Tercer y último capítulo de Arthurcienta :D ¡disfruten!

El chofer desnudo del que se percató Arthurcienta poco después estaba pidiendo ya descaradamente la cama del inglés para revivir esta vez "sex and the city", el muchacho aún vestido como toda una diva les miró con cara de vegetal en fotosíntesis, en su cama no, la cama era virgen y virgen se quedaría, además, no podría superar el trauma de dormir en una cama donde dos ardillas parlantes que se convirtieron mágica y gaymente en humanos para ser más gay de lo que eran y menos ardillas tenían degeneradamente relaciones, en tanto él se sentía como un adolescente por supuesto que bien macho enamorado... además de melodramático cuando sus padres no lo dejan ir a la fiesta topísima de una amiga X, así se sentía.

–M-Maldito Scott, puto vestido… puto todo, no debí haber ido a esa estúpida fiesta, no debí haberme enamorado de él…–se dejó caer a la cama, gruñendo con fuerza, moviendo la almohada de un lado a otro.

–Mon ami…–

–No quiero tus putos consejos rata parlante…–

–¡Ardilla! ¡rata tu abuela!–alzó la voz el sujeto de rubios cabellos al cual había obligado a vestirse junto al canadiense que hablaba más bajo que un enfermo terminal.

–Lo que sea, no estoy de animos…–se sentó en su cuchitril mientras veía que el francés tomaba asiento sobre la cómoda desgastada cediéndole a Matthy una silla, como todo un caballero a pesar de sólo aparentar ser un degenerado exhibicionista que va todos los veranos a playas nudistas a violarse a la otra ardilla.

–¿Te enamoraste verdad? –sonrió travieso.

–¡No, maldita sea, claro que no me enamoré del gordo del príncipe que no sabe que soy un macho vikingo guerrero! –

–No sabría decirte lo de macho vikingo guerrero, pero es más que claro que te has enamorado de él cosita, es como la primera vez que vi la esponjosa colita de ardilla de mi Matthy y…–

–¡Shit, por favor, quiero dormir sin traumas mentales zoofilicos, por favor no me cuentes tus experiencias animales! –rogó piedad, no quería traumas hoy.

–Sí Francis, qu-quizás no es del todo normal entre ellos, los humanos, hablarse de sus faenas sexuales…–susurraba sonrojándose y jugando con sus dedos.

Porque si Francis comentara en todos los lugares que lo han hecho… dios, ningún árbol se salva de ese semental mamífero ardilla de melena dorada, era imparable, debió haber nacido burro y no ardilla, eso era seguro. Conversaron un rato de eso, clases de homosexualidad que el inglés vio con cara de trauma, y a pesar de que gritara, el francés seguia señalando una pizarra que salió de en medio de la nada y como se "lo harían" cuando tuviera algo serio con alguien, por alguna razón, Kirkland sintió miedo de su traserito. Llevaba toda una vida con él después de todo, con su culo, claro.

Scott llegó un poco después mientras sentía que los gemelos caían exhaustos al sillón, quejándose de los putos tacos: Tacos de mierda esto, tacos de mierda aquello, ¿cómo mierda le hacen para caminar las mujeres con esto? ¿son de otro mundo verdad? ¡sí, las mujeres son extraterrestres! Arthur casi se alegró de que ni siquiera lo fueran a visitar, aún estaba con el traje de la fiesta, se lo sacó rato después, cuando lo hizo se puso un pijama ya que aún estaban esas ardillas homosexuales en su pieza. Les dejó la cama y se fue a acostar en un colchón debajo… su peor noche, definitivamente.

Además de tener sueños húmedos, no, húmedos no era la palabra, después de tener sueños torrencialmente mojados con cierto americano y esos gritos canadienses no lo ayudaron mucho. Además de que notó que su traje se había convertido en lencería al menos masculina para una noche alocada de pasión, puto polaco, era obra de ese Madrinovesti. Al menos las dos ardillas volvieron a ser lo que eran: ardillas.

Al día siguiente la magia se había ido, Arthurcienta sabía que su príncipe americano con notables gustos gays no lo salvaría, era claro que no, en tanto, había amanecido con ojeras nivel dios por los gemidos de placer y dolor que casi no parecían humanos con las dos ardillas parlantes.

Cosas cono "oh, eres la ardilla más candente de todos los árboles" o "tu agujero es más delicioso que el de cualquier roble", traumatizan al pobre Arthur toda la noche. Hasta su hermano lo vino a ver para asegurarse de que no estaba prendiendo el canal del porno a estas horas en su no moderna tele, claro, Scott como siempre tenía una pantalla plana gigante en 3D y el pobre del menor de los Kirkland tenía una en blanco y negro que te servía como saco de boxeo cuando quisieras arreglarla. Esa chatarra casi funcionaba a pilas.

Al día siguiente, Scott y los gemelos estaban al borde de la mesa con cierta intriga amontonados ante un papel de colores súper masculino arcoiris, el inglés miró sin vida el interés de sus hermanos, de cierta forma, creía que había tenido su felicidad por un momento y que ahora, sólo le hace falta recordarla para disfrutar su vida.

–¿Lo sabes conejo?– Arthurcienta sólo dobló la vista como enfermo terminal de cáncer, prefería estar limpiando el trasero a un caballo a tener que escuchar a ese diablo con el que compartía sangre.

–¿Qué va a saber este idiota? –dijeron los dos gemelos por igual.

–Claro, ha hablado Julieta y Dulcinea...–susurró con sarcasmo mientras los gemelos le gruñían.

La peor humillación que pudieron soportar en la vida fue esa, vestirse como unas mujercitas bien peludas y con complejo de mataríaamihermanosinomediera tantomiedo. Menos mal que quemaron todas las pruebas y el lindo Scotty Love no diría nada ni los etiquetaría en Facebook si se comportaban como correspondía.

–En fin, Cosacienta, el príncipe sí encontró a su bella princesa con complejo de travesti, al parecer sí tenía algo de hetero y busca a su princesa con FBI y todo en el reino junto a un zapato de cristal, a la doncella a la que le quepa la esposará y le hará de todo...–

–A-Alfred…–susurró sonrojándose un poco.

Para luego, pegarse una cachetada, aparte de andar trayendo un malgastado y poco masculino vestido estaba actuano gay, estúpido de Jones que le estaba quitando toda la poca masculinidad al menos física que le iba quedando, hizo un signo de indiferencia hacia el tema haciendo al escocés sonreír sutilmente de forma malvada, los gemelos en tanto, andaban dramáticamente con muletas, los tacos con punta aguja para ellos son una muerte asegurado, casi los deja lisiados.

–Ustedes, par de inútiles, pongan su mejor cara y el vestido Barbie dueña de casa, quizás les quepa el puto zapato…–

–Scott, estás demente. –susurraron ambos con miedo.

–No, sólo no me he fumado un buen cigarrillo en horas, además de que escuché sonidos raros toda la noche…–rió con locura, lo que más le molestaba a ese drogadicto escocés es que interrumpieran sus horas de sueño relajador, no se es malo simplemente sonriendo y tratando peor que a un elfo domestico a tus hermanos, también tienes que dormir bien para seguir siendo malo las veinticuatro horas del día.

Dos días después llegaron a la casa de los Kirkland, los gemelos estaban ya muertos, apenas y sonreían como muñecos, quedarían con trauma a los vestidos, el carruaje salió con diferentes guardias y el príncipe iba dentro de éste, con una sonrisa galante y perefecta, a su lado, protegiéndolo, iba un grupo de sujetos rubios, uno que no parecía callarse y otro aseguraba que lo hiciera y un meloso duo de un sujeto alto de lentes de expresión seria de la mano con un dulce muchacho de una sonrisa tierna que no se despegaba de su angelical rostro.

–Maldición Den, compórtate o te golpearé con una trucha…–

–¡No, no, todo menos con la trucha del mal, huele feo! –criticaba el de acento danés.

El que parecía más cuerdo del grupo carraspeó la garganta presentando al principe con todo y trompeta.

–El príncipe obviamente no gay ni gordo, Alfrd F. Jones, ha venido a su humilde casa a poner el zapatito de cristal a su princesa…–

Y el americano paseó su mirada por toda la casa, casi dio un brinco del miedo por la cara tan angelical princesa que le concedían las dos gemelas en el sillón estirando sus piernas como diciéndole "deprisa mierda, tener el maldito pie levantado cuesta"...

El americano se agacha, poniendo a la primera "gemela" el zapatito de cristal, el estadounidense se sorprende, si le cabía, pero de alguna manera no recordaba que fuera así el amor de su vida, cuando, para servir algunos bocadillos sale una mucama. El americano deja ese pie alzado como una pata olorosa más, los ojos se encuentran con los verdes, las manos tiemblan, la sonrisa se hace animada y le estalla una carcajada idílica.

–¡Arthurcienta, al fin te encuentro! ¡te fuiste así, sin más, ni tu Facebook, ni tu Msn ni tu virginidad me diste, creía que te perdería para siempre...!–corrió hacia ella.

El anglosajón entonces, dejó caer los pesados platos al sentir esas delirantes manos del baile de hace dos noches en su cadera nuevamente, un suspiro escapó en su boca, el escocés creía que había entrado en otro tipo de cuento, ¿qué mierda pasaba allí? ¿por qué el príncipe se mandaba una escena a lo Romeo y Julieta con Cosacienta?

–Tú i-idiota, suéltame... ¿qué haces?–suspiraba desentendido.

Porque muy en el fondo no creyó que el príncipe realmente hubiera vuelto por él, que entre todas las demás chicas recordaba su rostro, que no se enamoró de ninguna en el camino, que estaba allí, haciéndolo sentir como el hombre travestido más mariconamente feliz del mundo. Las mejillas rojas seguían allí y el americano continuaba en el mismo lugar sin querer soltarlo.

–Vine a lo que viene siempre el héroe, a ser feliz con su verdadero amor...–se acercó a él sutilmente. Antes de que el mismo Kirkland lo detuviera, entre pequeños golpes.

No podría engañar al único hombre que había demostrado interés en él, lo miró directamente a los ojos tapándole la boca con los dedos de la cual previamente salían miles de palabras enamoradas que hacían estremecer al menor de los Kirkland.

–No puedes amarme, estúpido... no soy mujer, soy un jodido hombre travestido... ¿te doy asco verdad?–apartó la vista con resentimiento.

Las palabras no llegaron, sí, lo que pensaba, se iba a largar corriendo a la habitación cuando siente nuevamente los brazos en su cadera, esta vez subiendo hasta su espalda para besarle los labios con mayor romance.

–Te lo dije Arthurcienta, he venido aquí por mi verdadero amor, eso no cambiará siendo lo que seas...–lo acurruca entre sus brazos, el inglés sólo se oculta en éstos.

Era feliz.

–Vamos Arthur, te llevaré al castillo, ya verás como consigo enamorar a tu bella persona como todo un héroe...–le sonrió jalándolo, hasta que siente una fría mano sujetar con fuerza la muñeca que jalaba a Kirkland.

–No te lo puedes llevar, el conejo travestido es mío, al menos hasta que cumpla la mayoría de edad…–susurró con ojos penetantes, apretando más la muñeca del chico de la realeza apartándolo del cursi momento.

Ambos se miraron con algo de impacto mientras los guardias nórdicos súper masculinos, dígase un danés tratando de toquetar a un noruego y besarlo y quizás utilizar el sillón para algo más que sentarse junto a un sueco proponiéndole matrimonio en plena discusión de miradas feas entre escoceses y estadounidense a un finlandés… sí, eso era masculinidad al extremo, Max Steel se queda pequeño ante semejantes machos, que en cierta parte… sí, eran vikingos.

–Den…–susurró al que creían sólo un tonto príncipe a uno de sus guardias. –Puedes ocupar el carruaje para hacerle de todo a tu cadete, pero ahora…–sonrió suavemente. –Tengo que encargarme de que Arthur Kirkland, el más guapo y sí, amor, el más masculino de este gay pueblo sea todo mío, pero claro, tenemos diecisiete, por eso yo…–

–¿Yo qué? –susurró con odio el escocés sintiendo como el americano se lucía de gala tomando la cadera de Arthur, juntándose, haciendolo sonrojar suavemente mientras propinaba un par de golpes y unos "idiotas" en su bello y comedor de hamburguesas rostro.

–Yo me mudaré aquí, firmaré una orden de alojo…–con esto, tomó el mentón del inglés profundizando un beso húmedo y caliente.

El escocés abrió los ojos, derrotado, no podía decir nada contra esa ley tan arcoirismente cierta, casi sintió nausea viendo como el americano empezaba a levantar la falda del británico quien enroscaba los brazos en su cuello después de un par de caricias. Los consejeros, un alemán estricto y su pareja desconocida, que algunos decían que era el chef del palacio, tonto e italiano, aceptaron con gusto firmar el desalojo del rey hacia otro lugar, no es que el alemán bailara en un tutú gigante el lago de los cisnes de la alegría, pero era impresionante que un rey empezara a vivir como un simple plebeyo hasta que cumpla dieciocho en una casa extraño, todo eso sólo por amor.

Y lo mejor, aceptando su homosexualidad a mil, hasta ponía fuera de la casa "felizmente gay's", el escocés al verlo sólo se quiso matar, golpeándose con su gaita, su vida era atroz, quizás todo el karma le estaba jugando una mala pasada, al menos, seguía aparentando la masculinidad de la familia y los cigarros en vez de ser cinco o seis diarios pasaron a ser dos cajetillas, a ese paso moriría de cancer al pulmón o por tanto golpe que se daba en la cabeza. Los gemelos decidieron unirse al teatro, tuvieron un gran éxito, de alguna manera, aprendieron a interpretar variados personajes, hasta los medios femeninos le salieron bien.

Las ardillas se fueron a Canadá, por su décima quinta luna de miel. Los pajaritos homosexuales, italiano y español, por fin empezaron a vivir juntos en el mismo nido.

–¡Vamos Arthur, tengamos cositas, muchas cositas! –

–¡Alfred, ni que estuviera en celo, déjame descansar una noche…!–suspiraba algo sonrojado, pero de igual manera sentándose sobre las piernas de su prometido, ya no con un vestido rosado o de mucama, sino con un delirante traje a su medida, pantalones rectos y una camisa que al americano le fascinaba desabrochar.

–Pero Arthur, mi vida, ya lo has oido, mi padre quiere descendencia…–

–¡Descendencia te dará tu abuela, creo que ya había hablado de esto Jones! –suspiró fuerte tratando de calmarse esbozando una pequeña sonrisa un tanto triste. –I love you, idiot… pero sabes que es imposible que te de un hijo Alfred, soy un hombre…–

–El hombre que amo, mi amado príncipe…–besó sus labios carmín una vez más, haciéndolo suspirar y gruñir suavemente.

–Aún así…–insisitía el inglés con cierto reproche, su amado era un tanto infantil y poco realista, no por amor saldrá un hijo de ellos dos.

–Lo he hablado con mi padre, el contrató al brujo más raro de todo el pueblo, no se quién era, sólo que vestía rosadamente todo...–el inglés abrió los ojos, cierta imagen de un Madrinovesti llegó a su no sana ni virginal mente.

–¿Y qué pasó?–

El americano sonrió y sacó un frasco de entre sus ropas. Agitándolo ante los sorprendidos ojos del anglosajón, si era de ese hado, no se esperaba nada bueno, quizás esa cosa lo convirtiera en una mujer con dos melones en vez de pecho, en una yegua intensa tal vez, la imagen le aterró, los brazos ciñéndose a su cadera lo calmaron un poco.

–Esto embaraza hombres Arthur, el resto ya es práctica, el "ya tu sabeh", yo dándote como friki al mando, como escocés al cigarro, como tu ardilla rara a...–

–L-Lo que significa que…–abrió los ojos el inglés sorprendido interrumpiéndolo.

–¡Exacto Arthur, prepara esas sensuales nalgas, que aquí va su conquistador! –juguetea un poco más para beber la extraña pócima en sus labios para luego dársela de beber al inglés, quien se calentaba con la esencia que inundaba su cuerpo, frenético y acelerado.

Roce de piel, chispas, todo creaba vida, se fueron entre besos y caricias eróticas hasta la cama, como muchos días suelen hacerlo, los gritos se seguían escuchando pasadas las dos de la mañana, el extraño brebaje les estaba dando energía de más, en tanto… en la habitación contraria, un escocés abrazaba a su osito de peluche llamado Carlos.

Llevava días sin dormir por… esas cosas, que ni humanas parecían de tantas ganas que tienen.

–Por favor, mátenme…–rogaba el escocés con unos tapones de oídos enormes, sus hermanos sólo se rieron de él.

Y fueron felices para siempre, sólo faltaban unos cuantos meses y se podrían casar, la hada polaca sólo se reía, mientras empezaba a flirtear con un duende de Lituania que vio por allí para posarle el nuevo modelito femenino apretado maraco intenso que tenía. En cuanto a la pócima, el inglés miró como asombro que sí funcionaba, un pequeño principito iba a nacer. Sí, todos homosexual e ilógicamente felices para siempre.

Ah sí, excepto un escocés.

N.A: Espero les haya gustado esta historia, el escocés tendrá que soportar esos lindos soniditos, pronto será tío y habrá una gay boda! espero les haya gustado :3

PD: Ahora seguiré con Padrino Mágico, Secuestrado por un idiota y demás, esperen ;D