Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Lynne Graham.


La lealtad que sentía hacía su familia y la seguridad de que su amor por Alec nunca sería correspondido, obligaron a Nessie a aceptar la propuesta de matrimonio del príncipe Jacob. No esperaba ser feliz, así que en vez de esforzarse por conseguir algo tan utópico, puso todo su empeño en tratar de adaptarse a su nueva situación.

Sin embargo, poco a poco, fue descubriendo que al príncipe sí le importaban sus sentimientos y que el autoritario Jacob podía ser un complejo y encantador compañero. ¿Alguna vez la amaría a ella como había amado a Leah, su primera mujer?


CAPÍTULO 1

La garganta de Nessie se cerró cuando vio que el auto cruzaba las rejas de su casa. El Príncipe Jacob ibn Saud al Azarin Black llegaba. Se alejó de la ventana.

-¿Por qué te paras allí? -preguntó su hermana de quince años-. No podrás verlo.

-Creo que puedo esperar -replicó Nessie, tensa y temblorosa. Rosalie estaba acompañada de Alice, de doce años, y de Esme, de cuatro, quien no sabía de qué se trataba tanto alboroto. Las tres trataron de ver lo que ocurría desde la ventana. Nessie inhaló hondo y con lentitud. Lo que emocionaba tanto a sus hermanas era un purgatorio para ella. ¿Era eso real?, se preguntó, tensa. Vivía en Inglaterra, en el dos mil doce, la era de la liberación femenina. ¿Cómo podía estar comprometida por convenio con un desconocido? Sin embargo, lo estaba.

-El auto se detiene... tiene una banderita en el cofre. Deben ser los colores de la familia real de Dharein -comentó Rosalie-. El chofer está saliendo... abre la puerta trasera... puedo ver la pierna de un pantalón...

-Por el amor del cielo, calla -suplicó Nessie con un sollozo. Rosalie la vio hundirse en una silla y ocultar el rostro con las manos.

-No usa tocado -se quejó Alice.

-Cállate -ordenó Rosalie-. Nessie se siente mal.

-No puedes enfermarte ahora -Alice miró a su hermana mayor con horror-. Papá se pondrá furioso y mamá ya está en órbita como están las cosas.

-¡Nessie! -exclamó Rosalie-. ¡Jacob es guapísimo! No bromeo.

-El príncipe Jacob -corrigió Alice-. No puedes tener tanta confianza, al próximo Jeque.

-Por favor, va a ser nuestro cuñado -protestó Rosalie, sin pensar. Nessie saltó. La cabeza le dolía. La mañana fue muy lenta. Nadie habló durante la comida. Nessie no comió y su padre tampoco. Este no pudo soportar la mirada acusatoria de su hija y por fin se refugió en la biblioteca.

-De veras está guapo -Rosalie tomó a su hermana del hombro.

-Entonces, ¿por qué no puede comprarse una esposa en casa?- Nessie siguió llorando y se cubrió el rostro con el pañuelo.

-¡Váyanse! -Rosalie miró con enojo a Alice y Esme-. Y no se atrevan a decirle a mamá que Nessie está llorando.

-¿De qué tanto llora? -Esme frunció el ceño-. Va a ser una princesa. Yo no lloraría, estaría feliz.

-Es una lástima que no hayas sido la mayor, ¿verdad? - Rosalie abrió la puerta. La cerró con violencia. Avergonzada por su desahogo, Nessie apartó sus rizos cobrizos de la cara y se limpió los ojos.

-No puedo creer que esto esté pasando -confió-. Pensé que no se presentaría.

-Papá dijo que sí lo haría puesto que es una cuestión de honor- Rosalie parecía distante-. ¿No te es extraño recordar cómo nos reíamos cuando papá contaba una y otra vez la historia de la ocasión en que salvó la vida del rey Wlliam (Billy) al detener una bala? Creo que la oímos miles de veces -exageró-. Y yo solía reír diciendo cosas horribles acerca de que serías la esposa número dos... ¡era una broma de familia!

Bueno, pues ya no era una broma, concedió Nessie con tristeza. Treinta años atrás, Edward Cullen era un joven diplomático que trabajaba en una embajada en los estados del Golfo. En los años que pasó en Medio Oriente, pasaba sus vacaciones explorando los países vecinos. En uno de esos viajes, se aventuró por la tierra de Dharein, en el sur de Arabia, en donde todavía había muchas tribus guerreras poco civilizadas. Su padre enfermó y pidió ayuda a un campamento nómada regido por el príncipe Charlie, hermano del soberano Billy, el rey Reija.

Temiendo por la condición del inglés, Charlie lo llevó al palacio en Jumani en donde recibió atención médica adecuada. Edward recuperó la salud y antes de marcharse, fue invitado a participar en una partida de caza con la familia real.

En el desierto, alguien intentó asesinar a su real anfitrión. Los detalles de ese episodio eran vagos pues el padre de Nessie tendía a adornar la historia, año con año. La versión más común era que, al ver brillar un rifle a la luz del sol, Edward se lanzó, frente al rey y lo hizo caer al suelo, sufriendo una ligera herida en la cabeza. Lleno de gratitud, el rey Billy declaró en ese instante que su primer hijo se casaría con la primera hija de Edward Cullen. En ese punto del relato, Edward reía diciendo que ni siquiera estaba cansado, pero que era un gran honor, sobre todo porque era inglés y no árabe.

La historia sirvió para entretener a los invitados de la familia. Edward no volvió a ver al Rey Billy. Se retiró del servicio diplomático tan pronto como su tío murió y le heredó una propiedad en Worcester. Sin embargo, doce años atrás, se divirtió cuando se enteró del casamiento dé Jacob con la hija del príncipe Harry, Leah. Recibieron la noticia de un amigo diplomático. Desde entonces, la familia bromeaba con Nessie y, recordándole que el Corán permite a los practicantes del Islam cuatro esposas. Pero en realidad, nadie creyó que Nessie se casaría con un príncipe árabe.

Sólo cuando Edward tuvo problemas financieros, pensó volver a ver al rey Billy. Como este iría a Londres, Edward hizo una cita con él, diciendo que le pediría un préstamo y que todo marcharía sobre ruedas.

Llegó a tiempo a la embajada de Dharein. Estaba muy optimista. Como hacía mucho tiempo que Edward no hablaba árabe, el rey se comunicó con él gracias a un intérprete. Edward enseñó con mucho orgullo las fotografías de sus cuatro hijas e hijo menor. Su anfitrión le informó que Jacob era viudo hacía cuatro años. Leah murió al caer de una escalera a la edad de veintiséis años.

-Claro que le ofrecí mi pésame... nunca se me ocurrió que el viejo cumpliera una promesa hecha treinta y cinco años antes. Pero no fue fácil mencionar el préstamo -confesó Edward-. Casi desfallezco cuando me dijo que estaba muy avergonzado por no haber cumplido su palabra. No perdí tiempo en asegurarle que no estaba ofendido, pero seguía molesto, así que ya no hablé más del tema. Aun cuando me hizo preguntas sobre Nessie, no supe lo que el rey tenía en mente.

Nessie escuchó, pasmada al igual que su madre, mientras su padre llegaba al punto culminante del relato.

-Me dijo que lo que más quería, era ver a Jacob casado de nuevo. Me estrechó la mano y el intérprete dijo "Es un trato" y yo dije "¿Cuál es el trato?" "Mi hijo se casará con su hija", contestó. ¡Que dé petrificado! -el padre se enjugó la frente sudorosa-. Empezó hablar del precio de la novia y las cosas salieron de mi control... aunque creo que nunca lo estuvieron, pues es un viejo ladino. Pero no veo qué pueda ganar él con esto. Creo que toma muy en serio su honor.

Nessie volvió al presente y rió sin humor.

-¡Fui vendida! ¿Por qué pensé que la trata de blancas era cosa del pasado? Me sorprende que papá no haya pedido mi peso en oro

-Nessie, no digas cosas horribles -reprochó Rosalie.

Era algo horrible, se amargó Nessie. ¿Por qué no pudo darle un préstamo el rey a su padre? ¿Por qué impuso condiciones? Pero sabía que su padre no estaba en posición de poder pagar un préstamo.

-Papá dijo que no estabas presionada y que sólo tú podías tomar la decisión. Lo sé porque escuché por la puerta de la biblioteca. No dijo que tenías que casarte con Jacob -añadió Rosalie.

Pero Nessie sabía que su padre estaba desesperado. Edward Cullen amaba las buenas cosas de la vida y vivió siempre por encima de sus ingresos. Lady Bright fue una propiedad próspera cuando la heredó pero la tierra nunca pudo proveer lo necesario para una familia tan grande y llena de compromisos sociales. Los años de extravagancia se acumularon cuando el banco amenazó con poner la propiedad en venta para cubrir varias hipotecas sin pagar.

El rey Billy sorprendió al padre desesperado al ofrecerle mucho dinero en efectivo que pagaría las deudas y aseguraría el bienestar de la familia hasta la próxima generación. Nessie sabía que su padre no dudó en aceptar una vez que se mencionó la cifra, la solución milagrosa a todos sus problemas. Después de una hora de haber vuelto a casa, cambió su actitud de congoja por una de optimismo y decisión.

-No me sorprende que te hayas quedado sin habla, Nessie -comentó él, entonces-. Un príncipe... lo que es más, un príncipe que algún día será rey.

-Mi Nessie, una princesa -susurró la madre, extasiada. Isabella Swan no bajaba de su nube desde entonces. Nessie sintió que no tenía escapatoria. ¿Cómo podía sentenciar a su familia a la pobreza? Su madre amaba el dinero tanto como su padre. ¿Y qué pasaría con sus hermanas y con su pequeño hermanito, Carlisle? ¿Podía negarles una vida segura y cómoda, que ella misma disfrutó, cuando podía asegurar su felicidad material?

¿Y por qué había de negarse a ayudar a su familia? Quizá en el futuro tendría la oportunidad de tener un matrimonio feliz. ¿Por qué no habría de casarse con Jacob y hacer feliz a todo el mundo? El hombre a quien ella amaba no la amaba como Nessie quería. Alec Vulturi la quería como a una hermana. Como los padres de Alec eran vecinos de la familia. Alec y Nessie se conocían desde niños. Y ese era el problema. Alec se consideraba como el hermano mayor que Nessie nunca tuvo.

La adolescencia de Renesmee fue algo difícil, y siempre pidió ayuda y consuelo a Alec. A los ojos de su madre, ella siempre fue el patito feo que tardó en desarrollarse. Además, era tímida en una familia en donde se admiraba la actitud extrovertida y la sociabilidad. Nessie fue siempre muy estudiosa y Alec, que ya estudiaba medicina, la apoyó en sus aspiraciones de convertirse en bibliotecaria.

Amar a Alec fue tan fácil. Si Nessie tenía un problema, siempre la escuchaba y la chica asumió desde adolescente que algún día se casarían. Cuando su cuerpo de niña desapareció y se convirtió en una mujer joven delgada, de cabello castaño cobrizo y rasgos hermosos, Renesmee esperó con timidez a que Alec la notara y que tuviera un interés amoroso en ella. Pero eso nunca sucedió.

Hacía un año, cuando Nessie cumplió diecinueve años, durante su fiesta tuvo que aceptar que sus sueños sólo eran eso: sueños. Alec le presentó su novia a quien llamó su "pequeña hermana honoraria". Mostraba afecto y amistad por ella, pero nada más y Nessie dejó de vivir en la fantasía.

De regreso a la universidad, empezó a salir con chicos pero estos siempre la rechazaban, llamándola frígida y anormal. Los esfuerzos de Nessie por olvidar a Alec no la llevaron a ninguna parte. Estaba convencida de que siempre lo amaría.

Como no se casaría con Alec, ¿acaso importaba quién fuera su esposo? Fue por eso que aceptó casarse con Jacob y resolver los problemas económicos de la familia. Una vez que Nessie estuvo de acuerdo, su familia fingió olvidar el soborno financiero y actuó como si Renesmee hubiera sido elegida por algún honor especial.

Por desgracia, era difícil acatar la decisión tomada al enfrentar la realidad. La realidad era la llegada de ese auto y el saber que abajo se hallaba un hombre que se convertiría en su esposo, sin importar cómo fuera, ni cómo se comportara. Ella dio su palabra y no se retractaría.

-¡Todavía no estás vestida! -se lamentó Bella, al verla en la habitación-. No puedes dejar que Jacob te vea así...

-¿Así, como me veo siempre? -replicó Nessie con sequedad - Bueno, será mejor que vea cómo soy en la vida diaria.

-No te pongas difícil, linda -suplicó Bella, muy elegante con sus perlas y vestido de seda-. ¡Debes cambiarte!

-¿En dónde está?

-En la biblioteca con tu padre. Hablamos de los preparativos la boda. En Saint Augustine, por supuesto, pero al parecer tendrá q haber una segunda ceremonia al llegar a Dharein. Tuvimos una charla muy interesante -confesó con una sonrisa casi infantil-. ¿Te das cuenta de que Jacob no vio el rostro de su primera esposa sino hasta de pues de la boda? Es así como lo hacen por allá.

Nessie se estremeció. Ni siquiera conocía a Jacob y su madre y aseguraba la realización de la boda. Además, Bella se comportaba como si todo fuera muy normal.

-¡Es una barbaridad! -protestó la chica.

-Vamos, linda -reprobó Isabella-. Por lo menos ha roto con la tradición y ha venido a conocerte en persona. Lo que a nosotros nos parece extraño, es muy normal para él.

-¿Crees que es normal para un hombre de treinta y dos años que deje que su padre le escoja por esposa a una extranjera desconocida -exclamó Nessie-. ¿Crees que me hace un favor al venir aquí?

-Es un príncipe, Renesmee.

-No me importa.

-Los padres con frecuencia saben qué es lo mejor para sus hijos. -Nessie empezaba a alzar la voz-. Recuerda lo que dijo tu padre, el divorcio entre los matrimonios arreglados es muy bajo.

Renesmee fue conducida a su dormitorio en donde la esperaba un vestido rosa. Tendría el aspecto de una niña que va a su primera fiesta. Lo que sentaba bien a Isabella, que medía uno setenta, no era tan halagador para Nessie, quien medía uno cincuenta y cinco.

-No puedo salir con esto. . . -sintió pánico-. ¡No puedo!

-Claro que estás nerviosa, es natural -la calmó Bella-. Jacob se quedará unos días y se te pasarán esas tonterías. De veras no pareces apreciar lo afortunada que eres.

-¿Afortunada?- Jadeó Nessie.

-Cualquier chica estaría feliz de estar en tu lugar -se irritó su madre-. Me casé a los dieciocho años y tuve mi primer hijo a los diecinueve. Créeme que he sido más feliz que estudiando libros aburridos como tú. Cuando tengas tu primer hijo, lo entenderás.

-¿Un hijo? -Nessie palideció.

-Te gustan los niños y parece que él no tiene. Quizá Leah no pudo dárselos. El padre de Jacob querrá tener un heredero para el trono. ¡Piensa en lo orgullosa que te sentirás entonces!

Niños... intimidad… Nessie sentía náusea. No le atraía la idea de ser usada para crear hijos en Dharein.

-Tiene mucha seguridad en sí mismo, es encantador y guapísimo. Al verlo, se sabe que es un príncipe. Tiene modales exquisitos y habla muy bien el inglés a pesar de no haber sido educado aquí como su hermano Sam. No es muy comunicativo, pero... -el entusiasmo de su madre mareaba a Nessie-. Te recogeré el cabello. Tiene unos ojos negros muy hermosos.

¿Qué le importaba el color de sus ojos a Nessie? Su madre estaba enamorada de la posición de su futuro yerno y aunque hubiera sido una rana, le habría encontrado cualidades.

-Me siento tan feliz por ti, tan orgullosa -sonrió Bella-. ¡Y todo es tan romántico! -se enjugó los ojos con un pañuelo.

-¡Renesmee! -llamó el padre desde abajo-. ¿En dónde estás?

La chica se detuvo al pie de la escalera. Su padre la tomó del brazo con impaciencia. Una vez que los hubiera presentado, podría fingir que se trataba de un cortejo normal y ordinario.

-¡Vamos, vamos! -tomó a la chica de la mano y la llevó a la biblioteca. Allí, la empujó un poco-. Renesmee -anunció con gran alegría antes de cerrar la puerta y alejarse.

Lo primero que Nessie notó en el hombre alto, moreno y de actitud serena, fueron sus ojos... eran oscuros y brillantes y se clavaron en ella como dos flechas.

Nessie no podía moverse. Esperó que el silencio se rompiera. Incapaz de soportar la evaluación dura y penetrante, fijó la vista en jarrón que estaba detrás de Jacob.

-No es posible que seas tan tímida -el acento era sedoso, pero Nessie se percató de que estaba algo tenso-. Acércate.

Nerviosa, Renesmee se acercó. Cuanto más lo hacía, más alto parecía él. Tenía que medir más de uno ochenta.

-Ahora suéltate el cabello.

-¿Mi... cabello? -parpadeó, perpleja.

-Si deseas ser mi esposa, debes aprender que mis instrucciones no se cuestionan -prosiguió-. Cuando imparto órdenes, mi esposa obedece.

Nessie quedó petrificada. La fría y absoluta convicción no era mera arrogancia. Se sobresaltó cuando él le quitó los pasadores. Incrédula cerró los ojos. Era un loco y no se discutía con los locos. Estaba cerca, que podía apreciar su loción y su olor a hombre limpio, varonil. En otras palabras, estaba diez veces más cerca de lo que Nessie quería. Su cabello cobrizo cayó sobre sus hombros.

-Eres muy obediente -el comentario fue abrasivo.

Nessie lo miró, aprensiva. Alguna parte de su femineidad quedó fascinada al contemplarlo. Tenía un cuerpo musculoso y un gran atractivo. Aun Nessie lo habría vuelto a mirar de estar caminando por la calle. Los altos pómulos intensificaban un aire de aristocracia en los rasgos del hombre. Sus ojos eran de color negro y era muy guapo. Era un hombre que hacía perder el aliento. Pero a pesar de su imagen de elegancia, Renesmee captó un aura animal instintiva. Parecía una hermosa y letal pantera. Estaba tan quieto, que la ponía nerviosa. Nessie retrocedió un paso.

-En las circunstancias, tu timidez me parece excesiva -los negros ojos no dejaron de observarla ni un momento-. Aprecio la sinceridad por sobre todas las virtudes. Sería prudente que te comportaras con naturalidad.

Se hizo el silencio.

-Eres muy joven -prosiguió-. ¿Has reflexionado en cómo será tu vida como mi esposa?

Cualquiera con un centavo de inteligencia huiría al meditar sobre ello, pensó Nessie. ¿Por qué no hablaba? Rosalie le recordó que fue ella quien lo decidió así. Sus labios temblaron.

-Claro que lo he pensado.

-Quizá sepas que, como manejo las inversiones de mi país, tengo que viajar al extranjero; tú, como mi esposa, te quedarás en Dharein. No me acompañarás -subrayó-. Allí, sólo te mezclarás con mujeres. No podrás conducir un auto. Tampoco podrás salir del palacio sola ni sin velo. Desde el momento en que te conviertas en mi esposa, ningún otro hombre te mirará si yo lo deseo así. En casa, comeremos separados. Quizá hayas oído decir que algunos miembros de mi familia son menos exigentes, pero yo observo las tradiciones al pie de la letra. Deseo que estés enterada de ello.

Describía una existencia más allá de la imaginación de Nessie. Purdah, la segregación de los sexos y la reclusión de las mujeres. Nessie sólo pudo asentir.

-No creo que estés acostumbrada a muchas restricciones -exhaló-. Entiendo que tus padres reciben visitas con frecuencia.

-Yo no asisto a las reuniones -Renesmee recordó que, cuando niña, solía ocultarse para no tener que recitar poesía.

-Cuando yo reciba invitados, no tendrás otra alternativa que aparecer -levantó una ceja.

-¿Acaso recibes a mujeres solas? -preguntó. Nessie lo vio fruncir el ceño-. Acabas de decir que nunca más volveré a ver a un hombre. No creo que seré una buena anfitriona -añadió.

-Es posible que haya exagerado un poco en ese aspecto -concedió-. Pero debes entender mi sorpresa al enterarme de que una mujer joven, educada en una sociedad tan libre, acepte un matrimonio arreglado. Me preocupaba que pensaras que, como mi esposa, llevarías una vida de lujos y emociones.

-Supongo que será aburrida -admitió Nessie en un impulso-. Bueno, no aburrida, pero... una esposa árabe que tiene sirvientes y que no puede salir. . . -cada vez le costaba más trabajo hablar-, no creo que tenga muchas cosas que hacer.

-Una esposa árabe se preocupa por la comodidad de su esposo -entonó él con frialdad.

-Pero dijiste que no estarías mucho en casa.

-Con eso quise advertirte que no estaré pendiente de ti.

¡Pero esperas que yo lo esté de ti!, pensó Nessie. Era un engreído, Bajó la vista y la fijó en la alfombra.

-Entiendo.

-Nuestra unión será muy práctica -añadió con mayor dureza.- No tengo inclinaciones románticas. Te digo esto...

-No es necesario. No estarías aquí si fueras romántico -intervino Renesmee-. Supongo que mi madre comentó algo que te hizo pensar que yo albergo ilusiones similares. No es así.

Para ser alguien que buscaba aclarar ese punto, Jacob no parecía estar muy complacido.

-Entonces pensamos lo mismo. No quiero recibir quejas cuando esté ocupado en los negocios que me toman la mayor parte del tiempo.

Al parecer, sólo lo vería una vez por semana. Eso hizo sonreír a la joven.

-No, no me quejaré.

-Si hubiera revisado Dharein de frontera a frontera, no habría encontrado a una novia tan conformista y sumisa -declaró él con suavidad-. Pero te advierto que, si resultamos ser incompatibles, divorciaré de ti.

Renesmee ni siquiera pensó en esa posibilidad. ¿En qué podrían ser compatibles? La intimidaba con la amenaza de tiranía doméstica latente en todos sus comentarios.

-¿Tampoco dices nada a eso? -urgió con voz ronca-. ¿Estás conforme con tu futuro?

-¿Lo estás tú? -Renesmee se encontró con una mirada hipnótica que le provocó una curiosa tensión en el interior. Eso la incomodó

-¿Acaso podría ser inmune a la deslumbrante belleza que posees? -su sonrisa fue atemorizante.

Sin duda, eso era parte del encanto mencionado por su madre, pero no significaba nada para Nessie. Cuando Jacob la vio por vez primera, no hubo admiración ni calidez en el frío escrutinio al que la sometió

-Debo confesar que no estoy de acuerdo con que el Oriente el occidente se reúnan en matrimonio -añadió con suavidad-. Te trataré con consideración y respeto, pero no alteraré mi ritmo de vida. Así que la adaptación requerida tendrá que ser toda tuya. Quiero que me des tu palabra de que te sientes a la altura de este reto.

De la nada, Nessie fue asaltada por la sospecha más extraña. ¿Acaso quería que lo rechazará? Pero de seguro, un rechazo de esa naturaleza representaría una terrible humillación para alguien de su raza y posición. Ella desechó la duda. Jacob intensificaba todos sus temores y ella se imaginaba ya en un país extraño, obligada a seguir extrañas costumbres, a merced de un esposo que no haría ninguna concesión.

-Haré lo que pueda -murmuró y lo odió con todo su ser por aumentar el temor ante lo desconocido. Jacob definía una existencia que la aterraba.

-No puedo pedirte más. Sólo espero que los sacrificios no te parezcan excesivos. Como ya te he hecho entender la naturaleza de nuestra relación futura, no tiene objeto que prolonguemos este encuentro -sus ojos negros observaron la perplejidad de la joven.

-Pero te quedarás. . . unos días, ¿verdad?

-Por desgracia, eso no será posible. Parto hacia Nueva York esta noche -reveló-. Tampoco me será posible regresar antes de que se celebre la boda.

No se conmovió al hacerle saber que no se quedaría, como lo pensaban los padres de la chica; tan sólo tomó la muñeca de ésta con largos dedos. Las piernas de la chica eran de gelatina. Lo vio abrocharle un brazalete pesado en la muñeca.

-Tu regalo de compromiso -explicó. La pulsera era de oro labrado, con piedras preciosas, y los raros jeroglíficos recordaron a Nessie el mercado de esclavos. Valiente, trató de expresar su gratitud.

Una mano fría la tomó de la barbilla y los ojos color de onix la contemplaron, enigmáticos. Jacob delineó su mandíbula con el otro índice; la estudió en silencio y Renesmee no pudo moverse. Una rara desorientación la mareaba. Jacob dejó caer la mano divertido.

-Creo que serás muy apasionada en mi lecho, Renesmee. Supongo que tus conocimientos como bibliotecaria no te servirán de mucho allá. Pero espero con inmensa impaciencia descubrirlo...

A no ser porque en ese momento sus padres entraron, Nessie hubiera huido. Su palidez fue sustituida por un intenso rubor. Jacob los miró con una brillante sonrisa.

-Su hija es todo lo que me prometieron... una perla que no tiene precio -murmuró con suavidad-. Es una bendición poder afirmar que no podría tener una novia tan perfecta.