DISCLAIMER: La saga Harry Potter y todos sus personajes son propiedad de JK Rowling, sólo me pertenece la trama de esta humilde historia, la cual está hecha sólo para fines recreativos :)
Nota de la autora: ¡Hola a todos! me presento con esta historia. Solía escribir para cuando era una niña inmadura y sin experiencias jajaja, pero ahora, con una mejor consciencia sobre la gramática, y tras leer muchos de sus maravillosos fanfics que me han enseñado a escribir mejor, les traigo mi primer intento publicado en años, que no ha muerto entre las carpetas escondidas de mi laptop ¡Espero sea de su agrado! La críticas constructivas y comentarios son bienvenidos, ¡me inspirarán muchísimo para continuar con esta historia!
ACLARATORIA: Esta historia es completamente canon hasta el momento en que Voldemort es derrotado, pero me ahorraré la única parte que no me convenció de la saga, el epílogo, y haré lo que me he imaginado jajaja...
Ahora sí, comienza la historia...
Sanación
Prólogo
Después de ese día, San Mungo nunca sería lo mismo para ella.
El Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas había tenido gran significación en su vida aquellos últimos cinco años. Poco más de cinco años tras la guerra maldita ocurrida aquel mes de mayo que había cambiado tantas vidas, y había acabado con muchas otras.
Tras la muerte de Voldemort, la alegría había invadido inmediatamente el mundo mágico, eso era cierto. Sin embargo, tras la euforia que pareció funcionar mejor que un hechizo Obliviate para muchos, los magos comenzaron a ver que la muerte de Lord Voldemort no ponía un fin definitivo a las desgracias del mundo mágico. Las penas no cesaron, pues las múltiples vidas perdidas en pro del fin de la guerra no serían recuperadas, aun cuando el lado del bien hubiese salido victorioso.
El Ministerio de Magia, dirigido por Kingsley Shacklebolt durante ese período, había tratado con todas sus fuerzas recuperar la paz en el mundo mágico, siendo la encarcelación de todos y cada uno de los mortífagos implicados en los hechos de la Batalla de Hogwarts la medida más aclamada por la población mágica. Sin embargo, el control de las criaturas que se habían aliado con la causa de Voldemort había sido difícil, principalmente dado el descontrol de ciertas especies, como los licántropos y gigantes, que aún hoy día seguían causando estragos en núcleos aislados del país, donde a pesar de que la causa del Señor Tenebroso había perdido a su líder, dichas criaturas seguían exigiendo la libertad de actuar bajo sus instintos.
Habían ocurrido cientos de asesinatos apoyando aún la causa de la pureza de la sangre. Una creencia bien arraigada entre muchos magos sangre pura que no habían estado involucrados directamente en la Batalla de Hogwarts como mortífagos, pero que ahora, al ver a sus representantes encarcelados o muertos, deseaban hacerse partícipes por su causa, y ello involucraba asesinar cuanto sangre sucia se entrometiera en su vida. El caos reinaba, y la encarcelación de tal cantidad de asesinos había traído una situación de hacinamiento nunca antes vista en Azkaban. La población mágica estaba desesperada por justicia, y el Ministerio simplemente no podía manejar todo lo que estaba ocurriendo, a pesar del esfuerzo puesto en ello, por lo que comenzaron a surgir grupos de justicieros ilegales, magos civiles que, hartos de la incompetencia de las autoridades para deshacerse de las alimañas sobrantes de la guerra, se encargaban con sus propias manos de los infractores de la ley. Estos grupos "subversivos" se convirtieron también en un problema que el Ministerio de Magia no podía controlar en su totalidad, pues dada la gran cantidad de magos presos en Azkaban, muchos de estos civiles quedaban libres a pesar de haber infringido las leyes y tomado la justicia en sus propias manos.
A mediados de ese período de cinco años se había iniciado la construcción de otras instituciones penitenciarias diferentes a Azkaban para cumplir la demanda y apresar individuos con crímenes menores, aunque las obras seguían incompletas, dados los ataques de diversos grupos de civiles insurrectos que aclamaban que debía comenzarse a condenar a más mortífagos presos en Azkaban al beso del dementor para crear espacio, y no permitirles seguir viviendo. De acuerdo a la opinión popular, no eran merecedores de ello.
Eran opiniones como ésas provenientes de magos civiles, del lado del "bien" las que hicieron que Hermione Granger comenzara a cambiar.
No es que creyera que porque Voldemort no existiese los Mortífagos debían ser librados de culpa… no, en lo absoluto. Ella era una firme creyente en la ley mágica, en la justicia. Por eso había luchado por ella. Para que quienes querían perjudicar al mundo con ideales de superioridad de la sangre recibieran lo que merecían tras la caída de su líder… pero francamente, los sucesos posteriores a la Batalla de Hogwarts le habían dado mucho en qué pensar. No sólo había cambiado la certeza que tenía sobre su futuro, donde se veía junto con Harry y Ron terminando su educación y ejerciendo como aurores en el Ministerio, continuando la búsqueda de la justicia y su lucha contra la magia oscura. También había cambiado su manera de ver el mundo. Una profunda decepción en la raza humana se había apoderado de ella desde que había visto los actos barbáricos cometidos por magos que se autoproclamaban "justicieros". Cientos de magos se habían convertido en lo que más odiaban: asesinos. Todo por creer que su sed de justicia actuaría mejor que el Wizengamot para encargarse de juzgar y eliminar culpables. Fue por eso que Hermione Granger se dio cuenta un día de que no podía continuar viendo el mundo en blanco y negro, pues cada vez que se enteraba de los crímenes cometidos por exmortífagos o bien por los grupos "justicieros" antimortífagos, los cuales no se diferenciaban en mucho, parte de ella moría un poco. Moría porque todo lo que conocía… la humanidad que tanto defendía, la había traicionado en cierta forma. Por eso decidió dejar de lado sus planes de convertirse en auror, porque luchar contra el mal ya no era para ella una causa 100% clara. Porque para ella el mal había tomado la forma, en algunos casos, de personas que habían estado a su lado luchando por el bien.
Fue esa manera de pensar la que la llevó a su decisión de convertirse en Medimaga. Como Sanadora, su deber era ayudar a los magos a recuperarse de los males que los aquejaban, sin distinción del bando al que pertenecieran. Estaba harta de juzgar cuando no era su lugar, estaba harta de que su vida hubiese dejado de tener sentido hacía ya tanto tiempo. Estaba harta de ser la heroína de una causa en la que creía, pero cuyos seguidores habían demostrado ser, en el fondo, tan malos como los del lado oscuro.
Sus amigos se habían impactado ante su repentino cambio de opinión, pues era algo que antes no había mencionado como una preferencia. Ella, obviamente, no les expondría sus motivos. Estaba harta de emitir opiniones que para ella parecían imparciales y lógicas ante los sucesos recientes, y ver cómo Ron la miraba con incredulidad ante cualquier muestra de que ella pensara que los mortífagos merecían menos que muertes lentas y dolorosas. O al menos padecer del beso del dementor.
La escuela de Sanación se había presentado como la oportunidad perfecta para aislarse de dichas miradas reprobatorias. San Mungo significaba mucho para ella por esa razón. Allí, las cicatrices dejadas por la guerra en su persona no eran importantes, sólo importaban los pacientes que llegaban a su sala, y caían bajo su cuidado. San Mungo significó para ella un lugar donde se escondía en el anonimato de su posición como Sanadora. Allí no era Hermione Granger, mejor amiga de Harry Potter y heroína en la Batalla de Hogwarts… ahora sólo era la medimaga Granger, encargada del ala este del piso 4 del Hospital, donde se encargaba de parte de los pacientes de la Unidad de Daños Provocados por Hechizos.
Se enterró en sus estudios durante esos cinco años, y continuaba estudiando, especializándose ahora en el cuidado de pacientes dañados por hechizos mal realizados… o realizados con maldad.
Sin embargo, ese día de octubre, poco más de cinco años después de la Batalla de Hogwarts, algo cambiaría. Fue el día en que Draco Malfoy fue ingresado a su sala.
Sí, después de ese día, San Mungo definitivamente no volvería a ser lo mismo para ella.