Playlist


Track 1: Bohemian Rhapsody


Mama, just killed a man
Put a gun against his head
pulled my trigger, now he's dead

Mamá, acabo de asesinar a un hombre,
puse un arma en su cabeza,
jalé el gatillo
y ahora está muerto


Había hecho la tarea pasada la medianoche, sí. Como siempre, pero estaba hecha al fin y al cabo. Se había levantado poco antes que el sol, justo a tiempo para cerrar las cortinas y evitar que el desgraciado entrara en la habitación. Había tomado una ducha rápida y un desayuno lento. Se había puesto un hoodie debajo del saco del uniforme y habido salido de casa camino a las clases mientras se cubría la cabeza con un gorro blanco con motas.

Trafalgar Law anticipó que su cotidiana rutina mañanera iba a ser interrumpida súbita y dolorosamente un segundo antes de escuchar como se rompía un hueso contra el pavimento. Con dos segundos quizás hubiera tenido posibilidades de evitarlo, pero no: un segundo fue lo que tuvo.

Mientras asimilaba el dolor cayó en la cuenta de que era relativamente muy poco para haberse roto un hueso. Hasta que el dolor se intensificó en su estómago, precisamente cuando el sujeto que tenía encima se giró con brusquedad para verlo.

-¡Hey, tú! ¡¿Estás bien?!

-…si te quitas.

El sujeto se puso de pie de un salto y le extendió una mano para ayudarlo a pararse. En la otra mano sostenía un sombrero de paja, dentro del cual asomaba la cabeza un gatito.

-Parece que no le pasó nada -comentó al notar que Law miraba con atención al gato-. Creo que es de esa casa –dijo, señalando con el dedo-. Iré a devolverlo.

Law estaba a punto de preguntarle cómo sabía que el gato era de esa cas… pero notó que el desconocido ya había cruzado la calle, saltado la pared del jardín y deslizado al pequeño gato por una de las ventanas que estaban abiertas. Tan pronto como fue, regresó, y a Law le sorprendió la agilidad y rapidez de la maniobra, sobre todo considerando que segundos antes se había caído del árbol y él había tenido que cogerlo en plena caída porq…

Law recordó algo y revisó sus bolsillos. Sacó su celular… o lo que quedaba de él.

-Rompiste tu celular.

-¡Ha sido culpa tuya!

-¿Ah, sí?

Law estaba a punto de responder cuando notó el rostro sorprendido del chico de cabello oscuro y sus ojos muy abiertos. Realmente no había más que sinceridad en esa expresión.

-¿De verdad? -preguntó el chico de nuevo-. Mmmmm… ¡Ahhhh! ¡Claro! Me caí sobre ti -dijo alzando la mirada y examinando la rama de la que había estado colgado-. Shishishi, qué mala suerte que no te fijaras por dónde caminas.

"¡Maldito mocoso…!" pensó Law.

Claro que se había fijado en que se caería. De hecho, había corrido para cogerlo en el preciso segundo en el que se preguntó a sí mismo porqué carajos estaba corriendo cuando terminó contra el pavimento. Sus instintos de (futuro) estudiante de medicina pudieron más que su lógica y no fue capaz de evitar correr y salvarlo.

-Pero seguro que a esa altura no me hacía nada.

"¡Mocoso de…!"

-Pero gracias –agregó, sonriéndole-. Soy fuerte, ¿sabes? Si me caía seguro que no me pasaba nada pero sí que me asusté, shishi. Ah, cierto. -El desconocido rebuscó en su maleta y sacó un celular-. Por mi culpa tu celular no sirve, así que te daré el mío.

-¿Qué? -Law se sorprendió. Y se sorprendió el doble al notar que estaba sorprendido.

-¿No te gusta? Es que es el único que tengo ahora, ¡pero está bien, eh! ¡Casi ni lo he usado! Apenas lo compré hace dos semanas y no he tenido tiempo de romperle nada aún.

Le extendió la mano para darle el celular y al hacerlo notó la hora.

-¡Mierda que es taaaaarde! Ya tendría que estar allí. -Se dio vuelta y comenzó a correr. A los pocos metros se giró y regresó-. ¡Lo siento! Me lo estaba llevando, shishi. -Le lanzó el celular a Law quien apenas pudo reaccionar y cogerlo en el aire-. ¡Úsalo y si no te gusta me buscas y te compraré el que quieras! ¡Me llamo Monkey D. Luffy y estudio en la preparatoria Nuevo Mundo! -gritó mientras corría calle abajo.

"Idiota, claro que sé dónde estudias. Llevamos el mismo uniforme" pensó Law, sin notar que estaba sonriendo.

Momento, momento. ¿Monkey D. Luffy? Law sabía quién era: había escuchado su nombre toda la jodida semana: El Sombrero de paja: Monkey D. Luffy. De hecho, era lo único de lo que la clase hablaba: el nuevo chico de la preparatoria Grand Line de quien se decía había sido expulsado por meterse en peleas de pandillas. Se rumoreaba que hubo de todo, desde heridos y hospitalizados hasta policías y drogas. Decían que era tan salvaje que destruía todo lo que tocaba.

Law había escuchado mejores cosas de un serial killer que de ese tal Monkey D. Luffy, pero debido a su encuentro árbol-gato-pavimento había sacado en claro que no era un salvaje, sino sólo un completo imbécil, y que los rumores no eran más que putas exageraciones de los alumnos.

Law miró su celular destrozado. Mmmmm, quizás sí había algo de cierto en los rumores…

La escuela completa estaba mucho más animada que cualquier otra mañana común, los pasillos llenos de murmullos y cuchicheos sobre el alumno nuevo. Existen varias verdades universales y una de ellas es que nunca hay que subestimar el poder y la velocidad de los rumores. Para cuando Law se acomodó en su sitio ya se decía que el alumno nuevo estaba en la oficina del director con el uniforme totalmente sucio, producto de una pelea.

Law suspiró frunciendo el ceño. Sí, recordaba que su uniforme sí había estado bastante sucio, pero producto de trepar y caer de un árbol y no por una pelea. Realmente poco le importaba lo que se decía en los pasillos siempre y cuando no tuviera que ver con él (y nadie era suficientemente imbécil como para meterse con Trafalgar Law), pero admitía una leve molestia con respecto a todo lo que se hablaba del Sombrero de Paja. Primero, porque no eran más que rumores estúpidos, y segundo, porque consideraba que él era aun más estúpido que los rumores.

-Hey, Trafalgar.

-Hola, Killer.

El recién llegado se despejó la larga, abundante y rubia melena para evitar sentarse sobre ella, jaló la silla que estaba al lado de Law y se sentó. Ambos eran los últimos del salón, sentados al final y cerca a la puerta trasera para poder escapar y evitarse la fatiga de las clases.

-Demasiado ruido. Pensaba que ya estaría aquí.

-¿Lo dices por el nuevo? Ya llegó, pero parece que está con el director -comentó Law, mientras se quitaba el gorro y lo guardaba en la carpeta-. Aunque por lo que dicen también podría estar en Marte.

-Escuché que llegó corriendo y entró saltando por el muro con el uniforme sucio y manchado de sangre- comentó Killer mientras se acomodaban él y su cabello en la silla.

-¿Sangre? -Law saltó una risita sarcástica-. ¿Qué sigue? ¿Asesinará al director?

-No me interesaba, pero ahora admito que estoy un poco emocionado. Quiero ver cómo es.

-Te vas a sorprender.

-¿Ya lo viste?

-Sí. Lo conocí de camino.

-¿Y?

-El shock fue casi doloroso –dijo Law, sonriendo con malicia.

-Ja, el otro salón también está ruidoso. Pasé antes por ahí. Le están quitando fama a Kid.

Eustass Kid era el chico más popular de la escuela. Trabajaba como modelo y tenía una banda de música. Era amigo de la infancia de Killer. Eran tan cercanos que lo único que los había separados era el sorteo inicial de alumnos que los dejó en salones diferentes.

-Había olvidado que eran dos- recordó Law-. Roronoa irá al salón de Eustass.

En realidad eran dos los alumnos nuevos que iniciaban esa mañana. Los rumores se esparcían en torno a Luffy, pero de su compañero tampoco se hablaba flores. Se llamaba Roronoa Zoro y se decía que era cinturón negro en 24 disciplinas de artes marciales, las cuales aplicaba para torturar a sus rivales caídos. Se decidió por sorteo a qué salones irían, y Eustass Kid había estado interesado desde el inicio en conocer a las nuevas celebridades porque la expectativa por ambos había sido un duro golpe a su narcisista existencia.

La mañana avanzó y con ella la primera hora de clase. Para la segunda mitad de la segunda hora se habían apagado las voces y los murmullos dejando un silencio casi tangible en el aire. La espera se volvía casi dolorosa. Killer usaba su puño para sujetarse el mentón mientras atendía a la clase o al menos eso creían todos, ya que su cabello sólo dejaba visible su boca. Si tenía ojos deberían estar a ambos lados y por sobre la nariz, pero como nunca se la habían visto todo había quedado en suposiciones. Law estaba jugando con un pequeño cuchillo que se sacó de la manga del saco. Hacía girar la hoja sin tocar el mango mientras pensaba porqué aún no se aparecía el chico nuevo en el salón.

El cuchillo cayó silenciosamente en el libro abierto sobre su carpeta. Law estaba sorprendido, y se sorprendió el doble al admitirlo. No sólo estaba esperando a Luffy, sino que también estaba ansioso. Quería verlo.

La segunda hora de clase terminó, comenzó la tercera y con ella la velocidad con la que Law hacía girar el cuchillo aumentó. Mientras la afilada hoja amenazaba con romper la barrera del sonido, Law se detuvo en seco y giró su muñeca al tiempo que guardaba la hoja en el mango y metía de regreso el cuchillo en su manga. Afuera se escuchaba pasos y lo que parecía ser una discusión.

-¡Sigue siendo culpa tuya!

-Deja de gritar, maldito mocoso, que ésto es una escuela y no tu casa. Además, estás tarde.

-¡Pero si eras tú el que no paraba de hablar! Estoy tarde por tu culpa.

La puerta del salón se abrió y asomó la cabeza el director Aokiji.

-Oh, buenas, profesor Momonga. Lamento interrumpir, pero le he traído al alumno nuevo y… -El director estiró un brazo hacia el pasillo y metió a Luffy al salón levantándolo por el cuello-. Él lamenta mucho llegar tarde.

El director Aokiji lo soltó dentro y Luffy comenzó a toser buscando oxígeno.

-En verdad no lo lamento. Ha sido culpa tuya, viejo -jadeó Luffy, y un golpe seco en la nuca lo tiró al piso.

-Director Aokiji -corrigió el director.

-Que ha sido culpa tuya, director -corrigió Luffy mientras se ponía de pie.

-Como decía -continuó el director mientras cogía a Luffy por el cuello-, él será su nuevo compañero. Se llama Monkey D. Luffy y está muy feliz de estar aquí, ¿verdad?

-…Cof… Arug… Urrgggg… Sí… Cof… Sí… Muy feliz… -logró decir Luffy.

-Oh, mira, allá al final está tu sitio, justo al lado de nadie y pegado a la ventana. Usted siga con su clase, profesor, mientras yo le muestro su sitio. No queremos que se pierda en su primer día, ¿verdad?

El director arrastró a Luffy –que ya comenzaba a tomar un ligero tono azul- hasta su sitio. Tenía la última carpeta pegada a la ventana. Al lado no había nadie: tenía dos espacios vacíos, y luego venían Killer y Law al lado de la puerta. Aokiji lo soltó sobre su silla y mientras Luffy tosía con la lengua fuera sobre su escritorio, Killer y Law pudieron escuchar lo que el director decía.

-No quiero problemas, Luffy, y tú tampoco los quieres. Es tu última oportunidad y lo sabes.

-Lo sé, viejo, lo sé. No voy a pelear aquí. No voy a joderla de nuevo.

El director se despidió del salón, y salió pidiendo que fuesen amables con Luffy, pero que no se le acercaran demasiado, lo cual dejó bastante confundidos a todos. El mero hecho de que el mismo director hubiese ido con sus propios pies caminando hasta el salón para presentarlo ya había sido bastante shockeante, en especial porque el director era la personificación de la pereza y el desgano en su máxima expresión.

La hora pasó y la única voz que se alzaba sobre el sobrenatural silencio era la del profesor. Salvo Law, que de vez en cuando lo veía de reojo, nadie se atrevía a voltear y mirar a Luffy. Pero desde que se había ido el director, Luffy no hacía más que mirar por la ventana. Ni siquiera se había sacado la maleta.

Una suave melodía de piano comenzó a escucharse. Law reaccionó; el sonido venía de su bolsillo. Sacó con rapidez el teléfono celular y lo puso en modo silencioso. Leyó: "Llamada entrante: ZORO". Guardó el celular en el mismo bolsillo con tanta agilidad que para cuando algunos alumnos se percataron de la melodía, ya no la estaban escuchando más. Había olvidado completamente que tenía el celular del Sombrero de Paja con él. No lo quería; tenía pensado devolvérselo tan pronto y…

Law giró la cabeza con brusquedad. Había escuchado la puerta cerrarse justo a un lado de él. Se volteó por completo y notó que Luffy ya no estaba en su sitio: su carpeta estaba vacía y lo único que quedaba era su maleta, aún balanceándose en el respaldar de la silla.

-¿Lo viste? -preguntó Killer, "mirándolo".

-No. Sólo escuché la puerta.

-Igual yo.

Lo que quedó de clase hasta la campana del descanso pasó bastante rápido. Sólo cuando el ruido de la hora del refrigerio comenzó y los estudiantes comenzaban a salir se percataron todos los demás de que Luffy ya no estaba ahí. La puerta al lado de Law se abrió de golpe con un escandaloso ruido de madera crujiendo.

-Llegas tarde, Kid. Ya se fue -se burló Killer.

-¿¡Pero qué mierda?!

Eustass Kid se apoyó en el quicio de la puerta mientras se quejaba entre dientes y se cruzaba de brazos. Nadie entendía cómo podía cruzarse de brazos sin pincharse con tantos putos pinchos que cargaba encima: anillos, los mencionados pinchos, joyas y cadenas. Era el terror de los detectores de metales y el mejor cliente de las tiendas de maquillaje.

-Eustass.

-¿Qué, Trafalgar?

-Estorbas.

Kid no se movió ni un centímetro y Law no repitió la frase. Se las ingenió para salir por la misma puerta sin siquiera tocarlo. Shachi y Penguin ya estaban esperándolo con el almuerzo afuera, y se fue con ellos.

-¿Cuál es su puto problema? -preguntó Kid, pateando la puerta.

-Creo que tú -contestó Killer.

-Cierra la boca y vamos a comer.

A pesar de que Shachi y Penguin hablaban de Luffy, Law apenas participaba de la conversación. Seguía pensando en la manera en que literalmente se había hecho humo a centímetros de él sin que siquiera lo notara. Era demasiado sospechoso tanta agilidad del mismo idiota que había conocido en la mañana. Law comenzó a dudar. Sabía que no era cómo todos decían y que los rumores sólo eran eso, rumores, pero por sobre todo sospechaba de lo SOSPECHOSO que resultaba todo. A lo mejor y se hacía el idiota para ocultar su verdadero ser… No, no: esa sinceridad llegando a la estupidez que notó en su encuentro mañanero había sido demasiado real. Esa idiotez era natural, pura y honesta.

Law agradeció la comida, se despidió y decidió regresar al salón sin saber del todo porqué. Al entrar notó que Luffy ya estaba allí, en precisamente la misma posición que la última vez que lo había visto: sentado en su sitio y mirando por la ventana. Law también se sentó pero no le quitó la mirada de encima. Simplemente no podía.

Luffy se puso de pie, abrió la ventana en un movimiento brusco y se inclinó hacia delante, sacando medio cuerpo fuera.

-¡Zoooooooro! ¡Llegas tarde y me muero de hambre! -gritó.

Roronoa Zoro acababa de hacer su aparición en el patio.

-¡Seguro te perdiste! -le gritó Luffy, cagándose a carcajadas.

-¡Cierra la boca! Y quédate ahí.

-Aunque no me mueva te vas a perder -se burló Luffy.

Zoro no estaba de humor y el hecho de haberse perdido buscando la escuela tampoco ayudaba. Levantó su maleta y la lanzó tan fuerte y con tan buena puntería que Luffy no pudo reaccionar y terminó recibiéndola con la cara. El impacto lo mandó hacia atrás, cayendo primero sobre su escritorio y terminando en el suelo boca arriba.

-¿Querías tu comida? Pues trágatela -le dijo Zoro, entrando por la ventana del segundo piso.

-¿Eh? ¿Era mi comida? -Parecía que el dolor se esfumaba del cuerpo de Luffy-. Gracias.

Rebuscó entre las cosas de Zoro hasta dar con las cajas de almuerzo y comenzó a tragar. Zoro se sentó en el suelo frente a él.

-Te he estado llamando -reclamó el peliverde.

-Ahhhhh, ya no tengo el celular –contestó Luffy a medio masticar.

-¿Qué? ¿Una pelea? Además, estás hecho un asco.

-No, no, sólo lo regalé. Saliendo me compro otro.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Es que me caí de un árbol.

-¿Qué tiene que ver?

-Es que el gato estaba arriba y el niño gritaba y yo pasaba cerca.

-¡¿Pero qué coño tiene que ver?!

Sentado a unos metros y fingiendo no estar ahí, Law no podía creer lo estúpida e ininteligible de la explicación. No lograba entender, ¡habiendo estado él mismo presente! Cómo mierda podía explicar Luffy las cosas de tal forma en que al terminar dejara más dudas.

-A ver, a ver, primero termina de comer -dijo Zoro, golpeándose la cara con una mano.

Luffy obedeció y terminó de comer. Cuando Luffy comía no podía hacer otra cosa. Hasta respirar se volvía secundario.

-Había un gato llorando en un árbol. Me subí para bajarlo pero me caí, shishishi.

-¿Cómo puedes ser tan estúpido como para caerte?

-Es que me resbalé y si trataba de sostenerme el gato podría asustarse y hacerse daño, así que pensé que si me caía el gato caería sobre mí y así no le pasaba nada.

-Los gatos son ágiles -dijo Zoro, golpeándolo en la cabeza-. Si subió al árbol solo iba a poder bajarse. No tenías porqué bajarlo tú.

-Ah, claro, el gato sí, pero el niño no.

-¿Cuál niño?

Law se giró. ¿Niño? No recordaba ningún niño.

-Escuché a un niño llamando a su mascota. Parecía que iba a llorar, y como estaba cerca seguí los gritos hasta que llegué a la casa de donde lo escuchaba. Vi al gato en el árbol y pensé que si el niño lo veía ahí trataría de subirse para bajarlo.

Al escucharlo Law recordó que no tuvo tiempo de preguntarle a Luffy cómo sabía de qué casa era el gato. Eso explicaba porqué se apuró en meterlo por la ventana: no quería que el niño saliera y tratara de subirse al árbol. Law sonrió para sí mismo; parecía que Luffy no era el idiota que él creía.

-Eso estuvo bien -dijo Zoro-. ¿Y el celular?

-Ah, cuando me caí del árbol di contra un chico y le rompí el celular, así que le regalé el mío.

-¿Me estás hablando en serio? -preguntó Zoro, tratando de asimilar toda la estupidez de Luffy en un solo relato.

-Sí.

-¿Y quién era?

-No sé.

De no tener una imagen que mantener Trafalgar Law se habría dado un cabezazo contra su carpeta. Se retractaba y reconfirmaba la estupidez de Luffy a niveles inimaginables. Lo tenía ahí, ¡ahí en frente! ¡Y no lo había reconocido!

Sonó la campana y Luffy recomendó a Zoro ir primero a visitar al director para la misma aburrida charla que había tenido que escuchar él antes de pasarse por su salón. Si encontraba al director o su oficina, claro.

Durante las siguientes horas, Killer no entendió el porqué del mal humor de Law y tampoco preguntó. Tan pronto terminaron las clases Law cogió sus cosas, se despidió de Killer y se fue. No esperó a Shachi ni a Penguin, con los que solía caminar. Sólo quería llegar a casa, leer un libro o diseccionar algo para mejorarse el humor.

Mientras Law caminaba hacia la salida notó el creciente alboroto en el patio: había demasiada gente que no hacía más que estorbarle. La multitud se hizo a un lado para dejarlo pasar; no sabían que estaba de mal humor, pero no hacía falta saberlo para quitarse del camino de Trafalgar Law. Cuando llegó a la puerta descubrió el porqué del escándalo. De pie frente a las puertas abiertas de par en par estaban las más impresionantes piernas seguidas de una minifalda que desafiaba las leyes del pudor y la óptica: veías todo y a la vez no veías nada. Un uniforme entallado a la perfección, un escote casi tan recatado como la minifalda, una cabellera negra muy larga y el rostro más hermoso de toda la ciudad: Boa Hancock, la líder e ídolo de Amazon Lily, la escuela élite para mujeres.

Si bien Law no estaba interesado en ella, no pudo evitar mirarla al pasar a su lado y admitir que el título de "La Más Bella" no era exageración. Era obvio que estaba esperando a alguien, pero ese no era su asunto y siguió de largo en el momento en que algo en su bolsillo comenzó a sonar.

"El jodido celular" pensó mientras se lo sacaba del bolsillo. Lo tiraría al río cuando pasara por el puente. Pero en cuanto se disponía a apagarlo leyó: "Llamada entrante: HANCOCK".

Law se detuvo en seco.

Parpadeó un par de veces, quizás tres. Sí, leía bien, Hancock. ¡¿Boa Hancock?! Se giró lentamente y vio cómo la chica más hermosa de la ciudad sostenía con ira su celular y se impacientaba cada vez más al no obtener respuesta.

-¡¿Por qué no me contesta?! -gritó.

-Calma, calma. A lo mejor aún sigue en clase -decían las chicas que estaban con ella, tratando de tranquilizarla.

-¡¿Y si está con otra?! -La ira se apoderó de ella: cogió su celular y lo lanzó con tanta fuerza contra el piso que lo pulverizó en el acto y esparció los pedazos en todas las direcciones en varios metros a la redonda-. ¡Voy a asesinar a cualquiera que se le acerque! ¡Voy a arrancarle los ojos y haré que los animales se la coman! ¡Voy a…!

-¡Hey, Hancock! -saludó Luffy a la distancia mientras se acercaba a la puerta moviendo la mano.

-¡Luuuuuuuuffy! -saludó Boa como en un eterno trance de placer-. Y hola, Roronoa –agregó, casi escupiendo.

-Hola -dijo él.

-¿Y qué haces aquí? -preguntó Luffy.

-Vine a saludarte por tu primer día aquí -contestó Boa, endulzando cada palabra-. ¿Qué tal estuvo? ¿Hiciste amigos? ¿Conociste a alguna chica?

-¿Eh? Nop, de hecho sólo hablé con Zoro hoy.

Boa miró con odio al peliverde y éste le sonrió.

-Bueno, Boa, gracias por los saludos. Nosotros nos vamos -se despidió Zoro al tiempo que jalaba a Luffy.

-Ah, sí: ya no tengo celular, shishishi. Me voy con Zoro a comprarme otro.

-Oh, qué coincidencia, yo tampoco tengo. Se me resbaló. ¿Por qué no salimos juntos y compramos nuevos? He escuchado que si vas en pareja te hacen promociones de planes.

-Gracias, pero no. Tengo dinero. Puedo comprarlo solo. Pero si quieres una promoción, por mí está bien.

-¿Para qué quieres una promoción si tu familia es la dueña de la compañ…? –comenzó preguntando Zoro a Boa-. ¡…!

Nada que una sonrisa femenina y una rápida y perfecta patada entre las costillas no solucionasen.

-¿Y por qué luego no vamos a comer algo? -agregó Boa, sabiendo de qué pie cojeaba Luffy.

-¡Claro! ¿También vienes, Zoro? ¿Eh? ¿Zoro? ¿Estás bien?

-Sí… Perfectamente.

Boa se colocó al lado de Luffy y echaron a caminar calle abajo (con Zoro caminando con algo de esfuerzo un poco más atrás) mientras que las seguidoras de Boa tomaban fotos y videos con sus celulares. Law se quedó unos segundo más mirando la escena. Se giró con lentitud en dirección opuesta y, sin apagar el celular, lo guardó en su bolsillo.

Quizá esa tarde no pasaría cerca al puente.

Trafalgar Law sabía que tenía ciertas manías rayanas en la psicopatía y aunque casi nunca le había pasado, era perfectamente consciente de que podía obsesionarse patológicamente por algo que le interesara en demasía. Sabía que no era su problema y que aquello no debería importarle, y sin embargo y contra todo pronóstico ahí estaba él: camino a casa jugando con un celular que no era el suyo, moviéndolo entre sus tatuados dedos mientras que su psicópata mente pensaba en él.

Trafalgar Law acababa de asesinar a un hombre. Le puso un arma en la cabeza y jaló el gatillo. Y mientras lo hizo sonrió. No fue un acto aleatorio: lo había decidido, era lo que quería y lo había disfrutado. El deseo lo estaba corrompiendo. Quería más. Law estaba muerto: el placer era su arma y Luffy, el detonante.