II

All I want for christmas is you


Hermione abrazó a Ginny y cogió una bandeja repleta de pasteles con forma de árbol de Navidad para llevarla a la sala, donde el resto de Weasleys, Harry incluido, estaban riendo y hablando a voces, tan altas que se podían escuchar desde la cocina, por encima del estruendo de la música muggle navideña que los gemelos hacían sonar, a saber como, con un viejo radiocasete sin pilas.

— ¡Baja esa música George!

— ¿George? ¡Mamá! — Dijo su hermano — ¡Yo soy George!

— Está bien, está bien — La señora Weasley hacía aspavientos con una mano mientras llevaba una bandeja de galletas con forma de enormes estrellas de colores — Fred baja ese sonido.

— ¡No soy Fred! ¡Él es Fred!

Su madre clavó los ojos en ellos, fulminándolos con la mirada y George... ¿O era Fred? Agarró una galleta por encima del hombro de ella y le besó la mejilla, mientras su hermano aplastaba los labios en el otro carrillo antes de salir medio flotando hacia donde Ron y Harry estaban lanzando bolas de navidad al gigantesco árbol, al que no le cabían más adornos.

— Estos chicos — Murmuró Molly con voz severa pese a la sonrisa que adornaba sus labios.

Hermione dejó la bandeja sobre una mesita y se apoyó en el quicio de la puerta, abrazandose a si misma.

Aquel año era diferente. Aún no habían encontrado a sus padres, pese a que Kingsley y Harry estaban haciendo todo cuanto podían. Eran tiempos difíciles, la postguerra había caído sobre la sociedad mágica como un cubo de agua helada. Sí, la amenaza de Voldemort había sido erradicada, pero las facciones de psicópatas seguidores de Tom Riddle no habían sido disueltas aún y estaba resultando un arduo trabajo para todos. Volver a la normalidad costaría algo más que unos meses.

Pero meses era todo lo que había hecho falta para que Hermione cometiera el mayor error de su vida.

Regresar a Hogwarts no fue tan divertido como otros años, ya no estaban Harry ni Ron allí y ya no era una niña. La guerra había cambiado a todos, incluso a ella, incluso a... Draco.

Convivir con el Slytherin había resultado ser algo absolutamente revelador. Los últimos años le habían pasado factura y la persona con la que Hermione se encontró compartiendo horas de estudio y deberes no era, para nada, la misma que había dejado tiempo atrás antes de partir en pos de los horrocruxes.

La madurez los había alcanzado, tal vez antes de tiempo, obligandoles a cambiar, a adaptarse, a ver y vivir las cosas de otra forma, bajo otro prisma diferente.

Tras los muros de su torre habían dejado poco a poco de ser Malfoy y Granger para ser solo Draco y Hermione.

Habían sido horas y horas compartidas. Miradas de complicidad, lágrimas vertidas por el miedo y la desesperanza.

Él vivía acosado por fantasmas que no parecían dejarle vivir, ella en un mundo de recuerdos imposibles de olvidar.

Se hicieron amigos, confidentes... Y, como no podía ser de otra forma, dado lo estúpida que podía llegar a ser, ella se enamoró.

No de un modo puro e inocente como fue su enamoramiento por Ron. Esta vez, con todo el entendimiento de una mujer que veía en Draco tanto su luz, como su oscuridad.

Sabía que su rostro era una máscara impenetrable de gesto altivo, a veces hasta grosero. Pero también sabía que cuando se sentía herido, se mordía la lengua y su labio se torcía levemente. Cuando estaba frustrado o nervioso, enredaba los dedos en sus cabellos hasta despeinarse. Cuando se avergonzaba por algo, metía la mano en su bolsillo y apuñaba la tela retorciendola sin un solo gesto que le delatara.

No era una buena persona, no al menos de la forma noble en la que lo eran Harry o Ron. Supuso que la astucia no era el único rasgo de una serpiente, también era egoísta, pero ella aún recordaba el modo en que ayudó a Goyle cuando Crabbe murió en la Sala de los Menesteres. Era cruel, pero ella no olvidaba las noches en las que se había despertado en el sillón de la sala común para descubrir a Draco, con gesto atormentado, arrodillado a su lado, pasando las yemas de sus dedos sobre la sonrosada cicatriz que Bellatrix había dejado en su antebrazo, como si a base de caricias esperara hacerla desaparecer. No era amable, había sido receptora de su sarcasmo y sus insultos durante años, nadie mejor que ella para certificarlo, pero parecía algo tan lejano... Como si fuera una vida distinta, una vida pasada.

Había aprendido que hay muchos modos de ser valiente y muchas formas de amar, que no solo existen el negro y el blanco, si no muchos tonos de gris que se deberían valorar.

Suspiró abrazandose más, sonriendo al ver como Harry tomaba a Ginny de la cintura y la arrastraba bajo un ramillete de muérdago para robarle un beso que ella devolvió con ganas. Los gemelos empezaron a silbar mientras Ronald rodaba los ojos y atacaba el plato de los bizcochos.

— ¡Quieto ahí!

La señora Weasley golpeó su mano y continuó poniendo la mesa con Fleur, que reía al ver como Ron se sentaba junto a Charlie, Percy, Bill y su padre, con aire contrariado.

No debió haber aceptado la oferta de Draco para ir a Malfoy Manor. Sabía que sería un error, pero él había clavado aquellos ojos de plata fundida en ella, con una súplica que jamás admitiría en voz alta, brillando en sus pupilas y no pudo negarse.

Habría ido con él al mismo infierno, Merlín sabría por qué, le gustaría saber como había llegado a convertirse en una imbécil de ese calibre.

Pero todo había ido mal, solo con ver la cara de Narcissa Malfoy supo que no debería estar allí, aquel nunca sería su sitio. Era bonito soñar con que él correspondiera a sus sentimientos, soñar con sus besos, con sus caricias... Pero no existía un futuro más allá de los sueños.

Así que se marchó besando su mejilla, porque sabía, que todo cuanto le quedaba era su madre y le dolía ver el dolor en aquel rostro que, contra todo pronóstico y desafiando a la lógica, había aprendido a querer.

Su amistad perduraría, decidió con una sonrisa, haciendo gala de ese optimismo Gryffindor que la caracterizaba. Le necesitaba en su vida y sería feliz por él cuando saliera adelante. Estaría a su lado del único modo que le era permitido estar, a escondidas.

Un golpe en la puerta le devolvió a la realidad y agarró de nuevo la bandeja, dispuesta a festejar con aquella familia que, en cierto modo, era la suya.

— ¡Andrómeda!

Molly abrazó brevemente a la recién llegada mientras Harry cogía a su ahijado en brazos riendo y haciendo caras extrañas. El pequeño Teddy transformó su nariz en el hocico de un cerdo y todos estallaron en carcajadas.

— Oh pequeño señorito ¡Eso no se hace!

Su sonriente abuela le recuperó y lo dejó en una silla de bebés para poder saludar a todos con sendos besos en las mejillas.

— Hermione

Ron estiró la mano hacia ella invitándola a sentarse a su lado y lo hizo dejando escapar un suspiro cuandó él apretó cariñosamente su mano ante la atenta mirada de sus hermanos y su madre, que aún guardaban la no tan secreta esperanza de que ambos retomaran la relación que dejaron en el verano.

La castaña sonrió porque sabía que no les gustaba Lavender, quien al parecer, tras recuperarse de las terribles heridas que sufrió, esperaba cazar a uno de los héroes del momento y, obviamente, sus garras habían caído en Ro-Ro.

Poco a poco todos se sentaron alrededor de la mesa alegremente decorada. La música seguía, algo más suavemente y el sonido de risas, arrastrones de sillas, empujones y demás, era la banda sonora perfecta para un día como aquel.

Fred y George se metían con Ronald mientras Harry sonreía y agarraba la mano de Ginny por debajo del mantel. Fleur servía la comida a Bill con ojos brillantes y Percy daba un discurso rimbombante y aburrido sobre su nuevo puesto en el ministerio. Molly, cucharón en mano, iba poniendo montañas de puré en los platos y Arthur, a escondidas , intentaba descubrir de que modo funcionaba el radiocassete hechizado.

El olor del pavo, la canela y la manzana llenaba el ambiente de una calidez tan familiar que Hermione se sintió en casa, arropada por los suyos, querida y feliz. Pese al pinchazo de nostalgia y tristeza que le hacía pensar en Draco

De pronto una nutria plateada hermosa y brillante se apareció ante ellos dejando un rastro de luz a su paso. Todos en la mesa la miraron fijamente, pues sabían que aquel era el patronus de Hermione, pero también sabían que la varita de la chica estaba en la mesa de café, al menos a cinco metros de distancia.

— ¿Pero qué...

Harry se interrumpió cuando la voz de Draco Malfoy se escuchó en La Madriguera

— No se dónde estás, pero tú si sabes como encontrarme. Ven.

La voz del chico era arrogante y firme, la misma que usaría para dirigirse a un elfo doméstico y sus amigos miraban el vacío dejado por la nutria con ceños arrugados y atónitos ante lo que acababan de ver. La castaña se levantó como un resorte mirando a Molly y a Arthur que asintieron habiéndose dado cuenta de que el joven Malfoy era algo más que un extraño nuevo amigo para ella.

— ¿Hermione?

Harry la miraba interrogante pues, aunque le había costado mucho, acabó confesando a sus amigos los sentimientos que Draco había despertado en ella y, pese a que la querían igual, estaban convencidos de que se había vuelto loca. El que estuviera a puto de marcharse en mitad de la noche... Y de la cena, por una orden de aquel imbécil, se lo confirmaba

— Todo está bien. Confía en mi.

Corrió hacia la puerta, cogiendo la varita de camino, el corazón parecía querer salirse de su pecho y una emoción desconocida amenazaba con desbordarla a cada paso.

¿Sería posible? ¿Acaso Draco acababa de insinuar lo que ella creía? Le daba miedo albergar una esperanza que podía acabar con su corazón echo pequeños pedazos. Pero ¿Por qué si no Draco había conseguido por fin conjurar un patronus? ¿Por qué además era exactamente igual al suyo?

No en vano era la bruja más inteligente de su generación, obviamente sabía la respuesta, solo había un motivo por el que aquello ocurría y tenía miedo de que fuera un sueño por si, al despertar se veía sumida en una realidad distinta y dolorosa.

Se pellizcó mientras de ponía la capa y se aparecía en la puerta de la Mansión de los Malfoy.

— Has venido

Se giró, tiritando en mitad de la nieve y clavó sus ojos oscuros en los gélidos de él. Sonaba sorprendido, como si de verdad no hubiera esperado que ella fuera a buscarle.

— Claro

Sonrió, pero él no le devolvió la sonrisa. Más bien la miró furioso desabotonándose la capa con movimientos bruscos.

— ¿Cómo se te ocurre aparecerte así Granger? ¿Acaso intentas morir de frío? — Le puso la prenda que aun guardaba su calor por encima y ella se estremeció de nuevo, esta vez por el olor y la calidez que desprendía su ropa — Si te mueres en mi casa acabaré finalmente en Azkaban, nadie creería que no fue culpa mía.

Ella soltó una risita, acostumbrada ya al sentido del humor de aquella serpiente.

— Te enfriarás y te pondrás enfermo — Hermione le tendió la mano — ¿Quieres venir conmigo?

Le costó un mundo hacer aquella pregunta, tal vez por miedo al rechazo porque, pese a saber que él era demasiado orgulloso para pedirle nada, no sabía exactamente para que la había llamado y temía equivocarse.

Pero Draco tomó su mano y se acercó, entrelanzando sus dedos. La mano libre ascendió, introduciendose bajo su pelo hasta aferrar su nuca y anclarla a él.

— Si Hermione, quiero irme contigo.

Habló sobre su boca y la castaña pudo sentir su aliento acariciarla. En un gesto insconciente se lamió los labios y escuchó el sonido bronco y bajo que escapó de la garganta de él.

Sabía lo que aquella frase significaba y cerró los ojos alzándose de puntillas.

Draco rozó muy levemente sus labios, frotandolos con los suyos una vez, dos. Mordió el inferior con suavidad, instándola a que se abriera para él y ella lo hizo. Aceptó a su lengua con anhelo, uniéndose a la exploración de sus bocas de forma activa. Lamian, mordisqueaban, absorbían... Era un duelo lento y profundo en el que no había vencedores o vencidos, solo sensaciones compartidas, deseos prohibidos, ansias comunes... Fue un beso de los que no precisan de palabras que lo acompañen, un beso que existe por si mismo, lleno de plenitud, de pasión, de entrega. El rubio abrazó su cintura y ella se enredó en su cuerpo como la hiedra, envolviendole con sus brazos y sus piernas mientras hundía los dedos en sus cabellos y la lengua en su boca con desesperación. Podrían haber sido minutos u horas el tiempo que pasaron unidos en aquel beso interminable, pero finalmente se separaron, mirándose a los ojos sorprendidos de que un solo beso hubiera marcado sus almas para siempre.

— Me ha costado mucho descubrir donde está mi lugar. Pero finalmente lo he encontrado.

La voz de Draco rompió el silencio que les envolvía y sonó con fuerza.

— ¿Y cual es? — preguntó Hermione con un susurro

— Contigo — Respondió sin titubear — Si estás conmigo... Todos los demás pueden irse al infierno.

Cuando sus labios volvieron a colapsar el beso les absorbió a ambos. En aquel momento la suavidad no existía, era un intercambio violento, salvaje. Un beso posesivo y animal. Una vez más, ambos se entregaron con deleite a la degustación de sus labios mientras el tiempo a su alrededor perdía todo significado, eran solo ella y él.

Cuando Hermione regresó a la Madriguera, no lo hizo sola. Entró al salón aferrando con firmeza la mano del ex-mortífago y mirando a su familia con la súplica en los ojos.

Suspirando Ron sacó otro plato y Ginny fue por cubiertos, mientras Fred acercaba otra silla más. La señora Weasley les invitó a sentarse y Draco se sorprendió al encontrar al lado a su tía Andrómeda a la que nunca había conocido. Ella sonrió con sinceridad y dio unas palmaditas en su mano, para después sumirse en una interesante conversación con Molly acerca de los dientes de los bebés.

Era curioso, pensó Hermione cuando sintió como Draco aferraba su mano bajo la mesa, como la magia, milagro de la Navidad era capaz de unir a las personas y llevar la felicidad cuando la esperanza estaba perdida.

La música llegó a sus oídos haciéndola sonreir.

All I want for Christmas is you

Sí, todo lo que quería en Navidad era él... Enlazó sus dedos, sintiendo la caricia de su dedo en el dorso de la mano. Y por fin lo había conseguido.


FIN


Espero que os haya gustado. Mis musos están poco colaboradores hoy y la limitación de palabras me ha resultado en esta ocasión una faena... el segundo capítulo se me ha quedado pequeño! Demasiadas cosas en el aire y demás, pero bueno, un reto es un reto!

Para todas las que siempre andan por aqui ^^

Besos y saludos

AJ

N/A

1) El título del segundo capítulo es de una canción que se llama igual, creo que pertenece a Mariah Carey, aunque personalmente la conocí por la película de Love Actually versionada por Olivia Olson. "Todo lo que quiero por Navida, eres tú"

2) Fred Weasley sigue vivo porque es Navidad, porque yo sigo creyendo que Peter Pan existe, que los reyes Magos no son los padres, que Fred Weasley esquivó el Avada y que el epílogo de JK R. es una leyenda urbana.