No me matéis por esto ¿Ok?

Estoy loca. Me lo iré a mirar xD


Todos somos jóvenes, todos llegamos un día al lugar donde vamos a pasar nuestros años de estudiante y nos entra alguien por los ojos y se instala en nuestro corazón, todos hemos mirado a esa persona a hurtadillas entre clase y clase, por los pasillos, todos hemos hablado de ella con nuestros amigos…

Pero, esta vez no hablamos de todo el mundo, no hablamos de una gran mayoría como podrían ser las chicas del castillo. Ni siquiera hablamos de una minoría donde Madame Pince y Madame Pomfey se encontraban.

Esta vez hablamos de Bella.

¿No sabéis quién?

Bellatrix Black, esa chica de pelo rizado y enmarañado que empieza este año su primer año en Hogwarts y cómo no, sus infantiles e inmaduras hormonas de chica de once años le harán pasar mal rato, como a cualquiera.

Pero no, Bellatrix Black no era cualquiera. Era obsesiva, cabezota y siempre conseguía lo que se proponía, por algo era el ojito derecho de su padre, por algo era sangre limpia, por algo había eludido de manera brillante un compromiso de conveniencia con el estirado y remilgado de Lucius Malfoy.

Y aquel día, el primero de sus siete años en el castillo descubrió cual sería su obsesión, se lo cruzó en el pasillo del tren cuando ella y otros niños que iban a acabar en Slytherin se dirigían a un compartimento, no supo porque le había llamado tanto la atención, ni siquiera años después pudo comprenderlo.

Pelo castaño, ojeras muy pronunciadas, pálido como un muerto… no no, para nada era su tipo. Para nada de nada, pero cuando los hicieron pasar al Gran Comedor para la selección volvió a buscarlo.

-¿Qué buscas con tantas ansias, primita? ¿Te ha gustado alguien?

La pequeña Bellatrix se volvió indignada y humillada hacia su primo Sirius y lo miró con frío odio.

-Déjame en paz, Sirius. Yo que tú me preparaba ¿Y si acabas en Gryffindor que?-comentó la chica con acidez.

Su primo no parecía demasiado preocupado por ello, pero lo de ella era distinto. Si no acababa en Slytherin sería el hazmerreir de la familia. La primera Black en no entrar en Slytherin, eso la llevó a pensar en el chico ojeroso del tren de nuevo, en que casa acabaría y si tendría el honor de saber su nombre.

Como todos sabéis, Bellatrix acabó en Slytherin como ella y toda su familia esperaba a diferencia de su primo Sirius que fue mandado a Gryffindor. Bellatrix estaba segura de que lo había hecho únicamente para molestar a su familia, Sirius no tenía remedio, pero Bellatrix no sonreía y negaba con la cabeza con eso sino porque había descubierto el nombre del misterioso chico que tan obsesionada la tenía.

Remus John Lupin.

¿El inconveniente? Era Gryffindor.

¿La ventaja? Se había juntado a su primo

Y como ya sabéis a Bellatrix no se le escapaba una y durante sus tres primeros años como buen miembro de la casa de Salazar se dedicó a observar al excéntrico de Remus en las sombras, como una serpiente, preparándose para atacar.

Para atacar y obviamente acertar.

Todo esto en el más increíble de los secretos, su obsesión por Lupin no salía de su mente, nadie, nadie sabía de ello. Y nadie nunca debería saberlo. Era Gryffindor y era amigo del traidor de su primo Sirius.

Si alguien se enterase de su secreto sería su fin. Pasaría a ser una renegada como Sirius y la borrarían de la ancestral casa de los Black.

Y Bellatrix era más lista que su primo, y sabía que podría disfrutar de las dos cosas a la vez, solo que una debía de estar en secreto.

Un día en su cuarto año, tras encantar a un bobo Hufflepuff en el vestíbulo y ser pillada por Dumbledore tuvo que rendir un castigo en la enfermería.

En un principio, en la sala común, junto a Lucius, Pansy y otro par de compañeros decidió que no iba a ir a cumplir ese tonto castigo ya que el Hufflepuff se merecía ser encantado por "Ser claramente inferior" pero uno de los que estaban en la sala hizo un comentario que a Bellatrix le interesaba mucho.

No se movió ni hizo ningún movimiento que la delatase, por eso era Slytherin, sigilosa como una serpiente, siempre con sus secreto tras los ojos.

"Pues ese Lupin está en la enfermería, a saber, tiene pinta de estar muriéndose a cada rato…"

A la hora acordada Bellatrix se encontraba delante de la enfermería, nadie se sorprendió de su cambio de opinión, Bellatrix era así, lo hacía todo a lo loco y en un instante lo decidía.

O eso parecía.

Estaba nerviosa, aunque nunca lo aceptaría o se lo haría notar a nadie. No, ella era una Black, ella no se ponía nerviosa ni tenía miedo. Y ese estúpido signo fisiológico no le iba a hacer cambiar de opinión.

Claro que no.

Se pasó la tarde recogiendo tarros de pociones en la sala unas camas más allá de donde Lupin se encontraba, la verdad es que parecía demasiado enfermo como para estar bien y la morena se vio a si misma preocupada por la salud del muchacho.

Pero ¿qué le estaba pasando?

-¿Se te ofrece algo, Black?

Mierda.

Obviamente se había dejado llevar por su obsesión y no había quitado la vista a tiempo, Lupin la había pillado. Pero no se iba a dejar avergonzar por él.

Ni por él ni por nadie.

-¿Vuelves a estar al borde de la muerte?

-¿Sabes que es de mala educación contestar a una pregunta por otra, Black?

Bellatrix estaba perdiendo los nervios, aquel muchacho era una extraña versión mejorada de su primo Sirius.

Y eso la frustraba.

-Claro, ya había oído yo que los Black no tenían educación…

-Y el mejor ejemplo es mi primo, Lupin.

A penas habían tenido trato, no mucho más que insultos por los corredores, y para Bellatrix era suficiente.

Así mantenía a ralla su obsesión.

Pero aquella vez estaba perdiendo los nervios. Y con Bellatrix Black no se jugaba.

-Tú también, Black, solo eres metro y medio de mala leche y pelo mal peinado.

Bellatrix se quedó callada y estupefacta con la boca abierta, volvió a reaccionar tarde y no pudo decir nada porque la enfermera volvió.

Después de aquello su obsesión se incrementó, de una manera increíble. Lo buscaba por los pasillos para interceptarlo, molestarlo y que se enfureciese. Insultaba a su primo y la mitad del tiempo estaba castigada.

Le encantaba verlo con el cejo fruncido mientras la penetraba con esos ojos miel.

Era su trofeo.

Por el castillo comenzaron a conocerla porque era la única persona que conseguía cambiar el estado tranquilo de Remus Lupin.

Era la única capaz de enfurecerlo.

Se odiaban.

¿O no?

Por supuesto, cuando te obsesionas con alguien te gustaría que él estuviese obsesionado contigo y que su vida girase entorno a hacerte algo. En este caso molestarse. Pero obviamente Remus tenía a sus propios amigos, ella era su enemiga y Lily Evans era todo lo contrario. Lily era su mejor amiga, con la que Remus estudiaba, con la que sonreía, con la que pasaba mucho tiempo.

Y Bellatrix la odiaba.

Delante del resto de Slytherin Lily Evans era odiada por ser una apestosa sangre sucia y además una comelibros insufrible. Para Bellatrix, Lily Evans era un obstáculo, era un estorbo, era una mierda.

Porque Remus era suyo.

Y a una Black no se le quita lo suyo.

¿Eran celos? Sí, lo eran. Porque nadie debería ser capaz de mejorarle el humor a Lupin cundo era ella la que se lo reventaba.

En su quinto año, Bellatrix supo lo que era recibir de su propia medicina. Lupin fue nombrado prefecto y a cada cosa que ella hacía él le restaba puntos a su casa.

¡Aquello no tenía sentido!

Cada vez que lo hacía la miraba con esa cara, la perforaba con sus ojos color miel y aparecía esa sonrisa acida y socarrona que, tras mucho fijarse, solo le ponía a ella.

Venganza.

Se vengaba de todas aquellas trastadas, a lo mejor, y solo a lo mejor esperando que así desapareciesen los ataques y las risas locas de ella cuando lo atacaba.

Craso error.

-No te vas a librar de mi tan fácilmente, Lupin…

Se habían encontrado en un corredor del cuarto piso y la noche estaba ya muy avanzada. Bellatrix únicamente había salido para poder encontrárselo y poder molestarlo a gusto.

-¿En serio, Black?-dijo él cuando la alumbró con la varita, le sacaba casi veinte centímetros. Bellatrix se sentía enana a su lado-¿Ni un día? Solo uno, ya tengo bastante con tu primo…

Con el paso de los años Remus había aprendido a tratar a la Slytherin y muy a su pesar le gustaba molestarla y que le molestase.

Le gustaba más de lo que debería.

Demasiado teniendo en cuenta las preferencias que la familia de ella tenía hacia la gente como él…

-No me nombres a ese traidor…

-¿O qué?

-Te atizaré-dijo ella acercándose a él lentamente, como una serpiente, tanteando el terreno.

Y ahí estaba él, con su túnica roída, sus ojeras, su pelo castaño, su casi metro setenta de altura y esa sonrisa acida que solo le dedicaba a ella.

Se lanzó a él para darle en la cara y hacer que esa sonrisa desapareciera pero él, como buen león, la agarró de las muñecas con rapidez riéndose.

Forcejearon.

Bellatrix estaba tan dentro de sus pensamientos que no atinó a ver que estaba acorralada entre la fría pared de piedra y su obsesión hecha carne y hueso.

A escasos centímetros de ella.

La había soltado pero la acorralaba con los brazos.

Estaba brutamente cerca.

Lo que pasó a continuación fue profundo, feroz, brutal pero sobretodo revelador. Remus acortó la distancia que le separaba de aquel demonio de pelo rizado y mirada felina, aplastó con brutalidad sus labios contra los de ella intentando que aquella frustración, aquel deseo, aquella… cosa prohibida desapareciese.

Obviamente Bellatrix, tras un pequeño lapsus inicial, se pegó a él con ansias. Descubriendo así su nueva obsesión.

Los labios de Remus, su tacto, su aroma, su ferocidad…

La actitud lobuna de Remus a la hora de besar