Kannazuki no Miko

Disclaimer: Kannazuki no Miko no me pertenece ni pretendo ningún tipo de lucro con está publicación.


"DIARY"

Eran las 6 a. m. y un despertador sonó como loco, pero aún así la cosa que se revolvía bajo las sabanas sólo se removió inquieta, sin despertar. Ese sonido estridente terminó y dio paso a otro inmediatamente, seguido de otro, a la alarma de un celular y por fin al alarido de algún alocado cantante de rock en la tv programada con un video. 6:12 a. m. y la chica al fin despertaba ante el concierto discordante que empezaba a repetirse.

- mmmm… mmmbbba… Nnnnnnhaakij…mmmna… Kkkkkaahnnnnee… - Despertó con una maraña de cabello y casi sin hacer caso del mundo escandaloso a su alrededor, aún entre sueños. Hasta que vio una fotografía en su buro que la hice despertar por completo, provocando que se cayera de la cama con las piernas enredadas entre las sabanas.

Sin impórtale mucho, se puso de pie dejando ver su poca indumentaria con apenas una blusita y unas pequeñas bragas, todo blanquecito, por supuesto. Apagó todas las alarmas que ya iban a por la tercera ronda cantarina. Y ahora con más calma observó de nuevo esa foto, llegando a tomarla entre sus manos y hacer una caricia inconsciente a quién sonreía encantadora y feliz de la vida desde detrás del cristal. Los grandes números en azul del reloj despertador de su buro le decían 6:27 a. m. ¿Cómo era posible que el tiempo pasara tan de prisa? ¡Era una locura, ella tenía que estar despierta hacia media hora! Se enfundó unos jeans que había aventados por ahí, bailó un poco sin querer con el ritmo del video en el T.V. y se puso una playerita sobre la camisola de dormir, salió pitando al baño para lavarse la cara y terminar de despertarse, mojar un poco su cabello hecho un lío para poder alisarlo y peinarlo en una práctica trenza.

Regresó a su habitación para recoger la ropa botada y echarla al cesto. El video se estaba repitiendo, así que mejor apagó el aparato. Sus sabanas y cobertores acompañaron a la ropa. Se fue al cuarto de lavado, separó la ropa y cargó la lavadora con la primer carga. Dejó trabajar la lavadora que comenzó con su rítmico revoltijo de agua, pasó al baño y a su habitación por la basura para llevársela al gran contenedor en su pequeño patio trasero. Pensó que estaba haciendo todo revuelto, así que mejor planificó. Primero la sala, después su habitación, después de la cocina, en intermedios la ropa, y si quedaba tiempo, el caótico cuartito que le servía de estudio y cuarto oscuro. El reloj de su sala sonó indicando las 7. ¿Cómo era posible eso?

Acomodó lo mejor que pudo la cantidad de papeles que tenía en esparcidos por todos lados. Pinturas secándose, o acumulando polvo. Cantidad de reportes, ensayos, apuntes, copias y libros de su curso. Además de un montón de basura, difícil de clasificar. Toda superficie era practica a la hora de colocar sus tareas, incluido el suelo, casi lo único libre eran los senderos que ocupada para ir de una habitación a otra. Ya que estaba en la sala, puso su estéreo a todo volumen con canciones movidas. Acomodó todos los papeles y cosa parecida en 4 pulcras columnas recargadas en una pared e hizo montones en el pasillo con las cosas que tenía que llevarse a otros lados, hasta que todo estuvo en su lugar en la sala. Fue por un trapo y el aerosol para sacudir.

Se llevó los trastes a la cocina y más ropa al cuarto de lavado, donde volvió a llenar la lavadora y puso a trabajar la secadora, así como unos libros y almohadas que eran de su habitación. Ahí empezó por hacer la cama con sabanas limpias… eso era muy importante, es decir ¿quién sabía que podía pasar…? Continuó haciendo los quehaceres hasta cerca de las 10, que su estomago le reprochó. Los trastes ya estaban limpios y secándose, lo mismo que la mayoría de la ropa tendida en el patiecito de atrás, así que se permitió el pequeño lujo de tomar una barra y comerla mientras seleccionaba su ropa. Al acabársela se metió a bañar, sintiéndose en su propio concierto. Cuarto para las 11 y ya estaba lista. Una faldita ondulada azul claro, y una blusa con adornos rosas. Se maquilló muy leve y estaba dedicándose de nuevo a la cocina. Se le puso la piel de gallina al escuchar el timbre de la puerta. Seguramente era sólo el lechero… o el pintor, o el plomero… cualquier cosa o persona… menos, menos:

- Hola, Himeko. Buenos días ¿Puedo pasar? – Una cansada aunque sonriente Chikane se le aparecía como una visión de otro mundo con su ropa de la oficina todavía puesta. La misma ropa con que la había visto el día anterior. Otra vez y como siempre, quedaba hipnotizada bajo la oceánica mirada - ¿Himeko? –

- Eh, sí, hola, hola. Pasa, Chikane-chan – Mientras le abría paso para ir a la salita, que por arte de magia ya estaba limpia.

- Esa es la falda nueva ¿Verdad? Te queda muy bien, te lo dije – La peliazul quería sacarse todo su cansancio de encima, pero no podía y su amiga se daba cuenta.

- Gracias. Oye ¿Apenas vienes de tu trabajo? – Se sentaron en el sillón de tres plazas, dejando un espacio entre ellas y Chikane dejo ver unas bolsas con comida china. Y Himeko intentaba esconder su sonrojo.

- Sí. La auditoría fue un caos completo. Los balances no cuadraban, faltan pagos de impuestos, hay donativos sin registrar… Estuvimos toda la noche trabajando en eso. Tuve que llamar a un contador forense, son demasiadas cosas… - Se echó para atrás y estiraba las piernas mientras desabrochaba un poco su blusa. La chica a su lado tuvo que esforzarse por controlar su respiración y poner atención al desahogo.

- Oh, Chikane-chan, pero si la junta comenzó desde las 4 ayer. Debes estar muerta ¿No quieres dormir? Podemos cancelar… -

- No, no, claro que no. Sólo desayunemos y después ¿Puedo darme una ducha y cambiarme aquí? – Esa mirada… ella no tenía que poner ninguna mirada tierna para convencerla. Con sólo pedírselo la acompañaría al fin del mundo.

- Claro que puedes – Se fue a preparar un café para las dos. La rutina ya era bien conocida - ¿Y al final todo estuvo bien? –

- No. Para nada. Ya despedí a medio consejo y a todo el equipo contable. Mi padre bien pudo dejarme en mejores condiciones las empresas… al parecer desde el vicepresidente para abajo le veían la cara – Se había tapado el rostro con gesto cansado – Pero ya no hablemos de eso. ¿Cómo estuvo ayer la exposición? –

- Me puse muy nerviosa. Es el primer evento importante al que me envían – Ya estaba regresando con las tazas de café y Chikane se sentaba mejor para abrir los numerosos paquetitos.

- No. Apenas se están dando cuenta de lo que tienen. Tienes que mostrarme la revista en cuanto salga. ¡Tu primera publicación, Himeko, al fin! – Le sonrió encantadora y la abrazo. Cualquier pretexto para acercársele era bueno.

Comieron y siguieron platicando. Chikane fue a darse su ducha. Himeko estaba intentando pensar coherentemente del otro lado de la puerta, sosteniendo fuertemente entre sus manos una toalla limpia. Escuchaba algunos ruidos y podía imaginarse la escena mejor de lo que hubiera querido. La dueña de las empresas Himemiya a veces no era nada pudorosa, en ocasiones la había agarrado en un ataque de cosquillas ambas totalmente desnudas, pero eso ya tenía muchos años… La verdad era que casi vivían juntas. El trabajo y los departamentos de ambas estaban en la misma zona y parecía broma, pero el trabajo de Chikane estaba más cerca al depa de Himeko y viceversa. No era raro que durmieran en la casa de la otra y se juntaban para comer o desayunar, aunque a veces realmente les era imposible.

Chikane había estado estudiando Administración de empresas, además de una carrera formal de música y arte, especializándose en el piano. Podía decirte todo acerca de todo sobre los pianos. Apenas hacia unos meses le habían dado la presidencia de las empresas familiares mientras su padre se retiraba con una jugosa pensión y se desentendía completamente del campo profesional de su vida, seguro de la capacidad de su hija. Himeko estudiaba diseño digital y gráfico, además de llevar un curso profesional de fotografía en una escuela privada con una beca y trabajaba medio tiempo como la diseñadora de la imagen de una empresa nueva, y tenía otro trabajo casi freelance de fotógrafa en una revista de arte y novedades de la ciudad. Las dos tenían apenas tiempo para ellas mismas, pero nunca les faltaban 5 minutos al día para una llamada a la otra.

¿Y cómo se habían conocido? Cuando tenían 16 años, ninguna sabía que la otra existía. Chikane estaba en unos de los mejores antros de la ciudad, estrenando vestido, novio y amigas, porque acababa de llegar del extranjero después de 5 años, celebrando que cumplía sus 16 años. Pronto se había aburrido de su novio, que se fue a conseguir una noche fácil y sus "amigas" poco hacían por divertirla, en su día. Unas mesas más lejos de ahí, estaba Himeko, también con un grupo de amigas, que ni ella sabía cómo, la habían convencido de ir a un lugar de "esos" a festejar sus 16 amaneceres. Estaba ella sola sentada en la mesa, después de intentar mantener el ritmo en el baile, dándose totalmente por vencida. Un juego en su celular la salvó de un aburrimiento total. La peliazul la captó mientras veía al techo en un estado de indiferencia suprema, estaba lleno de espejos y reflectores y se estaba entreteniendo mirando a los demás.

Una buena hojeada la convenció de que esa chica no estaba para nada en su territorio. Decidió por un impulso, siempre le hacía caso a sus impulsos, levantarse a la barra y pedir dos cocteles. Nada realmente muy fuerte lleno de frutas. Se acercó a la chica que no sabía si era rubia o castaña, y a veces hasta pelirroja parecía por las luces, y de la nada, se hicieron amigas.

- Hola. Parece que a ti también te han cambiado por la pista de baile – Y señalaba el grupito con el que había estado bailando antes y le sonrió mostrándole la bebida - ¿Puedo? –

- Hai – Ella también le sonrió y hacía girar la copa en sus manos – Hola – Le dijo medio escondiéndose entre su cabello.

- Yo soy Chikane – Se acomodó con natural elegancia y bebió - ¿Te han traído a la fuerza? – Su nueva amiga la miro sorprendida – Es que no te ves muy cómoda aquí… -

- Sí… Bueno, es que es mi cumpleaños y mis amigas insistieron en que era una buena idea venir aquí – También Himeko empezó a beber e hizo un gesto cuando sintió como el calor de la bebida le abrasaba la garganta y la ojiazul rio un poco.

- Lo siento – n_n – Creo que está algo fuerte –

- No, está bien – n/n

- Entonces ¿Es tu cumpleaños? El mío es hoy también –

- Oh ¡Muchas felicidades! - ^^

- Tú… Tú también. Felicidades – o/o Esa felicitación fue la que más sincera le pareció a Chikane en todo el día, aparte de la de sus padres y venía de una completa desconocida. ¿Quizás desde entonces se había comenzado a enamorar?

Desde ahí, se habían vuelto inseparables, aunque la gente juraba y perjuraba que ni la noche y el día eran tan distintos… sólo que, al final, la noche y el día son parte de la misma cosa, y dos veces al día se encuentran.

Cuando el agua comenzó a caer al otro lado de la puerta, Himeko se dijo que ya era suficiente. Tocó a la puerta.

- Pasa –

- Chi-Chikane-chan, te traje una toalla y tus demás cosas – Colocó lo mencionado en unas repisitas, se sonrojó violentamente al observar el sostén de encaje blanco, y casi resbala camino a la salida.

- Muchas gracias, Himeko – Asomó un poco la cabeza para dedicarle una sonrisa y decayó un poco al ver que su amiga le rehuía la mirada. Se daba cuenta que últimamente Himeko tenía unos cambios extraños, actuaba diferente, pero pensaba que tal vez ni Himeko se daba cuenta de eso. Eran cosas tan pequeñas… pero las extrañaba mucho.

Sentía que se derretía de nuevo.

- No es nada – Y salió de ahí. Tuvo que recargarse en la puerta otra vez, sosteniéndose el pecho, pensando que eso tenía que acabar, que algún día iba a arrojarse sobre Chikane comiéndosela a besos y haría realidad todas sus fantasías. "Lo que tienes que hacer es conseguirte un novio y dejar de pensar en locuras".

Después de comer y estar limpia y fresca, el cuerpo le pedía un poco de sueño a Chikane, para estar al 100. Ella estaba utilizando la habitación de Himeko para vestirse y la cama recién hecha la tentaba, así que no supo cuando, pero acabo acostada y profundamente dormida a medio vestir. La dueña de casa iba a entrar a insistirle que descansará un rato, pues todavía faltaba un rato para que salieran. Se quedó embelesada en el marco de la puerta mirándola dormir. Con otro sonrojo, acomodó mejor a su invitada en la cama y la tapó, comiéndose las ganas de besarla.

Le daban ganas de no despertarla y quedarse después ahí a ver películas atrasadas que tenían, o simplemente platicar por horas. Pero estaba ese otro detallito, insignificante detalle…

Mejor dejo de darle vueltas a sus fantasías y se afanó otro rato con la cocina. Cuando se disponía a acomodar los trastos ya limpios, unas manos la sorprendieron por la cintura. Chikane sólo portaba su blusa azul.

- ¿Ya terminaste? – Le susurró coquetamente.

- ¡Ah, Chikane! – Se dio la vuelta y quedo acorralada – Me asustaste… Sí, ya he terminado ¿Descansaste bien? –

- No debiste dejarme dormir tanto – Le reprochó, apreciando todo recién limpiado. Había venido apenas 4 días atrás y la casa era otra cosa totalmente – Incluso quitaste tu música –

- Está bien. Tú estabas cansada – Claramente era un poco raro que estuvieran platicando así… tan juntas y Chikane casi sin ropa, pero ninguna quería moverse. Una atrapada y la otra abrazando, el momento era perfecto.

Pero el reloj dijo que ya era suficiente.

- Creo que ya debemos irnos – Himeko tenía ganas locas de que sólo fueran ellas dos… - Ya nos debe estar esperando –

- Tranquila, le avise que íbamos un poco más tarde –

Era terrible que aparte de todo, tuviera que salir con el actual novio de Chikane. No lo toleraba. El chico era una dulzura, por supuesto. Divertido, inteligente, detallista, cómplice y el mejor amigo. A Himeko le caía de lo mejor hasta que se dio cuenta de que ya no quería a su peliazul favorita de amiga.

Terminaron de arreglarse entre chismes, chistes y juegos, como si aún tuvieran 16, y de eso hacía ya casi 15 años.

Cuando llegaron a la plaza, Chikane saludo dignamente a su novio. Ya eran las 4 de la tarde. Himeko, en cambio, se limito a sonreírle algo seca.

- Hola, Jin-Kun –

- Buenas tardes, Himeko-san –

- Déjense de formalidades, vamos a comprar –

Sí. Increíblemente. Souma las acompañaba de compras y no se aburría, por el contrario, también se compraba cosas, modelaba la ropa y a los ojos francos de las vendedoras les parecía un encantador trío de amigos, con el infaltable gay. Sólo que cuando el supuesto gay se besaba apasionadamente con la peliazul las sonrisas desaparecían por una ardiente envidia. ¿Tener un novio así, cómo era posible? Muy fácil, conseguirse un metrosexual con cierta ración de afeminado.

Lo más duro era ver como se divertían los dos juntos, frente a ella. No era violenta, pero le daban ganas de golpear a Souma cada vez le sacaba sonrisas a Chikane. Después de una tarde de compras, cine y cena, pensaban seguir en el depa de Himeko, que por eso se había afanado tanto en limpiar. Chikane siempre se quedaba a dormir en casa de Himeko después de esas salidas, porque estaba a sólo 5 min. de sus oficinas en auto. Ya habían tenido serias peleas por ese respecto, ni loca iba a dar a torcer su brazo. Todavía pasaron a comprar bebidas y botanas para la película y al final ni la pelea había tenido sentido, porque la casa más cercana era el piso de Chikane. Todo estaba impecable, por supuesto. En parte a la manía por el orden de Chikane, y a otra por su mucama, Otoha, muy amiga de Himeko también.

Por alguna razón, Souma y Chikane comenzaron a discutir de nuevo cuando éste quiso besarle el cuello sin mucho recato en frente a Himeko, en su sala, sólo que la rubia ya estaba un poco mareada y ni enterada del asunto estaba, hasta que a las cosas de Chikane les salieron alas, ¿o era que se las estaban arrojando? La embriagues se le bajo casi por completo de golpe. Sostuvo a Chikane del brazo antes de que aventara un jarrón regalo de su madre a la cabeza de un Souma con el puño levantado.

- Himeko… - Sus ojos se entrecerraron despiadadamente sobre Souma – Lárgate –

- Chikane, cada vez peleamos más ¿Qué te pasa? –

- Si quisiera decírtelo, ya lo habría hecho. Ahora, sal de aquí –

- Siempre es Himeko. Primero, Himeko, luego Himeko y al último, Himeko. Ya me estoy cansando –

- Me conoces hace 6 años y siempre ha sido igual. ¿Creíste que por ser mi novio ella iba a dejar de ser mi amiga? - Caminó un paso más, dejando el jarrón pero encorvando un poco la espalda sin querer, en un gesto de amenaza. Sólo llevaban saliendo poco más de un año, y ya se estaba hablando de boda, las peleas apenas llevaban unas semanas. Souma la miró queriendo preguntar un millón de cosas más, pero no lo hizo. Siempre se habían llevado bien, y era casi una proeza no enamorarse de una mujer como esa. Se sentía un campeón sólo por ser su novio, pero últimamente se había dado cuenta que no era la fiera que era en los negocios, sólo en los negocios. Si se enojaba, más valía andarse con cuidado. Aunque su novia podía o no empezar las peleas (porque no encajaban ni en "discusiones") bien que las seguía. Estaba siendo muy volátil y temperamental. El muy ingenuo estaba pensando en un embarazo, porque sí, era ella la que empezaba o se ponía difícil, pero también era ella la que casi siempre llamaba para disculparse, diciendo que admitía que era ella la "mala", por decirlo de una forma fácil. Ya varias veces, también, habían tenido lo que sus amigos llamaban "sexo de reconciliación", donde la Himemiya había estado desenfrenada.

Nunca se le pasaría por la cabeza que todo eso se debía a una fuerte confusión que estaba teniendo lugar desde los mismísimos cimientos de las convicciones de Chikane. Sazonada con culpa, acompañada con un aderezo de desesperación.

Durante ese año y cacho, había amado y deseado a su novio… pero durante 15 sentía algo por su mejor amiga, a quien no había amado de esa forma desde un principio, o quizás sí, no lo sabía, y se estaba volviendo loca, en el sentido literal de la palabra. Su padre la mataría, su madre se moriría y Himeko… no sabía. Ese era el punto. La cereza sobre su pastel de perdición.

Bien conocía de los sonrojos y suspiros de su amiga, cuando se dejaba llevar un poco y la acariciaba, o le hablaba suave al oído. Ella misma como mujer sabía lo que gustaba o no. Lo que a ella le gustaba no podía ser muy diferente de lo que a otras mujeres les gustaba ¿verdad?

Aún quería a Souma. Todo ese enojo y violencia era contra ella misma. Su mente era un mar de confusión. Y toda esa pasión la tenía que desbordar con él, porque no podía con ella.

Souma salió de allí, y su auto arrancó con un rechinido.

- Lo siento mucho –

- No me habías dicho que se habían estado peleando, Chikane –

- No es la gran cosa. Está exagerando… - Se dejo caer en el sillón - … Simplemente a veces no aguanto algunas cosas. No es como que vayamos a terminar por eso – Un pinchazo en el corazón de Himeko.

- Chikane ¿No quieres que me vaya para dejarte descansar? –

- ¡No!... Es decir, no es necesario, puedes quedarte, como siempre – Le sonrió tan limpiamente que Himeko no podía creer que apenas unos minutos antes ese rostro destilara tanto odio. Porque no encontraba otro nombre para ponerle a que lo vio.

Cada una tenía un espacio en el closet de la otra, por lo que se cambio para dormirse. Entró en la habitación para desearle buenas noches a Chikane y escucho cómo estaba corriendo de nuevo el agua, pues había dejado la puerta del baño abierta mientras tomaba otra ducha, pero de agua fría, para calmarse. La alcoba de Chikane estaba un poco desordenada, con cosas fuera de su lugar, y Himeko se paseo por ahí, llenándose de la esencia de su amada. Encontró su diario. No sabía que Chikane tuviera un diario. Era un libro grueso. La curiosidad pudo más que cualquier otra cosa, la primera hoja era de cuando tenía 15 años. La peliazul no escribía muy seguido, pero cuando lo hacía, resumía todo lo que había pasado en el intervalo de tiempo, a veces con muchos detalles. Esa era una novela que no se podía perder. A lo mejor ahí estaba porque no le había querido decir de sus recientes peleas.

"…No puedo… siento que me asfixio. Estar al lado de ella se vuelve cada vez más insoportable" Himeko se quería morir… "Diario, tener que verla. Estar con ella. Es una agonía. No sé bien cuando empezó ni por qué me siento así, pero no puedo decírselo, soy incapaz… ¡Hemos sido amigas la mitad de mi vida! ¿Por qué tuvo que pasar esto? Ella sonríe y me siento tan culpable, a veces casi no puedo ni verla a la cara. Se ilusiona tanto y yo sintiendo esto. Teníamos tantos planes… Otoha me ha encontrado llorando el otro día, era tanto que acabe contándoselo. Me ha dicho que tengo que confesarlo ¡Pero no puedo! No puedo… Seguramente se acabaría nuestra amistad, y aunque me duele, no podría… Himeko no se merece eso después de todo lo que ha pasado. Que su mejor amiga le diga que…" Pero no pudo seguir leyendo. Tenía que salir de ahí, a cualquier parte. Se le estaba partiendo el corazón. Por eso Chikane estaba tan volátil, ya no soportaba estar con ella y por lástima, por consideración, era capaz de seguir siendo su amiga. Los sollozos subían por su garganta sin poder detenerlos, intento caminar, avanzar, pero las piernas no la sostenían, cayo y tiro cosas, golpeó el suelo, lastimándose pero no por enojo, simplemente tenía que sacarlo, se estaba muriendo… Su pecho le dolía ¿Cómo era posible que en verdad le doliera el corazón, el pecho, físicamente? Ella no creía en eso. Pero el dolor ahí estaba, lacerante, incapacitándola, incluso se paso una mano, esperando ver sangre. Chikane tenía que ser muy buena actriz entonces.

Sentía que todo el pecho se le desgarraba. Al final no pudo reprimir un grito, seguido de más sollozos, ya ni siquiera intentaba arrastrarse. Chikane salió empapada con el cabello escurriendo y la toalla mal puesta, asustadísima de por qué Himeko gritaba así. Se quedo anonadada. Un dolor impresionante la invadió, junto con una impotencia igual de grande. ¿Qué pasaba? Todo estaba bien apenas cinco minutos antes. ¿Qué cosa le podía pasar a Himeko para que llorara así? Casi se arrojo al suelo, junto a su mejor amiga, aquella a quien deseaba. Estaba temblando, las dos temblaban.

- Himeko, Himeko, por favor ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes? Dime, Himeko, te lo ruego –

- ¡No, ya basta! Ya- ya… Ya no tienes que fingir – Se zafó de ella en nuevos temblores, apenas pudiendo hablar – Ya lo sé todo – Y entonces Chikane vio el diario abierto, pero no entendía, cualquier reacción era posible, pero no un llanto como este. El miedo, la incertidumbre, una vergüenza atroz, todo se arremolino en su interior, y el corazón se le partió cuando Himeko se sacudió de su agarre, casi como si le diera asco, tan rápido como si le hubieran acercado fuego – ¡Me voy! No tienes que compadecerme – Se quedo congelada y también sus lágrimas se derramaron sin avisar. No entendía nada. No podía pensar. Las palabras de Himeko no encajaban para nada con la confesión de amor que había en su diario, al menos no las últimas. ¿Por qué iba a compadecerla? Himeko se levantó, se tambaleó pero logró mantenerse en pie. Y avanzó. Se alejó. ¡El amor de su vida se estaba alejando! "Reacciona ¡maldita sea!"

- ¡No! ¡Espera, Himeko! ¡No hagas esto! Déjame explicarte, por favor, yo no pensé… no entiendo ¡Himeko, por favor! – Iba a tomarla del brazo, pero el miedo a sentir su rechazo tan instantaneo la detuvo, con el otro brazo aún sostenía precariamente la toalla. La desesperación y la angustia eran su rostro.

- ¿Qué no pensaste? ¿Qué no me iba a doler? ¿Qué no entiendes, que me voy porque cada día conmigo es una agonía? No tienes que ser tan buena persona, Chikane – Se iba a hincar y dar las gracias a todos los dioses de todo el mundo, Himeko no había acabado de leer. Su alivio fue tan grande que de inmediato se le notó. Siendo eso no muy bueno, pues Himeko se lo tomo a mal. A ella ahora se le estaba desgarrando el alma, pensó que el alivio de Chikane era porque ya no tenía nada que explicar y que se acababa su autoimpuesta condena. Se iba a caer de nuevo, pero esta vez resistió, se dio la vuelta y siguió. Se iba a morir de la pena y la vergüenza, pero no podía vivir ningún día con que Himeko pensara que la odiaba. Dejó caer la toalla, regresó por el diario y corrió para alcanzar a Himeko, que estaba recogiendo sus cosas.

- Por favor, escúchame. No es lo que piensas, Himeko ¿Podrías verme? – La volteo a ver sin querer, y le dolió aún más ver toda esa belleza y no poder tenerla ya ni como amiga. Le arrojó una blusa. ¿Por qué la humillaba aún más, por qué la ilusionaba?

- Te hago un favor. Porque no puedes "ni verme a la cara". Todo está muy claro, Chikane. Ya no me soportas. Ahórrate la actuación – Seguía llorando. Chikane también lloró más. Aunque no fuera verdad, dolía. Su cara tan llena de dolor, logró desarmar a Himeko. La amaba y no podía creer que esas lágrimas fueran mentira, su Chikane-chan nunca lloraba. Pero quizás sólo fueran los sentimientos acumulados. Tomó su bolsa y salió, decidida.

Al diablo con el miedo. La tomó de la muñeca y no la soltó, aunque Himeko intentó soltarse.

- ¡Por favor, Himeko, termina de leerlo! ¡Lee todo el maldito diario si quieres! Te lo suplico, te lo ruego, si aún después quieres irte, lo haces y no te detengo, pero termina de leerlo, por lo que más quieras – Las lágrimas fueron lo que la convencieron, agarró el libro y leyó de nuevo esas palabras que se le grabaron como fuego. "Diario, tener que verla. Estar con ella. Es una agonía. No sé bien cuando empezó ni por qué me siento así, pero no puedo decírselo, soy incapaz… ¡Hemos sido amigas la mitad de mi vida! ¿Por qué tuvo que pasar esto? Ella sonríe y me siento tan culpable, a veces casi no puedo ni verla a la cara. Se ilusiona tanto y yo sintiendo esto. Teníamos tantos planes… Otoha me ha encontrado llorando el otro día, era tanto que acabe contándoselo. Me ha dicho que tengo que confesarlo ¡Pero no puedo! No puedo… Seguramente se acabaría nuestra amistad, y aunque me duele, no podría… Himeko no se merece eso después de todo lo que ha pasado. Que su mejor amiga le diga que está enamorada de ella. Me duele cada vez más tener que verla sólo como una amiga, esta situación se está haciendo insostenible. Me siento cada vez peor y todo me lo estoy cobrando con Souma, que tampoco se lo merece…" Ahora estaba en shock. Siguió leyendo sólo porque sí. Chikane estaba enamorada de ella. Todo se le cayó. Ella cayó de rodillas. Chikane se estaba muriendo de la pena y los nervios… y del frío.

-¿Himeko, estás bien? –

- ¡Eres una tonta, Chikane! – La abrazó y lloró y rio de alegría - ¡Te amo! –

- Pero… yo creía que ¿No me engañas? –

- Claro que no ¿Cómo podría? Pero tú te vas a casar… -

- Sólo me casaría contigo – Era como si la herida en su pecho nunca hubiera existido. Pero Chikane nunca olvidaría esa escena de Himeko, jamás iba a permitir que nadie más la dañara, ella misma iba a asegurarse. Si tenía dudas sobre lo sentía se esfumaron cuando vio a Himeko llorando de esa forma. Sólo quería protegerla, a costa de todo. Se besaron y conocieron la gloria.

- Estás helada –

- No importa… - Sólo quería seguir besándola.

- ¡Te vas a enfermar! –

- Entonces haz que me caliente –

- ¿Cómo eres capaz de decir esas cosas así como así? – Había dejado roja a Himeko y ella se rio. Se levantaron del suelo y Himeko la abrazó.

- Ya no somos niñas, Himeko –

- Lo sé, pero, pero… - Oh, no… llevaba meses apagando sus ganas con Souma, pero parecían que todas habían regresado de golpe. Nunca había sentido tanto deseo y tanta pasión – Espera ¿Qué haces? – la había cargado como una novia y la llevaba a la gran cama cubierta con sabanas rojas. Seguía besándola, nunca se cansaría de esos labios.

- ¿Quieres ser mi novia? ¿Quieres casarte conmigo? – Le suplicaba entre besos.

- Sí. Sí quiero… pero tu familia… y Souma… -

- No importan… - Iba a replicar – Ahora no importan, sólo estamos tú y yo – La dejó suavemente sobre la cama y sólo entonces Himeko tomó verdadera conciencia de lo que Chikane le estaba ofreciendo, y sobre lo que claramente iba a suceder. La respiración de inmediato se le volvió pesada. Y se puso muy nerviosa, sintió que era su primera vez, pero como dijo Chikane, ya no eran unas niñas.

- Chikane… Abrázame… - Fue obedecida y después Chikane bajo por su cuerpo repartiendo besos y caricias, hasta llegar a sus pies, sin dejar de suspirar que la amaba.

El gran reloj de la sala cantó sus doce campanadas, anunciando el final y el comienzo de un nuevo día – Feliz cumpleaños, Himeko… -


Hola!

Hace ya un rato que no publicó y esto salió, aunque no me crean, en un solo día.

Aún no estoy segura de si tendría continuación, la cual sería el lemon que me parece exige ésta historia.

En los proximos días saldrá el cap. VI de Marcas de Fuego.

¡Gracias por leer!

Nos leemos en la semana.