¡Hola de nuevo!

Nueva historia, esta vez un NaruSaku con SasuSaku en el transcurso de la historia. Más que nada me centro en mi materia de historia, la cual reprobé xD pero pienso que una buena forma para que yo me comience a interesar en la historia es creando un Fanfic con sucesos parecidos a la Segunda Guerra Mundia. Pero bueno, no todo sera igual, ya que es mi historia y puedo hacerle lo que yo quiera, pero espero que les guste ;D

Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Masashi Kishimoto.


BALAS DE SANGRE

CAPITULO I

Reclutamiento

Miro el cielo con un soplo de frustración, se seco la frente del sudor y se recogió su cabello de color rosa para poder saltar las rocas de aquel río inmenso. Cerró bien su bolso hecho de piel de venado, enrosco su pantalón hasta sus rodillas y se hizo hacia atrás para después dar un enorme salto junto con un grito eufórico. Vigilo que su bolso no tocara el agua o se golpeara con otra cosa que no fueran sus caderas, las plantas que estaban dentro era lo único que había podido conseguir ese día y una que otra piedra preciosa usual pero con un precio regular en el mercado. Aparte, había podido matar a una ardilla que la encontró comiendo en el bosque, su pequeña navaja hecha a mano le servía de mucho desde que su hermano le había enseñado a hacerla. Un gran estruendo dentro del agua hizo que se detuviera en una gran roca plana y seca.

— ¡Naruto! —gritó ella cuando vio a su hermano aferrarse a la roca con toda su fuerza, ella con un ágil movimiento salto hasta él y le jalo del brazo para ayudarlo a trepar la roca, cuando los dos estaban ya a salvo y habían pasado el río, ella le dio un gran golpe en la cabeza—. ¡Idiota!

— ¡Fe un accidente! —exclamó su hermano Naruto sobándose la cabeza.

— ¡Eso le tendría que decir a Kushina si ese accidente hubiera terminado peor! —Le regañó, con otro bufido al cielo ella siguió su camino, recogió una vara de la altura de ella y después de mirarla de que no tuviera algún insecto y verificar que fuera resistente se la entrego a Naruto—. Ten.

— ¿Para qué? —preguntó este mientras le seguía el paso a su hermana menor solo por un año, esta no dijo nada y se la entrego a la fuerza.

— Podrás caminar mejor si usas eso como bastón, se que te torciste el tobillo cuando caíste al río —murmuró ella sin siquiera mirarlo. Naruto miro el bastón, se rasco su rubia cabellera con su típica risa quisquillosa y abrazo a su hermana—. ¡Cuántas veces te he dicho que no me abraces! —exclamó Sakura con un tenue sonrojo.

— ¡Gracias! — exclamó este detrás de la oreja de su hermana, recibiendo un golpe como respuesta.

Cuando Sakura trato de caminar por un camino terroso y verifico que este no estuviera enlodado, Konoha era un lugar lluvioso y nublado todo el tiempo. Se quito sus sandalias desgastadas y con su un ligero descenso, su pie derecho toco la tierra. Estaba caliente, ya que cerca de ahí estaban las aguas termales a las que de vez en cuando Naruto y Sakura iban a tomar un baño. Naruto se quito sus botas de cuero, sus favoritos, las cuales Sakura le había dado en su cumpleaños el año de pasado. Aun recordaba lo que le había dicho su madre cuando vio a su hermano con las botas ya puestas por primera vez.

«— ¿Unas botas?, ¿Cuánto falta para que le dejen de quedar? —dijo tajantemente su madre mientras Sakura tenía la cabeza gacha y su hermano le abrazaba por los hombros, protegiéndola—. ¿No pudiste darnos a todos un poco de comida? No sé… ¿Algo con lo cual vivir?»

Sakura en cambio obligo a Naruto que las conservara, que valían más de lo que había dado por ellas, ya que una amable señora había sido muy amable en hacerle un intercambio por esas botas nuevas. Pero había sido inevitable después de ver a su propio hermano pegado en el gran cristal todas las tardes, admirando aquellas preciadas botas caras, de cueros resistentes y fáciles de limpiar después de todo. Sakura se encargaba de cuidarlas ya que Naruto era lo suficientemente cabeza hueca para usarla todos los días sin limpiarlas y lavarlas hasta el punto de dejarlas desgastadas y malolientes. Su hermano resbaló en la tierra mientras Sakura le volvía a regañaba, pero era mejor que haber caído a las aguas termales que en esa temporada estaban tan ardientes que eran capaces de dejarte quemaduras. Cuando había acabado lo peor, Sakura diviso algo a lo lejos. Un hermoso ciervo de pelaje cobrizo, moviendo sus orejas para alejar a los insectos, mientras comía del césped verde que estaba debajo de sus pesuñas, Naruto se inclino tan rápido como se repuso del suelo y de su gran mochila de color naranja saco un arco y una flecha, entregándoselo a su hermana.

— ¿Recuerdas donde darle? —le preguntó Naruto en voz baja, mientras Sakura ya tenía al animal en la mira.

—De preferencia en el ojo, para tener así unos órganos y viseras intactas —le respondió Sakura en susurro un segundo antes de soltar la flecha, el ciervo recibió la flecha justo en el ojo como lo había dicho y cayó al suelo después de unos segundos, inmóvil. Naruto corrió hasta el ciervo, lo tomó por sus pesuñas negras y lo logro levantar hasta dejarlo en su ancha y resistente espalda. Sakura siempre decía que ella era el cerebro, y su rubio hermano los músculos.

Sakura le ayudo con el ciervo, impidiendo que este se arrastrara por el suelo para que así no se ensuciara tanto. Una vez llegando a la entrada de Konoha se fueron por las orillas del pueblo, Konoha era un pueblo lleno de hambre y pobreza así que no evito recordar que la primera vez que habían llevado un ciervo muerto a las calles de Konoha, muchas personas querían arrancar un pedazo del ciervo donde al final había quedado desbaratado y con muy pocas cosas de las cuales comer, su madre los reprendió con dos días sin comer a Sakura y Naruto por aquel descuido que les costó la cena de dos días. Esa tarde Sakura estaba feliz como nunca, todos los días su madre preparaba judías con repollo, así que llevar un poco de carne a la mesa recompensaría las pocas plantas y piedras que llevaba en su bolso de piel. Llegando, divisaron en la dirección de camino a su hogar un gran humo denso y oscuro, Kushina Uzumaki, madre de ambos estaba preparando en un gran caldero y una fogata con un gran estofado de vegetales, adentro había verduras que Ino Yamanaka, su otra hermana, plantaba después de ir a la escuela.

— ¡He frentona! ¡Parece que trajiste la buena cena de esta noche! —Exclamó Ino mientras ayudaba con el caldero a Kushina—. ¡Tráiganlo adentro, nosotras lo cocinaremos!

Naruto y Sakura hicieron caso a las órdenes de su hermana. Y después de una hora el ciervo estaba hirviendo dentro del caldero junto con todo lo demás. Naruto entró a su casa y trajo consigo una manta de color magenta que era vieja y un poco sucia, que era con la que él dormía. Alrededor de la hoguera había troncos, que simulaban ser las sillas, y una mesa tan larga de madera hecha por todos los niños que vivían en aquel lugar. Después de veinte minutos Kushina hizo sonar una pequeña campanilla, y dentro de la residencia Uzumaki, salieron más niños a sentarse a la gran mesa. Naruto y Sakura se sentaron juntos y este la abrazo con su manta para cubrirla del frío de la noche.

La residencia Uzumaki era una casa hogar para los niños huérfanos. Kushina Uzumaki, la adulta que dirigía el lugar, fundó el lugar y juro ser su madre hasta el día que cumplieran la mayoría de edad, esa era la razón por la cual todos la llamaban madre y a sus compañeros hermanos. Los quehaceres de la casa siempre eran hechos por los demás niños que turnaban los días entre ellos. En cada habitación había dos literas, junto con dos roperos y una pequeña mesa donde hacían los deberes escolares. Sakura, Naruto e Ino eran compañeros de habitación junto con otro compañero llamado Shikamaru Nara. No tenían madre, y sus padres habían ido a la guerra al igual que ellos algún día, pero por ahora estaban ahí.

—Coman todo lo que les doy, en especial la carne —era lo que siempre decía Kushina a la hora de comer, con su larga cabellera roja volando por todas partes—. Recuerden que gracias a Sakura y Naruto, nosotros tenemos la dicha de comer estos alimentos que complementan su crecimiento.

— ¿De qué sirve crecer si al final moriremos en el campo de batalla? —Interrumpió un chico de cabello castaño oscuro que siempre tenía un cachorro consigo, pero esta vez lo tenía dormido en su regazo—. Mañana vendrán por los nuevos reclutas.

Tanto Kushina como todos los demás presentes miraron al chico que había dicho eso, Kushina con una gran sonrisa forzada en el rostro y una cuchara de madera que parecía tener siempre consigo y golpeo la cabeza del muchacho, como lo hacía con muchos otros, su víctima favorita siempre era Naruto.

— ¡A tu cuarto Kiba y sin cenar! —Exclamó la mujer furiosa y eufórica, para después ponerse a murmurar en voz baja—. Vaya niño más maleducado, ¿Qué no ve que le hago un favor dejándole vivir en este lugar?

Kushina seguía murmurando frases y maleficios contra los niños revoltosos y traviesos —olvidando por completo lo de Kiba— y los demás niños que seguían en el comedor se apresuraron a rezar por su comida y dejar limpio el plato sin nada que comer. Terminando, Sakura e Ino se metieron a las duchas comunitarias con las demás chicas de la casa. Las dos chicas platicaron alegremente con las demás, riendo y jugando con el agua enjabonada del baño, ya después a las niñas menores de entre seis y ocho años le pedían a Sakura jugar con su cabello, todos siempre pensaban que Sakura era hija de algún empresario o artista exótico por su cabello, que sorpresivamente había resultado ser natural después de revisar sus raíces constantemente. Ino por el otro lado decían que era hija de una cantante, ya que su personalidad vanidosa y coqueta la caracterizaba como a muchas que miraban por la televisión, solo que ella siempre concluía diciendo que a diferencia de ellas, ella sí era rubia natural. Ino ayudaba en lo que podía a Kushina como si fuera su ayudante o mano derecha que siempre está a su lado. Sakura era la encargada de llevar dinero y comida de vez en cuando a la casa. Después de la ducha y de una alegre conversación junto con otras chicas las dos subieron ya cambiadas con sus pijamas a su habitación, que eran unos holgados camisones de tela blanca, Naruto y Shikamaru ya estaban roncando con sus pijamas del mismo color que el de las chicas en sus viejas camas.

Sakura Haruno, con sus once años había obtenido el puesto en la casa hogar de los Uzumaki como la cazadora, sus buenas técnicas para cazar las había adoptado de sus condiciones de vida después de la muerte de sus padres. Había vivido medio año en el bosque, alimentándose de lo que cazaba, pero esos hechos se habían convertido en rumores que a Sakura no le interesaron atender y prefirió dejarlos como estaban, en un misterio. Ino había sido hija de una enfermera y un herrero, las dos habían sido amigas desde hace tiempo, pero se habían alejado después de que sus padres murieron por lo mismo. La guerra.

El país escondido entre las hojas, mejor conocido como Konoha, estaba en una disputa contra el país del sonido, causado por términos de terrenos que su líder no quiso dejar en paz. Sakura escuchaba que ese hombre quería apoderarse de todo Konoha, otros decían que estaba en contra de nuestra nación ya que él originalmente había pertenecido allí pero fue desterrado por traición, Sakura nunca presto atención a ninguno de esos rumores hasta que los soldados empezaron a morir dejando muy pocos sobrevivientes que regresaban, algunos morían ya en e hospital, así que los ancianos del consejo mandaron sin el permiso del Hokage a los capitanes para reclutar a hombres adultos y viejos a la guerra, eso hasta que hace un año anunciaron que los niños que cumplieran doce años entrarían de igual manera. Los padres de Sakura e Ino fueron enviados a la guerra por esa razón hace tres años, y los dos murieron en batalla. La madre de Sakura murió por una enfermedad ese mismo año y la madre de Ino murió por depresión, dejo de comer y beber hasta que un día no despertó. En cambio Kushina se mantuvo fuerte aun después de la muerte de su esposo, y convirtió su casa junto con ayuda del ayuntamiento en una casa hogar en donde alojaba a niños huérfanos a causa de la guerra. Naruto era su único hijo y su único recuerdo de su marido, era por eso que Sakura se preocupaba mucho por él cuando salían de caza.

—Oye… —susurró Ino a Sakura quien dormía en la cama de abajo— ¿Tienes miedo?

— ¿De qué? —inquirió Sakura aun con los ojos cerrados—. A las mujeres no se les obliga entrar a la guerra.

—Sí pero… —balbuceo Ino—. Solo falta unos meses para que Naruto cumpla doce, vendrán por él…

—No —dijo ella sin ningún tipo de sentimiento, pero en verdad estaba preocupada—. Le prometí a Kushina que cuando eso pasara me llevaría a Naruto al bosque, sabe que conozco el lugar mejor que la palma de mi mano.

—Pero… ¿Y si los soldados se enteran? —dijo Ino haciéndola entender—. Si descubren que Naruto se escondió, mataran a nuestra madre por haberlo hecho.

Sakura se removió de su cama, deseando así dejar de escuchar las palabras de Ino. Tomo su almohada y se tapo la cabeza con ella. Ino dejo de mirar a Sakura y se acostó en su cama, cerró sus ojos y dijo sus últimas palabras del día.

—Sé que lo quieres Sakura —dijo ella con un tono de tristeza—. Pero al ser un hombre tiene como destino ir a la guerra.

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A la mañana siguiente la vecina de enfrente salió para barrer la calle mientras cantaba la canción de cuna que a toda la manzana le gustaba escuchar mientras hacia sus demás deberes. Sakura siempre despertaba cantando la tonada y Naruto le escuchaba al igual que Ino y Shikamaru que solo se dejaban consentir por la combinación de tonos entre Sakura y la vecina. La vecina de enfrente había sido una cantante de ópera cuando era joven, cuando ella entro a la etapa donde la opera dejo de ser popular decidió retirarse y casarse con un agricultor, con quien tuvo tres hijos varones. Todos lamentaban que toda la familia de aquella mujer tuviera que ir a la guerra. Desde entonces cada mañana ella salía a cantarle al cielo, jurando que donde quieran que estuviesen, sus hijos y su esposo le escucharían de la misma forma que todo el vecindario.

Sakura se levanto sin una pisca de pereza y espero a que Naruto y Shikamaru salieran para poder ponerse su uniforme junto con Ino. Su uniforme era una falda de color negro que le llegaba por encima de las rodillas que era muy incomodo para Sakura ya que le impedía hacer muchas cosas, una camisa blanca de marga larga y una corbata de color negro, calcetines blancos y zapatos escolares negros, lo mismo de siempre. Todas las mañanas de lunes a viernes, los niños huérfanos de la residencia Uzumaki salían en fila acompañados por Kushina, quien les acompañaba hasta cierta distancia donde después se limitaba a mirarlos llegar hasta la escuela, inocentes y felices.

—Me pregunto donde serán los reclutamientos este mes —escuchó entre los murmullos Sakura—. La última vez fue en frente de la iglesia.

—Escuche que seria en el jardín central de Konoha, eso si los del Sonido no llegan en ataque —le respondía la otra chica. Sakura pasó entre ellas con una caminata rápida, con la mirada de las dos chicas puestas en ella como si fuera un bicho raro.

—Me repugna que tomen el reclutamiento como un festival local—escupió Sakura mientras caminaba con sus hombros tensos, Ino le alcanzo corriendo—. Maldito consejo, malditos soldados, malditos…

— ¡Eh, tranquila! —Le frenó Ino por los hombros dándole la vuelta—. ¿Y qué quieres que haga el consejo, cancelarlo? Si así fuera el reclutamiento público hubiera terminado desde hace ya dos años —Sakura, quien escuchó las palabras de Ino a regañadientes, solo sacudió su hombro liberándose del agarre de la chica rubia, con el seño fruncido, los puños apretados y los dientes rechinando. Ino volvió a ir tras ella, pero un chico de cabellos dorados se le adelanto y abrazó a Sakura por la espalda.

—Buenos días —susurró en su oído izquierdo, enrojeciendo las mejillas de Sakura hasta un punto de apartarse de él y esconder su rostro con la palma de su mano—. ¿Emocionada por el reclutamiento? Apuesto mi juego de flechas a que Shika-baka será uno de los primeros en ser nombrados —después de escuchar aquello, Sakura inconscientemente le soltó una bofetada en la mejilla. Completamente furiosa hasta un punto de dar miedo.

— ¡Tu también te lo tomas de broma! —Exclamó a todo pulmón—. ¡Solo faltan tres meses para que cumplas doce, ¿Por qué es que estás tan feliz?! —miró de reojo a su hermano mayor, quien cambio su expresión hiperactiva a una mal calmada, de improvisto volvió a abrazar a Sakura, pero esta vez de frente, apretujándola entre sus brazos.

— ¿Qué harías si fuera reclutado este día? —Le susurró en un tono de voz serio, que hizo que la espalda de Sakura sintiera un escalofrío de solo escuchar el nombre de Naruto Uzumaki en la garganta del capitán de los primeros comandos de Konoha—. ¿Cómo reaccionarias si me vieras donde un paso frente al capitán?

—Te jalaría por las orejas y te llevaría conmigo a donde sea que no nos encuentren —respondió ella saliendo corriendo a la puerta de la secundaria—. Y después te amarraría a un gran poster para que no te escaparas.

—Muy de Sakura, creo —rió el chico entrando por la misa puerta, con los brazos cruzados por detrás de su cabeza y su mochila colgando por su espalda.

Su hermana menor respondió con un soplido, y cuando llego el momento de separarse e irse a su propia aula, está le sacó la lengua junto con un gesto muy gracioso con los ojos, Naruto rió en un murmullo en la clase de matemáticas recordando aquella expresión. Sakura por su parte estaba atenta a las suyas en su propio salón, escuchando con atención cada palabra de su profesora de español, que muy seguido le gustaba contar novelas y películas. Sakura era la mejor de su clase, la más inteligente y además de la más deportista. Sus notas siempre eran buenas, y su nombre siempre estaba en el cuadro de honor del salón. Era el cerebrito de la clase, decía Ino. Hubo una pequeña interrupción cuando una compañera que se sentaba en frente de Sakura pidió permiso de ir al baño, dejando de nuevo al salón en el completo sueño a Sakura con la vista a la pizarra a las palabras de su profesora.

Ino por su parte miraba el reloj de la pared como si fuera lo más interesante, escuchaba el tictac de las manecillas rebotar en sus oídos y sus manos golpeaban la mesa como muestra de aburrimiento y desesperación a la vez. Solo faltaban cinco minutos para que la clase terminara, y ella pudiera tomar del cuello a Sakura para sacarla a rastras del salón y evitar que preguntara cosa y media sobre la clase pasada. Ahora faltaban cuatro, y la maestra aun en su clase seguía explicando, seguramente la tarea para el siguiente día que Sakura terminaría por pasarle las respuestas, tres minutos, dos minutos. Llego el momento donde solo sesenta segundos faltaban, e Ino comenzó a hacer la cuenta regresiva. Treinta segundos. Sakura sin darse cuenta de la hora apunto toda la explicación de la profesora en su cuaderno, deambulando su lapicero de color negro que le compro Kushina al inicio de clases. Lo diez segundos llegaron e Ino ya pretendía salir corriendo de la clase, otros alumnos de la misma clase comenzaban a sacar su almuerzo, y guardaban su libreta de la clase presente, Sakura por su parte seguía igual, sin mover ni un dedo de su asiento y escuchando el aguda voz de la maestra, está miro su reloj de mano un momento. Cinco, cuatro, tres, dos, uno…

Y la campanilla sonó…

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— Bolas de arroz, carne de ciervo, pescado, ¡Esto es genial! —Exclamó Ino llena de entusiasmo al abrir su bandeja de color azul—. ¿Qué es lo que te preparo mamá hoy?

—Casi lo mismo, arroz, carne y salchichas en forma de pulpo, incluso tienen rostro —dijo tranquilamente mientras que son sus palillos sacaba uno de su bandeja, ofreciéndoselo a Ino, está muy gustosa lo mordió—. Aun pienso que fue exagerado la forma en la que me atacaste hace un rato. La clase de hoy estaba muy interesante.

—Si como no, eso es algo que solo la cerebrito Haruno diría —refunfuño Ino con la boca llena de arroz—. No puedes imaginar lo cerca que estuve de azotar mi cabeza en mi mesa completamente dormida.

Ino hizo caras extrañas, señalando que era Sakura a la hora en la que la clase empezaba. Sakura reía y le golpeaba el hombro con cada gesto que ella hacía con los mofletes inflados y la lengua afuera, incluso sus ojos los movía hacia arriba para hacer una expresión aun más graciosa. Ino y Sakura siempre almorzaban en el patio de la escuela, ya que Ino siempre decía tener una alergia extraña a los salones de clase que le causaban sueño y aburrimiento, Sakura por su parte lo hacía porque su cuerpo se tranquilizaba de solo sentir el césped debajo de ella, la briza acariciarse el cabello y la sombra del árbol en el que estaban sentadas cubriéndolas.

—Mira… Hinata Hyuga —señalo Ino con sus palillos, con la boca llena de comida—. Siempre come sola, la gente no se le quiere acercar porque su padre es un empresario poderoso. Debe de ser duro.

Sakura miro a la dirección donde decía Ino, una chica de cabello cortó color negro, que resplandecía de un color más claro cuando estaba bajo el reflejo del sol, era la gran Hinata Hyuga. Hija de Hiashi Hyuga, el gran empresario que administra una gran suma de dinero a Konoha para sus ingresos de armas para los soldados. Ella a comparación de su hermana, Hanabi, siempre estaba sola, la gente decía que si alguien se intentaba relacionar con ella la mafia llegaría a amenazarlos, incluso matarlos, ya que al ser la primer ahija era inmediatamente la heredera de todo poder y dinero de los Hyuga. Pero Sakura jamás creyó que una chica tan tímida, introvertida, inteligente, que siempre se sonrojaba cada vez que ella le miraba o Naruto, fuera capaz de hacer algo así, o más bien ni siquiera estaba al tanto de lo que hacían cuando hablaba con alguien.

—Creo que más bien es muy valiente al actuar de ese modo —susurró Sakura, mordiendo uno de sus pulpos de salchicha—. Muy pocos pueden vivir en el aislamiento social.

Ino miro de reojo a la chica de cabello negro que de un embace rosado sacaba su almuerzo, tan común como el que ella y Sakura estaban comiendo. Sentada en aquella mesa solitaria, con aquella mirada tan dulce pero a la vez tan vacía, era imposible no sentir un poco de pena por ella. Los demás niños estaban jugando, y muchos se alejaban de la pequeña cuando esta caminaba a su lado, para muchos ya era instinto alejarse de ella como si fuera rutina. Sakura guardo sus palillos en su caja de plástico. Y con una mirada decidida tomo de la mano a Ino para salir a la dirección de Hinata. Cuando estuvieron frente a ella en aquella mesa rectangular, el infante que estaba sentada levanto la mirada hasta encontrarse con una bella combinación de ojos jade junto con unos celeste.

—Hola… —saludo Sakura con un tono muy calmado y una sonrisa muy común. No se dio cuenta de que era el centro de la atención para muchos—. Te vimos comer sola y… pensamos que podíamos sentarnos contigo…

— ¡Qué dices…! —Ino estuvo a punto de interrumpir, pero paró en seco al mirar la enorme sonrisa de la chica de ojos cuya peculiaridad se caracterizaba por no ser tan visibles sus pupilas. De un color diamante que la hipnotizo durante un rato. Hinata dejo de sonreír de repente, y volvió a bajar la mirada, causando confusión en Ino.

—Gracias… pero —tartamudeo ella mirando su almuerzo—, no quiero causarles problemas, se los rumores que dicen sobre mí.

Ino guardo silenció tanto como Sakura. El cabello de color rosado de Sakura, tan largo que le llegaba a la cintura, se movió en una brisa por el movimiento, y en un segundo estaba sentada junto a Hinata, abriendo su almuerzo. Ino le miró como una espectadora, pero al final también lo hizo.

—Bueno… —Sakura tomo sus palillos y cogió un pulpo de carne—. La verdad no creo que todo eso sea cierto, así que puedes estar segura de que eso no nos interesa.

Sakura aprovecho de la distracción de Hinata al escuchar esas palabras, y le metió el pulpo de carne a la boca. Cuando ella reaccionó ya estaba masticando el alimento como si nada y tanto Sakura como Ino estaban conversando entre risas. Hinata quiso llorar por un momento.

— ¡Hinata! —Le llamó Ino, quien tenía la boca llena de arroz—. ¿Has escuchado lo que le paso al Kiba de nuestra clase ayer? ¡Te morirás de risa si lo escuchas!

Hinata sonrió sinceramente por primera vez.

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Las llantas de los autos estaban conforme se encontraban con más hoyos en el camino, todos causados por las guerras y las bombas que de vez en cuando caían. Una de las camionetas, la más grande y la que más soldados cargaba, tenía como copiloto a un hombre de cabellera negra corta, con un parche en el ojo derecho y arrugas sumamente marcadas en su rostro. Sus ropas eran las de un capitán, ya que cargaban con las numerosas medallas y estrellas que había adquirido a lo largo de su trabajo y vida. Estaba contento de despertar cada día, afeitarse su vieja piel, ducharse, y por último tener que ponerse esa gran chaqueta con las medallas, cada una de ellas decía "Te lo has merecido, Danzou". El auto dejo de brincar, y Danzou suspiró por el molesto viaje que había tomado, pero tenía razones para soportarlo, de todas maneras.

—Capitán, estamos llegando a Konoha —anunció el conductor de la camioneta—. ¿Quiere que nos paremos en el jardín?

—No…

Miró por la ventana el pequeño pueblo que nunca pudo ser suyo, de no haber sido por los malditos lideres de hace veinte años él habría dejado los campos de guerra por una pulcra y espaciosa oficina, con un gafete en su escritorio con su nombre grabado en letras doradas y dos guardaespaldas siguiéndolo en todo momento. Tsunade Senju, la nieta del tercer líder estaba al mando en ese momento, una mujer de fuerte carácter y con la misma habladuría que el líder que lo venció en las elecciones. Sacó de su bolsillo derecho una cajetilla de cigarros, y con una caja de fósforos que siempre cargaba encendió el cigarrillo.

—Será mejor que nos adentremos a la escuela —comentó sacando el humo del tabaco de sus labios—. No vaya a ser que alguien se nos quiera escapar.

El conductor sonrió con malicia, ya tenía esperando algún movimiento que le permitiera causar todo el alboroto posible. Tanto él, como muchos de los soldados que se encontraban detrás de la camioneta ya empezaban a cargar sus armas, se habían colocado sus cascos que repelaban las balas y también comenzaban a armarse con más balas. Todos, con una sonrisa que indicaba una sola cosa.

Muerte.

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Sakura en clase estaba haciendo sus operaciones de matemáticas, mientras que Ino jugaba con su propio lápiz y Naruto dormía. Una niña del grupo se puso de pie, y pidió permiso para salir al baño. Bajando las escaleras del segundo piso llegó con normalidad al baño, donde se tomo su tiempo de hacer sus necesidades y lavarse las manos, saliendo a brinquitos del baño y tarareando una canción. Pero una bala le roso por la mejilla, y fue cuando dejó de brincar. Con suma tranquilidad ella subió las escaleras, con una mirada vació, los ojos bien abiertos y los brazos caídos. No hacía nada de ruido, y cuando ella entro al salón todo el mundo le miro un poco extrañado. Otra niña quien estaba frente a la pizarra resolviendo la ecuación y la profesora con su libro en mano miró a la que acaba de abrir a puerta.

— ¿Sucede algo, señorita? —preguntó con un tono muy normal la profesora.

Sakura sin hacerle caso a ninguna dejó su lápiz en su pupitre, con el problema ya resuelto. Miró por la ventana extrañada de no encontrar a ninguna camioneta en el jardín de Konoha, el cual estaba muy cerca de la escuela. Miró más abajo, la entrada de la escuela, y descubrió algo.

— ¿Señorita?, —la profesora se acerco a la pequeña, y al notar la severa herida en la mejilla se alarmó— ¿pero qué te ha pasado?

Naruto, quien ya estaba medio despierto noto algo en Sakura, le temblaban los dedos, muchas veces le temblaban, pero siempre con una misma razón. Por lo que levanto la vista y encontró con lo mismo que lo dejó impactado.

— ¡Profesora, los soldados…

Y las balas comenzaron a entrar por las ventanas.