EL BOXEADOR

Por Cris Snape

Disclaimer: El Potterverso es de la Rowling.


18

Cuando Polkiss el Cretino te da un poco de pena

Dudley intenta relajarse mientras el fisioterapeuta le dobla una pierna por la rodilla. Está contento porque al final ha podido abandonar la habitación y va a empezar con la rehabilitación, pero realmente esa sesión no está resultando ser como se la imaginaba. Para empezar, le duele todo y el profesional encargado de su recuperación le parece un tipo antipático que, para colmo, tiene el tamaño de un armario empotrado. En sus mejores tiempos, Dudley podría haber sido igual de ancho que él, pero nunca tan alto y, en cualquier caso, ahora no pesa lo mismo que antes.

No sabe si le alegra haberse quedado tan delgado. Le falta muy poco para estar en los huesos y tiene la piel fláccida colgándole por ciertas partes del cuerpo. Además, los médicos no dejan de darle complejos vitamínicos para ayudarle a mejorar. Y Dudley, que está cansado de estar enfermo, sólo quiere ponerse bien e irse a casa.

— No te he comentado antes que soy aficionado al boxeo —Conrad McGregor no ha dejado de hablar desde que fuera a buscarle un buen rato antes. Tiene un fuerte acento escocés, el pelo anaranjado y los ojos de un azul muy pálido—. De niño me apunté a clases porque quería practicarlo, pero en cuanto me dieron el primer puñetazo, lo dejé.

— Ya —Dudley suelta una risita en un vano intento por ocultar el dolor que siente—. Mi entrenador siempre dice que hay que estar hecho de una pasta muy dura para dedicarte a eso.

— Todo el mundo no es capaz de encajar los golpes. Repartir está muy bien, pero recibir no tanto.

— Yo prefería lo primero —Bromea Dudley, pesando que ese tipo no es tan desagradable después de todo—. Mira lo que me ha pasado por tener una sobredosis de lo segundo.

— Vi el combate por televisión. Mis hijos y yo te animábamos desde casa —McGregor le agarró la otra pierna—. Nos llevamos un buen susto cuando te vimos caer. Todos los aficionados se lo llevaron, en realidad.

— Nadie me ha contando demasiadas cosas sobre lo que pasó mientras estaba en coma.

— La prensa hizo un seguimiento exhaustivo de tu evolución. Desde la dirección del hospital tuvieron que dar órdenes de aumentar la seguridad y evitar que los periodistas se colaran para intentar sacarte una fotografía. Menuda panda de buitres. Nunca pensé que pudieran ser tan insoportables.

— No tenía ni idea.

— Tengo entendido que tu amigo hizo un buen trabajo protegiendo tu intimidad.

— ¿Piers Polkiss?

— El mismo. Venía todos los días a visitarte y se turnaba con tu madre. Ha hecho amistad con unas cuantas enfermeras, aunque ahora se deja ver mucho menos.

Dudley aprieta los dientes. Si Piers ha dejado de ir al hospital es porque él mismo le pidió que no lo hiciera. No le gusta pensar en ese momento, pero le dejó bien claro que ya no eran amigos y que no quería verle ni perdonarle por lo de Wallace. Piers aceptó su rechazo sin protestas y, pese a ello, aún había ido de visita un par de veces más.

— Está muy liado con el trabajo. Lo descuidó bastante en los últimos meses.

— No todo el mundo hace eso por un colega. Has tenido suerte.

Dudley suelta un gruñido porque el dolor en la cadera resulta bastante insoportable. McGregor parece preocupado por un instante y le palpa la zona con cuidado, aunque enseguida recupera su semblante tranquilo y amistoso. El paciente decide que es un buen momento para cambiar de tema. No quiere seguir hablando sobre todas las cosas que ha hecho bien Piers porque también se ha comportado fatal con él. Casi se muere por su culpa.

— ¿Vas a hacerme andar hoy?

— ¿Quieres intentarlo?

— Me gustaría. Estoy harto de la cama y de la silla de ruedas.

— Aún estás un poco débil, pero podríamos ver qué tal se te dan los primeros pinitos.

Dudley va a reprocharle que esté hablando de él como si fuera un bebé, pero McGregor tiene razón. Después del coma, su cuerpo está medio atrofiado y tendrá que aprender a andar de nuevo. Sabe que tiene por delante meses de esfuerzo y sacrificio antes de volver a ser el que era antes, pero no tiene ningún miedo y, definitivamente, no le da ninguna pereza intentarlo. Tras pasar una temporada como un fantasma medio transparente, recuperar la movilidad y el control de su cuerpo le apetece un montón.

— Vamos allá —Dice McGregor después de más de media hora. Le ayuda a sentarse en la silla y le empuja a lo largo de un pasillo hasta llegar al gimnasio. Hay varias personas haciendo ejercicios de rehabilitación y Dudley se ilusiona al ver dos barras paralelas que, llegado el momento, le ayudarán a mantenerse en pie—. ¿De verdad quieres intentarlo?

— ¿Si me caigo podría romperme algún hueso? Porque me apetece volver a andar, no tener que pasarme aún más tiempo en cama por una fractura.

— No voy a dejar que te caigas. Para serte sincero, ni siquiera creo que vayas a ser capaz de mantenerte en pie durante más de unos segundos.

— No te parece una buena idea —McGregor niega con la cabeza—. ¿Qué sugieres que hagamos, entonces?

— Podrías hacer pesas. Como sabes, ayudará con la musculatura de tus brazos. Ahora mismo no tienes pinta de ser un campeón del boxeo.

Dudley entorna los ojos. Espera que el fisioterapeuta le llame enclenque, pero el pelirrojo se limita a sonreírle como si pretendiera darle ánimos. Y se muere de ganas por volver a caminar, de verdad que sí, pero no quiere asumir riesgos innecesarios. Así pues, acepta la proposición de McGregor y se pasa casi diez minutos haciendo pesas, hasta que no da más de sí.

— ¿Puedes llevarme a mi habitación? Estoy un poco cansado.

— No te sientas frustrado, Dudley. Seguramente, hace unos meses, cuando estabas en forma, podías someterte a largas sesiones de entrenamiento. Si te esfuerzas, podrás volver a hacerlo, pero por el momento debes ir pasito a pasito. Hoy han sido diez minutos, mañana serás quince y dentro de un par de meses, estarás fuerte como un torno.

— ¿Eso crees?

— Tal vez haya exagerado un poco con lo de los dos meses, pero estoy convencido de que lo lograrás. He visto a mucha gente pasar por aquí y casi todos lo consiguen. Sólo necesitas echarle ganas y ser optimista.

Dudley asiente. No tardan demasiado en llegar a su destino. McGregor le ayuda a tumbarse en la cama y se marcha cerrando la puerta con cuidado. El joven podría haberse quedado dormido en ese momento, pero ya ha pasado demasiado tiempo en ese estado como para sucumbir con facilidad. Echa mano de los comics que su madre le trajo el día interior y procura concentrarse en las hazañas de Spiderman sin demasiado éxito.

Hubiera agradecido la visita de cualquiera excepto la de Piers Polkiss. Dudley ha procurado no darle mucha importancia a la charla mantenida con Conrad McGregor y le lanza a su antiguo amigo una mirada repleta de furia. Espera que Piers se achante, pero invade su espacio personal como si nada.

— ¿Cómo estás, Dudley? —El aludido no contesta—. ¿Cuánto tiempo vas a seguir sin hablarme?

— ¿No te has dado cuenta de que no quiero volver a hacerlo? Lárgate, Polkiss.

— No puedo. Tenemos que hablar.

— ¿En serio? ¿Sobre qué?

— Sobre lo que pasó antes de la pelea. Sobre Wallace, Scott y los combates amañados.

Dudley se muerde la lengua. Si pudiera, se levantaría de la cama para partirle la cara a ese gilipollas, pero no consigue mover un músculo. Mira a Piers con todo el rencor que es capaz de reunir y se cruza de brazos.

— Pues yo no quiero hablar contigo sobre nada. Quiero que te vayas.

— No seas cabezota, Big-D.

— No soy ningún cabezota. Y no me llames así. Sólo mis amigos me llaman Big-D.

Piers suspira. Durante un instante parece que se va a marchar, pero lo que hace es sentarse junto a él y mirarle de soslayo. Dudley recuerda una vez más los tiempos en los que fueron amigos y le entristece darse cuenta de que su amistad se ha ido al garete. Porque ya no tiene salvación alguna, no después de que Polkiss demostrara que le importa más el dinero que el bienestar de su supuesto mejor amigo.

— No quería tener que pedírtelo, Dudley —Piers habla a media voz—. Cuando empecé a representar a Scott, estuvo de acuerdo en sacarse unas libras extra haciendo lo que ya sabes, pero terminó por darse cuenta de que es muy bueno y no quiso arriesgar su carrera profesional.

— Y fue entonces cuando decidiste que poner en peligro mi vida merecía la pena.

— No digas eso. No fue así como ocurrió —Piers se pasa las manos por el pelo, claramente nervioso—. Wallace se estaba jugando mucho dinero, a mí se me acababa el tiempo y pensé que tú podrías ganar ese combate. Iba a ser el último de tu carrera y habías dicho muchas veces que querías retirarte con una gran victoria. No creí que ese tipo pudiera ganarte. Confiaba en tu victoria, Dudley. De verdad.

— ¿Y por qué no dejaste que Tyson tirara la toalla? Él se dio cuenta de que estaba al límite de mi resistencia y quiso hacerlo, pero tú me animaste a seguir.

Llegados a ese punto, Piers se ruboriza por completo. Ese gesto fue horrible. Se arrepiente de algunas cosas relacionadas con Wallace y los combates amañados, pero nada le hace sentir tan avergonzado como ese leve asentimiento. Sabe que Dudley necesita una respuesta convincente porque, pese a su negativa inicial, le está escuchando, pero no se le ocurre qué decir.

— Lo siento mucho, Dudley. Tienes que creerme. Si hubiera sabido que te iba a pasar todo esto, jamás te habría pedido que lo hicieras. Lo siento.

Dudley se toma su tiempo para reflexionar. Conoce lo suficiente a Piers como para saber que está siendo sincero, pero no es suficiente. Y no lo es porque las consecuencias de sus acciones le pasarán factura durante mucho tiempo. Posiblemente, durante el resto de su vida.

— Vete de aquí, Polkiss —Dice con los dientes apretados y un nudo en la garganta. Duele ver el gesto desalentador de su antiguo amigo, pero no se ablanda. No quiere hacerlo—. Y no vengas más. Como vuelvas, llamaré a los tíos del comité disciplinario y les diré lo que has estado haciendo.

Piers parpadea como si no diera crédito y, aunque parece dispuesto a protestar y pelear un poco más, se pone en pie y se va. Dudley, que ahora no está agotado sólo físicamente, apoya la cabeza en la almohada y cierra los ojos. Desea que el tiempo pase muy deprisa y viajar al momento en que podrá abandonar definitivamente el hospital. Desea que Piers se largue para no volver y comprende que nunca podrá llamar a ningún comité disciplinario. Debe ser imbécil.

— ¡Hola, Dudley!

Se lleva un buen sobresalto cuando escucha la voz femenina. Aunque Parvati Patil está en mitad de la habitación y le sonríe amistosamente, la persona que le ha hablado no es otra que Lavender Brown. Desde que fuera a visitarle por primera vez un par de semanas antes, la joven y extravagante bruja no ha dejado de ir al hospital periódicamente. Si alguien le hubiera dicho al Dudley de antes del coma que iba a hacerse amigo de alguien como Lavender, se hubiera muerto de un ataque de risa.

— ¿Qué tal en la sesión de rehabilitación? —Mientras habla, la chica se acerca al ramo de margaritas que le llevara cinco días antes y, lo sustituye por uno nuevo—. Tienes cara de estar muy cansado. ¿Puedo hacer algo por ti?

— No hace falta, estoy muy bien. Pero gracias de todas formas —Dudley, que cada día encuentra un poco más guapa a Lavender, le dedica una sonrisa a su compañera—. Hola, Parvati.

— ¿Cómo estás?

Puede que no sean amigos de toda la vida, pero Dudley se siente muy ligado a esa chica. Después de todo, fue la única que pudo verlo mientras estaba casi muerto y la persona que le ayudó a descubrirse nuevamente. Hubo un breve instante en el que pensó que sería interesante ser algo más que el amigo de Parvati, pero no tardó en darse cuenta de su error. Lo que tienen es más que suficiente. Además, ahora que Lavender está a su lado, la situación ha cambiado lo suficiente como para albergar otra clase de pensamientos.

— Bien. Aunque Piers ha venido a verme.

— ¿Polkiss? Creí que le habías dejado muy claro que lo quieres bien lejos.

— Es un poco duro de oído.

— Ya —Parvati entorna los ojos y se cruza de brazos—. ¿Hace mucho que se ha ido?

— ¡Qué va! Un par de minutos nada más.

— Pues voy a cantarle las cuarenta.

Y antes de que nadie pueda protestar, la chica se va dando grandes zancadas. A Dudley no le parece que sea buena idea que ella vaya a hacerle reproches a su antiguo amigo, pero no hay mucho que pueda hacer ahí tumbado. Es entonces cuando Lavender se sienta en la cama, rozando su pierna, y le coge una mano.

— Sabes que lo de buscar a Polkiss no es más que una excusa. ¿Verdad?

— ¿Qué?

— Que lo que Parvati realmente quería es dejarnos solos.

— ¿Cómo? ¿Y por qué querría eso?

— Es evidente.

Dudley tiene la sensación de que Lavender va a inclinarse un poco para darle un beso. Realmente no hubiera estado nada mal porque tiene los ojos bonitos y debe ser muy agradable abrazarla, pero Lavender no da el paso. Lo que hace es instarle a abrir la mano para leerle el futuro. No presta mucha atención a lo que dice porque prefiere disfrutar de las leves caricias que le prodiga en la palma.

Mientras la pitonisa pone a prueba sus dotes adivinatorias, Parvati finge que busca a Polkiss. Lavender, que desde lo de Greyback no se corta un pelo, le ha dicho que siente ciertas cosas por Dudley y que es necesario que pase junto a él mucho tiempo libre. Y se lo ha soltado así, sin anestesia ni nada.

A Parvati le gustaría decir que conoce mucho a su amiga y que no le ha sorprendido en absoluto escuchar semejante revelación, pero en realidad no se esperaba algo como eso. Desde lo de Greyback, Lavender apenas ha salido con un par de chicos y todos tenían en común el atractivo y la posesión de magia. ¿Qué habrá visto en Dudley? ¿Será el famoso Príncipe Azul?

Incapaz de sacar conclusiones mientras teoriza sobre la vida sentimental de su mejor amiga, guía sus pasos hacia el aparcamiento subterráneo. Sabe que Polkiss casi siempre va al hospital utilizando su vehículo particular y espera encontrarlo allí. Piensa soltarle cuatro frescas sobre lo mal amigo que es y lo bien que estará Dudley siempre y cuando él se mantenga lejos, pero la sangre se le hiela en las venas cuando lo encuentra y es testigo de ese espectáculo.

Dos tipos enormes le sujetan mientras otro que no parece gran cosa le da un puñetazo en la cara y le habla en tono amenazador.

— ¿Qué parte de te quiero de vuelta al trabajo no has entendido?

— ¿Qué parte de vete a la mierda no has entendido tú?

Parvati se encoje un poco cuando el hombre le da otro golpe. Está segura de que le ha arrancado algún diente a ese cabrón de Polkiss y piensa en marcharse y dejarle allí, a solas con sus problemas. Sin embargo, su vena Gryffindor sale a la luz y se descubre a sí misma caminando hacia el grupito de muggles. No sabe qué puede pasar a continuación, pero tiene muy claro que se mantendrá alerta y con la mano en la varita. Por si las moscas.

— Si no le dejáis en paz, voy a llamar a la policía.

Sabe que ha hablado como lo hubiera hecho una cría, pero ha bastado para que los hombres la miren. Todos parecen sorprendidos de tener compañía, pero lo de Polkiss es pasmo absoluto.

— Deja que te de un consejo, guapa —El tipo, que se llama Wallace aunque Parvati no lo sepa, se acerca un poco a ella—. Vete de aquí antes de que salgas malparada.

Se dice que lo más sensato es seguir el consejo y correr en dirección contraria, pero nuevamente el valor de los leones le gana la partida al sentido común. ¿Por qué no pudo haber terminado en Ravenclaw como Padma? O, mejor aún, en Hufflepuff.

— He dicho que le dejéis en paz. Ahora.

Los tres hombres se miran y finalmente se echan a reír a carcajadas. Parvati aprieta los dientes, molesta por las burlas, y mira fijamente a Polkiss. Por primera vez desde que le conoce, no parece un cerdo arrogante y le cae mejor. Sólo un poco.

— Los tienes bien puestos guapa —Wallace hace un gesto y sus hombres sueltan a Piers—. De todas formas ya habíamos terminado, así que te haremos caso. Y tú, Polkiss, recuerda que se te está acabando el tiempo.

Los agresores se van. Cuando sueltan a Piers, se tambalea y tiene que apoyarse en un coche para no caer al suelo. Parvati se acerca a él para echarle una mano, pero se encuentra con un rechazo rotundo.

— ¿Estás bien, Polkiss?

— ¡Déjame!

— ¡Eh! No me grites. Sólo quiero ayudar.

— Pues nadie te lo ha pedido —Piers logra incorporarse. Se le ha roto el labio y seguramente volverá a tener el ojo morado dentro de nada, pero lo que menos necesita en ese momento es la compasión de esa tía rara—. Además. ¿Qué estás haciendo aquí?

Parvati quiere hacerle todos los reproches que tiene en mente, pero se da cuenta de que no es buena idea. Se encoge de hombros y no mueve un músculo mientras Polkiss va hacia su coche. Está a punto de abrir la puerta cuando ella acierta a hacer esa pregunta.

— ¿Quiénes eran esos?

— No es asunto tuyo.

— ¿Qué querían? –Parvati sabe que ninguna pregunta es bienvenida, pero está realmente intrigada y confía en que al menos una de ellas sea resuelta—. ¿Fueron los que te pegaron la otra vez? ¿Tiene algo que ver con Dudley?

Piers se enfurece ante la mención de su amigo. Además, aún está muy enfadado después de su encontronazo con Wallace, así que siente deseos de pagar sus frustraciones con Parvati. Por suerte, comprende que hacerlo sería un error.

— Déjame tranquilo, Patil.

Se va sin añadir nada más. Parvati observa el vehículo alejándose por el aparcamiento y, aunque sigue ardiendo en deseos de descubrir lo que ha ocurrido, termina por encogerse de hombros y vuelve a la habitación de Dudley. Cuando lo hace, se encuentra con que Lavender y el chico están haciendo manitas y siente que sobra hasta que su amiga la ve y le sonríe con cierto entusiasmo.

— ¿Sabes que Dudley va a tener una vida muy larga? Creo que a partir de ahora no tendremos que preocuparnos por si le pasa algo en la cabeza. Mi Ojo Interior me dice que se hará muy viejo.

El joven muggle suelta una carcajada ante la mención del Ojo Interior y, viéndolos juntos, Parvati se da cuenta de que el Príncipe Azul existe y lo tiene justo enfrente. Puede que nunca logre encontrar al suyo, pero no le cabe duda de que Lavender ha sido mucho más afortunada y se alegra por ella.


19

Qué hacer cuando te dan una mala noticia

Por primera vez desde que conoció a Dudley, Lavender va sola al hospital. Su amiga ha respondido a sus preguntas con evasivas y frases repletas de misticismo, pero Parvati no es tonta y se da cuenta de que Lav—Lav está coladita por su Dudders. Sabe que Lavender le hablará del tema cuando esté preparada y realmente espera que le salga bien porque se lo merece. Tal vez no sea la chica más inteligente, ni la más guapa, ni la más simpática, ni la más astuta, ni la más divertida, pero Parvati sabe que es de lo mejorcito que un chico normal y corriente como Dudley puede encontrar.

Eso sí, le da un poco de miedo que Lavender pueda llevarse un chasco porque las relaciones entre muggles y brujos no son nada fáciles. Aunque, por otro lado, la parte más complicada es la de comunicar al ser querido la condición mágica, algo que Dudley y Lavender ya tienen más que superado porque el chico creció con un primo brujo y no vive del todo ajeno al mundillo de los magos.

Confiando en que a su amiga se le den bien las cosas por el hospital, Parvati queda con Padma para tomar el té. De niñas, no se perdían ni una sola merienda a base de té con leche y pastas de todos los sabores, pero de adultas casi nunca tenían tiempo para disfrutar de ello. Además, desde que Dudley volvió a su cuerpo, apenas han hablado y la joven se pregunta si su hermana habrá podido averiguar algo relacionado con el extraño caso del chico muggle. Desgraciadamente, Padma llega puntual y con compañía.

— Smith —Saluda con desagrado, ganándose a cambio una sonrisa maliciosa. O eso es lo que le parece a ella.

— Antes de que intentes arrancarle los ojos…

— ¡Nunca he hecho nada parecido! —Parvati interrumpe a su hermana.

— Pero lo has deseado. ¿Cierto? —Padma le sonríe y retoma la frase como si no hubiera sido interrumpida—. Tengo que decirte algo muy importante. ¿Por qué no nos sentamos?

A Parvati le huele a chamusquina, pero deja que esos dos pasen y se acomoden en los silloncitos de su sala de estar. Odia cuando Padma se anda por las ramas, así que sirve el té rápidamente y observa con cierta consternación como Smith le pasa un brazo por los hombros a su hermana. ¿Es que no puede hacer esas cosas en privado, por los calzones de Merlín?

— ¿Qué es eso tan importante que debo saber?

Padma no responde. Sonríe ampliamente, extiende un brazo y le muestra un precioso anillo de compromiso.

— Zach me ha pedido que me case con él y le he dicho que sí.

A Parvati se le cae el alma a los pies. ¡Y pensar que tenía confianza en una ruptura inminente!

— ¿Qué?

— El sábado por la tarde se presentó en casa, me regaló una túnica preciosa y me llevó al mejor restaurante del París mágico para pedirme matrimonio. Fue lo más romántico que me ha pasado nunca.

Parvati entorna los ojos y mira a Zach. O, mejor dicho, a Smith. Piensa en que es tan presumido que no puede hacer una pedida de mano más normal y quiere recordarle que no está bien restregarle el dinero por la cara a los que son más pobres que él, pero sabe que si dice todo eso Padma se enfadará muchísimo con ella. Y con razón o sin ella, no quiere estar reñida con su hermana. Así que hace lo que tiene que hacer: sonríe y abraza a su hermana.

— ¡Felicidades! —Mira a Zach y le besa en la mejilla—. A los dos.

— Luego te contaré los detalles. Queremos que la boda se celebre durante el próximo equinoccio de invierno y ya sabes que tienes que ser mi dama de honor. No podría perdonarte si me dices que no.

— ¡Claro que no te diré que no! ¿Qué te hace pensar eso?

— Por ejemplo, que no tragas a Zach y no creo que te haga mucha gracia tenerlo como cuñado.

Parvati se pone roja como un tomate ante el reproche, especialmente cuando Smith se ríe por lo bajini. Por suerte, la satisfacción del chico no dura demasiado. Sólo hasta que Padma le da un codazo entre las costillas.

— Y tú no deberías reírte. ¿Te crees que no sé que Parvati te cae mal?

— ¿Qué te hace pensar eso?

— Venga, Zach, que no soy tonta.

Padma le da un golpecito cariñoso y Parvati se siente un poco molesta porque tiene la sensación de que ha sido mucho más dura con ella que con el cretino de su novio. "No. Ya no es su novio. Ahora es su prometido. ¡Joder!".

— ¿Se lo has contado ya a papá y a mamá?

— Aún no. Hemos decidido organizar una cena con los padres de Zac y con los nuestros y decirles todo.

— Genial.

"Espero no tener que ir"

— Después haremos una petición de mano oficial. Ya sabes lo tradicionalistas que son los Smith. Y, aunque no lo reconozcan, papá y mamá también. Supongo que daremos una fiesta para hacer público el compromiso.

Parvarti considera que no hay prisa por hacer eso, pero conociendo a su hermana no esperará demasiado. Realmente ha sido una noticia dura, pero poco a poco se va a acostumbrando a la idea. Tampoco es como si tuviera que convivir con Zach. Seguramente no lo verá más veces de las que lo ve ahora. Y, aunque será el padre de sus sobrinos, siempre podrá recordarse que tienen más sangre Patil que Smith. Sí, esa es una buena forma de consolarse.

— Creo que tendríamos que empezar con los preparativos mañana mismo. Me gustaría mucho que me acompañases a ver vestidos de novia. ¡No puedo esperar!

— Claro. Lo que quieras.

Padma comenta algunas cosas más relacionadas con su futuro matrimonio, pero por suerte cambia de tema en un rato. Debe haberse dado cuenta de que está resultando un poco pesada porque incluso Zach parece aburrirse con su diatriba.

— Hace días que no te pregunto por Dudley —Esa nueva conversación se presenta mucho más interesante que la de la boda—. ¿Cómo está?

— Muy bien. Ya ha empezado con la rehabilitación, ha ganado algo de peso y está recuperando las fuerzas poco a poco. Los médicos dicen que su evolución es mucho mejor de lo que se esperaban.

— Genial, pero. ¿Sigues yendo a verle con tanta regularidad?

— Voy cada tres o cuatro días. Me gusta hacerle compañía de vez en cuando. Es un chico bastante agradable —Parvati mira de reojo a Smith antes de seguir hablando y, aunque hay cosas que no le gusta tratar delante de él, sabe que la siguiente revelación no tiene demasiada importancia. Supone, además, que el brujo se enterará de todas formas—. La que va de visita casi todos los días es Lavender.

— ¿Brown? —Masculla Smith.

— ¿Conoces a alguna Lavender más?

Durante un instante, saltan chispas. Por suerte, Padma interviene antes de que la sangre llegue al río.

— ¿Y por qué va a Lavender al hospital?

Nuevamente siente ciertas reticencias, pero como su amiga nunca ha ocultado sus sentimientos, no le parece mal seguir confesándose.

— Dijo algo sobre Ojos Interiores y Príncipes Azules. Para mí que Dudley le gusta un montón.

— ¿En serio?

— Se pasan el rato hablando, se hacen ojitos y un par de veces les he pillado cogidos de la mano.

— ¡Por Merlín! ¡Debe estar muy colgada por ese chico!

— Espero que esta vez le vaya bien. Aunque Dudley sea un muggle.

— Y le pegara a vuestro adorado Harry Potter cuando era niño —Interviene Zach. A Parvati le da la sensación de que quiere molestar.

— La gente cambia, por si no te has dado cuenta —Le espeta la chica con cierta brusquedad—. Además, Harry fue a ver a su primo al hospital e hicieron las paces, que lo sepas.

— Ya, lo que tú digas.

Parvati se da cuenta de que Padma le pisa un poco el pie a su novio para hacerle callar. Realmente le apetece mantener un duelo verbal con su futuro cuñado, pero entiende que a su hermana no le haga nada de gracia presenciar una nueva pelea entre dos de sus seres más queridos.

— ¿Sabéis ya por qué se hizo medio fantasma? —Pregunta de sopetón, aprovechando que ha surgido el nombre de Dudley. Padma está contenta al escuchar esa cuestión y, por primera vez desde que se hizo inefable, habla con Parvati sobre su misterioso trabajo.

— Aún no tenemos la certeza absoluta. Hay un par de chicos del departamento del censo mágico que se están encargando de investigar los árboles genealógicos de los padres de Dudley. Creemos que alguno de sus antepasados fue un squib, seguramente por la familia materna. Por eso Lily Evans, Potter de casada, resultó ser una bruja, y por eso Dudley tiene un poco de magia.

— ¿Qué? —La mandíbula de Parvati cae hasta prácticamente el suelo.

— Las almas de los muggles no se quedan en el mundo terrenal después de muertos. Por lo general, pasan al otro lado sin más percances, aunque hay quién está investigando ciertas fuerzas que no viene al caso comentar ahora —Padma agita la cabeza como si hubiera estado a punto de hablar demasiado—. Creemos que Dudley alcanzó ese estado entre la vida y la muerte porque tiene un poco de magia, no tanta como para ser considerado un brujo y tener una varita, pero sí la suficiente como para permitir que su alma permaneciera ligada a su cuerpo moribundo. Creemos que si Dudley hubiera sido un muggle normal y corriente, sin ancestros mágicos, hubiera cruzado el velo y ya está. Por suerte para él, no es normal y corriente.

Parvati necesita unos minutos para asimilar tan asombrosa revelación. ¿Dudley Dursley siendo un mago? Suena tan irreal que casi se pone a reír a carcajadas. No lo hace porque el asunto es muy serio. Y bastante raro también.

— ¿Crees que hace falta que le cuente todo eso? Cuando estaba casi muerto y le planteé la posibilidad de que fuera un brujo, casi le da algo. No me gustaría darle un susto de muerte o algo así.

— No veo la necesidad de decirle nada. Querías una explicación y ya la tienes. Creo que lo mejor será que lo dejes tranquilo.

— Así podrá ligarse a Lavender.

Smith interrumpe de nuevo y Parvati debe reconocer que el comentario ha tenido su gracia. Está de más decir que no lo reconocerá abiertamente, pero tiene su parte de razón.

— No es asunto tuyo, Smith.

— Zach —Padma vuelve a interrumpir una discusión en ciernes—. Se llama Zach.

Parvati se muerde la lengua y se enfurruña un poco, pero sigue sin tener ganas de discutir con su hermana y lo deja estar. Se pasan un rato más hablando sobre trivialidades y, cuando se queda nuevamente a solas, empieza a darle vueltas al asunto del compromiso. "¡Por las pelotas de Merlín! ¡Ya no hay marcha atrás! Tendré que empezar a llamar Zach a Smith y voy a pasar mucho tiempo ayudando a Padma con las cosas de la boda. ¡Y tendré que comprarme un vestido nuevo! Aunque, pensándolo bien, no está nada mal. Es bueno tener una excusa para hacerse con ropa bonita. Y cara". Sonríe, viéndole el lado positivo al compromiso, y se encoge de hombros. Sabe que Zach no es tan malo. Puede que sea insoportable con ella, pero a Padma la trata como a una princesa. ¿Qué más puede pedir para su hermana gemela?

Suponiendo que con el tiempo se sentirá entusiasmada con la boda, piensa en el otro tema que han estado tratando: Dudley Dursley teniendo un poco de magia corriendo por sus venas, tal vez heredada de un familiar squib. Quizá lo correcto sea informarle de lo que le ha pasado, pero sabe que la noticia no le sentará nada bien y no cree que tenga sentido hacerle pasar un mal rato. Lo único que importa es que se ha recuperado por completo.

Y que Lavender Brown ha puesto sus ojos sobre él.

Sonríe. Su amiga no ha sido demasiado afortunada con los chicos. Desde que ese pazguato de Ronald Weasley la utilizó para echar una canita al aire y darle celos a Hermione Granger, las cosas han ido de mal en peor para la pobre bruja. Antes de Greyback, logró mantener un noviazgo más o menos estaba y duradero con un Hufflepuff un año menor que ella. Después de Greyback, lo más que ha encontrado ha sido morbosos enfermizos que deseaban montárselo con alguien desfigurado. Lavender había llorado y se había sentido avergonzada las dos primeras veces. A la tercera… Digamos que a la tercera rió la última. Y rió mejor.

Por suerte, Dudley no parece dispuesto a burlarse de ella ni siente una insana atracción hacia sus cicatrices. Dudley se limita a disfrutar de su compañía, a hablar y a reír, y Parvati siente que les va a ir bien. Se lo dicen las entrañas. Y es entonces cuando aparece la ansiedad. ¿Qué será de ella cuando Lavender comience una relación con su Príncipe Azul? Será una de las pocas chicas de su edad sin novio y, demonios, eso la incomoda un montón. Es una chica guapa y simpática, con buen gusto para la moda y bien educada. Un calco de Padma. Y Padma va a casarse.

Se muerde el labio inferior porque sabe que está pensando estupideces. Se dice que necesita despejar la mente y decide que no estará nada mal hacerle una visita relámpago a Dudley. Con suerte, Lavender estará con él. Tal vez piense que le ha chafado una cita romántica, pero no quiere quedarse en casa con la cabeza repleta de ideas absurdas.

Se aparece en un lugar seguro que encontró durante una de las visitas al recinto. Está en la parte más oscura y apartada de los aparcamientos, oculta detrás de un grueso muro en el que se almacenan algunas cajas de cartón. Antes de salir, echa un vistazo para comprobar que no hay nadie y se siente bien al escuchar el taconeo de sus zapatos sobre el suelo. Está pensando en cómo informar a Lavender sobre la boda cuando accede al segundo nivel. Al principio no se da cuenta de que es él, pero cuando se acerca al coche y ve a Piers Polkiss en su interior, tiene que detener sus pasos.

— ¡Eh! —Da unos golpes en el cristal del coche—. ¿Qué estás haciendo? ¿Has vuelto a molestar a Dudley?

Polkiss da un respingo y la mira. Tiene los ojos enrojecidos y Parvati no tiene forma de saber que lleva un par de noches sin pegar ojo. Cualquiera podría pensar que se debe al estrés que le provoca tener a Wallace rondándole todo el tiempo, que también, pero lo que le quita el sueño es el rechazo de Dudley. Ya han pasado unos días desde que hablaran y sigue sin querer saber nada de él. Y Piers puede entenderlo, de verdad que sí, pero está ansioso por ser perdonado porque Dudley es su mejor amigo. No importa lo que él diga. Siempre lo será.

El hecho de que Parvati aparezca de la nada y le haga ese reproche le cabrea bastante. Tal vez deba sentir un poco de compasión por ella, habida cuenta del espectáculo que se ha encontrado en la habitación de su amigo un ratito antes, pero la verdad es que le cae fatal y considera que se merece ser una cornuda. Es una metomentodo que salió de la nada y que se atreve a tratar a Dudley como si fueran amigos de toda la vida, aunque sólo se conozcan desde hace unos meses. Y está muy buena y es guapísima, pero eso no compensa su desagradable personalidad.

Molesto porque ese día ha recibido palos por todos lados, Piers sale del coche y se encara con aquella bruja horrible. Está harto de todo y de todos y necesita desfogarse. Gritar es una buena forma de hacerlo.

— ¿Qué coño te importa lo que estoy haciendo? ¡Métete en tus asuntos! —Ve como Parvati parpadea, más que sorprendida ante semejante arrebato, y sigue hablando. Su mente está llena de recuerdos de los últimos tiempos y se siente incapaz de callarse—. No eres quién para decirme si debo o no visitar a Dudley. ¡Es mi amigo! ¿Te enteras? Y estoy harto de que aparezcas por aquí como si el hospital fuera tuyo y tuvieras algún derecho sobre él. Y no me creo que seas su novia ni su amiga ni nada. Apareciste de la nada y no sé por qué cojones te interesa tanto Dudley. Pero no me importa. Quiero que te alejes de mi camino y yo te dejaré en paz. No vuelvas a decirme lo que no puedo hacer.

Parvati parpadea y lo mira como si le considerara un idiota. Piers está seguro de que se va a ir, ignorando por completo todo lo que acaba de decirle, pero lo que hace es quedarse muy quieta. Curiosamente, su expresión se suaviza bastante y se cruza de brazos antes de hablar.

— ¿Qué es lo que le has hecho a Dudley? Le he preguntado, pero se niega a contestarme. Dice que es algo que sólo os afecta a los dos.

Algo da un brinco en su interior. Dudley aún le es leal. Eso es muy bueno. Y, aunque está contento, decide pinchar un poco a esa tía. Todavía no se siente del todo bien, aunque chillarles a los demás es muy relajante.

— ¿Me estás diciendo que tu novio te guarda secretos?

— Creo que se trata de algo grave y que Dudley no quiere decirme nada para no meterte en líos —Desgraciadamente, Parvati sigue tranquila.

— ¿Y por qué crees que te voy a decir algo, si confesar me va a traer problemas?

— Porque si lo haces, es posible que quiera ayudarte con Dudley. Aunque tendrás que convencerme de que merece la pena.

Piers no da crédito. ¿Esa chica acaba de ofrecerle una especie de acuerdo? ¡Si se odian, joder! ¿Por qué querría ayudarle a recuperar su amistad con Dudley? Teniendo en cuenta la escasa simpatía mutua que se tienen, lo mejor para ella sería quitárselo de en medio. Definitivamente, es una tía rara. Muy rara.

— Déjalo, anda.

Se mete en el coche, arranca el motor y se marcha. Tiene la sensación de que sincerarse con esa chica le habría ayudado bastante, pero no quiere hacerlo porque apenas la conoce. Seguirá cargando con todo eso él solo.


Pensaba seguir un poco más, pero como llevo mucho tiempo sin subir nada nuevo y me apetecía actualizar esta noche, os dejo estas dos escenas, a ver si sois capaces de disfrutarlas. Quiero darle un buen achuchón a la historia porque me acabo de comprometer a escribir otro long-fic y ya tengo éste y "Cuatro Estaciones", así que a ver si durante el fin de semana escribo algo más. Para cualquier cosa que queráis decir, ya sabéis cómo proceder. Besetes y hasta el próximo.