Disclaimer: Todos los personajes, el mundo y la mitología de Westeros, le pertenecen al genio del sr. George R.R. Martin; yo sólo soy dueña de las locas ideas y el m/m.
Advertencia: Esta historia es yaoi, slash, m/m o como quieran llamarle y sufre de un grave caso de infestación de spoilers, por favor manéjese con cuidado.
PRÓLOGO
Jaime Lannister no sabía qué hacer. La reina, su gemela y su amante, planeaba asesinar a Robb Stark en los Twins durante la boda de Lord Edmure y, ahora, él no paraba de caminar en círculos por sus aposentos en la White Sword Tower, abrumado con sus nuevos conocimientos y aturdido por ese dolor en su corazón que le exigía actuar– ¿Actuar cómo? ¿hacer qué?. Estoy en King's Landing, a millas de distancia de los Twins y, aunque lograra llegar a tiempo, por obra de algún milagro de los Siete, ¿qué bien podría hacer estando lisiado –vio el muñón, que alguna vez fuera la mano que le hiciera ganar su capa blanca como miembro de la Kingsguard, con todo el odio y frustración del que fue capaz.
Su parte racional le decía que no tenía sentido siquiera intentarlo, era una locura y un suicidio, pero ¿desde cuándo él se había comportado como una persona racional?. Además, esto era su culpa. Cersei lo había planeado todo por odio, ¿por celos, tal vez? No, por venganza al haber sido humillada; si tan sólo él hubiera mantenido la boca cerrada, ¿por qué le había hablado de Robb?, ¿por qué le había confesado lo que sentía por Stark?. Era su gemela y ahora daba la impresión de que no la conocía, después de que ella montara en tan tremenda furia esto era de esperarse— Además, la denigré al admitir que un chico la había suplantado en mi corazón –maldijo bajo su aliento y se dejó caer de espaldas sobre su cama.
Toda su habitación era blanca: las cortinas, los cobertores, los tapetes, ¡todo!. Se preguntó cómo se vería el lugar con una sólo mancha, una gota roja que se extendiera por el blanco y, tras parpadear, pudo ver con toda claridad su habitación como si de un campo de batalla se tratara: medias lunas sangrientas, perlas rojas, y lágrimas carmesí escurriendo por las paredes. Su corazón dolió y el aire que se colaba a través de su ventana pareció hablarle con la voz de Robb, gritando su nombre: Jaime.
No me puedo quedar aquí esperando a que un cuervo traiga las noticias de su muerte –pudo ver que el amanecer llegaba, el naranja y rojo comenzaban a adueñarse del cielo y el canto de las aves pronto lo acompañaron como una fanfarria que da la bienvenida al soberano de los cielos— Tal vez si me marcho esta noche, tras liberar a Tyrion, alcance a llegar antes de las nupcias de Lord Edmure –se puso de pie de un salto y corrió a alistar sus cosas— Necesitaré un barco veloz…o con alas —su señor padre estaría más allá de la furia cuando descubriera lo que había hecho, su hermana iba a sufrir una apoplejía, si era acaso que la furia no la mataba primero, pero la simple idea de que el plan que tenía maquinado con Lord Frey funcionara era suficiente para helar hasta lo más profundo de su alma— Debo darme prisa.
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Es una pesadilla –fue lo único que podía pensar Robb. El dolor en su costado, hombro y pierna parecía irreal, punzadas que le recorrían el cuerpo, cientos de agujas clavadas bajo su piel, pero él no alcanzaba a comprender de qué se trataba. ¿Qué había sucedido?. Hacía un instante estaba en una fiesta, bailando con las hijas y nietas del Lord of the Crossing, ¿de dónde habían surgido los arqueros y los hombres armados?. Todo había transcurrido con la misma lentitud de un sueño. El Smalljon brincó para protegerlo, la mesa cayó sobre ellos y la sangre, su sangre, corrió sobre las piedras de aquel salón.
El aullido lastimero de Grey Wind llegó hasta él a pesar del estruendo metálico de la batalla que ahí se libraba— ¿Batalla? No. Esto es una masacre –se levantó con dificultad y fue entonces que notó las flechas clavadas en su cuerpo. No recordaba cuándo lo habían alcanzado, sólo podía recordar el tambor bum, bum que anunciaba su condenación.
Encontró a su madre sosteniendo a Aegon Frey con un cuchillo contra su cuello, trataba de razonar con Lord Frey, decía algo acerca de perdonar lo ocurrido, de quedarse como rehén, de cambiar su vida por la de su hijo.
— La vida de un hijo por un hijo –decía Lady Catelyn, el afilado cuchillo mordiendo la carne de Jinglebell.
¡No!, madre, eso no –pensó pero sus labios no se movieron. Su cabeza daba de vueltas y el tambor, el sonido metálico de las armas y los gritos agonizantes retumbaban como si todos se hallaran alojados dentro de su cráneo. Lord Frey respondió, era juez y verdugo y las palabras que pronunció anunciaban destrucción. Lord Bolton, su propio banderizo, blandiendo una espada desnuda se detuvo frente a él–. Voy a morir –estaba seguro de su destino y en lo único que pudo pensar en ese momento fue en Jaime…— Como me hubiera gustado verlo una vez más…
De lo único que se arrepentía era de nunca haber tenido la oportunidad de preguntarle porqué había empujado a Bran de la ventana, de nunca haberlo escuchado–. Y ahora nunca lo sabré –lo había extrañado tanto que, todo el dolor que fuera capaz de infligirle la espada que se cernía sobre él, sería poco.
— Jaime Lannister envía sus saludos –dijo Lord Bolton, y Robb sonrió. Era casi gracioso ver como le había leído la mente…
…