Y para aquellos que aun seguían inconformes, ¡El último epilogo para finalizar la historia!


Mi ángel guardián – Epilogo 2

—Ya está.

—Me tomas el pelo —dijo Sakura, sosteniendo a su hijo de ocho semanas en la rodilla mientras trataba de abrocharse el vestido. — ¿No más reescrituras? —preguntó, bromeando.

—En absoluto. Déjame que lo coja mientras te cambias —dijo Itachi estirando los brazos hacia el niño.

— ¿Cambiar el qué?

—Muy graciosa. Mientras te cambias de ropa porque os voy a llevar a cenar a los dos para celebrarlo. Uno no termina de escribir un libro cada día.

—Tampoco ocurre cada día que un hombre de treinta y siete años escriba su autobiografía.

—Nuestra autobiografía —dijo él, cogiendo al niño en brazos y dándole un tierno beso antes de acurrucarle contra su hombro.

—Tuyo —dijo Sakura, sonriendo mientras subía las escaleras de la vieja mansión, y mientras lo hacía pensó en los últimos dos años de su vida.

Pensó en cómo conoció a Itachi, al que casi atropella con el coche, cómo él sufría amnesia y tuvieron que trabajar juntos para averiguar quién era. Y fue mientras investigaban, con la ANBU tras ellos pensando erróneamente que Itachi era un criminal en busca y captura, cuando averiguaron que alguien estaba intentando asesinar a Sakura.

Se detuvo en el descansillo por un instante y miró hacia abajo, al cabello moreno de su marido, que sostenía a su hijo, meciéndose suavemente con él mientras escuchaban el disco de Enya preferido del niño.

Ella recordó cómo Itachi la rescató de aquellos hombres, cómo escaparon en la moto de Itachi y cómo, detrás de ellos, el coche en el que viajaban los tres hombres y la mujer se despeñó por un precipicio. Los cuatro murieron en el acto. Cuando se hizo público que Sasuke Uchiha, el periodista televisivo que se había prometido con Sakura, estaba implicado en la conspiración, fue desacreditado y despedido. Había oído que Sasuke estaba haciendo las previsiones meteorológicas en un pueblo perdido cuyo nombre nadie conocía.

Más tarde, Sakura reclamó su herencia, la mansión Senju, e Itachi y ella se casaron. Emplearon parte de la fortuna del capitán en restaurar la antigua casa hasta que se convirtió en un hogar acogedor, hogar que ella e Itachi pensaban llenar de niños.

Pensó que resultaba extraño cómo un principio tan aparentemente infeliz había acabado tan bien. A veces se preguntaba cómo sería su vida ahora si ella o Itachi no hubieran escapado cuando aquellos hombres les apuntaban con pistolas.

—Pero escapamos —dijo ella en voz alta, y continuó subiendo las escaleras. —Gracias a Dios y al Cielo.

Se detuvo un momento para contemplar la enorme vidriera de colores que iba desde el techo de la casa hasta el primer piso. La vidriera original se había hecho añicos hacía muchos años y, cuando Sakura heredó la casa, cubrieron el espacio con un panel, de modo que cuando decidieron cambiarlo, Itachi dijo:

—Pongamos una imagen del arcángel Fugaku.

— ¿Tienes una foto suya para dársela al cristalero? —dijo Sakura, bromeando.

—No, pero aunque sea raro, sé qué aspecto tiene.

De manera que había una vidriera con la imagen de un hombre de tres metros y medio, un hombre extraordinariamente apuesto que llevaba una armadura negra y que miraba frunciendo el ceño a quien pasaba ante él. Pero incluso con el ceño fruncido, había algo benévolo en su expresión y Sakura le sonreía cada vez que pasaba delante de él.

—Gracias a ti también —susurró ella, sin saber por qué.

¿Qué tenía que ver un personaje de ficción como el arcángel Fugaku con que ellos escaparan de unos hombres armados?

Sin hallar la respuesta, Sakura se encogió de hombros y subió las escaleras hasta su dormitorio.

Abrió la puerta del armario.

—Así que, dígame capitán, ¿qué debería ponerme esta noche? —dijo en voz alta, refiriéndose al fantasma que la gente decía que habitaba en la casa.

Sin embargo, ni ella ni Itachi habían visto nunca ningún indicio de que hubiera un fantasma en la casa; además, no creían en fantasmas.

Mirándose la barriga, cuya forma todavía dejaba mucho que desear, ella hizo una mueca.

—Venga, capitán, tenga piedad, ¿qué cree que una mujer gorda y que acaba de tener un bebé como yo debe ponerse para seducir a su marido? Necesito ayuda.

Lo dijo en broma, pero al instante oyó un ruido que provenía de la parte superior del armario.

— ¡No, ardillas otra vez, no! —dijo, mirando al techo.

Encendió la luz y, para su asombro, vio que el techo del armario empezaba a desprenderse. «¿Termitas?», pensó, mientras seguía mirando cómo caían las tablas.

En el momento en que cayeron por completo con gran estrépito, agachó la cabeza, pero no antes de que algo la golpeara en ella. Cuando levantó la mano y lo tocó, notó algo muy liso y frío.

Una vez se hubo asentado el polvo, Sakura se miró la mano y vio que sostenía un collar de esmeraldas y que a sus pies, en sus hombros y entre su ropa había lo que parecían ser las joyas del tesoro de un pirata.

— ¡Caramba! —dijo Sakura con los ojos como platos mirando las piedras relucientes.

— ¿Qué ha sido eso? —gritó Itachi mientras subía las escaleras, sosteniendo al niño firmemente. — ¿Estás bien? Ha sonado como si el techo se estuviera desplomando.

Lentamente, Sakura se dio la vuelta y levantó las manos.

—Creo que hemos encontrado las joyas de la bisabuela —dijo suavemente.

— ¡Que me aspen! —dijo Itachi, recogiendo del suelo una pulsera que parecía ser de diamantes. —Como a vosotros —miró hacia un rincón de la habitación. —Gracias, viejo —dijo.

Tanto él como Sakura hubieran jurado que oyeron una efusiva carcajada.

—Salgamos de aquí —dijo Itachi.

Entonces cogió a Sakura de la mano y bajaron las escaleras corriendo.

Minato levantó la vista hacia el arcángel Fugaku y le dijo: — ¿Por qué le enviaste a la Tierra?

—Porque durante siglos Itachi se había enamorado de Sakura. A veces pasa, pero en el caso de Itachi estaba interfiriendo de manera negativa. Sakura tiene muy buen corazón, pero seguía enamorándose de canallas. En las últimas vidas, antes de ver a Sakura casada con un hombre que la tratara como basura, Itachi quebrantó el sistema y evitó las bodas.

— ¿Y eso no es bueno? —preguntó Minato, con los ojos brillantes, ya que conocía la respuesta.

Siempre le había divertido ver a un soldado glorioso como el arcángel Fugaku involucrado en algo que no fuera la guerra y la paz.

—Lo habría sido, salvo que Itachi no podía soportar que ningún otro hombre se casara con ella y Sakura vivía una vida de solterona. Durante dos vidas ha muerto virgen, sin hijos, una carga para sus familiares; tristes y solitarias vidas. Y ese no era su destino.

—Así que, en esencia, le enviaste a la Tierra para que decidiera si quería estar o no con la mujer que amaba.

—Exactamente.

— ¿Y ha hecho lo que tú esperabas?

—Claro que sí. Me ha complacido en gran medida. Los dos son buenas personas y tendrán buenos hijos. Irradiarán mucho amor y bondad. En la Tierra siempre vienen bien el amor y la bondad.

—Entonces, ¿nuestro joven amigo Itachi no será rebajado de categoría?

El arcángel miró a su viejo amigo y al ver que le estaba tomando el pelo, sonrió. No importa lo amenazador que fuera su semblante, nunca atemorizaba a Minato ni podía engañarle, puesto que tanto Minato como Dios sabían que Fugaku tenía un gran y amable corazón.

—No del todo —murmuró Fugaku, y volvió a centrar su atención en lo que sucedía en Oriente Próximo. —No, no del todo.

FIN.


Naruto no me pertenece, esta es una adaptación de "Un ángel para Emily" sin fines de lucro por una fan del ItaSaku. Muchas gracias a todos por haber llegado hasta aca.