Las vacaciones de verano habían comenzado. Aunque sus compañeros de colegio organizaron un montón de planes para pasárselo bien, Loki optó por hacerse el desentendido y dar su excusa de «veré si puedo» cuando lo invitaron. Ellos sabían perfectamente que Loki Odinson, ese chico raro que se apartaba del grupo por iniciativa propia, nunca tenía ganas de salir a «divertirse», pero continuaban invitándolo por una cuestión de cortesía y, probablemente, de lástima.

El primer día sin clases despertó un par de horas más tarde de lo habitual y bajó a desayunar. En la mesa encontró una nota de sus padres diciéndole que volverían al mediodía para almorzar juntos. Ninguna novedad, puso los ojos en blanco, bostezó y fue hasta la alacena por algo de cereal. No estaba muy seguro cómo iba a usar su tiempo de ocio, seguramente sus padres harían su viaje anual a Noruega. A él siempre le dio igual ir o no, pero últimamente la idea de pasar tiempo en familia le desagradaba hasta el punto de terminar, literalmente, enfermo.

Antes de que pudiera ir a la nevera por leche, sonó el timbre. Loki suspiró hastiado y fue a abrir.

—¿Interrumpo algo, Odinson? Veo que sigues en piyama…

Tony Stark, uno de sus compañeros, esos pocos cuyo nombre Loki recordaba (¿cómo no hacerlo si además Tony era el más popular de la escuela y escuchaba de él en todas partes?). Siempre que daba una fiesta lo invitaba y, obviamente, Loki nunca asistía.

¿Por qué estaba en la puerta de su casa el primer día de vacaciones de verano?

—Estaba por desayunar —respondió cortante—. Eh… ¿quieres pasar?

—No, es sólo un minuto —respondió Tony encogiéndose de hombros—. Me han dicho los muchachos que no tienes planes para el verano, es decir, te quedarás en casa como todos los años anteriores, ¿cierto? —Lo decía todo de la forma en la que lo pensaba y creía que eso era algo genial.

—Sí, eso supongo —confirmó comenzando a molestarse—. No creo que sea de tu incumbenc-

—Perfecto, porque necesito que me hagas un favor.

—¿Disculpa?, ¿qué te hace pensar que yo voy… ?

—Todo lo que llegues a necesitar, aquí lo tienes —lo interrumpió Tony, dejando sobre la palma de su mano algunos billetes de cien dólares y una pequeña lista—. Estaremos fuera por un par de semanas, Odinson, así que si llegas a tener algún problema puedes llamar a mi casa, Jarvis podrá ayudarte.

—Tony, yo nunca dije que iba hacerte ningún fav-

Antes de que pudiera terminar la oración, una enorme criatura peluda y dorada estaba encima de él y a continuación sintió algo frío y húmedo en el rostro. Tony echó a reír.

—Le agradas, Odinson, ¿acaso esto podría ser más fácil para ambos? Ya, Thor, quieto o lo pondrás de malhumor —ordenó tomándolo del collar para que retrocediera. El perro se sentó en seguida aunque movía la cabeza inquieto y no dejaba de sacudir el rabo.

—¡Tony, yo no voy a cuidar a tu tonto perro! —protestó Loki.

—No sabes cuánto te lo agradezco. Bien, sigan conociéndose, chicos —lo ignoró soltando a Thor y sacando su teléfono móvil para responder un par de mensajes—. Adiós.

Tony siempre conseguía lo que quería y Loki entendió que la clave para eso era no tener en cuenta qué querían los demás.

Maldijo a sus adentros y tomó al perro del pescuezo, dándole un tirón tan brusco que este dio un quejido. El muchacho se puso de pie, limpió la saliva de su rostro y observó al Thor con atención: era bastante grande, más aun que los golden retriever que había visto antes, su pelaje dorado estaba en perfecto estado, suave y brillante. Para su fastidio, Thor lucía completamente vital, así que sería complicado dominarle si se emocionaba demasiado.

Thor permaneció sentado frente a Loki, respirando exaltado y pensó que nunca antes alguien se había emocionado de esa manera al estar con él. Sabía que sus padres no iban a tener inconvenientes con el perro porque adoraban a esos animales y la única razón por la que no compraron ninguno fue porque Loki prefería a los gatos.

—Sí que hay que cuidarte, Thor —exclamó disconforme después de leer la lista de instrucciones—. Te gusta hacer ejercicio, bien, olvídate de eso, no voy a pasar el verano quemando en el parque. Veamos, cepillar diariamente… dejarás la casa llena de pelo y… —Bufó, poniendo los ojos en blanco—. Thor debe de ser sinónimo de trabajo.

Obviamente, Thor no había entendido que su dueño temporal no estaba para nada contento con él, porque en cuanto Loki dejó la lista sobre la mesa, dio un brinco volviéndolo a tirar sobre el suelo y le lamió la mejilla con énfasis.

—¡Es suficiente! —gritó Loki. Sí que comía bien, no podía sacárselo de encima a menos que tirara con fuerza de su pescuezo—. ¡Siéntate! ¡Thor, sentado, quieto!

Pero no quería obedecer o mejor dicho, realmente le gustaba expresar su afecto porque su nariz húmeda no dejaba de recorrer con detalle cada facción del rostro de Loki.

—¡Que te sientes!

Thor retrocedió enseguida, bajando un poco la cabeza. Loki se dio cuenta de que su rostro estaba algo sonrojado. No era una persona demasiado paciente y siempre se mostraba reacio al contacto con las personas (ahora sabía que también con los animales), pero vio la posibilidad de que hubiese exagerado un poco, ¿qué tanto podía esperar de un perro al fin y al cabo?

Con la manga del piyama se limpió de nuevo la cara y volvió a sentarse a la mesa para terminar el desayuno. Thor no se movió de donde estaba, sus ojos lo observaban brillosos y con un deje de arrepentimiento. Loki suspiró.

—No sé si te funcionaba con Tony, pero ahora estás en mi casa —advirtió con tono severo.

Thor emitió un llanto suave, deseoso de acercarse un poco a la silla de Loki, mas este lo fulminó con la mirada.

—Te quedas ahí.

A donde fuera que Loki iba, dentro de la casa o no, Thor lo seguía. Era bastante divertido cómo se las ingeniaba cuando se trataba del pasillo estrecho del piso de arriba o incluso la habitación de Loki, que no era demasiado grande para que el perro se moviera con comodidad. A los señores Odinson les parecía de lo más encantador y volvieron a plantearle a Loki la idea de tener una mascota en la familia.

—¿Qué no les basta con tener un hijo? —respondió mordaz durante el almuerzo—. No. No quiero un perro en la casa. Bastante tedioso es cuidar a este.

Thor daba vueltas alrededor de la mesa, olfateando en busca de alguna migaja.

El señor Odinson miró a Loki seriamente. No era la primera vez que les contestaba de esa manera y no tenía idea de qué le estaba pasando a su hijo. Cada vez que intentaba tener una plática con él, Loki encontraba alguna excusa o la forma de escabullirse y posponerla.

—No lo digas como si tener un perro y un hijo fuera lo mismo, Loki —aclaró con su padre frialdad.

—¿No lo es? —insistió Loki y se sirvió un vaso de jugo de naranja—. Yo no diría eso s-

—Suficiente, Loki —sentenció su padre—. Creo que puedes retirarte de la mesa

—Sí, creo que sí —exclamó el muchacho dejando el vaso sobre la mesa con fuerza y derramando algunas gotas en el mantel.

Su madre abrió la boca para aliviar la tensión entre los dos, pero Loki ya se había puesto de pie para refugiarse en su habitación. En seguida, Thor fue tras de él, con la cabeza gacha y en tanto silencio que el muchacho pensó que éste seguía en el comedor. Terminó golpeándose el hocico cuando Loki azotó la puerta, luego sintió el sonido que hacen todos los humanos cuando quieren trabar sus puertas.

Se sentó frente al cuarto a esperar.

A eso de las cinco y media de la madrugada, el jardín de los Odinson se llenaba de pequeños pájaros que iban a beber a la fuentecita de agua. Thor los observaba con cautela desde la cocina, sus ojos se movían con cada uno de sus movimientos, listo para pegar un salto hacia afuera y espantarlos. En la casa Stark, Tony había hecho una puertita especial para que el pudiera salir a cualquiera hora sin tener que despertar a los demás, sin embargo en la nueva casa necesitaba que alguien lo dejara salir.

Escuchó un par de pasos y vio entrar a Loki, no parecía haber dormido nada bien. Puso un par de panes en la tostadora y preparó algo de café, después llenó el tazón de agua y comida de Thor aunque ignorándolo completamente. Thor meneó la cola, poniéndose en dos patas sobre la espalda de Loki mientras este sacaba el pan.

—Déjame en paz —regañó y abrió la puerta que daba al jardín—. Vete a jugar con los pájaros.

Thor se agachó, listo para su ataque, giró la cabeza hacia Loki y lo vio, esperando su pan tostado, con la mirada vacía. Se preguntó si había tenido algún problema con los adultos durante la cena, si había dicho algo demasiado malo, como cuando él le gruñía a las visitas y Tony lo retaba. Él no se parecía en nada a Tony que siempre trataba de ver el lado bueno de las cosas y hacía bromas y antes de desayunar solo prefería salir al patio con él.

—¿Qué estás viendo? Vete a jugar afuera.

Loki era un humano raro. Triste.

Solo.

Las aves podían esperar.

Thor se frotó contra sus piernas y se recostó apoyando la cabeza sobre las pantuflas de Loki.

Thor adoraba contemplar las tormentas. Nada de lloviznas suaves de verano, sino tormentas estruendosas, y si tenían relámpagos mejor. Esos días Loki permanecía en la sala, leyendo algún libro, sin entender cuál era la gracia de todo eso, pero contento que no fuera como otros animales que se ponían a chillar llenos de miedo.

Desde la puerta de vidrio que daba al jardín, el cielo tormentoso se veía perfecto, aunque como Loki se quedaba en la sala, Thor tenía que conformarse con ver el espectáculo desde la ventana.

—No morirás si estamos en habitaciones diferentes, ¿sabes? Ve a la cocina a ver tu tormenta —insistía sintiéndose un poco culpable.

Entonces Thor lo miraba y se quedaba boca arriba, esperando a que le rascara el vientre. A pesar de que Loki nunca quería ceder tan fácilmente, Thor tenía bastante paciencia y al cabo de unos veinte minutos, conseguía lo que quería y con el pasar de los días, sin que el mismo Loki lo notara, cada vez era más fácil arrancarle algún gesto de cariño.

—No te acostumbres —advertía, pero en sus labios se asomaba una cálida sonrisa.