18 de julio del 2012

Hola a todos por aquí, después de mucho tiempo estoy de regreso :) para los que no me conocen mi nombre es "Mimato 196"por lo original soy escritora de fics mimato pero esta vez decidí aparecerme por aquí con un ¿taiora? La verdad es que mis historia siempre contienen mimato y taiora y esta historia no es la excepción contiene mimato, taiora y takari aunque no sabría decir cual es la pareja principal pero decidí ponerla en Taiora porque nuestro bello Tai es el que nos cuenta la historia y es nuestro protagonista así que por eso la puse aquí :)

Esta historia está basada en la película de Tim Burton, "El Cadáver de la novia" pero eso no significa que sea igual le agregué algunas cosas y personajes sin embargo la idea original sigue perteneciendo a Tim Burton yo sólo la modifiqué por diversión y sin fines de lucro, espero que sea de su agrado. Ah! y lo olvidaba, los personajes no me pertenecen son de su creador Akiyochi Hongo y sólo los uso para sanar un poco el trauma que me dejó con el horrible final de Digimon 02, con sus parejas disparejas, pero no hablaré más del tema porque me pongo de malas, así que por la paz ahí lo dejo. jejeje. Bueno disfruten la historia y que espero sea de su agrado :)

Sinopsis Completa

Basada en la película de "El cadáver de la novia," de Tim Burton. Amor entre la vida y la muerte cuenta la historia de Taichi Yagami un joven que al casarse accidentalmente con una misteriosa novia, es llevado repentinamente a un mundo habitado por almas en pena mientras que su novia real lo espera en la tierra de los vivos. Aún cuando la vida en el mundo de los muertos resulta ser más colorida y animada de lo que se esperaba Taichi y de que ahí se encuentra con su hermana ya muerta, Taichi comprende que él no pertenece a ese lugar y que debe de estar al lado de su amada, sin embargo tendrá que afrontar varios problemas antes de lograr regresar a su verdadero hogar.

AMOR ENTRE

LA VIDA Y LA MUERTE.

Capitulo 1

Compromiso, el comienzo de una historia.

Taichi Yagami, un joven adinerado de 25 años que vivía con su esposa a las afueras de Francia, se encontraba en estos momentos en su habitación matrimonial, hacia una hora que su dulce mujer se había levantado y en consecuencia él también lo había hecho después de 30 minutos intentando inútilmente volver a conciliar el sueño .

Como cada mañana, Taichi se metió a tomar una ducha después de despertarse, se cambió y se dirigió al espejo de su habitación para arreglarse y comenzar con la rutina de un nuevo día. La habitación de Yagami era grande y elegante, decorada de un alegre papel tapiz floral de color amarillo y adornada por la majestuosa cama de cuatro pilares y cortinas blancas que era el centro de atención de la habitación, contaba también con un enorme ventanal el cual era resguardado por gruesas cortinas de la más fina tela color rojo y que una vez abiertas permitían el paso de la luz a la habitación, misma luz que en esos momentos ayudaba a Yagami con su arreglo personal.

El joven de piel morena se miró en el espejo para pasar un peine por sus alborotados cabellos color chocolate que por más que lo intentaba no lograba a acomodarlos, siempre quedaban igual, con un gran volumen y esparcidos por todos lados. Taichi suspiró al ver que su nuevo intento por domar aquella melena había sido inútil, así que no insistió más y dejó el peine a un lado, se alejó un poco del espejo para verse de cuerpo completo y sonrió satisfecho al ver que su atuendo le quedaba muy bien gracias a su esbelta pero bien ejercitada figura. Taichi se jaló el chaleco de fina tela naranja adornada por bordes dorados para ajustarlo a la altura en que iniciaba su blanco pantalón y ceñirlo a su trabajado cuerpo para después verse de nuevo en el espejo y sonreírse así mismo, pero esta vez con el orgullo de un hombre que está conforme con su aspecto.

-No cabe duda Taichi, eres todo un galán, por eso tu esposa te quiere tanto.

Se dijo así mismo con una sonrisa divertida y de nuevo caminó al espejo pero esta vez para tomar su reloj de bolsillo que se encontraba en uno de los alhajeros que reposaban en el tocador. Abrió una cajita de fina madera y sacó de ella el fino reloj de oro que buscaba y el cual tenía grabado su apellido y era adornado por finos diamantes. Cerró la caja que contenía valiosas alhajas una vez que tuvo su reloj en mano y estuvo a punto de irse si no fuese por que sus traviesos ojos color chocolate se quedaron fijos en un pequeño calendario que se encontraba al lado de su alhajero. 18 de julio, aquella era una fecha significativa para él y no sólo porque fuera su aniversario de boda, sino porque en esa fecha se cumplía un año desde que sucedió aquello.

Taichi sintió nostalgia al recordar aquel suceso y una sonrisa melancólica se dibujo en sus labios, aquel día, un año atrás no sólo se había despedido de una gran amiga de noble corazón sino que había sido el inicio de su nueva vida, vida que ahora disfrutaba con orgullo y amaba con el corazón.

Después de recordar a aquella joven de dulce sonrisa Taichi guardó su reloj de mano en el bolsillo de su pantalón y se dirigió al comedor con la esperanza de encontrar a su amada esposa ahí para que ella lo ayudara a despejar esa melancolía que había habitado en su corazón después de recordar aquellos sucesos, pero para desgracia del joven la mucama le acababa de avisar que su mujer había salido muy temprano y que regresaría hasta más tarde por lo que le tocaría desayunar solo.

-En ese caso llévame el desayuno a la mesa del jardín, hoy es un lindo día para comer afuera, y no olvides llevarme el periódico.

Le indicó a la mucama una vez que se enteró de la ausencia de su mujer.

Se dirigió al pasillo que lo conducía al enorme y bien cuidado jardín repleto de flores hermosas y árboles frondosos. Taichi atravesó el jardín y se dirigió hasta la pequeña y elegante mesa blanca que se encontraba cerca de una fuente adornada por dos jóvenes amantes hechos de fino mármol blanco y que se miraban con amor a la par que sostenían sus manos entre ellos. Ella, una fina joven de largos cabellos y cara tallada como la de un ángel que miraba con amor y dulzura a su amante a la par que su velo y su vestido de novia parecía volarse con la dirección del viento y tal vez así lo hiciera sino fuese porque estaba hecha de piedra. Él, fuerte y galante hombre de carácter indomable, de facciones varoniles y de mirada fuerte y fría pero que se tornaba dulce cuando se fijaba en los ojos de su amada a la cual miraba con amor y dulzura y a la cual estaba eternamente unido, sus fuertes manos de piedra sostenía entre ellas las frágiles y gentiles manos de ella.

El joven Yagami tomó asiento en una de las sillas blancas de su mesa de jardín y disfrutó la sombra que le proporcionaba la pequeña estancia blanca diseñada para el exterior y que contaba con un alto y elegante techo en forma de octágono y que al igual que lo demás estaba hecho de hierro blanco decorado por finas figuras.

-Aquí tiene señor.

Dijo la mucama después de un breve tiempo en que el joven estuvo preguntándose así mismo por el paradero de su esposa.

-Gracias. ¿No sabes a donde fue la señora Yagami?

-No señor, no dijo a donde iba, sólo salió apresurara y dijo que volvería hasta la tarde.

-Ya veo… bueno gracias, puedes retírate.

La joven sirvienta hizo una leve inclinación de respeto ante el joven y se retiró. Taichi por su parte comenzó a comer su desayuno mientras no dejaba de preguntarse a donde había ido su mujer, extendió el periódico y se puso a leer las noticias del día, sin poder evitar que la fecha de ese día se hiciera presente en su mente.

Terminó de desayunar y dobló el periódico, ninguna noticia interesante había aparecido excepto por la insistente fecha que se empeñaba en aparecer ante su mirada. Taichi despegó su vista de aquel papel grisáceo y la dirigió a un cielo azul de verano adornado por hermosas nubes blancas pasajeras que se movían lentamente ante su mirada. Yagami volvió a recordar los sucesos de hacía un año y de nuevo la melancolía y la alegría se apoderaron de él, aquel cielo azul se estaba convirtiendo en un cielo lleno de recuerdos, así que bajó su mirada y la fijó ahora en la fuente que se encontraba a unos treinta pasos frente a él. Hermosa, fina y elegante, así era la joven que adornaba la fuente. Taichi la miró fijamente y no pudo evitar sonreír con dulzura, después miró al joven y su sonrisa se amplió para que después sus labios soltaran un murmullo reflejo de sus pensamientos.

-Me alegra que lo hallas encontrado.

Susurró para si mismo pero a la vez para alguien más, despegó sus ojos de aquella hermosa fuente y la fijó de nuevo en el periódico que se empeñaba en mostrarle la fecha, sonrió nuevamente y esta vez paseó su traviesa y enérgica mirada a todo lo que había en aquella mesa de jardín y en la cual encontró sobre el asiento de una silla un libro de gruesa tapa café adornada por líneas doradas. Taichi lo miró y le bastó leer el titulo para saber que era una de las novelas que leía su mujer, seguramente ella al igual que él había decidido desayunar en el jardín y había estado leyendo, tal vez ella también había recordado la fecha en que se encontraban y había recordado aquellos sucesos y por eso había decidido desayunar afuera, para poder apreciar la belleza y la grandeza de aquellos dos amantes que eran el centro de su enorme y hermoso jardín.

Dejó el libró en la mesa y una idea cruzó su mente, miró el libro unos segundos y después miró la fecha en el periódico, una nueva sonrisa se asomó en sus labios e hizo sonar con prisa la pequeña campanita que era utilizada para llamar a sus mucamas.

No pasó mucho tiempo para que la joven que le había servido el desayuno apareciera a su lado y se pusiera a su disposición.

-Por favor, llévate esto y tráeme papel y tinta.

-Enseguida señor.

La joven mujer recogió los restos del desayuno de su amo y a toda prisa se dirigió a la enorme casa que bien podría llamarse mansión, para traerle su encargo.

Taichi no tuvo que esperar mucho para que la joven llegara de nuevo y le trajera lo que le había pedido. El moreno tomó la tinta y la colocó a su derecha y acomodó el papel para poder empezar a escribir, miró una vez más a la pareja de amantes hechos de piedra y no pudo evitar sonreír, había llegado la hora de que Taichi le hiciera tributo a esos amantes y empezara a escribir sus memorias en tinta indeleble para conservarlas a través del tiempo y dar a conocer al mundo no sólo parte de su historia sino más bien la historia de una joven de noble corazón que le cambió la vida y que le enseñó que aún existen corazones puros y piadosos en este mundo. Y es aquí donde empieza nuestra historia.

..∞…

Era el año de 1892, mi familia, la familia Yagami siempre había gozado si bien no de una riqueza infinita si de una riqueza admirable que nos daba un buen estatus social. El origen de mi familia era japonés, pero hacia ya varias generaciones atrás que habíamos pertenecido a la hermosa ciudad de Londres por lo cual podíamos considerarnos ingleses. Y gracias a los conocimientos y dominios de la economía que poseía mi familia y que aportaban en gran parte a la economía de Inglaterra era que nos habíamos ganado el respeto de los demás ingleses a pesar de que proveníamos de un continente diferente. Sin embargo no todo podía ser perfecto y un día la desgracia llegó a nuestra familia llevándonos a la ruina total en la cual no sólo perdimos nuestra fortuna sino que habíamos perdido algo más importante aún, nuestro corazón y las ganas de vivir.

Años atrás antes de que la desgracia llegara a nuestra familia, yo gozaba de una vida envidiable, tenía una madre amorosa que me educaba con inmenso amor, un padre respetable que siempre procuraba tener tiempo para mí y con el cual me llevaba de maravilla y una pequeña hermana que llenaba de alegría mi vida con su sonrisa imborrable y su buen corazón que siempre buscaba el bien para los demás, además tenía un perro fiel que siempre me acompañaba a todos lados y el cual había tenido desde niño y que solía pelear con el gato de mi hermana. Pero todo esto empezó a desaparecer poco a poco.

-Me mandaste llamar mamá.

Pregunté a la par que me hacía presente en la alcoba de mi madre, me extrañó ver las cortinas cerradas pero pasé esto por alto, entré a la habitación y caminé hasta ella pensando que no me había escuchado y no fue hasta que estaba frente a ella que me di cuenta que lloraba, me arrodillé ante ella y tomé sus manos en un intento inútil de darle consuelo, busqué su mirada humedecida y sus ojos reflejaban la más inmensa de las tristezas.

-¿Qué es lo que pasa madre?

Le pregunté con dulzura esperando que su incesable sollozo le permitiera hablar y me dijese la causa de su llanto.

-Es Hikari.

Murmuró y yo sentí que mi corazón se oprimió por la preocupación. Desde que era pequeña mi hermana menor Hikari siempre había sido enfermiza y se resfriaba fácilmente y con frecuencia y por alguna razón desconocida a mi entendimiento mi corazón siempre había guardado en él, el temor de que algún día mi pequeña hermana no pudiera salir de uno de sus tantos refriados y muriera.

-¿Qué pasa con ella?

Mi voz era temblorosa y el miedo comenzaba a embargar todo mi ser.

-Enfermó de nuevo, no puede levantarse de la cama.

Respondió mi madre entre sollozos y yo sentí un gran alivio, sólo era otro resfriado, pronto se recuperaría como lo hacía siempre o por lo menos eso fue lo que tontamente pensé en aquel entonces.

-No te preocupes madre, pronto estará bien, ella siempre se recupera.

Le dije con voz más calmada, pero ella negó con la cabeza y levantó su vista hacia mí , sentí destrozarme cuando vi sus ojos llenos de lágrimas mirándome en busca de ayuda, de consuelo, como si esperara que yo tuviera la solución o pudiera hacer algo y a la vez como si todo hubiera acabado.

-No lo hará…

-¿Qué?

-El doctor vino a verla esta mañana y…

Mi madre no pudo hablar y nuevamente rompió en llanto pero esta vez extendió una carta hacia mí la tomé entré mis manos y la leí velozmente. Era una carta que mi madre había escrito a mi padre que en esos momentos se encontraba fuera de Londres y donde le explicaba la situación de mi hermana. Al parecer el doctor le había diagnosticado una neumonía severa y bastante avanzada la cual sólo se podía tratar con medicamentos costosos y ninguno aseguraba que mi pequeña hermana pudiera sobrevivir a esa terrible enfermedad.

-¿Neumonía?

Mi voz fue casi casi inaudible y difícilmente salió de mis labios debido a la impresión y el temor que en esos momentos me inundaba, miré a mi madre y ella asintió aún con el llanto saliendo de sus ojos y el dolor expresado a través de sus sollozos.

-¿Ella lo sabe?

-¡Oh Dios no! – Me respondió con angustia y de inmediato tomó mis manos entre las suyas- Y no debe saberlo, Taichi, prométeme que no se lo dirás, ella… ella no lo soportaría.

Me suplicó y un nuevo sollozo salió de su ser, yo la miré con tristeza y ternura, acaricié su rostro con amor, y le sonreí, para ese entonces mis ojos también ya estaban humedecidos al igual que los de ella y mis palabras llenas de dolor y amargura.

-No te preocupes no se lo diré.

Mi madre me sonrió, la última sonrisa que me dedicaría en mucho tiempo y me abrazó fuertemente para romper en total y amargo llanto.

Esa misma tarde después de un viaje largo regresé a casa con el medicamento que Hikari necesitaba, me dirigí de inmediato a su cuarto, allí estaba mi madre, cuidándola, sentada en un sofá al lado de mi casi inconsciente hermana, me miró y sus ojos brillaron de alegría al ver que traía el medicamento en mis manos.

-Por fin llegaste.

Me dijo a la par que se ponía de pie y arrebataba de mis manos el medicamento para después salir de la habitación para prepararlo. Yo me quedé sólo con Hikari, la ví ahí en su cama agonizando y sentí que me destrozaba por dentro, su carita estaba sonrojada debido a la fiebre, tosía constantemente y su pecho subía y bajaba con fuerza debido a la dificultad que tenía para respirar. Me acerqué lentamente y ella debió sentir mi presencia ya que abrió sus ojos que habían perdido ya su brillo y me sonrió con dificultad.

-Hermano…

Susurró para después toser dolorosamente, yo me senté inmediatamente para estar a su altura y tomé su fría mano entre las mías.

-Hey no te esfuerces…

Le dije con voz amorosa y ella volteó a verme con sus ojos cristalinos y que amenazaban con el llanto.

-Lo siento…

Me susurró y la miré confundido.

-¿Por qué?

-Hoy iríamos a la obra que querías ver ¿lo recuerdas?

Lo había olvidado, ese era el día en que estrenaban la obra que tanto había insistido que quería ver desde que había oído que la presentarían en los teatros de Londres, y Hikari y yo habíamos acordado ir a verla el día del estreno.

-No te preocupes, ya iremos a verla cuando te recuperes.

-Te prometo que lo haré antes de que la quiten.

Me dijo con una sonrisa débil, yo también sonreí y asentí levemente, ella me miró y trató nuevamente de sonreír, pero esta vez no pudo, en cambió soltó otra dolorosa tos para después volver a respirar con dificultad.

-Quiero dormir.

Me dijo y asentí nuevamente.

-Será lo mejor.

Le susurré ella me miró por unos instantes y cerró sus ojos para quedar profundamente dormida. Yo me quedé ahí hasta que mi madre volvió con el medicamento y se hizo cargo de Hikari.

Los días a partir de ese momento se hicieron cada vez más difíciles para toda la familia, Hikari empeoraba día con día y los negocios debido al descuido ocasionado por la mente distraída de mi padre que no hacía otra cosa que pensar en su hija enferma llevaron a la familia a la banca rota hasta que ya no hubo más ingresos, sólo egresos para el medicamento de mi hermana. Así pasaron alrededor de tres meses, hasta que un día sucedió lo inevitable.

Ya había anochecido, ese día Hikari había amanecido peor que de costumbre y en la casa había un gran revuelo, mi padre no dejaba de fumar como chimenea a la espera del doctor que no se apresuraba en salir de la habitación de mi hermana y decir que pasaba, mi madre no dejaba de llorar en la sala incapaz de presentarse ante su hija en tal estado, la servidumbre entraba y salía de la habitación de Hikari intentando calmar los agonizantes y dolorosos quejidos de mi hermana y cumplir con las ordenes del médico y yo estaba ansioso, desesperado porque me permitiesen entrar a verla.

Al fin después de una agonizante hora el doctor salió de la habitación de Hikari y yo fui el primero en intersectarlo para preguntarle por Hikari pero lo único que hizo el hombre de abundantes canas fue bajar su mirada y negar suavemente.

-Dudo que sobreviva a esta noche.

Me dijo con voz suave y yo sentí como si me clavarán una estaca en el corazón, quedé paralizado por unos segundos pero en cuanto me recuperé de mi asombro entré a la habitación de mi hermana desesperado por verla otra vez aunque fuera la última vez.

Entré con el corazón palpitándome fuertemente en el pecho, me acerqué a ella a paso lento y la escuché quejarse del dolor en su pecho, tosió fuertemente y después volteó a verme con gran dificultad.

-Hermano…

Susurró con una voz queda, casi inaudible y con su respiración forzada.

-Hikari no, no te esfuerces…

Me arrodillé ante ella, tomé con una de mis manos la suya, fría y frágil y con otra acaricié su mejilla en la cual pude sentir el rastro de una lágrima, la miré a los ojos, ella estaba llorando y me miraba con sus ojos entristecidos y llenos de temor.

-Voy a morir ¿verdad?

Me dijo entre llanto y con una fuerte tos que la acompañó después de su pregunta casi afirmación.

-No… no digas eso.

La abracé contra mi pecho intentando consolarla y consolarme a mi mismo pero ya era muy tarde, Hikari sabía la verdad sentía la muerte cercas y yo ya estaba derramando lágrimas que delataban mi tristeza y mi mentira.

-No mientas hermano, yo sé que es así puedo sentirlo.

-Hikari no…

-No tienes que protegerme hermano, ya no soy una niña.

-Para mí siempre serás mi hermanita.

Le respondí apartándola de mi pecho y buscando su mirada, ella me miró y sonrió para después toser de nuevo esta vez dejando un rastro de sangre en mi ropa.

-Lo siento.

Dijo limpiando sus labios que se tornaban azulados debido a su avanzada enfermedad.

-No me gustaba esta chaqueta. Ya me comprarás otra cuando estés mejor.

Le dije en forma de broma pero a la vez aterrado al ver que ella había tosido sangre algo que antes no había hecho y que sólo indicaba que ella estaba empeorando.

-Hermano…

Susurró de nuevo y tomó mi mano entre las suyas, yo la miré y sus ojos mostraban tristeza.

-Estoy cansada, no me hagas luchar más ya no puedo.

Sentí como mi corazón se desgarraba al oír sus palabras, aquel era el adiós yo lo sabía y ella también.

-Hikari…

-No quiero morir sabiendo que no sonreíste el día de tu cumpleaños por mi culpa.

La miré confundido y sorprendido, ella sonrió levemente y volteó su mirada al reloj de pared que marcaba las 12 en punto la primera hora del nuevo día.

-Feliz cumpleaños hermano.

Me dijo suavemente y con una sonrisa en sus pálidos labios. Sentí como las lágrimas se desbordaban de mis ojos unas tras otras, en mi preocupación había olvidado que el día siguiente era mi cumpleaños y Hikari aún en su agonía lo había recordado y había sobrevivido y aguantado por más tiempo su dolor sólo para decirme un feliz cumpleaños.

-Hikari…

Sollocé destrozado por su bondad y su adiós que miraba cercas.

-Ahora dedícame una sonrisa y déjame ir.

Me suplicó sosteniendo mis manos entre las suyas, yo la miré, ella esperaba que cumpliera con lo que me pedía a pesar de que sabía que eso era casi imposible.

-Hikari no…

-Por favor hermano… estoy cansada y la única… la única razón por la que he soportado hasta hoy … es porque sabía que tu cumpleaños estaba cercas….y quería decirte aunque fuera por última vez …"feliz cumpleaños"… Ahora sonríeme y podré irme en paz…

-¡No Hikari! ¡No me dejes!

La abracé con fuerza, no quería perderla, sabía que era egoísta de mi parte retenerla a mi lado y pedirle que no se fuera pero era lo que mi corazón gritaba en ese momento y aunque le hacía más dolorosa su partida no podía contenerme.

-Hermano…

Sentí sus lágrimas en mi ropa y como trataba débilmente apartarse de mi abrazo aunque yo no se lo permitía.

-Hermano… siempre… estaré… contigo…

Su respiración se estaba dificultando y entre cada palabra aspiraba hondamente aire intentando respirar, con mi terquedad yo la estaba haciendo esforzarse más de lo que debía y fue entonces que lo comprendí, ella estaba ahí sólo por mí, no quería dejarme y eso la mantenía viva pero ya no podía más y yo estaba siendo muy cruel al no dejarla ir. La aparté de mi regazo y la miré, ella respiraba agitada y sus ojos se estaban entre cerrando debido al esfuerzo que hacía, pero aún así utilizó la poca fuerza que le quedaba para señalar con su débil mano el collar de oro en forma de flor de ocho pétalos unos más grandes que otros que colgaba de su pecho.

-Tómalo… quiero… que… te… lo… quedes… es… mi … regalo…

-Hikari…

-Ahora… sonríeme…

Como pude y utilizando todas mis fuerzas para parar mí llanto tomé su mano con dulzura y le dediqué mi última sonrisa para ella antes de que cerrara sus hermosos ojos para siempre.

-Gracias… hermano…

Y con esta última palabra en sus labios y con una dulce sonrisa en sus labios ella quedó sumergida en el sueño eterno, yo pude sentir su última lágrima caer sobre mis mano que acarició su rostro cuando ella me llamó por última vez. La tomé entre mis brazos y solté en un grito de dolor con su nombre, la abracé contra mi pecho y solté sobre su cuerpo inerte todas mis lágrimas.

Una hora más tarde mis padres entraron a la habitación, mi madre había recobrado la compostura y el valor para ver a Hikari pero lo perdió al verme llorando amargamente sobre su lecho, mi madre corrió al lado de Hikari y la llamó inútilmente, yo me aparté de ahí y salí de la habitación guardando en el bolsillo de mi pantalón el último regalo de mi pequeña hermanita.

Al día siguiente la casa se vio cubierta por la tristeza y la desgracia, aquel día nadie recordó mi cumpleaños, la única que lo había hecho fue Hikari y fue la única que me felicitó ese día logrando robar de mí mi última sonrisa en mucho tiempo y realmente no deseaba que hubiera sido nadie más.

Desde ese momento la desgracia se adueñó de nuestras vidas, la familia se había ido a la banca rota, la alegría se había marchado y la amargura se había adueñado del corazón de todos, mi madre ya no era la madre amorosa que alguna vez conocí, ahora siempre estaba molesta y en las noches lloraba amargamente, mi padre se había hundido en su depresión y se pasaba los días encerrado en su despacho bebiendo hasta el amanecer y yo, yo había perdido la ilusión de vivir no creía en los milagros ni en las cosas buenas, para mí no existían más que desgracias en el mundo. Pasaba días enteros recordando a mi pequeña hermana, horas apreciando su último regalo y noches reviviendo sus últimos momentos.

Seis meses después nos vimos obligados a recuperar un poco de la fortuna que teníamos y por esa razón mis padres planearon unirme en matrimonio con una mujer de familia adinerada a la que no conocía y que no sabía si me agradaría

Muchas veces me negué ante la idea de ese compromiso pero a pesar de todas mis negativas no hubo nada que hiciera cambiar de opinión a mis padres, necesitaban el dinero y me utilizarían a mí para obtenerlo. Ya nada queda del corazón amoroso de mis padres, su corazón de padres había muerto junto con Hikari y ahora me miraban a mí como a un extraño, aquel día no sólo murió Hikari, para ellos habían muerto sus dos hijos y no les importaba más lo que yo sentía, hacía o dejaba de hacer, ya no era Taichi su hijo mayor, era Taichi una persona más en el mundo y su instrumento para sacarlos de su miseria económica.

El día era gris, los tres nos encontrábamos en un carruaje rumbo a la casa de mi ahora prometida, para concretar el compromiso. Durante todo el trayecto mi madre no había hecho más que hablar con codicia de lo rica que era la familia de mi futura esposa y lo bien que nos vendría aquella unión, mientras que mi padre la acompañaba alardeando de lo magnífica que había resultado su idea del compromiso para sacarnos de la miseria y yo, yo no tenía más opción que escucharlos, aunque intentaba no hacerlo y prefería concentrarme en el collar que me había dado mi hermana antes de morir, deseando que ella estuviera ahí para apoyarme.

-Recuerda Taichi, debes de actuar debido al plan, no hagas ninguna tontería.

Me regañó mi madre molesta, yo guardé la cadena en un bolsillo de mi pantalón y la miré para encontrarme con aquel rostro severo que había dejado de sonreír hace ya seis meses y que ahora sólo sabía tener el ceño fruncido.

-De acuerdo.

Un suspiro de cansancio y resignación salió de mis labios al aceptar con pesar la petición de mi madre. Desde que había mostrado mi desacuerdo hacia este compromiso, mis padres habían dejado de confiar en mí y me miraban como si yo quisiera ser el causante de la ruina de nuestra familia, sin tomar en cuenta que a pesar de todo lo que había pasado y de que sabía que ellos habían dejado de verme como a un hijo yo por mi parte los seguía amando y por más que me desagradara la idea del compromiso si eso les traía un poco de calma a sus ya desdichadas vidas yo lo haría sin dudar.

-Llegamos.

Dijo acompañado de una tos infernal nuestro cochero Peter, uno de los pocos sirvientes que quedaban a nuestro servicio.

-Peter haz algo con esa tos, es espantosa, nos avergüenzas.

Dijo con crueldad mi madre a la par que bajaba del carruaje. Peter agachó su cabeza apenado e intentó no toser de nuevo. Yo bajé al último después de que mi padre se colocó al lado de mi madre para admirar la enorme casa frente a ellos.

-No le hagas caso Peter, ella ha cambiado desde entonces.

-Lo sé, joven.

-Ten, cuida esa tos.

Extendí a Peter una de las pastillas para la tos que solía darle a mi hermana cuando era niña y el anciano volteó a verme agradecido y me dedicó una amable sonrisa.

-Gracias joven.

Bajé y me coloqué al lado de mis padres, estaba convencido de que iba a odiar la unión a la cual me estaban condenando pero por ellos seguiría con todo de acuerdo a lo planeado: Me casaría con la joven reclamaríamos su dote y mi padre lo invertiría para sacarnos de la ruina y volver a ser la prestigiosa familia de antes.

-Recuerda Taichi, esta familia son nuestra salvación para salir de la ruina así que no lo eches a perder.

Mi padre llamó por segunda vez a la puerta después de decirme esas frías palabras y yo no hice más que un gesto de desagrado pero en el fondo sabía que esa era la única salida así que continué con lo planeado y sin protestar.

La puerta no tardó en abrirse después de la segunda llamada, nos recibió una mujer regordeta y de edad avanzada quien sonrió al vernos.

-Ustedes deben de ser los Yagami, por favor pasen los señores los esperan en la sala.

Sin un saludo y con total indiferencia los tres nos dirigimos a la sala guiados por la mujer que caminaba a paso lento. Aquella era una mansión enorme, pero carecía de brillo y elegancia, se miraba gris y descuidada con muebles viejos y llenos de polvo.

Entramos a la sala que era iluminada por la luz de una gran chimenea que se encontraba prendida y ahí como ocultos entre las sombras se encontraban los dueños de aquella enorme casa, un hombre de rostro cansado pero rígido y una mujer de mirada fría y dura.

-Cuanto tiempo sin verte.

Dijo mi padre con frialdad al hombre. La familia a la cual me iban a unir era al igual que nosotros procedente de Japón aunque a diferencia de nosotros ellos eran la primera generación que vivía en Londres.

-Lo mismo digo.

Aquel hombre se puso de pie y caminó hasta nosotros al igual que su mujer que nos observó con mirada crítica para después torcer levemente los labios, sin duda alguna me habían llevado a formar parte de una familia que era cubierta por la misma amargura con que mi familia era maldecida.

-Tomen asiento, nuestra hija no ha de tardar.

Dijo la mujer y todos nos dirigimos a los sillones para tomar asiento y beber un poco de té en lo que llegaba la joven que me podía imaginar tenía la misma actitud fría y calculadora de sus padres.

-Señores.

Habló la sirvienta desde una esquina con voz temerosa y su mirada en el suelo.

-¿Qué pasa?

Quiso saber la dueña de la casa y la mujer regordeta que nos había conducido hasta la sala y misma que nos había servido el té miró con temor a su ama.

-La señorita no se encuentra en su habitación y las mucamas no la encuentran en ninguna parte, temen que haya escapado.

-¿Cómo es eso posible?

Exclamó furibundo el hombre a la par que se ponía de pie al igual que su esposa.

-Discúlpenos, enseguida regresamos, Mary atiende a nuestros invitados.

Ordenó la mujer y junto a su esposo salió de la sala para buscar a la joven perdida.

Los tres permanecimos en un silencio mortal por varios minutos hasta que mi madre decidió romper el hielo y comenzó a hablar de lo grande que era aquella casa. Cansado de oír como mis padres codiciaban la fortuna de aquella familia yo decidí retirarme de ese lugar con el pretexto de que necesitaba ir al baño. Le pedí a Mary que me indicara donde se encontraba el baño y ella gentilmente me dio las indicaciones para llegar al baño del segundo piso ya que el del primero se encontraba fuera de servicio.

Subí por las escaleras y me encaminé por el pasillo que se encontraba a mi derecha, sin duda alguna era una casa enorme aunque bastante descuidada y con un aspecto algo tétrico, de las paredes colgaban los retratos de los antepasados de aquella familia y todos ellos tenían miradas duras e inquisidoras como si hubieran vivido vidas desdichadas.

Después de pasar varias puertas llegué a la que se suponía era el baño, posé mi mano en la perilla pero antes de abrir la puerta algo me detuvo, justo en ese instante se comenzó a oír a lo lejos una melodía de piano, la misma que tocaba mi hermana cuando estaba viva. Sin pensarlo dos veces y con la esperanza ilógica de verla de nuevo me dirigí hacia donde provenía aquella excelente interpretación de tan hermosa pieza de piano, caminé por varios pasillos y abrí varias puertas hasta que pude llegar a la que guardaba en su interior aquella música.

Abrí la puerta y entré en silencio, al principio no vi más que un cuarto de estar con pocos muebles y sillones, iluminado por la poca luz de aquel día gris que entraba por los ventanales abiertos y dejaban pasar un suave viento, pero después la ví a ella, en una esquina de aquella habitación se encontraba una hermosa joven sentada frente al piano, deslizando sus bellas y frágiles manos por las teclas de aquel glorioso instrumento.

Entré a paso lento y sin el menor ruido para no hacer sentir mi presencia pero estaba tan cautivado por la figura de aquella joven que no me fijé y tropecé con unos de los muebles haciendo que ella dejara de tocar y volteara a verme.

Cuando nuestros ojos se encontraron hubo una conexión entre ambos y por un momento sentí perderme en aquellos hermosos y cálidos ojos que me miraban profundamente.

-¿Quién eres tu?

Me preguntó con dulce voz y yo sentí que me derretiría con sólo escucharla.

-Taichi Yagami.

Le respondí y ella me miró con mayor curiosidad que la anterior y yo supuse por su curiosidad que ella era mi prometida y si era así estaba seguro que ya no me desagradaría más aquel compromiso.

-¿Quién eres tú?

Le pregunté queriendo asegurarme de que ella era mi prometida. Ella me sostuvo la mirada firmemente y abrió sus labios para pronunciar su bello nombre ante mí.

Mimato196

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