-ESTA NOCHE-

Rosalie bajó la mirada hacia su desvalido mariscal de campo y se lamió los labios. Mmm, las cosas que le iba a hacer. El temor en sus ojos sólo intensificaba su anhelo. Ya estaba mojada, pero quería tomarse las cosas con lentitud. Había esperado tanto para tenerlo así. Solo para ella. Esta noche.

—Ahora, sólo relájate, y déjame tomar el control…— susurre en su oído.

— ¡No, espera! ¡Esto es una locura!

— ¿Lo es?—

Rosalie se sacó la camiseta, y jadeó mientras el aire frío golpeaba sus pezones, haciéndolos endurecerse aun más. Los ojos de Emmet se oscurecieron mientras recorrían sus respingados pezones y el vientre plano. Ella subió sus manos por su cuerpo, tocándose Su pene se estaba endureciendo debajo de su mirada. Era grueso y largo, justo como siempre se lo había imaginado. Así que le gusto lo que vio. Sonrió diabólicamente y se pellizcó los pezones, haciéndolos aun más puntiagudos y duros.

—Oh mi Dios…— susurro Emmet.

— ¿Estás seguro de que quieres que espere? ¿No hemos esperado lo suficiente?— Ella se estiró, pasando las manos por los musculosos muslos de él, luego una vez más hacia abajo, estimulándolo. —Esta noche eres mío— El ligero rastro de vello sobre su vientre y sus pectorales la hicieron mojarse más.

—Rosalie…

Él cerró la boca cuando ella se movió para unírsele en la cama, sentándose en el espacio entre sus piernas separadas. Su pene se paró totalmente erecto entre ellos.

Ella pensó haber visto el temor disipándose de su mirada. No puedo tener eso.

—Me llamarás Señora. Te dije que me perteneces. Eres mi pequeño perrito. Y si quieres que juegue con ese pequeño y sucio pene tuyo, es mejor que te importe lo que te digo. ¿Entendido?—Se levantó y bajó por su pecho rasguñándolo con sus uñas. Su pene chocó contra el estómago de ella, y Emmet gruñó.

—Qué infierno… no voy a llamarte Señora. Eres mi compañera de laboratorio por Dios.— Su cachetada le dio directo en la cara.

—No creo eso, perra. Dilo, o jamás tendrás algo de diversión. ¿Quién sabe? Tus bolas se pueden poner tan azules hasta que se caigan. Puedo hacer tu vida un infierno, si me obligas— Se inclinó hacia abajo y pasó rozándose sobre su gruesa erección, asegurándose de que él sintiera los puntos de sus pezones arrastrándose sobre su sensible piel. Él gimió.

—Oh Dios. Oh, Rosalie. Quiero decir, Se… Señora—

—Eres un buen chico— respiró ella. Se inclinó hacia abajo y pasó su lengua a lo largo de la parte inferior de su pene. —Obtienes una recompensa por buen comportamiento—El cuerpo de Emmet se encogió, y se mordió los labios. Sus ojos estaban enfocados en sus senos, recorriendo sus curvas deliciosas y apretadas.

—Uh. Sigo creyendo que estás loc…—Los labios de ella se envolvieron alrededor de la cabeza de su pene, y él jadeó. Él era grueso y difícil de tomar, pero éste no era su primer rodeo. Ella lo liberó con un ¡POP!.

Emmet estaba respirando pesadamente cuando ella levantó la mirada. Podía oler su sudor mezclándose con el almizcle de su desodorante. Ella pasó su lengua por sus bolas, lavando la piel con avaricia. Él se movió debajo de ella, sus muslos apretándose mientras ella lo chupaba.

—Ahora, voy a usarte como la pequeña perra que eres. ¿Estás listo para complacer a tu Señora, o tengo que castigarte?

— ¿Qué tenías en mente?— Los ojos de Emmet estaban muy abiertos, y ella podía sentir la duda. Su pene brillaba con su saliva.

—Vas a complacerme con tu boca, y si tienes suerte… puede que me corra sobre toda esa bonita cara tuya— Le pellizcó la mejilla y frunció los labios como enviándole un beso.

Saltó fuera de la cama, y lentamente se contoneó para sacarse las bragas, moviendo sensualmente sus piernas. La mirada de él siguió cada movimiento, el movimiento de sus ojos como una caricia bajando por sus esbeltas curvas. Ella puso sus bragas sobre la cara de Emmet y las frotó sobre su nariz. Su cabeza se echó hacia atrás sorprendido.

—Acostúmbrate a mi olor, osito. Voy a usarte tan seguido como quiera, y a ti te va a encantar cada minuto de mi coño apretado y pequeño presionado contra tu cara—Emmet inhaló involuntariamente, luego dejó escapar una respiración temblorosa.

Sus ojos encontraron los de ella. Ella se agachó y lo besó con ternura. Su lengua recorrió su labio inferior, y él gimió.

—Así es, bebé. Así es— Lo volvió a besar y le retorció un pezón con fuerza.

— ¡Ayy! ¿Qué jod…?—

—No, no, no. Tú no le hablas así a tu Señora, ¿Cierto?— Sus dedos envolvieron sus bolas y las apretaron firmemente. —Puede que me moleste y haga algo que ambos lamentemos— Su agarre se tensó sólo lo suficiente para hacer que una gota de sudor rodara por la frente de él.

—No, Señora… por favor—

—Mmm, eso es lo que me gusta oír. Buen chico— Rosalie escaló por su cuerpo y puso su vagina encima de la cara de Emmet. Agarró la cabecera y se bajó sobre él. —Lame—Instantáneamente, su lengua salió, probando sus pliegues. Ella estaba tan mojada, tan caliente por sólo tenerlo ahí, de ese modo; totalmente desvalido para todos sus caprichos. Ella se presionó sobre su toque, saboreando la sensación de sus labios cerrándose sobre su clítoris y chupando. Dios, él era bueno.

—Así es, perra. Haz que me corra con tu boca—

Él pasó su lengua bajando por sus labios inferiores, haciéndola estremecer. Ella ya estaba tan cerca, tan increíblemente cerca. Se pellizcó los pezones con una mano, el dolor mezclándose con el placer de sus atenciones. Se estiró hacia atrás y agarró su duro pene, bombeando gentilmente arriba y abajo. Debajo de ella, oyó su gemido amortiguado, las vibraciones hicieron que su placer se construyera más rápido en su núcleo.

— ¡Sí! Más rápido, perra. ¡Justo ahí!— Ella se retorció sobre su cara, empujándolo.

Él estaba lamiendo exactamente el punto correcto, haciendo que su cuerpo ardiera con un fuego salvaje. Estaba tan mojada. Sabía que sus jugos estaban bajando por las mejillas de él y dentro de su boca. El pensamiento la empujó justo por encima del borde.

Su lengua exploró su apretado orificio, ella perdió el equilibrio por ello, su vagina retorciéndose alrededor de él mientras se corría.

— ¡Sí! ¡Oh, Dios!— Ella cabalgó su cara, estancándose sobre él mientras sus músculos se retorcían y el placer chocaba contra ella ola tras ola.

Ella retrocedió sentándose sobre su pecho y bajó la mirada hacia él, jadeando.

—Buen trabajo, osito. Parece que hay algo que puedes hacer bien después de todo.

Buscó abajo y le dio otro apretón a sus bolas. —Me pregunto si puedes joder tan bien como jodes oralmente—

La cara de él estaba resbalosa con su corrida. Él asintió y se volvió a morder el labio. —Puedo complacerte, Señora— Sus ojos bajaron recorriéndola hasta sus pezones, erectos y enojados por sus pellizcos, y se quedaron en el rosado resbaloso de su vagina que se asomaba entre sus muslos.

—Oh, también aprendes tan rápido— Pasó sus manos por el pelo de él, y las bajó hasta su garganta. La apretó y acercó su cara a la de él. —Vas a joder mi culo, y vas a hacerlo bien. De otro modo— le mordió el labio —será tu culo. ¿Entendido?

— ¡Sí, Señora!— Su cara era un cruce perfecto entre lujuria y ansiedad.

Ella le dio una suave cachetada por portarse bien. —Bien—

Sacó el lubricante de su mesa lateral y masajeó la fría jalea en su pene. Él aulló por la temperatura, y ella pellizcó su pezón hasta que él cerró su maldita boca. Se lubricó un dedo y lo pasó lentamente sobre su fruncimiento, empujándolo dentro, luego moviéndolo en pequeñas embestidas, calentándose y preparándose para tomarlo. Los ojos de él estaban pegados a los de ella, y se lamió los labios ansiosamente. Ella se giró para que él tuviera una mejor vista, los redondos globos de su culo perfectamente expuestos.

—No te corras hasta que te lo diga, perra. Si te corres dentro de mi apretado culo antes de haber terminado contigo, te golpearé sangrientamente. ¡Tampoco pienses que no lo haré! Puedes ser remplazado tan fácilmente como saco la basura, ¿me oyes?— Ella se giró, volviendo a agarrarlo por la garganta.

—Sí, Señora. Entiendo. Yo…— él miraba su cuerpo con hambre, —yo trataré de no correrme hasta que me lo digas

Ella le apretó las bolas hasta que él gimió. — ¡Tú HARÁS lo que te DIGA que hagas! ¡Sin excusas!— Su palma volvió a caer sobre su mejilla con un chasquido.

Lágrimas saltaron de sus ojos, pero asintió. Su pene se retorció al lado de ella. Él está metido en esto tanto como yo, pensó ella. Plantó un beso en el hueco de su garganta raspando con sus dientes a lo largo de su yugular. Él se estremeció de bajode ella.

—Buen chico.

Ella se puso sobre su pene y lo guió cuidadosamente hasta el orificio de su culo.

Descendió lentamente, sintiendo la presión mientras la gorda cabeza de su pene chocaba contra su entrada. Un agudo empuje hacia abajo, y se abrió para él, deslizándose sobre su pene. Hubo un ligero dolor mientras se acostumbraba a la circunferencia, y fue su turno de estremecerse. Le encantaba la sensación de un gran pene en su culo. No había nada parecido a eso. El placer mezclándose con el filo del dolor era algo que ella atesoraba.

Emmet gruñó debajo de ella y embistió hacia arriba con sus caderas, levantando su cuerpo con el movimiento. Ella gimió y volvió a rasguñar su pecho con sus uñas, adorando las líneas rojas que aparecieron sobre su bronceada piel. Ella empezó a moverse arriba y abajo, girando sus caderas atrás y adelante sobre su pene, queriendo sentirlo tan profundamente como fuera posible. Él cerró los ojos y arqueó la espalda, empujando hacia arriba dentro de ella.

Ella puso sus manos en su pecho y deslizó su pene dentro y fuera de ella, primero lentamente, luego más fuerte, más rápido. Su pene llenándola hizo que su vagina se volviera a encender. Lo cabalgó duro, golpeando su culo hacia abajo hasta que él estuvo profundo hasta las bolas una y otra vez, y por el modo en que él estaba rodando los ojos, sabía que Emmet estaba resistiendo apenas.

— ¡No te corras, jodido! Le juro a Dios, te joderé el culo con el puño si no duras para mí —Amenazó.

Debajo de ella, el mariscal de campo abrió los ojos y gruñó. —Déjame…tocarte…— jadeó, entre embestidas.

Su clítoris quemaba con anticipación, y ella se estiró hacia arriba y deshizo el nudo de su mano derecha, liberándola. —Hazlo.

Él alcanzó entre ellos y le acarició el hinchado clítoris con el pulgar. Ella gritó su nombre y cayó contra él, bombeando su apretado anillo más y más rápido, subiendo y bajando sobre su pene. El calor llenó su vientre, y sus muslos temblaron mientras se volvía a acercar a esa cima. La sensación de su pene empujando dentro de ella con cada embestida de sus caderas combinado con su mano expertamente frotando encima de su protuberancia volvieron a llevarla a la cima.

Cayó contra él, manteniéndose sobre su pene mientras perseguía su orgasmo.

Emmet empujó sus caderas hacia arriba y al mismo tiempo pellizcó con fuerza su pezón. Ella echó hacia atrás la cabeza y gritó, corriéndose con espasmos sobre su pene, chorreándolo con cada oleada.

— ¡Córrete, perra!— gritó ella.

Él empujó dentro una vez, dos veces, luego gruñó mientras se corría dentro de su culo. Ella sintió su pene moviéndose dentro de ella mientras su vagina se apretaba, cabalgando el placer. Ella colapsó sobre su pecho, jadeando.

Luego de un minuto, el brazo libre de él se envolvió alrededor de ella, tirándola más cerca. La intimidad del acto la sorprendió, y se relajó sobre su pecho. Pronto él estaba en ella, y ella se salió rodando a un costado.

Desató su otra muñeca y dejó que se sentara. — ¿Estás… estás enojado conmigo?— pregunto Rosalie.

Ella miraba sus manos sobre su regazo, sin querer encontrar sus ojos ahora que la fantasía había terminado.

Él se inclinó hacia abajo y desató sus tobillos antes de contestar. — ¿La verdad, Rosalie?—pregunto incrédulo.

—Sí— Ella levantó la mirada y encontró su aguda mirada.

Él se estiró y tocó su cara. —Fue exactamente lo que quería. Yo nunca… nunca supe que podría ser así— La besó con ternura. —Me asustaste.

—Siento eso—

—No lo hagas. Me gustó— Fue su turno de bajar la mirada. — ¿Podría, eh, podría volver a verte pronto?.

Una lenta sonrisa se deslizó sobre su cara. — Por supuesto. Todas la noche que yo quiera. Ahora tú eres de mi propiedad. ¿Cierto, perra?—

Él le devolvió la sonrisa. —Supongo que lo soy.

Ella lo volvió a empujar sobre la cama y lo besó con fuerza. Su pene se movió debajo de ella, y ella rió tontamente. Iba a ser una larga noche. Y lo iba a disfrutar como si fuera la última...


Gracias por leer mis historias, y es muy importante sus comentarios ya que me ayudan a mejorar poco a poco.

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Besos..

-KarliiTa B.-