Salut!

Gracias a Pecas y AnnaGreen por los reviews del capítulo anterior.

En respuesta a Pecas: Sí, Ernie suele optar por el diálogo, pero todos nos hartamos tarde o temprano, y creer que alguien que te cae mal ha delatado a tu amiga haría a cualquiera reaccionar así.

Y ahora os dejo con el tercer -y último- capítulo del mini-fic.


Sin rencor ni remordimientos

Zacharias ha intentado hablar con ella varias veces a lo largo de la última semana. Padma lo ha ignorado olímpicamente cada vez que se ha acercado, no sin antes dirigirle una mirada de desprecio. Sigue sin creerse que él no la delatara.

Y Merlín, le duele más la actitud de la joven hacia él que la propia maldición cruciatus. Cada vez que los ojos oscuros de Padma le dicen que lo único que le inspira es asco, Zacharias no puede sino sentir que se hace más y más pequeño y huir, porque no lo soporta. Y porque él jamás quiso que Padma saliera perjudicada, mucho menos por esa arpía de Alecto Carrow.

Lo único bueno, o que quizá se contrapone un poco al sentimiento de desazón que lo invade cada vez que Padma le demuestra lo mucho que lo detesta, es que, por primera vez en su vida, Zacharias Smith tiene algo parecido a un amigo. Bueno, mejor dicho, una amiga.

Desde que él le contara lo que realmente ocurrió la noche que torturaron a Padma, Hannah Abbott se ha acercado a él; ha adoptado la costumbre de sentarse a su lado en la biblioteca para hacer los deberes, plantando cara a sus amigos cuando le han recriminado estar hablándole al chivato. Fiel a su promesa, ella no les ha dicho nada de lo que Zacharias le explicó, simplemente les pide que no juzguen sin saber. Tras cuatro discusiones (en realidad, han sido más, pero el rubio sólo ha presenciado ésas), Macmillan, Finch-Fletchey y Bones han dejado de censurar la actitud de Hannah, y ahora también la ignoran a ella un poco. Bonito ejemplo de tolerancia, piensa Zacharias con ironía. Cada vez se da más cuenta de que está rodeado de imbéciles e hipócritas.

Ahora está haciendo una redacción para Estudios Muggles. Realmente le está costando escribir argumentos por los que los muggles son poco menos que animales, porque para él ninguno tiene lógica ni fundamento. Sin embargo, sabe que como escriba algo contrario a las estúpidas ideas de los Carrow acabará mal, y el recuerdo de la maldición cruciatus es suficiente para que abandone su propia opinión a la hora de redactar.

Cuando termina, con su conclusión de que sería más lógico mantener a los muggles controlados y encerrados como a un rebaño de vacas, mira la redacción de Hannah. Le basta leerla por encima para darse cuenta de que ella no tiene una actitud ni siquiera parecida a la de él. Su escrito es una crítica al fanatismo de los Carrow en toda regla, por la que probablemente sea castigada.

-¿Tú estás tonta?-le pregunta-. Cuando lean eso van a tomarla contigo.

Hannah se encoge de hombros.

-Prefiero eso a hacerles creer que han conseguido lavarme el cerebro-responde. Zacharias sacude la cabeza, preguntándose dónde está el instinto de supervivencia de esa muchacha. El de todo el Ejército de Dumbledore-. Entiendo cómo piensas-dice, clavando en él sus ojos grises.

-¿Ah, sí?

-Sí. Piensas que somos una panda de imbéciles por lo que estamos haciendo, pero a pesar de todo tú también estás en contra de los Carrow, sólo que eres demasiado cobarde y demasiado egoísta como para ayudarnos-Zacharias baja la vista-. Pero Padma te importa, por eso a ella sí intentaste echarle una mano. ¿Por qué no hablas con ella?

-¿Qué te crees que llevo intentando toda la semana?-replica él, molesto. Baja la vista hacia su redacción llena de mentiras-. Pero nadie se cree que me preocupe por alguien más que yo-agrega con amargura.

-Admite que es raro-comenta Hannah-. Aunque lo que has hecho también dice bastante de ti; es una buena forma de saber quién te importa más que tú mismo.

Zacharias va a responder, pero justo en ese momento un ruido lo distrae.

Padma Patil irrumpe en la biblioteca, pálida y con varios mechones de pelo fuera de su larga trenza negra. Se acerca a la mesa que comparten los dos Hufflepuffs rápidamente y mira a Hannah, ignorando olímpicamente a Zacharias.

-Hannah-empieza, casi sin respiración; da la impresión de que ha recorrido medio castillo a todo correr-. Neville está en la enfermería-anuncia.

La muchacha palidece tanto que Zacharias se preocupa.

-¿Qué le ha pasado?-pregunta con un hilo de voz-. ¿Qué le han hecho?

-Los Carrow los han pillado, a él, Ginny y Luna intentando robar la espada de Godric Gryffindor del despacho de Snape-explica Padma-. Se han ensañado con los tres-agrega en voz baja.

Hannah se levanta. Tiembla de arriba abajo.

-¿Puedes recoger mis cosas?-le pide. En cuanto Padma asiente, echa a correr hacia la enfermería, muerta de preocupación. La Ravenclaw observa el lugar por el que ha desaparecido su amiga y luego se sienta en la silla en la que estaba Hannah, junto a Zacharias, guardando las cosas de la muchacha y tratando de no hacer caso al rubio.

Pensando que no puede ignorarlo eternamente, Zacharias decide intentarlo de nuevo:

-Padma.

-Cállate, Smith-le suelta ella, soplando sobre el pergamino de Hannah para que la tinta se seque más rápido. El rubio suspira.

-¿Algún día dejarás que te lo explique?

Padma gira la cabeza y lo fulmina con la mirada.

-¿Qué me quieres explicar? ¿Que eres lo suficientemente cabrón como para delatarme aunque tú tampoco soportes a los Carrow? ¿Acaso hay una excusa para eso?

-Yo no te delaté-Zacharias no sabe ya cuántas veces le ha repetido eso. Y a Padma aún no se le mete en la cabeza. Estúpida. La muchacha tampoco lo cree en esta ocasión-. Alecto os…

-Deja de culpar a los Carrow-lo interrumpe Padma-. Ellos son un par de locos, pero tú eres peor. Tú se lo dijiste sabiendo perfectamente lo que conseguirías con ello. Tienes suerte de que Hannah sea tan buena; te aseguro que de no ser por ella más de uno se hubiera encargado ya de que probaras la cruciatus, aunque no fuera de la varita de esos dos sádicos.

-Ya la he probado, gracias-replica Zacharias con amargura, cerrando el tintero. No le apetece seguir en la biblioteca; la mitad de los alumnos saben lo ocurrido y no se siente capaz de aguantar sus miradas ahora que Hannah se ha ido.

Padma mete los pergaminos y la pluma de Hannah en su mochila, pero cuando va a coger el tintero de su amiga se queda quieta al oírlo. Lo mira boquiabierta.

-¿Cómo?-sacude la cabeza-. Eso no es cierto. Te chivaste. ¿Por qué iban a castigarte a ti? Debieron de estar encantados contigo.

Zacharias guarda de cualquier manera sus cosas y se levanta. No puede evitar ser tan bocazas, y nuevamente ha hablado más de la cuenta. No quiere que Padma sienta lástima por él. No quiere dar pena a nadie.

Sale de la biblioteca y echa a andar, deseando salir a los jardines para pensar un poco; está seguro de que el frío de noviembre le ayudará a poner en orden el torbellino desorganizado que es últimamente su interior. Sin embargo, escucha los pasos de Padma Patil tras él.

-¡Espera! ¡Smith!

Él no le hace caso. Llega hasta un banco lleno de escarcha que hay junto al lago y se deja caer en él, sin importarle mojarse. El frío hace que sus pálidas mejillas enrojezcan. Zacharias encoge el cuello para evitar que el frío cale muy hondo. Gruñe cuando la Ravenclaw se sienta junto a él.

-Padma, lárgate. Pensaba que eras tú quien no quería hablar contigo.

La muchacha se muerde el labio.

-¿Cuándo han usado los Carrow la cruciatus contigo? ¿Eh?

Zacharias baja la vista. No comprende cómo piensa esa muchacha. Primero lo desprecia y ahora intenta que él le cuente lo que lleva días intentando decirle. Y pensará que voy a darle lo que quiere así, de buenas. Se queda callado, observando el césped helado. Su orgullo es demasiado grande como para permitirle darle a Padma tan fácilmente lo que quiere, después de haberle puesto las cosas tan difíciles.

Sin embargo, no puede evitar que su boca forme la respuesta a lo que le ha preguntado Padma:

-Al mismo tiempo que te pillaron a ti-se le escapa.

La joven lo observa sorprendida.

-Eso no es cierto. No puede serlo. ¿Qué hacías tú esa noche fuera de la cama?

Zacharias no responde, simplemente la mira fijamente. ¿De verdad esa muchacha es una Ravenclaw? Quizá pidiera al Sombrero que la pusiera en esa casa para quedar bien, porque ahora parece más bien corta de luces. ¿Qué puede creer que él estaba haciendo la otra noche? ¿Jugando al escondite con Peeves?

Ahora sí que no contesta. Se limita a quedarse mirando los ojos castaños de Padma, preguntándose si la muchacha podrá ver la respuesta a su pregunta en los suyos.

Tras unos minutos, ella admite la derrota y se levanta para volver al castillo, dejando a Zacharias a solas con el frío y sus pensamientos.


Que Padma haya desistido en su intento por hacer soltar prenda a Zacharias Smith no quiere decir que se haya rendido. Ni mucho menos. Pero, si no puede obtener información de la boca del Hufflepuff, tendrá que buscar otros métodos para conseguir averiguar lo que necesita.

Recuerda el grito que oyó. Fue real. Fue él. Se siente mal al comprenderlo. Porque sabe lo que se siente cuando uno recibe esa maldición, y sabe lo mal que lo pasó Zacharias. Quizá peor que ella misma, porque mientras que Padma tuvo a su hermana y sus amigas para animarla y cuidarla, él estuvo solo. Zacharias Smith no tiene amigos; todo Hogwarts siente desagrado hacia él. Merlín, y si lo que dice es cierto…

¿Realmente Alecto Carrow lo chantajeó para que no dijese a Padma que abortase su plan? Si la muchacha lo piensa detenidamente, no sería nada extraño en esa loca. Tenía ganas de hacer daño y no quería que nadie le estropease la diversión.

Pero entonces… entonces, ¿qué hacía Zacharias levantado por la noche? Sólo con dejar que la encontraran a ella y se ensañaran había suficiente; ¿por qué salió? ¿Quizá para advertirla? Pero eso no tiene lógica; entonces hubieran ido a por él. Aunque lo encontraron de todas maneras.

Sube hasta la enfermería. Descubre a los tres líderes del ED ahí. Neville, Luna y Ginny están en tres camas correlativas, los tres inconscientes. Junto a la cama del chico, Hannah lo observa con preocupación. No obstante, alza la vista cuando oye entrar a Padma.

La Ravenclaw sabe que no es el mejor momento para hablar con Hannah sobre Zacharias Smith, pero necesita saber. Y en la última semana la ha visto más cerca del rubio de lo que ha visto al muchacho jamás con nadie. Tiene que saberlo. Se deja caer en una silla junto a su amiga.

-Hannah…-empieza. Observa el maltrecho rostro de Neville y siente más odio por los Carrow. La rubia la mira-. ¿Puedo hablar un momento contigo?

Hannah suspira y se encoge de hombros.

-Si Zacharias te ha dicho alguna burrada, no le hagas mucho caso. El chaval es un poco raro para ciertas cosas.

-No hace falta que lo jures-replica Padma-. Pero no es eso. Verás… te conté lo que me dijo la primera vez que me pidió perdón, ¿verdad?-Hannah asiente-. Pues hace un rato… se le ha escapado que los Carrow usaron la cruciatus con él la misma noche que a mí me pillaron. ¿Eso es…? ¿Es verdad?

Hannah asiente.

-Al día siguiente no podía moverse-admite-. Ni siquiera le pegó a Ernie cuando le echó en cara haberte delatado, y eso que se puso bastante desagradable.

-Y…-Padma se muerde el labio-. ¿Qué hacía fuera de la cama después del toque de queda?-Hannah arquea las cejas con incredulidad-. ¿Qué?-inquiere ella a la defensiva.

-Ay, Padma, ¿es que no lo ves? Salió para advertirte de lo que te encontrarías.

-Pero si eso es cierto, y también es cierto que Alecto lo amenazó para que no me dijera nada… ¿por qué lo hizo?-cuestiona la morena-. Es decir, sólo tenía que dormirse y esperar a que a mí me pillaran. Si yo no iba, él pagaba. ¿Por qué…?

-Estás ciega-la interrumpe Hannah-. No te das cuenta de nada, Padma. Le gustas y no quería que te hicieran nada. Por eso salió. Pero Amycus lo pilló y…

Padma se estremece al recordar los gritos, sintiéndose aún peor al saber que son de la misma persona a la que lleva una semana despreciando. Pero hay algo que no le cuadra… ¿Gustarle? ¿Ella? ¿A Zacharias Smith? Resulta extraño, y sin embargo…

-¿Se puede saber qué ha visto Smith en mí?

Hannah se encoge de hombros.

-Pregúntaselo a él-se muerde el labio-. Se va a cabrear conmigo por habértelo dicho… pero si no lo hubiera hecho te hubiera costado siglos darte cuenta. A ti también te gusta.

Padma no puede evitar sonrojarse.

-¿A mí? ¿Smith? Ni de coña…-pero entonces recuerda la inmensa decepción que sintió cuando creyó que él la había delatado, y también el remordimiento que la domina desde que sabe que él ha sufrido tanto dolor. Y ese extraño burbujeo en el estómago al darse cuenta de que la explicación de Hannah encaja perfectamente con todo lo que ha pasado durante los últimos días-. A lo mejor-admite.


Zacharias no vuelve al castillo hasta que corre riesgo de hipotermia por el frío que hace fuera. Con los miembros entumecidos, echa a andar hacia el cálido (aunque desde que empezó el curso poco acogedor) interior del edificio. Todavía lleva la bolsa con los deberes en la mano.

Se encamina al Gran Comedor; tiene que cenar un poco. No es recomendable volver a la sala común y aguantar las miradas hostiles de sus compañeros con el estómago vacío; además, si muere de hambre, le daría el gusto a los Carrow, algo que no quiere hacer.

-¡Zacharias!

El muchacho se gira en dirección al lugar del que proviene la llamada. Está seguro de que acaban de llamarlo por su nombre de pila (algo extraño) y de que el tono de voz de quien lo ha hecho no es desagradable (algo aún más extraño). Pero lo más raro de todo es que quien lo ha llamado no es ni más ni menos que Padma Patil, que se acerca corriendo hacia él por las escaleras.

La muchacha tropieza a mitad y Zacharias teme que se caiga rodando. Sin embargo, recupera el equilibrio justo a tiempo. Termina de bajar, más lentamente, hasta que llega al rubio, que se ha quedado quieto.

-¿Qué quieres?-pregunta, molesto. Aún no ha terminado de entrar en calor y no le apetece que ella comience con sus ataques de nuevo. Ni tampoco que siga preguntándole sobre su desagradable experiencia con la cruciatus.

Padma respira hondo. Está a medio metro de él, y cambia el peso de un pie a otro, incómoda.

-He… he estado pensando y… ya sé por qué te pilló Amycus.

Zacharias baja la vista, intentando aparentar indiferencia.

-Ilumíname-logra que su voz suene irónica, una gran conquista.

-Creo que dices la verdad con lo de que no me delataste a Alecto-empieza ella-. Y también que esa noche estabas fuera de la cama y por eso te pillaron. Y… y creo que sé por qué saliste-Zacharias no se mueve. Apenas respira. No quiere perturbar ese momento-. ¿Te gusto?

El rubio no puede evitar sonrojarse. Nunca nadie le ha hablado con tanta franqueza ni le ha hecho una pregunta tan directamente. Ve una tímida sonrisa aparecer en el rostro de Padma, que lo anima un poco.

-Sí-admite en voz baja.

Padma sonríe más ampliamente. Tiene una sonrisa preciosa.

-Pues es genial. Porque tú a mí también-se muerde el labio-. Es un poco raro. Digo... Lo que me pasó la otra noche fue en parte por tu culpa… y fue mi culpa que a ti también te cogieran-Zacharias se aventura a mirarla a los ojos. No ve nada de rencor en ellos-. Pero me da igual. ¿Y a ti?

El rubio pone los ojos en blanco.

-Llevo una semana intentando decírtelo y no querías escucharlo-entonces algo encaja-. ¡Te lo ha contado Hannah! ¡Será chivata!

Pero Zacharias no puede seguir despotricando contra la traidora que ha resultado ser Hannah Abbott, porque en ese momento Padma se acerca a él, tira de su corbata amarilla y negra para obligarlo a inclinarse y lo besa, agarrándolo por la nuca con la otra mano para acercarlo a ella. El muchacho se queda quieto, con una mano sujetando la bolsa con sus ejercicios y la otra colgando a un lado sin encontrarle ningún uso útil, hasta que Padma intenta profundizar el beso y entonces él supone que debe guiarlo. La agarra por la cintura y la pega a él, luchando por ser quien domine. Tras unos minutos, Padma se separa de él y suelta su corbata. Tiene las mejillas brillantes, y sonríe de oreja a oreja. Zacharias supone que él también está colorado, a juzgar por el calor que nota en el rostro.

-Podemos empezar a salir-sugiere la muchacha.

-La gente va a pensar que eres imbécil. A los ojos de todo el colegio soy un chivato-comenta el rubio.

Padma chasquea la lengua.

-Que piensen lo que quieran. Si nosotros sabemos la verdad, ¿qué importa?


Esa noche, dos personas se escabullen de sus respectivas salas comunes, burlándose de los dos profesores locos que hay en el castillo. Se encuentran en el vestíbulo, sobresaltándose, y están a punto de maldecirse mutuamente hasta que se reconocen. Salen al jardín, donde está empezando a nevar, y caminan de la mano hasta llegar a un banco en el borde del lago.

Zacharias se sienta primero, y Padma se deja caer junto a él y apoya la cabeza en su hombro, como si llevara toda su vida haciendo eso. Observa el lago, cubierto con una fina capa de hielo, con una sonrisa adornando su rostro, tenso por el frío. Zacharias, que tiene las mejillas y la nariz rojas, rodea su cintura con las manos y entierra el rostro en su pelo, que se ha dejado suelto por primera vez en bastante tiempo.

-Padma.

-Dime.

-Si nos pillan los Carrow se nos caerá el pelo.

Ella sacude la cabeza.

-Si están tan amargados como para castigarnos por intentar ser felices en mitad de todo esto, allá ellos. Pero no dejemos que lo consigan-le pide en voz baja.

Zacharias no puede sino estar de acuerdo. Desentierra la cara de la melena negra de la joven y la besa. Es, básicamente, lo que han estado haciendo durante toda la tarde, hasta el toque de queda, pero no se cansan.

Porque no van a dejar que los Carrow logren hacer un completo infierno de su vida. No van a permitir que esos dos locos se salgan con la suya.


Notas de la autora: Et c'est fini! Vamos, que aquí se acaba. Espero que os haya gustado.

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