Lamento mucho no haber subido éste cap. antes, lo cierto es que me he visto con muchos problemas, tanto familiares, escolares, psicológicos, y físicos, y aunque se que no hay pero que valga les pido disculpas encarecidamente. Me ausenté en demasía y lo siento de verdad, espero no haber perdido su apoyo a pesar del tiempo y les doy gracias a todas aquellas que dejaron un review, los leí todos y creo que no hace falta que mencione nombres, solo decir que les agradezco de corazón todas y cada una de sus palabras.


Capítulo 3: Sobre Sentimientos y Tradiciones.
Hermione recorrió los pasillos del castillo en tiempo récord, antes de su encuentro con Ron había pensado que quizás el chico que rondaba en esos momentos por su cabeza podría estar en la biblioteca, en los jardines o en el peor de los casos en su sala común. Se negaba rotundamente a creer que se hubiera ido antes de tiempo a su mansión ya que eso significaría que todo lo que había pensado decir se fuera a la reverenda mierda. Suspiró e intentó darse ánimos justo en el momento en que tocó el picaporte de la biblioteca, comenzaba a sospechar que no sería buena idea pero intentaba mantener el positivismo en sus pensamientos para no caer en la decepción y hundirse en la depresión justo en su último día en Hogwarts, no debía perder tiempo ya que cuando menos se lo esperara aparecerían Ginny, Lavender y Parvati buscándola para secuestrarla y alistarla para un baile al que no planeaba ir sin cierto rubio de ojos color del mercurio y porte aristocrático. Giró el pomo de la puerta y con una sonrisa de anticipación acompañada de un asentimiento de cabeza saludó a la señora Pince, la cual devolvió el gesto y siguió observando algunos papeles que tenía sobre su escritorio.
La leona continuó su camino y se adentró en los múltiples pasillos de aquel enorme lugar al que tan bien conocía. Pasó todos y cada uno de los pasillos con parsimonia, asegurándose de haber revisado bien antes de continuar con el siguiente. Comenzaba a darse por vencida cuando escuchó un sonido seco, como el que hacía un libro al caer al piso, había estado tan concentrada observando la presencia de alguien que al escucharlo dio un respingo, automáticamente su mirada se dirigió a un lugar que había visitado escasas veces y que con sólo mirarlo por unos segundos logró que un escalofrío le recorriera la espina dorsal.
Se acercó lentamente al lugar, titubeante y con el corazón latiendo en su pecho frenéticamente, tragó grueso y haciendo acopio del valor que representaba a los de su casa, se cuadró de hombros, levantó el mentón orgullosamente e ignoró el temblor de sus rodillas, para después encaminarse con paso decidido hasta "La sección Prohibida". Tragó aire de golpe y lo dejó salir por la boca con los dientes apretados, haciendo un sonido siseante, que en cualquier otro momento podría haber sonado amenazante. Asomó con cautela su rostro por el pasillo que sólo estaba separado de lo demás por una cuerda mágica, evitando que los alumnos pasaran por ese lugar sin un permiso firmado.
Escuchó como una voz ronca y grave maldecía por lo bajo mientras recogía el libro que seguramente había dejado caer por accidente.
Del otro lado del pasillo sólo se podía ver a un rubio platinado, agachado para recoger el estúpido libro que desgraciadamente había dejado caer por estar demasiado distraído recordando la suavidad de los labios de cierta Gryffindor sobre los suyos.
Inconscientemente se llevó por milésima vez los dedos hasta el lugar donde aún le picaba la ausencia de tan tiernos labios. Volvió a maldecir, pero ahora a sí mismo por su debilidad, no podía creer lo que había hecho y aunque llevaba deseándolo desde que la había conocido y que se había aceptado a sí mismo hacía sólo dos años después de ello, sentía que algo importante le faltaba. Aún no podía entender como ni cuando se le había creado ese horrible agujero en el pecho, y que sólo había sentido lleno cuando la Leona le correspondió, anudando sus delicados dedos en el pelo de su nuca y que aún tenían la sensación de electricidad en ese punto en específico. Cerró los ojos con fuerza y se dejó caer de rodillas en el piso, con el corazón latiendo en su pecho agonizante, como si de pronto sólo le quedaran unos latidos más. El corazón se le arrugó cuando recordó las veces en las que la había humillado, las veces en las que la había llamado "Sangre sucia", las veces que había visto que sus ojos se inundaban en lágrimas, pero que nunca soltaba, demostrando así lo orgullosa que era. Recordó el golpe que le había dado en tercero y una nueva puñalada se le clavó en el corazón, haberla visto tan hermosa aquel día, con ese brillo especial en la mirada, aquel brillo de furia, de dolor y decepción, que se dirigían a él de una manera que aún lo hería. Sabía que ella tenía un carácter fuerte, pero ya había perdido la cuenta de todas las veces que había deseado que compartiera con él al menos una de las sonrisas que le dedicaba con tanta sinceridad a sus amigos, el Pobretón y el Cara-Rajada. ¿Cuántas veces no había deseado estrangular con sus propias manos al zanahorio?, al ver como ella lo miraba, con tanto amor y tanta admiración. Como éste pasaba inadvertidos los sonrojos de la castaña cuando hacía algún comentario sobre su aspecto (que no eran comentarios realmente positivos), cuando la hacía enfurecer y en las ocasiones en las que la hacía llorar.
Sí, porque Draco Malfoy sabía cuando Hermione Granger se encerraba en el baño de Myrtle la Llorona a llorar después de una pelea con el Weasley. ¿Cuántas veces no había deseado abrazarla y después correr a asesinar al Pobretón?, había perdido la cuenta. La verdad es que también había perdido la cuenta de las tantas veces que él la había ofendido para que borrara de una vez esa sonrisa que tanto lo torturaba secretamente, aunque después se arrepintiera de ver como la hería. Después de un tiempo se había resignado a simplemente fingir que la odiaba, para ver si así podía superarla, superar ese efímero deseo de tenerla entre sus brazos, de que fuera de su pertenencia, de escuchar que ella decía quererlo. ¿Cuántas veces Hermione había sido la protagonista de sus sueños prohibidos?, ¿Cuántas veces había deseado que ella fuera suya como él era de ella?, realmente no lo sabía, pero su corazón cada vez palpitaba con más dolor al darse cuenta de que ese amor no podía ser, que él estaba enfermo y que lamentablemente nadie más que ella podría curarlo. Cosa que jamás pasaría.
Una lágrima solitaria y salvaje se deslizó por su piel de alabastro, seguida de otra más y después de otra, dejando en su camino marcas de humedad por todo su rostro, contra todas sus creencias, contra todo lo que le habían enseñado desde el fatídico día de su nacimiento... lo que le habían dicho sobre el llanto, lo débil que se convertía un Malfoy al enamorarse. Gimió por lo bajo y golpeó el piso con los puños, sintiéndose roto por dentro, como nunca antes se había sentido "¡Todo por tu culpa, Hermione!", susurró entre hipidos causados por el llanto, sin saber que justo a unos cuantos pasos detrás de él se encontraba la causante de su dolor, la cual había escuchado con claridad lo que había dicho el ojiplata. El corazón de Hermione se detuvo al caer en la cuenta de que Draco seguía golpeando con fuerza el piso y que pronto se haría daño de verdad. Se llevó las manos a la boca para evitar que un gemido de dolor se le escapara de los labios. Por alguna extraña razón, a la castaña le dolía ver a su antiguo Némesis de esa forma, le dolía porque sabía que ella había sido la causante. Su cerebro estaba nublado por el sentimiento de culpa y de dolor. Un hechizo inarticulado cruzó su mente y sin importarle nada más levantó su varita y desanudó la cuerda mágica que la separaba del cuerpo del rubio
Malfoy ni siquiera había advertido que no se encontraba solo, estaba tan consumido por el dolor que no le importaba nada más. Su corazón estaba palpitando cada vez más lento, o al menos eso sentía él. Podía notar que se rompía dentro de su pecho y le causaba un horrible dolor, lo hacía agonizar por saber que no era más que sus sentimientos.
Unas manos cálidas lo tocaron con lentitud, explorando cada centímetro de piel que pudiera tocar. Él no levantó la vista, sabía que era la cálida y suave piel de ella, de lo que no estaba seguro era de sí aquel era un sueño, el paraíso o simplemente la realidad. Levantó el rostro (que se encontraba casi totalmente cubierto por los platinados mechones rebeldes que formaban su cabello desarreglado) cuando las manos le indicaron que lo hiciera, se dejó hacer sin chistar, no tenía fuerzas para nada. Unos temblorosos labios acariciaron sus párpados con lentitud, haciendo que su columna sufriera una descarga de electricidad, no intentó abrir los ojos ya que creía haberse quedado dormido y por lo tanto si abría los ojos, se perdería la ilusión y volvería a sentirse vacío. Si en verdad estaba soñando, entonces no pensaba arruinarlo, se quedaría dormido para siempre si eso significaba tener el contacto de aquellos labios que intentaban consolarlo indefinidamente.
Hermione no sabía porque lo hacía, pero un impulso la había incitado a besar los párpados del platinado, lo cierto es que más que besarlo, lo único que quería era que él dejara de llorar, sentía la necesidad de consolarlo como fuera posible. Suspiró levemente al sentir el estremecimiento de él y que por alguna razón ella también sintió. Pudo notar como el rubio ladeaba la cabeza y se acercaba más a ella. Sin dudarlo, la castaña envolvió sus brazos alrededor de él y acunó su rostro entre el hueco de su cuello, dejando que éste la rodeara también. Un sonrojo cubrió sus mejillas al darse cuenta de la imagen tan íntima que mostraba esa nueva posición, pero no se asemejaba al sentimiento de plenitud que inundaba todo su ser al ver la sonrisa inocente y sincera que le dedicaba el rubio. Una nueva lágrima recorrió la mejilla de la castaña, rodando por ella y mojando a su paso su piel hasta llegar al rostro de Draco, que apretó por unos segundos los párpados y después se atrevió a espiar por debajo de éstos, entre las pestañas. Se encontró con una imagen que lo dejó sin aliento. Ahí estaba la castaña, la que secretamente y sólo en su mente catalogaba como SU Hermione, observándolo como nunca antes lo había hecho, como tantas veces lo había soñado, con esa sonrisa sincera dibujada en sus carnosos y rojos labios, para él. Hermione estaba sonriendo para Draco, como nunca lo había hecho, ni siquiera con sus amigos. Una calidez la invadió al notar como la sonrisa de Draco se ensanchaba aún más y después sus labios se separaban para decir algo, que sonó más a un suspiro que a otra cosa.
-Hermione...- La castaña pensó que nunca antes había pronunciado su nombre tan hermosamente como él acababa de hacerlo. -Seguramente he muerto- caviló más para sí mismo que para alguien más. -Seguramente morí y fui condenado a vivir de esta forma. Sabiendo que tuve que esperar toda una vida para poder estar contigo- la sonrisa de Hermione se desdibujó al escuchar lo que decía, lo cierto es que no se esperaba eso ¿Acaso Draco creía que estaba muerto y en el infierno?. Lo observó con más detenimiento y sin poder evitarlo, posó sus labios sobre los de él, sólo un inocente roce de labios, tierno y pasivo, no como el beso de antes, éste era dulce y sabía a amor, no a dolor ni a despedida. Suspiró sobre el rostro de él y éste cerró los ojos deleitándose con ese dulce olor a vainilla.

Ambos estaban metidos en el momento, disfrutando de la silenciosa compañía del otro. La vida les parecía irreal, ilógica. ¿Cuánto tiempo habían perdido odiándose mutuamente? ¿Para qué? El rubio la apretó contra su cuerpo con miedo a perderla, con miedo a que se esfumara y lo dejara sumido en una triste melancolía.
La castaña correspondió al abrazo gustosa, sintiendo un cosquilleo en su pecho y el aliento del rubio sobre la tierna piel de su cuello. Se estremeció levemente y con delicadeza levantó una de sus manos, acariciando aquel platinado cabello que tanto había deseado tocar en el pasado secretamente. Tenía miedo de hablar, tenía miedo de hacer un movimiento en falso y que todo eso desapareciera.
Si alguien en el pasado les hubiera dicho que se encontrarían de esa forma; consolándose mutuamente y lamiéndose las heridas abiertas, seguramente habrían llamado a San Mungo para que lo encerraran como paciente de alto riesgo. Sin embargo, ninguno de los dos estaba pensando en eso, sólo podían seguir paseando por aquel mundo esponjoso y dulce del que sólo ellos dos eran habitantes.

Al final, haciendo acopio de todo su valor, abrió la boca y comenzó a hablar. -Draco...Yo... No sé que ha ocurrido. Ha sido todo tan repentino que no he tenido tiempo asimilarlo del todo... Pero no, no estás en el infierno, ni en el cielo. Estás aquí, conmigo. Con la sangresucia que despreciaste todos estos años. Con la chica que no soportabas ver, a la que disfrutabas herir. Estoy aquí y no me importa el pasado, en realidad. Te quiero. Cómo o cuando sucedió no lo sé, sólo te quiero. Y pues... Tenía que decirlo. No podía engañarme a mi misma por más tiempo. Esto es una completa locura... -Se mordió el labio inferior y apartó la mirada, con un nudo en el estómago. Estaba increíblemente nerviosa, emocionada... Y él también. Aquellas palabras habían llegado hasta su frío corazón, haciéndolo latir de manera rápida, como si quisiera salirse de su pecho. Una sonrisa apareció en el rostro de aquel rubio misterioso y elevó una mano para acariciarle los labios, callándola suavemente. Era ahora o nunca.

El rubio se hincó frente a ella, la miró a los ojos tan profundamente que parecía que estuviera hablando por ellos, ella sabía lo que diría, lo había notado en su mirada. Pero deseaba escucharlo de sus labios para poder declarar ese día, como el más feliz de su estadía en Hogwarts. Él se aclaró la garganta y después de depositar un tierno beso en su mejilla, la insitó a ponerse de pie. Ella obedeció sin chistar y él, tomando una pose galante y llena de gracia, sacó su varita. Hizo un pequeño movimiento de ésta y ante los ojos curiosos de la castaña, apareció una rosa negra. Era simplemente hermosa, la rosa más bella que jamás hubiera visto en su vida, y es que no era cualquier rosa. La gran familia Malfoy no sólo era conocida por sus hechizos de magia oscura, sino también era reconocida entre sus integrantes por ser el sello, el sello de aquel que encontraba a su pareja. Lucius nunca lo había utilizado, porque no amaba a Narcissa, pero todos sus otros antepasados, siempre sin excepción, habían encontrado a su verdadero amor, y habían convocado esa rosa negra. Ésta duraría mientras ellos estuvieran vivos, aunque no estuvieran juntos, sería el recordatorio de que en algún momento de sus vidas, se amaron en verdad.

Él se la extendió sin dudarlo ni un segundo y ella la recibió con lágrimas en los ojos. Se sentía emocionada, y aunque no sabía porqué en cuanto la tomó, sintió como si algo hubiera nacido de ella. Como si estuviera firmando un pacto de algo que no necesitaba ni de palabras ni de papeles. Un pacto de amor, uno que sería para siempre. Él, que permanecía aún hincado frente a ella, dijo con voz aterciopelada
"Hermione Jane Granger, hoy aquí, yo Draco Malfoy te entrego ésta rosa negra como muestra de mis sentimientos hacia ti. Ésta rosa perdurará tanto como duren nuestras vidas, y demostrarán el amor que nos profesamos mutuamente aquí y ahora". Se levantó con elegancia y se acercó a ella. Con un suave movimiento, él la tomó entre sus brazos y le susurró al oído "Te amo, Hermione. Y eso no cambiará ni aunque yo lo desee. Conserva ésta rosa, es sólo para ti. Jamás se secará ni morirá"...

Antes de que pudiera continuar, ella ya había rodeado su cuello con ambos brazos y había juntado sus labios con los de él.
Ambos se besaron, dulcemente, con parsimonia. El tiempo se detuvo y nada más existía en ese lugar más que ellos.


Bueno, aquí después de algunos meses con otro capítulo de 'No sabía que él me amaba'.

Pido disculpas por el enorme tiempo que me tomé para subir ésto y aunque sé que prometí que sería el último capítulo un mensaje recién leído en el privado, me recordó todo el tiempo que llevo sin subir esto.

Lo cierto es que ya lo tenía hecho, solo le faltaban unos cuantos detalles y listo. Este es un capítulo de transición, el próximo ya sin falta, será el del baile y el último.

Les agradezco a todas las que me han leído hasta ahora por sus mensajes y pido perdón nuevamente por haberme demorado tanto. Gracias por esperar todo este tiempo.

Cristal D'Felton.

10/07/2013.