Disclaimers: Los personajes pertenecen a la fabulosa S. Meyer, la historia es completamente mía.

Capítulo dedicado a mis amores, Scarlett y Coona, a la primera por su grandiosa idea y a su primo jiji Y ala segunda por su paciencia, cariño, confianza y todo las por querías que hablamos. ¡Ya las amo, bebés!

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¡Mayday!

"El sexo es como el alcohol, mientras más lo tomas más te embriaga

—Anónimo".

Capítulo 1: La bienvenida.

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Miré ansiosamente el enorme ventanal y retorcí mis manos nerviosamente. Mis padres estaban de la misma manera que yo, al igual que los demás familiares que estaban en la gran sala del aeropuerto.

Había esperado 2 años para verlo, para abrazarlo y para continuar creándome fantasías al verlo entrenar. Estaba loca por él, desde que era pequeña y él nunca había demostrado nada hacia mí. Yo era simplemente su prima de segundo grado, al menos tenía el consuelo de que no éramos familia directamente.

—Debe estar por llegar —musitó una chica un poco mayor que yo, tendría unos 27 más o menos.

—Estoy nerviosa —le susurré y ella rio nerviosamente. Bien, al menos no era la única.

—Yo igual, no quiero más que abrazar a Harold en vez de verlo por Skype todos los días —asentí con la cabeza y ella me sonrío—. Soy Kendra Lears.

—Un gusto, soy Isabella Swan —ella sonrío y ambas volvimos nuestra vista al ventanal. Un inmenso avión de la Armada de los Estados Unidos comenzó a descender y un pequeño chillido salió de nuestros labios. Kendra se lanzó a mis brazos y yo la correspondí de inmediato—. Ahí vienen —susurré al ver como la inmensa puerta del avión se abría, pero cientos de marinos salieron de ahí y no podía identificar al que quería.

Giré mi cabeza hacia mis padres y ambos estaban tomados de las manos, mirando con ansiedad la puerta de embarque y que Edward ingresara por ahí.

— ¿Esperas a tu esposo? —me susurró Kendra y yo deseé que fuera así, sin embargo negué con la cabeza y sonreí triste.

—Es mi primo, bueno mi primo segundo grado…

—Estás loca por él —confirmo y yo asentí—. Debió ser un martirio todo este tiempo sin saber de él o de cómo estaba —lo fue. Todos los lunes esperaba impaciente el email que nos mandaba a la familia o las múltiples charlas por Skype. Lo extrañaba.

—También lo fue para ti —ella asintió y me apretó fuertemente la mano cuando la puerta de embarque se abrió y varios chicos comenzaron a entrar—. ¿Cómo es? —le pregunté y sonreí nerviosa al ver como las chicas se tiraban a los brazos de su amado o de sus hermanos. Habían sido los 2 años más difíciles de todos.

—Alto, rubio y pálido —sonreí y comencé a buscar a su esposo—. ¿Y el tuyo?

—Alto, pelo cobrizo y ojos verdes —le indiqué y ella rio. Era difícil buscarlos, ya que todos estaban con su uniforme y su gorra en la cabeza, ocultando su nulo cabello.

Había llorado junto con Edward cuando hace 6 años nos llamó por Skype y nos mostró su nulo cabello, su cabellera cobriza había desaparecido y nadie podía creerlo. Ahora que era Teniente le permitían tenerla un poco larga, pero manteniéndola peinada y ordenada. Era mejor que nada.

— ¡Ahí está! —chilló mi nueva amiga y yo busqué desesperadamente dónde indicaba. Un alto rubio se acercaba a gran velocidad hacia nosotras y supe que era su esposo. Sonreí llorosamente cuando Kendra se tiró a sus brazos, sollozando y besando cada parte del rostro de Harold.

Aparté la mirada cuando comenzaron a besarse apasionadamente, ambos soltando unas cuantas lágrimas, y sentí un poco de envidia. Desearía poder recibir así a Edward.

—No lo veo, Charlie —musitó mamá y yo presté atención a sus palabras. Los tres comenzamos a buscar entre la gente a mi primo, pero no había indicios. Hice una mueca y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

—Ya aparecerá —respondió Charlie y Reneé suspiró. Ella adoraba a Edward, lo quería como a un hijo.

Los padres de Edward habían fallecido hace 8 años, cuando él tenía 16, y desde ahí pasó a ser parte de mi familia, yéndose a vivir con nosotros y a terminar el instituto conmigo. Yo era 2 años menor que él, pero Edward nunca me trató diferente. Siempre fue atento conmigo.

— ¡Bella! —miré a Kendra y sonreí, su marido me miró sonriente pero confundido—. Él es Harold, mi esposo. Amor, ella mi amiga Bella —sonreí ante eso y Harold rápidamente besó mi mano.

—Un gusto, Bella —sonrío y yo asentí.

—Lo mismo digo, Harold —Kendra lo miró con tanto amor y él a ella de la misma manera que tuve que contener las lágrimas.

— ¡Ahí viene! —giré rápidamente mi cabeza ante el chillido de Reneé y mi respiración se atascó al ver al sexi marino vestido de blanco.

Mi madre rápidamente caminó hacia él y Edward dejó su bolso en el suelo para abrazarla, riendo fuertemente. Sonreí con nerviosismo y comencé a acercarme. Charlie lo abrazó, diciéndole cuan orgulloso estaba de él y Edward asintió sonriendo torcidamente.

Su mirada se posó en mí y sus ojos brillaron, sonrío abiertamente, marcando sus adorables hoyuelos, y abrió los brazos hacia mí. Sonreí como tonta y corrí hacia él, abrazándolo fuertemente mientras soltaba pequeños sollozos. Edward rio y me abrazó fuertemente, sosteniéndome por la cintura y alzándome hasta dejarme a su altura. Pasé mis brazos por su cuello y llené su rostro con besos mojados.

—Te extrañé —susurró y yo sonreí bobamente.

—Yo también —sus ojos brillaron y besó sonoramente mi mejilla—. no puedes volver a irte —le supliqué y él rio.

—Me tendrás por 30 días, no me iré por un buen tiempo —sonreí y lo abracé fuertemente.

— ¡Vámonos a casa, chicos! —musitó Reneé y giré mi cabeza para verla secándose las lágrimas. Charlie sonrío y tomó el bolso de Edward, girándose para abrazar a Reneé y dirigirla a la salida.

— ¡Bella! —chilló Kendra y yo giré mi cabeza hacia ella, quien sonreía abiertamente junto con Harold. Me sonrojé y me bajé de los brazos de Edward, sintiéndome avergonzada ante mi efusividad.

Edward pasó su brazo por mi cintura y me sentí nerviosa, debería estar acostumbrada a que hiciera eso. Kendra miró atenta el gesto y me miró feliz.

—Dame tu número, Bella, es bueno tener a alguien para compartir esto —ambas reímos y Edward junto con Harold nos miraron confundidos.

—Será un placer —le dicté el número mientras Edward y Harold se conocían un poco, habían compartido algunos cursos pero nunca se habían acercado, sobre todo porque Harold era Comandante y tenía 28 años, mientras que Edward era Teniente y tenía 24.

—Tenemos que juntarnos uno de estos días —comentó Kendra y yo asentí—, nos juntamos los 4 —Harold y Edward rieron y asintieron.

—Te llamaré pronto —le dije abrazándola y ella asintió—. Nos vemos, chicos, cuídense y recuperen el tiempo perdido —les insinué moviendo mis cejas sugestivamente y ellos se sonrojaron.

—Vamos, cariño —dijo Edward y yo me sonrojé. Él era la única persona que podía lograr eso.

—Sí —musité y él volvió a abrazarme por la cintura, guiándonos hacia el estacionamiento.

El aeropuerto estaba vaciándose ya, casi todos se habían idos.

— ¿Cómo has estado, Bella? —preguntó él mientras salíamos por las puertas y caminábamos hacia el auto de Charlie.

Sonreí feliz cuando él colocó su boina de la marina sobre mi cabeza, haciéndonos reír tontamente a ambos.

—Me quedan dos semanas para terminar el 4to año de Medicina y pasar a la facultad —le comenté y él asintió—. Tendré 2 meses de vacaciones, con mis amigos estamos pensando ir a Europa —él jadeó y yo lo miré sorprendida.

— ¿Me dejarás solo en Phoenix? —dijo con un puchero y yo rodé los ojos, mientras que visualizaba el jeep de papá.

—Claro que no, idiota, me iré cuando tú te vayas —él asintió despacio y yo fruncí las cejas. ¿Qué le pasaba?

Me abrió la puerta trasera del jeep y ambos nos acomodamos en los asientos traseros.

— ¿Quién quiere ir a comer comida italiana? —preguntó Reneé mientras que Charlie encendía el auto.

— ¡Yo! —chillamos con Edward y todos reímos.

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—No sé cómo lo soportas —susurró Alice mientras miraba por el ventanal de mi habitación. Hice una mueca y suspiré mientras me levantaba para ver también.

—Me pregunto lo mismo —respondí y casi gemí cuando hizo otra flexión.

Edward llevaba sólo 3 días en casa y ya me tenía vuelta loca, mucho más de lo normal. Estábamos recién a martes y mañana teníamos uno de los exámenes finales en anatomía y ninguna podía concentrarse. Rosalie estaba en el baño lavándose la cara al igual que Tanya, mientras que con Alice babeábamos desde el tercer piso.

Mi primo llevaba entrenando 2 horas, lo habíamos visto hacer trote, sentadillas, flexiones en tan sólo shorts. Nos tenía de infarto y ahora estaba preparándose para lanzarse un piquero en la piscina.

—Se me cae la baba —dijo Rose colocándose a mí lado, todas asentimos y suspiramos cuando se sacó las zapatillas para lanzarse a la piscina.

—Tienes que hacer algo, Bells —comentó Tanya echándose aire con un libro. Teníamos el ventanal abierto, pero hacia tanta calor, o era calentura, que no podíamos concentrarnos en nada más que el bronceado cuerpo de Edward.

—Mierda —jadeó Alice cuando mi primo realizó un perfecto clavado y desapareció en la inmensa piscina que teníamos en el patio trasero.

—Jesús —susurré cuando salió todo mojado y arreglando su corta cabellera cobriza—. Mierda —siseé cuando alzó la mirada y sus orbes esmeraldas me miraron fijamente. Mis amigas jadearon y rieron nerviosamente, mientras que yo sonreí avergonzada al vernos descubiertas.

Edward sonrío calientemente y alzó su brazo derecho y nos saludó.

—A estudiar —demandé y todas nos volvimos a acomodar en la cama.

Estuvimos unas 3 horas más hasta que no dimos más y decidimos dejarlo. Las chicas se fueron a su casa, mientras que Reneé me llamaba para colocar la mesa.

— ¡Voy! —chillé y me coloqué las pantuflas.

Bajé las escaleras hasta el primer piso y vi a Edward sentado en el salón viendo las noticias.

—Hey —saludé y él giró su cabeza hacia mí. Sonrío torcidamente, oh, Dios, y yo sonreí nerviosa. Besé su mejilla y me dirigí hacia la cocina.

— ¡Lindas pantuflas! —gritó y yo gruñí. ¿Qué tenía de malo tener pantuflas de chancho? ¡Nada!

— ¡Cállate! —le chillé y sentí su risa. Reneé sofocó la suya al ver mi mirada y yo saqué los individuales para colocarlos sobre la mesa.

— ¿Te ayudo? —preguntó él desde mi espalda y yo rodé los ojos.

—No —pasé por su lado y saqué los servicios. Abrí el armario y saqué 4 vasos.

—Vamos, Bells —lo ignoré y fui a dejar las cosas a la mesa. Lo sentí tras mi espalda cuando me incliné para colocar los vasos y me tensé. Me erguí con rapidez y Edward me abrazó por la cintura, susurrando en mi oído—. No te puedes enojar por eso —me estremecí.

—Sí, puedo —contesté y traté de salir de sus brazos. Él besó mi cuello suavemente y me soltó. Me giré para mirarlo confundida y él sólo sonrío, por lo que me fui lentamente hacia la cocina.

¿Qué había sido eso?

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— ¡Aprobé! —le chillé a Reneé en el teléfono y ella jadeó.

— ¿Lo hiciste? —gritó a través de la línea y yo asentí, sintiéndome tonta al darme cuenta de que ella no me estaba viendo—. ¡Estoy tan feliz y orgullosa, hija! —dijo y mis amigas sonrieron. Creo que todos podían oír la voz de mi mamá.

—Sí.

—Edward debe estar por llegar, que tengan una linda tarde —masculló y yo sonreí. Edward me había invitado al cine, había dicho que no habíamos compartido lo suficiente y que necesitábamos un tiempo de calidad para ponernos al día. Él sólo llevaba 5 días acá y yo había estado estudiando en todos ellos, él sólo había salido con Reneé al supermercado o ido con Charlie al Buffet de abogados.

—Sí, mamá, acabo de ver mi jeep entrar al estacionamiento. Te llamo después —mis amigas suspiraron cuando un guapo y exquisito Edward Cullen bajó de mi jeep, vestido con vaqueros y una camiseta azul. Se sacó los lentes al verme y sonrío. Abrió los brazos y yo corrí para refugiarme en ellos—. ¡Aprobé! —le chillé cuando me agarró por la cintura y me alzó hasta su altura. Él abrió sus ojos desmesuradamente y sonrío abiertamente mostrando sus hoyuelos.

— ¡Te dije que lo lograrías! —comenzó a repartir besos por toda mi cara y yo reí. Lo abracé por el cuello y él comenzó a girarnos—. Más razones para celebrar —reí y me afirmé con más fuerzas.

—Vomitaré, Cullen —advertí y él se detuvo de inmediato. Besó sonoramente mi mejilla antes de bajarme y afirmarme por cintura al verme tambalear.

— ¡Hola, Edward! —saludó Alice y besó la mejilla de mi primo. Él rio ante su efusividad y saludó a mis amigas, incluso a Emmett, Jasper y Demetri, los novios de mis amigas y mis mejores amigos.

—Hola, chicos —ellos respondieron y luego me miró nuevamente—. ¿Vamos? —asentí y me despedí de todos. Al girarme me di cuenta de que varias chicas, y chicos, miraban fijamente a mí hombre y me puse celosa. Lo tomé de la mano y lo dirigí hacia el jeep—. ¿Tú conduces? —asentí y él me pasó las llaves.

—Estúpidas —susurré por lo bajo y Edward me miró confundido. Sonreí y encendí el estéreo—. ¿Qué veremos? —pregunté al detenernos en un semáforo en rojo.

—Estaba viendo la cartelera —musitó sacando su iPhone—. ¿Veamos una de comedia? —asentí con la cabeza y aceleré—. "¿Qué voy a hacer con mi marido?" es la única que hay, las otras son de acción y terror.

—De acuerdo —llegamos rápidamente al centro comercial y nos fuimos directamente hacia las salas de cine.

Varias chicas se quedaban mirando fijamente a mi acompañante y eso me colocaba los nervios de punta, sin embargo, Edward no parecía fijarse en eso ya que estaba totalmente concentrado en explicarme en qué había consistido su último año en Hawaii.

El cuerpo de Marines tenía una base allá y como Edward era teniente había sido designado el último año a estar ahí.

— ¿Qué comerás? —a ti, pero no le diría eso o me catalogaría como una demente. Sólo tengo 22 años, tengo mucho por vivir aún.

Giré mi cuerpo hacia la larga fila que se estaba formando en la confitería y dudé en pedir algo, pero Edward supuso que yo me iba a negar y me advirtió con tiempo.

—Comeremos —hice una mueca y le señalé la fila—. Yo haré la fila de confites y tú compras las entradas.

—De acuerdo —él sonrío, pero después negó con la cabeza.

—Mejor yo compro las entradas, yo invité, yo pago —rodé los ojos y me coloqué detrás de unas chicas en la fila. Tenía que admitir que de verdad moría de hambre, no había comido desde hace unas horas.

— ¿Viste al guapo y sexi cobrizo? —le preguntó una chica a su amiga detrás de mí. Sentí como mi mandíbula se tensaba al suponer que hablaban de cobrizo, pero luego me calmé al pensar que Edward no era el único cobrizo en el mundo… o en Phoenix.

—Obvio que sí —chilló la castaña y la odié de inmediato. ¡Su voz era demasiado chillona! —. ¡Amo como sus bíceps se ven en esa camiseta azul! —ahogué un gruñido al comprender que sí hablaban de mí no hombre y tuve que aguantar las ganas de tirar su cabello quemado. Estúpida perra.

—Debimos demorarnos más en la fila de las entradas y hablarle —comentó otra voz y giré un poco mi cabeza para ver a una pelirroja mirando fijamente dónde Edward estaba haciendo la fila. Un pequeño siseo salió de mis labios y la rubia me miró fijamente, sorprendida por mi sonido. Giré nuevamente mi cabeza y miré fijamente el letrero con las promociones que ofrecía el cine, tratando de calmarme y de disminuir mis celos. Nunca había sido celosa con los chicos, excepto con Edward. Con él era de todo, hasta una jodida perra celosa.

—Me sorprende que esté solo —no lo está, estúpida. Sonreí cuando la fila comenzó a avanzar y sólo faltaban 5 personas hasta mi turno.

—Ya no lo estará —mis dientes rechinaron y estuve a punto de girarme y golpear su perfecta nariz.

—Contrólate, Isabella —me susurré lo más bajo posible. No tenía por qué comportarme así, debería estar acostumbrada a estos comentarios. Las chicas del instituto siempre los hacían cuando ella llegaba con Edward por las mañanas o cuando lo veían cerca. También lo hacían con sus amigos, pero sus amigas no permitían que ellos estuvieran solos por mucho tiempo.

Debí hacer eso yo ahora.

—Oh, Dios —escuchó que decía una de las chicas y rodé los ojos. Preferí sacar mi celular para distraerme y comencé a escribirles un mensaje a mis amigas. Iba por la mitad del texto lleno de insulto hacia las perras en celo que tenía atrás cuando sentí unos fuertes y conocidos brazos abrazarme por detrás.

Simultáneos jadeos sonaron por detrás y yo sonreí feliz. Él me estaba abrazando a mí.

—Siento haber tardado demasiado —susurró en mi oído y dejó un beso ahí. No sabía cómo comportarme cuando hacía eso y lo estaba haciendo mucho últimamente. Sin embargo me apoyé contra su fuerte pecho y guardé mi celular en el bolsillo.

—Tendrás que compensarlo —musité y jugueteé con sus dedos, los cuales estaban sobre mi vientre. Me estremecí cuando su risa me dio de lleno en el cuello y un familiar fuego comenzó a emanar desde mi bajo vientre.

—Lo haré con gusto —el aire se me atoró cuando comenzó a besar mi cuello y el niño que estaba en la fila de al lado nos miró curioso.

—Edward —siseé y traté de apartarme de sus brazos, pero él me estrechó con más fuerza—. Hay un niño —gruñí y la madre del chico nos miró avergonzada.

— ¿Y qué? —continuó besando mi cuello y yo me aparté. Me giré para quedar de frente y noté que él sonreía.

—Idiota —fruncí mis cejas y él besó rápidamente mi nariz. Sonreí en respuesta, nunca podía estar enojada con él. Por lo que pasé mis brazos por su cuello, una clara demostración hacia las calientes que estaban mirándonos atrás, las cuales miraban también descaradamente el trasero de mi chico, y besé su barbilla—. Tengo hambre —admití y él rio.

—Yo también —por el tono en que lo dijo no estaba segura si estaba hablando de comida, y eso me colocó ansiosa.

— ¿Qué desean llevar? —preguntó una voz monótona detrás de mí y yo me separé rápidamente de Edward.

Él pidió un gran balde de palomitas para compartir, dos bebidas grandes, manís y chocolate.

Entregamos las entradas al chico que estaba en el pasillo y él nos dejó entrar, indicándonos qué sala era la que nos correspondía. El chico me miró más de lo necesario y me hizo sentir completamente incómoda.

—Imbécil —murmuró Edward cuando comenzamos a caminar hacia la sala que nos correspondía. Lo miré confundida, pero él iba más preocupado de refunfuñar en voz baja.

Nos acomodamos en 3 filas más arribas que las del medio, se podía ver de mejor manera la pantalla.

— ¿Estás cómoda? —preguntó una vez nos sentamos y colocamos nuestras bebidas en los posavasos.

— Sí —musité y saqué un par de palomitas del balde. Edward rio cuando las metí todas de una en mi boca y yo sonreí mientras las tragaba.

—Está por comenzar —noté que las luces bajaban de tono y me removí inquieta en el asiento. No sabía si me comportaría en una sala oscura con el pedazo de hombre a mi lado.

Es tu primo.

La pantalla se encendió y rápidamente comenzaron los tráiler de las películas que se estrenarían, habían algunas que sí habían capturado mí interés. Al menos el poco que tenía, la mayoría estaba pendiente de Edward y sus movimientos.

Recorrí lentamente toda la sala y me coloqué demasiado nerviosa, estaban casi todas las chicas con sus novios y si no eran sus novios, pues sus amigos. Casi ninguna venía sola y eso me colocaba nerviosa. ¿Por qué era así? ¿Nos veíamos de la misma manera con Edward?

Suspiré desilusionada y mi compañero me miró atentamente.

Sonreí cuando vi a Chris Hemsworth roncando como un cerdo mientras que su esposa, Kate Hudson, lo miraba completamente encandilada.

—¿Me mirarías así si roncara toda la noche? —susurró Edward y yo solté una risita tonta.

—No dormirías conmigo si ese fuera el caso —le respondí y él me golpeó suavemente el hombro. Si ese fuera el caso…

Buenos días, cariño —le dijo Jenny, ósea Kate, a su esposo, quien gruñó como un bastardo—. ¡Feliz aniversario, amor! —sonreí ante su efusividad, pero fruncí mis cejas cuando Chris se cubrió con las sábanas.

—Que bastardo —murmuró Edward y yo asentí mientras bebía un poco de mi soda.

Chris se veía más sexi en su papel de Thor, porque acá parecía ser un cerdo sexi.

Feliz aniversario —contestó el hombre y la mirada de su esposa brilló un poco, para luego levantarse e ir hacia el baño.

Cenaremos con los chicos hoy —dijo antes de cerrar la puerta, mientras que Chris suspiraba y se dirigía hacia su armario.

Nos reímos junto con Edward, y los demás que estaban en la sala, cuando Kate comenzó a formar una cara en el desayuno de Chris; colocando dos huevos estrellados como ojos y una tocineta como su boca. Jodidamente tierno.

—Eso es demasiado tierno —suspiró la chica que estaba a mi lado izquierdo y yo asentí.

—Sería mejor si él lo hiciera —le contesté y ella asintió. Edward me miró confundido por nuestro intercambio y yo sólo sonreí—. Él es demasiado sexi —la chica asintió con vigorosidad mientras que Edward me miró ceñudo.

—Lo amé cuando salió en Thor, es tan sexi —respondió ella y ambas chillamos despacito.

Noté que Edward se cruzaba de brazos y miraba enfurruñado la pantalla.

— ¿Qué pasó? —le susurré y él negó con la cabeza.

—Nada.

— ¡Mentira! —Jadeamos cuando Chris le dijo que su regalo de aniversario número 6 era una maldita nueva suscripción para cable—. ¡Idiota! —chilló la chica y todos en la sala se unieron.

— ¿Pero qué diablos? —susurré y agarré un puñado de palomitas. Mi primo rio ante eso y acarició suavemente mis manos para tranquilizarme.

—Tranquila —musitó él y besó mi mejilla. Eso sí que no me tranquilizó, al contrario, alteró mis nervios al mil por ciento y yo lo miré nerviosa.

Oh, vaya, tendrán más canales —dijo la mejor amiga de Kate mirándolos con compasión y yo sentí ganas de llorar. ¿Quién quiere que en su aniversario número 6 tu esposo te regale más cables para la televisión?

Estaba completamente abstraída en la escena en dónde Kate compraba un libro sobre sexo, donde indicaban que podías salvar tu matrimonio acostándote con otros.

—Sólo llevan 6 años casados, ¿Cómo es que pasa eso? —sollozó la chica de al lado y yo aguanté las lágrimas.

—¿Cómo salvas tu matrimonio engañando a tu esposa? —miré a Edward sorprendida y él sonrío avergonzado—. ¿Qué? Es verdad. Yo no engañaría a mi esposa para salvar el matrimonio, en cambio lo hablaría con ella y le propondría opciones —asentí maravillada y alcé mi soda para tranquilizar mi respiración.

Miré por la sala y vi a un par de chicos besándose apasionadamente y eso me cohibió un poco. Sin embargo, jadeé un poco cuando sentí la mano de Edward en mi pierna derecha y lo miré atónita.

— ¿Qué…? —comencé pero él rápidamente me calló con sus labios.

Mis ojos se abrieron aún más y Edward se separó rápidamente mirándome avergonzado, pero sus ojos brillaban excitados.

—No lo siento para nada —murmuró antes de volver a atacar mis labios. Esta vez cerré mis ojos y lo abracé por el cuello, tratando de acercarlo imposiblemente más a mí.

Sonreí cuando me tomó por el cuello y me acercó a él. Edward lamió indeciso mi labio inferior y yo abrí mi boca para darle acceso, donde atacó mi lengua sin impedimento y con voracidad. Gemí suavemente cuando ambas hicieron contacto y aún más cuando comenzó a succionarla y morderla.

Pero cuando mordió mi labio inferior algo hizo clic en mi cabeza y me odié por eso y esto.

—Esto está mal —susurré y alejé sus labios de los míos. Él me miró aturdido y yo aproveché para levantarme del asiento.

— ¿Dó-dónde vas? —murmuró con voz ronca y yo suspiré. Lo deseaba con tantas fuerzas.

—Al baño —comencé a bajar rápidamente las escaleras y suspiré aliviada cuando salí de la sala.

Me dirigí hacia el baño y estaba completamente vacío. Vi mi reflejo en el espejo y mi cara estaba completamente sonrojada, mis ojos brillaban y mis labios estaban hinchados. Los acaricié y deseé volver a tener los de Edward ahí, mordiéndolos y succionándolos como lo hizo hace sólo unos minutos.

—Estúpida —musité mientras me inclinaba para mojar mi cara. ¿Cómo es que lo rechacé? Llevo más de 8 años queriendo, deseando y anhelando que él me besara y tocara de la manera en que lo hizo. ¿Por qué lo hice? Ni siquiera compartimos sangre, no es incesto.

Sentí unos pasos y supe que otra chica me estaba acompañando en el baño. Mojé un poco mi cuello y me alcé nuevamente. Un sonoro jadeo inundó el baño cuando mis ojos se encontraron con unas oscuras y brillantes orbes esmeraldas mirándome por el espejo.

— ¿Por qué está mal? —preguntó y se acercó hacia mí. Miré hacia la puerta y vi que estaba cerrada. Jadeé cuando se pegó a mi espalda y me hizo notar su erección, causando que gimiera y él sonriera—. Te deseo más que a nadie, tú me deseas. ¿Qué está mal? —murmuró besando mi cuello.

—So-somos primos —Edward negó con la cabeza y succionó mi cuello.

—No lo somos, casi nos criamos juntos pero no compartimos sangre —murmuró y yo traté de concentrarme.

—No es lo correcto —él se detuvo y volvió a mirarme fijamente en el espejo. Sus orbes ya no brillaban, lucía herido y decepcionado.

— ¿Me quieres? —me sorprendí ante eso.

—Sabes que sí —él negó con la cabeza y yo fruncí mis cejas.

—No como primo, no como familia… ¿Me quieres como hombre? —lo amaba.

—Sí, más que a nadie —le contesté y sus ojos brillaron.

—Yo también —sonreí ante eso y me giré para mirarlo fijamente—. No está mal —murmuró y atacó bruscamente mis labios, provocando que ambos gimiéramos fuertemente.

Me sorprendí cuando me alzó por las caderas y me sentó en los lavabos, y yo abrí automáticamente mis piernas para que se acomodara entre ellas. Sonreí cuando comenzó a acariciar mis muslos, masajeándolos con suavidad, tentándome y excitándome.

—Te deseo —susurró sobre mis labios y yo inhalé aturdida, mientras que él comenzaba a desabrochar mi camisa azul.

—Nos verán —murmuré mientras él acariciaba mi estómago descubierto y miraba fijamente mis brasier negro. Mordí mi labio inferior cuando sus ojos se trancaron en los míos y noté que su vista estaba nublada por el deseo.

Él me deseaba a mí. Dios, soy tan malditamente suertuda.

—La tranqué cuando te seguí —sólo pude asentir, ya que se había inclinado y comenzado a besar mi cuello, mordiendo, succionando y lamiendo a nuestro placer.

Gemí cuando sacó mi blusa y la tiró por los lavabos, haciéndome sonreír por su impaciencia.

—No te rías, llevo 8 años esperando esto —murmuró besando mi hombro, cosa que me hizo estremecer.

—Yo también —suspiré y él alzó su cabeza mirándome sorprendido.

— ¿Lo hacías? —asentí y él me besó fieramente. Gemí cuando acarició mis costados y llevó sus manos hacia el broche de mi brasier, el cual intentó desabrochar pero no pudo—. No puedo —susurró sobre mis labios y su halito me aturdió.

—No tienes mucha práctica —me burlé y él se carcajeó.

—Digamos que en la marina no hay muchas mujeres —fruncí mis cejas y él besó castamente mis labios—. Mi celosita —gruñí y él besó repetidamente mis labios—. Sólo podía pensar en ti, bebé, en la manera de decirte mis sentimientos y en que tú te fijaras en mí más que como tu primo —sonreí y pasé mis piernas por su cadera para acercarlo a mí.

—Ahora me tienes aquí —me saqué el brasier y lo lancé con mi blusa. Edward sonrío y miró fijamente mis pechos, llevando lentamente sus manos para acariciarlos suavemente.

—Sí, ahora te tengo —susurró y yo gemí cuando comenzó a acariciar mis pezones. Las corrientes que me recorrían hacían que me estremeciera con cada contacto y caricia, haciéndome gemir y cerrar los ojos por el placer.

Pegué un respingón cuando comenzó a besar mi cuello, succionándolo a su placer, seguramente hasta dejarme un chupón. Los odiaba, pero lo aceptaría sólo si eran de él.

—Edward —gemí cuando comenzó a besar mis senos. Succionó con avidez mi pezón, provocando que mis bragas se empaparan y deseara poder tener complemente dentro de mí. Dios, como lo deseaba—. Dios —susurré cuando lo mordió suavemente antes de cambiar hacia el otro, dándole la misma atención que al anterior.

Desesperada por tenerlo lo más cerca posible, lo tomé del cabello y lo alcé para besar ansiosamente sus deliciosos labios. Mordí y succioné su boca desesperada, mientras que mis manos recorrieron su pecho encima de su camiseta y las metí dentro de ella, deleitándome con su bien formado abdomen.

—Bella —susurró estremeciéndose cuando pasé mis manos por su pecho. Sonreí y comencé a subir su camiseta, haciendo que él alzara los brazos para luego lanzarla con la demás ropa—. Mierda —siseó cuando pasé suavemente mis uñas por su pecho bronceado.

Me alcé y lo besé de lleno en los labios, separándome antes de que me respondiera y besando su mejilla, haciéndome camino hacia su lóbulo, el cual succioné y mordí a gusto, para luego hacer un camino de húmedos besos por su cuello, succionándolo con fervor hasta dejarle un sonrosado chupón.

—Ya soy tuyo de todas maneras —suspiró con una sonrisa y yo sentí como mis respiración se aceleraba ante su confesión. Sonreí y continué besando su cuello, para luego bajar y besar castamente su clavícula, bajando hasta sus brazos, donde besé su tatuaje.

—Me sigue encantando —murmuré sobre el Águila. Edward se había tatuado el águila hace 5 años, en una escapada que tuvimos cuando yo todavía iba al instituto. Yo me había hecho una en mi cadera y él una en su brazo derecho.

—Y a mí la tuya —sonrío y me besó suavemente los labios—. ¿Estás segura? —susurró cuando comencé a desabrochar el botón de sus vaqueros. Asentí con la cabeza y continué hasta bajar el cierre por completo.

Él se sacó los zapatos, los bóxer y los vaqueros, quedando completamente desnudo frente a mí. Lo miré nerviosa, mordiendo fuertemente mi labio inferior y él se acercó para capturarlo entre los suyos.

— ¿Te arrepientes? —susurró acariciando mis espalda completamente desnuda, mandando cientos de corrientes eléctricas por mi espina dorsal hasta la punta de los dedos de mis pies.

—No —sonrío y besó castamente mis labios para luego bajar hasta mi clavícula y besarla con devoción, al igual que mis senos, dónde jugó unos segundos y se acuclilló levemente para continuar el recorrido hasta mi abdomen.

Salté levemente en la encimera del lavabo cuando mordió mis caderas e hizo un recorrido hasta donde se encontraba mi tatuaje, el cuál besó, succionó y lamió antes de alzarse un poco y capturar mis labios en los suyos. Sus manos fueron hacia mis tacos y los sacó, besando lentamente mis piernas y mis muslos descubiertos. Luego fueron a mis caderas y lentamente me bajó del lavabo apoyándome en mis pies, para rápidamente desabrochar mis shorts y bajar el cierre mirándome fijamente.

Sus ojos nunca dejaron los míos.

Reí cuando sus manos bajaron por mis piernas, torturándome al bajar la molesta prenda.

—Edward —gruñí y él me miró sonriente.

— ¿Sí? —murmuró contra mis muslos, mordiéndolos suavemente y provocándome un gemido. Besó suavemente mis caderas y me sonrío cuando tomó las tiritas de mis bragas, las cuales comenzó a bajar lentamente.

—Apúrate —siseé y Edward rio quedadamente. Levanté mi pierna derecha para que las sacara y luego la izquierda, quedando totalmente desnuda al igual que él.

—La paciencia es una virtud, bebé —iba a replicar justo cuando sopló mi intimidad y un fuerte jadeo resonó en el baño.

—Mierrrda —jadeé y vi cómo se acercaba para lamer mi botón, causando que mis manos se aferraran al lavabo y jadeara con más intensidad. Con sus manos me abrió un poco más de piernas y comenzó a succionar con avidez mi punto más débil, provocando que jadeara y gimiera con exuberancia. Rápidamente su fantástica lengua entró en mí y mis gemidos se hicieron imposiblemente altos—. Ed-Edward —gemí cuando su lengua fue remplazada por dos de sus finos dedos, tratando de llenarme lo máximo posible, bombeando sin pudor y buscando mi punto G—. ¡Ahí! —chillé cuando los dobló un poco y me volví completamente loca por la sensación. Llevé una de mis manos a su cabellera y los acerqué más a mí intimida, logrando que gruñera y succionara más fuerte mi botón. Dobló dos veces más sus dedos, succionó 4 veces más, mordió levemente mi botón y me vine violentamente en su boca, gritando su nombre a los cuatro vientos.

Edward se levantó y me besó con fiereza en los labios, excitándome con el saber que tenía. Traté de devolverle el beso pero estaba realmente aturdida.

— ¿Estás bien? —susurró besando castamente mis labios. Asentí levemente y lo abracé por el cuello para no caerme. Edward me tomó por las caderas y me depositó suavemente encima del lavabo, colocándose entre mis piernas y rozando su erección con mi entrada. Ambos gemimos ante eso y yo rápidamente lo miré a los ojos—. ¿Estás segura? —inquirió y yo asentí besando lentamente sus labios.

Se alejó un poco para tomar sus vaqueros y sacar un condón de la billetera, causando que riera ante eso.

—Siempre preparado —respondió sonrojado y yo rodé los ojos. Rompió el paquete y se colocó con lentitud el condón, maravillándome cuando lo vi tomar su erección. No era necesario usarlo, ya que hace unos años había ido con Reneé al ginecólogo, una de las cosas más vergonzosas de mi vida, y me había implantado un anticonceptivo—. Te quiero —murmuró sobre mis labios mirándome fijamente, mientras me tomaba por las caderas y me acercaba hacia él.

—Te quiero —jadeé y él comenzó a rozar su punta en mi entrada, incitando y excitándome. Pasé mis brazos por su cuello bronceado y lo abracé con mis piernas por las caderas, acercándolo más a mí. Lo necesitaba imposiblemente cerca.

—Mierrrda —jadeó cuando comenzó a adentrarse y yo solté un pequeño chillido antes de besarlo con necesidad y desesperación. Me acercó por las caderas, pero yo lo necesitaba más adentro, en lo más profundo de mí ser, por lo que terminé de enrollar mis piernas en su cadera y lo acerqué con fuerza hacia mí, logrando que ambos soltáramos fuertes gemidos al estar completamente unidos.

—Mierda —jadeé y él besó mis hombros, esperando a que me acostumbrara a su tamaño. Alcé mis caderas para obtener fricción y él rápidamente entendió, por lo que apretó mis caderas y comenzó a embestir lentamente en mi interior.

El baño estaba inundado por nuestros chillidos, gemidos y gruñidos, al igual que de nuestros fuertes jadeos. Trataba de llenar mis pulmones de aire cada vez que me hacía falta, pero me era imposible con el mar de sensaciones que Edward provocaba en mí. Dios, era maravilloso, me tenía la borde en cuestión de segundos.

—M-más rá-rápido —jadeé en su oído y él se estremeció, arremetiendo contra mí con más fuerza y sacándome un chillido de satisfacción. Acaricié su sudado cabello y su espalda, acercándolo a mí, buscando minimizar todo el espacio entre nosotros.

—Me ti-tienes loco —jadeó y succionó mi cuello con fuerza. Gemí cuando me alzó un poco por las caderas y encontró un nuevo ángulo, por lo que nuevamente lo sentí imposiblemente dentro. Creo que hasta lo sentía en la garganta… cosa que me encantó.

Pasé mis inexistentes unas por sus hombros cuando comencé a sentir el conocido fuego en mi vientre y supe que estaba cerca de irme.

—M-me vendré —en respuesta Edward aceleró sus embestidas y yo traté de encontrar cada estocada acercándome a él, afirmándome como koala a su cuerpo y besando sus hinchados y deliciosos labios con desesperación. Sentía como el aire me comenzaba a faltar, jadeé en busca de aire pero estaba tan aturdida con las sensaciones que sólo me dediqué a besarlo y morderlo.

—M-me vengo —gimió él contra mis labios y yo abrí mis ojos para encontrarme con unas maravillosas y brillantes orbes esmeraldas. Lo amaba tanto…

—Yo igual —chillé cuando sus manos se fueron a mi trasero y me acorraló contra la pared del baño. Giré mi cabeza hacia la derecha y pude ver nuestro sudoroso y excitado reflejo en el inmenso espejo del baño. Mi piel se puso de gallina ante el contraste de la fría pared con mi ardiente cuerpo y me arqueé hacia él, dándole un fácil acceso a mis pechos, los cuales lamió, succionó y mordió, llevándome a otro maravilloso y exquisito orgasmo.

Chillé su nombre al acabar y él gimió el mío al llegar, dejándonos en la cima por unos segundos y aturdiéndonos con las nuevas sensaciones. Había sido maravilloso.

Con lentitud me volvió a sentar en el lavabo y me abrazó fuertemente mientras ambos tratábamos de controlar nuestras respiraciones. Me dediqué sólo a acariciar su cabello y a disfrutar los estremecimientos que sus besos en mi hombro causaban.

—Fue maravilloso —susurró contra mi piel y yo asentí completamente muda. Me había quedado sin aliento. Edward se alzó y besó suavemente mis labios. Ambos los teníamos hinchadísimos, pero me valía mierda eso.

—Fue fantástico —contesté después de unos minutos, logrando que él sonriera y volviera a besarme.

Cuando por fin logramos calmarnos Edward se sacó el condón y lo anudó, para luego enrollarlo con papel higiénico y botarlo en el basurero de un cubículo. Cuando él volvió yo me estaba terminando de colocar las bragas, agradecida de que no las haya roto.

—Las romperé para la próxima —aseguró dejándome muda. ¿Próxima? Estuve a punto de chillar, pero sólo sonreí feliz.

Me coloqué el short y los tacones, para luego abrochar con facilidad mi brasier. Me giré para notar como Edward terminaba de colocarse la camiseta. Sonreí cuando se acercó a abrochar los botones de mi camisa, ronzado y tentándome con cada movimiento.

—Compórtate —le regañé y besé su puchero. Arreglé un poco mi cabello y Edward se mojó un poco la cara, para luego entrelazar nuestros dedos y salir del baño.

—Mierda —susurramos cuando notamos que varios chicos que atendían el cine nos miraban pícaramente—. Dios —añadí avergonzada y Edward rio, besándome los labios con intensidad y guiñándole el ojo a los chicos.

—Deberíamos volver al cine —susurró con diversión cuando comenzamos a salir del cine bajo la atenta mirada de todos.

—Ni lo pienses —mascullé y él enroscó su brazo en mi cintura.

—Tal vez en la piscina… —insinuó y ambos sonreímos.

Estaba ansiosa por volver a casa.


¡Chicas (os), Hola!

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