correcto era hablar primero con usted.
-¿Miouga?
-El demonio pulga, él era el sirviente de mi padre y ahora me sigue a mi.-dijo con un poco de orgullo, él tenia a un sirviente a su cargo, eso debía contar ¿no?
-Oh, bueno.-dijo la mamá de Kagome si entender mucho cómo una pulga podría ser un sirviente.-Agradezco que intentes hacer las cosas bien, Inuyasha, pero en esta época mi "sí" no debe preocuparte mucho. Esta es una decisión importante que debe de tomar Kagome y solo ella.
Inuyasha ahogo un gruñido de frustración. Maldita pulga.
-De cualquier forma,-continuo ella.-tienes mi apoyo, Inuyasha. Mi hija ya tiene 18 años, lo que aquí significa que yo solo puedo advertirle en las decisiones que toma, pero no negarme a que las haga, o forzarla a hacerlas. Aunque debo de decir, que no estoy muy contenta de que te lleves a mi hija.
Inuyasha tragó duro.
-¡Oh, no te preocupes!-sonrió.-Ya empiezo a ponerme sentimental, creo que es el síndrome del nido vacío, no me hagas caso.
Luego de un silencio en el que la señora Higurashi se levantó, secándose algunas lagrimas fugitivas y se dirigía a la escalera para ordenar el cuarto de Souta, Inuyasha dijo una última frase antes de desaparecer por la ventana, con dirección al Sengoku.
-Viviremos en la época que Kagome elija.
Y se fue.