¡YAHOI! Aquí os traigo mi primera incursión en el mundo de los fanfics de Los Juegos del Hambre (Inner: ¡Kyaaaaa! ¡Adoro a Peeta!) ¡Yo también! Es tan perfecto... (Inner: Lo sé... *suspiro*).

Bueno, para empezar deciros que esta historia está ambientada en En Llamas, el segundo libro de la trilogía, y no digo más, os dejo leer (Inner: explicaciones abajo).

Disclaimer: Los Juegos del Hambre y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Suzanne Collins, yo solo los utilizo con el fin único y exclusivo de entretener (Inner: obviamente, sin ánimo de lucro) a mi disparada, amplia y excesivamente complicada imaginación (Inner: también con fines terapéuticos, cuando está agobiada o angustiada escribe, es su vía de escape).

Prólogo

POV Katniss

Siento sus brazos alrededor de mis hombros y de mi cintura, sus mechones rizados y rubios rozar mi frente, el aliento de su pesada respiración en el cuello. Está dormido, profundamente dormido. Levanto un poco la cabeza, lo justo para poder observar su rostro: sus ojos azules están cerrados y una tranquila sonrisa le adorna las facciones.

¿Desde cuándo se ha convertido en una necesidad estar cerca de él? No puedo dormir si no es entre sus brazos, sintiendo su cuerpo junto al mío. No podría afrontar esta Gira de la Victoria si no lo tuviese a mi lado, sosteniéndome en todo momento. El miedo que me persigue a toda horas y la angustia que me atenaza por dentro solo remiten cuando sus manos recorren mi rostro con suavidad, recordándome donde estoy en realidad y que él estará siempre allí para mí.

Y es entonces, en esos momentos en que sé que no podría seguir adelante sin él, que siento que soy una pésima persona, porque mis pensamientos vuelan a casa, al Distrito 12, a las minas, al bosque: a Gale.

Mi labio inferior empieza a temblar, noto como las lágrimas se desprenden de mis ojos y pronto todo mi cuerpo está temblando sin control. Intento ahogar los sollozos enterrando la cabeza en la almohada y trato de controlar los temblores.

Demasiado tarde: sus manos se posan con delicadeza en mis mejillas y me obliga a mirarlo. Entre las lágrimas distingo su rostro borroso y unos ojos azules que me miran con preocupación. Me atrae hacia él susurrándome palabras tranquilizadoras y acunándome con sus brazos. Escondo la cabeza de nuevo, esta vez en su pijama. Sus caricias son como un bálsamo para mí. A los pocos minutos consigo dejar de llorar, pero me niego a abandonar mi refugio temporal.

Sin embargo, me agarra los hombros y me obliga, de nuevo, a mirarlo. Procuro mantener la cabeza baja, no quiero que vea el horrible aspecto que tengo en estos momentos, con los ojos hinchados y la cara roja de tanto llorar. Pero él me toma con delicadeza de la barbilla y me sube la cabeza, volviendo a mirarme. Me pierdo en la intensidad de esa mirada azul, y soy capaz de leer un montón de sentimientos en ellos: inseguridad, temor, preocupación, determinación y amor, sobre todo amor.

La palabra se me atasca en el cerebro y mi mente la repite una y otra vez, como si mi subconsciente quisiera decirme algo. Y sé lo que es: que él me ama, que está aquí por mí, porque sabe que le necesito, aunque yo no pueda corresponder a sus sentimientos porque ni yo misma sé lo que siento.

¿En verdad no lo sé? No. Sí que lo sé. Lo quiero. Quizá no como una mujer locamente enamorada quiere a un hombre. Pero lo quiero.

La realidad de estas palabras me golpea como un mazo, despertándome de mi letargo. La determinación vuelve a mi rostro. Me acerco a él lentamente. Veo por su expresión que está algo confuso por el rápido cambio operado en mí. Pero no le doy tiempo de que lo analice y lo beso en los labios, echando todo el peso de mi cuerpo sobre él. Es un beso desesperado, lleno de significado, significado que espero que entienda. Parece que así es porque sus brazos no tardan en rodear mi delgado cuerpo, estrechándome contra él con fuerza, como si temiera que fuera a desaparecer de un momento a otro, y no lo culpo por ello.

Me aferro a su camiseta del pijama y él deja de besar mis labios para besar mi cuello. Un suspiro se escapa de mi garganta mientras siento sus manos acariciar mi espalda y mis costados. Me tumba suavemente en la cama y cierro los ojos con fuerza, notando como las malas sensaciones se van, dejando solamente paz y tranquilidad en mi tormentosa alma.

Siento como su cuerpo se separa del mío y abro los ojos: tiene las manos sobre el colchón, cada una a un lado de mi cabeza. Sus piernas están también puestas a los lados de mis caderas, y tiene una mirada de absoluta concentración, con el ceño fruncido. Sé lo que está haciendo, lo que está pensando, pero yo no quiero que piense.

Acercó mi rostro al suyo y le rodeo el cuello con los brazos, volviendo a besarlo. Él me lo permite, y soy consciente del estremecimiento que recorre su cuerpo. Cuando nos separamos de nuevo una de sus manos deja el colchón para venir a posarse en mi mejilla. Cierro los ojos, disfrutando del contacto, hasta que el sonido de su voz, algo ronca, me hace abrirlos y mirarlo directamente.

- Katniss…

- Por favor – le digo antes de que continúe. Porque sé lo que va a decir, y no quiero oírlo – por favor – repito – necesito esto – él me mira con algo de incredulidad. Le acaricio el rostro, rozando sus rizos rubios con las yemas de los dedos. – Te necesito – le suelto al fin. Él me mira, esta vez con sorpresa. Trago saliva y lucho por dejar salir las palabras que tengo atascadas en lo más profundo de la garganta – te quiero – ahora es estupor lo que aparece en sus ojos, y no puedo evitar soltar una risita, impregnada de algo así como felicidad – te quiero, Peeta – y él sabe que es verdad, que lo digo de corazón, porque sus labios se apoderan de los míos en menos de un segundo y sus manos vuelven a recorrer mi cuerpo.

Vuelvo a cerrar los ojos, disfrutando del contacto por todos los poros de mi piel. Yo también comienzo a acariciarlo a él, y puedo notar por sus suspiros y los leves gemidos cada vez que le mordisqueo la oreja o la clavícula que él también lo está disfrutando.

- Katniss… - dice con voz ronca.

- Peeta… - le contesto yo entre suspiros y gemidos.

Y es allí, en este pequeño compartimento de tren, mientras nuestros cuerpos hablan por nosotros, que me doy cuenta de una cosa:

No puedo vivir sin el chico del pan.

Fin Prólogo

Bien chicos y chicas, mis queridos lectores y lectoras ¿qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? Bien. Como he dicho arriba, esta historia está ambientada en En Llamas (Inner: Catching Fire en inglés) Creo que eso todo el mundo lo sabe (Inner: por si acaso). Como algunos habréis deducido (Inner: o al menos eso supone ella...) se trata de una de las noches que Katniss y Peeta duermen juntos en el tren, cuando están en plena Gira de la Victoria (Inner: pero visto desde su loca y surrealista perspectiva) Algo así ^^.

Básicamente, la idea surgió hace unos días, cuando volví a leer los libros (Inner: por enésima vez...) y una pregunta surgió en mi mente. La idea siguió tomando forma hasta que hoy domingo volví a ver la peli, entonces... (Inner: te decidiste a "dejarlo salir") podría decirse que sí.

La pregunta que apareció en mi limitado cerebro fue: ¿Qué habría pasado si el bebé de Peeta y Katniss fuese real? (Inner: recapitulemos: doce de la noche, no poder dormir, depre, agobio ¿hace falta decir más?) Sí ¡que cierres el pico de una vez! (Inner:...)

Pues eso, a partir de este interrogante se desarrolla toda la historia. ¡Espero que os guste! ¡Nos leemos!

¡Ja ne!

bruxi

P.D.: una cosa más: pido disculpas si no sé plasmar con la suficiente claridad o precisión la personalidad de Katniss. Si veis algo fuera de lugar o que os llama la atención que no debería estar ahí, por favor, no dudéis en decírmelo, ya sea por review o mp. Lo mismo para los demás personajes, aunque (creo) ninguno es tan complejo como Katniss. Ahora sí me voy y os dejo tranquilos xD.