Título: Cinco veces que Garrus abrazó a Shepard (y una que no lo consiguió).
Fandom: Mass Effect.
Personajes: Garrus/Shepard.
Palabras: 1075.
Advertencias: spoilers de todo ME2.
Notas: para la petición deAmanda Beicker en el fandomfest. Como cada parte me queda muy larga, he decidido publicarlos por separado y poco a poco. Éste estaría situado justo después del final de ME2 y hace referencia a una de las tareas secundarias. En parte la historia de los cascarones es trufax porque me pasó a mí XD; sólo que ahí estaba Mordin de sujetavelas :P.


I. Primera cita.

Aterrizar en Aequitas no había parecido una decisión arriesgada hasta que tuvieron el problema frente a frente. EDI había informado a Shepard sobre una anomalía en el planeta cuando la Normandía hizo una parada breve para adquirir recursos; unas señales extrañas procedentes de una instalación minera que tenían que ver con un objeto alienígena de procedencia desconocida. La comandante no solía ignorar esa clase de llamadas, así que momentos después tomaban el transbordador para llegar hasta tierra. No parecía necesario llevar un equipo completo y con tal de dejar descansar a la tripulación tras la misión del relé de Omega 4, Shepard sólo le mandó llamar a él para hacer un reconocimiento rápido en la zona y detectar cualquier posible amenaza.

Eso hasta que aparecieron los cascarones en manadas, haciendo que sus alaridos rebotasen contra las paredes de la minería.

—Bonito sitio para una primera cita, Shepard —comentó Garrus sin esconder el tono mordaz mientras lanzaba un disparo de conmoción a tres cascarones que corrían hacia él.

A su espalda, Shepard chasqueó la lengua.

—Al menos no he traído música horrible —replicó ella, y Garrus vio la sonrisa en sus labios sin necesidad de mirarla a la cara.

—Vale, eso ha sido un golpe bajo —remató, acertando en mitad de la frente del último cascarón con el rifle.

Shepard hizo un movimiento con la cabeza, indicándole que debían continuar por el túnel que se abría ante ellos. Garrus lanzó un suspiro y obedeció las órdenes de la comandante.

—¿Despejado? —inquirió Shepard, siguiéndole por detrás con el fusil de asalto preparado.

Garrus hizo ademán de abrir la boca para responder cuando un grito desgarrado resonó en la cueva, seguido de otros tantos.

—Creo que no, comandante.

Los dos retomaron la posición de combate, a la espera de que la cueva volviese a quedar inundada por los cascarones en cuestión de segundos. No se hicieron de rogar y los monstruos llegaron en cantidades ingentes, corriendo como demonios y lanzándose sobre ellos a la mínima oportunidad. Shepard consiguió despejar un área acribillándolos con munición incendiaria y haciendo que algunos se estrellasen contra el suelo con biótica. Un reguero de cadáveres partidos en dos se formaba a su alrededor, mientras él hacía lo propio a tiro limpio y lanzándoles alguna que otra sobrecarga para quitárselos de encima.

Disparaba con rapidez y eficacia; el visor le ayudaba a precisar el tiro perfecto entre las cejas para matarlos de un solo balazo. No sabía qué más les esperaba ahí dentro, pero Garrus tenía claro que no podían desperdiciar munición térmica así como así. Eso, y que una tercera mano no les habría venido nada mal en semejante entuerto.

—Venir solos no ha sido una idea tan brillante, Shepard —comentó Garrus, aprovechando un breve respiro que las criaturas le habían dado.

Sin embargo, la respuesta de Shepard no llegó inmediatamente y eso no presagiaba nada bueno. Garrus giró el rostro tan rápido como sus músculos le permitieron y el corazón le dio un vuelco al instante. Sin perder el pulso, cogió el rifle y apuntó.

A pesar de sus esfuerzos, los cascarones se habían acumulado más y más alrededor de Shepard, que conseguía zafárselos de encima a base de puñetazos o culatazos con un inservible fusil de asalto cuyo cargador estaba vacío por completo. Había quedado atrapada en una maraña de cadáveres de reflejos azules, que parecían gritar más y más y abrían los brazos para agarrar cualquier cosa viviente que se tropezase en su camino.

Cuando uno de los cascarones logró atrapar a Shepard por delante mientras ella intentaba librarse de otro que le había atacado por la espalda, dos disparos más potentes retumbaron entre las paredes de piedra cobriza y los cascarones quedaron hechos trizas. La sangre densa y de color negro salpicó a Shepard en la cara y la fuerza de los disparos le hizo perder el equilibrio, lo suficiente como para caer de bruces contra el suelo sin aliento.

Garrus terminó el trabajo liquidando a los cascarones restantes y que, por suerte, parecían ser los últimos. Sin dilación, corrió hacia donde Shepard permanecía arrodillada. Despedía el mismo olor putrefacto que los cascarones traían y su respiración sonaba entrecortada. Garrus se agachó junto a ella, colocando una mano sobre su espalda tentativamente.

—Shepard, ¿estás bien?

La mujer parpadeó varias veces, tragó saliva y tosió; el pecho le subía y bajaba a un ritmo anormal, como si no lograse hacer funcionar a sus pulmones. Por encima del cuello de la armadura se podían ver algunas marcas amoratadas; un hilo de sangre rojiza le caía por la mejilla, mezclándose con la suciedad.

—Sí… —logró decir en un susurro—. Creo… —añadió en un hilo de voz, sin poder evitar otro ataque de tos breve.

Conforme la respiración de Shepard volvía poco a poco a un ritmo acompasado, Garrus volvió a hacer lo propio con él mismo y comenzó a relajarse. Pasó un brazo por debajo de la axila de Shepard y la sujetó con fuerza, ayudándola a levantarse. La comandante pareció recuperar la compostura, salvo por el rostro sucio y encendido. Garrus, confiado en que el peligro había pasado y tenían una pequeña tregua, la rodeó por los hombros y la acercó hacia él.

—Me has dado un buen susto, comandante. —Oír la risa suave de Shepard le alivió; todo estaba bien. Ella le devolvió el abrazo, apoyando su frente contra la de él, rememorando aquella última noche.

—Gracias, oficial —susurró ella con una ligera sonrisa sobre los labios—. Esto empieza a parecer una cita —dijo, riéndose un poco entre dientes.

—Bueno, quizás después de una ducha. Olemos demasiado a carne muerta y quemada para mi gusto —replicó él, rozándole la punta de la nariz. A esa distancia podía ver perfectamente todas aquellas manchas diminutas que cubrían el rostro de Shepard; 'pecas', le había dicho ella que se llamaban.

Se separaron poco a poco, retomando la compostura y sacando las armas. Shepard cargó la pistola, donde aún le quedaba munición, y antes de encabezar la marcha se volvió hacia él.

—Terminemos el trabajo cuanto antes y con suerte podemos arreglar lo de la ducha en mi camarote —agregó, con una sonrisa sagaz muy oportuna acompañada de una ceja enarcada. Algunas intenciones traspasaban cualquier barrera cultural que pudiera quedar entre ellos.

Garrus dejó escapar una carcajada, con una leve marca de nerviosismo. Porque Shepard siempre conseguía hacer eso con él cuando se lo proponía, sin importar la situación.

-fin-