Hermione colocó las bolsas de las compras sobre la mesa de la cocina. Sacó del interior de ellas una bolsa de galletas dulces y la abrió. Tomó una de ellas y comenzó a comerla mientras se dirigía a la sala de su casa. No pudo evitar sonreír al ver que tanto padre como hijo dormían plácidamente sobre uno de los sillones. Scorpius sobre el regazo de Draco, abrazado a su pecho como si en él encontrara toda la paz que necesitaba para sentirse seguro. Y ella estaba completamente segura que Draco no dudaría ni un solo momento en dar la vida para que su niño estuviera a salvo.

Colocando el último bocado de la galleta en su boca, se acercó a ellos e intentando no despertarlos tomó a Scorpius con mucho cuidado para alzarlo y llevarlo a su cuarto. Su hijo estaba ya tan grande pero ella no podía renunciar a la reconfortante sensación de tenerlo en sus brazos. A sus cuatro años, era un niño fuerte, travieso y todo un Slytherin como su padre.

Ella miró su rostro y notó las manchas de chocolate rápidamente. Esta vez no había duda, Draco y él no la podrían engañar diciéndole que no sabían qué había sido de la tableta de chocolate porque la evidencia estaba allí.

Dejó a Scorpius en la cama con cuidado y lo arropó bien para que no tuviera frío. Con un movimiento de su varita hizo desaparecer las manchas de su boca. Por unos segundos pensó en despertarlo para mandarle a cepillarse los dientes pero su expresión pacífica pudo con ella y no pudo encontrar la fuerza necesaria para hacerlo. Cerró suavemente la puerta y se dirigió de nuevo a la sala para, ahora sí, despertar a Draco.

Lo contempló durante unos instantes antes de acercársele y acariciar su mejilla con cuidado. Su cabello rubio caía sobre su frente sin cuidado. Ella le había dicho que ya lo tenía demasiado largo y que le hacía falta un corte pero él había insistido que así se veía un poco más sexy y como chico malo. Hermione nunca se lo diría en voz alta porque eso haría subir aún más su ego, pero sabía perfectamente que él tenía razón.

Le asombraba cómo habían llegado a entablar esa relación. Vivían juntos, se amaban, habían logrado completar sus estudios… todo era demasiado perfecto como para ser verdad. Pero aún así realmente lo era, no se trataba de ninguna clase de sueño.

Lo que recordaba casi como si se tratase de un sueño que había tenido hacía mucho tiempo era lo que ambos habían pasado desde que él había despertado de ese coma mágico que tan desesperada la había tenido.

Ella se había marchado inmediatamente después de que Abus le había dicho que Draco se había despertado. Había desaparecido del hospital para aparecerse en la casa de sus padres. Había tomado a Scorpius en sus brazos y en un terrible ataque de pánico se había marchado de allí sin decir absolutamente nada a nadie. Había sido muy imprudente y cobarde de su parte, lo sabía, pero había estado tan asustada, tan aterrada de que él volviese a romperle el corazón como ya lo había hecho una vez…

Se había hospedado en un hotel muggle aquella noche que había pagado con el dinero que llevaba a cuestas. No había dormido nada y Scorpius, al notar su nerviosismo, se había largado a llorar por un buen rato hasta que finalmente había caído dormido del cansancio. No había sido una buena noche pero al menos le había ayudado a comprender que le resultaría imposible llevar una vida sin su familia y las personas que la querían.

Avergonzada de sí misma había regresado a su casa esperando una fuerte reprimenda que nunca llegó. Todos parecían comprender en cierta medida sus sentimientos pero aún así no pudo dejar de culparse a sí misma por la idiotez que había cometido por cobardía.

Lograr ver a Draco ya despierto le tomó más tiempo del que podría suponerse. Después de todo, él tampoco había ido a verla ni había preguntado a nadie sobre ella. Recién al mes de que le dieron el alta a Draco se obligó a sí misma a acercarse a la Mansión Malfoy con intención de verlo pero al final sólo descubrió que ésta había sido vendida y que estaba en proceso de remodelación. Había hablado con el nuevo dueño, preguntándole por el anterior pero sólo había logrado decirle que "El señor Mafoy pidió que colocase todo el dinero de la venta en una cuenta en Gringotts a nombre de Scorpius Malfoy". Eso había hecho que su corazón se lanzara a latir con fuerza desmedida a causa de una repentina esperanza. Esperanza que no había querido tener en ningún momento porque sabía que después el dolor sería peor.

Después de eso había ido a ver a Altair pero el padre de Draco estaba tan preocupado como ella dado que hacía mucho tiempo que no sabía nada de él. Para ese entonces preocupación era una palabra microscópica que describía lo que sentía porque comenzaba a alterarse. Incluso cuando fue a ver a Snape éste no supo decirle nada de Draco pero él rápidamente comenzó una búsqueda con Altair y ella.

Entre los tres habían ingresado casi a tropicones en el despacho de Albus pero la tranquilidad los había invadido al comprobar que Draco se encontraba allí, perfectamente saludable. Pero a ella, a pesar de esto, el nerviosismo la atacó sin piedad.

Él la había mirado a los ojos pero Hermione había apartado la vista rápidamente.

—Albus, debo hablar a sola con Hermione—lo había oído decir.

Y así había comenzado su nueva vida. Draco no logró decirle que ese año en el colegio había comenzado a enamorarse de ella y que incluso, tal vez, la había llegado a amar, pero ella pudo comprenderlo rápidamente. Su nerviosismo era palpable, sus palabras se atracaban en su boca y varias veces lo oyó tartamudear. Quiso abalanzarse sobre él para besarlo hasta la locura mientras le decía que aceptaba su ayuda para cuidar y mantener a Scorpius, pero no lo hizo. Él no le proponía iniciar ningún tipo de romance, no le confesaba su amor y ella sabía que de momento aquello estaba bien. Ambos debían concentrarse en el hijo que tenían y dejarían que por sí sola su "relación" volviera a surgir. Y así lo hizo. Con el paso de los días, él logró besarla suavemente en la mejilla antes de despedirse para luego titubear antes de deslizar sus labios hasta su boca y presionarlos con tal cuidado que la hizo estremecer. Sin embargo, tardó otras cuantas semanas antes de darle un beso propiamente dicho, uno de esos besos que la dejaban jadeando y temblando como una hoja movida por el viento.

Su nueva relación había comenzado dando lentos pasos y eso había sido lo mejor. Había sido como salir por primera vez con él, con las emociones y nervios a flor de piel y cada vez que él rozaba su mano contra la suya o cada vez que cepillaba sus labios contra los de ella era como si un aire fresco soplara en su rostro después de un caluroso día de verano. No eran necesarias las demostraciones de pasión desenfrenada, al menos, no aún; tampoco los obsequios banales. Ellos se habían tomado su tiempo para volver a sentir la confianza suficiente entre ambos para generar una relación mucho más solida que la anterior.

Hermione suspiró volviendo a la realidad.

Su mano volvió a acariciar su mejilla.

—Draco…—lo llamó—Draco, despierta.

Draco abrió los ojos y la contempló adormilado. Después de todo lo que había sucedido, él tenía un sueño muy ligero así que no le costó estar alerta rápidamente y descubrir que el peso de Scorpius ya no se sentía sobre él.

—Lo llevé a dormir—le dijo Hermione enseguida al comprender lo que le iba a preguntar—También deberías ir a la cama si estás cansado.

—No, estoy bien—mintió mientras contenía un bostezo—Me quedé dormido después de Scorpius. Estábamos viendo un álbum de fotos viejo tuyo…

—¿Me estás llamando vieja?—lo interrumpió bromeando.

—Acéptalo, Hermione, cualquiera que nos ve juntos piensa que yo soy tu hijo… Cada vez tienes más arrugas…

—Tonto—ella rió mientras se levantaba e iba a la cocina—Entonces, ya que eres mi hijo y ya pasó la hora de dormir, no habrá galletas para ti.

Draco rápidamente la contempló y se levantó para seguirla a la cocina donde vio que tenía su marca de galletas dulces favoritas.

—Eso es injusto—se quejó—le di la última a Scorpius después de que cenó.

—¿Y tú ya cenaste?—inquirió mientras buscaba en el refrigerador lo necesario para prepararse un sándwich.

—Sí. Después de que recibí tu lechuza hice una sopa.

Hermione se volteó y lo contempló con incredulidad.

—¿Tú hiciste la sopa?

—¡Por supuesto, Hermione!—exclamó ofendido—Coloqué la que estaba congelada en una olla y la puse a calentar. ¡Sin magia!

Hermione rió pero luego se puso seria.

—Lamento haber tardado—se disculpó acercándosele para rodear su cuello con sus brazos— Hoy recibíamos los libros y había que acomodarlos para mañana tener listo todo en la inauguración de la nueva sucursal. Mi jefe estaba vuelto una furia, enojado porque las editoriales tardaron en mandarle el encargo.

Draco comenzó a acariciarle suavemente la espalda, colocando sus dedos directamente en la piel, por debajo de su blusa, pero eso fue suficiente como para desconcentrarla y hacerle perder el habla por unos segundos. Él se dio cuenta y una sonrisa petulante se posó en sus labios.

—¿Qué decías de tu jefe?

Hermione parpadeó varias veces y se aclaró la garganta antes de volver a hablar.

—Él estaba enojado porque… porque…—Draco se acercó a su cuello y empezó a besarlo con cuidado—Mmm… Draco…

—¿Sí?

Su aliento rosó su cuello.

—Yo… yo quiero decirte…

—Dime.

Hermione abrió la boca pero no salió nada de ella. Cuando él se dedicaba a mimarla de ese modo perdía toda capacidad de pensar o hacer cualquier cosa con coherencia. Él la alzó en sus brazos y la llevó a su habitación. En el trayecto, ella logró apoderarse de sus labios y besarlo como si no hubiera mañana. Draco casi tropezó con el borde del tapete pero recuperó el equilibrio antes de que cayeran los dos al suelo.

—¡Diablos!—gruñó.

—No seas tan romántico—indicó Hermione con sarcasmo pero sin borrar la sonrisa que se había pegado de sus labios.

—Muy graciosa—dijo colocándola con suavidad sobre la cama—Si no fuera porque en este momento estoy muy concentrado en otra cosa no te hablaría... Sabes muy bien que el romanticismo no es lo mío.

—¿Y para lo que tienes en mente tienes que hablar?—le preguntó ella con picardía.

Y él sólo sonrió. Sonrió de tal modo que hizo que miles de cosas cruzaran por su mente para lograr aumentar la temperatura de su cuerpo y agitar su corazón. Pero no sólo se trató del deseo sino también del inmenso cariño, del amor y del respeto que sentía hacia aquel hombre que ahora formaba parte de su vida y que, sin duda alguna, había demostrado con esmero querer estar en el futuro.

Draco se inclinó sobre su cuerpo quedando encima de ella con los brazos apoyados en el colchón para que no tuviera que soportar todo su peso y comenzó a dejar pequeño besitos a lo largo de sus mejillas. Y esos besitos sólo fueron el interludio de lo que vino después, donde todo fue una agónico placer e intentos de contener gemidos que empujaban por salir de sus gargantas.

Hermione no sabía si lo que sentía en su vida era la más pura felicidad pero si no era así era algo que se le asemejaba demasiado. Tampoco sabía si lo que le esperaba en el futuro era tan bueno como lo que tenía en ese momento, sin embargo, si de algo estaba segura era de que no sentía temor. Tenía a Scorpius, a Draco y a un montón de personas que se preocupaban por ellos.

Y lo mejor de todo era que, a pesar de que era improbable, era consciente de que si alguna vez su querido Draco llegase a volver a perder sus recuerdos ya no viviría con el temor de que él la olvidase para siempre o no quisiese volver a verla después. Él la amaba a ella y a su hijo.

No importaba nada más.

FIN


Hola! Espero que les guste este final. He estado desde hace mucho tiempo dando vueltas, pensando qué escribir y cómo hacerlo. Después de mucho tiempo, finalmente publiqué. Confieso que tenía planeado hacer algo más extenso, tal vez dos capítulos más pero el tiempo se me agotaba (dado que tengo otras historias y dentro de un par de días comienzo las clases e nuevo) así que ésto fue lo que salió.

Lamento si los decepcioné pero a pesar de todo me alegra mucho que lo hayan leído. Agradezco a todos los que siguieron esta historia, a los que dejaron comentarios o a los silenciosos lectores con los cuales nunca intercambié palabra alguna.

Saludos!