Kuroshitsuji no me pertenece, es propiedad de Yana Toboso

Esta historia está desarrollada en un Universo Alterno (AU).

Lil Joker.


El anhelo de lo prohibido

Capítulo 12: El comienzo del infierno (Parte II)

3:00 a.m.

El sonido de las ruedas de la maleta rozando contra la cerámica del aeropuerto acallaban un poco las fuertes e inseguras pisadas del hombre. Era, al parecer, la única persona en el lugar.

Con la mirada inspeccionaba cada señalética, buscando el lugar dónde facturar su equipaje. Leyó nuevamente la aerolínea por la cual viajaría en su boleto y se acercó al mostrador de ésta.

Tomó su maleta y se la facilitó al operador, quién se mantuvo en silencio durante todo el proceso, sólo hablando para informar sobre los centímetros y peso de la maleta, y para hacer declaraciones sobre la política de la aerolínea y de cómo ésta no se responsabilizaba por la pérdida de objetos valiosos. Al finalizar, el empleado le entregó la tarjeta de embarque y el talón de equipaje al hombre. Éste se despidió y se dirigió a la puerta de embarque.

- Puerta B79

Con su boleto y pasaporte en mano, se dirigió al lugar indicado.


- ¿Qué cenaremos hoy?

Ante la llegada del ojiazul a la sala de estar, el pelinegro cerró rápidamente su laptop y la dejó sobre la mesita de café. La repentina acción del abogado no pasó desapercibida para el niño.

- Vaya, que desconfiado – se burló.

- No es eso – Sebastian forzó una sonrisa – No sería cortés utilizarlo si tú estás hablándome.

El muchacho hizo una mueca de ternura y se sentó en el regazo del mayor, rodeándole el cuello con sus finos brazos. El ojirojo abrazó a su niño por la cintura, atrayéndole más a su cuerpo. No cabía duda para el pelinegro, que el cuerpo del menor había sido creado para encajar perfectamente entre sus brazos.

- ¿Qué quieres cenar tú? – consultó, susurrándole al oído al pequeño.

- Lo que sea – respondió – Tu compañía es lo único que me importa… En casa siempre cenaba solo.

Ante el comentario, Sebastian se aferró más al cuerpecito del joven. Inhalando el suave perfume a lavanda que emanaba la aún húmeda cabellera del niño.

- Salgamos a cenar.

- ¿Lo dices en serio? – los ojos del muchacho se iluminaron del entusiasmo. El pelinegro asintió

- Y podríamos ver una película, ¿no crees?

Ciel lanzó un chillido de alegría y besó al mayor, con una sonrisa dibujada en su rostro. Después saltó del regazo del ojirojo y corrió a su habitación para prepararse. Sebastian soltó una risilla, que se fue desvaneciendo en cuanto su mirada se encontró con su laptop.

Minutos más tarde, la pareja ya se encontraba perfectamente arreglada para pasar una bella velada. El Mercedes Benz viajaba por la autopista sin prisa alguna, Sebastian mantenía su mirada en el camino, pero de vez en cuando sus ojos se encontraban con un Ciel emocionado. Para el niño era como una cita. No tenía muchas citas con Sebastian. El muchacho había llegado a creer que el mayor simplemente no quería que le vieran con él en público, pero el hecho de que le haya invitado al cine y a cenar como si nada, le devolvía las esperanzas a su corazón.

Sebastian estacionó su auto a unas cuadras del cine. Ambos caminaron hasta éste, tranquilamente por la acera. Era un día de semana, por lo que no había mucha gente por los alrededores del lugar.

Mientras caminaban, los dedos de Sebastian se rozaban constantemente con los de Ciel, quién se estremecía al contacto y ansiaba tomar de su mano. Pero tenía miedo. ¿Y si los miraban feo? ¿Y si alguien los increpaba? ¿Y si Sebastian no quería ese tipo de demostraciones frente a los demás? Dios, quería tanto tomar su mano…

Y entre tantos pensamientos, Ciel no se dio cuenta en qué momento ya estaban entrando a la sala del cine. La voz de Sebastian, guiándole hasta los asientos entre la oscuridad del recinto, le había traído de vuelta.

La película elegida: The Perks of Being a Wallflower. Había comenzado unos 10 minutos atrás, pero eso no les importó. Además, solo había dos parejas más, además de ellos, viendo la película.

En el transcurso de la función, Ciel dirigió su mano al apoyabrazos, sin darse cuenta que en éste descansaba ya el brazo de Sebastian. Al sentirle, dio un pequeño salto en su butaca y desvió la mirada rápidamente a la enorme pantalla. Algo avergonzado.

El mayor sonrió con cariño y acercó sus labios al oído del muchacho.

- Sabes… Él se parece mucho a ti – susurró. El ojiazul le miró confundido.

- ¿Quién?

- Él, Logan Lerman.

- No es cierto - masculló, mirando nuevamente a la pantalla. Sebastian dejó salir, lo que a oídos de Ciel fue, una risa bastante seductora.

- Tienes razón – su mano lentamente se acercó a la del niño – Tú eres mucho más atractivo.

Sus dedos se entrelazaron a los del menor, y sin decir nada, volvió a ver la película. Aferrado a los suaves y delgados dedos del chico. El corazón de Ciel comenzó a palpitar con locura, había sido Sebastian el que tomó la iniciativa. ¡En verdad le había tomado la mano! Y no la soltó en ningún momento...


4:00 a.m.

El vapor del cappuccino golpeó contra su gélido rostro, reconfortándole un poco del frío de aquella madrugada. Aún debía esperar una hora para poder abordar el avión. Y mientras tanto, solo le quedaba esperar.

Su única entretención había sido observar a la señora de la limpieza fregar las blanquecinas cerámicas. De su bolsillo sacó su celular y revisó sus contactos, borrando uno por uno. Hasta que frente a sus ojos, llegó al de cierta persona

Estuvo varios segundos observando ese número. Sin mover ni un músculo. Debía borrarlo, debería haber sido el primer contacto en borrar… Pero no lo hizo. No quería hacerlo.

Hastiado, guardó nuevamente el celular. Luego lidiaría con eso. Cuando diera todo por terminado. Tomó el café y le dio un gran sorbo. Tratando de aniquilar de cierta forma, ese dolor en su pecho con el calor del café.


- ¿En serio vas a comer pescado y patatas fritas?

Ciel levantó la mirada de su plato para mirar a su amante.

- ¿Qué tiene de malo?

- Es un restaurant de cinco estrellas, Ciel – explicó el mayor, degustando de su pollo al curry.

- Y es por eso que deben preparar el mejor pescado y patatas fritas del mundo, ¿no lo crees?

El abogado bebió un poco de su copa de vino, y sonrió ante la imagen de su pequeño devorando con alegría su platillo.

Después de una fluida charla acompañada de buena comida, el pelinegro pagó la cuenta y ambos abandonaron el restaurant. Esta vez, tomados de la mano.

Eran las nueve de la noche, y ninguno de los dos tenía intenciones de volver a casa, por lo que caminaron un poco por un parque cerca del restaurant. Personas trotando y paseando a sus perros eran los únicos testigos de dos hombres tomados de la mano de una manera bastante romántica, pero no parecía molestarle. Y a la pareja, no le importaba en absoluto las miradas de los demás, ambos disfrutaban del sutil calor que sus manos compartían en esa noche algo fría.

Caminaron por el iluminado sendero del parque, a paso lento. Hasta que Sebastian se detuvo y atrajo a Ciel, rodeándole protectoramente con sus fuertes brazos.

El peliazul estaba perplejo por tan inesperado movimiento, pero no se negó al abrazo. Ni tampoco al delicado ósculo que Sebastian depositó sobre sus labios. Su rostro siendo sujetado por las enormes manos del mayor. El muchacho tiró del abrigo al abogado, para tenerle más cerca y poder disfrutar más de esa lengua explorando con sumo cuidado su cavidad bucal.

Sebastian abandonó los labios del niño, permitiéndole a éste recuperar el aliento robado. Acarició sus sonrosadas mejillas con la yema de sus dedos. Sintiendo la tersura de esa nívea piel.

Cerró sus ojos y descansó su frente sobre la del menor, manteniendo la caricia en el rostro del infante.

- Te amo, Ciel – declaró. Abrió sus ojos, para encontrarse con dos zafiros, expectantes. Quería observar cómo el cielo, reaccionaba ante las palabras del infierno – Eres lo que mi vida no merecía… Pero aun así, recibí.

El pelinegro relamió sus labios, sintiendo como estos se resecaban con el frío.

- Por favor… No dudes sobre el hecho de que te amo – le pidió – Y de que jamás dejaré de hacerlo…

Y le besó con desesperación, depositando en ese beso todo el amor que sentía por ese niño. Toda la felicidad que ese niño le daba, todo el deseo que sentía por ese niño. Y todo el dolor que sentía, por ese niño…


5:00 a.m.

Su café, medio vacío, se había enfriado por completo. Se levantó de su asiento y caminó hasta un basurero, lamentándose por no haber disfrutado aquel delicioso brebaje. Miró su reloj, ya era hora de partir. Tomó sus cosas, y se encaminó hasta la puerta B79. Presentó sus documentos y su boleto, y con una sonrisa de parte de la empleada, se dirigió al avión, pero antes de abandonar el edificio, decidió hacer una última llamada.

Sacó una vez más su celular, y buscando en contactos ese número, lo llamó.

Esperó dos segundos, cuatro segundos, seis segundos, hasta que finalmente fue enviado al buzón de voz. Respiró profundo y entonces, habló:

-Perdóname, Ciel. Por favor… Perdóname. Por la veces en que me vas a necesitar… Y no podré estar ahí. Por las lágrimas que vas a derramar, y que no merecen ser para mí. Perdóname… Por ser un cobarde y no haber declarado antes mis sentimientos hacía ti. Perdóname, mi amor… Perdóname por todas las promesas que te hice y por las que quise hacerte… Porque ahora ya no las podré cumplir… Te amo. Adiós, Ciel…

Después del silencio, el pelinegro colgó. Borró el número del ojiazul, sacó el chip de su celular y lo dejó sobre la mesa de la empleada, mientras ésta observaba como del rostro del moreno bajaban las lágrimas sin parar.

"Última llamada a los pasajeros del vuelo AF1403 con destino a Francia, favor de abordar"

- Se acabó.

Y con eso dicho, siguió su camino y abordó el avión. Dejando para siempre al amor de su vida… Sin mirar atrás.

.

.

.

"Si en verdad lo amas, lo dejarás ir…"


Por favor, disculpen la tardanza. Pero han ocurrido muchas cosas, y desgraciadamente, actualizar se convirtió en mi última prioridad.

Espero hayan disfrutado el capitulo.

Lil Joker.