Hola hooola:) Qué tal?

Bueno, este fic participa en el reto "viñetas de emociones" del foro La noble y ancestral casa de los Black. Consistía básicamente en escojer un personaje y escribir tres viñetas sobre tres emociones que se nos asignaban al azar. Y, bueno, me ha salido esto... supongo que James Potter da para mucho más, pero es lo que hay:)

Y, evidentemente, los personajes, lugares y todo lo que os suene lo más mínimo son obra de J.K Rowling. Ya me gustaría a mí... xD


LÁSTIMA

"El mal que hacemos es siempre más triste que el mal que nos hacen"

Jacinto Benavente

James Potter a veces solía comportarse como un completo gilipollas durante sus años de estudiante en Hogwarts; y él lo sabía. Sabía muy bien que cuando Evans le soltaba eso de "Desde luego, Potter, eres más inmaduro que Bugs Bunny" la pelirrroja tenía toda la razón del mundo- poco importaba que el chico no tuviera ni pajolera idea sobre quién demonios era el tal Bugs. Sabía también que toda la parte femenina del castillo (o casi toda) consideraba su inconsciente gesto de despeinarse el pelo algo absolutamente arrebataror, pero que eso no le serviría para conquistar a la orgullosa y cabezota Lily Evans. Que cada vez que él y Sirius colgaban a Quejicus de alguna rama del sauce boxeador se alejaba más y más de la ya escasa posibilidad de estar con ella.

Por eso ahora, tumbado junto a la dama de sus sueños, mirando al desnudo techo de su habitación- podrían haber sido el cielo y las estrellas, pero se trata de una casa muggle-, suspira aliviado porque no puede acabar de creerse que, al final, Lily acabara enamorándose de él. La mira de reojo y no puede evitar sonreír.

La joven testaruda de diecisiete años se ha convertido en toda una mujer. Sigue siendo igual de testaruda, eso sí, y su nariz sigue arrugándose de la misma forma graciosa cuando algo la hace rabiar, pero todo su cuerpo emana un aire más adulto, más maduro. Tiene la cabeza apoyada en el pecho de James mientras las ondas de fuego de su pelo se enredan al rededor del rostro del chico, y esa es una de las mejores sensaciones del planeta. Los pies de ambos sobresalen del final de la sábana blanca y están curiosamente enlazados, como si quisieran mantener aquella eterna caricia para siempre. Su piel, tan blanca y tan perfecta, reclama a gritos un beso, una caricia, un suave mordisco... lo que sea. ¿Y quién es él para negárselo?

Cierra los ojos cuando hunde su rostro en el hueco del cuello de ella, y su olor, que ningún perfume conseguirá igualar jamás, le trae un sin fin de recuerdos.

-Cornamenta, no es por nada, pero esa chica te está volviendo marica.

Había sido una tarde asfixiante, el calor abrasaba de forma increible y, además, era lunes. Sirius y él estaban sentados al lado del lago y James acababa de comentar que cuando el sol iluminaba la snitch con la que estaba jugando, esta brillaba con destellos del color del cabello de Evans. No se dio cuenta de lo asquerosamente cursi que había sonado aquello, hasta que vio la cara de "Quién eres tú y qué has hecho con mi mejor amigo" de Sirius.

Iba a responderele con algo ingenioso cuando una túnica verde y plateada pasó por su rango de visión- diez metros a la redonda y un poquito más si sus gafas estaban del todo limpias. Un chico con un negro cabello grasiento y una nariz demasiado respingona paseaba por la orilla del lago, con las manos metidas en los bolsillos de la túnica y la mirada perdida. Los dos Gryffindor se levantaron al unisono y, con sus típicas sonrisas de suficiencia, se acercaron al muchacho.

-¿Disfrutando de la soledad, Quiejicus?

- Hasta ahora sí, Potter.

- ¡Oh, cuánto lo siento!- fingió James, y una falsa expresión de disculpa se dibujó en su rostro antes de inclinarse sobre el Slytherin.- Bueno, en realidad no mucho.

- La verdad es que veníamos a hacerte compañía... pero, joder, Quejicus ¡Tu vida tiene que ser endemoniadamente aburrida!- el Black sonreía con malicia, como un cadazor cuando mira a su recien atrapada presa.- Es una pena que seas tan gilipollas como para desperdiciar tu única oportunidad de tener una amiga.

La rapidez de Snape al sacar su varita casi engañó los reflejos del buscador (solamente casi) y un perfecto Septusembra pasó rozando su revuelto pelo. Un poco aturdido por el ataque del Slytherin pero muy satisfecho por haber demostrado, una vez más, su impecable capadidad de reacción, James sonrió mientras alzaba su varita.

-Vaya, vaya, Severus, impresionante.- y con un hechizo no verbal lo elevó unos cuantos metros sobre el suelo.

-Diez puntos para Slytherin.- escupió Sirius, mientras sus labios se curvaban en la más cruel de las sonrisas-acabas de demostrar lo estúpida que puede llegar a ser una serpiente, felicidades.

-Vete a la mierda, Black...- Chilló Snape orgulloso, a pesar de las circunstancias.- Por lo menos yo honro a mi familia. ¿Tú qué haces?

-¡Te vas a arrepentir de esto, Quejicus!

Dicho y hecho, James lanzó un hechizo y al acto el rostro de Snape se llenó de pequeñas bolsitas rosadas llenas de pus, que explotaban y volvían a crecer contínuamente. Con una expresión de absoluto terror, el chico cayó al suelo y miró con total odio a sus compañeros. Un poco más tranquilo pero sin atreverse a mirar a Sirius, James se dio la vuelta y se dirigió al castillo.

-No te la mereces, Potter.-susurró Snape por lo bajo-No te mereces a Lily.

James posa delicadamente sus labios sobre el cuello de la mujer y observa cómo su piel se heriza ligeramente. Es hermosa, siempre lo ha pensado (y manifestado a voz de grito), pero esta vez es diferente. Le da cierto miedo esa belleza que tan profundamente le ha calado, una inseguridad que no sintió jamás.

Le viene a la memoria aquella noche, horas después de la "discusión" con Snape. Recuerda que no durmió, que no pudo pegar ojo a causa de la terrible sensación que había invadido su cuerpo entero. Amargura y pesadez. No había conseguido olvidar el rostro del chico, tirado en el suelo con la cara llena de pus, ni su mirada de frustración oculta por el odio. Había dado vueltas, y vueltas, y vueltas, para acabar justo como ahora.

Mirando al techo y preguntándose mil veces si las palabras de Snape han sido alguna vez ciertas.