Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen.

38/38

¡Hola a todos! ¿Cómo están? Espero que bien. Yo algo triste por estar subiendo el final de esta historia (más temprano para no hacerlos esperar tanto), especialmente cuando abría todos los días mi mail para leer comentarios tan amables y bonitos de su parte que siempre me sacaban una sonrisa, pero motivada para seguir poniéndole todas las pilas (como diríamos en mi país) a la nueva historia que ya tengo en proceso y que trataré de tener lista y empezar a subir lo antes posible. Eso es, claro, si alguien está interesado. Y, como siempre, quiero decirle gracias a todos. Gracias, a los lectores que siguieron esta historia anónimamente, por así decirlo, y especialmente a aquellas personas que se tomaron el tiempo y la molestia de hacerme saber lo que pensaban capítulo a capítulo. Muchas, muchísimas gracias, de todo corazón, a todos por sus ánimos y por la recepción que le dieron a mi historia y a mi en este fandom =). Ahora sí, agradecimientos especiales completos al final. ¡Nos vemos y besitos!


Aversión a primera vista


XXXVIII

"Nada"


Avanzó una vez más por el angosto corredor del tren, esquivando personas y grupitos conversando y demás, e ignorando las miradas curiosas de aquellos que seguramente la habrían visto entrar en el compartimiento que solo Scorpius Malfoy ocupaba, en soledad. No obstante, lo ignoró todo, las miradas y los cuchicheos de los grupitos de chicas apiñados en los compartimientos cuyas puertas permanecían abiertas. Estaba acostumbrada, de todas formas, su propio padre no había podido escapar de ser objeto de discusiones y curiosidades ajenas y evidentemente ninguno de ellos había sido capaz de hacerlo tampoco, pero todos habían aprendido a lidiar con ello a su manera. James hechizando y haciendo bromas a todo aquel que osara hablar de su persona y referirse a él como "el hijo de Harry Potter", Albus manteniendo sus logros a la altura del nombre, opacando al nombre en sí, y ella simplemente alzando el mentón y caminando por los corredores como si no hubiera nadie más allí. Nadie más mirando. Aunque Lily nunca había estado por encima de hechizar tampoco, cuando alguien la ofendía profundamente o decía algo que no le agradaba. Ésta vez, sin embargo, no tenía ánimos para siquiera retraer la varita del bolsillo interior de su túnica. Era tonto, realmente, porque no debería importarle o afectarle aquello. Ella lo había sabido, de todas formas, desde el inicio, las reglas de juego eso era y solo había ido hasta allí por mera curiosidad.

Y porque quizá sí tenía el síndrome de Harry Potter y no podía evitar meter su nariz donde nadie la llamaba y querer salvar cosas que estaban más allá de su alcance y poder. E inclusive más allá de su derecho de hacerlo, como lo era Scorpius Malfoy, que claramente no requería que alguien como ella –de todas las personas- creyera que necesitaba ser salvado. No, él estaba bien como estaba, por su cuenta, siempre lo había estado y Lily lo sabía; que jamás pondría en riesgo lo que él y su familia estimaban de valioso por algo como... ¿cómo la había llamado Zabini?... un capricho, sí. Eso había sido después de todo ella, un inapropiado e inconveniente capricho para él y suponía que él para ella había sido lo mismo. Solo curiosidad. Excepto... excepto que los caprichos no se suponía que importaran. Él no se suponía que importara –porque no era nada, nada, nada y así era como debían ser las cosas. Entonces... ¿por qué sentía que le faltaba el aire con cada paso que daba? ¿Por qué sentía que sus costillas se constreñían y cerraban alrededor del pobre y pequeño y frágil órgano de carne que intentaba aletear desesperado por una salida de su jaula? ¿Por qué no podía respirar?

Era tonto realmente, sí. Porque él no importaba y ella no importaba y ellos no importaban y aún así lo hacía en cada irregular y débil latido y en cada brusca inhalación de aire como si fuera la última y ¿era ella o las paredes del corredor del tren se estaban cerrando?

No, era ella, se convenció. Era ella. Porque el mundo no había cambiado ni un ápice desde un par de horas y atrás y Lily era lo suficientemente madura para comprenderlo. No, nada se vendría abajo. Nada se derrumbaría como si todo fuera una gran tragedia y ella no lo haría tampoco. No era una tragedia. ¿Cómo podía serlo, si no había habido siquiera más que un mero preludio y años y años de aversión mutua y nada más? Sí, años y años de elaboradas mentiras para sí mismos que habían creído y funcionado perfectamente a fines prácticos. Y ésta sería la última que se dijera a sí misma, su punto más álgido de una habilidad que parecía haber perfeccionado por años: aquello no era una tragedia y a ella no podría importarle menos.

Porque, en algún punto, había indudablemente cometido el error de dar un paso en falso y quizá, solo quizá, solo tal vez, posiblemente, no muy seguro, a lo mejor, quién sabe, había terminado enamorándose de él y enterrando el pie hasta el fondo y ahora no podía sacarlo más. Pero no importaba, no realmente. Porque él jamás la estimaría por encima de otras cosas y Lily lo había sabido desde el inicio. Que ella era solo un ítem, al fondo de una larga lista de cosas que importaban más que cosas triviales como eso que algunos llamaban amor.

Después de todo, dinero, linaje y estatus eran las cosas que Scorpius Malfoy siempre había conocido, desde la cuna, y Lily dudaba seriamente que fuera súbitamente a olvidarlas todas por ella. No, era ridículo pensarlo. Pero, por alguna razón, no perdía las esperanzas.

—Lily, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías... —inquirió Rose, viéndola de regreso en la entrada del compartimiento, en el instante en que el tren ingresaba al andén 9 y ¾.

Sí, era tonto. Porque él no importaba y ella no importaba y ellos no importaban y aún así no podía evitar tener falsas esperanzas. No, no podía evitarlo.

Quizá sí había heredado de su padre más de lo que desearía,

como la ciega fe de que las cosas se solucionarían.

Quizá , era tonto... (suponía).

Quizá Lily era demasiado ilusa,

para su propio bien.

X

Permaneció sentado mirando hacia fuera, hacia el andén al cual el tren estaba entrando, con los ojos clavados en las personas que aguardaban la llegada del expreso. Lo primero que notó, era que estaba atestado de personas y familias reunidas aguardando por sus hijos e hijas que retornaban de Hogwarts, en el caso de estudiantes como él, por última vez. Lo segundo, una mujer con cabello rojo como el fuego de pie junto a un hombre de vibrantes ojos verdes y gafas en cuya frente había una cicatriz en forma de rayo. A su alrededor, diversas personas de cabello igualmente rojo se encontraban reunidas y conversando, seguramente Weasleys, supuso, dado que no debía haber familia de magos pelirrojos más poblada en toda Inglaterra que no fuera los Weasleys. Aunque, por primera vez en mucho tiempo, esa observación no le provocó ningún deseo de acompañarla con un desdeñoso "traidores de la sangre" para completar. No era que repentinamente no le importara, porque sería ridículo y falso de su parte decir que súbitamente era un amante de los muggles y decidiera fomentar el apareamiento con ellos y la mezcla de las sangres, pero no era como si le importara demasiado tampoco. Siendo sincero, en aquel momento, no podría importarle menos el estatus de sangre de nadie.

Eso en sí, Scorpius sabía, era una especie de herejía, suponía. Su abuelo lo consideraría así, estaba seguro. Después de todo,Lucius Malfoyhabía enloquecido cuando de niño Scorpius había tomado en su ignorancia el libro de los cuentos de Beedle el Bardo y ojeado el cuento de "La fuente de la buena fortuna", en cuya trama (había averiguado posteriormente) Amata, una bruja, se enamoraba de Sir Desventura, un Muggle, con quien posteriormente se casaba y llevaba una vida feliz. Su abuelo también había desmentido hasta el cansancio el hecho de que la madre de Lord Voldemort hubiera traicionado las creencias de su familia en la pureza de la sangre por haberse enamorado de un Muggle (información en un libro sobre el señor de las tinieblas que había salido cuando Scorpius era un niño también) y que de éste amorío hubiera nacido el más grande y temible mago de todos los tiempos. Así que sí, Lucius Malfoy consideraría su actual indiferencia sobre el estatus de sangre de los Weasley una especie de herejía, sabía. Pero la opinión de éste era otra de las cosas con las que no podía obligarse a concernirse en aquellos momentos.

Cuando el tren se detuvo y por encima del vapor vislumbró una cabeza rubia platinada como la suya, junto a una mujer alta, elegante y de cabello negro, Scorpius supo que tenía que descender. Era hora, comprendió, hora de dejar atrás Hogwarts y todo lo que ello significaba. Y aunque por años había dicho que no veía la hora de abandonar el mugroso colegio de una vez por todas, sus acciones actuales no parecían condecir con esto. Por otro instante, permaneció sentado, viendo a los alumnos descender y reunirse con sus familias. Viéndola a ella descender y reunirse con la suya. Y, por otro instante más, se permitió observarla, ignorando el nudo en su estómago y la nefasta sensación que hacer aquello le acarreaba. Debería haberlo superado, a aquellas alturas. Ese había sido el trato que había hecho consigo mismo. Indultarse por una vez, si tan solo una –pequeña, efímera, breve y limitada- vez para sacudirse el impropio e inconveniente encaprichamiento de encima y olvidarse de todo. Por esa razón, y tras años de reflexión y diseccionarse el cerebro en busca de una solución, la había besado.

No superficialmente, como había pensado hacerlo por largo tiempo (para saciar su mórbida curiosidad por la sangre impura, como la había llamado por aquel entonces), sino de una forma que jamás debería haberlo hecho, para empezar. Scorpius siempre había sido muy reservado con sus emociones, después de todo, circunspecto y prudente con éstas inclusive en su propia casa. Así había sido criado, después de todo, a compartimentar cada cosa y emoción y guardarla en algún cajón de su cabeza donde no pudiera molestar hasta que él decidiera, sí lo hacía, volver a buscarla allí donde la había dejado para analizarla. Y eso había hecho, evidentemente, una y otra y otra vez, decidido a dejar que esa cosa, fuera lo que fuera, quedara allí, encerrada en el cajón en que él la había encerrado, hasta que juntara polvo y eventualmente se dispersara. No obstante, esto no había sucedido. No, había vuelto a salirse, una y otra vez, como un Boggart en un armario mostrándole aquello que más temía y odiaba, y en cierta forma suponía que así había sido.

Y se había delatado, en aquel beso que se suponía fuera controlado y frío y calculador y un gesto más para solo obtener lo que más deseaba sin dar nada a cambio. Sin embargo, se había descubierto a sí mismo, cometiendo el error de revelar cuan profundo bajo su piel había logrado ella colársele. Cuán profunda y largamente había pensado en aquel momento, aquella acción, que se suponía no significara nada. Y entonces había cavado su propia tumba. Porque no se suponía que ella volviera tampoco, que lo buscara. Y decididamente no se suponía que aquello –fuera lo que fuera que fuera y hubiera sido porque se rehusaba a usar la tonta palabra de cuatro letras que no dejaba de quemarle en el fondo de la cabeza- volviera a pasar otra y otra y otra vez. Menos aún, se suponía que fuera a sentirse de esa forma en el preciso instante en que se hubiera marchado, como si... punzara, aunque se rehusaba a usar la palabra también.

A él no podría importarle menos que Potter se largara de su vida. No. De hecho, estaba feliz. Sí... profundamente feliz... Potter no era nada.

Gruñendo, se puso de pie y bajó su baúl del compartimiento. Sus padres estaban aguardándolo sabía, y su madre no era la mujer más paciente cuando se trataba de él. No, Scorpius sabía perfectamente que Astoria Greengrass no estaría tranquila hasta verlo sano y salvo (su abuela Narcissa parecía tener la misma conducta hacia su padre Draco), así había sido desde que pequeño, al fin y al cabo, ampliamente protegido por su madre y consentido por su padre; y dudaba que su dinámica familiar fuera a cambiar a aquellas alturas. No que Scorpius se quejara.

Colocando el baúl en un carrito y la jaula de su majestuosa lechuza negra y gris plateada sobre el baúl, lo empujó hasta donde se encontraban sus progenitores. Al verlo, su madre se apresuró a él y lo rodeó firmemente con los brazos. Scorpius permaneció rígido, tieso, notando por encima de los pequeños hombros de su madre a la familia Potter, que solo se encontraba a unos metros de ellos, todos reunidos y conversando y riendo. Apartándola, gruñó —No en público, madre.

Astoria, lejos de sentirse ofendida o herida por el súbito rechazo de su hijo (quien no solía objetar a sus muestras de afecto, siempre y cuando fueran relativamente justificadas y moderadas), lo miró con curiosidad, enarcando sus finas cejas negras ante la nueva conducta del chico —Lo siento, a veces olvido que ya no eres un niño —su esposo Draco, a su lado, también miraba a su alto hijo con curiosidad.

—Sí bueno, por si no lo habías notado madre, dejé de ser un niño hace bastante —replicó, entre dientes, pasándose una tensa mano por los platinados cabellos rubios. Sus grises ojos clavándose ocasional y furtivamente en la nuca de color rojo de Lily Potter, cuya espalda estaba perfilada hacia él y no parecía haberse percatado del escaso espacio que los separaba. De hecho, podía oír la conversación de los Potter desde donde se encontraba. Su primogénito, James Sirius Potter, estaba allí también para recibir a sus dos hermanos menores.

—Claro que no —decía Ginny Weasley, con severidad—, no puedes mudarte con tu tío George arriba de la tienda, James. Ya discutimos esto.

Scorpius posó su mirada rápidamente en Draco —Padre —el hombre rubio de rasgos tan similares a él y profundas entradas asintió, dándole un somero abrazo a su hijo. La voz de los distintos miembros de la familia Potter continuaba oyéndose por encima de los murmullos de la gente de la estación. Todas, salvo la de una persona, la menor de los tres, que permanecía callada.

Scorpius se enderezó y volvió a pasarse otra mano por el cabello. Astoria notó esto, su expresión se suavizó —No. Claro que ya no eres un niño, Scorpius. Pero me temo que soy tu madre y para mi siempre serás mi hijo, sin importar tu edad. Lo mismo que para tu padre —Draco asintió secamente.

Suspiró —Sí, lo sé, madre. Lamento mi exabrupto —disculpándose por su brusquedad.

Draco tomó el baúl de su hijo, con la lechuza "Coal" encima picoteando los barrotes de la jaula, y dijo —¿Vamos? Éste lugar está lleno de... gente.

En otra época habría dicho sangres sucias, pero llevaba un tiempo reemplazando ambas palabras por otra. En primer lugar, porque no era bien visto que en épocas pacíficas como aquellas se usaran frases de ese estilo (y los Malfoy no necesitaban más razones para ser aún más rechazados por la comunidad mágica a la que pertenecían, donde el nombre Malfoy ya no significaba nada, salvo traición). Y, en segundo, porque, aunque odiara (y odiaba) admitirlo, le debía su vida y libertad y el hecho de que pudiera haberse casado y tenido un hijo, para empezar, en vez de vivir el resto de su vida y pudrirse en Azkaban, a ese... San Potter. Y estaba seguro de que sería sermoneado por éste, jefe del departamento de Aurors, y la Granger esa defensora de Muggles, si usaba palabras como aquellas en su remota presencia.

Y porque, siendo sincero, con todo lo que había debido vivir en la guerra y junto a Voldemort, Draco Malfoy no quería más conflictos. Especialmente conflictos que tuvieran que ver con aquellos mismos que habían ocasionado la guerra a la que había sido arrastrado, en primer lugar. Al fin y al cabo, ya tenía bastante recordatorio de ella con la marca tenebrosa tatuada en su antebrazo que jamás se borraría. Y ciertamente no arrastraría a su propio hijo en una situación como a la que había sido arrastrado él, intencionalmente por supuesto, por sus propios padres, de tener opinión en el asunto. Y, ésta vez, la tenía.

Draco y Astoria se detuvieron en seco cuando vieron a su hijo dar un par de pasos alejándose de ellos, y en dirección a la familia más cercana, la cual no dejaba de observar. Scorpius sabía que debía estar completamente ido, para estar haciendo lo que estaba haciendo en aquel lugar tan público donde todos los ojos estaban encima de él –y especialmente los dos pares de ojos que importaban. Estaba manchando su legado también, sabía, y posiblemente ganándose la decepción de las mismas personas que lo habían traído al mundo y criado y amado incondicionalmente cuando nadie más lo habría hecho por el simple hecho de ser un Malfoy y aún así estaba haciendo aquello. Sabía que no sería el primero, de todas formas, el primer sangre pura en arrojar su más que loable e impecable árbol genealógico por la ventana por el primer rostro bonito sangre impura que se había cruzado en su camino. Y sabía que estaba siendo doblemente injusto también. Porque estaba minimizando las cosas, por un lado, y trivializándolas por otro. En primer lugar, su sangre pura sí le importaba y ningún antecedente justificaba sus acciones (aunque sí sentaba precedentes) y, en segundo, estaba perfectamente convencido de que no hacía aquello por solo un rostro bonito. De lo contrario, Scorpius sabía, no lo estaría haciendo en primer lugar. No, Potter –Lily- era más que un mero rostro bonito. Cómo había ocurrido esto, no obstante, no tenía idea.

Pero, desgraciadamente, había ocurrido. Y aunque la idea no le agradaba a él tampoco, principalmente a él, de todas las personas, no había demasiado que pudiera hacer al respecto tampoco. Lo sabía, porque lo había intentado. Merlín sabía que lo había intentado...

Rose Weasley, que permanecía junto a Lily, lo notó allí de pie y codeó a su prima gentilmente, haciendo un gesto en dirección al chico con la cabeza. Lily, que hasta el momento había permanecido de espaldas, se volteó a ver lo que Rose indicaba —Rose, ¿qué...? —no obstante, su voz se evaporó por completo, sin ella poder hacer nada al respecto. Allí, estratégicamente posicionado lo suficientemente lejos de su familia y lo suficientemente cerca para que ella lo viera, se encontraba él, de pie, erguido en toda su extensión. Sonriendo arrogantemente.

Y, sin siquiera pensarlo, sin siquiera detenerse a siquiera considerar el lugar en que se encontraba o las personas que estaban allí con ella y él y todos ellos viéndolos (siempre viéndolos), se apresuró a dónde se encontraba él, expresión radiante y decidida en el rostro, y sin pensarlo demasiado, sin planearlo realmente, le rodeó el cuello con los brazos –puntitas de pie y todo- y lo besó. Fuerte y firme y decididamente, como llevaba deseando hacerlo por un tiempo ya. Malfoys y Potters y sangres puras y sangres impuras y todo eso al demonio.

Cuando sí se apartaron, Malfoy le sonrió arrogantemente y miró por encima del hombro de ella, hacia donde el resto de los Potter y Weasley se hallaban, todos en silencio, todos observándolos con las bocas entreabiertas. A sus espaldas, asumió Scorpius, sus padres debían estar igual, o peor. No, concluyó, decididamente peor. Pero no se arrepentía de sus acciones.

Aclarándose la garganta, Ginny tomó a su marido (aún petrificado marido) del brazo —Bueno... eso... —y sonrió, no realmente sorprendida— resultó algo familiar, ¿no? —después de todo, su primer beso con el que ahora era su esposo había sucedido en circunstancias similares, y con más de cincuenta personas mirándolos, en medio de la sala común de Gryffindor. Y evidentemente Lily era más parecida en aquellos momentos a ellos mismos de lo que Harry seguramente desearía. Sí, Lily definitivamente era hija de ellos, pero aquel no era el momento para tomarlo particularmente como una virtud. Sabía que su esposo, a su lado, no lo hacía. Sonrió.

—¡¿Qué...?! ¡Quita tu sucia boca de mi hermana, Malfoy! —gritó James, súbitamente reaccionando y sacando su varita.

Pero su madre, al ver esto, lo detuvo con firmeza —James —voz terriblemente severa y peligrosa, similar a la que su madre, la señora Weasley, solía usar con ellos cuando eran niños—. No actúes otra vez como tu tío Ron, por favor. Ya tendremos que lidiar bastante con él cuando vuelva en sí —Ron, a su lado, continuaba tan pasmado como Harry, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua, pero Ginny sabía que no tardaría demasiado en reaccionar y comenzar la perorata sobre su odio eterno con Draco Malfoy y cómo era una clase de traición besuquearse con el hijo de éste.

—Pero... Es Malfoy... —insistió, como si su madre no hubiera entendido bien, o no estuviera viendo lo mismo que él— besando a Lily, nuestra Lily.

Ginny sonrió ampliamente —Eso parece —para luego volverse a su esposo, sin perder la sonrisa—, querido, ¿estás bien? —pero Harry continuaba sin reaccionar. Con afecto, le tocó el antebrazo. Y los ojos verdes detrás de las gafas se encontraron con los grises de Draco Malfoy al otro lado de la estación. Por un segundo, el aire pareció helarse. Era evidente, aún para Harry, que Draco no había podido predecir aquello tanto como no lo había podido hacer él mismo. Su esposa Astoria, por su parte, tocaba el brazo de su antebrazo con afecto y cuidado, tal y como hacía Ginny con él. La expresión de la mujer, por otro lado, no era de sorpresa o repulsión alguna, sino neutra.

Y entonces suspiró, resignado, y asintió. Y Malfoy, al otro lado, a regañadientes (y con la expresión de quien comió una gragea Bertie Botts de todos los sabores y le tocó cera del oído) también hizo lo mismo, asintiendo en un mutuo y silencioso acuerdo. Quizá, pensó Harry, solo quizá, era hora de finalmente cerrar el círculo. De finalmente dejar atrás las enemistades y mirar al futuro.

Y quizá, solo quizá, la desaparición progresiva de los sangre pura era algo bueno también. Quizá, solo quizá, llegaría el día en que magos y brujas pudieran estar plenamente los unos junto a otros sin importar cosas como estatus de sangre y demás prejuicios y tonterías (Hermione, Ron y él abogaban por ello). Y quizá, solo quizá, aquello no era algo necesariamente malo tampoco.

No, quizá no lo fuera.

Algo malo, eso era.

Scorpius sonrió y la besó una vez más, rehusándose a soltarla —Solo para dejar esto perfectamente asentado, Potter, te aborrezco.

Después de todo, él era un Malfoy al final del día. Un Malfoy/Slytherin hecho y derecho y si además podía fastidiar a todos los Potter que podía fastidiar besándola, entonces lo haría una y otra vez. Una y otra y otra y otra vez, por el simple placer de hacerlo (y Merlín, amaba hacerlo) y por el pequeño bono que le suponía el ver a James Potter afectado y chillando por ello. Al fin y al cabo, estaba en sus genes Malfoy, en cada una de sus células, y ni siquiera Lily Luna Potter cambiaría eso. No, ni siquiera ella lo haría. Aunque, sospechaba, no era algo que la pelirroja quisiera tampoco. Cambiarlo, eso era. Y por esa razón la deseaba y amaba aún más.

Lily sonrió radiantemente también, devolviéndole el beso —Oh, yo también, Malfoy... Yo también...

Aquello había sido aversión a primera vista, después de todo. Y quizá por eso nadie se sorprendió cuando una lechuza negra y de plumas plateadas visitó el número 12 de Grimmauld place durante todo el verano. Así como nadie se sorprendió de que Scorpius Malfoy estuviera allí el siguiente 1º de Septiembre, a pesar de que ya no iba a Hogwarts, despidiéndola en el andén 9 y ¾.

Y, decididamente, nadie se sorprendió cuando el Patronus de Lily resultó ser un escorpión plateado.

, aquello, definitivamente había sido aversión a primera vista.

Desde el primer día.

Y ninguno lo hubiera preferido de otra manera.

No.

Ninguno cambiaría nada.


Agradecimientos especiales: Lucia991, reia92, Guest, GabriellaGroff, Ayda Merodeadora, TeddyMellark (¡gracias! Eres de lo más amable, de verdad, espero el final te guste), LilyScorfan, Euge (y aquí lo tienes, espero haya sido lo suficientemente feliz ;)), Julieta, AmJMatter, ania-coug (me alegra tanto que te haya gustado así =)), Testudine Black, Lorena, Carolina (me hace muy feliz que pienses de esa forma, epílogo no he escrito, pero prometo poner todo mi empeño en la otra para empezar a subirla lo antes posible), Alice Phantomhive011 (gracias, y me alegra que hayas podido leer todos juntos y te hayan gustado), lizairy cullen, Mio uchiha (yo también le habría dicho lo mismo a Scorpius y espero que no hayas el sueño =D), Patty, katnispotter15 (gracias por la canción, escribo con música y obviamente tengo mi lista de reproducción "SocorXLily" esta va directo a allí, de inspiración a la siguiente historia), krismery (eres muy amable, prometo volver con otra historia), Valitahh.15, pucca. chokolatito (¡gracias! Qué bueno que te haya hecho sentir todo eso), 89cheshire, aries weasley, BellatrixBlackdeRiddle, dany16, DeinoO-Dragomir, Florinda23, gray pussycat, KonekoDrarry, LilyLunaPotterMalfoy, LilyLunaPotterMalfoy9, Llanto del fenix, scp1998, Secrets n' Dreams, SophieMalfoy0711, AnnMalfoyGreengrass y Arualle. Por sus reviews y por haber agregado mi historia a Alerts y a Favorites.