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Último capi y este fic dejará de existir en mi mente y pasará ya entero a las letras. Dedico el fic a mi soci porque siempre mantuvo la esperanza de que lo continuara. Sé que después de tantos años darle un final rápido y poco elaborado no es digno, pero si no lo terminaba así jamás lo terminaría y seguiría cíclicamente atormentándome por las noches XD.
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LA SONRISA QUE ELLA AMA
Había vuelto. El sol había desaparecido. Las risas, la felicidad y la despreocupación de las personas. Nadie había ahí ya. Los brazos de su madre también eran un lejano recuerdo del pasado. Fue extraño que apenas le costará segundos regresar a ese ambiente, asimilar lo que sucedía a su alrededor. En realidad, aunque fuera demoledor asumirlo era consciente de que estaba en el lugar donde encajaba. Era aquí a donde pertenecía. A un mundo de muerte gobernado por el Dios del Mal.
Buscó a su hermana y le pareció que hacía apenas unos segundos había montado en la moto con ella. Que Shizuka-san acababa de morir delante de él al igual que Osamu-san. Lo que sentía lejano era el olor de su madre, la mirada de su padre adolescente y la calidez que desprendían todos sus amigos. Ya era una sensación tan irreal que se preguntaba si no habría sido una ilusión. Una forma de escapar la mente de la muerte durante unos instantes. Se autoconvenció mientras hacía lo que mejor sabía hacer: activar su DigiDes y preparase para el Kagemon que ya se acercaba. Nunca había conocido un mundo en paz donde el sol brillara. Nada de eso había existido más allá de lo imaginario.
Pero entonces una distorsión se apareció ante sus ojos. Agitó la cabeza y hasta se golpeó con fuerza en un lateral. Se estaba volviendo loco porque de nuevo su subconsciente le estaba mostrando esa vía de escape. Volvía a ver a su madre adolescente ante él.
Dudó cuando ella, tras girar la cabeza dando la sensación de desconcierto, aunque se percibía horrorizada, lo miró. Bajó el arma impotente porque era imposible que pudiera soñar unos ojos que trasmitieran algo como eso.
Estaba aquí, su madre estaba aquí en este mundo que jamás debería conocer. Yuujou solo quería salvarla y la había traído con él a su pesadilla.
Quedó sin capacidad de reacción al ver al Kagemon a escasos centímetros. Así la conoció, aunque entonces no fuera consciente. Tan solo quería matar al enemigo y eso hizo en las calles de Odaiba. Solo quería matar y matar sin salvar a nadie. No tenía a nadie a quien salvar ya. Por eso ni se imaginó, ni le importaba realmente quien era esa chica con el traje de tenis que estaba encogida y atemorizaba. Su objetivo era destruir al Kagemon, destruir al Dios del Mal. Todo se sentía más fácil con un objetivo tan simple. Todo era más fácil en un mundo donde no había nada que salvar. Sin embargo, tras sus últimas vivencias había olvidado cuál era su objetivo.
Su momento de confusión hizo que el Kagemon la alcanzase, pero Sora esta vez no se quedó paralizada. Lo encaró, sacó su dispositivo, pero entonces alguien la derribó. Fue tan rápido que en la primera persona en la que pensó Yuujou fue en su padre. Sin embargo, todos sus pensamientos quedaron agolpados en cuanto el Kagemon le dio un zarpazo y vio la sangre brotar mientras ella salía por los aires. La reconoció, la reconocería una y mil vidas pues era la verdadera persona que había estado siempre a su lado. La había visto morir un vez y decenas más desde entonces en sus sueños. Y ahora, cuando podría haber sido capaz de salvarla, la dejaba morir otra vez.
―¡Ai-chan! ―gritó lo más alto que pudo, como si eso fuera a solucionar algo, como si eso fuera a hacer desaparecer su culpa, como si eso fuera a retrasar el tiempo.
A partir de entonces todo se volvió otra realidad y Yuujou no podría asegurar si corrió, se arrastró o algún suceso paranormal se sucedió para alcanzarla. Solo sabía que volvía a tenerla entre sus brazos agonizando. La imagen que le atormentaba volvía a cobrar vida y Yuujou no se sentía con fuerzas para afrontarlo.
La comisura de sus labios desprendía un hilo de sangre tal y cómo recordaba, le costaba hablar, pero hacía una demostración de terquedad propia de ella para lograrlo. Le miraba con un amor del cual alguna vez dudó pero que siempre había sentido sobre él. Su protección, su sombra, su otro yo. Su familia se desvanecía ante él.
Y otra vez aquellas palabras que ahora sabía que jamás cumpliría.
―Puedes conseguirlo, creo en ti.
Rompió a llorar totalmente destruido.
―No puedo hacerlo. He fracasado otra vez.
―Hermanito ―ella sonrió depositando algo en su mano y cerrándole el puño con las casi inexistentes fuerzas que le quedaban―, el tesoro del mundo es tuyo.
…
…
―Kibou, deja ya de tratarme como a una niña. Sé hacerlo.
A mí no me convencía mucho lo que iba a hacer. Hacía poco tiempo que habíamos llegado a la guarida y no quería que nos castigasen y montar las motos a escondidas sonaba a gran castigo. Sin embargo, sabía que era algo que Kibou-san y mi primo Tenshi habían estado haciendo a menudo desde que llegamos. La primera vez fue después de su primera salida en misión. Al destruir una central cercana se tornaba menos peligroso salir a los alrededores hasta que la reconstruyesen. Entonces aún se tardaban varias semanas en hacerlo y estábamos libres de Kagemon un tiempo.
No me gustaba salir porque me daba miedo. Era la primera vez que salía desde que llegué. Mi primo acercó una gran bolsa y la depositó en medio. Eran todos sus tesoros. Los que había recolectado en sus exploraciones y los que había ganado en apuestas como esta. También había cosas que había conseguido guardar de su vida anterior al ataque. Minako-san, a su lado, rio.
―¿Llevas como seis meses recolectando todo eso y te lo vas a jugar en una estúpida carrera?
Mi primo no perdía la sonrisa mientras se colocaba los guantes. Chikako-san estaba realizando comprobaciones a las motos junto con Osamu-san que valoró que ambas estaban al 100%, o lo que era lo mismo, que estaban en igualdad de condiciones.
―¡Ai-chan déjalo, te cuelgan las piernas! ―exclamó Taiyou, que estaba a mi lado.
―¡Cállate idiota!
Nunca la había visto conducir, pero sabía que era capaz porque había estado saliendo con Kibou-san casi todas las noches en los últimos meses. Al principio llegaba siempre con raspones y heridas, pero hacía mucho tiempo que ya llegaba sana.
―Tenshi es un fanfarrón, pero sabe llevar la moto. Siempre empieza a tope, pero al final se desinfla un poco por eso lo mejor es guardar toda la potencia para la recta final.
Yo no entendía mucho, pero Kibou parecía muy serio hablando, sin embargo, mi hermana no le hizo mucho caso.
―¿Por qué seguiría tu consejo si nunca has ganado a mi primo?
Tenshi rio muy fuertemente.
―¡Esa es mi prima!
Si se molestó que creo que sí, Kibou no lo mostró mucho.
―Sé como conduce, sé como ganarle, si no he sido capaz de ganarle es…
―Porque tienes miedo a morir ―lo interrumpió mi hermana con tanta seguridad que las risas desaparecieron al instante.
―¿Acaso tú no tienes miedo a morir?
Mi hermana miró a Minako-san y sonrió de una manera enigmática que no me gustaba.
―¡Mira a tu alrededor!, ¿es que no estamos muertos ya?
Miré el cielo oscuro y humeante. La tierra seca del color de la ceniza y los palpitantes cables que sobresalían bajo ella y enmarañaban los edificios derruidos. A lo lejos se oían bombas esporádicas, señal de alguna resistencia humana pero apenas se oía nada más a parte de los gritos de los Kagemon y el ininterrumpido siseo de las centrales y los cables. Cuando llegué a la guarida aún se veían más vehículos, se oían más voces y disparos. Aún había vida. En seis meses el mundo se había quedado casi desierto. Podía ser cierta su teoría y que todos estuviéramos ya muertos, porque no era un mundo nada cómodo para los vivos.
Entonces Chikako-san encendió unos grandes focos y se vislumbró a lo lejos la torre del Dios del Mal. Más cerca se veían siluetas de Kagemon. Me asusté, pero entendí que estaban muy lejos como para que nos alcanzasen. Entre los escombros de la ciudad se asomaban unas moles gigantes de acero medio enterradas. Era un puente.
―Hasta el Rainbow Bridge y volver ―anunció Chikako-san.
Kibou le ofreció a mi hermana su casco, pero ella lo rechazó. Entonces mi primo tampoco se puso el casco. Me sentía nervioso, pero no especialmente asustado. No quería que mi hermana se alejase tanto de mi lado, pero si se lo pedía lloraría y ella se enfadaría. Por la expresión de su rostro entendí que era algo importante para ella.
Y entonces Kibou tocó el silbato que siempre llevaba al cuello y las motos aceleraron y de repente ya solo fueron un punto en el horizonte.
―¡Ha salido a todo gas desde el inicio! ―Kibou se había llevado la mano a la cabeza, pero no parecía enfadado. Creo que estaba asombrado e incluso orgulloso.
―Parecen dos demonios rubios ―miré a Taiyou que miraba a través de un catalejo. Luego volví a intentar buscar los puntitos en el horizonte, pero no fui capaz.
Me empecé a preguntar si volverían o si habrían desaparecido como llevaba desapareciendo todo desde que recordaba. Pero entonces volví a escuchar el ruido del motor. Fue una sensación de felicidad suprema el saber que mi hermana y mi primo regresaban, que volvería a verlos, que no estaba solo.
―¿Aguantarán mis baterías?
Chikako-san estaba preocupada y en las gafas mágicas de Osamu-san la lucecita parpadeó.
―Aiko al 35%, Tenshi al 38%. Aiko no aguantará a este ritmo.
―Como esos recién llegados se carguen las motos nuestro amado y honorable dictador te matará ―Minako-san rio y Chikako-san enmudeció.
No sé quien era el dictador solo sé que esto que estábamos haciendo estaba mal y enfadaría mucho al capitán.
Entonces, cuando ya vi sus siluetas sentí una vibración en el suelo. Miré a los demás, pero estaban tan concentrados en la carrera que no lo notaron. Otra vibración y me di cuenta de que Osamu-san reguló sus gafas hacia el terreno.
De repente cables tan gruesos como árboles abrieron la tierra, saliendo a la superficie, pero dejando un gran socavón. Busqué a mi hermana y me asusté porque habían aparecido justo en mitad de su trayecto de vuelta.
―¡Tienen que frenar! ―exclamó Taiyou, pero las motos se veían igual de veloces.
―¿Qué demonios hacen?, ¡frena Aiko! ―gritó Kibou, Minako-san solo se llevó las mano a la cabeza.
―Aiko al 4%, Tenshi al 15%.
―¡Frena no vas a llegar! ―gritó también Chikako-san.
―¡Frena Ai-chan!, ¡¿eres estúpida?! ―Taiyou ya no miraba por su catalejo. Se había llevado las manos a cada lado de la boca para así ser escuchado.
Los miré a todos y volví a mirar la carrera, dándome cuenta de que mi hermana iba la primera. No entendía muy bien que era esa cuenta regresiva de Osamu-san, ni que sucedería cuando llegara al socavón, pero sí sabía que esto era importante para mi hermana. Y sobre todo, sabía que podía lograrlo.
Me llevé las manos a ambos lados de la boca imitando a Taiyou e inspiré todo lo que pude.
―¡Ai-chan puedes conseguirlo!, ¡vamos!
Mianko-san retuvo unos instantes la mirada en mí y sonrió. Entendí que era prácticamente la primera vez que había hablado desde que llegué a la guarida. Los demás estaban concentrados en lo que sucedía y no se dieron cuenta. Seguramente ni me hubiesen escuchado, pero no me importaba. Yo solo quería que Ai-chan me escuchara y creí que lo había hecho porque sentí algo muy calentito dentro de mí.
De cualquier manera, ella no frenó, así como mi primo que sí lo hizo al llegar al nuevo cableado. Ella voló y lo atravesó, mientras Osamu-san iluminaba una luz roja diciendo que estaba al 0%. El motor ya no se escuchaba, estaba muerto pero mi hermana siguió elevándose como un pájaro y voló tanto que por un momento creí que alcanzaría el sol que había dejado de existir. Nadie dijo nada. Se limitaron a mirarla asombrados. Yo no me sorprendí porque yo sabía quién era mi hermana y sabía que no había nada que no pudiera hacer. Creía en Ai-chan más que en ninguna otra cosa en el mundo. Era Dios para mí.
Aterrizó y la moto se arrastró a unos metros de nosotros. Mi hermana quedó sobre ella unos segundos cabizbaja, como si tuviera que hacer un gran esfuerzo para volver a reencontrarse con el mundo. Luego alzó los brazos y gritó:
―¡Lo conseguí!
Yo solo reí y reí cuando corrí a sus brazos y ella me elevó por los aires, dándome un abrazo y un beso en la mejilla. Miré anonadado su sonrisa montado en la moto delante de ella, cuando todos nuestros compañeros se fueron acercando.
―Increíble ―musitó Kibou acercándose con timidez―. Te veías como un adorable ángel exterminador.
Ai-chan amplió su sonrisa y hasta me dio la sensación de que sus mejillas se sonrojaron un poco. Nunca la había visto tan bonita, parecía que hasta un sol propio se reflejaba en su rostro.
―¡Ai-chan eres tonta te has puesto en peligro por nada! ―Taiyou la regañó, pero la sonrisa de mi hermana siguió ocupando todo su rostro.
Chikako-san y Osamu-san empezaron a ocuparse de la moto.
―Alucinante ―dijo Osamu-san analizando en sus gafas los datos recogidos.
―Solo espero que la podamos dejar en perfectas condiciones antes de que la necesite el capitán ―Chikako-san estaba preocupada pero también parecía satisfecha.
Minako-san la abrazó tan efusivamente que casi nos tira de la moto.
―¡Por fin tenemos una chica cool en la guarida!
Era la primera vez que experimentaba tanta felicidad desde que el mundo se había vuelto loco. El sonido de un motor casi apagado se acercó. Mi primo había dado un rodeo para alcanzarnos. Cuando él bajó de la moto, Ai-chan también lo hizo, yo me quedé para no sentirme bajito y ellos se miraron frente a frente. Al principio mi primo estaba serio y eso me extrañó, pero entonces sonrió y sentí que el mundo recuperaba un poco de su luz.
―Enhorabuena prima ―tomó la bolsa y se la entregó―. Todos mis tesoros son tuyos.
Tenía curiosidad por saber lo que había en la bolsa. Seguro que había cosas ricas para comer porque mi primo Tenshi siempre me daba cosas que no había en las aburridas despensas de la guarida.
―Tenshi había acaparado unas reservas envidiables ―habló Taiyou ya recuperando un tono más despreocupado―, ¿qué vas a hacer con todo eso?
Entonces mi hermana se volvió a mí y me la dio. La sentí tan abultada y pesada cuando la tuve en mis brazos que creí que me caería para atrás en la moto. La miré sin entender que significaba y volví a encontrarme con esa sonrisa que no recordaba haber visto jamás, pero estaba seguro de que sí conocía. Cuando el sol brillaba y papá tocaba la armónica para nosotros, sé que Aiko sonreía de aquella manera.
―Los tesoros del mundo son tuyos hermanito.
Ni me había dado cuenta de cuando el interior de la bolsa me había dejado de importar. Ya tenía el único tesoro que quería, el único que necesitaba, el único realmente verdadero. La sonrisa de felicidad de mi hermana, la sonrisa que yo amaba.
…
…
La sonrisa que vio por última vez decorada por sangre. Yuujou había dejado de llorar y de sentir. Vio como si estuviera en un anfiteatro al Kagemon que acababa de matar a su hermana acercarse a él. No tuvo intención de accionar el DigiDes ni de escapar. No le odiaba ni sentía lástima por él. Estaba vacío, era un muñeco sin vida. Cerró los ojos y se recostó contra el pecho de Aiko, acaparando para sí el latido que ponía fin a su existencia.
…
Los proyectiles de Shakkoumon impactaron en la parte derecha de Bagramon pero apenas le hicieron daño. El contrataque de este vino en forma de rápido movimiento, dándole un puñetazo que el digimon metálico fue incapaz de esquivar. Con movimientos casi más rápidos Silphymon le atacó creando un tornado pero esta vez Bagramon lo esquivó y derribó a su contrincante lanzando rayos desde su mano.
―Es inútil, es muy poderoso ―se lamentó Iori. Takeru se limitó a observar el combate.
Fueron ahora ataques combinados de AlturKabuterimon, Lilymon y Zudomon los que fueron devuelto con la misma facilidad. Koushiro negó, viendo a sus compañeros cada vez más agotados.
―Por mucho que lo intentemos el poder sagrado está corrupto. No podemos desencadenar suficiente energía. Además, estamos en una dimensión que controla él. Todo está en nuestra contra.
―¡Busquemos algo que esté a nuestro favor! ―gritó Daisuke.
Con el mismo entusiasmo que su compañero, Paildramon desencadenó unas ráfagas contra Bagramon. Fue cubierto de humo durante unos segundos en los que pareció que le había hecho algún daño, pero la momentánea ilusión desapreció con el humo. Bagramon estaba intacto. Derribó al digimon con una ráfaga que provocó con su capa.
Con la mandíbula apretada, Taichi invocó a Omegamon.
―¿Puedes luchar?
―Taichi y Yamato componen los datos de mi corazón. Podría luchar aunque estuvieran a un millón de mundos de distancia.
Taichi sonrió conforme. Había dudado de que sin la presencia física de su otro corazón Omegamon se debilitaría, pero como esperaba los lazos entre los compañeros eran tan poderosos que podían atravesar el espacio-tiempo.
Disparos de fuego y hielo fueron alternándose desde sus respectivos puños en dirección a Bagramon. Este los fue esquivando, aunque no le resultó tan fácil como con anteriores ataques. Daba la sensación de que Omegamon pudiera ser por fin un rival que le podría hacer frente. Omegamon desapareció, se había movido fugazmente tras su enemigo. La ráfaga de ataques desde esa posición no pudo esquivarlas y le impactaron. Ahora sí, los rostros de los chicos reflejaron más esperanza pues por primera vez Bagramon parecía herido. Incluso había quedado congelada su deforme garra. Cuando Bagramon volvió su inquietante mirada a su oponente, Taichi entendió que era imprudente festejar nada. Rompió el hielo que había cubierto su garra y todavía encorvado, la estiró hacia Omegamon.
―Voy a destruirte ―sentenció, al mismo tiempo que el rubí de su ojo brillaba y emitía un rayo hacia el cuerpo de Omegamon.
Entonces su garra tomó un aspecto más traslucido y fue entrando en el cuerpo de Omegamon siguiendo justamente la ruta que le indicaba el rayo. Dio la impresión de que estaban realizando una fusión porque datos de ambos quedaron esparcidos a su alrededor mientras la garra se introducía.
―¿Qué está haciendo? ―preguntó Mimi, sin querer mirar.
―Parece una desfragmentación ―dijo Koushiro, incapaz de realizar teoría alguna.
―¡Omegamon! ―gritó Taichi, pero el digimon, aunque lo escuchó y trató de zafarse estaba inmovilizado.
La garra siguió adentrándose entre esa difusión de datos y en un punto se detuvo. Entonces Bagramon esbozó una perturbadora sonrisa.
―De modo que estos datos encriptan la luz de tu digicore. El sonido de un silbato y el de una armónica. Son hermosos, pero ahora los voy a eliminar y con ellos tu existencia como digimon de luz.
―¡Ha alcanzado su digicore!, ¡es una locura! ―gritó Koushiro al ser consciente de lo que pretendía.
―Si lo modifica o lo destruye Agumon y Gabumon dejaran de existir como los conocemos ―explicó Silphymon.
―¿Puede hacerlo? ―preguntó Miyako horrorizada.
―De alguna forma él creó a los Kagemon así que debe tener poderes muy altos de manipulación de datos ―contestó Ken, nervioso al igual que sus compañeros.
Daisuke gruñó.
―¡Tenemos que impedirlo!, ¡Paildramon!
Pero el ataque de Paildramon, así como el del resto de sus compañeros fue inútil. Por mucho que lo golpearan o probaran sus técnicas más potentes Bagramon estaba muy por encima de ellos. Su garra, incrustada en Omegamon en esa nube de datos empezó a palpitar, así como todo el cuerpo del compañero de Taichi y Yamato.
―Lo va a matar… ―gimió Taichi, viendo la escena en estado de shock.
―Necesitamos a Imperialdramon, ¡Paildramon digievoluciona! ―ordenó Daisuke a la desesperada. El digimon mostraba un gran agotamiento― ¡Ken!, ¿por qué no evoluciona?
Ken negó con impotencia.
―El poder sagrado no existe. Todo depende de nosotros y no somos los suficientemente fuertes como para desencadenar la energía que necesita ―dijo Takeru en un tono demasiado neutro para sus compañeros.
―¡Lo seremos! ―exclamó Daisuke mirando furtivamente a Takeru. Volvió a dirigirse a su compañero― ¡Paildramon evoluciona!
El digimon hizo esfuerzos, pero nada sucedió. Cayó abatido.
―Lo siento Daisuke.
Daisuke se llevó la mano a la cabeza, estiró sus goggles, su pelo y finalmente cerró los puños rabioso.
―¡Mierda!
Los ataques de los digimon sobre Bagramon seguían sucediéndose cada vez con menor intensidad. Omegamon palpitaba, pero parecía que le estaba dando dificultades a Bagramon para destruir sus más valiosos datos. Sin importar lo cerca que estuviera el enemigo, Taichi quedó junta a Omegamon.
―Aguanta. Eres fuerte. Tú y yo juntos podemos conseguirlo todo, ¿recuerdas? Además, tengo que cuidar de Gabu cuando no está Yamato, ¿qué pensaría después de todo lo que ha pasado en estos días si desapareces cuando él no está? Diría que no podemos hacer nada sin él ―su tono entrecortado delataba las lágrimas que ya corrían por sus mejillas y que quedaron en Omegamon cuando apoyó la cabeza contra él―. Por eso tienes que ser fuerte. Agumon, no te rindas. Ya no quiero un mundo en el que no estés a mi lado.
Su llanto más notorio fue lo único que se escuchó cuando los ataques cesaron. Entonces una voz se elevó:
―¡Paildramon digevoluciona!
Todos, compungidos con las lágrimas de Taichi, volvieron sus miradas a Daisuke, que seguía incansable con su reclamo ya entre lágrimas. A su lado, Ken lo siguió.
―Paildramon digievoluciona.
Y de repente un murmullo con idéntica suplica fue elevándose.
Takeru, todavía escéptico, cerró los ojos escuchando a sus compañeros, dejándose guiar por ese calor que desprendían, reencontrándose con la luz que debía coexistir con la oscuridad pero que nunca debía dejar de brillar. Regresando al camino de la esperanza. Cuando los abrió, ya repitiendo el reclamo, un fulgor lo cegó por unos segundos pues todos los digimon habían empezado a emitir una luz tan pura y sagrada que parecía infinita. El mundo quedó blanquecino por unos instantes y cuando se fue disipando, sus compañeros estaban en modo infantil, pero en el centro de todo estaba un majestuoso Imperialdramon.
Bagramon, que se había cubierto los ojos con la mano libre al empezar el resplandor apenas había enfocado a su nuevo adversario cuando un disparo impactó contra su garra. Un agujero negro se abrió en el lugar y la garra volvió a materializarse al ser tragada por él. Bagramon tuvo que tomar gran poder para liberarse del agujero y por supuesto desistir de su ataque mortal contra Omegamon que quedó debilitado, todavía palpitante. Taichi apresuró a interesarse por su estado.
―Estoy bien Taichi.
―¡Ahora sí que hay una oportunidad! ―exclamó Daisuke, recuperando su característica energía.
Takeru asintió. Radiante por volver en sí. Feliz por sentir toda la luz que componía el alma de sus amigos que ya limpiaban sus lágrimas para afrontar el combate definitivo.
―Hay esperanza. Demostremos que la luz aún es la mayor cualidad de la humanidad.
…
Yuujou sabía que no estaba muerto porque todavía sentía dolor. No escuchaba nada, no veía nada, pero sentía dolor. Lo malo era que no era físico, ese ya había dejado de sentirlo hacía mucho tiempo, era su alma lo que estaba agonizando. Se maldijo por ser tan débil y tener todavía esa clase de dolor. En teoría ya había perdido la esperanza y por tanto los sentimientos que generaban dolor. Quería dejar de sufrir, quería dejar de respirar, quería hacerse uno con su hermana y con todos los que había perdido. Eso pedía mientras abrazaba sin inmutarse su cuerpo inerte.
Entonces notó un calor sobre él que le hizo sentir todavía más impotencia. Negó. Luchó por rechazarlo.
―Déjame, quiero estar con ella. Tú no eres mi madre. Mi madre murió, yo la vi muerta. Quiero estar con ella también.
Sora lo envolvió completamente, pegando su cuerpo contra el de él. Fusionado sus cabellos, sus brazos, su alma y su dolor.
―Tienes que ser fuerte. Aún hay esperanza.
Yuujou continuó inmóvil con la frente incrustada en el pecho de su hermana que hacía segundos que ya no se elevaba. Apretó los dientes por la rabia y se culpó de ello. Debía dejar de sentir nada. Ni odio, ni rabia, ni dolor, ni amor. Desaparecer.
―No me importa. Ya no quiero luchar más, solo quiero dejar de existir. Solo quiero estar con ella. Vete.
Pero el abrazó se intensificó. Yuujou notó la humedad contra su mejilla y entendió que Sora estaba llorando. Se volvió a culpar por el dolor que sentía e hizo un esfuerzo por hacerlo desaparecer. Por convertir su alma en una nada.
―Está bien, lo acepto, pero eso no va a hacer que me separe de ti. Me quedaré contigo hasta el final. Con ambos, con mis niños.
Yuujou ya no contestó. La dejaría hacer. Le parecía una vida lejana cuando quería protegerla, cuando quería abrazarla, cuando creyó que podría tener una vida feliz a su lado. Ya nada tenía sentido para él. Escuchó el alarido característico del Kagemon que le devolvió a la realidad y no le produjo temor sino liberación. Ahora sí, todo acabaría.
Pero nada sucedió. Se sintió un frío glacial que extrañamente traía algo cálido con él. El Kagemon congelado se hizo añicos y Yamato cayó delante de donde Sora y Yuujou habían decidido abandonar el mundo.
Realmente Yamato no tenía tiempo para asimilar nada de lo que sucedía porque si decidía intentar ser racional creería que todo lo que había pasado en los últimos días era una locura y se sentiría completamente incapaz de actuar. Por ello cuando cayó en ese nuevo lugar, su mente trató de adaptarse a él de inmediato, no obstante, era imposible prepararla para el caos que se encontró.
Lo primero que vio frente a él fue un adolescente abatido, todavía vivo, que intentaba arrastrarse. La imagen de su hermano eclipsó su mente y por ello corrió a socorrerle.
―Takeru…
No era Takeru, era mayor y la expresión de su cara reflejaba una amargura que sería antinatural para el carácter alegre y optimista de su hermano. Le sorprendió que al verle el chico aún tuvo fuerzas para abrir los ojos impresionado. Hasta podía captarse un brillo especial.
―¿Papá? ―musitó para luego negar― No eres mi padre, eres mi tío, ¿verdad? Miras igual que Ai-chan ―Yamato no era capaz de reaccionar. Quería ayudarle, pero no sabía cómo, tampoco podía decir nada. Entonces Tenshi rio, pero acabó tosiendo fuertemente―. Viví creyendo que mi legendario tío Yamato era el más guapo de la familia, pero en realidad creo que yo soy más guapo, ¿a que sí?
Asintió de manera automática, viendo impotente como Tenshi cerraba los ojos y suspiraba.
―Yuujou lo consiguió, ¿verdad? De lo contrario no estarías aquí. Mi primito es omegrandioso, ¿no crees? ―apenas fue un susurro que se llevaba su último aliento de vida.
Notablemente afectado, Yamato se llevó las manos a la cabeza tratando de hacer un esfuerzo por calmar su respiración. Miró a su alrededor viendo que se encontraban en lo que parecía un laboratorio cubierto de una gruesa y oscura fibra óptica por todas las paredes. Al elevar la vista y ver la oscuridad en lo alto le recordó al árbol donde habían encontrado al denominado Dios del Digimundo. La bola, más gigante que la que vieron entonces y mil veces más oscura e inestable sufría potentes vibraciones al conectar con todos esos cables. De vez en cuando una onda expansiva salía de ella. Al volver a concentrarse en sus sentidos, se dio cuenta que el sonido de las ametralladoras que llevaba escuchando desde que había llegado había cesado. Echó un vistazo y vio a un joven bajo el pie de uno de esos monstruos que llegaron a Odaiba junto con Yuujou. Otro chico que le recordó a Taichi saltaba a por él convirtiéndolo en datos, pero entonces fue atravesado por uno de esos cables oscuros que conformaban los suelos y las paredes. Vio otros dos cuerpos que caían ante lo que parecían pequeñas bolas de oscuridad con armazón robótico que disparaban rayos.
Para cuando se quiso dar cuenta ya no podía moverse. Estaba paralizado por el miedo, la impotencia, la incertidumbre o quizá simplemente por la angustia de pensar que este era el futuro que había dejado a sus hijos. Negó, tratando de abstraerse, tratando de recuperar la frialdad que le permitiera realizar algún movimiento, pero fue incapaz. Los zumbidos de los cables y el más fuerte de la bola. Las pisadas y gritos de los Kagemon, la imagen de los niños cayendo ante ellos, todo tomaba una forma pesada en el pecho que le impedía incluso respirar con normalidad. Pero cuanto más oscuro y tenebroso se volvía su interior, sintió que algo era capaz de traspasarlo y hasta de eliminarlo. Notó una agradable ligereza mientras volvía a adueñarse de su respiración y entonces, con sus sentidos liberados, fue capaz de escucharla con nitidez.
―Yamato.
Se dio la vuelta y la vio. Mirándolo con los ojos anegados en lágrimas y el cuerpo sobre un ovillo pelirrojo que a su vez tapaba otro cuerpo de cabello rubio. No importaba que a simple vista la situación pareciera surrealista porque si Sora estaba a su lado, el mundo volvía a tener lógica y por tanto encontrar una solución era factible.
―¿Qué está pasando?
Sora tragó. Nunca le había escuchado una voz tan rota.
―Son nuestros hijos Yamato. Es nuestro futuro.
Yamato negó. Incapaz de aceptar esto como su realidad, o como el futuro de su realidad.
―No aún. Podemos cambiarlo ―los alcanzó y al ver que Yuujou seguía agazapado lo tomó violentamente de la camisa para levantarlo.
―¡Yamato déjale!, ¡ya ha sufrido mucho! ―exclamó Sora.
Al tenerlo de frente otra vez Yamato se sobresaltó, pues no parecía el chico con el que había convivido los últimos días. Su mirada había cambiado o mejor dicho había desaparecido. La mirada temerosa que había visto la primera vez que lo encontró; la triste, la furiosa, la retadora, la amable, la divertida e incluso la feliz. La mirada que había seguido a través del tiempo para alcanzarlo ya no existía. Como un muñeco de opacos ojos, Yuujou no opuso resistencia alguna.
Yamato, colérico, apretó el puño que le quedaba libre dispuesto a golpearlo para hacerlo reaccionar, pero no lo hizo. Primero porque sabía que no serviría de nada ante un cascarón vacío y segundo porque lo que de verdad quería hacer era abrazarlo y rellenar el enorme agujero de su alma con su amor. Ninguna de las dos cosas hizo, pero sí aflojó el agarre del cuello de su camisa. Yuujou bajó la cabeza cuando Yamato apoyó ambas manos en sus hombros.
―Escúchame. No te voy a obligar a seguir luchando. No serviría de nada porque es algo que debe salir de tu corazón, pero no voy a permitir que abandones porque creas que no puedes conseguirlo. Tienes el poder para realizar cualquier cosa que te propongas ―El chico continuaba ido, como si las palabras no pudieran alcanzarlo ya y Yamato apretó los dientes a la vez que intensificó la presión de sus hombros―. Cruzaste el tiempo para encontrarnos. Por amor a tu hermana, a tus compañeros y a tus padres. Por amor a tu mundo, aunque fuera esto lo único que has conocido. Nunca perdiste la esperanza de creer en un mañana mejor. Yo sé que puede haber un mañana mejor, yo creo en un mañana mejor porque por eso viniste a mí. Para crearlo y permitirme verte crecer en un mundo de luz.
Yamato aflojó el agarre y permaneció a la expectativa al sentir un tenue movimiento. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para escuchar lo que murmuró.
―¿Tú crees en mí?
En una de esas acciones que salen de las entrañas, Yamato tomó la cara del chico con ambas manos y lo miró intensamente a esos ojos sin vida.
―Por supuesto que creo en ti. Eres mi hijo ―tragó tratando de aliviar el nudo de desazón en la garganta que le impedía hablar, luchando contra esas lágrimas que amenazaban por salir. Y entre esa marabunta de sentimientos, una sonrisa fue lo que representó a todos ellos, pues era lo que su corazón realmente reflejaba al estar frente a su hijo―. Te amo Yuujou. Estoy orgulloso de que seas mi hijo y deseo convertirme en un padre que sea digno de ti.
Yuujou, que permanecía inerte, cerró los ojos al mismo tiempo que esas palabras tomaban forma en su cerebro y se interiorizaban en su corazón. Aunque hubiera querido luchar contra ello no podía enfrentar el sentimiento que se apoderó de su cuerpo. Calor, amor, ternura, felicidad. Entendió que no podía estar muerto aún si era capaz de sentir algo tan bonito. Entendió que todavía había personas por las que valía la pena luchar y morir.
Cuando abrió los ojos la sonrisa de Yamato se iluminó. Volvían a reflejar esa vida, esa determinación, esa esperanza. El héroe del tiempo había despertado.
Miró su puño al ser consciente del inmenso poder que se había desencadenado ahí. Se dio cuenta entonces de que llevaba el colgante que su hermana acababa de darle. En realidad, ya ni recordaba ese momento. Se palpó en uno de sus bolsillos extrañándole que ya no lo tuviera ahí. Lo había guardado muy celosamente todos estos días, pero quizá era uno de esos objetos extraños que no podían permanecer en el mismo espacio-tiempo porque el universo convergería. O alguna teoría así diría Izumi-san.
Entonces miró a su madre que aún permanecía agachada junto a su hermana, porque recordaba haber visto el colgante en su cuello. Por supuesto lo seguía teniendo, pero era diferente al suyo. El colgante de su madre llevaba una pequeña piedrecita rosa y el que tenía en su mano y había tenido los últimos días en su bolsillo tenía un arco iris que ahora brillaba con la potencia de mil soles. Rio incrédulo, recordando nítidamente que el colgante de su madre siempre había llevado esa piedrecita rosa, igual que el colgante de su hermana. Había dormido muchas noches de su vida observándolo mientras permanecía entre sus brazos.
El colgante que había traspasado el tiempo y ahora Aiko le había vuelto a entregar no era el colgante de su madre. Era el tesoro del Digimundo y por tanto del mundo. Era el chip prodigioso.
―¿Qué ocurre? ―preguntó Yamato, alterado por las expresiones de su hijo.
Este ahora reía como si hubiera perdido la razón, tal vez así era, pero no le importaba. Se sentía sencillamente capaz de cambiar el mundo.
Rompió el colgante y sacó el chip.
―¿Tengo en mi mano el poder de destruir a un Dios y no me doy cuenta?
…
La batalla no era tan igualada como esperaban los chicos. Aunque Imperialdramon era un rival más fuerte no lograba hacer un daño real a Bagramon y daba la impresión de que solo era cuestión de tiempo que se cansará y Bagramon lo aniquilará con un demoledor ataque como había intentado con Omegamon.
―Todavía le falta mucho para estar a la altura ―dijo Koushiro.
―Si Omegamon pudiera luchar a su lado, pero está muy debilitado ―añadió Miyako.
―Nosotros ya no tenemos más energía para poder dársela ―dijo Motimon tristemente.
―Nos equivocamos de digimon ―negó Jou, ya poniéndose en lo peor―. Debimos haber apostado por una digievolución mágica de un ángel ―y señaló a Patamon como si tuviera la culpa―. ¡Hace mucho tiempo que no salvas el día!
―Jou, cállate ―dijo simplemente Taichi sin perder de vista la batalla y el mayor obedeció avergonzado.
No obstante, las predicciones de Koushiro estaban siendo bastante acertadas. Ya no había ni rastro del entusiasmo y la esperanza que por un momento había invadido aquella dimensión controlada por Bagramon. De hecho, ahora la sensación de angustia volvía a ser la predominante.
Mimi saltó aterrada al notar algo subiendo por su pierna. Era una sombra que entraba de una de las grietas de distorsiones. Varias de ellas empezaban a colarse, envolviendo a los niños.
―¿Qué es esto? ―cuestionó Mimi teniendo un ataque de pánico―, ¡detenlo! ―gritó llevándose las manos a la cara aterrada.
―Mimi ―se interesó Palmon.
Su compañera estaba agachada temblando.
―No, otra vez no. Esta desesperación, esta injusticia ―suplicó Iori, cuando las sombras lo cubrieron.
Takeru quedó tensó, notando como volvía a helársele el corazón con amargos sentimientos. Ken se abrazó a sí mismo y rompió a llorar. La reacción de Miyako fue llevarse las manos a la cabeza, tratando de alejar esas sensaciones, esas vivencias y gritar para que se fueran.
Jou apretó los puños queriendo ser fuerte, pero negó, también derrotado. A su lado, Koushiro, sin muestra alguna de razón, lloraba en el sitio. Para sacar ese sufrimiento de su interior Taichi gritó con todas sus fuerzas, pero no sirvió de nada. Incluso Daisuke, siempre dispuesto a seguir adelante, no se sentía con fuerzas para luchar contra los sentimientos que lo invadían.
Hikari, sufriendo pequeñas convulsiones, alzó la cabeza.
―¿De quiénes son estos sentimientos?
―¿Lo preguntas? ―contestó Bagramon. Señaló las grietas. Había a cientos, por las cuales se colaban más y más sombras―. Son los malos sentimientos de los humanos. Son los creadores de oscuridad.
―¿Por qué hay tanto? ―fue capaz de preguntar Taichi en un gemido.
―Porque así es la humanidad. Que no os engañen los bonitos sentimientos que solapan la verdad. Los humanos crean muerte y dolor.
―Es cierto ―tuvo que reconocer Taichi, dejándose cubrir por completo por las sombras.
―Taichi.
Omegamon quiso levantarse, pero estaba sin nada de poder para hacerlo. Mirando su alrededor confuso por no saber contra que debía luchar, Imperialdramon recibió el ataque de Bagramon. Y aquella dimensión fue cubierta por la oscuridad.
…
Yuujou sacó su DigiDes y lo encendió. El zumbido en incremento de su carga máxima nunca le había resultado tan placentero. Tomó el chip entre sus dedos y lo inyectó a su dispositivo. Sintió una descarga de poder entrando por todo su cuerpo a través del DigiDes que empezó a vibrar con una gama de colores nunca vista en el mundo gobernado por el Dios del Mal.
Miró a su padre, que estaba ante él.
―Puedes hacerlo, yo creo en ti.
Asintió. Miró una última vez a su madre, que permanecía repeinando con mimo los cabellos de su hermana. A pesar de su tristeza, le ofreció su sonrisa. Yuujou volvió a asentir y su mirada enfocó al Dios del Mal. Aquello que había odiado desde su infancia, pero por lo cual curiosamente ya no sentía tal sentimiento. Realmente lo que le producía era esperanza porque ahora estaba seguro de que podía cambiar las cosas.
Corrió hacia él. Escuchó un Kagemon a su espalda y temió por sus padres, pero no se volvió. Se abstrajo del mundo, debía hacerlo si quería encontrarse de frente con un Dios. Debía volar hasta su estado, hacerse uno con él si era necesario. Debía dejar atrás su existencia para crear el futuro que anhelaba.
Una onda expansiva le habría hecho retroceder sino hubiera sido tragada por la luz de su DigiDes. Echó el brazo hacia atrás preparando su ataque como tantas veces había hecho contra los Kagemon. Saltó envuelto por la luz sagrada que le permitió entrar en esa bola de oscuridad. Entonces lo vio. Ese arco iris en el núcleo que irradiaba calma, paz y esperanza y clavó su DigiDes con toda su fuerza. Sintió como su alrededor se curvaba desfragmentándose el DigiDes en su mano, siendo incorporado por esa bola. Al igual que él. Se hizo pedazos y se recompuso mil veces, vivió cientos de vidas y sentimientos. Fue bebé, niño y adulto. Vio el rostro de sus padres al nacer y el de sus hijos al morir. Vio la muerte y la creación de Dios. Pasado, presente, futuro. Todo se hizo uno con él.
"Reiniciando sistema"
…
"Que no te deje engañar madre. Solo os muestra la oscuridad, pero tú sabes que si hay oscuridad es porque también hay luz. ¡Buscad la luz!"
―¡Kibou! ―Hikari despertó, notando como un alma abrazaba directamente su corazón.
"Mamá, no me gusta estar solo. No me dejes solo nunca más"
Mimi abrió los ojos viendo una hermosa luz que la envolvía. Se sintió en calma, todo el dolor desaparecía.
"No te pongas nerviosa mamá, soy yo"
La risa de una joven retumbó en los oídos de Miyako, haciéndole entrar en un estado de sosiego.
"Papá ven conmigo. Quiero aprender muchas cosas de ti"
En su mano notó el tacto de una pequeña mano de niño. Ken sonrió repleto de ternura.
"Yo creo en ti padre. Creo en la verdadera justicia. No olvides por lo que luchas"
Iori abrió los ojos envuelto en un cálido resplandor.
"Papá, no te rindas. Tú nunca te rindes. Eres mi padre, ¿no?
Entre lágrimas de felicidad Daisuke rio con fuerza.
"Siempre he querido ser como tú padre. No quiero decepcionarte. Te necesito a mi lado"
Teniendo un pequeño ataque de ansiedad que se sintió placentero, Jou regresó a la realidad.
"Papá, tú que siempre quieres saber todo, ¿no tienes curiosidad por ver mi rostro? Vuelve para descubrirlo"
Con una enigmática risa entrando en su interior, Koushiro despertó contagiado de esa risa, de esa felicidad.
"Papá, no puedes resignarte a dejar de existir por miedo a la oscuridad de nuestros corazones, ¿o acaso no es esa oscuridad la verdadera creadora de luz?"
Takeru agitó la cabeza con una extraña sensación de confusión y bienestar. Sin embargo, su corazón volvía a vibrar con vida, volvía a estar cubierto por la esperanza de un mañana mejor.
"Papá, tienes que ganar porque es lo hacen los niños elegidos, ¿no? Ganar siempre todas las batallas para demostrar cuales son los verdaderos sueños y anhelos de la humanidad"
Conforme interiorizaba su mensaje, la desesperación y angustia se alejaban de su interior. Entonces Taichi pudo abrir los ojos de nuevo pero el mundo donde se hallaba poco tenía que ver con la dimensión en la que se había dejado consumir. Ahora solo había luz; resplandeciente y milagrosa. Las grietas se habían fusionado por la cantidad de almas luminiscentes que habían aparecido de ellas. Todos brillaban, los digimon, sus compañeros, él mismo.
―Todo este amor también es creado por la humanidad ―determinó.
Bagramon miraba a su alrededor, revolviéndose incómodo. Las almas haciéndose una hicieron elevarse a Omegamon que quedó traslúcido. Cuando la luz que lo envolvió desapareció, Gabumon y Agumon cayeron suavemente y la espada Omega recién aparecida fue tomada por su portador: Imperialdramon en su modo paladín.
Antes de que Bagramon pudiera ponerse en guardia, el milagroso digimon clavó su espada contra él y los signos impresos en ella "Initialize" se iluminaron.
Y el resplandor se esparció por toda la dimensión resquebrajándola, desintegrándola. Todo a su alrededor desapareció y el mundo se acabó y se inició, pero no hubo una sensación de temor en ningún momento. Se sintieron flotar en cada instante, como si su cuerpo fuera cubierto por algo esponjoso y suave. Cuando todo volvió a tener forma, se sorprendieron al hallarse de nuevo en la sala del Dios del Digimundo.
La bola lo presidía con unos colores en su interior que invitaban a hechizarse contemplándolos. En el aire, símbolos de los emblemas se reflejaban palpitantes como parte del sistema.
Cuando Yamato levantó la cabeza, observó la sala y miró a Sora que permanecía abrazada a su pecho a la espera del fin del mundo. La llamó.
―Lo consiguió ―sonreía y ella, todavía con esa sensación de irrealidad en su cuerpo, fue levantándose lentamente.
Todos sus amigos estaban ahí también. Piyomon corrió a sus brazos. Koushiro miraba absorto a su alrededor, al igual que los demás, más confusos o curiosos, pero ya sin rastro de temor.
―Regresamos aquí. ¿Qué significa eso? ―la pregunta de Koushiro era hacia la bola sin que resultara muy evidente. Nadie contestó.
―¿El Digimundo ha vuelto a la normalidad? ―cuestionó Takeru.
Pero un grito captó la atención de todos. Era de Mimi y cuando vieron a que se debía se pusieron en guardia. Bagramon estaba allí con ellos.
―¡Pedazo de inútiles no lo destruyeron! ―señaló Jou a DemiVeemon y Wormmon. Se frotó la cara histérico y señaló a Tailmon― ¡Necesitamos un super ángel ya!
Y aunque compartieran el temor de Jou, no así su histerismo, dejaron al digimon caminar hacia el llamado Dios. Cuando llegó a él se arrodilló y los niños se sobrecogieron al escuchar su llanto.
―Vuelvo a sentir la risa de un niño en mi interior.
―Eso es porque el ataque solo eliminó tus datos corruptos. Eres un digimon de luz ―explicó Tailmon.
Se puso en pie y los enfocó.
―Pero sigue habiendo injusticia. La sintieron. Todo el dolor, toda la desesperación. ¿Vale la pena todo ello?
―Tú lo puedes contestar ―dijo Hikari―. ¿Vale la pena?
El digimon se llevó la mano al pecho. Lo apretó como si quisiera arrancarse algo de su interior. Luego lloró con más vehemencia.
―No quiero olvidar esta sensación.
―¡Nosotros tampoco queremos olvidar a nuestros compañeros! ―saltó Agumon―, ¡ellos nos crean con sus maravillosas cualidades!, ¡atesoro eso en mi corazón y no quiero perderlo!
―Es cierto, sé que hay muchas cosas malas que hace que aparezcan digimon malos contra los que debemos luchar, pero yo siempre tengo la esperanza de que ese digimon renazca de sentimientos buenos la próxima vez. Tenemos esa oportunidad. Tenemos esa esperanza ―dijo Patamon, a lo que los demás asintieron.
―No me importaría ser un digimon oscuro si sé que podría encontrarme con Sora y sentir su amor aunque solo fuera por una vez ―dijo Piyomon, Sora intensificó su abrazo.
Bagramon bajó el rostro reflexivo.
―Solo por convertirte en un digimon más fuerte no te da derecho a decidir sobre la existencia de los demás ―añadió Demiveemon.
―¡Nuestro existencia es nuestro tesoro y nos pertenece a cada uno! ―se unió Armadimon, ya optimista.
―¡Un digimon un voto! ―exclamó Palmon algún eslogan que había escuchado.
Mimi la achuchó y alzó el dedo en alto.
―¡Exigimos democracia digital con garantías!
Sus amigos se miraron estupefactos, creyendo que el tema se estaba desvirtuando ya demasiado.
―¿Qué es democracia? ―preguntó Gomamon.
Jou carraspeó para hacerse el interesante al mismo tiempo que se subía la montura de las gafas.
―Es un sistema de gobierno cuyos orígenes se remontan a…
―Jou, no. Ahora no ―cortó Taichi negando sobriamente.
El mayor calló, eso sí haciendo un amago de puchero mientras se inclinaba a su digimon.
―En casa te pondré un power point ―le susurró. Lejos de alegrarse el digimon se mostró preocupado.
Entonces hubo un silencio, mientras todas las miradas contemplaban los siguientes movimientos de Bagramon. Había alzado la cabeza al sentir un extraordinario poder acercándose. En realidad, todos sintieron ese poder que resultaba reconfortante.
―Desesperación, muerte, dolor, sufrimiento, oscuridad. Todos son sentimientos terribles ―lo enfocaron al escucharlo. De repente Yuujou estaba ante ellos irradiando una luz de miles de colores. Las goggles, con los cristales completamente rotos, colgaban de su cuello. Sora se llevó la mano a la boca, haciendo un esfuerzo para contener su instinto de abrazarlo. El chico, con un aura como si estuviera más allá del mundo, se dirigía a Bagramon―. Son sentimientos que hacen que te preguntes si la vida vale la pena, si no es mejor desaparecer todo, pero entonces, un día, aunque sea por un segundo sientes amor y no quieres olvidar esa sensación por nada del mundo. La esperanza de sentir ese amor es lo que nos hace seguir vivos. El recuerdo de ello es lo que nos da la luz para cambiar nuestro mundo. Y si para sentirlo tengo que pasar por todo lo malo para mí vale la pena. Mi vida valió la pena.
Compungidos y orgullosos por sus palabras, sus amigos asintieron.
―La existencia en sí misma ya es algo maravilloso ―concluyó Takeru, rememorando una de sus célebres frases.
Bagramon negó como si le resultara imposible asimilar tales palabras, pero finalmente sonrió.
―Supongo que el corazón humano es milagroso e imprevisible, pero ahora sé que no soy quien para juzgarlo. Sois vosotros los que decidirán el futuro.
Cerró los ojos, concentrando todo su poder. Entonces el anillo todavía oscuro palpitó, brilló y regresó a su dorado de origen.
―¡Ha restaurado el poder sagrado! ―exclamó Ken absorto.
El artefacto flotó hasta regresar a su legítima dueña, mientras Bagramon, ya empezando a desfragmentarse carente de energía, se dirigía a la bola que presidía la sala.
"Reinscribiendo datos en el sistema."
―Deseo de verdad no volver a enfrentarme a vosotros, pero eso no depende de mí. Recordadlo.
Fueron las últimas palabras de Bagramon antes de desaparecer de la sala. Más que como una advertencia, los niños lo sintieron como una responsabilidad.
―Nos esforzaremos en que así sea ―concluyó Taichi, sin saber exactamente que sentir ante lo que acababa de suceder.
Tras un silencio solo roto por el revolotear de los datos, Sora por fin abrazó a Yuujou.
―Sabia que regresarías. Sabía que lo lograrías.
El niño, ya recuperando su humanidad, sonrió abiertamente.
―Siempre confiaste en mí mamá. Gracias.
Sora estaba tan feliz que ni le avergonzó que la llamara de esa forma delante de todos. Hikari entonces se adelantó.
―¿Y Kibou?
Todos perdieron la sonrisa al instante a excepción de Yuujou que se llevó la mano al corazón.
―Está aquí conmigo, forma parte de mí ―miró a los demás, que se mostraban inquietos pero sin animarse a preguntar nada. Entendió que ya los habían sentido también―, pero no solo él. También está Mishi ―y miró a Mimi que se cubrió la cara emocionada.
―¿Un gato? ―cuestionó Daisuke sin entender, llevándose un codazo de Miyako.
Yuujou rio.
―Y también está Taiyou.
Al sentir su mirada fija en él, Taichi se rascó la nuca con nerviosismo.
―Así llamaría a mi perro.
―Tu perro ―repitió Yamato con sorna, haciendo enrojecer a su amigo.
Yuujou prosiguió, mirando ahora a Koushiro.
―Chikako está aquí ―y pasó la mirada a Iori― y también Shizuka.
―Así que una niñita, ¿eh? ―Daisuke le zarandeó la cabeza mientras el pequeño se moría de vergüenza.
A quien se dirigió ahora Yuujou fue a Ken y Miyako.
―Están también Minako y Osamu.
Miyako, que estaba nerviosa esperando su turno quedó paralizada un instante para luego estrujar a Hawkmon tan fuertemente que casi lo deja plano mientras su cara se tornaba completamente roja.
―¿Nos ha dicho juntos?, ¿significa qué… ―miró a Ken, que más rojo aún que ella, trataba de pasar desapercibido. Y gritó pero nadie supo si fue de felicidad o de temor.
―¡Será una broma! ―exclamó Daisuke horrorizado, señalándolos. Todos los demás trataban de contener las risas.
El turno fue ahora para Takeru.
―Mi primo Tenshi también está aquí ―Takeru asintió conforme y Yuujou se dirigió a Daisuke, que ya estaba de los nervios― y mi capitán Musuko.
―Mi hijo cool tiene nombre cool ―se golpeó en el pecho orgulloso.
―¿En serio? ―se rascó la cabeza Taichi no muy convencido.
Finalmente, la mirada de Yuujou se posó en su madre.
―Aiko, nuestra Ai-chan. También la siento ―se adelantó Sora, apoyando la mano en el corazón de su hijo.
Ambos miraron a Yamato que, a pesar de la clara incomodidad, no podía dejar de esbozar una sonrisa de orgullo.
―Una niña Yamato, seguro que te hace feliz ―apuntó Gabumon.
―Calla ―Yamato giró el rostro para que nadie le viera y agrandó aún más su sonrisa.
Embelesados con la bella estampa de la familia, los chicos quedaron en silencio. El ambiente era tan apacible y mágico que daba pena romperlo, pero Gomamon, sintiendo la inquietud de Jou y también por su propia curiosidad, habló.
―¿Y no hay nadie así un poco torpe con gafas que te recuerde a Jou?
―¡Gomamon! ―regañó el mayor, aunque su rostro reflejaba el ansía por saber la respuesta a esa pregunta.
Yuujou rio y asintió.
―Por supuesto que sí, Makoto sensei comparte mi felicidad.
Jou sintió su pecho hinchado de orgullo al instante.
―Sensei ―repitió para que todos lo oyeran.
―¡Así se hace Jou!, significa que alguna chica te hará caso, ¿verdad? ―lo golpeó Gomamon en la espalda, provocando la vergüenza de su humano y las risas de todos.
Entonces, los símbolos de los emblemas que rodeaban la bola volvieron a encenderse y empezar a girar. El denominado Dios del Digimundo se interesaba por Yuujou.
"Anomalía detectada. Reubicación incorrecta. Reescribiendo datos en el sistema."
―¿Qué significa eso? ―se alertó Sora.
Koushiro estudió lo que sucedía lo más rápido de lo que fue capaz.
―Si no puede reubicarlo significa que el mundo del que vino no existe, en otras palabras: su línea temporal ha desaparecido.
Yuujou sonrió sin poder contener las lágrimas de emoción.
―En otras palabras: lo conseguí.
Fue a llevarse la mano a los ojos para limpiarse las lágrimas, pero no pudo hacerlo. Estaba desapareciendo.
―¡Yuujou! ―cuando Sora trató de agarrarlo datos se desprendieron de su cuerpo― No puede ser.
Yuujou negó sin perder la sonrisa.
―No importa mamá, estoy muy feliz. Nunca me había sentido tan completo. Así debe ser, debo reunirme con mi familia y tú debes crear la tuya.
En su interior siempre había pensado que si todo iba bien algo así sucedería, que ese muchacho no podría estar siempre a su lado porque simplemente era una anomalía en su mundo. Era la prueba de la destrucción que se avecinaba. Pero sencillamente no podía renunciar a él como si nada. Era su hijo. Lo amaba. No podía quedar impasible ante su desaparición.
―Pero no quiero perderte.
―Volver a encontrarme depende de ti.
Sus amigos, cariacontecidos, miraban la escena con impotencia. La desfragmentación ya llegaba por su cintura cuando Yamato se dirigió a la bola.
―¡Detenlo!, ¡no es una anomalía es mi hijo! ―su tono fue imperativo durante los primeros segundos. Ante el silencio de la bola, se convirtió en una súplica― Yo cuidaré de él, yo lo protegeré, será uno más en nuestro mundo. No te lo lleves, por favor.
―Hermano ―musitó Takeru conmovido por el quedo llanto de Yamato.
―No llores papá ―con grandes esfuerzos, Yamato lo enfocó. Su mirada era cálida y amorosa. Se sintió tan culpable por no haberla reconocido y disfrutado desde el principio que su llanto se intensificó. Sentía irreal que no pudiera volver a verla. Volver a ver su rostro. El rostro de su hijo. Yuujou sonrió―. Sonríe, sonríe de la forma que solo sonríes para mamá, porque es la sonrisa que ella ama.
―Yuujou… ―susurró entre el llanto, estirando la mano para alcanzar su rostro que se descompuso entre sus dedos.
Los datos quedaron revoloteando entre su cuerpo y el de Sora. Lloró desgarrado, como antes nunca había llorado. Fue a caer al suelo, pero se encontró con el hombro de Sora para sujetarlo. Apoyó la cabeza y la abrazó tan fuerte como pudo. Solo quería hacerse uno con ella. Solo quería hacerse uno con sus hijos. Ambos quedaron en el piso abrazados, llorando desconsolados bajo el Dios del Digimundo, bajo la sonrisa de su hijo.
"Presencia humana errónea. Reubicando."
―No me gusta como suena eso ―se encogió Mimi temerosa.
Entonces, los digielegidos empezaron a desfragmentarse.
―¿Cómo? ―inquirió Daisuke―, ¿no se supone que hemos salvado el mundo?
Koushiro se revolvió.
―¡Espera!, ¡tengo muchas preguntas!
Takeru cerró los ojos.
―Guardad este sentimiento. No olviden nuestra promesa.
Finalmente, aceptaron su desfragmentación o como el ser lo había denominado, su reubicación.
En medio de toda la vistosa descomposición, Yamato alzó la cabeza para encontrarse con el rostro de Sora una última vez. Con su mirada rubí brillante por las lágrimas y el resplandor de los datos a su alrededor envolviéndola. Le pareció un verdadero Dios. Hizo un esfuerzo por acaparar cada detalle en su corazón para nunca dejar de verla como la veía ahora. La mujer que amaba. La madre de sus hijos. Su futuro. Entonces, ya sin esfuerzo, sonrió de esa manera por la que su hijo había implorado, mientras le limpiaba tiernamente las lágrimas. Sora restregó la mejilla en su mano hasta que desapareció y compartió su sonrisa, su esperanza, su promesa.
―Volveremos a verlo.
…
…
Sora miraba extrañada el teléfono. Lo agitó, comprobando que la cobertura estaba al máximo. Por unos segundos se había vuelto loco, apareciendo ceros y unos en la pantalla y haciendo ruidos de interferencias. Alzó la vista al juego cuando dejó de escuchar la pelota. Una de las chicas había fallado y la pelota había quedado contra la red. Resopló. Ahora debía salir a jugar. Miró una última vez su teléfono comprobando que no había ni llamadas, ni mensajes y se puso en pie. Golpearía la pelota para hacer desaparecer su molestia.
―Siento el retraso.
Sora se sobresaltó al escucharlo, soltando la raqueta que acababa de agarrar. Hizo un gesto de disculpa a sus compañeras y lo enfrentó. Con las manos en los bolsillos y su bajo a la espalda, le dedicada una sonrisa que desapareció abruptamente.
―¿Me equivoqué de día?, ¿de hora?, ¿quieres seguir con la práctica?
Entendiendo que la repentina confusión de Yamato se debía a su expresión de desconcierto, Sora apresuró a regalarle una tranquilizadora sonrisa.
―No, está bien es solo… ―guardó silencio mientras recogía sus cosas―, no sé, creí que no vendrías.
Se sintió cohibida por la atenta mirada de Yamato a cada una de sus acciones, pero sobre todo por la expresión que mantenía ahora, la cual no era capaz de interpretar.
―Pero se supone que íbamos a comprar un regalo para el cumpleaños de Ken-kun ¿o prefieres comprarlo sola?
Sora negó, ya empezando el trayecto. Entonces sí percibió un mínimo alivio en el rostro de su novio.
―Menos mal, es el primer regalo que compramos juntos y… ―calló, sintiendo que enrojecía, más al notar la leve risa de su novia. No hacía falta que lo dijera para que ella entendiera la ilusión que le provocaba empezar a compartir esta clase de momentos. Ser una pareja ante todos. De todas formas, trató de guardar la compostura. Miró hacia el otro lado aparentando desinterés―. ¿Te dijo algo Miyako sobre una fiesta temática de detectives?
Sora asintió.
―Quizá esté bien regalarle algo con relación a la temática de la fiesta, es decir, yo tampoco conozco mucho los gustos de Ken-kun ―dijo Sora y Yamato notó ese resquicio de culpabilidad en sus palabras.
―¿Un manga del Detective Conan?
―¿Ken-kun es otaku? ―preguntó Sora en tono reflexivo. Yamato la miró y suspiró. Sabía que Sora no se conformaría con cualquier cosa, pero viéndolo de otro modo era un alivio compartir regalo con ella ya que sería algo tan meditado que sería imposible que no fuera acertado.
―Por eso no me gusta comprar regalos solo. Es tan estresante y nunca soy capaz de decidirme ―bufó, peinándose el pelo hacia atrás con la mano.
Se detuvo al sentir que Sora lo había hecho. La miró, estaba unos pasos atrás examinando el colgante que llevaba al cuello. Cuando dejó de mirarlo, lo enfocó y sonrió mientras lo alcanzaba y reanudaban la marcha.
―Me ayudó a elegirlo Gabumon ―excusó Yamato. Enrojeció al volver a escuchar la contenida risa de su novia. Él no pudo remediar la sonrisa, que se vio adorable con su rostro enrojecido―. No te rías, aún estaría eligiéndolo si no hubiera sido por él.
Cuando la miró, perdió la sonrisa porque la expresión de Sora de nuevo volvía a ser extraña. Parecía como si acabara de ver algo inaudito, algo que se enfrentaba a la realidad racional del mundo.
―¿Qué sucede?
Ella parecía ausente.
―Tu sonrisa ―Yamato hizo una mueca de confusión y Sora agitó la cabeza regresando a la realidad―. No, nada, solo que sentí algo muy profundo. No puedo explicarlo.
Apartó la mirada, notando el rubor cubriendo sus mejillas, no obstante Yamato no se había conformado con tan vaga explicación.
―¿Algo bueno? ―cuestionó y Sora se estremeció por la preocupación de su voz. Se llevó la mano al corazón donde había sentido esa calidez y sonrió con sinceridad.
―Muy bueno. Sentí una inmensa felicidad.
El impresionado ahora fue Yamato, que tragó nervioso por tal declaración. Inspiró tratando de relajarse y tomó su mano con ternura. Miró al cielo.
―Si te hace sentir así, sonreiré todos los días para ti.
Sora correspondió su agarre sintiendo esa calidez que subía por su mano hasta su corazón. Compartió su visión del cielo y siguieron caminando bajo el reluciente sol de su futuro.
…
..
.
El tiempo pareció detenerse cuando la bola flotó por encima de su cabeza. La vio hipnotizado mientras caía. Entonces se golpeó y sintió un dolor tan fuerte que creyó que se había roto todos los huesos. Tampoco se había golpeado tantas veces como para diferenciar entre clases de dolor por lo que una aparatosa caída contra blandita hierba ya lo sentía como el mayor dolor que se podía experimentar. La bola cayó a su lado haciendo un par de botes y el silbato sonó.
―¡Penalti! ―gritó un joven de cabello alborotado, conteniéndose para no saltar la valla que delimitaba el campo.
En las gradas, una joven de largo cabello castaño recogido en una discreta cinta, analizó la situación.
―Apenas quedan cinco minutos de partido. Por lo que si marcan irán al empate seguramente y tendrán opciones de ganar.
Junto a ella, una joven de su misma edad de larga y cuidada cabellera azul decorada con una bonita gorra, se levantó.
―¡Vamos Musuko!, ¡vas a ganar!, ¡eres el mejor!
Miró a su amiga cuando la tiraba discretamente del brazo.
―¿No deberíamos animar a Yuujou-kun que es al que acaban de golpear?
―Lo importante en un equipo es el entrenador, todo el mundo lo sabe ―contestó ella. Luego la señaló― ¡y como su novia deberías animarle más!
Shizuka enrojeció, haciéndose pequeñita en su sitio.
―Patética.
Minako sintió como su cuerpo ardía de furia al escuchar su voz. Se volteó, encontrándolo recostado sobre el asiento de adelante, mirándola con su provocativa sonrisa.
―¡Qué has dicho!
El chico, con un sofisticadamente revuelto pelo rubio, torció la cabeza, ampliando su sonrisa.
―Que es penoso que te dediques a animar al novio de tu amiga en vez de a tu novio ―se estiró exageradamente y luego hizo como si bateara―. Ayer volví a hacer tres home run y te los perdiste musa.
Minako dejó de apretar sus puños, ya incapaz de contener su furia. Lo encaró abiertamente.
―Escúchame Tenshi. Me das asco, eres un ser repulsivo y no saldría contigo ni aunque hubiera un apocalipsis mundial y tú yo viviéramos bajo tierra en un régimen dictatorial luchando entre zombis y monstruos. Prefiero morir mil veces virgen a que me toques un solo pelo.
Cuando acabó de hablar su rostro estaba a medio milímetro de Tenshi, que rio, torciendo la cabeza hacia el otro lado.
―Ya es tarde musa ―dijo enredando un mechón de su pelo en su dedo provocativamente.
Tras un resoplido, Minako lo abofeteó y Tenshi perdió momentáneamente la sonrisa. Dignamente, la muchacha regresó a su asiento.
―Pero creí que tú ya no... ―Shizuka calló modosamente al sentir la demente mirada de su amiga. Volvió la vista al terreno y hasta se levantó― ¡Vamos Musuko!
Ya en un tono más apagado, Tenshi se recostó de nuevo hacia adelante.
―¿No es eso tu hermano? ―señaló a un niño que corría por el campo seguido de una pequeña niña pelirroja.
Y Minako se desesperó, lo que hizo que Tenshi recuperara la sonrisa.
Unas gradas más arriba, un emocionado joven de pelo lila miraba absorto su dispositivo digital.
―… y mira, se han encontrado figuras de terracota en el interior de un kofun que se parecen a digimon, ¿no crees? Pero eso no es todo, el Heike Monogatari* recoge la aparición de kamis sagrados con humanos durante las guerras genpei. Son digimon, ¿verdad? Incluso hay declaraciones de personas que sobrevivieron a los bombardeos durante la segunda guerra mundial que hablan de hadas y dragones con niños que les trajeron esperanza ―depositó sus curiosos y abiertos ojos azules en la chica que estaba a su lado―. Los digimon han convivido con nosotros desde siempre. Es alucinante.
Su amiga, con un revuelto cabello pelirrojo, sujeto en una larga cinta de colores sonrió enternecida mientras tomaba un sorbo de su infusión.
―¡Maldito enano molesto!
Ambos perdieron la sonrisa, estremecidos ante tal grito.
―¡Ve a buscar al maldito enano demoniaco!, ¡yo ya me ocupé de ti por lo que al siguiente te toca a ti!, ¡¿o piensas que yo me voy a ocupar de todos los enanos molestos que mis padres decidan tener porque son incapaces de estarse quietos en su cama?!
Osamu apagó su tablet para poder llevarse las manos a los oídos.
―¿Por qué tiene que gritar esas cosas?
―Será mejor que hagas algo o seguirá gritando ―le aconsejó su amiga.
Apesadumbrado, porque nunca había sido capaz de imponerse como hermano mayor, pero el chico se levantó.
―¡Yoshi ven!, ¡deja de molestar!
Contemplándolo, Chikako dio otro sorbo, cuando al alzar la vista al cielo para contemplar las nubes notó un estremecimiento en su oído.
―He cruzado océanos de tiempo para encontrarte.
Empezó a sentir un creciente nerviosismo que le impedía respirar al ver al galante y educado muchacho de cuidado pelo castaño saltando a su lado con una desbordante sonrisa.
―En realidad hice trampa y viajé a través del mundo digital pero no me digas que no sonó romántico ―explicó con su marcado acento, mientras sin permiso alguno se inclinaba para beber de la pajilla de material natural, obviamente, por la que hacía unos segundos había absorbido Chikako. Hizo una mueca extraña―. Necesita miel ―Luego se concentró en el juego―. ¿Cómo va mi pequeño padawan?
La chica que, había quedado paralizada por la inesperada aparición y sus siguientes y descaradas acciones, hizo un esfuerzo por regresar a la realidad.
―Puede ganar, creo.
En realidad, no le había prestada demasiada atención, pero a Mishi no pareció molestarle su escueta explicación.
―No entiendo mucho este juego. Es aburrido. En América jugamos a futbol de verdad, con su quarterback y sus 120 yardas ―decía, mientras sacaba algo de su bolsa. Le entregó un paquete a Chikako. Él desenvolvió el suyo y le dio un mordisco―. Al menos los hot dogs son decentes.
Al verlo, Chikako lo rechazó.
―No como carne.
―Por eso es de esas algas y arroces que os gustan a los japoneses ―explicó Mishi, mostrando su interior.
Y Chikako sonrió embobada, dándole un mordisco al hot dog que Mishi le ofreció. Dejó de masticar creyendo que había hecho algo raro al sentir la penetrante mirada miel de Mishi sobre ella. Él se inclinó y suavemente lamió la comisura de sus labios.
―Tenías un poco de alga ―dijo seriamente para acto seguido reír en su mundo―. ¡Fue tan peliculero!
Pero Chikako, ya creyendo que se desvanecía, se llevó las manos a las mejillas, esperando su muerte por colapso de sangre en ellas y en su corazón. Con Chikako perdida y Mishi intentando entender porque ahora todos los jugadores se arremolinaban cerca de una portería, un chico le tocó el hombro. Mishi se volteó.
―Perdona Mishi.
―Es Michael K. ―corrigió de forma intimidatoria.
El chico de anteojos, ropa anticuada y perfectamente peinado cabello azul se irguió temeroso.
―Disculpa Michael K. ―empezó de nuevo, tomó aliento y se levantó el puente de las gafas―, pero creo que es mi deber informarte de que estás en un lugar público y hay ciertos comportamientos que pueden resultar molestos. Esto es Japón, ¿sabes? Y aquí nos orgullecemos de nuestro decoro.
Mishi fingió un bostezo mientras le escuchaba. Cuando terminó le regaló una traviesa sonrisa.
―Entiendo, son celos.
―¡¿Celos?! ― Makoto hiperventiló, negando― Chikako-kun es una respetable amiga con dudoso gusto para vestir y preocupantes hábitos alimenticios, pero no tengo ningún interés romántico en ella.
Mishi rio, mordiéndose el labio.
―No lo decía por ella ―y lo besó.
Riendo, regresó su vista a Chikako que seguía fuera de órbita. Encogió los hombros y embadurnó de miel su hot dog de algas.
―¡Vamos pequeño padawan!
Derramado entre los asientos, Makoto había sufrido un síncope. En seguida fue rodeado de digimon bebés de los cuales estaba al cargo.
―¡Sensei!, ¡sensei! ―exclamaban con preocupación.
Makoto alzó la mano, tratando de tocar un punto invisible en el cielo. Cerró el puño y los ojos y dejó caer la cabeza a un lado en una pose en exceso dramática.
―Desinfecten mis labios ―fueron sus últimas y agonizantes palabras.
Incapaz de aguantar por más tiempo tras esa valla, Taiyou finalmente saltó al terreno de juego reuniéndose con el equipo en el punto de penalti. Se abrió paso entre los niños y llegó hasta Yuujou.
―Tienes que tirarlo por la izquierda porque el portero es diestro y entonces creerá que la vas a tirar por la izquierda porque le irá peor, pero que finalmente la tirarás por la derecha porque él creerá que tú sabes que teme su lado malo y decidirás tirarlo por la derecha y…
―¡Ya basta Taiyou! ―consiguió apartarlo el mayor de los que estaban ahí. Un apuesto joven con pelos de punta y relucientes goggles sujetándolo.
―¡Le estoy asesorando! ―se revolvió Taiyou.
―¡Le estás liando! ―contraatacó el mayor, volviéndolo a empujar fuera, pero el terco de Taiyou se resistió a ir.
―Yuu-chan hazme caso, derecha alto y…
―¡Ya! ―forcejeó Musuko, atrapándolo por completo para llevárselo.
El chico pataleó con enfado pero salió del campo. Musuko no le apartó la mirada hasta que lo vio fuera, luego regresó la vista a Yuujou. Apoyó las manos sobre sus hombros y sonrió.
―Escúchame, no quiero meterte presión pero que Odaiba haga historia y se clasifique para los campeonatos nacionales solo depende de que metas este penalti.
Yuujou lo escuchaba, mirando absorto sus goggles. Siempre que su capitán le hablaba las miraba. Eran como un imán, como un símbolo que lo atraían. Finalmente suspiró.
―¿Y si fallo?
Musuko no supo que responder de inmediato, así que le ofreció una sonrisa que para nada se vio convincente y le frotó la cabeza.
―No pienses en eso. Puedes hacerlo.
Asintió, tomando la pelota en sus manos. La colocó en el punto de penalti e inspiró tratando de concentrarse. Sin embargo, su mirada se perdió una vez más por las gradas, al igual que llevaba haciendo todo el partido. Bajó la vista tristemente cuando un esperanzador ruido hizo que volviera a levantarla.
Una moto sonaba como si rompiera la barrera del sonido o incluso de la luz. Frenó con un chirriante derrape en lo alto de las gradas. Dos personas se bajaron, la que conducía apresuró a quitarse el casco y sacudirse su pelo rubio. Lo llevaba corto, pero un corte moderno que le hacía verse cool. La otra persona se encorvó tras quitarse el casco. Era castaño, con un lacio flequillo largo que le cubría parte de la cara. Estaba haciendo esfuerzos para no vomitar. La chica lo miraba asombrada.
―¿En serio Kibou? ―le acarició la espalda tratando de calmarlo mientras su mirada celeste inspeccionaba el campo.
―No vas a volver a conducir mi moto Aiko ―le advirtió, antes de sufrir otra arcada.
Aiko encogió los hombros, entregándole el casco.
―Ahora tengo algo más importante que hacer.
Yuujou se había quedado quieto, mirando hacia donde había escuchado el frenar de la moto. Entonces la vio en lo alto, también a Kibou. Ella lo saludó y se llevó las manos a la boca.
―¡Puedes conseguirlo hermanito!, ¡yo creo en ti!
Sonrió, sintiendo una maravillosa calidez desbordando su corazón. Tomó carrerilla y con toda la confianza en sí mismo y en sus amigos disparó. Y el balón eclipsó momentáneamente al sol.
…
―No pasa nada, todos hemos fallado jugadas importantes alguna vez.
Yuujou miró a su madre al entrar en casa. Sonreía como si no hubiera pasado nada lo que hacía que sintiera ganas de enfadarse, aunque no llegó a ese punto. Estaba completamente desinflado. Nadie entendía lo que acababa de perder.
―No me consuela en absoluto ―dijo secamente―, si me quedara algo de honor debería hacer seppuku y acabar con mi estúpida existencia.
Apretó los dientes por volver a escuchar la risa de su madre.
―¿De dónde sacas esas cosas? ―dijo manteniendo su tono trivial.
―Yo te lo diré ―Yuujou miró a su padre que se unía a la conversación― de los raros libros que le regala tu padre ―Sora negó con su imperturbable sonrisa y Yamato se dirigió a Yuujou. Este tragó porque traía su mirada intimidatoria―. Escúchame Yuujou, que no te engañen los libros sobre héroes que terminan sus hazañas sacándose las tripas. No hay nada más estúpido como matar, más todavía si es a ti mismo y yo no esperé tanto tiempo por ver tu cara para encontrarme con la cara de un estúpido, ¿has entendido?
El chico sintió ese dedo clavándose en su frente reiterativamente y asintió de forma automática. La mirada de su padre se relajó y le dio un amistoso golpe en la mejilla.
―Tendrás más oportunidades, no te preocupes. Eres mi hijo.
Pero eso tampoco le sonaba a consuelo. Jamás harían una temporada tan buena como la de este año, jamás volvería a estar tan cerca de jugar el campeonato nacional, jamás tendría en sus piernas la oportunidad de dar la gloria a su equipo y ser el orgullo de sus amigos.
―Yo sé lo que necesita Yuu-chan ―miró hacia abajo, a su pequeña hermanita de cabello pelirrojo y mirada intimidante como su papá. Tenía los brazos extendidos―, ¡un abrazo!
Fue la primera sonrisa que esbozó Yuujou desde que había fallado, pero cuando fue a recibirlo, la niña saltó hacia atrás y le hizo la burla.
―¡Bebé!
―¡Tsukino no seas así! ―exclamó Aiko, haciendo que la niña dejara de reír.
Su hermana mayor lo envolvió en sus brazos y él tan solo quiso llorar. Sintió las palmaditas ahora sinceras de su hermana menor a su espalda. Se abrazó a Aiko con todas sus fuerzas y esta lo sosegó mimosamente.
―No te preocupes hermanito, sigues siendo mi héroe ―cuando lo separó, Yuujou se concentró en esa sonrisa que tanto adoraba―. Y si alguien se mete contigo por haber fallado lo golpearé tan fuerte que llorará por mil vidas.
Yuujou asintió, separándose al sentir la mirada de su madre sobre ellos.
―Era una forma de hablar ―excusó Aiko, pero Sora continuó con su severa mirada. Había cruzado los brazos y Aiko entendió que no se debía a su amenazadora frase.
Tragó nerviosa.
―¿Qué es eso que he oído de un demonio rubio conduciendo una moto a todo gas por las calles de Odaiba?
Aiko quedó paralizada, pero al analizar la frase un pequeño detalle hizo que la furia viniera a ella.
―¿Demonio rubio?, ¡esas son palabras de Taiyou!
―No importa quien sea nuestro confidente, ¿qué hacías con ese chico? ―inquirió Yamato.
―Mamá habló sobre la moto no sobre Kibou, además, ¿confirmas que haces que uno de mis amigos me espíe?
Y viendo a su familia envuelta en sus verdaderas preocupaciones, Yuujou decidió alejarse de ahí.
―¿A dónde vas? ―escuchó a su padre, antes de abandonar el salón.
Había creído que ya era indiferente para ellos por lo que pese al vacío que sentía le reconfortó la voz de su padre. Le regaló una sonrisa que pese a la tristeza que reflejaba fue sincera.
―Quiero estar solo un rato.
―¿Me incluye a mí? ―cuestionó el Tsunomon que había permanecido mimosamente entre sus brazos desde que finalizara el partido. Él negó, apoyando la mejilla contra su suave cuerpecito.
―No, a ti no.
El digimon sonrió, restregándose feliz. Después de ese tierno momento en el que no fue consciente de que toda su familia había estado pendiente de él, Sora habló:
―Está bien, respetaremos tu decisión, pero quiero ver esa sonrisa que tanto amo sentada en mi mesa en la cena, ¿has entendido?
El chico asintió antes de encerrarse del mundo en su habitación. Se dejó caer sobre la cama y automáticamente buscó su más preciado tesoro: la armónica que le regaló su padre. Sopló y la hizo sonar medianamente bien, pero al cabo de unos minutos dejó de tocar. Con él nunca sonaba tan bien como cuando la tocaba su padre y mucho menos cuando la tocaba su hermana. A veces no entendía por qué su padre se la había regalado a él y no a Aiko que era mucho más virtuosa para la música.
La dejó a un lado y lloró, sintiendo que nada bueno podía salir de él. Lo único que había hecho bien a lo largo de este año era jugar al futbol, pero había fallado cuando todos los demás habían depositado sus confianzas en él.
―Yuujou.
El niño se abrazó con fuerza a su compañero, enjugando sus lágrimas en su cuerpo. Y así estuvieron hasta ese punto en el que el tiempo dejó de tener importancia. Entonces, unos ruidos le devolvieron a la realidad, a su verdadera realidad. Se acercó a la pantalla de su soporte digital que estaba prendida y vio lo que había en ella. Eran caracteres digimon pero él los entendía. Se estudiaban en la escuela un poco pero aparte siempre había sentido curiosidad por seguir aprendiendo junto a su abuelo y el papá de Chikako. Era algo que se le daba bien.
"No importa cuánto llores porque después sonreirás y la luz regresará a tu vida y a tus pensamientos. No importa que devastado te sientas porque en tu corazón sentirás amor y te dará fuerzas para levantarte. No importa cuántas veces fracases porque así reconocerás la felicidad de la victoria. No puedes saber lo que es el bien si no existe el mal. No puedes ver la luz si no es en contraste con la oscuridad. Exitismos porque existe esta dualidad. Aprende de cada momento vivido y nunca olvides que el margen de mejora es infinito. Vive con la confianza de que puedes cambiar el mundo y ya lo habrás cambiado. El tesoro del tiempo es tuyo, eres el dueño de tu futuro"
Los caracteres tomaron otra forma, creando una foto en la pantalla. Todavía sin asimilar lo que estaba sucediendo Yuujou la estudió estupefacto porque a primera vista había tenido la sensación de que eran sus amigos, pero lo había descartado al reconocer a los digimon. Entonces entendió que estaba ante una foto de sus padres y los amigos de sus padres cuando eran jóvenes.
En el centro estaban los señores Ichijouji ambos con extraños trajes de detectives. El papá de Musuko, el de Shizuka, su tío, Hikari-sensei, Taichi. El doctor Kido estaba en el piso pero levantaba la cabeza haciendo la señal de la victoria. Mimi-san con un pelo extraño estaba parada junto al papá de Chikako. Sonrió al reconocer a su madre y a su padre, pero le extrañó no conocer al chico que estaba entre ellos. Su mamá lo estrechaba bajo su brazo y su papá, aunque a más distancia, lo miraba de reojo. Se concentró en él, reconociendo las goggles como las de su capitán. Yuujou se tocó por inercia la mejilla, como si a través de ella pudiera acariciar la fea cicatriz del rostro de aquel muchacho. El color de su pelo era como su madre y sus ojos… Se sobrecogió al ver su mirada. Alzó la cabeza un instante y se miró al espejo. Era la misma mirada. Volvió a enfocar al muchacho de la foto y otra vez se miró en el espejo. No, no era la misma.
El chico reflejaba una vida que Yuujou era incapaz de llegar a imaginar y entender, pero quería alcanzarlo. Era algo que se había tornado existencial para él.
Cuando cerró los ojos, le sorprendió que no le resultó un esfuerzo flotar hasta aquel lugar puro y primigenio en donde no había bien ni mal, tan solo existencia. Aquel lugar recóndito y sagrado de cada persona en donde los dioses nacían. Los dioses en forma de sonrisa de su hermana y consejos de su padre, de abrazos de su madre y caricias de su digimon, de risas de sus amigos y sueños de futuro. Lo dioses que daban color al Digimundo y amor a su corazón. Se recreó en cada una de esas sensaciones para no olvidarlas. Se sumergió en ese Dios llamado esperanza. El verdadero Dios del Digimundo, el Dios que debían crear los humanos.
Cuando abrió los ojos, ya era uno con el chico de la fotografía.
El héroe del tiempo había despertado.
-OWARI-
.
N/A:
Japonismos varios: Heike Monogatari es un cantar sobre las guerras genpei. (samuráis varios)
Curiosidades varias:
Al principio este fic iba a tener peleas épicas (o intento de) entre digimon. Por ejemplo tenía previsto un Omegamon contra Alphamon pero como en este lapsus de abandono ocurrió una anomalía espacio-temporal llamada tri (tro para los amigos) deseché cualquier cosa que recordara a ello. Por esa razón también no nombro al Dios del Digimundo que sí, iba a ser Yggdrasil
Hago un chiste conmigo misma a través de Jou cuando pide súper ángeles y es que en este fic tenía previsto que Ophanimon y Seraphimon salieran también pero esto no lo deseche por tro sino porque cuando retomé el fic hace un mes (el dudoso arte de terminar un fic que estuvo en hiatus durante años en un mes XD) decidí terminarlo rápido y crear una batalla épica con ángeles de por medio me daba mucha pereza y seguramente habría provocado otro bloqueo y el fic jamás habría sido terminado. De modo que bloqueé cutremente el poder sagrado y los ángeles que parecía que en el futuro apocalíptico habían tenido un papel épico fueron relegados a la nada en el presente :P
Y por último cómo un fic que pretendía ser un humorístico, con algo dark, homenaje a la ciencia-ficción y viajeros del tiempo (lo empecé pensando en Trunks lo termino pensando en Suzuha) ha acabado en un burdo intento de reflexión sobre el bien, el mal, la humanidad y la existencia pues no sé qué decir. Simplemente hacia ese camino fluyó y estoy satisfecha. En realidad ahora que dejo de escribir he descubierto que odiaba tener que encorsetarme en un género determinado así que aquí he sido libre y he escrito lo he querido en cada momento. Si lloran, ríen, sienten rabia, esperanza o creen que todo es una sarta de ridiculeces que dan vergüenza ajena está bien. Todo está bien porque todas esas sensaciones son la prueba de la existencia de este fic y de mí como su autora (soné tan madura que me entraron ganas de gritar por mi infancia perdida XD)
Teorías varias:
Leí en algún wiki que en un momento dado Yggdrasil es sustituido por Homeostasis como Dios del Digimundo y me gusta pensar que eso ha sucedido en este fic. Obvio no espero que nadie teorice sobre esas cosas tras leer el fic pero yo debo hacerlo para buscar una coherencia en mi propio escrito. Es decir, al restaurar Yuujou a Yggdrasil con los emblemas es Homeostasis (que creó los emblemas) quien toma realmente el control. Y esto es importante porque Homeostasis (me da igual lo que diga tro que por otro lado no me acuerdo nada de su trama, ni que función tenía Homeostasis) pero es un ser que busca el equilibrio y cuando los humanos ya forman parte del Digimundo y los digimon del mundo humano debe buscar también el equilibrio en eso. Es decir, para que la transición entre humanos y digimon fuera posible necesitaban que el Digimundo fuera dirigido por Homeostasis y no Yggdrasil que es un frío ordenador incapaz de entender los vínculos con los humanos. Concluyendo, este fic es el puente al epílogo. Yuujou es el héroe genial que lo consiguió :)
Y ahora hablando de viajes temporales (amo), cuando regresan verán que hay cosas diferentes del mundo inicial, como por ejemplo que Sora ya tiene su colgante o que Yamato no se olvida de la cita. Bueno, mi teoría sin base científica alguna obvio (como todas XD) es que el tiempo no es lineal sino paralelo, de modo que no es cuestión de ir hacia atrás o hacia adelante hasta determinado punto sino de saltar de una línea a otra y por ello no son enteramente iguales. Cada vez que hay un salto temporal ya se abandona esa línea del tiempo porque sino crearía una paradoja y por ello se crea una nueva línea (universos paralelos lalala). Soy una friki, lo sé.
Y lo dejo aquí que cuando las notas de autora superan las palabras del capítulo es muy mala señal.
Saluditos, gracias por leer, más por comentar. Nos veremos en algún lugar del espacio-tiempo. Sean felices.
Soratolove/sorato4ever
Y sí, soy zeldera y amo a Link también, ¿se notó? XD
Publicado: 6/9/18