*Los nombres de los personajes así como todo lo relacionado a Harry Potter pertenece a J. K. Rowling.


40.- De salidas, confesiones y despedidas (Parte 1)

La Madriguera se encontraba en un inusual silencio, poco característico de aquella casa —más aún porque los nietos del matrimonio Weasley se encontraban ahí—, que resultaba abrumador. Ni siquiera las burlonas risas de James, Freddy y Roxanne se escuchaban. O las exclamaciones de Victoire, Molly y Dominique al ser víctimas de las bromas de sus tres primos menores.

—¿Niños?

Charlie frunció el ceño y miró hacia el techo. Estaba en la sala, sentando en uno de los enormes sofás que conformaban dicha habitación.

—¿Niños? —Repitió, levantándose lentamente —¿Alguien ahí?

Al no obtener una respuesta, Charlie decidió que iría a ver qué sucedía. Se encaminó a la escalera y subió los escalones de dos en dos. Se detuvo en el descansillo y miró a lo largo del pasillo: todas las puertas de las habitaciones estaban cerradas. Su frente se arrugó mientras caminaba por el pasillo abriendo una y otra puerta, encontrando cada habitación vacía. Finalmente se detuvo en una puerta antes de la habitación de sus padres, escuchó voces del otro lado de la puerta. Tardó dos segundos en darse cuenta de que estaba justo en frente de la que tiempo atrás había sido su habitación. La puerta estaba entreabierta así que empujó un poco y la abrió unos centímetros más.

—... ahí está muy bien —la voz de Emily sonó claramente.

—¡Está quedando genial! —exclamó Louis, en voz baja.

—Creo que le gustará —declaró Victoire, con orgullo en la voz —. ¿Qué dicen ustedes, Albus, Lucy?

—Sí, le gustará —afirmó Lucy, suavemente.

—¿Albus, tú qué dices? —repitió Victoire, al no obtener respuesta del pequeño.

—Yo sólo quiero ver a Rosie —dijo el pequeño. A Charlie le asombró escuchar un poco de enojo en la voz de su sobrino.

—Albus... —Lucy murmuró, usando de nuevo una voz suave.

—Quiero verla —repitió el pequeño.

Charlie escuchó movimiento dentro de la habitación, luego, la puerta terminó de abrirse y Albus chocó contra sus piernas. Charlie estiró las manos justo a tiempo para agarrar a Albus de los hombros y evitar que cayera.

—¿Estás bien, Albus? —le preguntó, mirándolo fijamente.

Albus no contestó, sino que se lanzó a las piernas de su tío y se abrazó a él, comenzando a sollozar. Charlie se agachó, quedando a la altura de Albus, y lo abrazó con fuerza. Albus echó sus brazos al cuello de su tío y lloró en su hombro.

—Quiero...ver... a Rosie —gimoteó, entrecortadamente.

—Albus... —Charlie miró a Emily por encima de Albus —, pronto podrás verla.

—¡No es cierto! —Replicó Albus, alzando su rostro para ver a su tío —Sólo dicen eso pero aún no la he visto —volvió a sollozar y a apoyar su cabeza en el hombro de su tío —. Yo quiero verla.

—¡Rose está enferma! —Gritó James, sacudiendo su cabeza —No eres el único que quiere verla, Albus, pero no podemos.

—¡Sí! —Agregó Fred II, con una mueca de susto —¡Y luego si nos contagia! Lo siento, pero por nada estaría en el hospital, ¡menos en mi cumpleaños!

—Pobre Rose, pasar su cumpleaños en el hospital —se lamentó Molly II.

—Por eso estamos haciendo este cartel —añadió Victoire, sonriendo —. Aún falta tu nombre, Albus.

—Ven a ponerlo, Al —pidió Lucy, amablemente.

Albus se separó de su tío, se limpió el rostro con la manga de su abrigo y luego se giró hacia el resto de sus primos. Todos lo miraban, sentados en un semicírculo y en medio de ellos un enorme cartel con felicitaciones, dibujos, adornos, y varias fotos.

El pequeño se acercó y aceptó el bolígrafo verde que Lucy le tendía. Se agachó frente al cartel y escribió, con letra desigual y torpe, su nombre. Luego, con ayuda de Lucy, escribió "Feliz cumpleaños" y, un tanto avergonzado dibujo un pequeño corazón junto a un "Te quiero, Rosie".

—Muy bien —felicitó Emily, sonriente —. Ahora lo guardaremos para, cuando veamos a Rose, poder dárselo.

—Bien. Ya escucharon —Charlie miró a Emily, agradecido, luego miró a sus sobrinos —. Creo que será mejor que bajemos y preparemos algo para comer, de lo contrario sus padres me matarán por dejarlos morir de inanición.

—¡Ya era hora! —Exclamó Freddy —Creo que el hambre me ha hecho un agujero en el estómago.

—No seas exagerado, Fred —recriminó Dominique, haciendo un gesto negativo con su cabeza.

—No soy exagerado —desmintió el pequeño, imitando la voz de su prima.

—Sí lo eres, Fred —le dijo James, dándole un golpecito en el brazo —, mira que decir uno... ¡Dominique tiene dos! Es por eso que te llamó exagerado.

Todos rompieron a reír, incluida Dominique. Uno a uno fueron abandonando la habitación; Albus salió aferrándose a la mano de Lucy. Emily y Charlie se quedaron solos; mientras ella dejaba el cartel, cuidadosamente, sobre la cama, Charlie la miraba fijamente.

—Así que les ayudaste a hacer eso —habló por fin el pelirrojo, asintiendo hacia el cartel.

—Sí —Emily se incorporó, miró a Charlie y se acercó a él —, pensé que los animaría un poco. Ya has visto como está Albus...

—Lo sé —Charlie asintió y abrazó a Emily —. Es duro para él, para todos, pero para él más que a nadie. Gracias por eso, por ayudarlos.

—¿Sentimentalista, Weasley? —Emily alzó sus cejas con una sonrisa burlona, correspondida por el hombre.

—No tanto como tú —replicó Charlie, antes de rozar los labios de su novia.

Emily sonrió y miró de nuevo a Charlie. Él examinó su rostro y sus labios se alzaron en una sonrisa.

—Ya sé que soy demasiado guapo —dijo Charlie, en sus ojos bailaba una mirada de diversión que sólo tenía cuando veía a Emily —pero de tanto admirarme, me acabarás.

—¡Ja, ja, ja! —exclamó Emily, sarcásticamente —Deberías dejar las mentiras, ¿eh?

—No creo —dijo Charlie, encogiéndose de hombros —. Te gustan mis mentiras.

—Tengo que admitir que hay un poco de verdad en ello —concedió Emily, lo besó con rapidez, y sonrió —. No fue nada, Charlie. Me gusta ayudar a tus sobrinos.

Charlie iba a responder pero los gritos que llegaron desde abajo lo distrajeron.

—Será mejor que bajemos ya —dijo, negando con la cabeza —. Esos niños pueden ser un peligro.

—¡Pero si son un amor! —rio Emily, mientras seguía a Charlie escaleras abajo.

—Claro, un amor —repitió Charlie, irónicamente —. Si crees que son un amor tal vez deberías de tenerlos tú, mis hermanos se alegrarían de eso... ¡Niños!

Charlie avanzó hasta la cocina, de donde provenían todos los gritos, sin darse cuenta de que Emily se había quedado al pie de las escaleras con una expresión en blanco en el rostro.

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—Bienvenida a casa, Rose —dijo Hugo Granger, mientras abría la puerta de la casa.

La pequeña sonrió, encantada de volver a estar en casa después de pasar varios días en el hospital. Su padre, que la llevaba en brazos, cruzó el umbral directo a las escaleras, seguido de Hermione y Jean, y poco después Hugo los alcanzó.

—¿Dónde está Crookshanks, mamá? —preguntó Rose, mientras se acomodaba en su suave cama.

—Crookshanks no podrá quedarse aquí hasta que te recuperes —explicó Hermione, sentándose junto a su hija.

—Pero entonces, ¿dónde se quedará? —preguntó Rose, mirando a su madre.

—Ha sido idea del tío Harry —respondió Ron, de pie al lado de Hermione —, estará con ellos y Albus lo cuidará.

—¿Y cuándo veré a Albus? —cuestionó Rose, mirando de su padre a su madre.

—El doctor ha dicho que en unos días más —respondió Hermione, sonriendo.

—Lo bueno es —dijo Hugo, acercándose a su nieta —, ¡que no irás al colegio en dos semanas!

—¿Eso es lo bueno? —preguntó Jane, anticipándose a su hija.

—Sí —asintió Hugo y miró a su nieta —. ¿Tú qué dices, Rosie?

Rose se mordió el labio, indecisa, dándole una rápida mirada a sus padres, antes de encogerse de hombros. Los cuatro adultos rieron por la expresión de Rose.

—Tendrás que disfrutarlas lo más que puedas —le dijo Hermione, finalmente.

—Bueno, sigue siendo tu cumpleaños, Rosie —dijo Hugo, contento —, ¿qué te parece ver una película?

—¡Sí! —accedió Rose, gustosa. Miró a su padre —¿Vas a quedarte, verdad?

—Por supuesto que sí —dijo Ron y estiró su mano para acariciarle la mejilla —. He estado mucho tiempo sin ti. Y lamento decirte que te hartaré con mi presencia.

—Nunca vas a hartarme, papi —repuso Rose, riendo.

—Veremos si sigues diciendo eso cuando crezcas, Rose —intervino Jean, sonriendo —. Iré abajo a preparar algo para comer.

—¿Necesitas que te ayude? —preguntó Hermione, dirigiéndose a su madre.

—No, no —negó Jean, rápidamente, con una sonrisa nerviosa —. Está bien, tú quédate aquí.

—Yo iré por las películas para que elijas, Rose —le dijo Hugo, saliendo detrás de su esposa.

Rose rio por la actitud de sus abuelos y se recostó en la cama, sin decir nada. Hermione y Ron se miraron entre ellos y luego a Rose, sonriendo.

—¿Te alegras de estar de nuevo en casa? —le preguntó Hermione, acomodándose junto a ella.

—Sí —afirmó Rose, haciendo un mueca —, pero quiero ver a todos. A Albus, Lucy, Scorpius, Elise, James, Fred, Rox... —Rose hizo una pausa, tomando aire, antes de continuar —¡A todos!

—Pronto los verás, Rose —le aseguró Ron.

Rose asintió y sonrió. Sólo unos días más y podría verlos, pero mientras era feliz teniendo a sus padres junto a ella. Aunque ciertamente no sabía si estaban juntos o no; además tampoco quería a esa mujer, Sarah, cerca de su papá. De hecho, no quería a otra mujer, que no fuera su mamá, cerca de su papá. Sólo quería a su mamá y a su papá juntos.

—¿Listos para un día completo de películas? —preguntó Hugo, irrumpiendo en la habitación.

Rose se distrajo de sus pensamientos ante la voz de su abuelo. Miró hacia la puerta y sonrió al ver el montón de películas que traía Hugo en las manos.

La habitación sólo era iluminada por la luz de la pantalla donde se reproducía una película de dibujos animados. Sólo Ron y Rose estaban observándola, ya que Hermione había bajado a ayudar a la señora Granger con los platos sucios de la comida y el señor Granger estaba revisando unos papeles de la clínica que le habían llegado horas antes.

—¿Te estás aburriendo? —preguntó Ron al ver la expresión de Rose.

—Ya la he visto muchas veces —explicó Rose, girándose a su padre —. Demasiadas que ya me la sé de memoria.

Ron alcanzó el control remoto y pausó la película.

—¿Quieres ver otra película o hacer otra cosa? —le preguntó, mirándola con ternura.

—No sé —Rose se encogió de hombros y volvió a recargarse en el pecho de su papá —. Quiero contarte algo.

—¿Qué cosa, princesa? —inquirió Ron, prestándole toda su atención.

—Bueno —Rose se mordió el labio inferior, y jugueteó con los dedos de su padre —, es de antes de venir a Londres y de después.

—¿Sí? —dijo Ron, sin presionar, pero curioso por lo que Rose diría.

—Yo no quería venir a Londres —confesó la niña, sin mirarle —. Cuando mamá me dijo que nos mudaríamos me puse triste. No quería venir, aunque viviríamos con los abuelos, pero me gustaba vivir en Australia. Con mamá y la tía Luna, y jugando con Mark y Susy —Rose no notó el ceño fruncido de su padre ante la mención del nombre de su mejor amigo —. Pero luego, cuando vinimos a Londres me gustó; ver a los abuelos todos los días, jugar con Elise. Y luego cuando conocí a Albus y a Lucy en Sortilegios... —Rose se interrumpió y guardó silencio, pensando en qué decir a continuación —, después de lo que dijo Al fue la primera vez que quise un papá. Y cuando te conocí, en el parque, yo quería que tú fueras mi papá —añadió Rose, con la voz un poco temblorosa —. Y luego mamá y tú me dijeron que sí eras mi papá y me sentí muy feliz —la pequeña sintió como su padre la abrazaba, con fuerza, pero sin hacerle daño —. Y como yo estaba feliz quería que tú y mamá también fueran felices. Y son felices cuando están juntos.

—Y cuando estamos contigo —agregó Ron, con la voz en un hilo.

—Sí —Rose sonrió —. Papá, ¿algún día tú y mamá estarán juntos?

—Espero que sí, Rose —respondió Ron, con la voz un poco ronca. Claro que él quería estar con Hermione, pero sabía que aún quedaban cosas que impedían aquello y no quería infundir falsas esperanzas a Rose —. Pero estando o no juntos, tu mami y yo, te amamos. Siempre lo haremos, y siempre cada día más.

—Yo también te amo a ti, papi, y a mamá.

—Ya está decidido, Hermione.

—Mamá... —Hermione suspiró, dejó el plato medio enjabonado, y miró a su madre —. No tienes que hacerlo.

—Hermione —replicó Jean, un poco exasperada —, Rose es mi nieta, así que tengo el derecho y la responsabilidad de cuidar de ella... tú no puedes descuidar tu trabajo.

—Pero...

—Pero tu madre tiene razón —terció una voz detrás de ellas.

Ambas mujeres se voltearon y miraron a Ron, que en ese momento entraba a la cocina.

—Creo que a Rose le toca un medicamento, pero no sé cuál es —dijo, mirando primero a Hermione, luego a Jean.

—Yo iré, no te preocupes —se adelantó Jean, secándose las manos en el trapo de la cocina, miró a Ron, sonriendo, y luego salió.

El pelirrojo se acercó a Hermione y tomó el trapo que Jean estaba usando antes, comenzando a secar un plato. Hermione lo miró fijamente, esperando que él dijera algo, pero Ron no abrió la boca para nada. Siguieron lavando los platos en silencio hasta que finalmente Ron soltó un suspiro y miró a Hermione.

—¿Estabas discutiendo con tu madre? —preguntó, mientras dejaba un plato encima de otro.

—No discutiendo —corrigió Hermione —. Sólo que no quiere que falte al trabajo por estar cuidando a Rose, pero tengo que cuidarla, es mi hija...

—También es mi hija —le recordó Ron, con una leve sonrisa. Exhaló y se detuvo, observando a Hermione —. No tienes que hacer todo tú sola, están tus papás, y yo también, para ayudarte.

—Lo sé —respondió ella, girándose para ver a Ron —. Es sólo que... no sé...

—Nos turnaremos —propuso Ron —. Yo la cuidaré por las mañanas y tú por las tardes, cuando salgas del colegio.

—¿Y no trabajaras por las mañanas? —inquirió Hermione, alzando las cejas.

—Sarah puede hacerse cargo mientras tanto —contestó Ron, encogiéndose de hombros —. Ya yo me encargaré por la tarde.

—¿Sarah era aquella mujer que iba con tu padre y el hombre de traje? —preguntó Hermione, tomando el último plato sucio para lavarlo.

—Sí... era ella —respondió Ron, con un tono dubitativo. La mención de Sarah le había hecho recordar que tenía que hablar con Hermione sobre el tema del beso —. Eh, Hermione, hay algo que...

—Hermione, tu madre no encuentra... —Hugo se interrumpió, miró a Ron y a Hermione y una extraña expresión cruzó su rostro —... una medicina —completó, con la voz un poco más seria.

—Ya voy —dijo Hermione, un poco extrañada.

Ron le pasó el trapo y Hermione se secó las manos, antes de salir de la cocina. Cuando Hugo y Ron se quedaron solos, se miraron y Hugo negó con la cabeza.

—¿Ibas a decirle, Ron? —preguntó el hombre, acercándose a Ron. Se apoyó en la barra, junto a Ron.

—Creo que sí —respondió Ron, mirando Hugo de reojo —. No estaba seguro de poder decírselo.

—Es difícil —mencionó Hugo, comprensivamente —. Pero bueno, Ronald, si me lo dijiste a mí podrás decírselo a ella.

—¿Usted cree? —preguntó Ron, inseguro.

—Vamos, Ronald —Hugo le palmeó el hombro —. No cualquiera le dice al padre de la mujer que ama, que otra mujer lo besó —dijo, en voz muy baja, tan sólo para que lo oyera Ron.

—No quiero que pase lo mismo —confesó Ron, encontrando el suelo demasiado interesante.

—No pasará, Ron —le animó Hugo —. ¿Por qué no la invitas a dar una vuelta?

—¿Ahora? —preguntó Ron, alzando el rostro para ver al padre de la mujer que amaba.

—Diría que sí, pero el clima no es muy favorable —señaló Hugo, moviendo la cabeza —. Pero podría ser el sábado.

—Sí. Gracias, señor Granger —Ron sonrió, agradecido.

—De nada, muchacho —le dijo Hugo, devolviendo la sonrisa —. Y, ¿aceptarás mi propuesta?

—Creo que también debería decirle primero a ella... aunque, bueno, sí me gustaría —admitió el pelirrojo, sonriendo.

—Rose estaría encantada —agregó Hugo, persuasivamente —; por Jean y por mí no hay problemas, lo sabes Ronald... y Hermione, bueno, eso es otro asunto.

—Sí, lo sé —Ron exhaló, pensando —. Pero como ya lo hemos dicho, y como siempre va a ser, Rose está primero que nada...

—¿Eso quiere decir que aceptas? —inquirió Hugo, las comisuras de sus labios alzándose un poco más.

—Sí, por Rose —afirmó Ron, tranquilamente.

—¡Perfecto! —Alabó Hugo, sonriendo completamente —Prepararé la habitación.

—Gracias, señor Granger —agradeció Ron, mirando al hombre —. No se moleste, yo puedo hacerlo.

—Tonterías, Ron —Hugo sacudió su mano, quitándole importancia a lo dicho —. Estás en nuestra casa. Así que eres un invitado, pero ya eres como de la familia, Ron. Sólo espero que algún día lo seas en verdad. Bueno, más bien oficial —se corrigió el hombre, soltando una pequeña risa.

—Bueno, sólo el tiempo dirá —mencionó Ron, dejando el trapo sobre la barra.

—Más que el tiempo, las acciones Ron. Las acciones son las que hablan; en ocasiones, mejor que las palabras —completó Hugo, sabiamente.

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Hermione miró fijamente a su madre, asimilando la reciente noticia.

—¿Cómo...? —comenzó pero no pudo terminar la pregunta.

—Bueno, fue idea de tu padre —explicó la señora Granger, sentándose junto a su hija —; le preguntó a Ronald y él dijo que sí, aunque Ron quería preguntarte primero —añadió la mujer, suspirando.

—Pero pensó en Rose —murmuró Hermione.

—Tú lo conoces mejor que yo —canturreó Jean, con una sonrisilla —. Pero dime, ¿qué piensas de ello?

—No sé —Hermione abrazó sus rodillas y descansó su cabeza en ellas —. Está un poco confuso todo. Pero ahorita todo es por Rose, mamá.

—Yo lo sé, cariño —concedió la señora Granger, dándole una palmadita en la espalda —. Primero es Rose, pero ella ahora está bien. Pero, ¿y ustedes? ¿Tú y Ron?

Hermione no contestó en seguida. ¿Qué pasaba entre ellos dos? Se amaban, estaba claro; lo habían dicho. ¿Pero Ron ya había dejado todo atrás? No lo sabía. Habían estado separados por un mes y luego habían estado apoyándose, por Rose. Pero habían estado juntos, no se habían separado ni un momento. Y todo eso había sido por Rose; no por ellos, no por nadie más.

—No hemos hablado de nada —contestó, al fin, alzando su rostro —. No sé qué vaya a suceder con Ron y conmigo... todo es tan incierto.

—¡Ah, Hermione! —suspiró Jean, moviendo su cabeza de un lado a otro —Tendrás a Ron aquí en la casa hasta que sea necesario, por Rose, pero deberías aprovechar eso.

—¿Qué...?

—Hora de tomarle la temperatura a Rose —indicó Jean, levantándose de la cama, dejando con una expresión de absoluta confusión a Hermione.

La señora Granger salió de la habitación y Hermione no tardó en seguirla. Entraron a la habitación de Rose, donde la pequeña estaba sentada con un libro ilustrado sobre su regazo, y con Ron a su lado.

—Estamos leyendo un cuento para dormir —informó Rose, sonriendo, mientras alzaba el rostro para mirar a su madre.

—Aunque se supone que yo te lo lea a ti —señaló Ron, haciéndole cosquillas a Rose.

La pequeña rio, y se dejó caer hacia atrás, tratando que su padre dejara de hacerle cosquillas.

—¡Pa... papi! —Exclamó, entre carcajadas —¡Pa... para! ¡Pa... papi!

—Bueno, bueno —Ron cedió y se detuvo. Sonrió radiantemente y miró a su hija —. Sólo porque esta bella princesa me lo ha pedido.

—Hay que tomarte la temperatura, mi amor —le dijo Hermione, acercándose a la cama.

—¿Otra vez? —se quejó Rose.

—Y cada noche y mañana —añadió Jean, divertida —. Órdenes del médico, Rosie. Y hay que seguirlas para que puedas estar en casa.

—¡Oh! De acuerdo —se rindió Rose, apesumbrada.

—Iré a buscarte tu pijama —Ron se levantó de la cama y se acercó a la cómoda donde estaban guardadas las pijamas de Rose.

Jean se despidió de su nieta y salió de la habitación, dejando a los tres solos. Cuando Ron terminó de buscar el pijama, Hermione le quitó el termómetro a Rose.

—La temperatura es normal —murmuró, observando el artefacto, con una expresión de alivio.

—Y aquí está tu pijama —el pelirrojo lo depositó sobre la cama, a un lado de su hija.

—Gracias, papi —Rose sonrió y apartó las cobijas.

—¿Toca otro medicamento? —preguntó Ron a Hermione.

La castaña lo miró, por primera vez desde que había entrado a la habitación.

—Sí —asintió. Observó el reloj-despertador y chequeó la hora —. En diez minutos toca el último de hoy.

—Bien —Ron volvió a alejarse y se acercó al tocador, donde Hermione había ordenado los medicamentos de Rose.

Mientras Hermione ayudaba a la pequeña a cambiarse la ropa normal por el pijama, Ron buscaba el medicamento indicado, basándose en la receta que había a un lado de dichos medicamentos. Para cuando Rose terminó de ponerse el pijama, Ron encontró el medicamento.

—¡Aquí está! —exclamó, sintiéndose satisfecho por su logro —Nunca he entendido por qué les ponen nombres tan raros y difíciles a los medicamentos.

—Pero los médicos sí se los saben —respondió Rose, preparándose para tomar aquel medicamento de desagradable sabor.

—Pero porque ellos han estudiado eso —le dijo Hermione, mientras servía un poco de agua en un vaso.

—Exacto —apoyó Ron. Le dio el medicamento a Rose y la pequeña se lo tomó lo más rápido que pudo, tratando de no sentir el sabor, sin embargo apareció una mueca de desagrado —. Ahora un poco de agua.

Mientras Ron volvía a dejar el medicamento junto a los demás y Hermione dejaba el vaso junto a la jarra de agua, Rose los observó, inclinando su cabeza ligeramente. Se mordió el labio, esperando a que sus padres volvieran donde ella.

—¿Mami? ¿Papi? —los llamó.

Ellos en seguida miraron a Rose y se acercaron a la cama, deteniéndose junto a ésta, de pie, uno al lado de otro.

—¿Qué sucede, cariño? —le preguntó Hermione, frunciendo un poco el entrecejo.

—Nada. Es que... —Rose se encogió de hombros y sonrió —. Ha sido mi primer cumpleaños con papá.

—Aunque no fuera como lo tenía planeado —se lamentó Ron, sentándose en el borde de la cama, frente a Rose —. Pero te prometo que en cuanto puedas salir de casa lo celebraremos como tú quieras.

—¿Podemos ir al zoológico? —inquirió Rose, sonriendo levemente.

—Sí. Al zoológico y donde tú decidas —Ron sonrió con ternura y acarició la mejilla de su hija.

—¿Iremos los tres? ¿Juntos? —preguntó Rose, sin poder evitarlo.

Ron y Hermione se miraron, compartiendo una de esas miradas especiales que hablaban más que las palabras. Se sonrieron, y miraron a Rose.

—Claro que sí —Hermione respondió, llevando sus dedos a los rizos pelirrojos de su hija.

—Los tres juntos —completó Ron, queriendo agregar tres palabras más, pero sin atreverse a hacerlo, porque sabía que aún no era el momento.

—Bueno, es hora de dormir, Rose —dijo Hermione suspirando. Rose asintió y se recostó en la cama, mientras su madre la arropaba —. Descansa, cariño.

—Buenas noches, princesa —Ron se inclinó y depositó un beso en los cabellos de la pequeña. Le sonrió y se alejó de ella.

—Te amamos —susurró Hermione, después de haber besado la frente de Rose.

La pequeña alcanzó a decir un Buenas noches… antes de que sus ojos se cerraran. Ron y Hermione sonrieron, observando a Rose. Luego, nerviosos, se miraron entre ellos. Sabían que tenían que hablar, de muchas cosas, pero no estaban aún seguros de querer hacerlo. Hermione miró de nuevo a Rose, luego se dio la vuelta dispuesta a salir de la habitación. Ron la siguió, apagando las luces antes de salir de la habitación. En el pasillo ambos se quedaron de pie, frente a frente, nerviosos.

—Así que... —Ron carraspeó, aclarándose la garganta, mirando un punto a un lado de Hermione.

—Mamá ya me ha dicho —se adelantó Hermione, abrazándose a sí misma.

—Y... ¿qué piensas? —preguntó Ron, indeciso, balanceándose en sus talones —Es decir, ¿no te molesta el que esté aquí?

—En lo absoluto, Ron —el pelirrojo miró directamente a Hermione y sonrió ladeadamente ante el pequeño sonrojo de ella —. Rose está más que feliz... y yo también —agregó, desviando la mirada hacia sus pies.

Ambos se quedaron callados, mirándose de vez en cuando. Las palabras se morían por salir de sus bocas pero algo se los impedía, a ambos; no sabían exactamente el qué, pero algo estaba ahí. Era ilógico, absurdo, e incluso tal vez un poco estúpido. Semanas atrás se habían abrazado y besado ante la perspectiva de no verse por un tiempo; ahora ni siquiera podían hablarse y mirarse.

Pero las cosas habían cambiado; Ron era el más consciente de aquello, porque era él el que había dejado cosas atrás, pero también comenzaba a sentir y dudar de ciertas cosas. ¿Y si Hermione se enfadaba al enterarse del beso entre Sarah y él? ¿Y si eso solo los distanciaba de nuevo?

—Creo que... iré a dormir —dijo Hermione, interrumpiendo los pensamientos del pelirrojo.

—Bien —murmuró Ron, un poco confundido —. Descansa.

—Sí, gracias. Tú también descansa, Ron —respondió Hermione —. Buenas noches.

—Buenas noches, Hermione —murmuró Ron. Hermione lo miró, asintió ligeramente y luego dio vuelta en dirección a su habitación.

Por un segundo, Ron tuvo el impulso de seguirla, pero se contuvo y la observó hasta que Hermione desapareció dentro de la habitación, cerrando la puerta con un suave clic.

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—Entonces, prácticamente... viven juntos —Sarah alzó la vista del plano en el que estaba trabajando y miró a Ron.

El pelirrojo dejó a un lado los papeles que estaba revisando en aquel momento y miró a la mujer.

—No estamos viviendo juntos —corrigió Ron, con una expresión seria en el rostro —. Yo estoy viviendo en casa de sus padres hasta que nuestra hija se recupere, lo que no es lo mismo.

—Bueno, no —aceptó Sarah. Se bajó del banquillo y se acercó al escritorio de Ron —. Pero se ven todos los días, por las mañanas, por las tardes, por las noches... —se sentó en una de las sillas frente al mueble y miró a Ron —, podría ser más fácil, ¿sabes?

—Sarah —Ron suspiró, cansadamente — no es fácil. No comprendes toda la situación.

—Lo que yo comprendo es que la amas, te ama y tienen una hija —cortó ella. Cruzó los brazos sobre su pecho y sonrió —Ronald: es más fácil de lo que crees. Bueno, tal vez no. Pero sí sólo... olvidaras lo demás...

—Me sorprende que tú me estés diciendo esto, Sarah —confesó el pelirrojo, girando un lápiz en sus dedos.

—Lo acepto: aún tengo sentimientos por ti —confirmó Sarah, sin alterarse en lo más mínimo, sonriendo —. Pero después de haberte visto con ella en el hospital no tengo ninguna duda de que tu lugar es a su lado y el de ella es junto a ti. Soy una buena perdedora, Ronald. Tú eres un mal jugador.

—¿Mal jugador? —se burló Ron, incrédulo.

—¡Hasta su padre te dice que la invites a salir! —exclamó Sarah, echando los brazos al aire —En serio, Ronald, ¿y qué haces tú? Nada. Exacto —reclamó Sarah, dejando completamente confundido al pelirrojo.

—Sarah —el nombre de la mujer salió como un quejido por parte del pelirrojo. Ron se refregó las manos en su rostro y luego las bajó para ver a Sarah —Bien. La invitaré a salir.

—Perfecto —aplaudió Sarah, levantándose y volviendo a su trabajo —. Y hazlo lo más pronto posible, Ronald.

Ron la miró, preguntándose cómo era posible que Sarah le estuviera diciendo aquello. Sin embargo sonrió, contento por tener una amiga como Sarah. Las cosas así eran más fáciles, pero no por ello se darían demasiado pronto. O cómo él esperaba.

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¿Era en serio? No, no podía ser.

Hermione releyó el mensaje una y otra vez asimilando la noticia.

—¿Hermione? ¿Estás bien? —preguntó Luna, mirando a su mejor amiga.

—Sí, sí, estoy bien —susurró Hermione, apartando la mirada de su teléfono celular para mirar a la rubia —. Es sólo que... mira —la castaña le pasó el celular a la rubia, esperando su reacción.

—¡Wow! —Luna miró el celular de nuevo y luego a la castaña, sonriendo radiantemente —¡Di que sí!

—Pero...

—¡Hermione! —Luna sacudió la cabeza y miró a la castaña —¡Ron te está invitando a salir!

Hermione se mordió el labio inferior, pensativa. Sí, era verdad. Ron la estaba invitando a salir, ¿pero por qué?, no pudo evitar preguntarse. Los últimos tres días habían estado en un estira y afloja, comportándose normalmente frente a Rose, pero la verdad es que evitaban el quedarse solos en cualquier momento. Y no sabían por qué.

—Y no me salgas con que no pueden por Rose —volvió a interrumpirle Luna —. Tus papás podrían cuidar de ella, e incluso Fred y yo.

—No es eso —contestó Hermione. Miró a Luna y suspiró —Es sólo que no sé, Luna. No sé si esté bien.

—¿Por qué no? —cuestionó la rubia, sin entender —Si Ron te está invitando a salir es por algo.

—Exacto. Pero tengo miedo del porqué —reconoció Hermione, un poco frustrada —. Hemos estado evitándonos, prácticamente, y no sé si será buena idea salir ahora para sea lo que sea que trame, quiera decirme, o qué —explicó Hermione hablando rápidamente.

Luna se contuvo de reír. Era obvio que Hermione estaba nerviosa por aquello, ya que estaba hablando rápidamente, dando explicaciones y de una forma un poco incoherente.

—Tal vez ya es hora de solucionar todos los problemas, Hermione —sugirió Luna,

—¿A qué te refieres con eso? —inquirió Hermione, frunciendo las cejas.

—Sabes perfectamente a que me refiero, Hermione —dijo Luna, inclinándose hacia la castaña. Sonrió amablemente antes de decir —: Sólo dile que sí y ya. No es como si te estuviera pidiendo matrimonio.

Luna rio ante la expresión de Hermione.

—Y la que va a casarse es otra —rebatió Hermione, comenzando a sonreír.

—Lo sé —Luna suspiró y su mirada se volvió soñadora —. ¿Puedes creerlo? Hace menos de un año no pasaba por mi mente siquiera el enamorarme y ahora ¡estoy a punto de casarme!

—La vida siempre nos trae sorpresas, Luna —Hermione sonrió, sabiendo cuan verdadero era aquello —. Y ésta es una grande sorpresa.

—Sí, lo es —volvió a coincidir la rubia —. Gracias por ayudarme con todo, Hermione.

—No tienes nada que agradecerme, Luna —Hermione estiró su mano y la posó sobre la de la rubia, sonriendo —. Eres mi amiga, mi hermana. Sabes que siempre contarás conmigo.

—Y tú conmigo —Luna volvió a sonreír, agradecidamente —. Aún no le has respondido a Ron —señaló la rubia, acusadoramente.

—Ya voy —Hermione tomó su celular y lentamente escribió la contestación. Dudó dos segundos antes de presionar la tecla de "Enviar".

—¿Ves? No es tan difícil —apuntó Luna, sonriendo —. Sólo olvídate de lo demás.

—Sí fuera tan fácil... —murmuró Hermione, dejando la frase colgada en el aire —. ¿Qué te parecen éstos? —preguntó Hermione, evidentemente quería dejar el tema de lado.

Luna suspiró, preguntándose cuanto más duraría aquello. Sin embargo, no insistió y siguió mirando centros de mesa.

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Bien. Sólo sería algo casual. ¿Por qué estaba tan nerviosa? Ni siquiera era una cita, ¿o lo era en verdad? El término no estaba definido. Era una cena como otra cualquiera.

—No lo es —se desmintió en voz baja, mientras salía de su habitación y caminaba hasta la habitación de Rose.

Sabía que Ron estaría ahí. Bueno, estaría las próximas horas, fuera, con él. Nada que temer.

El día anterior, durante la cena, no habían mencionado aquello. De hecho, habían actuado como si nada y todo lo demás lo habían acordado mediante mensajes de texto. Una cena casual, en un restaurante casual. Todo casual.

Respiró profundo antes de abrir la puerta. La empujó suavemente y entró lentamente. Ron estaba sentado en la cama frente a Rose, por lo que le daba la espalda a Hermione. Sin embargo, la pequeña si la observó y sonrió ampliamente.

—¡Mami! —exclamó, observándola.

Ron se giró, lentamente, y el contacto de miradas fue inevitable. Hermione sintió un nudo en el estómago y se las arregló para sonreír. Se acercó hasta la cama, sintiendo sus pies pesados.

—Te ves muy guapa, mami —señaló Rose, mirando de su padre a su madre.

Ron no dijo nada, sólo la miraba fijamente. Hermione se sonrojó. La verdad es que no se había arreglado mucho, sólo algo natural y, sí, casual. Y se alegró ya que Ron también estaba vestido de una manera casual.

—Gracias, Rosie —Hermione volvió a sonreír y centró la mirada en su hija.

—Entonces, princesa —Ron se levantó de la cama y se paró al lado de Hermione —, esta noche tus abuelos cuidarán de ti.

—¿Mamá y tú tienen una cita? —preguntó Rose, con una sonrisita en sus labios.

Ron sonrió y volvió a acercarse a su hija.

—No podría decírtelo —murmuró en el oído de la niña —. Descansa, princesa —besó la mejilla de su hija y se apartó de nuevo.

—No te duermas tan tarde —le dijo Hermione, antes de besarle la frente —. Te quiero.

—También te quiero, mamá —Rose volvió a sonreír.

Con una última mirada a la pequeña, Ron y Hermione salieron de la habitación. Afuera de la habitación estaba Jean, al parecer esperando a que salieran los dos.

—Que tengan una buena noche —les deseó, regalándoles una brillante sonrisa —. Y no se preocupen por Rose; ella estará bien.

—Gracias, mamá —Hermione besó la mejilla de su madre y luego se dirigió a las escaleras.

Ron también se despidió de la señora Granger y siguió a Hermione escaleras abajo, escuchando la puerta de la habitación de Rose abrirse y luego cerrarse.

Abajo, en el marco de la puerta de la cocina, Hugo los esperaba, con una actitud jovial.

—Disfruten su cena, chicos —les dijo, sonriendo a medias —. Suerte, Ron —susurró, en voz baja, cuando Ron pasó junto a él.

—Gracias, señor —Ron asintió y siguió a Hermione fuera de la casa, deseando, y esperando, que en verdad fuera una buena noche.


¡Hola! Primero, gracias a los que siguen pendiente de esta historia, muchas gracias.

Por fin un capítulo más, y un capítulo menos para el final. Ahora vemos que Ron y Hermione están dando un paso, pero puede que sea algo bueno o no.

Espero les haya gustado este capítulo.

¡Nos leemos!

LunitaEmo-Granger.