Dueto:

Para Len, tener que compartir su tiempo con demasiadas personas siempre había sido agotador. No se le daba muy bien aquello de ser agradable y comunicativo, por lo cual en vez de pasar desapercibido que era lo que siempre deseaba, terminaban considerándolo desagradable y altanero. Lo odiaba, porque sabía que no podía cambiar aunque quisiera, sin embargo esa tarde estaba dispuesto a hacer un esfuerzo por Hino. Quería que para ella aquel encuentro fuera especial y no considerara un error el haberlo invitado.

A pesar del comentario de ella sobre que los niños se le daban bien, él consideraba que no era así. Puede que se relajara un poco más con ellos ya que no tenían altas expectativas que debiera cumplir y además no parecía molestarles sus pocas palabras y escasas sonrisas. Así que armándose de valor siguió obedientemente a Ousaki hacia su destino.

Nada más verla, los niños corrieron a saludar a Hino con un parloteo interminable y efusivas muestras de afecto que ella devolvía encantada. Len se dio cuenta de que la estaba mirando como hechizado, y su vergüenza fue aún mayor cuando notó que alguien más estaba siendo participe de toda aquella escena.

Aoi Kaji no había cambiado gran cosa desde sus días en Seiso, pensó Len. Alto, rubio, guapo y encantador, seguramente seguiría teniendo tras de si a buena parte de las mujeres que lo conocían. En su momento, él lo había odiado un poco por lo interesado que parecía en Hino, sin embargo con el tiempo fue capaz de comprender que por lo menos aquel encaprichamiento no era mutuo y que ella solo lo consideraba un buen amigo.

—Esta si que es una buena sorpresa. El mismísimo Len Tsukimori ha regresado —le dijo Kaji con una de sus deslumbrantes sonrisas y le tendió la mano para saludarlo—. Veo que no te has demorado mucho en buscar a Kahoko. Me alegro.

Sí, ese era Kaji. Sin sutilezas y directo al punto que quería llegar. Y quizás fuera mejor así, se dijo. Por lo menos no tendría que fingir con respecto a lo que más le importaba y había motivado su regreso a Japón.

—Me alegro de verte, Kaji —le dijo Len y miró nuevamente a Hino que estaba repartiendo abrazos a besos a un grupo de niñitas—. Y tienes razón, tenía que volver a verla.

—Mmm… Deberías quedarte por aquí un tiempo. Quizas puedan arreglar las cosas entre ustedes. Siempre pensé que terminaría siendo tu novia, ¿sabes? Eran tan distintos pero entre ustedes constantemente parecía haber… algo —Kaji saludo con una gesto de la mano y una sonrisa a Ousaki antes de volver a concentrarse en él—. Es la novia de Ryotaro, aunque supongo que estarás al tanto de ello. También hacen una bonita pareja. Parecen felices.

Justamente lo que deseaba oír, se dijo con desgana. Que Hino tenía con otro la felicidad que él le había negado. Cada vez se sentía peor.

—Yo solo necesitaba verla para aclarar algunas cosas.

Kaji le dio una palmada en el hombro y le señaló a Hino.

—Es la primera vez que la veo tan feliz en cinco años. Es raro, pero no me había dado cuenta de lo mucho que extrañaba esa expresión hasta ahora. Luego seguiremos platicando, Ousaki me necesita un momento.

Len lo vio marchar sintiendo como una sensación extraña se expendía por su pecho ante las palabras que aquel chico. Hino parecía más contenta desde su llegada y él no podía evitar alegrarse por ello.

—¿Ya te estas arrepintiendo, Tsukimori?

Se volvió a mirarla y notó como se sonrojaba un poco. Que tonto era.

—No. Claro que no —se apresuró a decirle—. Solo me ha sorprendido ver a Kaji. ¿También continuó con sus estudios de música?

—Supongo que pensar eso es lo normal, pero no. Cuando termine sus estudios de económicas seguramente seguirá los pasos de su padre en política. Se le da bien eso de motivar a mucha gente, ¿verdad? —le dijo Hino y se rió—. Nunca será un músico excepcional como tú, Tsukimori. Pero ama tocar y eso es lo que más importa en este lugar.

—No he dicho lo contrario.

—Lo sé. Solo quería que lo tuvieras presente —Hino lo tomó de la mano sorprendiéndolo un poco y lo arrastró hacia una de las puertas del fondo en la que había una sala que parecía estar vacía—. Quiero que veas a alguien.

En un comienzo, a Len le costó un poco reconocerlo, ya que estaba centrado en el instrumento que estaba preparando y no parecía ser consiente de nada de lo que le rodeaba. Pero cuando se volvió a mirarlos, no pudo evitar sorprenderse. ¿Es era Shimizu? No lo podía creer. Seguía siendo un joven que llamaba la atención inmediatamente por sus hermosos rasgos, su cabello dorado y aquel aire un poco angelical. Pero había crecido, y mucho. Aunque supuso que era lógico. Cuando él se marchó a Europa, Shimizu no tendría más de quince o dieciséis años. Ya tenía que estar por la veintena.

—Hey, Keiichi, mira a quien tenemos aquí —le dijo Kahoko con una sonrisa a su amigo—. Tsukimori ha decidido venir a ayudarnos un poco, ¿que te parece? Entre ambos seguramente dejaran sorprendidos a todos.

—Ah… me alegra volver a verte, Tsukimori —le dijo Shimizu y le dedicó una leve sonrisa—. He oído mucho sobre ti. Tu música como siempre es maravillosa. Me encantaría poder volver a tocar contigo. Sí, me gustaría mucho.

—Keiichi es el mejor alumno de violinchello de la universidad de Seiso, y también es considerado una de las promesas más jóvenes y con expectativas más altas. ¿No te parece fantástico?

Hino parecía una madre orgullosa contando los logros de su hijo preferido, pensó Len y tuvo ganas de reír. Siempre había pensado que aquel chico tenía mucho talento así que aquellas noticias no le sorprendían, pero sí se alegraba muchísimo por él.

—Me alegro mucho por ti, Shimizu. Ya para mí también será un placer volver a tocar contigo.

—Y con Kahoko.

Len notó como se aceleraban los latidos de su corazón ante aquella afirmación. Durante los años pasados, en muchas ocasiones había pensado en lo mucho que le hubiera gustado volver a tocar con ella, pero hasta el momento no había tenido ni la oportunidad ni el valor para pedírselo. Y en aquel momento, con unas pocas palabras, Shimizu había expuesto uno de sus más grandes deseos.

Miró a Hino que parecía tan sorprendida como él y visiblemente avergonzada.

—Tsukimori tiene demasiado talento para tocar con alguien como yo, Keiichi, así que deja de decir tonterías. Además hoy hemos venido a dar clases, ¿recuerdas? Pero Ousaki ha comentado lo mucho que le gustaría verlos actuar juntos a ambos.

—Y a mi me gustaría verlos a ustedes dos —insistió Shimizu y los miró un poco sorprendido por su falta de cooperación—. Tu música, Kahoko, siempre ha sido muy hermosa. Pero cuando tocas con Tsukimori, es algo maravilloso. Yo deseo volver a oír eso.

Hino le lanzó una mirada suplicante para que los sacara de aquel embrollo, ya que Shimizu podía ser muy obcecado en sus ideas. Sin embargo, por algún extraño motivo supo que esa era su oportunidad. Quería volver a tocar con ella. Necesitaba hacerlo, ya que en aquellos momentos que habían compartido juntos, siempre supo que la conexión de sus emociones era perfecta. Cuando tocaban no había secretos ni miedos absurdos. Él podía enseñarle lo que había en su corazón y a la vez ver lo que existía en el de ella.

—A mi también —dijo él y notó la incredulidad de ella—. A mi también me encantaría volverá tocar contigo, Hino. ¿Me harías ese favor?

—Yo… sí. Claro que sí —dijo ella presurosa y sonrojada. Sin embargo, parecía contenta—. Tengo que ir a separar los grupos para las clases. Nos veremos luego.

Len la vio marchar sintiendo como crecía su expectación y su anhelo. Su relación con Hino se estaba complicando pero no podía ni quería evitarlo. Dejó escapar un suspiro y notó que Shimizu lo miraba con atención y una sonrisa en los labios.

—Siempre es complicado encontrar la melodía perfecta. Pero cuando lo haces, no hay nada más bello en este mundo. Cuando tocas junto a ella siempre he creído que es perfecto.

Y él también lo creía, se dijo Len. Levantó el estuche de su violín para enseñárselo al chico y le indicó su violinchello.

—¿Quieres practicar un poco?

Por lo menos él lo necesitaba desesperadamente para dejar de pensar por lo menos un segundo en Hino y las ganas que tenía de estar junto a ella.


—No comprendo porqué sigo viniendo a este sitio cuando sé que terminaré destrozado —se quejó Kaji mientras se masajeaba con cara de dolor el hombro izquierdo—. Parece que Tsukimori se lo está pasando bien.

—Sí. Tenía mis dudas al respecto pero creo que ha sido una buena idea.

Kahoko miró hacía donde él se encontraba enseñando con paciencia a un grupo de niños y notó como se sonrojaba. Durante las dos horas transcurridas desde su llegada, sentía como si algo dentro de ella estuviera cambiando sin remedio. ¿Qué iba a hacer? Se estaba volviendo a enamorar de Tsukimori. Si es que en algún momento había dejado de estarlo, claro.

Necesitaba desesperadamente hablar con alguien de aquello, pero no sabía con quien. Todas sus amigas adoraban a Ryotaro, bueno, puede que Nami no llegara a ese extremo, pero por lo menos lo soportaba más que a Tsukimori y era obvio que en aquel asunto su novio no podría serle de ayuda. Dios, Dios, Dios. No tenía ni la menor idea de lo que debía sentir o como actuar.

—Aun sigues enamorada de él, ¿verdad? —le preguntó Kaji pero negó con un gesto cuando ella fue a responderle—. No me digas nada. Es algo evidente y sé que te hace daño porque estas con Ryotaro.

—No sé que hacer, Kaji. Estoy tan confundida —le dijo ella notando como los ojos se le llenaban de lágrimas—. Quiero a Ryotaro, de verdad, pero las cosas que siento con Tsukimori… Él se va a marchar nuevamente.

Kaji le pasó un brazo sobre los hombros y le sonrió.

—Lo primero que debes hacer es aclarar lo que sientes aquí —él le dio unos leves golpecitos con el dedo en el corazón y le guiñó un ojo—. Has de comprender que inevitablemente alguien terminará sufriendo y sobre todo debes dejar de creer que algo tan simple como el que uno de ellos se marche y el otro se quede determine tu decisión. Si decides quedarte con Ryotaro y eres feliz aquí, pues sigues a su lado. Pero si el corazón te dice que tienes que estar con Tsukimori y él debe marcharse, entonces lo sigues y punto.

—¡Pero no podría…!

Kaji le puso un dedo sobre los labios para hacerla callar.

—Si llegara a presentarse ese caso, entiende que puedes y debes. ¿Acaso no te arrepientes de no haberlo hecho hace cinco años? —Kaji sonrió aun más al ver en la expresión de ella que tenía razón—. Ya no eres una niña, Kahoko. Tus sentimientos y tus emociones son las de una mujer. No lo olvides.

—Gracias, Kaji —le dijo ella y le dio un rápido abrazo.

—De nada, pero para que lo sepas, deberías haberme elegido a mí. Hubiera sido un novio perfecto.

Kahoko soltó una carcajada y cuando sus ojos se encontraron con la mirada color miel de Tsukimori, notó como se le aceleraban los latidos del corazón. Lo saludo con un gesto de la mano y fue a reunirse con el grupo que estaba rodeando a Ousaki.

—Venga ya, niños. Tranquilos —les dijo él mientras instaba a los pequeños a sentarse de forma ordenada—. Hora de las presentaciones antes de irnos a casa. ¿Quieren oír un poco de música?

A Kahoko, el entusiasmo que mostraban los pequeños siempre le había parecido algo reconfortante. No importaba lo complicada que estuvieran las cosas, siempre que tuviera la música de su violín y aquellos momentos, podría se feliz.

Durante la hora siguiente interpretaron diferentes piezas para su público infantil, tanto como solistas, en dueto o grupo. Los niños no parecían reparar en si había errores y disfrutaban muchísimo de todo aquello. Sin embargo las presentaciones de Shimizu y Tsukimori fueron simplemente extraordinarias, y cuando tocaron juntos, Kahoko pensó que aquello era algo verdaderamente precioso, que lograría conmover hasta el corazón mas duro. Los dos tenían tanto talento…

Al recordar que Tsukimori le había dicho que deseaba tocar con ella, notó como se le formaba un nudo en el estomago por los nervios. Había mejorado mucho desde sus días en el instituto, y lo sabía, pero aun así Kahoko era consiente de que jamás podría igualarse al nivel de él y eso la preocupaba.

Algunas malas costumbres era simplemente imposible eliminarlas, pensó ella con resignación.

Después de la última interpretación de Shimizu y Tsukimori, notó con terror que todos se giraban a mirarla cuando él con un gesto la instó a que se acercara. Sonrió con nerviosismo y como una autómata dio un paso tras otro hasta llegar a su lado justo en el momento que Keiichi se ponía de pie para retirarse.

—Me las pagaras por esto, Keiichi —le susurró cuando pasó a su lado. Él la miró extrañado.

—¿Kahoko?

—Olvídalo —le dijo ella con resignación y miró a Len—. ¿Has pensado que quieres tocar?

—Ave María, ¿te parece bien?

A ella le hubiera gustado decirle que no, pero al ver la expresión esperanzada en los ojos de Tsukimori, fue incapaz de hacerlo. Asintió intentando darse ánimos, y ocupó su lugar.

A pesar de su miedo inicial, una vez producidas las primeras notas, lo demás pareció fluir solo. Era increíble como algo tan simple podía convertirse en aquel mar de emociones y sentimientos entre ambos. Kahoko tocaba para Tsukimori y lo sabía, como también comprendía que de algún modo él lo hacía para ella.

Aquello, pensó, era maravilloso.

Desde él primer momento en que ella le oyó tocar, supo que su música se le había metido en el corazón. No las interpretaciones perfectas que admiraban a todo el mundo, sino aquellas que Tsukimori tocaba solo porque amaba la música. Amaba el violín de tal forma que sus sentimientos se transmitían a través de él.

Quizas de la misma manera que ella lo amaba a él, pensó en el instante mismo que daban por terminada su presentación. Aquella confirmación la dejó completamente sorprendida aunque debía reconocer que era verdad. Se había enamorado de él hacia cinco años y esos sentimientos no habían cambiado a pesar del tiempo transcurrido.

Poco a poco volvió a la realidad y le dedicó una leve sonrisa a Tsukimori que la miraba fijamente, como si intentara leer lo que estaba escrito en su mente. En su corazón.

El silencio reinante la sorprendió un poco y prestó atención a su improvisada audiencia, quienes los miraban con una mezcla de incredulidad y asombro, pero sumidos aun en aquel mutismo producido por la emoción. Hasta que alguien aplaudió, y el resto siguió su ejemplo.

Los felicitaron una y otra vez por aquella interpretación aunque ella no prestaba mucha atención a lo que decían consternada aun por todo lo que había ocurrido. Las despedidas siguientes y los acuerdos a los que hubiera llegado no los recordaba, aparte del hecho de que sonreía a todo el mundo y ellos parecían darse por satisfechos con eso.

Hasta que se dio cuenta de que estaba caminando de camino a casa junto a Tsukimori, y ninguno de ellos parecía saber que decir.

Durante los minutos siguientes avanzaron en silencio, pero antes de llegar a la calle donde ella vivía, él la detuvo.

—Lo de hoy, ha sido maravilloso —le dijo Tsukimori e inesperadamente sujetó su mano y entrelazó sus dedos—. Muchas gracias, Hino.

Ella solo pudo asentir. Dios, tenía tantas cosas que decirle y sin embargo en ese momento ninguna de ellas era capaz de salir de sus labios. Seguía enfada con Len por como habían terminado las cosas entre ellos hacia años pero después de oír su confesión podía entenderlo. Sí, seguía enfadada, todavía no podía perdonarlo del todo pero lo amaba y necesitaba saber que él podía ser feliz. Quizas sin ella.

—¿Por qué solo puedo tocar contigo de esta manera, Tsukimori? No es justo —le dijo en el momento que notaba como un sollozo escapaba de su pecho—. No es justo y debería odiarte por ello.

Sintió que sus brazos la envolvían y trató de contener las lágrimas lo mejor que pudo. Estaba cansada de llorar. No quería sufrir más.

—Lo siento. Lo siento mucho, Kahoko —él le acarició el cabello logrando que se relajara un poco—. Supongo que de algún modo, tú y yo formamos un buen dueto. ¿No te parece?

Ella se rió y suspiró sintiéndose más calmada, sin embargo cuando quiso apartarse, Tsukimori la estrechó con más fuerza entre sus brazos.

—No sé que va a ocurrir entre nosotros, Kahoko. Por mi parte, mi corazón y mi cabeza desean dos cosas distintas y temo hacerte más daño del que ya te he hecho, sin embargo quiero que sepas una cosa, y es que a pesar de todo estoy enamorado de ti. Lo he estado durante años y no creo que pueda cambiarlo. Te amo.

Él la soltó finalmente y Kahoko se sintió un poco desvalida sin su cercanía. Cuando lo vio acercar su rostro al de ella, pensó que iba a besarla, sin embargo le dio un casto beso en la frente y se marchó.

No podía creerlo. Len Tsukimori le acababa de declarar que la amaba y la dejaba allí, sola y en medio de la calle sin saber que hacer. Dios, él era tan… tan…

Se echó a reír y emprendió el camino que llevaba a su casa. Que día más extraño, pensó. Sobre todo porque acababa de comprender que seguía complemente enamorada de Tsukimori y él le había dicho que la amaba. Y que formaban un buen dueto.

Curioso, pero ella también lo creía. El problema radicaba, en que también quería a otro hombre lo suficiente como para desear no hacerle daño.

Dios, ¿qué iba a hacer?


Bueno, aquí esta el capítulo cinco correspondiente a esta semana. Muchas gracias a todos los que se dan el tiempo de leer, espero les haya gustado y hasta la próxima.

ShadowDancer: Bueno, es verdad que Yunoki pone un poco nerviosa y como puedes ver ya han ido apareciendo más personajes. Gracias por seguir la historia y espero te siga gustando.