12 Última batalla

Los niños saiyajin seguían las órdenes del capitán. Tan rápido como terminaba la orden, destacábanse de inmediato quienes poseían más velocidad o fuerza. Todos los infantes eran de clase baja. Había alrededor de cuarenta, añadiendo los de las Bases aledañas.

Todos tenían entre cuatro y seis años de edad y ninguno había sobrepasado el poder de 20 unidades. Tenían un plazo para llegar a las 80. El Rey Vegeta había estipulado que en seis meses más, todos aquellos quienes no tuvieran esas unidades serían muertos. El resto, los supervivientes, podrían ser enviados a otros planetas donde el mínimo fuera de 300 unidades. Por entonces, los soldados ya podrían defenderse al observar la Luna Llena. Si tenían éxito, llegaría el turno de los recién nacidos, tal y como había hecho ya con otras dos pasadas generaciones de infantes casi un año atrás, en las que ningún menor sobrepasaba los 10 años.

Esta nueva llegó a los oídos del Gran Freezer, quien aprobó la decisión de los guerreros como las veces pasadas, añadiendo además que el Rey Vegeta ya lo había pospuesto demasiado tiempo el proyecto de los recién nacidos. Sólo exigió que le entregaran la ubicación de todos y cada uno de los infantes y próximos neonatos. Ya no habría intervención de los Generales ni los de Élite. Los soldados del Gran Freezer, a través de contraseñas e informes cifrados, le informarían antes al tirano de cualquier movimiento.

Se dispuso una zona al lado de la Sala de Entrenamiento. Ahí, bajo la vista del resto de los saiyajin adultos que descansaban o esperaban nuevas misiones, los niños saiyajin practicaban.

No se cansaban de hacer burlas a los pequeños guerreros. Juzgaban sus energías con los rastreadores, gritándoles lo ineptos que eran y apostando incluso sobre quienes caería la muerte cuando el plazo se cumpliera.

Por su parte los niños trataban de no dar importancia. Además, a la menor distracción eran reprendidos por su instructor con un golpe o patada que terminaba por asfixiarlos o dejarlos inconscientes. No podían ser puestos en cámaras de recuperación por órdenes superiores, pues consideraban que era un gasto innecesario invertir tiempo en un mocoso que estaría mejor muerto.

Sólo unos pocos de esos niños corrían con la suerte de conocer por lo menos a uno de sus progenitores. Tampoco era significativo saberlo, pues ellos no se hacían cargo de los menores –sin contar a quienes negaban el parentesco por "vergüenza"- y el vínculo paternal entonces, era inexistente entre los saiyajin.

Los soldados del Gran Freezer de cada Base, que a todos los saiyajin conocían, eran receptores principales para escuchar y esparcir cualquier rumor. No se reservaban sus comentarios aunque llegaran a la imprudencia y era común oírles decir diálogos como el siguiente:

-Oye, ¿ya viste a ese chiquillo que tiene 48 unidades?

-¿Cuál?

-¡Ese! ¡El que acaba de tirar a otro tomando su cola!

-¡Ah, sí! ¿Qué hay con él?

-¿No crees que se parece a Bardock?

-¡Jajaja! ¡No digas tonterías! ¡Ese mocoso tiene demasiado poder como para ser su hijo! Además, su hijo es ese otro, el de 29 unidades…

-¿El de cabello largo?

-Sí. Rihdak estuvo aquí hace un par de días y le habló. Según supe, su nombre es Raditz.

-¿Entonces ese otro de 48…?

-No pertenece a esta Base. Nadie sabe de quién es hijo, aunque posiblemente, los médicos lo sepan, pero su nombre es Turles. No es el más fuerte, pero sí uno de los más revoltosos. Además, todos los soldados de clase baja se parecen. ¿No lo habías notado?

-No con atención, pero, hablando de hijos, se corre el rumor de que el fallecido Fangus tuvo un hijo antes de la guerra contra los tsufurus… nadie sabe quién es, qué edad tiene o si sigue con vida…

-No creo que eso haya pasado. Fangus lo hubiera recomendado a los de élite por haber sido él de clase alta. Ya sabes cómo son los saiyajin de engreídos. Es más, aun ahora, los chiquillos más fuertes son apoyados por alguno de sus progenitores, mientras que los más débiles no tienen a nadie.

-Pues a veces existen las excepciones. Por un lado, Raditz ya conoció a su madre y Turles, podría decirse que es hijo de la nada.

-Todos son de clase baja. Da igual si son odiados o queridos entre ellos. Ya sea aquí o en otro planeta, morirán. Los únicos que sufrimos aquí somos nosotros. Verlos nacer y morir es nuestro deber porque el Gran Freezer lo ha dicho.

Los rumores no paraban tampoco con las novedades que iban enterándose los soldados que llegaban al Planeta Vejita y a la Base: los niños saiyajin, las nuevas órdenes del Gran Freezer, la visita de Zarbon y la muerte de Fangus, que a más de uno sorprendió esto último.

O-O

Y en efecto, tal y como lo habían dicho los soldados, Rihdak había visto a su hijo un par de meses antes.

Al llegar de una misión lejana y con una fatiga extrema pese a no haber combatido como de costumbre, la guerrera fue llevaba a la Unidad Médica para estabilizarse.

Las entradas y salidas breves al Planeta Vejita la hacían ver y saber realmente poco las noticias. Y como es sabida la larga juventud de la especie, el tiempo les era relativo, por lo que la última vez que ella y el padre de su hijo se habían visto, había pasado cerca de un año. El encuentro, por otro lado, no fue agradable.

Pese a que no cruzaron palabras, era una época difícil para ambos, pues como soldados de clase baja, tenían que soportar las humillaciones y burlas de los soldados de Freezer y esto ocasionaba que entre la misma especie hubiera conflictos por tratar de sobresalir. Aunque no fuera este caso el de Rihdak y Bardock, si había una muralla invisible en la que de ambos lados veíanse como distracción negativa. El soldado, que desde las últimas misiones había sido dirigido desde una de las Bases de Freezer por Kiwi y la guerrera, que su escuadrón, compuesto de tres personas solamente, peligraba a ser sustituida por Dukumber. Su rendimiento en los combates ya flaqueaba en los momentos clave de la batalla y nada pasaba por alto por sus compañeros, quienes ya a estas alturas, ya eran sus enemigos.

Con dos días de descanso para volver al campo de batalla con una nueva misión –según le fue anunciado a la joven por parte de los médicos-, no podía estar quieta en su dormitorio, por lo que la pasó observando a los niños saiyajin mientras entrenaban y no le fue difícil encontrar a su hijo. Sabía su nombre y lo había visto al nacer, pero por propia voluntad le había perdido de vista hasta ese día, en el que el niño tenía cerca de cuatro años.

Como no había tiempo de descanso, la guerrera se limitó a observar por un rato la rutina hasta que los infantes fueron llamados al comedor. Sea por que ella también tenía hambre o por un sentimiento que siempre desconoció, se encaminó también.

A s llegada, el grupo de niños comían ya sin supervisión de alguno de sus instructores, por lo que los que habían terminado de comer, comenzaban a gritar y reñir con el resto. Rihdak también terminó su comida, casi al mismo tiempo que un niño de cabello largo y de carácter huraño, que lejos de imitar a sus compañeros, observó a su alrededor, hasta que sus ojos se cruzaron con los de la guerrera.

Como también había saiyajines adultos que les ordenaban silencio a los pequeños a gritos, e incluso algunos cuestionaban a los guerreros, Raditz volvió su vista a sus compañeros para reñirles también olvidando el resto, hasta que la misma mujer saiyajin que viera antes, ahora estuviera a su lado, interrumpiendo sus risas y gritos y los de los demás niños.

-Es increíble lo rápido que has crecido… -comenzó a hablarle Rihdak con una expresión tranquila y poco usual en ella-. Aunque todavía eres pequeño y te falta mucho por aprender en los combates…

El niño saiyajin, todavía sentado, la observó fijamente con un gesto difícil de descifrar, como si no hablasen el mismo idioma, pese a que la había comprendido perfectamente. Como ella seguía de pie ante él con esa misma tranquilidad, el niño contestó:

-¿Quién eres tú? –cuestionó Raditz recuperando su ya temprano genio adusto de la raza.

-Yo, pues… una guerrera más del Planeta Vejita. Mi nombre es Rihdak y soy capitana de un escuadrón de asalto.

-Vaya…- dijo el infante instantes después-. Tu nombre es parecido al mío. ¿Eres también de clase baja?

-Sí. Y bueno, no te deberías sorprender por los nombres. Además, yo ya te conocía desde antes, aunque tú no a mí. Por eso me sorprendí al verte… El tiempo pasa muy rápido.

Raditz ya prestaba mucha atención a las palabras de la guerrera. Algo en él había despertado su necesidad de escucharla por parecerle familiar su voz. Y cuando se disponía a cuestionar la razón por la que no la recordaba, el soldado encargado de instruir al grupo regresó:

-¡Muy bien, chiquillos fastidiosos y debiluchos, ya es hora de volver! ¡Regresen al campo de entrenamiento y quien no esté presente, lo buscaré y lo moleré a golpes! ¡¿Quedó claro?!

El coro infantil respondió afirmativamente poniéndose de pie y saliendo en seguida del comedor. Raditz, como el resto, se alejó, olvidando a la guerrera que quedó en el mismo lugar de pie hasta verlo alejarse.

Cuando la tranquilidad volvió en la sala, Rihdak, con un leve mareo, se dirigió a su dormitorio a descansar.

O-O

-Déjame adivinar, ¿otra vez se adelantó a las órdenes, cierto?

-Sí. Lo bueno es que esta era la última misión de la Base del Gran Freezer. Aunque no fuera para Kiwi, nos molesta que cualquier otro imbécil quiera creerse igual de fuerte al darnos órdenes.

-Pues no deberían tomarlo a la ligera, Tooma. Algún día no correrán con la suerte de tener el Planeta Vejita tan cerca o el Rey puede repetir la orden de no recibir a los escuadrones que obedezcan las misiones del Gran Freezer.

-¡Ja! ¡Ya nos ocuparemos entonces! Por cierto, ¿Bardock se recuperará rápido?

-Sí. Mañana estará como nuevo. Sus heridas no son tan serias.

-Por cierto, recibimos el aviso del Rey. ¿La reunión se llevará a cabo aun?

-Si, dentro de dos días. Por eso los soldados de esta Base están volviendo, pero puede que a ti y al resto del escuadrón los dejen ir. El Rey sólo solicita la presencia de los capitanes.

-¡Oh, vaya! Si es así el caso, solicitaré una misión para el resto. Lo siento por Bardock, que se aburrirá como nunca.

-No te rías, Tooma. Algún día tú serás capitán de escuadrón y tendrás las mismas obligaciones.

-¿Yo? ¿Capitán? ¡No, gracias!

-Pues, si Bardock sigue con su prepotencia, no dudo que lo sustituyas totalmente dentro de poco.

-Pues yo me creo más de lo que se dice: "Hierba mala, nunca muere".

Planthorr, acostumbrado a las bromas y maneras de los saiyajin, aconsejaba en vano a los guerreros a ser más cuidadosos durante sus misiones. No por estima, sino por la ausencia de prudencia de parte de aquellos, que no paraban de darle más ocupaciones al ser el médico al mando de la Unidad Médica de la Base.

Bardock y su escuadrón acababan de volver de una misión. Como se ha dicho, el Rey Vegeta solicitaba la presencia de los capitanes de escuadrón en el Palacio Real. Un hecho sorprendente, considerando que quienes podían poner pie en ese sitio eran los de clase alta y la guardia real.

-Bueno, Planthorr, me retiro con los demás al comedor. Si despierta éste inútil antes, dile que lo estaremos esperando allá.

-De acuerdo.

Media hora después, la cámara de recuperación anunció que su inquilino había recuperado la conciencia. El agua fue vaciada y el guerrero salió.

Luego de vestirse e intercambiar algunas palabras el saiyajin y el médico sobre el combate y las circunstancias en la que había recibido el primero las heridas, Planthorr le comunicó el mensaje de Tooma a Bardock y aquel, se disponía a salir al igual que el médico, pues como era su deber del segundo, analizaría a los niños saiyajin por edades y aptitudes que el instructor le reportaría en un informe.

Mientras avanzaban por los pasillos para llegar cada cual a su destino, Planthorr le dijo al guerrero que ya se había puesto en marcha desde hace tiempo los proyectos del Rey sobre los infantes y Bardock escuchaba sin mucho interés. Al llegar por fin al Área de Entrenamiento, hicieron un alto.

Con la vista interrogante, el niño que días antes conversara con Rihdak, se cuestionaba quién era ese hombre que le dedicaba una mirada fría y que cuya cicatriz en su rostro, acompañada con el semblante serio y rudo, le causaba cierta inquietud. Era la primera vez que experimentaba tal sentimiento, si es que se le podía decir así a la sensación de temor mezclada con sorpresa.

Por su parte, el guerrero, desde la misma distancia, pudo ver al niño claramente, y admirar que aquel tenía un largo cabello negro hasta la cintura, igual a su madre. Por otra parte, los ojos del infante eran idénticos a los suyos.

-Raditz… -susurró Bardock el nombre del pequeño guerrero que se movía con el resto de sus iguales. Y cuando le retiró la vista saliendo de su reflexión segundos después, se dirigió al médico.

-¡Oye! ¿Por qué ese niño sigue aquí? ¿Qué no se suponía que iba a ser enviado a otro planeta también?

-Así será –le respondió Planthorr, que comenzaba a hablar con el instructor de los infantes a su vez-, el Rey ordenó que tu hijo y otros niños permanecieran aquí un tiempo y hasta que tuvieran un nivel poco más elevado.

-¿Para qué?

-No lo sabemos. Pero el Rey ya ha asignado las misiones para cada uno de ellos. Partirán en los próximos meses por grupos de quince o veinte.

-O sea –añadió el saiyajin instructor mirando a Bardock con una sonrisa burlona-, que tu hijo, sea cual sea, es un inútil todavía. Y no me extraña. Siendo tú un soldado de clase baja, ya deberían estar muertos.

Bardock respondió a aquellas palabras con una seña con su mano que el otro saiyajin respondió con una maldición.

-Ya basta –dijo Planthorr a ambos guerreros con su habitual paciencia-. Bardock, ¿por qué no te retiras con tus compañeros, que deben estar esperándote?

O-O

Los días pasaron sin novedad hasta el de la reunión. En la Sala de Audiencia, el Rey Vegeta esperaba a todos los soldados y pese a que esperaba a ser llamada como el resto de los capitanes, Rihdak no fue solicitada.

Era una señal de alarma, puesto que significaba que lo inevitable había sucedido: su sustitución y denigración de puesto ya era efectiva, debido a que sus compañeros y su situación no la ayudaban. En cuanto la reunión pasara, le dirían quién era su nuevo capitán.

Bardock, por su parte, acudió al Palacio, maldiciendo que sus compañeros, tal y como había dicho Tooma, partieran sin él.

Como el resto, escuchó las palabras del Rey que iban sobre los avances que la raza había tenido. También, lo importante que era la obediencia y la lealtad y antes de concluir, presentó a todos al Príncipe. Era más fuerte que la mayoría de los presentes pese a su juventud y con la altanería y superioridad propia de la realeza, miraba con desprecio a todos los soldados. No dijo ni una palabra y pasó el tiempo al lado del Rey.

-Él es mi heredero–dijo el Rey con orgullo y alzando la voz más todavía-. Su futuro Rey. El saiyajin más fuerte ha nacido.

O-O

Como había habido una baja importante entre los soldados de clase baja, la reorganización en las Bases tomaría más días y los soldados afectados, por consecuencia, estarían sin actividad.

Bardock y su escuadrón partieron como de costumbre, mientras que Rihdak, sin ninguna noticia, era presa de una profunda desesperación mental.

Harta de estar en su dormitorio y aun con la persistente e incomprensible debilidad, la guerrera salió para dirigirse a la Sala de Entrenamiento por tercera ocasión.

Al llegar, las salas estaban ocupadas, por lo que iba a retirarse al comedor. Dispuesta a dar la media vuelta, fue detenida por otra guerrera. Su ahora excompañera de escuadrón, Cirley.

-¿Ya te ibas, Rihdak?

-Apártate –le respondió aquella con desprecio.

-Te tengo noticias: ya no tengo que obedecerte. Ya se enteraron el resto de los Generales de tu enfermedad. Ahora me das pena; durante todo este tiempo, fácilmente ya he superado tu nivel y no sabes lo deseosa que estoy por comprobártelo. A menos, claro, que no te sientas capaz de ofrecer un simple combate por esa "debilidad" que dices tener.

-Yo no he dicho algo así –dijo Rihdak, aun tratando de contenerse. Lo que menos necesitaba ahora era debilitarse por tonterías-. No tengo tiempo para pelear contra una idiota como tú.

Y caminó empujando a Cirley con su hombro, pero aquella respondió tomándola de su larga cabellera azabache y llevándola consigo a una de las áreas. La más solicitada y que de inmediato fue desocupada por los presentes que en ese momento la ocupaban: la de gravedad.

En esos momentos, la mayoría de los presentes en la Sala de Entrenamiento, en cuanto comenzó la provocación, no perdieron oportunidad de presenciar el combate.

Algunos de esos saiyajines recordaron que la última vez que había pasado algo así, justamente había sido entre Rihdak y Bardock, negándoles incluso el acceso temporal a los soldados por el fallecido Fangus debido al gran alboroto y destrucción que causaron. Ellos y también Dukumber, con quien Bardock había peleado un día antes.

Cuando por fin soltó a Rihdak violentamente sobre el suelo, Cirley atacó a la guerrera dirigiéndole poderosas patadas en todo su cuerpo y que terminaron por enviarla hasta al otro lado de la habitación.

Rihdak se puso de pie lentamente y sin perder de vista a su rival. Era cierto, Cirley había obtenido un aumento de poder. Nada espectacular, pero muy competitivo.

-¡Ja! ¿Ese es tu "gran avance", Cirley? –le dijo con voz clara y retadora.

-Una parte. Pero déjame decirte que ese aumento lo obtuve desde que decidí no obedecerte. Y creo, además, que tu poder de guerrera saiyajin deja mucho que desear. Ya no eres capaz de dar una buena pelea.

-¡Vaya, esa sí que es novedad! Según recuerdo, tú eras la que menos querías pelear del escuadrón y siempre resultaste una molestia.

-El tiempo pasa, Rihdak. Vi visión cambió… - mientras hablaba, Cirley se fue aproximando lentamente a su contrincante-. Y si ya terminaste de hablar, ponte de pie y pelea. Demuéstrame con tus puños y fuerza que me equivoco.

La joven, sin necesidad de que se lo dijera, ya estaba en posición de guardia, esperando cualquier movimiento. Pero los segundos corrían y Cirley no hacía ningún movimiento.

-¡Qué estúpida es! –se dijo Rihdak, furiosa-. ¡Si no piensa atacarme, lo haré yo!

Con el impulso de sus piernas y en un solo salto, llegó hasta Cirley, apuntando su puño directo a la cara de aquella, pero para su sorpresa, Cirley detuvo su mano. Con el mismo impulso de la joven, lo usó para dirigir el cuerpo de Rihdak al suelo con un impacto que le causó un gesto de dolor a la segunda.

-Sabía que harías eso –le dijo Cirley, sonriente. Aun no soltaba la mano de la guerrera y con la otra, la elevó del suelo hasta hacerla girar. La soltó sorpresivamente y Rihdak terminó estrellándose en una de las paredes de la cámara.

Los presentes no perdían detalle de la pelea. Incluso quienes aún se encontraban entrenando en esos momentos, dejaron de hacerlo para presenciar el combate, que para su opinión, pronto terminaría. En ese momento, no había nadie al mando de la Sala, por lo que era probable que la perdedora fuera depositada en el desierto como alimento de los animales carroñeros de la zona.

Rihdak se puso de pie, más furiosa todavía. Ya no le importó nada. Todas las dudas sobre su situación se esfumaron cuando comenzó a moverse de nuevo. Lanzó un ataque de energía con su mano derecha y cuando Cirley había terminado de bloquearlo, Rihdak ya había llegado hasta ella desde atrás. La patada que impactó en el tórax de Cirley terminó por estrellar la armadura de ésta e impactarla en las losas metálicas del piso, abriendo una brecha de no gran tamaño. La guerrera terminó por escupir sangre.

Rihdak aún no había terminado. La obligó a ponerse de pie tomándola de los cabellos. Como aquella no conseguía reponerse, la joven pasó sus puños por el cuerpo de Cirley numerosas y rápidas veces. La armadura terminó por fragmentarse más hasta desprenderse de algunas partes. Rihdak se detuvo hasta cuando el aire le faltó. Su respiración se había agitado y el sudor invadía copiosamente su frente, pero aparentaba tranquilidad con una amplia sonrisa.

Cirley se puso de pie en poco tiempo. Limpió la sangre de su rostro con sus blancos guantes dirigiéndole a Rihdak una mirada feroz. Luego, cargó un ataque de energía en sus manos.

-Esta será… la última vez que te pones de pie… -le dijo a la joven sin aun retroceder.

La guerrera devolvió la sonrisa y también comenzó a juntar su energía en una mano, extendiendo todo el brazo izquierdo algunos ángulos hacia atrás. Y sin aun haber reunido todavía la suficiente, Cirley, que ya estaba lista, atacó primero. Rihdak no esquivó el ataque. Con el suyo, segura de resistirlo, lo detuvo, quedando suspendido en medio de la cámara. Cualquier debilidad departe de ambas, recibiría el ataque de lleno –incluyendo el suyo propio-, causándole a la perdedora un gran daño que daría punto final a la batalla.

Su pecho comenzaba a dolerle. Su palidez y el agotamiento le hacían temblar las piernas. Pero sin ánimo de ceder, en medio del estruendo y resplandores de los ataques, Rihdak anunció:

-¡Voy a perder… pero tú vendrás conmigo!

Y con un grito, liberó más energía de su cuerpo, haciendo que la explosión cayera sobre las dos. Todo se volvió oscuro.

O-O

Despertó dentro de la cámara de recuperación. Los médicos drenaron el líquido curativo y la joven pudo salir para vestirse. Pero antes de dar un paso fuera la Unidad Médica, cayó de rodillas. Involuntariamente, una mano se posó sobre su pecho, del lado izquierdo.

-No deberías irte todavía, Rihdak-le sugirió Planthorr -. Esa debilidad ha avanzado más. Debemos descubrir de qué se trata. Tengo entendido que no has permitido a ningún médico que te examine y si te conviene, deberás quedarte.

-No –contestó ella con altanería, poniéndose de pie-. No es necesario nada de eso. Ya estoy bien.

-Como quieras, pero te advierto que, por lo que pude observar, esa debilidad es provocada mayormente por el esfuerzo. Otra pelea como esa y no creo que sobrevivas.

-No importa. De todas maneras, nadie está exento de morir en el campo de batalla. Por cierto, ¿dónde está Cirley?

-Ella se recuperó antes que tú. Vino por ella el saiyajin de nombre Paragus. A ambas las trajeron unos soldados que veían su pelea.

-¿Ah, sí?

-Sí.

Rihdak se retiró de la Unidad Médica. Caminó por los pasillos sin saber exactamente a dónde ir pues no quería volver a su dormitorio, hasta que por fin se decidió y salió de la Base. Necesitaba aclarar sus ideas sobre su enfermedad y ya no pasarla más por alto, pero sobre esa raza, como se sabe, el orgullo pesa más que el propio bienestar, así que necesitaba más que la simple ayuda del viento fresco del atardecer.

Cavilaba mucho, mirando al horizonte, sentada sobre un muro metálico. Era de las pocas veces que la pasaba tranquila, muy opuesto a como acostumbraba: siempre alerta, siempre a la defensiva. Siempre sola.

-Si tan sólo existiera una solución… -pensaba sin tratar de caer en la desesperación.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, regresó a su dormitorio. Ya no se sentía débil.

Al cerrarse las puertas metálicas tras ella, pudo recostarse y dormir.

Cuando amaneció, sintió que su cuerpo había recuperado la fortaleza de antes. Sonrió satisfecha al notar que había recuperado el apetito y salió de inmediato al comedor.

Lo encontró medio vacío, por lo que su comida fue servida sin demora. Aun cuando ya había terminado de comer minutos después, se quedó otro momento más. Ninguno de los presentes le causaba molestia o inquietud pese a los murmullos de la escena del día anterior, hasta que un soldado entró repentinamente. La observó un momento y caminó hacia ella.

-Te estaba buscando –dijo Dukumer, tomando asiento delante de la guerrera-. Supe lo de tu pelea con Cirley. Cómo lamento no haber estado ahí para ver eso, pero estaba muy ocupado…

-¿Ocupado? –repitió Rihdak con una marcada indiferencia.

-Así es. Bueno, puede ser que en el "área de juegos" no haya nadie vigilando, pero ya asignaron a un nuevo General y mi escuadrón y yo fuimos a una misión. Acabamos de volver…

-¿Cómo que "mi escuadrón"? –dijo la guerrera, ya con interés y evidente preocupación- ¿Por qué no me avisaste?

-El General dijo que ya eras un elemento débil y que por lo tanto, podré prescindir de ti hasta que te elijan en otro grupo… y la verdad, no me atrevo a contradecirlo. Tu sola nos has dado la razón.

-¡Imbécil! –dijo ella, poniéndose de pie- ¡Miserable! ¡Te mostraré quién es el "elemento débil"!

-¡Jajaja! No, gracias. Guarda tus energías para tu lecho de muerte, que será en tu dormitorio. No eres digna de morir en el campo de batalla.

-¿Y tú lo eres?

Eso último lo dijo otra tercera voz. Ambos soldados giraron sus cabezas hasta dónde provenía.

-¡Y el entrometido hace su aparición! –dijo Dukumber con rabia-. ¡Vamos, toma asiento y defiende a tu maldita concubina! ¡Después de todo, ya tienen un hijo juntos!

Rihdak se quedó en silencio, retirando su vista del recién llegado. Su expresión reflejaba enojo, pero en su interior, la sorpresa no la abandonó.

-Acabo de volver de una misión para el Gran Freezer y me entero de la gran estupidez de que ya eres capitán. ¿Matar en vida a tu capitán es tu medio para sobresalir? -dijo el guerrero, con tono desafiante al estar de frente a Dukumber.

-Claro, claro… ¿qué otra cosa podrías decir a su favor, Bardock? –le respondió aquel. También ya de pie y sin retroceder-. No tengo ánimos de discutir con ustedes, par de idiotas. Ahora entiendo por qué son tal para cual: ambos obstinados, creídos, incrédulos… -se dio la media vuelta mientras hablaba, pero algo lo hizo girar la cabeza todavía.

-Cobarde.

Como el escuadrón de Bardock acababa de entrar al salón, Dukumber comprendió que llevaba las de perder. Y no solamente por el hecho de la gente a favor de su rival, la cual no intervendría en una posible pelea, sino que le costaba aceptar que el guerrero poseía más unidades que él y que el rumor del poder oculto no se había extinguido aun.

-El hecho es, Rihdak –dijo Dukumber a la guerrera, mientras avanzaba a la salida-, que ya no pelearás. Te quedarás aquí, pudriéndote.

O-O

-¡Rihdak! ¡Hacía tiempo que no te veía! –saludó Tooma a la guerrera como si la escena anterior no hubiera pasado.

La joven salió de su mutismo, aun de pie y devolviendo el saludo con un movimiento de cabeza cuando los recién llegados tomaban asiento. Bardock también seguía de pie, fijando su atención sobre ella en silencio. Sea instinto o facultad, a Rihdak le pesaba esa mirada sobre su cuerpo, que sin embargo, no era como la del juez al culpable o cazador a la presa.

La guerrera avanzó presurosa, apartándose del grupo para salir de ese ambiente donde el aire le parecía viciado por su pena y cuando avanzó por el solitario pasillo para ir a su dormitorio, giró su cabeza para cerciorarse de que no era seguida. En efecto, nadie la seguía, pero si seguía siendo observada por el mismo saiyajin, el cual estaba de pie, en la entrada del comedor.

Rihdak hizo un alto. Volvió a mirar al frente mientras escuchaba unos pasos que se iban aproximando hasta detenerse a poca distancia de su espalda. Con la mirada fija en el suelo y un tono de profundo dolor en su voz, la joven habló primero.

-Verte era lo último que necesitaba. Además, no pedí tu ayuda… No la necesito…

Antes de responder con pasiva ironía, el guerrero sonrió.

-Sí, ya veo que puedes tener todo bajo control…

Rihdak se giró furiosa, apartándose varios pasos más de su interlocutor. Aquel, conservaba la calma.

-¡No te burles de mí! Miserable…

-¿Sabes? Podría decirte que lo tienes merecido. Un saiyajin jamás debe confiarse en la batalla, sin embargo…

-¡¿Qué?!

-Recuerdo que cuando entrenábamos, antes de ser soldados, nunca te dabas por vencida… Y aun ahora. Eres persistente.

Si se trataba de un cumplido o una burla más elaborada, Rihdak se mantuvo a la defensiva.

-¿Y a ti qué te importa lo que me pase? No estoy pidiendo tu compasión.

-No te tengo lástima. Nadie jamás debe sentirla por otro guerrero. Tú has demostrado lo que vales cientos de veces y es ahora cuando debes mostrar esa fortaleza.

La seriedad en el rostro de la guerrera fue sustituida por una mueca de incredulidad, pese a que su interlocutor permanecía mirándola fijamente ya con seriedad. La joven dio un suspiro y se dio la vuelta, dispuesta a avanzar.

-Buen discurso, Bardock, pero eso no me devolverá a un escuadrón y volver a pelear de nuevo…

-En ese caso, deja de hacer el ridículo y resígnate de una vez. Un saiyajin que no puede pelear sale sobrando…

A la mente de la guerrera llegaron todas esas frases que hasta ahora había oído sobre su situación, que se atrevían a juzgarla y a decirle débil cuando ni siquiera sabían de lo que era capaz. Y desatando esa furia contenida, Rihdak volvió a encarar al guerrero, más molesta todavía.

-¡Puedo pelear! ¡Puedo matar a cualquier raza del universo sola!

-Será mejor que te quedes aquí, si es que quieres vivir un poco más…

-¡No me digas lo que tengo que hacer! ¡Si yo quiero, me puedo largar a cualquier planeta en ese instante!

-Sabes que está prohibido que un saiyajin sin escuadrón salga del Planeta Vejita… Los hombres del Gran Freezer te localizarían para matarte…

La desesperación se apoderó de la joven. Quería irse lejos, pelear, matar a seres que le impusieran un verdadero reto y después, sentir la victoria nuevamente. Pero su cuerpo no coordinaba con estas ideas. Recordó el día en el que ese extraño ser la atacó con un poder invisible, causándole una increíble debilidad. La causa, sin duda, de todo lo que pasaba ahora.

-Qué estúpida fui… -dijo ya con la mirada en el suelo pero sin desprenderse de su enojo-. De haber sabido que ese miserable me haría más daño…

Sin darse cuenta, murmuró las palabras en lugar de pensarlas.

-Los descuidos se pagan, Rihdak…

La joven levantó los ojos con algo de sorpresa, dándose cuenta de que Bardock la había escuchado.

-Pero de uno depende buscar soluciones… -sentenció el guerrero, girándose a su vez para volver al comedor.

Bardock se alejó lentamente. Aun con los pasos resonando sobre el pasillo metálico y su ser, la joven caminó en dirección opuesta, ya no a su dormitorio, sino hacia el exterior. Se alejó volando algunos kilómetros de la Base y se detuvo en un paraje repleto de sequía. Tomó asiento en una de las rocas resguardadas por la sombra de algunos árboles muertos y por primera vez en mucho tiempo, lloró amargamente. Castigo o injusticia, se sentía destrozada y no estaba dispuesta a que los demás vieran esa pena. Un saiyajin que no combatía era completamente inútil y pasaba a ser un montón de huesos, carne y sangre que no merecía vivir. La humillación era general: degradada y sin energía, no valía ya nada.

Y sin embargo, una idea brotó de su mente cuando había descargado de sus ojos violeta todo ese malestar: tenía la juventud de su lado y la experiencia, además de tener la facultad de dirigir a gente a su cargo. Por ella, las conquistas más arriesgadas de su escuadrón se habían cumplido, aun con el doble de eficiencia que Dukumber. Ese conocimiento no era muy común entre los soldados de clase baja y quizás, pudiera devolverla al campo de batalla en poco tiempo. Comenzando claro, con someterse a los estudios de Planthorr y en base a esos resultados, asignarle algo para ella. En eso Bardock había acertado: buscar soluciones. Su pensamiento también giró sobre el guerrero por algunos minutos.

Si bien existían emparejamientos entre la raza, la situación de ambos era un tanto particular, pues a diferencia de la mayoría de las parejas que ya tenían un hijo en común, la joven, sea orgullo o capricho, no lo consideraba su compañero. Y hasta ahora, él tampoco había dado muestras de quererla a su lado, salvo aquella ocasión en la que le insistió un par de veces para que se fuera a su dormitorio, que era más amplio, para empezar. Pudo observar este detalle cuando años atrás, luego de su primer encuentro, ambos pasaron ahí otros tantos más.

¿La oferta aún seguía en pie? Rihdak enrojeció al pensar en ello.

Entrada la noche y con un poco más de ánimo, regresó a su dormitorio. Afortunadamente no se cruzó con nadie y pudo ahorrarse las excusas sobre su rostro, aun un poco demacrado.

Abrió las compuertas metálicas e ingresó. La oscuridad aun cubría la habitación cuando las compuertas se cerraron tras ella. No se fijó en ese detalle y de manera automática, avanzó a la cama, ya despojándose de su armadura y el rastreador, lanzándolos al suelo. Sin embargo, algo topó con sus manos y pies y de inmediato se puso en guardia.

-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

-Tranquila… soy yo…

-¡Bardock! Demonios, menuda forma de saludar. Si ya terminaste de fastidiar, lárgate de una vez…

Luego de una pausa, el guerrero añadió, sorprendiendo a la joven.

-Ya te dije que podías quedarte en mi dormitorio… ¿por qué insistes en rehusar?

Rehusar por orgullo, por capricho, por lo mismo que pensara horas antes…

-No te pertenezco. No eres mi dueño… -repitió el mismo argumento que ahora, no repetía con la misma seguridad.

-Hmm. Lo que digas. Pero piénsalo. Es más cercano a la Unidad Médica y la Sala de Entrenamiento…

El pensamiento de Rihdak voló por unos instantes, hacia Raditz…

-¿Y bien? –interrumpió el guerrero el pequeño lapso silencioso.

-¿Y bien, qué?

-¿Irás a mi dormitorio en adelante?

Aun en la oscuridad mientras transcurría todo ese diálogo, la joven sentía la mirada de Bardock sobre ella, percibiendo además, su calor…

Como ella permanecía en silencio aun, él continuó:

-No tiene que ser esta noche… Dentro de unos días me iré con mi escuadrón. Estaré ausente un par de meses.

Rihdak percibió los movimientos de él al pasar a su lado y cuando Bardock tocó el teclado de la compuerta, con la intención de retirarse, la voz de la joven respondió por fin:

-Está bien… pero a cambio…

-¿Qué? –respondió el guerrero girándose a su vez. Una mano de posó delante de su armadura.

-Quédate tú esta noche.

A diferencia de su primer encuentro, esta vez no hubo agresiones ni persecuciones. Sin embargo, ella experimentó la misma debilidad, terminando por desvanecerse en brazos del guerrero cuando ambos expresaron sobre su ser una unión más compleja que su raza calificaría como melifluo, pero para los terrestres sería solamente una parte de algo más fuerte.

A la mañana siguiente y los días antecesores a la partida del guerrero, se pudo ver cómo Rihdak abandonaba su dormitorio para dejarlo vacante. Después, como la mayoría de las pocas parejas de guerreros, ocupó el dormitorio de Bardock.

O-O

Estaría ausente, por lo menos, siete u ocho meses. Era uno de los viajes más largos que había hecho ese año. Se alegraba de que por lo menos, la iba a pasar dormido para evitar el tedio del viaje.

Sus compañeros de escuadrón desconocían lo de Rihdak directamente de sus palabras. Sinceramente, no sentía que tuviera por qué dales explicaciones sobre su vida. Él jamás las pedía a los otros, ni aun cuando Tooma le expresó abiertamente su ya latente interés en Seripa, la única mujer del escuadrón. No le importaba, pero tampoco quería que algo así terminara por ser negativo en el equipo. Afortunadamente, ambos guerreros tenían el deber por encima de cualquier cosa y en ese sentido, Bardock no tenía que preocuparse.

Se sentía un poco más tranquilo. Conocía a Rihdak lo suficiente como para saber que de verdad ella quería morir en el campo de batalla. Sin embargo, eso acortaría la vida de la joven. De cierto modo, era la primera vez que deseaba que alguien más estuviera bien. Estaba seguro de que la guerrera no tendría tiempo de pensar en abandonar la Base.

Un mes después, Rihdak descubrió que estaba encinta nuevamente. Esta ocasión, tuvo tiempo para reflexionar y decidió quedarse en el Planeta Vejita, pero no para aburrirse y sentir autocompasión, sino para colaborar con los guerreros que entrenaban a los niños saiyajin y, entre ellos, Raditz. Aseguraría, por lo menos, la supervivencia del infante cuando el plazo fijado por el Rey se cumpliera.

El niño saiyajin se había ganado su simpatía, pero aun antes de que naciera, la guerrera no podía evitar sentir algo de lástima por su hijo. Era un hecho que cualquier saiyajin moría en combate, sin embargo, no le parecía que Raditz pudiera morir de manera honrosa como todos deseaban. Era un sentimiento extraño, como si no importara cuanto se esforzara el infante, su vida adulta no duraría demasiados años.

O-O

Mientras el vientre de la guerrera crecía por su segundo hijo, Bardock y su escuadrón habían cumplido con éxito la misión encargada por el Gran Freezer.

Disponíanse a volver a su planeta natal, cuando una orden venida desde una estación espacial del tirano, dirigida directamente a todos los saiyajin que se encontraran fuera del Planeta Vejita, les anunció una fecha específica dentro de un par de meses. Se trataba de una nueva reunión que solicitaba directamente el Gran Freezer. Al parecer, quería que todos los saiyajin estuvieran presentes. Eso quería decir, que el escuadrón de Bardock tenía tiempo suficiente como para ejecutar otra misión luego de volver a su hogar, coincidiendo con la fecha fijada y aun con un poco más de días libres, en lo que llegaban el resto de los escuadrones. También, según los planes del Rey, se enviarían las naves con los últimos infantes y ahora sí, los neonatos.

Diez días antes de la reunión, el escuadrón volvió al Planeta Vejita, como lo planeado.

Descansarían un día y les asignarían otra misión, la cual, era la conquista del Planeta Kanassa.

El grupo de saiyajines y su capitán se dirigieron al comedor, donde se encontraron con Rihdak. De nueva cuenta, la sorpresa invadió a los soldados, pues su enigmático capitán sería padre por segunda vez, siendo que ahora, lo supieron poco antes de que ocurriera.

Sin embargo, algo de tristeza se dibujaba sobre los ostros de la pareja. Algo que no Tooma y el resto no supieron comprender la causa, pero no se atrevían a preguntar.

Cuando Bardock terminó su comida, cruzó unas palabras con Rihdak que fueron inaudibles para el resto, salvo la frase: "Planthorr dijo que…"

Ambos se retiraron, sin decir palabra a los demás, con el mismo mutismo y agotamiento.

-¿A qué se deberá?- cuestionó Tooma en voz baja. Seripa, quien había sido ella la que escuchó las palabras sueltas, respondió a su compañero:

-¿Por qué no vas con Planthorr y le preguntas directamente?

-Ni hablar. Si Bardock está ahí o sabe que hice eso, jamás me lo perdonaría…

-De acuerdo, pero recuerda que es nuestro capitán. Quizás sea algo relacionado con nuestra misión a Kanassa…

-No lo creo. Además, eso no es preocupante. Por otro lado, Rihdak está a poco tiempo de dar a luz y… -se interrumpió de súbito el guerrero.

-¿Qué? –preguntó Seripa ante el repentino desconcierto del saiyajin.

-Bueno, quizás tengas razón. Iré con ese doctor.

-Te acompaño.

-No. Sería demasiado riesgoso. Vete a descansar. Luego te diré lo que me dijo el médico.

-Si es que acaso te lo dice…

Terminado el diálogo, ambos saiyajines salieron del comedor para tomar cada cual un rumbo distinto.

Para buena suerte de Tooma, la Unidad Médica estaba vacía y el hombre a quien buscaba para su interrogatorio, si bien no se veía disponible, sabía que siempre, dentro de sus ocupaciones, se tomaba el tiempo para responder cualquier cosa sin interrumpir su labor.

-¡Qué tal! –saludó el guerrero con una sonrisa mientras se aproximaba al centro de la sala. El médico lo miró de reojo con seriedad, sin moverse delante de una computadora.

-Tooma, ¿vienes a restablecerte? Porque si es así, te pido que te retires. Esa Unidad Médica no está disponible por ahora.

-No, bueno, no vengo para eso…

-¿Entonces?

-Se trata, de una persona… por cierto, ¿Bardock ha venido o vendrá?

-No. Bardock no ha venido. No tiene por qué hacerlo.

-¿Y Rihdak?

El médico apartó totalmente su vista de la pantalla para mirar al saiyajin.

-Mañana, Tooma, ella vendrá y tal parece que por ella haz venido desde el principio, ¿cierto?

Tooma sonrió nuevamente al verse descubierto por su falta de disimulo. El médico volvió de nuevo a su labor.

Como no era ningún secreto, pero pocas personas lo sabían, Planthorr procedió a detallarle al saiyajin la situación de la guerrera. Tooma escuchaba con atención cada palabra hasta el final, que el médico concluyó con su habitual frialdad.

-¿Y si duermen a Rihdak? –insistió el guerrero aun sorprendido por lo que acababa de oír pero conservando una imagen de tranquilidad en el exterior.

-No podemos hacer eso. El neonato saiyajin necesita oxígeno suficiente para mantenerse con vida, aunque ya sea hora de que nazca. El organismo del producto se adapta al de la hembra en toda la gestación y le exige todas sus energías, por lo tanto. Dormirla será el equivalente a privarlo de un elemento vital. Ya de por sí se ha arriesgado bastante con seguir peleando en la Base.

-¿Pero no existe otro método entonces? ¿Algo seguro para los dos?

-Rihdak lleva las de perder. Aunque luego del parto la ingresemos a la cámara de recuperación en seguida, el verdadero peligro será durante el alumbramiento y para entonces, el esfuerzo hará que su corazón no lo resista, añadiendo además la pérdida de sangre…

-En conclusión…

-Roguemos para que el corazón de la guerrera resista luego del nacimiento de su hijo. Y también… que el líquido curativo actúe lo suficientemente rápido antes de que lo peor suceda…

-¿Bardock lo sabe? –preguntó Tooma, luego de una reflexiva pausa.

-Lo sepa o no, no hay nada que hacer. Es irreversible. Además, haremos varias pruebas al recién nacido. Cabe la posibilidad de que Rihdak le haya pasado ese mal a través de su sangre. Y si es así, será enviado a un planeta de habitantes débiles, para que termine con su deber sin que se esfuerce demasiado y morir antes.

Como el médico ya había terminado con su labor y se ocupaba en otro asunto, ya no prestó atención al guerrero, el cual, se quedó en silencio.

-En fin –añadió Tooma con una leve sonrisa-, así es el destino de los saiyajin. Ojalá no le afecte el hecho de que se quedará sin compañera cuando por fin se había decidido a tener una y le reanime un poco la misión en Kanassa. Quizás, quiera tomarlo como parte de la celebración por el nacimiento de su hijo menor…

Esa noche, tal y como se tenía previsto Rihdak llegó a la Unidad Médica. Planthorr le indicó de inmediato todos los detalles del alumbramiento y mientras escuchaba al médico con seriedad, la guerrera lanzó una última mirada fuera de la habitación. Ahí estaba también su compañero, en la distancia. Era la despedida.

Tooma, cumpliendo lo prometido, se reunió con Seripa y le contó todo. Ambos guerreros estaban sorprendidos, pero también sabían que de quien hablaban, tenía la suficiente fortaleza para que eso no le afectara y continuar con su labor como hasta ahora.

Antes de retirarse a sus dormitorios cada cual, comentaron la labor del día siguiente.

-Kanassa será la última misión antes de la reunión solicitada por el Gran Freezer. Se espera que ningún escuadrón esté fuera del Planeta Vejita durante ese periodo y todos los soldados estén presentes.

-¿Y qué se supone que nos va a decir el Gran Freezer? –comentó Seripa mientras avanzaban por los pasillos de la Base.

-No se sabe. Pero es importante.

-Quizás vaya a quitar al Rey Vegeta de su trono, ¿no lo crees?

-Si es así, sería lo mejor. Ya todas las misiones nos las otorga el Gran Freezer. De no ser porque es el saiyajin más fuerte, ya cualquiera lo habría matado hace tiempo.

-Su hijo, el Príncipe, es mucho más fuerte, según dicen. Dentro de poco ocupará el puesto de Rey y quizás sea más inteligente para tomar la iniciativa de todo.

-Jaja. De hecho, de eso se trató su dichosa reunión meses atrás en el Palacio. Presentar por fin al Príncipe, como si fuera todavía su manera de decirnos que todavía tiene el poder.

Era evidente que los soldados desconocían que el joven Príncipe ya salía del Planeta Vejita para obedecer al tirano directamente. Por extraño que pareciera, el Gran Freezer le dio la libertad al pequeño y su guardaespaldas para que no estuvieran presentes durante la aproximación del primero al planeta de los guerreros.

O-O

A la mañana siguiente, el guerrero, como un día cualquiera, salió de su dormitorio. Anduvo hasta el comedor y comió su ración de siempre. Luego, se reunió con su escuadrón y juntos llegaron a la Sala de Despegues. Abordaron sus naves con las coordenadas listas y sin más, partieron. Todo eso pasó en silencio. Bardock permaneció con un gran mutismo que ninguno de sus compañeros se atrevió a romper, pero que Tooma, en calidad de amigo y antigüedad como si se tratase de un hermano, supo interpretar.

Sólo él supo los pensamientos que invadían su cabeza; un torbellino mental que decidió encerrar en una barrera irrompible y que nadie jamás lo sabría.

-Aun contigo estaba sólo… -volvió a repetirse, como tratando de convencerse para calmar de algún modo, la inquietud que lo iba invadiendo y que consideraba, no era propia de él.

Su voz sonó tan hueca. Tampoco era de su carácter decir lo que sentía. Y con furia, añadió:

-¡No hay nada que festejar por el nacimiento de otra sabandija! ¡Ojalá muera también!

Luego del aterrizaje, el escuadrón se dispuso a iniciar su misión, con más caos y destrucción de lo habitual por parte del capitán.

O-O

Los doctores trabajaron arduamente. Trataron de controlar el flujo sanguíneo y estabilizar las pulsaciones cardiacas, pero todo fue inútil. Para cuando había nacido Kakarotto, había muerto parte de su corazón. Un daño irreparable que no pudieron contrarrestar y que empeoró por la hemorragia. El llanto del hijo anunció también la muerte de la madre.

-Es una lástima…

-No te preocupes… después de todo, era solo una guerrera de clase baja.

Pero la alerta en el Palacio se desató de nuevo esa noche. Un niño de clase baja había nacido con el extraordinario poder de 10,000 unidades.

Como el alumbramiento fue de parte de un soldado de la guardia real, se dio dentro de una zona destinada a tal efecto dentro del Palacio Real y eso significaba que era de la total comparecencia del Rey aunque Freezer hubiese dicho lo contrario –sea para guardar aun obediencia a su persona o por simple capricho-, y por tal, de inmediato tomó cartas en el asunto sin que el tirano se diera por enterado, pues en este caso, lejos de verlo como una ventaja, resolvió tomarlo como amenaza, pues hasta su título de Rey estaba en juego.

Un soldado de la élite fue enviado a deshacerse de la madre del infante. Al enterarse de aquello, el padre temió por la vida de su hijo más que la suya y adelantándose a la guardia, el guerrero irrumpió en la Corte para interceder por el recién nacido. Aseguró que el niño estaría para proteger al Príncipe y que no sería ninguna molestia para nadie. El Rey no escuchó sus palabras y lo atacó, hiriéndolo mortalmente. Luego, en persona, fue a donde se encontraba el niño saiyajin de nombre Broly y con una daga, atravesó el pequeño pecho infantil.

Padre e hijo fueron tirados en una zona apartada, destinada a los desperdicios. Hasta donde supo el Rey Vegeta, Broly y su padre, Paragus, estaban muertos.

O-O

Y cuando habían terminado su deber en Kanassa, el escuadrón tenía orden de regresar al Planeta Vejita y permanecer ahí para la reunión general, sin embargo, una orden mal interpretada por parte de uno de los soldados de la guardia del Gran Freezer, envió una misión más para el Planeta Meat. Como uno de los últimos escuadrones activos aun, Tooma, con el poder de segundo al mando, llevó al escuadrón al nuevo destino, decidido a que Bardock sería el miembro más importante para estar presente en la reunión, igual que la vez pasada.

El joven capitán despertó horas después, encontrándose en el Planeta Vejita y aturdido por las misteriosas visiones causadas por el golpe del nativo de Kanassa y el breve encuentro con su hijo menor –el cual pese a su asombroso parecido con él, le pareció que la mirada era enteramente de Rihdak-, se alejó también para reunirse con sus compañeros sin saber que aquellos libraban una pelea mortal contra el escuadrón de Dodoria para intentar corregir el error al momento de que los saiyajin ejecutaron la misión incorrecta. Y el inevitable final sucedió.

O-O

Con todos los registros de la ubicación de cada infante saiyajin, el Gran Freezer transmitió la orden para que todos, en especial las hembras, fueran asesinados de inmediato. El día final de los saiyajin llegó cuando recibió la noticia de que en otras Bases del planeta, habían nacido guerreros con un significativo poder, y otros tantos, con la habilidad del poder oculto.

Con una aparente tranquilidad, escuchó los progresos de los saiyajin y sus sospechas se confirmaron cuando Zarbon comentó que si el número aumentaba comenzaría a haber problemas. El guardaespaldas sabía que entre todos los saiyajin habría uno capaz de destruir a todos y su Su Majestad se decidía a acabar con la raza entera, ya no tendrían que preocuparse por saber quién sería el elegido. Aun entre los niños y recién nacidos enviados a planetas cuyos habitantes no fueran tan fáciles de vencer, pues un aumento de poder luego de la pelea, también era un riesgo.

Los supervivientes que lograron huir de la matanza quedaron reducidos a unos cuantos y posteriormente, el Príncipe mismo, se dedicaba a matar a los que no superaran las 1,000 unidades. Estaba consciente de que quizás requiriera ayuda para derrotar a Freezer, pero debía buscar a la gente adecuada. El saiyajin de clase baja había cumplido con su labor y se había trasladado por su cuenta a otros planetas vecinos. Como su nave no respondía la orden de ir directamente a su planeta natal, dejó las preguntas de lado y continuó solo.

No era de gran utilidad, pero el príncipe pensó que quizás, si Raditz había aumentado así su poder, debía por fuerza pasar por el mismo proceso que él para aumentar más su nivel, ya que, según el guerrero de clase baja, nunca en una batalla había recibido un daño grave. Las expectativas aumentaron cuando Raditz comentó a Vegeta que tenía un hermano menor. Antes de abandonar el planeta Vejita, conoció a Kakarotto. Un bebé llorón con un nivel de 2 al nacer, pero que seguramente, ya había obtenido algo más de fuerza con el tiempo.

Más basura, para el pensamiento de Vegeta, pero, como Raditz, al igual que Nappa, era altamente influenciable, le concedió permiso para ir por Kakarotto. Si aquel de verdad había conseguido un buen nivel, los hermanos tendrían un combate singular en el que Raditz ganaría más poder. Pero si por algo llegaba a perder la vida, demostraba lo inepto que era al confiarse demasiado, pues esde que había entrado al servicio del príncipe, a Raditz le había resultado un gran invento el rastreador y jamás se despegaba de el en ninguna de sus misiones.

O-O

Los castigos del Infierno eran un tormento sin final, haciendo parecer siglos los años, pero no era nada comparado con la pena de saber que aquel tirano seguía viviendo. Jamás volvió a ver en ese lugar a nadie de los que conoció en vida y pasaba en soledad su estadía, a veces a punto de volverse loco por la incertidumbre de su situación.

Pero la esperanza, ese pequeño sentimiento que lo motivaba a soportar lo que fuera, jamás lo había abandonado. Su alma lo sabía y estaba completamente seguro de que así sería: en cuanto Kakarotto llegase a Namekuseí, sería el final de Freezer.

Y el rumor entre los ogros, que iban recibiendo las almas venidas de un lugar remoto de soldados espaciales de su parecida situación, le provocó una emoción interna.

Nunca, mientras vivió, había sonreído con tal ilusión. No creyó jamás que su expresión, normalmente fría, pudiera tornarse jovial ante lo que veía y oía.

Era la segunda vez que sonreía de verdad. La primera, cuando vio que Kakarotto pelearía con Freezer. Y ahora, que desde un remoto lugar, sabía que su hijo vengaría a todos los saiyajin. Tal y como su alma se lo dijo al entonces infante antes de partir.

Que nadie dude sobre su lugar en el universo, que hasta el más pequeño ser y la más mínima labor tiene su papel a la hora de probar su valor ante todos. Por el destino llega la justicia y sobre todo, cada vida, encargada de seguir escribiéndolo.


Los personajes principales y parte de los lugares mencionados son propiedad de Akira Toriyama


¡Hola!

Gracias por seguir la historia hasta el final. Ojalá haya sido de su agrado. Gracias también a quienes añadieron esta historia a sus favoritos y la comentaron Kotoko-98, Joseto1945, Ragdoll Physics, y en fin, a todos los visitantes del fic.

Y bueno, a comenzar otros proyectos y leer se ha dicho jeje.

¡Hasta luego! :D